La autoestima no se presta, ni se descuida ni se deja olvidada en bolsillos ajenos. Sin embargo, seguimos siendo esa sociedad que necesita del refuerzo ajeno para reafirmarse, y seguimos diciendo”sí” con la boca pequeña cuando lo que necesitamos es un “NO” con voz firme. Nos olvidamos, casi sin darnos cuenta, que pocos abandonos son tan letales como dejar de amarse a uno mismo…
Hemos de admitirlo, pocas dimensiones psicológicas han suscitado tanto interés, tantas publicaciones y manuales en el mercado editorial y del crecimiento personal como la autoestima. A estas alturas gran parte de la población sabe manejar conceptos terminologías, estrategias y afinadas herramientas creadas por renombrados gurús que nos invitan a mejorar día a día para desarrollar nuestro potencial.
“Tú mismo, al igual que cualquier otra persona en el universo, te mereces tu propio amor y afecto”
-Gautama Buddha-
Sin embargo… ¿lo conseguimos? ¿conseguimos realmente aumentar nuestra autoestima? La verdad es que no siempre. Salimos de casa habiéndonos repetido varias veces ante el espejo aquello de “me quiero, soy capaz de lo que me proponga y nada ni nadie va a poder conmigo”.
Sin embargo, a no tardar mucho, nos volvemos a situar en la casilla de la salida de los círculos viciosos compuestos por pensamientos negativos. Nos damos de bruces con la inseguridad, con el miedo al que dirán y destinamos nuestras acciones a esa búsqueda incansable de reconocimiento con el que insuflar a duras penas un sucedáneo de oxígeno a nuestra autoestima.
No es fácil, y no lo es en primer lugar porque a menudo, tenemos una idea limitada de lo que es en realidad la autoestima, porque no, no es suficiente con “quererse a uno mismo”. Igual de importante es mejorar y trabajar dimensiones tan básicas como la percepción que tenemos sobre nuestra propia persona, así como las interacciones que establecemos con quienes nos rodean.
Tal y como podemos percibir, en ese complejo tejido que conforma nuestra identidad social y emocional, hay algunos flecos y costuras que es necesario fortalecer o incluso renovar. Te proponemos por tanto que reflexiones sobre estas 9 estrategias.
1. Aprende a auto-abastecerte
El hecho de no saber “nutrirnos”, atendernos y autoabastecernos es una maldición, una especie de sortilegio que nos obliga una y otra vez a cometer el mismo error, la misma conducta, el mismo pozo: buscamos en los demás lo que no nos ofrecemos a nosotros mismos.
Si iniciamos un proyecto esperamos que nuestra pareja, amigos y familia respalde cada idea, cada ilusión, cada objetivo y cada propuesta. Si no lo hacen, si valoran de forma negativa algún aspecto quizás nos quede la sensación de que en el fondo lo que quieren es tirar por tierra nuestra idea. Así, podemos llegar a tomárnoslo como un ataque personal.
¿A qué tipo de felicidad podemos aspirar con este enfoque personal? A una donde solo hay mendrugos, a una donde si los demás no nos abastecen con certezas, cumplidos y afectos, nos venimos a bajo. De paso, a ellas, si podemos, las condenamos a los infiernos.
Hemos de ser personas autónomas emocionalmente, seres que se autoperciben como valiosos para sí mismos y exquisitamente dignos para aspirar a cualquier meta, propósito u objetivo. De esta manera, y solo de esta manera, seremos capaces de encontrar la parte positiva de las críticas que tienen esta naturaleza.
2. Evita las auto-afirmaciones positivas genéricas
Lo señalábamos al inicio. Hay quien no sale de casa sin antes haber cumplido un sencillo ritual, el de ponerse ante el espejo y repetirse aquello de “me quiero, soy capaz, soy hermoso, nadie puede hacerme daño o soy alguien que vale la pena”.
“La peor soledad es no estar cómodo contigo mismo”
-Mark Twain-
Bien, es muy posible que a más de uno le sirva la fórmula, pero hemos de entender que este tipo de expresiones genéricas funcionan casi siempre como “calorías vacías”. Es decir, dan ánimo para un tiempo determinado, pero a las pocas horas se digieren y el efecto se desvanece. Son ideas resbaladizas, que al no ser concretas difícilmente evocan recuerdos que actúen como asideros.
