Mente y meditación
¿Cómo librarse de la memoria? Está siempre ahí, siguiéndote. De hecho, tú eres la memoria; así que, ¿cómo desprenderse de ella? ¿Quién eres tú, sino tus recuerdos? Cuando te pregunto: «¿Quién eres tú?», me dices tu nombre. Eso es tu memoria. Tus padres te pusieron ese nombre tiempo atrás. Yo te pregunto: «¿Quién eres?» y tú me hablas de tu familia, de tu padre y de tu madre… Eso es un recuerdo. Yo te pregunto: «¿Quién eres?», y tú me hablas de tus estudios de tus títulos, de que eres diplomado en arte o doctor en medicina, o ingeniero, o arquitecto. Eso es un recuerdo. Cuando yo te pregunto: «¿Quién eres?», si de verdad miraras en tu interior, tu única respuesta posible sería: «No lo sé.» Digas lo que digas, será un recuerdo, no tú. La única respuesta verdadera; auténtica, tiene que ser «No lo sé», porque conocerse a sí mismo es lo último. Yo puedo decir quién soy, pero no lo voy a decir. Tú no puedes decir quién eres; pero estás dispuesto, a responder. En ésta cuestión, los que saben guardan silencio. Porque si se descarta toda la memoria y se descarta todo el lenguaje; entonces, no se puede decir quién soy. Puedo mirar en tu interior, puedo hacerte un gesto puedo estar, contigo con todo mi ser… esa, es mi respuesta. Pero la respuesta, no se puede dar en palabras; porque cualquier cosa que se diga con palabras será parte de la memoria, parte de la mente, no de la conciencia. ¿Cómo librarse de los recuerdos? Obsérvalos, sé testigo de ellos. Y recuerda siempre, que «esto me ha pasado a mí; pero yo, no soy esto». Claro que naciste de cierta familia, pero eso no eres tú; te ha ocurrido a ti, es un suceso exterior a ti. Claro que alguien te puso un nombre; y eso tiene su utilidad, pero el nombre no eres tú. Claro que tienes una forma; pero tú no eres la forma, la forma es solo la casa en la que vives. La forma, es solo el cuerpo en el que vives. Y el cuerpo te lo dieron tus padres. Es un regalo, pero no eres tú.
Observa y discrimina. Esto es lo que en Oriente se llama vivek, discriminación. Discrimina sin parar. Sigue discriminando… y llegará un momento, en el que habrás eliminado todo lo que no eres tú. De pronto; en ese estado, te enfrentas por primera vez a ti mismo.
Te encuentras con tu propio Ser. Sigue suprimiendo todas las identidades que no son tú: La familia, el cuerpo y la mente. En ése vacío; cuando todo lo que no eres tú ha sido eliminado, tu Ser emerge de pronto. Por primera vez te encuentras contigo mismo; y ese encuentro, se convierte en maestría. No se puede detener el pensamiento. No es que no se detenga, sino que no se puede parar. Se paraliza por sí solo. Esta distinción hay que entenderla bien; de lo contrario, te volverás loco persiguiendo a tu mente. La no-mente, no surge inmovilizando el pensamiento. Cuando ya no hay pensamiento, hay no-mente. Pero el esfuerzo de frenarlo creará más ansiedad, generará conflictos y hará que te dividas. Vivirás en un constante torbellino interior. Eso, no te va a servir de nada. Y aunque consiguieras detener el pensamiento por la fuerza y durante unos instantes, eso no representa ningún logro… Porque esos pocos momentos estarán casi muertos, no estarán vivos. Puedes sentir una especie de quietud, pero no silencio. Porque la quietud forzada, no es silencio. Por debajo, en las profundidades del subconsciente; la mente reprimida, sigue funcionando. Así pues, no hay manera de detener la mente. Pero la mente se inmoviliza; y de eso, no cabe duda. Se para por si sola. ¿Qué es lo que hay que hacer? Es una pregunta importante. Observa. No trates de contener la mente. No hay necesidad de realizar ningún acto contra la mente. En primer lugar, ¿quién lo iba a hacer? Sería la mente luchando, contra sí misma. Dividirás tu mente en dos: Una parte que intenta tomar el mando, hacerse el amo, matar a la otra parte de sí misma; lo cual, es absurdo. Es un juego idiota, que te puede volver loco. No intentes contener la mente o el pensamiento, sólo observa y déjate fluir. Déjalo en completa libertad. Permite que la mente corra, tan rápido como quiera. No intentes controlar el pensamiento, en modo alguno. Limítate a ser testigo. ¡Es hermoso! La mente es uno de los mecanismos más hermosos. La ciencia, todavía no ha logrado crear algo similar a la mente. La mente, sigue siendo la obra maestra. Tan complicada; tan tremendamente poderosa y con tantísimas, posibilidades.
