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miércoles, noviembre 30, 2016

3 creencias patriarcales que impiden sanar a las mujeres

Se podría definir el patriarcado como una ideología que se manifiesta en prácticas sociales que suponen desigualdad en perjuicio de las mujeres. Pero, ¿podría este orden social y las creencias que lo sustentan influir en la sanación del género femenino?, ¿sufrimos las mujeres en nuestro cuerpo el efecto de una sociedad todavía patriarcal?



La doctora Christiane Northrup, en su libro Cuerpo de mujer, sabiduría de mujer, explica que no es posible la curación en las mujeres mientras no hagamos un análisis crítico y cambiemos algunas de las creencias y suposiciones patriarcales que inconscientemente hemos heredado e interiorizado.

“La conciencia crea el cuerpo”
-Christiane Northrup-

Para empezar, la civilización occidental está inspirada en la visión judeocristiana que considera, entre otros absurdos, el cuerpo femenino y su sexualidad -representados en la figura de Eva- como los responsables de la caída de la humanidad. Nada más y nada menos.

Respecto a la enfermedad, Northrup asegura que las mujeres enfermamos si nos maltratamos a nosotras mismas. Además, explica que, cuando nos ponemos enfermas, somos atendidas por un sistema médico patriarcal que en muchas ocasiones denigra nuestro cuerpo. Christiane distingue tres creencias patriarcales fundamentales que impiden nuestra curación:

Primera creencia: la enfermedad es el enemigo

Este pensamiento nos condicionaría a considerar el cuerpo como un adversario, sobre todo cuando nos da mensajes que no queremos oír. Es un elemento que puede causar dolor, ignorando que puede ser una fuente inmensa de placer.
Según la autora, es inherente a nuestra cultura tratar de matar al cuerpo como mensajero junto con el mensaje que trae.

Sin embargo, el cuerpo puede convertirse en el mejor sistema sanitario que poseemos, siempre y cuando sepamos escucharlo. Sin entrar en el plano sexual, su movimiento genera endorfinas que nos hacen sentir mejor, más vitales, con más energía.

Segunda creencia: la ciencia médica es omnipotente

Esta creencia se basa en el mito que se nos ha inculcado acerca de los “dioses médicos”. Es decir, que los doctores saben más de nuestro cuerpo que nosotras mismas y, por lo tanto, son los únicos que nos pueden curar al margen de la información que les podamos facilitar.

Así, olvidamos algo tan obvio como que cada mujer tiene la posibilidad de atesorar un gran conocimiento de sí misma. En este sentido la ciencia puede ayudar, pero se esforzará en vano si no escucha el relato de la mujer.

Tercera creencia: el cuerpo femenino es anormal

La denigración patriarcal del cuerpo femenino es la causa que subyace al miedo que muchas mujeres procesan hacia su cuerpo y sus procesos naturales hasta el punto de sentir repugnancia por ellos. Christiane Northrup nos recuerda en su libro que ningún estudio científico puede explicar con total exactitud y en todas las circustancias cómo ni por qué un cuerpo en particular actúa del modo en el que lo hace.

En este sentido, la doctora de urgencias Alyson McGregor, explica que la retirada del 80% de los medicamentos en Estados Unidos se debe a los efectos secundarios sufridos por las mujeres. La causa: los animales utilizados en los laboratorios para estudios médicos son machos, al igual que las células, conformando así un marco de referencia para la investigación médica únicamente masculino.

Si la logramos desarrollar, la conexión con nuestras emociones se convierte de este modo en el método infalible

La desconexión emocional como consecuencia de las creencias patriarcales

La cultura patriarcal nos ha hecho adquirir, inconscientemente, hábitos que suponen graves efectos en nuestro cuerpo y espíritu, ya que nos impiden conectar con nuestras emociones para comprender lo que realmente nos está pasando. Una sociedad patriarcal también conlleva la infravaloración de los sentimientos de las mujeres, negándolos o subestimándolos, lo que repercute en su aceptación.

Muchas mujeres pueden sentir vergüenza a la hora de expresar sus emociones porque corren en riesgo de no ser tomadas en serio o quedar como débiles. Esta desconexión, a su vez, nos mantendría en un estado de sufrimiento que iría en aumento a medida que aumenta el tiempo en el que permanecemos en él.

¿Cómo combatir las creencias patriarcales?

Un primer paso hacia un cambio positivo en la vida y, más concretamente, en la salud, es dar un nombre a la experiencia actual y permitirse sentirla en su totalidad, emocional, espiritual y físicamente.
Cuando reconocemos y dejamos salir nuestro sufrimiento emocional, nos conectamos inmediatamente con nuestros sentimientos. A través de ellos podemos averiguar las necesidades específicas que tenemos.

Además, al liberar el sufrimiento y las preocupaciones que lo acompañan, recuperamos la energía necesaria para que nuestro cuerpo se sane. También es importante sustituir esas creencias patriarcales por otras más útiles, como la de que el cuerpo femenino posee una enorme capacidad para la resistencia y la salud. En otras palabras, para curarse a sí mismo.

Mar Pastor

martes, noviembre 29, 2016

Deja de echarle la culpa a la piedra y lograrás caminar

La poeta Sara Bueno publicaba hace unos días un post que decía: cuando dejes de echarle la culpa a la piedra, aprenderás a caminar. ¿Te ves reflejada? Puede que algo que te haya ocurrido siga rondando en tu cabeza como el primer día y no sabes cómo salir del círculo vicioso en el que te encuentras. Es como si todas las fuerzas que te rodearan te devolvieran a él.



En los casos en los que algo no va bien aparece la sombra temerosa de la culpa y puede hacerlo de dos maneras distintas. Por un lado, con la autoculpa: hacemos recaer en uno mismo la carga de las consecuencias. Por otro lado, al desplazar la responsabilidad hacia afuera: otras personas o el problema en sí mismo.

Aunque vamos a hablar de este último enfoque, es bueno recordar que ninguna de las manifestaciones de la culpa nos permite aprender a caminar y, lo que es igual de importante, avanzar. 

Buscar culpables no te ayudará

La vida nunca será tan benévola como nos gustaría que lo fuera: siempre sucederán cosas que nos parezcan injustas, que creemos que no nos merecemos y que no esperábamos. Por ello, resulta natural entender que el sentimiento de culpabilidad aparezca frecuentemente.

“Casi toda la infelicidad en la vida viene de la tendencia de culpar a alguien más”
-Brian Tracy-

De hecho se entiende que, cuando una piedra aparece en nuestro camino, tendamos a maldecir a la piedra que nos impide continuar o a quien la ha colocado ahí. Digamos que es más sencilla la actitud de culpar -que no fácil- que la de mirar más allá para buscar una solución.

Perdemos el tiempo con la autoría de la piedra o la superficie de la misma en lugar de encontrar el método que nos enseñe a apartarla. Es decir, buscar culpables no te ayudará: no va a borrar el daño ya causado y solo presionará aún más la venda de tus ojos.

Focaliza el problema y llega al fondo

Incluso aunque consideraras que hay un culpable de verdad, tampoco eso te enseñaría la senda que debes seguir para no estancarte donde estás. La salida más efectiva para aprender no permanece en la piedra, sino en el cómo ha llegado ahí. 

“Lo importante en mi opinión no es echar la culpa de un error de alguien, sino averiguar qué causó el error”
-Akio Morita-

Trata de focalizar lo que te pasa, sé valiente para llegar hasta la raíz de lo que te está haciendo herida y conseguirás saber cómo dejarlo atrás. Eres más fuerte que esa piedra y tu vida tiene el poder de ser mucho más intensa que cualquier obstáculo que pretenda limitarla. 

Hay algo detrás que ahora mismo no logras ver porque tienes demasiados monstruos alrededor que te persiguen y te hacen retroceder. Detrás de la acción de culpar hay una verdad que no te atreves a reconocer, pero no tienes otra opción si quieres continuar.

Mientras respires, todavía estás a tiempo

Déjate llover, abre los ojos, suelta las deudas emocionales: mientras respires, todavía estás a tiempo. Esa es solo una piedra más, una experiencia más, una parte del aprendizaje. 

Caminar implica caídas, unas con nombres propios y otras sin ellos: a veces caemos porque teníamos que aprender algo y quizá era la única forma de que ocurriera. Es más, no todas las caras de los obstáculos son negativas, sino que también tienen otra que los convierte en buenos maestros.