Crea afirmaciones personales, íntimas y que toquen tu fibra interna hasta el punto de revitalizarla como la cuerda de un violín.
Por ejemplo: “en el pasado te hicieron daño, te hicieron creer que eras pequeño/a e insignificante, pero ahora has curado tus heridas y tienes la piel mucho más dura. Ahora eres un gigante, atrás quedó el niño asustado de ayer. Ahora nada va a poder contigo”.
3. Crea tu propio sistema inmunitario emocional
Tener una baja autoestima nos hace más vulnerables a muchas de las “lesiones” psicológicas que pueden acontecer en la vida diaria, ya sean de pequeño o de gran alcance. Somos menos resistentes a la frustración, al fracaso, nos duelen más las decepciones, nos cuesta gestionar la ansiedad, el estrés…
Es necesario que creemos un auténtico “sistema inmunitario emocional”. Al igual que nuestro organismo dispone de una serie de órganos, células y de diferentes mecanismos para hacer frente a virus, bacterias y posibles infecciones, también debemos conseguir lo mismo a nivel psicológico.
Se trataría solo de integrar una estrategias de concienciación donde entender que necesitamos de adecuados nutrientes que nos fortalezcan, que nos sirvan como barrera de defensa y de protección: el amor propio, la autconfianza, un buen autoconcepto, la positividad, la resiliencia, el sentido del humor, la capacidad para relativizar, el saber decir “no”…
4. La autoestima no se alimenta solo de “esperanza”, necesitas convicciones
Hay personas que con el propósito de fortalecer su autoestima se dicen a sí mismas frases como “todo me va a salir bien, voy y a tener éxito o voy a lograr esto y lo otro y todo lo que me proponga”.
Tal y como hemos señalado antes, este tipo de refuerzos tienen una batería muy corta. Debemos entender que cuando estamos a ante una persona con una baja autoestima, no le va a servir de mucho que la alimentemos a base de simples esperanzas, lo que necesita son convicciones, aspectos firmes, concretos, realistas y tangibles.
Es necesario por tanto que aprendamos a “retroalimentarnos” y para ello, lo mejor es focalizar la propia mirada hacia nuestras competencias, logros y habilidades siendo realistas.
“A mi se me da muy bien los temas sociales. Saqué una buena nota en mi carrera universitaria y esto y capacitado para trabajar en este ámbito, no tengo que sentirme inseguro porque tengo adecuadas competencias, no hay razón pues para dudar de mí. No debo, por tanto, dudar de mi mismo. Sé lo que valgo y entiendo que tengo altas probabilidades para conseguir lo que quiero, porque en el pasado ya he alcanzado varios logros…”
5. Acéptate, eres el regalo más maravilloso de esta vida
¿Cómo negarlo? Desde niños nos han guiado, orientado y encorsertado en la magia del elogio, del piropo o de la palmada en la espalda y la mirada de aprobación. Nos hemos convertido en adictos al reconocimiento externo, y en caso de no lograrlo, la causa, cómo no, está en esos defectos propios e irremediables: porque somos torpes, feos, gordos, tímidos o fracasados.
Poco a poco nos alejamos de nosotros mismos como si habitáramos una piel incómoda, un cuerpo extraño al que odiamos y que nos repugna.
A lo largo de nuestra infancia, a nadie se le ocurrió en ningún momento preguntarnos si nos sentíamos orgullosos de nosotros mismos, si nos queríamos o nos aceptábamos. De ahí, que a menudo lleguemos a la edad adulta perdidos y frustrados sin saber dónde mirar, si adentro o afuera…
Si de verdad deseamos mejorar y aumentar nuestra autoestima, hay que hacerlo: debemos aceptarnos en cuerpo y alma, debemos dar el paso y entender que en realidad, somos lo más hermoso de esta vida. No hay que avergonzarse por creerlo así. Nada es más importante que ese cuerpo que nos permite avanzar, sentir, experimentar, nada es más digno que esa mente, esa piel y ese corazón que merece amarse, ser amado y sentirse increíblemente fuerte y hermoso.
