Ningún infierno es agradable, pero hay infiernos que abrasan sin compasión con solo acercarse a ellos. Es complicado salir de ahí y recomponer la piel tras haber rozado sus brasas, pero sabemos que es posible. Alguna vez hemos conseguido recuperarnos de las heridas profundas que nos habían ocasionado.
Por esa razón ahora sabemos bien que no dejaremos que cualquier demonio nos conduzca al infierno y nos queme. Es decir, hemos sufrido mucho y luchar contra el sufrimiento nos ha hecho más fuertes. Así que ahora llevamos la sonrisa de los valientes y no permitimos que nos hagan daño tan fácilmente.
Con el fin de entender bien este artículo, es necesario aclarar que consideramos los infiernos metafóricamente: nos referimos a momentos duros de nuestras vidas o a periodos de tiempo en los que nos hemos sentido bloqueados ante la circunstancias.
Los infiernos tienen puntos débiles
Cualquier laberinto, por enrollado y confuso que sea, guarda una salida. Es cierto que no es fácil hallarla a simple vista, pero tarde o temprano puede encontrarse.
Un infierno no es muy diferente: tiene puntos débiles a través de los cuales se puede escapar y respirar. Sin embargo, dar con esos puntos flacos requiere varias cosas de nuestra parte: un esfuerzo considerable por mantenernos en pie hasta conseguirlo y un autodescubrimiento profundo de lo que somos.
“El dolor es una casa donde las sillas han olvidado cómo sostenernos, los espejos, cómo reflejarnos; las paredes, cómo contenernos”
-Jandy Nelson-
Cuando todo aquello que nos rodea y nos reconocía parece no reconocernos, es necesario luchar para no perder el rumbo. En el momento en el que nos hemos sumergido en un infierno es primordial no olvidar las motivaciones, los sueños, el aprendizaje, etc. Así, siempre encontraremos la fuerza para seguir buscando la salida.
La firmeza nos hace fuertes
La palabra firmeza es sinónimo de entereza, de constancia y de fuerza moral. Actúa con esta cualidad quien en alguna circunstancia de su vida no se ha dejado dominar ni abatir por algo que quería debilitarle. De esta manera, tratar y dirigir el poder de nuestras emociones nos hace fuertes.
“(…) Si no hubieras sufrido como has sufrido, no tendrías profundidad como ser humano, ni humildad, ni compasión. No estarías leyendo esto. El sufrimiento abre el caparazón del ego, pero llega un momento en que ya ha cumplido su propósito”
-Eckhart Tolle-
El título dice que “tras varios infiernos, no cualquier demonio quema” porque los infiernos buscan tambalear nuestro equilibrio anímico. Dado que se adquiere firmeza y fortaleza después de pasar por ellos, ya no es tan fácil que nos derriben o nos quemen.
Quien llegue a nuestra vida con esa intención tendrá que esmerarse mucho más. Hemos aprendido y, por tanto, no le va a resultar tan sencillo conseguirlo.
Hay que seguir luchando
Con el camino del autodescubrimiento y la práctica de la firmeza en la dificultad se aprende, porque la dificultad enseña. Pero, ¿qué exactamente? Se aprende sobre todo a entender que mientras oigamos latir el corazón hay que apostar por esa oportunidad que aún mantiene un hilo de unión con la vida.
Se aprende a seguir sonriendo al pensar en lo bueno que se encuentra detrás de esa dificultad y se asimila que esa sonrisa es más fuerte que cualquier daño. Además, los infiernos nos descubren en recovecos en los que nunca antes nos habríamos imaginado y herramientas de superación con las que no contábamos.
“La mejor forma de vencer las dificultades es atacándolas con una magnífica sonrisa”
-R. B. Powell-
Nos enseñan a sobreponernos, a recoger el lado bueno del dolor, a no huir sin enfrentar el problema. En definitiva, los infiernos nos muestran la cara más oculta de nuestra personalidad: la supervivencia y la resistencia.
Cristina Medina Gomez
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