Lo indispensable es recoger lo que la piedra quiere decirnos y evitar la carga de llevarla por más tiempo, especialmente porque tal desgaste de fuerzas no es necesario. Dicen que cualquier cosa a lo que uno se resiste, persiste, y tú no quieres persistir en un continuo malestar.

“No hay que cargar nuestros pensamientos con el peso de nuestros zapatos”
-André Breton-

En definitiva, nuestros zapatos han vivido mucho y en su suela se marca lo que hemos andado, pero el corazón no tiene espacio para todo: requiere de un filtro que permita el paso a lo que aporta pero que retire aquello que solo ocupa espacio, gasta energía y causa daño.

Cristina Medina Gomez

lunes, noviembre 28, 2016

Resiliencia: la adversidad me hace más fuerte

La resiliencia se define como la capacidad de hacer frente a una situación adversa y salir reforzado de dicha situación. Es la base para que utilicemos los problemas que se presentan como un aprendizaje que nos ayude a mejorar. La resiliencia se pone a prueba en situaciones prolongadas de estrés o sufrimiento, como puede ser la pérdida inesperada de un ser querido, sobrevivir a una catástrofe natural, malos tratos en la infancia, etc.



En el otro extremo del continuo del concepto resiliencia se podría situar el desarrollo de un trastorno de estrés postraumático. En la vivencia de un episodio traumático, cada individuo tiene diferentes formas de afrontar lo ocurrido. Además se puede valorar de manera diferente el mismo hecho.

Según D´Alessio, la resiliencia emocional englobaría al conjunto de los rasgos de la personalidad y a los mecanismos cognitivos desarrollados por un individuo que le confieren protección ante situaciones adversas, impidiendo el desarrollo de un trastorno mental.

La resiliencia desde el punto de vista neurobiológico

El cerebro es la central del sistema biológico responsable de la resiliencia y regula los mecanismos neurobiológicos, psicológicos y cognitivos del individuo vinculados con la respuesta al estrés. El funcionamiento del cerebro es dinámico y puede modificar su estructura en función de las necesidades percibidas gracias a la neuroplasticidad.

La recuperación de la neurogénesis en el giro dentado junto con la remodelación dendrítica hipocampal constituyen los principales cambios estructurales vinculados con la resiliencia y que se pueden ver alterados durante el estrés prolongado. Los factores que hacen que cada individuo reaccione de manera distinta a un mismo estímulo potencialmente estresante tienen distinta naturaleza: genéticos, circunstanciales, relacionales, etc.

En los individuos resilientes, las variables constitucionales, biológicas y genéticas interactúan con las variables ambientales y las conductas aprendidas para resolver determinadas situaciones adversas. Lo hacen evitando o previniendo un trastorno psiquiátrico. Así, no se puede hablar de una sola variable que haga a un sujeto resiliente.

Factores influyentes

Existen numeroso factores que influyen en la resiliencia y en la manera de afrontar las situaciones adversas. Por ejemplo, se ha observado que las situaciones de alto cuidado materno en la infancia la favorecen. Las personas que han recibido este cuidado son más resistentes al estrés, necesitando eventos altamente estresantes para que el organismo desencadene la misma respuesta que en otro individuo.

El estrés es un mecanismo fisiológico necesario para que nuestro organismo se ponga en marcha, para realizar actividades o para responder a estímulos exteriores amenazantes o peligrosos. Pero el estrés crónico puede propiciar cambios en el cerebro perjudiciales al tener mayores niveles de hormonas del estrés (cortisona y adrenalina).

El aprendizaje durante la infancia es otro de los factores que pueden influir. El desarrollo de estrategias de afrontamiento a los problemas desde una edad temprana también puede favorecer el desarrollo de la resiliencia.

La adversidad como aprendizaje

La resiliencia no solo da una salida a traumas o problemas que en otras personas pueden propiciar el desarrollo de enfermedades o problemas graves. También se caracteriza por dar un refuerzo que emana de la propia experiencia negativa. De aceptar lo que se ha vivido y utilizarlo para seguir adelante, hacerla una experiencia significativa que no se olvida, se transforma.

Vivir una experiencia traumática siempre va a tener impacto en nuestra vida, y una implicación negativa al tratarse de una situación altamente estresante. Se trata de transformar ese dolor en fuerza para seguir adelante y tener una vida plena. Muchas víctimas de catástrofes o experiencias similares utilizan su experiencia para ayudar a personas que viven la misma situación.

Aceptar que no podemos cambiar lo que ha ocurrido y que no siempre tenemos el control de lo que nos ocurre son estrategias que pueden ayudar a superar diferentes dificultades que se presenten. No tener miedo a pedir ayuda a las personas más cercanas o que han pasado por lo mismo y confiar en nuestras capacidades pueden ser estrategias muy efectivas. ¡Utilízalas!

Carolina López De Luis

domingo, noviembre 27, 2016

¿Somos lo que nuestra mente piensa?

Tras el éxito del libro “somos lo que comemos” te presentamos la versión psicológica: “somos lo que pensamos”. Sin duda es un título bastante sugerente y que nos invita a aprender más sobre esa relación entre los pensamientos, lo que nos sucede y la definición que tenemos de nosotros mismos. En todo esto, nuestra mente, a través del material cognitivo con el que trabaja, tiene un gran poder.


Nuestros pensamientos pueden cambiar la manera en que nos comportamos, las decisiones que tomamos y los sentimientos que experimentamos. Es decir que nos influyen mucho, más de lo que creemos.

La mente: ¿aliada o enemiga?

Todo depende. ¿De qué? ¡de lo que pensemos! Es frecuente decir “estoy cansado, no puedo aguantar más” e inmediatamente después tener ganas de echarnos a dormir tres días seguidos. No olvides que el cuerpo y el cerebro trabajan para complacerte, y especialmente el primero tiende a hacerlo a corto plazo. Sin embargo, también pueden llegar a ser una especie de genio de la lámpara que obedece sin protestar los deseos de su amo.

A diferencia de lo que creemos, no es la mente la que nos dice lo que tenemos que hacer o cómo debemos sentirnos… ¡Sino todo lo contrario! Somos los responsables de cómo nos sentimos. No podemos echar la culpa al entorno, a los políticos, a la economía o a nuestro jefe… todo reside en nuestro interior. Claro que siempre es mucho más fácil buscar el responsable en el otro o en algo ajeno. De esta manera no tenemos la posibilidad de aprender, cambiar y mejorar.

Todo está en la mente

Las maratones son una de las pruebas de resistencia que más demandan de nuestro físico, pero también de nuestra mente. Además de requerir una buena preparación física también demandan un entrenamiento mental. ¿Por qué? Porque en el preciso momento en que el cuerpo no puede más es el cerebro el que ayuda a seguir adelante… aunque después el dolor sea tan grande que no haya calmante que pueda atenuarlo.

Sin necesidad de convertirte en maratoniano para probar esta teoría, piensa en las veces en que estabas a punto de caer vencido por el sueño, el cansancio o el tedio de la rutina y dijiste “puedo seguir”, “estoy bien” o “lo terminaré”. Es probable que en ese momento consiguieras un plus de energía -que no salió de una taza de café- para continuar con tus tareas y luego caer extenuado en la cama para dormir varias horas seguidas.

Tampoco se trata de ser la persona más positiva del mundo y andar por la vida buscando el medio vaso lleno de cada situación, sino de saber que hay pensamientos que nos ayudan y otros que nos perjudican. Deja de prestar atención a lo irrelevante y céntrate en lo que realmente importa. Si las cosas rondan mucho por tu cabeza, tómate el tiempo para resolverlas y pasar a la siguiente tarea.
La mente acepta también lo irracional

Si no puedes dormir porque tu mente es un torbellino de ideas, ten un pequeño cuaderno en la mesilla de noche y aprovecha ese aluvión de creatividad para solucionar algunos de tus problemas. No malgastes tu energía en “rumiar” las cosas malas que te ocurren. Mejor aprovecha tu tiempo y tus recursos para encontrar una solución a los problemas.

Recuerda que no todo tiene por qué ser racional… ¡permite un poco de improvisación en tu vida! Si bien hay cosas basadas en la lógica, existen otras (muchas) que están más ligadas a las emociones, sensaciones e intuiciones.

Aprende a vivir con incertidumbre, aunque sea en una mínima dosis. Toma decisiones que también requieran ciertos riesgos y considera los errores como parte de las reglas del juego. Evita las autopresiones y acepta que eres imperfecto… eso disminuirá tus niveles de temor y ansiedad y como consecuencia, tus equivocaciones.