¡Obsérvala! ¡disfrútala!; y no la mires como un enemigo, porque si la miramos a la mente como un enemigo, no
puedes observar. Si la miras con prejuicios, ya estás en contra. Has decidido que la mente tiene algo malo; y has llegado, a conclusiones. Y cuando miras a alguien como un enemigo, nunca puedes mirar con profundidad, jamás puedes mirar al fondo de los ojos y lo evitas. Observar la mente significa mirarla con profundo amor, con profundo respeto y con reverencia. Es un don de Dios. La mente; en sí misma, no tiene nada de malo. Pensar no tiene nada de malo en sí mismo. Es un proceso muy bello, como otros procesos. Las nubes que se mueven por el cielo son bellas. ¿Por qué no van a serlo los pensamientos que se mueven en el cielo interior? Las flores que brotan en los árboles son bellas. ¿Por qué no van a serlo las ideas que brotan en tu Ser? El río que discurre hacia el mar es bello. ¿Por qué no ha de serlo esta corriente de pensamientos que fluye hacia un destino desconocido? ¿Acaso no es hermoso? Míralo con profunda reverencia. No seas un combatiente, sé un amante. Observa los sutiles matices de la mente, sus giros repentinos, sus hermosas vueltas. Los saltos bruscos, los juegos que la mente emplea. La mente sigue ahí; pero tú, puedes utilizarla o no. Ahora eres tú el que decides, como con las piernas: Si quieres correr las utilizas; y si no deseas correr, dejas que descansen. Las piernas siguen ahí. Del mismo modo, la mente siempre está ahí. Cuando hablo contigo estoy utilizando la mente. No hay otra manera de hablar. Cuando respondo a tus preguntas, estoy utilizando la mente. No existe otra forma. Tengo que responder y relacionarme; y la mente, es un mecanismo maravilloso. Cuando no estoy hablando contigo y me encuentro solo, no hay mente, porque es un medio para relacionarse. Cuando estoy sentado solo, no la necesito. Tú no le has dado reposo; por eso, la mente se vuelve mediocre. Se está usando continuamente; está cansada, y eso sigue y sigue. Trabaja de día, trabaja de noche; de día piensas, de noche sueñas.
Un día tras otro sigue trabajando: Vives setenta u ochenta años; y tu mente, habrá estado trabajando todo ese tiempo. Fíjate en la delicadeza y resistencia de la mente. ¡Es tan delicada! En una cabeza pequeña pueden caber todas las bibliotecas del mundo; en una sola mente, se puede contener
todo lo que se ha escrito La capacidad de la mente es tremenda, ¡y en tan poco espacio! ¡Y sin hacer demasiado ruido! Si los científicos lograran algún día construir un ordenador similar a la mente. Hay ordenadores, pero todavía no son mentes. Todavía son mecanismos, carecen de unidad orgánica; todavía, no tienen centro. Si algún día llega a ser posible;-y es posible que algún día los científicos sean capaces de crear mentes, entonces, verás cuánto espacio ocupa ese ordenador y cuánto ruido hace. La mente apenas hace ruido, porque funciona en silencio. ¡Y qué servicio, hace! durante setenta ochenta años. Incluso cuando te estás muriendo, tu cuerpo puede estar viejo; pero tu mente, sigue siendo joven. Su capacidad continua siendo la misma. En ocasiones; si la has utilizado bien, hasta puede mejorar con la edad, porque cuanto más sabes, más comprendes. Cuanto más hayas experimentado y vivido, más capaz se vuelve tu mente. Cuando mueres, todo está dispuesto a morir en tu cuerpo, excepto la mente. Por eso en Oriente decimos que la mente abandona el cuerpo y penetra en otro embrión, porque todavía no está preparada para morir. El renacimiento es de la mente. Y cuando has alcanzado el estado de no-mente; entonces, no hay renacimiento. Entonces simplemente mueres. Y con tu muerte, todo se disuelve: Tu cuerpo, tu mente… sólo queda tu Alma testigo. Eso está más allá del tiempo y del espacio. Entonces, te haces uno con la existencia, y ya no estás separado de ella. La separación la provoca la mente. Pero no hay manera de detenerla a la fuerza. No seas violento. Muévete con cariño, con profunda reverencia, y empezará a ocurrir por sí solo. Tú limítate a observar y no tengas prisa. La mente moderna tiene mucha prisa. Quiere métodos instantáneos, para detener la mente. De ahí el atractivo de las drogas.