6. Explora, busca, indaga
La baja autoestima nos recluye en sótano de la zona de confort, en las alcantarillas de la inmovilidad y en el cuarto oscuro del miedo. Nos susurra que es mejor no probar, no arriesgar y no explorar porque lo más probable, es que nos equivoquemos una vez más o que quedemos en evidencia ante los demás.
Si de verdad deseamos percibir cambios reales y factibles en un mes, debemos hacerlo: explorar, buscar, indagar…
No hay que estar completamente seguro de algo para “ensayar” cosas nuevas, debemos arrriesgarnos e improvisar con más frecuencia, dejándonos llevar por el principio de la intuición y por el sentido del placer más que por la sombra del miedo y la preocupación.
La realidad y todo aquello que nos envuelve, esconde cosas, personas y situaciones realmente agradables que merecen ser descubiertas.
7. Encuentra un equilibrio entre razón e intuición
Las personas con baja autoestima presentan una tendencia desmedida a racionalizarlo todo. “Si hago esto pueden pensar lo otro, debo hacer aquello para que se den cuenta de que soy capaz”. “Esto mejor lo evito porque puedo fallar, es mejor que me calle lo que siento y que haga como si nada hubiera pasado…”
Esa racionaliación y esa obsesión por desmenuzar cada detalle hasta el punto de prever qué puede pasar y qué no, nos conduce muchas veces a estados de ansiedad muy destructivos.
Debemos recuperar el olfato, el sentido y el gusto de nuestras emociones permitiéndonos ser libres del miedo y la inseguridad.
Atrévete a degustar el placer de priorizarte, de ponerte como máxima prioridad en tu día a día y a nutrirte como te mereces sin tantas cadenas, presiones y reticencias.
8. Autoelogiarse de vez en cuando es de buen gusto
Los auto-elogios son necesarios y muy útiles para aumentar la propia autoestima. Sin embargo, hay que cuidar un pequeño matiz: no debemos otorgárnoslos a la ligera y de forma exagerada o desmedida, sino cuando hayamos hecho algo bien, algo de lo que sentirnos orgullosos.
“Hoy he sido capaz de decirle a esta persona que no voy a acudir a su fiesta de cumpleaños”⇔ Me siento orgulloso/a de mi porque ya estoy consiguiendo ser congruente entre mis deseos y mis acciones.
“Hoy me siento bien conmigo mismo porque he logrado llevar adelante mi objetivo a pesar de que nadie confiaba en que lo consiguiera”.
9. Recompénsate cada día, lo mereces
Es muy posible que en tu día a día focalices cada esfuerzo, pensamiento y energía en recompensar a los demás, en ayudarlos, en hacerles la vida más fácil, en encajar a la fuerza en sus mapas, en sus expectativas, en lo que esperan de ti.
Este enfoque vital, a largo plazo, solo puede ofrecerte un fruto: el sufrimiento.
“La gente que quiere más aprobación consigue menos y la gente que necesita menos aprobación consigue más”
Para mejorar tu autoestima y empezar a ver cambios reales en un mes, aprende a recompensarte cada día de diferentes y variados modos:
- Regálate tiempo para ti.
- Sal a pasar, a correr, a caminar por un entorno natural.
- Invítate a una taza de café contigo mismo e inicia una charla interior donde establecer prioridades.
- Regálate un libro, una pequeña escapada, una hora de silencio y soledad.
- Recompénsate cada día siendo congruente con tus deseos y tus actos.
- Regálate buenas personas en tu vida y deja a un lado a las que te incomodan, a las que ponen alfileres a tu autoestima.
Para concluir, somos conscientes de que reparar y curar los fragmentos de una autoestima herida o fragmentada requiere tiempo. Sin embargo, tal artesanía necesita de dos componentes básicos: voluntad y perseverancia. Poco a poco hallaremos esa dimensión ideal donde a través de las distancias perfectas y la confianza, nos querremos un poco más sin miedos, culpas o sobresaltos. El propio camino para lograrlo ya vale la pena.
Valeria Sabater
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.