¿Cómo aprovechar los pensamientos?

Un excelente ejercicio que te puede ayudar a desestimar tus ideas negativas es reírte de tus propias ocurrencias. ¡Qué absurdos pueden ser nuestros pensamientos a veces! Ver la parte divertida de lo que te sucede sirve para liberar un poco de tensión y aprender a buscar lo positivo de la situación.

¿Sueles tener charlas contigo mismo? ¿Vas por la calle discutiendo con tu mente o hablas frente al espejo como si hubiera alguien más en la habitación? No te enredes en los juegos que el cerebro te prepara… ¡son una trampa! Seguramente los pensamientos son negativos, caprichosos y egoístas y lo único que buscan es hacerte sentir triste, angustiado, enojado o vengativo.

Si haces caso omiso de esas palabras y llevas el foco hacia otro lugar, entonces podrás hacerte con el control de tu mente y evitar que sea la propia inercia la que te gobierne. Recuperado el control sobre la herramienta más poderosa con la que cuentas, podrás darle el material cognitivo que a ti te interese para que ella -junto a tu cuerpo- se sienta bien.

“Nuestra vida es lo que nuestros pensamientos hacen de ella”
-Marco Aurelio-

Yamila Papa

sábado, noviembre 26, 2016

Todos hemos pasado por algo que, de algún modo, nos ha cambiado para siempre

Cada uno de nosotros hemos pasado por alguna vivencia que nos ha cambiado para siempre. Es como atravesar un umbral donde uno pone la mirada atrás para descubrir con cierta tristeza, que ha perdido algo. Tal vez sea la inocencia, o la certeza de que la vida no lleva inscrita la promesa de una felicidad perenne.


Dentro del crecimiento personal suele decirse que las personas nacemos dos veces. La primera cuando venimos al mundo. La segunda, cuando hemos de hacer frente a un hecho traumático. Es entonces cuando se nos insta a avanzar, a crecer en supervivencia emocional, en superación, en resiliencia.

“Avanzamos sin alegría en nuestros laberintos personales, hasta que de pronto, hallamos la pista que nos conduce al paraíso en medio de la maraña.”
-Mary Shelley-

Según Rafaela Santos, psiquiatra y presidenta del Instituto Nacional de Resiliencia, las personas solemos pasar de media por dos hechos complicados que nos pondrán a prueba. Son vivencias que escapan a nuestro control, y para las cuales, no siempre estamos preparados. Al menos en apariencia.

Porque lo creamos o no, nuestro cerebro presenta una ingeniería perfecta que nos alienta a sobrevivir, a sacar fuerzas de las flaquezas para volvernos a abrir paso ante tanta espesura emocional. A encontrar la salida entre nuestros laberintos personales.

Ahora bien, así como los hechos traumáticos nos obligan a aprender y a avanzar, también los hechos positivos tienen poder. El viejo dicho aquel de que “para aprender hay que sufrir”, tiene matices. Porque la felicidad también aporta sabiduría, templanza y conocimiento.

Las personas somos el resultado de todas nuestras vivencias, pero sobre todo, de lo que hemos aprendido de ellas. Todo, absolutamente todo, nos esculpe y nos da forma en nuestros valores, en nuestras virtudes y en nuestros defectos. El tiempo, nuestra mente y nuestra voluntad son los grandes artesanos de lo que somos en estos momentos.

Todo por lo que hemos pasado: la escultura de la vida

Ante una decepción afectiva tenemos dos opciones, amarrarnos a la esperanza y perpetuar el dolor o bien asumir el final de un ciclo y avanzar. Asimismo, ante la pérdida de un ser querido, también hay dos únicos caminos, hundirnos o mirar al horizonte de nuevo. Si pensamos en ello, pocas veces se nos abren dos opciones tan claras, pero a la vez, tan complejas.

Sin embargo, comprender que solo existe un camino correcto, no basta para que la persona aúne toda su determinación y voluntad para emprender ese proceso de recuperación. “Entender” y “hacer” son dos dimensiones muy complejas en el campo psicológico. Es como decirle a una persona con depresión que debe ser más feliz. Lo entiende, no hay duda, pero necesita estrategias, predisposición, ayuda y refuerzos.

Para dar ese salto de fe hacia el camino adecuado necesitamos apoyo y autoconfianza. Porque la forma en que pasemos sobre estos puentes vitales determinará el tipo de vida que tengamos al otro lado del mismo. En caso de no hacerlo de forma adecuada, nos veremos suspendidos en una isla de amargura sempiterna donde no cabe la luz ni la esperanza el horizonte. Nadie merece una existencia así.

Hemos de ser capaces de asumir que la vida trae secuelas, sin embargo, al final se aprende a vivir con ellas. No seremos la misma persona, de eso no hay duda, pero daremos forma a una persona diferente: alguien mucho más fuerte.

Ser como el bambú, ser como la arcilla, ser como los lobos

En nuestro lenguaje coloquial solemos decir muchas veces aquello de que la desgracia nos ha “golpeado”. Todo hecho traumático se vive como un golpe. Aunque más bien deberíamos describirlo como una quemadura, porque es así como lo siente nuestro cerebro.

Las rupturas afectivas, por ejemplo, provocan una respuesta muy intensa en la la corteza somatosensorial secundaria y la ínsula dorsal, áreas relacionadas claramente con el dolor físico, con lo que experimentamos por ejemplo, al sufrir una quemadura.

“La cultura oriental nos recuerda que cuanto más alto es el bambú, mayor consistencia y flexibilidad adquiere”
-Dicho oriental-

Así pues, imaginemos por un momento lo que supondría perpetuar este estado. Cronificar este dolor al no lograr gestionar de forma adecuada la pérdida, la ruptura o ese suceso impactante. Nuestro cerebro quedaría sometido a un estado de estrés postraumático persistente donde la persona queda, literalmente, fragmentada.

Para reducir el impacto de estas vivencias, podemos entrenarnos en tres sencillas estrategias que nos pueden ser muy útiles también en las dificultades del día a día.

Tres claves ilustrativas para aprender a ser resilientes

Los recursos psicológicos implicados en la gestión de los cambios se pueden entrenar en nuestra cotidianidad. Si lo pensamos bien, no hay día en que no debamos enfrentarnos a una renuncia, a algún pequeño cambio, reto o desafío. Todo momento es bueno para adquirir adecuadas competencias. Solo así estaremos preparados cuando la vida, nos ponga a prueba.

Te explicamos tres sencillas claves para conseguirlo.
  • La sabiduría del bambú. Te gustará saber que el bambú es la planta que crece más rápido en el mundo vegetal. Ahora bien, ese crecimiento acontece después de unos años donde se dedica solo a favorecer un adecuado crecimiento interior. Echando raíces, nutriéndolas. Más tarde, ni el más feroz embiste de viento logra derribar al bambú. Porque es flexible, porque cuenta con un mundo interior fuerte y resistente.
Vale la pena imitar este tipo de proceso: fortalecer los pilares de nuestra personalidad y nuestro mundo emocional para adquirir esa flexibilidad con la cual, impedir que la adversidad nos golpee hasta vencernos.
  • Seamos arcilla, adaptémonos a los cambios. Pocos materiales nos dan tantas posibilidades a la hora de expresar nuestra creatividad. Asumamos esa característica, seamos capaces de cambiar de forma con valentía y originalidad para superar esos momentos complejos.
  • El lobo conoce a sus depredadores y se defiende. Pocos animales son tan ávidos a la hora de intuir a sus enemigos. Sobreviven a condiciones extremas, lo dan todo por su manada, son observadores y saben luchar.

El lobo, antes que feroz es sabio. Imitar alguno de sus comportamientos nos puede ayudar a superar esos terrenos complejos que nos trae la adversidad. Porque un corazón fuerte es el reflejo de un alma que conoce sus prioridades y que no duda en darlo todo por aquello que ama.

Valeria Sabater

viernes, noviembre 25, 2016

¿Nacemos con un guión para vivir?

Os preguntaréis qué es eso del “Guión de vida”. Los guiones los vemos en las películas, en los cortos, en los programas de televisión… pero…¿en la vida? Así es. Muchas veces, si nos descuidamos, podremos estar viviendo de una manera que en parte no hemos elegido conscientemente, pero a la que tampoco hemos cuestionado nunca.



A veces nos encontramos caminando con un piloto automático y metidos en unos zapatos que no elegimos. Pero vamos a aterrizar conceptos. Definamos qué es esto del “Guión de vida“, de dónde viene y qué sentido tiene que haya brotado este concepto en el mundo y la época en que vivimos.

