En los últimos años, la meditación ha ido ganando popularidad.
Cada vez recibo más consultas de gente interesada en aprender a meditar, y ciertamente es algo que me alegra. Ya sea para reducir el estrés y la ansiedad, o para mejorar la calidad de vida en general, siempre recomiendo introducir la práctica del Mindfulness en la rutina diaria.
El Mindfulness requiere voluntad
Sin embargo, aunque la ciencia ha aportado conocimiento sobre los muchos beneficios que nos aporta esta práctica (emocionales, mentales, físicos y de paz interior) la realidad es que no es fácil ponerse a meditar. Es común ver que la gente empieza llena de ilusión, solamente para probar, van a medida que van transcurriendo los días no son capaces de encontrar un momento para practicar.
Y no debería sorprendernos. Estamos acostumbrados a no parar de hacer cosas, a no “perder el tiempo” con actividades que no tengan utilidad inmediata y a huir del aburrimiento. Es así como el principiante, casi sin darse cuenta, se inventa múltiples excusas para no meditar.
El Mindfulness requiere práctica
Yo mismo, cuando empecé, me convertí rápidamente en un experto del “de mañana no pasa”. Me encantaba la idea que la meditación representa, los beneficios que aporta, y además quedaba muy bien decir que practicaba el Mindfulness. Sin embargo, a la hora de la verdad, procrastinaba una y otra vez.
Al final tuve la suerte de vivir cerca de un monasterio budista y pedí participar en varios retiros, con lo cual me puse a mi mismo en una situación en la que hubiera quedado muy mal si no acudía. Me alegré mucho de hacerlo. Dejé de presionarme para cumplir a rajatablas mis objetivos y me di cuenta de que podía disfrutar meditando, de hecho me apetecía.
Mindfulness: las excusas habituales de los principiantes
Por ello, si estás empezando o piensas empezar pronto en esto de la meditación, me gustaría compartir contigo estos consejos que te pueden servir de ayuda para vencer las cinco principales excusas habituales:
1. No tengo tiempo
Esta es sin duda la más repetida y quizás las más absurda de todas. Todos estamos ocupados, sí, pero siempre tenemos cinco minutos para dedicarnos a nosotros mismos.
Muchos principiantes creen que tienen que empezar con 30 minutos de meditación al día y eso es un gran error. La clave está en ir progresando. Ponte una meta sencilla, por ejemplo 5 minutos diarios la primera semana hasta que puedas meditar un mínimo de 20 minutos al día. Crea el hábito de pasar 5 minutos al día y poco a poco ir subiendo a 8, 10 minutos, y así sucesivamente, es la mejor manera de sentirte cómodo con esta práctica. Piensa que tan solo 10 min de meditación diaria ya te aporta numerosos beneficios.
2. Me aburro
El mayor enemigo del meditador principiante es el aburrimiento, y francamente lo entiendo. Una actividad que consiste en no hacer nada, no suena especialmente atractiva.
Pero amigo, no hacer nada ya es hacer algo. Y es algo realmente difícil. Deja que alguien te guíe al principio, practica la meditación guiada para que se te haga menos aburrido. También hay meditaciones de muy diferentes tipos, algunas se basan en ciertos temas que te pueden resultar más atractivos o en repetir mantras. Esto hace que sea más ameno ya que reduce la impresión de que no estás haciendo nada.
3. No lo hago bien
Una de las mayores dificultades para meditar es ponerte expectativas o repetirte a ti mismo “todo el mundo medita bien menos yo”.
Si no consigues concentrarte en la respiración porque no paran de venirte diferentes pensamientos como la lista de la compra, los planes del fin de semana o lo muy aburrido que estás, ¡Felicidades! Eso es que lo estás haciendo fenomenal. El objetivo de la meditación Mindfulness es justo ese, observar todos los pensamientos que están pasando por tu mente. Simplemente obsérvalos, acepta que te has distraído y vuelve a poner atención a tu respiración, así hasta que venga la siguiente distracción.
4. Tengo algo importante que hacer
Estás meditando y de repente uno de los pensamientos que te distrae te hace caer en la cuenta de que en realidad se te ha olvidado algo importante que tienes que hacer.
No puedes dejar de pensar en ello, así que esta vez sí, te convences de que esta meditación no va a servir para nada. ¡Error! Cuanto más distraído mejor, así no te aburres. Observa lo muy distraído y nervioso que estás. Sé consciente de tu respiración acelerada y de lo mucho que te importa lo que sea que tienes que hacer. Ánimo, al fin y al cabo, en sólo diez minutos ya podrás hacerlo.
5. No sé por dónde empezar
Una buena idea sería empezar por el principio. Simplemente siéntate y pon atención en tu respiración, en un sonido o en un objeto externo. No necesitas nada más. Ni música clásica de fondo, ni velas aromáticas, ni ser capaz de sentarte en la postura de la flor de loto. Simplemente ponte cómodo pero no apoyes la cabeza, mantenla erguida para no quedarte dormido. Date cuenta de cómo respiras y de la manera de expirar e inspirar el aires. Y... voilá, ¡Ya estás meditando!
Espero que estos pequeños consejos os hayan convencido para derribar esas excusas que todos ponemos para no meditar y realmente lo probéis. ¡Cuando menos te lo esperes, descubrirás que estás enganchado!
Diego Salinas
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