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martes, noviembre 15, 2016

El sufrimiento me ha enseñado quién soy

El sufrimiento me ha enseñado quién soy. Me ha dado a conocer partes de mí que antes no había visto o no había querido asumir. Siempre había pensado que ojalá en mi vida no hubiese ocurrido nada malo, pero me doy cuenta de que desear eso es querer algo imposible.



Todos hemos sufrido en mayor medida. Hemos pasado por diversas circunstancias que nos han marcado. Circunstancias que nos gustaría no haber vivido, pero hay que ser consciente de que eso es imposible. La vida no es de color de rosa para nadie, aunque para algunos, dentro de las mismas circunstancias, resulta más agradable que para otros. Esa es la clave.

En vez de centrarnos en tratar de vivir la vida sin sufrir, deberíamos aprender a vivir el sufrimiento de manera distinta. Aprender a utilizarlo para crecer y construirnos de nuevo y para ello, muchas veces, es necesario desarrollar diferentes habilidades en el espacio seguro de la terapia.

No se trata de evitar el sufrimiento sino de aprender a integrarlo en tu historia de vida como un capítulo más que te ha llevado exactamente a donde estás.

La terapia como espacio seguro

La terapia psicológica debe entenderse como un espacio seguro para todo aquel que acuda a ella. En terapia no se juzga, no hay verdades absolutas y todo lo que se dice permanece bajo secreto profesional. Este secreto solo puede romperse si el paciente va a hacerse daño a sí mismo, a otros o mediante orden judicial.

Además, la terapia es un lugar donde establecer una base segura que te de estabilidad, aunque tu vida haya sido difícil. Para ello, los psicólogos -junto al paciente/cliente- tratamos de construir una alianza terapéutica como un vínculo seguro en el que asentar la terapia.

Este vínculo único, si se establece bien, permite que se consolide un clima de confianza. Este clima facilita que todos los miedos y el sufrimiento que se esconde en ellos pueda ser tratado. Porque, antes de adquirir las habilidades de afrontamiento que permitan que demos el paso para tratar lo que provoca el sufrimiento, hay que tener la confianza suficiente para poder hablar de ello sin miedo.
Muchas veces no se trata de exponerse a los miedos, se trata de tener una base firme para poder caminar con ellos.

Poniendo nombre al sufrimiento

Poner nombre al sufrimiento no consiste en utilizar etiquetas diagnósticas. Muchas veces ni siquiera puede utilizarse una de estas etiquetas porque no hay correspondencia. A veces la causa de nuestro sufrimiento es tan única o tan mundana que no tiene un nombre y tenemos que ponérselo.

Ese nombre puede que solo tenga significado para aquel que se lo ponga y con eso basta. Puede ser mi lado oscuro, pueden ser nervios, puede ser la sombra o puede ser lo que quieras que sea. Es un nombre que va a ser utilizado en el espacio terapéutico para definir algo propio, y, por tanto, algo tan individual que, aunque tenga un nombre común tendrá un significado único.
Poner nombre al sufrimiento ayuda a definir el problema que es la causa de nuestro tormento y así poder cambiarlo o integrarlo.

Una vez nombrado, ese sufrimiento adquirirá un nuevo significado. Pasará de ser un ente, un sentimiento, a ser algo más claro. Algo que ha adquirido forma y así puede ser explicado y comprendido tanto por el psicólogo como por el paciente. Por tanto, es algo que ya puede ser cambiado o integrado.

Integrar la experiencia en un nuevo yo

Cuando la causa del sufrimiento es algo que ha ocurrido en el pasado y no puede ser cambiado, la mejor manera de superarlo es integrarlo en tu historia de vida. Esto no es algo sencillo, pero tampoco es algo imposible.

Para integrarlo hay que aceptarlo. Hay que aceptar que pasase lo que pasase sentirse culpable ahora no sirve de nada. Tampoco sirve echar las culpas a otros porque el pasado es el pasado y ya no puede cambiarse. El trabajo que exige esta integración, esta aceptación del sufrimiento, es muy grande. Pero hay que dejar fluir lo malo y aceptarlo con naturalidad para construir un nuevo yo.

Construirte de nuevo es un gran paso, pero un paso que conduce a la aceptación de ese lado oscuro que emerge de tu interior. Ya no sentirás un vacío lleno de dolor o lucharás contra tu demonio interior. Te habrás construido y habrás aprendido que lo que ocurrió te ha hecho quien eres ahora.

Lorena Vara González

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