El guión de vida es el término que acuñamos para definir ese plan, ese hilo conductor que guía nuestra vida desde que nacemos hasta que morimos. Eric Berne, médico y psiquiatra canadiense, fue el primero en advertir esta realidad.

Berne a través de las personas que acompañaba en sus procesos de terapia pudo darse cuenta de esta paradoja. Esta consistía en que la mayoría de las personas actuaban siguiendo un guión de vida, independientemente de si se sentían o no identificados con el personaje asignado.

De alguna manera tiene cierta similitud con ese actor que representa una obra dramática actuando en función de lo que otro ha escrito para él. Uno actúa en función de lo que dicta el guionista y adopta el rol que le marca su papel.

El guión de vida se puede cuestionar y modelar

Partiendo de esta base y de su definición podemos entender que no estamos hablando de destinos preestablecidos ni insalvables. Ni estamos haciendo mención a algo mágico o sobrehumano que nos venga impuesto y que no podamos actuar para modificarlo.

Estamos hablando de un guión que existe y se consolida en base a escuchar frases como por ejemplo: “Siempre serás tan cabezota…”, “Desde luego es que eres el fuerte de la familia, si no fuera por tí, no sé qué haríamos los demás…”, “Llorar es de cobardes, y tú no quieres ser un cobarde, ¿no es así?”…

Cuando de pequeños escuchamos frases como estas, de alguna manera tenemos que cumplir lo que nos dictan para ser queridos. Si yo actúo de esta manera me querrán y seguiré sobreviviendo. Si yo actúo de la manera que no le gusta a los demás, me “castigarán” y “no me querrán tanto”.

Los niños buscan ser queridos y aceptados por sus padres

Siguiendo el ejemplo anterior, tendré que actuar de la manera en que me acabe sintiendo querido y tenido en cuenta por las personas a las que más quiero. La necesidad de amor y cariño se convierte así en la mejor controladora del niño-actor para que cumpla con el guión que les agrada a los demás.

Este tipo de frases, o más bien, lo que hay detrás de ellas, se llaman mandatos y acaban condicionando al niño. Un niño lo que necesita es sentir que amor y el cariño no son elementos condicionales y si para asegurarse de que contar con ellos tiene que actuar ciegamente, lo hará. Su única necesidad vital es sobrevivir.


En cierta forma, el niño va tomando decisiones en función de estos mandatos. Estas actuaciones van construyendo un patrón cada vez más sólido, dando lugar a su forma de ser y de estar en el mundo. Se va construyendo su guión de vida.
Para cambiar el guión de vida primero hay que tomar conciencia de él

No obstante y este es el punto más importante del asunto: el adulto es capaz de tomar conciencia de este patrón en el que se ha sumergido. El adulto puede ver con relativa claridad, si así lo desea, las creencias y patrones en los que ha sobrevivido en toda su infancia, adolescencia y adultez. Sea ayudado en su proceso de terapia, o sin esta ayuda.

Una vez ha tomado conciencia de todas y cada una de las decisiones que ha tomado en su vida condicionadas por esa idea de sí mismo y de funcionamiento del mundo, podrá elegir reconstruir su guión de vida y edificarlo sobre sus propias convicciones, creencias y valores.

“La responsabilidad no es un deber sino un hecho inevitable. Somos los actores responsables de cualquier cosa que hagamos. Nuestra única alternativa es reconocer tal responsabilidad o negarla. Y percatarse de la verdad, nos cura de nuestras mentiras.”
-Claudio Naranjo-

Es nuestra responsabilidad cambiar el guión

Tenemos la responsabilidad última de cuestionarnos, de echar un vistazo a nuestra vida sin juzgarla. Simplemente para ver cómo nos hemos ido construyendo y sobre todo qué creencias de la vida nos han hecho tomar una u otra dirección.

Si yo creo que el mundo es hostil y peligroso, porque es lo que se me ha enseñado de pequeño, probablemente en mi vida intente buscar la seguridad desesperadamente, evitando el “riesgo” natural de existir. Tendré así todas las papeletas para convertirme en una persona dependiente.

Por otro lado, perderé oportunidades y quizá evite conocer a determinadas personas por esta creencia que anticipa catástrofes sin saber si quiera si las habrá. Elegir construir nuestra vida en base a nuestras verdaderas y auténticas necesidades, creencias y valores es un derecho que no caduca nunca y que podemos ejercer siempre.

Pero para ello hay que poder cuestionar y no dar por sentado lo que toda nuestra vida ha sido inquebrantable para nosotros. Un proceso costoso, pero que sin duda nos reconciliará con nosotros. Lo hará enseñándonos la diferencia entre sobrevivir y vivir, dándonos la posibilidad de hacer esto último.

Alicia Garrido Martín

jueves, noviembre 24, 2016

Aprende a disfrutar el presente, será lo que te acompañe el resto de tu vida

La clave de la felicidad parece estar relacionada con utilizar todos nuestros sentidos y prestar atención a la información que nos llega a través de ellos: desarrollar una consciencia presente y plena. Numerosos estudios de la Psicología positiva han puesto de manifiesto que el bienestar psicológico se alimenta de la capacidad de focalizar nuestra mente en lo que está pasando en el momento determinado en el que te encuentras.



Vivir el instante presente requiere un trabajo constante y progresivo de nuestra mente, una mente que no ha sido entrenada tiende por naturaleza a la dispersión. Vivimos para lo próximo que nos va a ocurrir, y esto nos lleva a numerosos desajustes emocionales.
Cuando nuestra mente vive constantemente preocupada sobre el futuro, la ansiedad se apoderará de nuestro presente. y cuando nuestra mente viva anclada en el pasado, será la tristeza y la desesperanza quien se apoderará de nuestros días.

Las personas somos frágiles cuando no paramos de hacernos preguntas sobre el pasado y el futuro, ysomos fuertes cuando experimentamos sin miedo nuestro día a día. El pasado y el futuro solo existen en nuestros pensamientos, por lo tanto, lo verdaderamente real está en el presente.

“No te detengas en el pasado, no sueñes con el futuro, concentra la mente en el presente”
-Buda Gautama-

Vivir acorde al presente modifica nuestro cerebro

El Dr. Andrew Newberg, un neurocientífico de la Universidad Thomas Jefferson, y Mark Robert Waldman, un experto en comunicaciones, indican que vivir la vida enfocada en el presente puede cambiar nuestro cerebro. La palabra presente tiene el poder de influir en la regulación de la tensión física y emocional.

Cuando nos enfocamos solo en las tareas presentes, podemos cambiar la forma en la que nuestro cerebro funciona. Enfocando la vida de esta manera estaríamos potenciando el razonamiento cognitivo, el cual contribuye al fortalecimiento de las áreas de nuestros lóbulos frontales.

Utilizar palabras positivas enfocadas en lo que estamos realizando activa los centros de motivación del cerebro, conduciéndolos a la acción. En el extremo opuesto, cuando usamos palabras recordando el pasado o anticipándonos a lo que vamos a hacer, ciertos neuroquímicos como el cortisol, contribuyen a la gestión del estrés y la ansiedad.

Cuando utilizamos palabras negativas para recordar nuestro pasado se activa en nuestro cerebro el centro del temor, la amígdala. Cuando estas palabras se convierten en pensamientos se activa el miedo, aunque las situaciones que lo provocaron no estén presentes.

Los seres humanos estamos programados inicialmente para preocuparnos. Es parte de nuestro cerebro primitivo que nos protege de situaciones de peligro. De hecho, lo que hace 10.000 años era fundamental para nuestra supervivencia, en la actualidad sufre de un sobreuso que solo nos genera una angustia frente a lo que en la realidad aún no podemos actuar, porque aún no existe y hay probabilidades de que no llegue a existir nunca.
Sepa siempre qué es lo que está haciendo en todo momento, ahí se encuentra el verdadero poder.

La felicidad solo podemos experimentarla en el momento presente

Podemos imaginar que algún día seremos felices o recordar periodos en que los fuimos, pero la verdad es que solo podremos serlo en el momento que estamos viviendo. Esto no significa que no tengamos que fijar metas ni organizar nuestras vidas, sino que hacerlo no debe trasformarnos en unos porcastinadores a la hora de sumergirnos en la realidad que nos rodea, ya sea para disfrutarla o para trasformarla.