Puedes obligar a la mente a pararse utilizando drogas o productos químicos; pero así, estás siendo violento con el mecanismo. Eso no es bueno, es destructivo. De ése modo, no adquirirás maestría. Puedes conseguir detener la mente por medio de drogas; pero entonces las drogas te dominarán a ti y no vas a ser tú el amo. Simplemente, has cambiado de jefe, y has cambiado para peor. Ahora, las drogas tendrán poder sobre ti, te poseerán; y sin ellas, no serás nadie. La meditación no es un esfuerzo contra la mente, es una manera de comprender la mente. Es un modo muy cariñoso de contemplar la mente; pero claro, hay que tener mucha paciencia. Esa mente que llevas en tu cabeza, se ha ido formando durante siglos y milenios. Tu pequeña mente, carga con toda la experiencia de la humanidad. Y no sólo de la humanidad: también de animales, pájaros, plantas, rocas. Has pasado por todas esas experiencias. Todo lo que ha ocurrido hasta ahora ha ocurrido también en ti. En una cáscara de nuez muy pequeña, llevas toda la experiencia de la existencia. Eso es lo que es tú mente. En realidad, decir que es tuya no es correcto. Es algo colectivo, nos pertenece a todos. La psicología moderna ha estado buscándolo; sobre todo lo ha buscado el análisis jungiano y han empezado a sentir algo, que parece un subconsciente colectivo. Tu mente no es tuya, nos pertenece a todos. Nuestros cuerpos están muy separados; pero nuestras mentes, no están tan alejadas. Nuestros cuerpos están claramente apartados; pero nuestras mentes se solapan y nuestras Almas, son una sola. Los cuerpos están apartados; pero las mentes se envuelven y las Almas, son una. Yo no tengo un Alma diferente de la tuya; y tú, no tienes un alma diferente. En el centro mismo de la existencia, nos juntamos y somos uno. Eso es «Dios», el punto de encuentro de todos. Entre Dios y el mundo; y al decir «mundo» quiero decir los cuerpos, está la mente. La mente es un puente, un puente entre el cuerpo y el Alma, entre el mundo y Dios. ¡No intentes destruirla! Muchos han intentado destruirla, por medio del Yoga. Eso es un uso equivocado del Yoga.
Muchos han intentado destruirla a través de posturas corporales y respiración; que también provocan, sutiles cambios químicos en el interior del cuerpo. Por ejemplo, si te pones de cabeza; en shirshsan, cabeza abajo, puedes destruir la mente con mucha facilidad. Porque cuando la sangre afluye en demasía a la cabeza; como una riada, cuando te pones de cabeza, eso es lo que pretendes hacer. El mecanismo del cerebro es muy delicado. Si lo inundas de sangre, los tejidos delicados mueren. Por eso, nunca te encuentras con un yogui muy inteligente. No…los yoguis son más bien estúpidos. Sus cuerpos están sanos; eso es verdad; están fuertes, pero sus mentes están muertas. No verás en ellos el brillo de la inteligencia. Verás un cuerpo muy robusto; como el de un animal, pero de algún modo el ser humano ha desaparecido. Al ponerte de cabeza, estás forzando la sangre hacia la cabeza, por efecto de la gravedad. La cabeza necesita sangre, pero en cantidad muy pequeña. Y muy despacio, no en riada. Cuando fluye en contra de la gravedad, muy poca sangre llega a la cabeza; y la que llega, lo hace en silencio. Si en la cabeza penetra demasiada sangre, el efecto es destructivo. Se ha utilizado el yoga para matar la mente. Se pueden utilizar técnicas respiratorias para matar la mente, Hay ritmos de respiración; sutiles vibraciones de la respiración, que pueden tener efectos muy drásticos en la delicada mente. La mente se puede destruir de ese modo. Estos trucos son antiguos. Ahora es la ciencia la que proporciona los últimos trucos: LSD, marihuana y otras sustancias, y tarde o temprano parecerán drogas cada vez más
sofisticadas. Yo no soy partidario de detener la mente. Soy partidario de observarla. Se detiene por sí sola; y entonces, es hermosa. Cuando algo sucede sin ninguna violencia, posee una belleza propia. Tiene un desarrollo natural. Puedes forzar una flor y abrirla a la fuerza, puedes tirar de los pétalos de un capullo y abrirlo a la fuerza; pero así, habrás destruido la belleza de la flor. Ahora está casi muerta. No puede resistir tu violencia. Los pétalos caerán flojos, inertes y moribundos.
Cuando el capullo se abre por su propia energía; cuando se abre por sí solo, esos pétalos están vivos. La mente es tu floración. No la fuerces en modo alguno. Estoy en contra de toda fuerza y de toda violencia; y en particular, de la violencia dirigida hacia uno mismo. Limítate a observar; en profunda oración, con amor, con reverencia y a ver, lo que ocurre. Los milagros ocurren por sí solos. No hay necesidad de tirar y empujar. ¿Cómo dejar de pensar? Yo digo que basta con observar, con estar alerta. Y renuncia a la idea de detener la mente, porque eso de tendría su transformación natural. ¡Abandona dicha idea de detenerla ¿Quién eres tú para detener nada? Como máximo, disfruta. Y no hay nada malo. Aunque pasen por tu mente pensamientos inmorales; lo que se suele llamar pensamientos inmorales, tú déjalos pasar. No hay nada malo. Mientras tú te mantengas distanciado, eso no hace ningún daño. Es sólo ficción, estás viendo una película interior. Deja que siga a su manera y poco a poco te llevará al estado de no-mente. La observación acaba culminando en la no-mente. La no-mente no está contra la mente; la no-mente, está más allá de la mente. La no-mente no se alcanza matando y destruyendo la mente. La no-mente se logra, cuando has comprendido la mente de modo tan total, que ya no es necesario el pensamiento, porque tu comprensión lo ha sustituido.
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