Aceptar las cosas tal como son, sin juzgarlas y focalizándolas en nuestra mente en el momento presente, es una manera de controlar los pensamientos errantes que nos alejan de la consciencia plena. Si no podemos evitar que surjan, al menos tenemos que dejarlos pasar cuando aparezcan, sin aferrarnos a ellos.

Recordad las circunstancias negativas del pasado disminuye nuestro entusiasmo, nuestro optimismo y, por tanto, nos agría el momento actual, limitando nuestro potencial y dispersando nuestra energía. Incluso los recuerdos de circunstancias positivas, si son recurrentes, afectan al gozo del momento presente, ya que conllevan un sentimiento de nostalgia, aquella idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor.

El presente es el único lugar en el que podemos actuar sobre la realidad, en el que nuestros días son realidades y donde encontramos las oportunidades. El primer paso para conectarnos a él pasa por controlar actos tan presentes y tan naturales como la respiración. Solo con este acto de consciencia nuestros sentidos se abrirán.

Fátima Servián Franco

miércoles, noviembre 23, 2016

Nada de lo que hagas estará bien para muchas personas, pero ¿qué importa?

No lo hagas, no te estreses, no te amargues la existencia porque nada de lo que hagas estará bien para muchas personas. Pero, ¿qué importa? Dejar de preocuparnos por lo que no vale la pena es ganar en salud mental, y es, ante todo, poner fin a esos pensamientos rumiantes que nos roban la energía y la tranquilidad.



Hemos de admitirlo, esa entrega constante hacia los demás es casi un acto reflejo en muchos de nosotros. Es como un tendón psíquico que durante mucho tiempo ha cumplido una función muy concreta en el ser humano: lograr ser aceptados por el grupo. Porque quien piensa diferente o actúa mediante un egoísmo sano, a veces, queda aislado del gran rebaño de ovejas blancas. Y eso, para muchas personas puede ser traumático.

“La autoestima no es tan vil pecado como la desestimación de uno mismo”
-William Shakespeare-

Sin embargo, por irónico que parezca, cronificar esa entrega constante y absoluta hacia los demás lo que consigue en realidad es cercenar nuestra autoestima y ahogar nuestras ilusiones. Porque igual que hay complacientes absolutos, también abundan los depredadores sin escrúpulos.Especímenes preparados casi instintivamente, para sacar provecho de esas personas para las cuales, la palabra “NO” no existe o está prohibida en su conciencia.

Lo creamos o no, la necesidad de ajustarnos casi a cada instante a las expectativas ajenas es también una forma de autoagresión. Poco a poco entramos en una compleja dinámica donde descubrir que estamos siendo manipulados, que decir “sí” es ya un acto reflejo imposible de controlar. La frustración, deriva en ira, la ira en desconsuelo y el desconsuelo en una depresión nerviosa.

Nada es tan desolador como alzarnos como nuestro propio enemigo solo por no atrevernos a practicar el egoísmo sano. Te proponemos reflexionar sobre ello.

Hagas lo que hagas no estará bien a ojos de muchos

Caer en la obsesión por cumplir cada cosa que esperan nuestras parejas, familia o jefes nos roba fuerza mental. Adelgazamos en recursos emocionales y psicológicos, e incluso desarrollamos un tipo de anemia existencial donde el tejido de nuestra autoestima queda seriamente afectado.

Lo más complejo de todo ello es que este sacrificio vital no siempre se ve recompensado. No todo el mundo entiende de reciprocidad ni aprecia nuestros esfuerzos, pero aún así, seguimos invirtiendo en ellos. Asimismo, esta dedicación mental no conoce los festivos ni los descansos al final de la jornada.

La sobrecarga psíquica en la que deriva la persona complaciente se intensifica aún más con los pensamientos obsesivos y con un refrito de diálogos internos dominados por el “si no hago esto es posible que…”he de hacerlo muy bien porque si no está perfecto puede qué…”

Hay que tenerlo claro un aspecto esencial. Este estrés continuado, basado en que cada vez asumimos más exigencias de las que podemos manejar, deriva muchas veces en el ciclo de la depresión. Albert Ellis, célebre psicoterapeuta cognitivo, nos recuerda que este sufrimiento vital no se debe solo a esas personas que nos demandan, que nos exigen perfección y favores envenenados. Somos nosotros quienes con nuestras creencias irracionales, intensificamos aún más un sufrimiento que podría evitarse.

Una de esas creencias irracionales es pensar que la aprobación ajena nos valida como personas. Es posible que de niños nos lo hicieran creer así. No obstante, crecer, madurar y evolucionar es acercarse un poco más a uno mismo para descubrir que la única persona a la cual no debemos defraudar nunca somos nosotros.

Así pues, cuanto antes entendamos que en ocasiones, hagas lo que hagas no estará bien para muchos, mejor. Lograremos ir a la cama con una conciencia tranquila, sin peso alguno, sin ansiedades. Es un modo sensacional de invertir en calidad de vida.

Aquello que hagas, que te haga feliz

No importa que no tengas una gracia especial para contar anécdotas. Ni que te negaras a cursar esa carrera que soñaban tus padres. Tampoco importa que tus mejores amigos se cuenten con los dedos de una mano o que cuando te ríes, lo hagas de forma escandalosa. Nada importa mientras seas TÚ en toda su esencia, TÚ en cada palabra dicha, en cada acto llevado a cabo.

“Tú mereces lo mejor de lo mejor, tú eres una de esas pocas personas que en este mísero mundo, siguen siendo honestas consigo mismas y eso es lo que realmente importa”.
-Frida Khalo-

Cuando uno tiene la valentía de dejar a un lado la complacencia, emerge ese ser auténtico, pleno y maravilloso que todos llevamos dentro. Y a quien no le agrade que se de la vuelta. A quien no le guste que tome el camino opuesto. Porque mientras haya respeto habrá convivencia. No obstante, tal y como hemos señalado antes, el primer paso está en respetarnos a nosotros mismos.

Te explicamos cómo conseguirlo.

Cómo dejar de ser una persona complaciente

Una persona complaciente es uno de los seres más amables que pueden existir. Los demás lo saben, y a menudo le sacan partido. Esto mismo es lo que nos enseñan en el libro “Egoísmo sano: cómo cuidar de uno mismo sin sentirnos culpables” de Richard y Rachel Heller, donde además, se nos describe ese agotamiento mental y también físico al que suele llevar este tipo de perfil comportamental.
  • El primer paso para dejar de alimentar dicha abnegación hacia los demás es reencontrarnos. Hay personas que llevan tanto tiempo ayudando, cuidando y complaciendo que han olvidado por completo cuáles eran sus pasiones, sus ilusiones. Aquello que les identificaba.
  • El segundo paso, una vez hayamos tomado conciencia de nuestros intereses y deseos, es empezar a practicar el egoísmo sano. Para ello, recuerda la siguiente regla: atrévete a decir “SÍ” sin miedo y “NO” sin culpa.

Al principio nos va a costar. Los actos reflejos no desaparecen así como así. No obstante, ten en cuenta este sencillo consejo: deja que discurran unos cuantos minutos entre la petición del demandante y tu respuesta, y procura que esta te haga feliz.

Ese será el momento en el que habrás dejado de ser un complaciente.

Valeria Sabater

martes, noviembre 22, 2016

No eres culpable, eres responsable

“Yo soy el culpable. Todo ha sido por mi culpa” y por eso, lo que me ocurre, “me lo tengo merecido”.., todas ellas son frases que en algún momento de nuestra vida cotidiana hemos podido pronunciar y con las que nos hemos podido castigar más de la cuenta.



El lenguaje que usamos tiene un impacto directo en nuestra forma de entender e interpretar la vida. Las personas difícilmente somos conscientes de este efecto ineludible, por lo que caemos en la trampa de llevar al extremo muchas de nuestras vivencias adversas. Lo hacemos solo por el condicionamiento que ejercen las palabras que hemos empleado para expresarlas.

Todos hemos pasado por momentos en los que no nos gusta cómo nos hemos comportado, cómo hemos resuelto alguna situación o cómo alguien nos ha hecho sentir mal con sus palabras o acciones. En ocasiones llegamos a ser muy duros con nosotros mismos, pudiendo machacarnos y juzgarnos con dureza.

Es más, probablemente se trate de algo que ya pertenece al pasado y que no tiene un gran impacto real en el momento presente. Sin embargo, nos sentimos culpable y nos torturamos. Reflexionemos sobre ello…

El boicot contra nuestro yo interno

“Todo esto es por mi culpa. Soy el culpable” es una frase cargada de connotaciones negativas que nublan la capacidad de nuestro cerebro para razonar, ya que la emoción que produce en nosotros es muy intensa. Asimismo, bloquea todos nuestros recursos y fortalezas para afrontar la situación de manera exitosa, llegando a pensar con clara certeza que somos merecedores de todo lo negativo que nos ocurre.
Si optamos por convencernos de que todo está mal y nos refugiamos en el “nada puedo hacer”, ¿qué razones habría para poner medios en salir de ese bache?

Podemos encontrar un símil de esta convicción en las supersticiones: creencias irracionales mediante las que las personas le echan la culpa de sus incidentes a haber derramado sal, a haber roto un espejo o a haberse cruzado con un gato negro. Estos azares traen una mala suerte inevitable y nada se puede hacer para hacerle frente, refieren algunos. 

Los seres humanos somos responsables -que no culpables- de la interpretación que hacemos de nuestra vida, de nuestras acciones y de nuestras palabras. Este concepto tiene una connotación positiva y nos sitúa en un lugar privilegiado de control interno. Así, nos encontramos en una situación que nos predispone a actuar hacia aquello que queremos solucionar, cambiar o mejorar, tanto si hemos tocado madera como si no.

La trampa de la mala suerte

Ocurre que si nombramos a la suerte como capitana de nuestro destino, dejaremos de sentirnos responsables de nuestra vida. De hecho nos situaremos justo en el lado opuesto, en un lugar de control externo, perfecto para atribuir nuestras penas y glorias al puro azar o a la intervención de otras personas.

Si afianzamos esta óptica dentro de nuestras secuencias perceptivas y de razonamiento, seguiremos mostrándonos pasivos ante los sucesos que ocurren a nuestro alrededor, por lo que nuestra autoestima y auto respeto perderán solidez.

El hecho de posicionarnos y posteriormente permanecer en el lugar de control interno se puede conseguir e integrar en nuestra personalidad. Es entonces cuando dejamos de percibir que nuestras experiencias, positivas o negativas, se escapan de nuestro control, a pesar de haber puesto todo nuestro empeño.

No olvides que un porcentaje alto de tus logros personales depende de ti y que el modo en que se desarrollan tus relaciones interpersonales está en tu mano. No te ensombrezcas y saca a la luz todas tus habilidades personales que te hagan conciliarte con todo lo que te rodea.

A ti que no te conozco (o sí), deja de machacarte, de cuestionarte, de sentirte culpable, deja de perder el tiempo sintiéndote merecedor de todo lo negativo que te ocurre. Quiérete y respétate. Sé responsable de tu propia vida, de manera que no comprometas tu autoestima: solo así podrás poner en marcha todo lo imprescindible -y más- para mejorar, progresar y cambiar eso que te está inquietando.

“La disposición a aceptar la responsabilidad de nuestra propia vida, es el origen de donde surge el autorespeto”
-Joan Didion-


Raquel Martínez Rico

lunes, noviembre 21, 2016

Por Qué Hay Oscuridad en el Mundo (y Por Qué No Debemos Tenerle Ningún Miedo)

Este es un artículo un poco diferente de los que escribo normalmente.

En general, la mayoría de los artículos que escribo son para todos los públicos, pero este caso no es del todo así.



El objetivo de este artículo es profundizar en un tema que preocupa a muchas personas. Existen una serie de teorías sobre manipulaciones y conspiraciones varias para dominar el mundo, y creo que es importante explicarlo bien para ver qué hay detrás de esto en realidad.

Si nunca habías oído hablar de este tema, o si lo habías oído per no le habías hecho mucho caso, mucho mejor. Si quieres, no hace falta que sigas leyendo. Y no te preocupes lo más mínimo; no hay ninguna razón para ello. (Aunque si tienes curiosidad y quieres seguir leyendo tampoco pasará nada. Como siempre, al final hablaremos de amor.)

Pero si sí habías oído sobre estos temas, y sobre todo si te preocupan, espero que esta explicación te devuelva la paz y la tranquilidad.

Recuerda siempre una característica inmutable del universo donde vivimos: todo pasa siempre por amor.

Siempre.

Incluso lo que por fuera parece oscuro.

El Origen de la Oscuridad en el Mundo

Todo este tema de las manipulaciones y las conspiraciones lo descubrí hace un tiempo cuando fui a parar a unos cuantos blogs y libros que, de entrada, parecía que trataban temas muy interesantes relacionados con la espiritualidad y la evolución humana.

Casi siempre me fio mucho de mi intuición cuando descubro algo nuevo, y estos blogs me daban la sensación de que sabían de qué hablaban. Así que me puse a leerlos e intentar aprender todo lo que me podían ofrecer.

Pero luego vi que trataban algunos temas que a mí me parecían bastante oscuros. Entre otras cosas, explicaban que la raza humana había sido manipulada genéticamente por un grupo de extraterrestres maléficos, y que nos controlaban como si fuéramos marionetas.

Al leer estas cosas, una parte de mí pensó enseguida que no podía ser. El ser humano, y el universo en general, es fruto del amor. Todo lo que sucede, sucede por amor, así que no podía ser que la humanidad fuera la creación de unos seres malvados.

Pero, por otro lado, había algo que me hacía pensar que había una parte de verdad en todo ello. No me daba la sensación de que todas esas teorías fueran un error o una invención de un grupo de personas que no tenían nada mejor que hacer.

Así que hice lo que hago siempre que tengo una duda: preguntar y esperar a ver qué respuesta viene.

Y, como no podía ser de otra manera, la respuesta es el amor.

El Amor que Hay Detrás de Todo lo que Parece Oscuro

De todas las explicaciones que leí en esos blogs, hubo una que me llamó especialmente la atención. Decían que había una raza de seres de dimensiones superiores que se alimentaban de nuestras emociones negativas. Así que tenían que crear miedo en nosotros para poder sobrevivir.

En otras palabras: que hay una especie de seres extraños que se alimentan de nuestro miedo.

Dicho así, asusta bastante, ¿verdad?

Pero en realidad, si entendemos bien qué está pasando, no hay ningún motivo para asustarse. (Recuerda que todo pasa siempre por amor).

Durante un tiempo estuve meditando sobre cómo podía ser que un grupo de seres se alimentaran del miedo. Nosotros nos alimentamos comiendo plantas y animales, pero ¿cómo puede alimentarse alguien del miedo? ¿Acaso sería parecido a lo que sucede en la película de dibujos Monstruos S.A., donde los monstruos asustan a los niños y guardan la energía de sus gritos en una especie de baterías?

No lo veía claro, la verdad.

Pero al final resulta que es todo más simple y hermoso de lo que parece.

Y para entenderlo bien hay que tener en cuenta esa parte tan importante de nuestra vida que tan a menudo olvidamos: nuestra mente.

Nuestra mente crea la realidad.

Así que si pensamos en cosas que dan miedo, aparecerán cosas que dan miedo.

El universo nos ama tanto, que crea para nosotros cualquier cosa que le pidamos a través de nuestros pensamientos.

El universo sabe perfectamente que todos nosotros somos seres eternos de luz. Sabe perfectamente que en realidad no nos puede pasar nada, y que nuestra existencia no corre ningún peligro.

Por este motivo, cualquier cosa que le pidamos, la crea. Da igual si lo que pedimos es hermoso o no, él lo crea igualmente. Nos respeta y nos ama tanto que no juzga nunca lo que pedimos. Si pedimos una determinada experiencia, él la crea para nosotros y nos permite que la vivamos.

Teniendo esto en cuenta, ¿qué significa que hay “seres” que se “alimentan” de nuestro miedo?

En realidad es más una metáfora que una verdad exacta. Siendo estrictos, no son seres con vida propia, ni tampoco absorben nuestra energía ni nada parecido.

Son simplemente proyecciones de nuestros pensamientos.

En este mundo hay cosas negativas porque nosotros pensamos en cosas negativas. Nosotros somos los creadores de todo lo que hay aquí.

Si decidimos cambiar y empezar a pensar en positivo, el mundo cambiará y se convertirá en un lugar plenamente positivo.

Puedes Vivir la Vida que Quieras

Llegados a este punto, alguien podría pensar: está bien, en realidad no hay seres malvados con vida propia. Son solo proyecciones de los pensamientos que tenemos. Pero resulta que hay muchas personas que creen en ellos, así que sus pensamientos los están creando. Y una vez han sido creados, puede que vengan y me hagan daño a mí.

La respuesta es no. Un no rotundo. Puedes estar 100% tranquilo.

La Tierra es un lugar inmensamente especial. Y una de sus muchas maravillosas características es que está totalmente diseñada para que cada ser humano pueda vivir la vida que desea.

Tu vida no tiene porqué ser la misma que la vida de las personas que tienes alrededor. Tu vida es la vida que eliges tú.

Fíjate que en un mismo lugar pueden haber varias personas con vidas muy diferentes. En una fiesta, por ejemplo, pueden haber personas que lo están pasando muy bien y personas que lo están pasando mal. Puede haber una persona que tiene problemas graves de salud, y a su lado otra que está perfectamente. Puede haber una persona que está sufriendo por su situación económica, hablando con otra que acaba de ganar la lotería. Y así con todo.

Nuestra vida no tiene nada que ver con la de nuestro vecino.

Tu vecino puede estar luchando contra unos seres que su mente ha creado, y tú puedes estar justo al lado viviendo en paz y armonía.

Hay muchas personas que han venido a la Tierra con ganas de “salvar el mundo”. Y si alguien quiere vivir la experiencia de luchar para salvar el mundo, el universo creará situaciones a su alrededor para que pueda vivir esta experiencia.

¿Eres tú una de estas personas? Si la respuesta es sí, entonces disfrútalo. El universo está creando todo lo que necesitas para que puedas vivir las experiencias que has pedido. No tengas miedo ni te enfades con tus “enemigos”. ¡Son parte de la aventura!

Y si la respuesta es no, tampoco te enfades ni tengas miedo. Date cuenta de que hay personas que tienen ganas de vivir aventuras de lucha, y que están en su derecho. Su lucha no te afectará lo más mínimo si no lo deseas.

En este planeta, cada persona puede vivir la vida que quiera. Y la elegimos con nuestros pensamientos.

¿Qué vida quieres vivir tú?

http://www.jananguita.es/

domingo, noviembre 20, 2016

Cambia tus creencias y fortalece tu personalidad

Sin duda se trata de un reto difícil de llevar a cabo, pero si te lo propones… ¡el número de imposibles será mucho menor del que piensas! Al cambiar o matizar aquellas creencias que te han acompañado durante tantos años, permites que tu personalidad pueda hacer lo propio. Esta es una manera, como otras muchas, de poder evolucionar.



Nuestras viejas ideas suelen pesarnos más que una mochila cargada de piedras. Quizás hace un tiempo creías firmemente en ellas y ahora, consciente de sus lagunas de manera incondicional en ellas y ahora te parecen algo inapropiadas. ¿Por qué entonces seguir defendiéndolas?

Date la oportunidad de evolucionar al cambiar lo que crees

Las ideologías son formas de acercarnos a lo que sucede a nuestro alrededor y suelen estar cargadas de mucho peso emocional, cultural, tradicional, etc. Creemos que esos pensamientos o formas de actuar nos acompañarán hasta el último día de nuestra vida, pero lo cierto es que no hay nada que permanezca tanto tiempo estático.
El cambio es una virtud que no todos comprenden. Mientras tengas la intención de mejorar y ser una persona que trasciende y aprende de sus errores, los resultados de dicho cambio siempre serán positivos.

Solemos afirmar que nuestra personalidad es algo que ha sido escrito en piedra y no se puede alterar por nada del mundo. Por ello defendemos con garras y dientes aquellas creencias que una vez valoramos y asumimos o simplemente asumimos. De alguna manera podemos llegar a entender que, cuando las atacan, también nos atacan a nosotros.

¿Qué sucedería entonces si por algún motivo te dieras cuenta de que estás equivocado o que existe un camino alternativo para aquello que has estado haciendo durante tanto tiempo? ¿Valdría la pena cambiar? No hace falta que te diga la respuesta porque se encuentra dentro de ti.

Las creencias limitantes te prohíben crecer

Nuestra mente es la encargada de trazar límites y las fronteras. Si pensamos que no podemos, indefectiblemente no lograremos nuestros cometidos. Pero si estamos decididos a cambiar y a luchar por lo que queremos, ninguna idea equivocada se estancará mucho tiempo entre las que adoptamos como propias.

Las creencias que te actúan como zancadilla para tus propios intereses -o los de las personas a las que quieres- son muy peligrosas. El problema reside en que no las solemos detectar. Están siempre presentes y lo único que hacen es volvernos personas cerradas al razonamiento y al debate. En definitiva, al enriquecimiento.

Seguramente esas ideas nos han servido en otro momento y fueron útiles para situaciones particulares. Pero tal y como las circunstancias cambian y ningún día es igual al anterior las creencias demasiado arraigadas sirven solamente para destruir o para que no avancemos hacia nuestros sueños.

Las creencias y la voz interna

En primer lugar, es preciso saber que para tener una personalidad fuerte y capaz de sortear todas las dificultades la flexibilidad es imprescindible. Esto quiere decir que si vamos caminando rígidos como robots no podremos esquivar la rama de un árbol, saltar un pozo o doblar cuando el sendero se bifurque. Así, nuestros esquemas de pensamiento tienen que ser modificables y flexibles.

La adaptación ha salvado a muchas especies de la extinción. Incluso los seres humanos debimos pasar por varias etapas hasta convertirnos en lo que somos hoy. Piensa, como persona, ¿no tendrías la capacidad de cambiar y evolucionar para ser mejor que ayer?

Es cierto que la voz interna no te dejará en paz. Las creencias que quieres desterrar se resistirán y te presentarán batalla. Pero eso no importa. Sé firme en tu decisión y no claudiques. Cuestiona esas ideas y comprende por qué han estado al acecho durante tanto tiempo.

Pregúntate si te son útiles, te ayudan a cumplir tus metas o cómo modifican tus relaciones con los demás. Luego trata de pensar para encontrar una alternativa a esas creencias. Elige la que sea mejor para ti. Quizás la respuesta no aparezca en un abrir y cerrar de ojos y necesites tiempo y esfuerzo para encontrarla.

Busca un poco más y no te quedes de brazos cruzados. Si hay algo que te motiva a cambiar, que se convierta en la estrella que te guía, tal como solían hacer los marineros en el pasado. Cuando estés a punto de “plantar bandera blanca” piensa en los beneficios que te traerá en el futuro y no te preocupes por las rectificaciones que tengas que hacer. Siempre es mejor cambiar que permanecer en el error por orgullo.

Evoluciona y trasciende. Sé como el agua de un río que corre y corre y nunca se estanca. ¡Tú puedes lograr todo lo que te propones!

Yamila Papa

sábado, noviembre 19, 2016

Recuerda: la gente hace cosas y tú decides si te afectan o no

La gente hace cosas que no siempre armonizan con nuestros gustos, con nuestros principios o valores. Sin embargo, solo tú decides si te afectan o no. Porque amargarnos por lo que no se puede cambiar es perder calidad de vida. Al fin y al cabo, se trata de algo tan sencillo como “ser y dejar ser”.



En física cuántica existe un concepto conocido como “entrelazamiento cuántico” que inquietó desde siempre al propio Albert Einstein y que, de algún modo, puede aplicarse al comportamiento humano. Según este principio cuando dos partículas toman contacto entre sí cambian en algún aspecto para siempre. Aún más, aunque no estén cerca una de la otra, aquello que han creado juntas, impacta a su vez en el resto de partículas.

“Todo lo que te molesta de los demás es solo una proyección de lo que no has resuelto de ti mismo”
-Buda-

Este entrelazamiento cuántico también nos caracteriza a todos nosotros. Es fácil de entender, pongamos un ejemplo. Tenemos un compañero de trabajo con una afición muy particular: sembrar críticas. El mal humor que nos produce su comportamiento y actitud se introduce cada día en nuestra mochila emocional, hasta el punto de que ese malestar afecta al trato con nuestra familia.

Todos somos como partículas caóticas chocando las unas con otras e imantando determinadas cargas emocionales. Lo que unos hacen otros lo sufren y los que lo sufren comienzan una cadena de contagio de ese sufrimiento. Es necesario romper esta interconexión que diezma día a día la calidad de nuestras relaciones. Eduquemos a nuestra mente para que sea capaz de tomar distancia y romper este juego de fuerzas.

Hay cosas que ya no me afectan: el principio de la flotabilidiad

Estamos seguros de que a estas alturas de la vida habrá muchas cosas que ya no te afecten. Has aprendido que no es bueno esperar tanto de las personas, que es mejor ser cauto y dejar que el trato cotidiano te revele la auténtica esencia de ese supuesto amigo.

No obstante, y a pesar de todo tu bagaje experiencial, aún tropiezas con la misma piedra: la de la decepción. Porque en estas nuestras selvas comportamentales, la conocida frase de “ser y dejar ser” se convierte muy a menudo en un “yo soy y no te dejo ser”.

¿Cómo evitar que este tipo de actitudes nos afecten? No se trata en absoluto de ser pasivos, de llevar a cabo la “no resistencia” donde convertirnos poco a poco en las dianas de todas las flechas envenenadas. El conocido analista laboral y escritor Daniel Pink nos introduce un término muy interesante a la vez que útil en este mismo contexto: la flotabilidad.

Para comprenderlo basta con visualizar una preciosa boya suspendida en el mar. Este objeto sabe muy bien lo que es y cómo la trata el océano, sin embargo, jamás se hunde. Siempre está a flote sobre la superficie sin importar los embistes del océano o las tormentas. Esta resistencia mental proviene de ese punto sutil de equilibrio y fortaleza donde uno sabe muy bien cuáles son sus valores, sus firmezas interiores y sus amarres emocionales.

Lo que yo soy y lo que tú eres también está en armonía

Las personas esperamos y merecemos respeto, consideración y reconocimiento. Cuando uno de estos pilares se viene abajo tenemos pleno derecho a defendernos, a reaccionar y a protegernos. Sin embargo hay que tener claros varios aspectos.
  • “Tú eres tú y yo soy yo”. Lo que otros digan o piensen de nosotros NO determina lo que somos. No importa cuánto fuego salgan por sus bocas, ni qué tipo de veneno deseen lanzarnos. Quien decide si se quema o no somos nosotros. Quién tiene el poder para retirar la mano y elegir no envenerarse también somos nosotros.
  • “Te acepto por como eres”. Aceptar a una persona no implica estar de acuerdo con lo que dice o hace. Supone dejar de pelear con ella para aceptarla como alguien diferente a nosotros. Aceptar por tanto en este caso es renunciar a más peleas, a invertir más tiempo, esfuerzo y sufrimiento en lo que no vale la pena.

Asimismo, en esa renuncia que genera aceptar a una persona por como es para ser libres, también hay cierta armonía. Es desprenderse de algo para recuperar un equilibrio interno: para subir a flote de nuevo.

Hablábamos al inicio del principio de “entrelazamiento cuántico”. Sabemos que no estamos solos en nuestros entornos, en estos campos gravitacionales donde todos chocamos con todos en un baile en ocasiones desafinado.

En este juego de fuerzas e interacciones, como decía el propio Einstein, casi siempre nos llevamos algo de los demás. Intentemos por tanto no quedar imantados solo por la carga negativa, esa que de algún modo, podemos contagiar a nuestros seres más queridos.

Dejemos, simplemente, que los demás sean como deseen ser. Permite que el hablador hable, que el desordenado pierda tiempo en su desorden. Deja que el amargado se amargue la vida y que el criticón se envenene con su propia lengua. Déjalos ser como bien quieran, pero cuando estén cerca de ti, no olvides CÓMO ERES TÚ.

Actúa como esa boya firme en el océano, bien aferrada a sus principios, a sus fortalezas internas. Tarde o temprano la tormenta siempre escampa.

Valeria Sabater

viernes, noviembre 18, 2016

¿De dónde sacar fuerzas cuando parecen agotadas?

Intento cada día empezar con la mejor de mis sonrisas. Sé que no se puede cambiar lo que ocurre. Muchas circunstancias no están en nuestra mano resolverse. ¿O quizás sí? Creo que pongo todo mi empeño en sacar fuerzas de donde sea para seguir adelante. Sin embargo, estas siempre acaban agotándose…
Los momentos felices deseamos que duren para siempre, los negativos anhelamos que pasen lo más rápido posible. Lo que no sabes es que para aprender el tiempo es necesario.



Ser optimista, reírse de los problemas, tomarse los errores como pruebas para mejorarnos, puede ser fácil de entender en la teoría. Pero, a la hora de la verdad, la situación cambia. No es fácil ser positivo y sacar fuerzas cuando la negatividad te rodea, cuando la vida no deja de darte palos por todas partes. En estos momentos te encuentras solo y sin energía. Sacar fuerzas es ya un imposible.

Sacar fuerzas del lugar adecuado

Has cometido un grave error al creerte todo lo anterior. Tu empuje no se ha consumido, lo que ha sucedido es que has estado buscándolo todo este tiempo en los lugares menos afortunados. Necesitas girar tu cabeza, observar desde otra perspectiva. Solo así podrás darte cuenta de que posees más resistencia de la que creías.

Quizás te encuentras rodeado de personas tóxicas que no hacen más que absorber tu energía y tu paciencia. Quizás te levantas frustrado por tener que regresar a ese trabajo tan insuficiente, que no te motiva, pero que mantienes porque necesitas el dinero que te aporta. En el peor de los casos, es tu salud la que te somete y la que ha provocado que pierdas tu gran sonrisa.

Las personas más fuertes son aquellas que afrontan cada dificultad con una gran sonrisa de bienvenida

¿Qué tienen en común todas estas situaciones? El problema está en el contexto o eso es lo que tú crees. Te enfocas en alejarte o evitar a esas personas tóxicas, en aceptar ese empleo que no te está haciendo feliz, en permitir que tu enfermedad empiece a ser el centro de todo.

Al mismo tiempo que habitas en una vida te imaginas viviendo otra y esto te produce rabia y frustración. Una frustración que pone aún más tinta negra en todos estos aspectos que te desagradan. Frente a algunos de ellos quizás cuentes con un buen márgen de actuación para pasar a la acción y cambiarlos, con otros tendrás que asimilarlos de manera que tendrás que situarlos en aquellos lugares donde la gravedad haga menos fuerza.

De una amanera o de otra, a partir de una estrategia o de otra, no olvides que lo importante es cómo te encuentras y no la situación exterior. No olvides que tu última meta es mejorar lo primero, no intentar una revolución en lo segundo. Piensa que quizás solo sea una la situación ideal que anhelamos, pero pueden ser muchas las que nos hagan felices.

¿No puedo salir de esta situación?

Como bien hemos dicho, siempre vamos a tener más poder para cambiarnos a nosotros mismos que a todo lo que nos rodea. Sin embargo, ¿qué ocurre si continuamos asistiendo a ese trabajo porque al menos de momento el resto de alternativas no nos ofrecen una salida? Desde luego esto puede derrumbar a cualquiera, no obstante sí hay varias cosas que puedes poner en práctica.

  • Los aspectos negativos de una situación parecerán más grandes si no explotamos los aspectos positivos que también tiene: no es el empleo que quieres, te frustra y no te motiva, pero aún así, sigue poniendo todos tus esfuerzos en él, mejorando cada día. Sobre todo, piensa en la experiencia que estás ganando, en lo activo que te encuentras y en todos los compañeros que has hecho hasta ahora.
  • Comprueba que no te estás conformando: a veces no queremos dar el paso y nos conformamos lamentándonos de lo que tenemos. ¿Realmente no puedes dejar el trabajo o es que tienes miedo de hacerlo? Tensar la cuerda para conseguir unas mejores condiciones laborares es introducir una incertidumbre que puede darnos pánico, pero en ocasiones no queda más remedio que hacerlo.
  • Si lo haces bien, todo irá mejor: si cada día das un poco más de ti, si te concentras en lo positivo mientras aceptas lo malo, espera… porque tarde o temprano lo mucho que te estás esforzando ahora, aún en una situación que no te gusta, dará sus frutos. Cuando menos te lo esperes, la vida te ofrecerá unas condiciones mejores que premien el hecho de haber superado momentos complicados.
  • Sentirte mal es natural, estar triste a veces también. Pretender estar todos los días bien es algo totalmente irreal.

Las adversidades traen emociones y sentimientos negativos que nos impulsan a enfocarnos solo en ellos. El problema es que cuando hacemos esto no conseguimos ver que hasta las peores situaciones nos brindan algo bueno. Gracias a ellas nos permitimos pararnos a pensar si estamos haciendo lo que realmente queremos o si deberíamos probar otras cosas.

Lo positivo y lo negativo se complementan para que podamos dar lo mejor de nosotros mismos. Si no fuese así, jamás podríamos superarnos, descubrirnos, ver nuestras debilidades y fortalezas. No te impacientes. Coge todo eso que ahora consideras una gran losa y utilízala para sacar fuerzas. Cuando te concentras en lo mejor de ti, los milagros terminan sucediendo.

Raquel Lemos Rodríguez