La sabiduría popular suele aconsejar evitar e incluso reprimir las emociones negativas. Cuanto menos se muestren mejor y cuanto menos se experimenten también. Según dicen no nos hacen tanto bien.
El miedo, la rabia, el resentimiento, la vergüenza o la culpa no son bienvenidos. Están mal vistos. Y aunque deshacerse de lo que no nos conviene es, en principio, aconsejable, no lo es tanto ignorar o reprimirlo. Las emociones negativas hay que saber expresarlas, esto es liberarlas pero sin dejarse llevar por ellas, de lo contrario puede que terminen por dominar nuestro comportamiento.
Si sabes que no debes tomar algo porque te puede hacerte daño, basta con no hacerlo. Ahora bien, las emociones no funciona así; no es tan fácil evitarlas sin obtener consecuencias negativas. Reprimir las emociones negativas tiene un alto precio.
¿Qué pasa con el polvo cuando lo acumulas debajo de la alfombra?
Imagina que tus emociones negativas son una fina -o gruesa- capa de polvo que hay en el suelo. Si barres el polvo y lo vas a escondiendo debajo de la alfombra, en un primer momento el polvo no será visible y podrás hacer vida normal sin que ni tú ni nadie os percatéis de este. Sabes que está bajo la alfombra, pero como no lo ves, probablemente no te moleste.
Pasan los días y cada vez que aparece polvo lo vuelves a esconder bajo la alfombra. Así, cada día hay más y más. Lo sabes, pero como no lo ves, probablemente decidas actuar como si nada.
¿Cuánto tiempo consideras que serías capaz de seguir ocultando el hecho de que bajo la alfombra hay una capa cada vez más gruesa de polvo? ¿Tardaría en hacerse evidente todo lo que has escondido ahí debajo? ¿Crees que podrás tardar en tropezar con esa montaña en la que se ha convertido tu alfombra?
Acumular emociones negativas, como ese polvo que escondes debajo de tu alfombra, solo retrasa lo inevitable. De alguna manera, esas emociones acabaran por manifestarse y puede que incluso lo hagan todas juntas de manera explosiva.
Al final, en la mayor parte de los casos, probablemente te veas en la situación de tener que hacer frente a estas emociones de una u otra manera.
Si sabes que no debes tomar algo porque te puede hacerte daño, basta con no hacerlo. Ahora bien, las emociones no funciona así; no es tan fácil evitarlas sin obtener consecuencias negativas. Reprimir las emociones negativas tiene un alto precio.
¿Qué pasa con el polvo cuando lo acumulas debajo de la alfombra?
Imagina que tus emociones negativas son una fina -o gruesa- capa de polvo que hay en el suelo. Si barres el polvo y lo vas a escondiendo debajo de la alfombra, en un primer momento el polvo no será visible y podrás hacer vida normal sin que ni tú ni nadie os percatéis de este. Sabes que está bajo la alfombra, pero como no lo ves, probablemente no te moleste.
Pasan los días y cada vez que aparece polvo lo vuelves a esconder bajo la alfombra. Así, cada día hay más y más. Lo sabes, pero como no lo ves, probablemente decidas actuar como si nada.
¿Cuánto tiempo consideras que serías capaz de seguir ocultando el hecho de que bajo la alfombra hay una capa cada vez más gruesa de polvo? ¿Tardaría en hacerse evidente todo lo que has escondido ahí debajo? ¿Crees que podrás tardar en tropezar con esa montaña en la que se ha convertido tu alfombra?
Acumular emociones negativas, como ese polvo que escondes debajo de tu alfombra, solo retrasa lo inevitable. De alguna manera, esas emociones acabaran por manifestarse y puede que incluso lo hagan todas juntas de manera explosiva.
Al final, en la mayor parte de los casos, probablemente te veas en la situación de tener que hacer frente a estas emociones de una u otra manera.
Las emociones no se esconden, se gestionan
Las emociones son una parte vital de nuestra vida cotidiana. Tanto si estás alegre porque estás viendo algo divertido, como si te sientes frustrado, por ejemplo, por el tráfico; los altibajos que puedas experimentar afectan significativamente a tu bienestar.
Además, tu capacidad para regular las emociones puede impactar sobre cómo te perciben las personas que te rodean. Ante todo no hay que olvidar que según cómo evalúes tus experiencias, así responderás a nivel emocional y que algunas de ellas no requieren una regulación particular, siempre y cuando, sean adecuadas a la situación en la que se experimentan.
Por ejemplo, expresar furia puede hacer que te sientas mejor, pero no suele ser apropiado o particularmente adaptativo en muchos casos. Se trata de encontrar el modo de liberarla desde la aceptación, el respeto y la calma.
Reprimir las emociones negativas no es buena idea, lo recomendable es aprender a gestionarlas, es decir, a darles voz y regularlas.
Cómo controlar las emociones negativas
Ser capaz de influir sobre tus pensamientos y emociones aumenta la confianza en tu capacidad para hacerles frente. Para empezar, para gestionar una emoción negativa es importante que comiences por seleccionar una situación en la que se dé y trates de evitar las circunstancias que la desencadenan.
Otras veces, la solución pasa por evitar a ciertas personas en determinadas circunstancias o encontrar la manera de tranquilizarte y encontrar ese estado de paz mental antes de hacer frente a la situación amenazante.
El secreto está en identificar la situación o circunstancia en primer lugar y la emoción negativa que se desencadenaría.
El siguiente paso es modificar la situación: una vez identificada, trata de modificarla de tal manera que no se den las condiciones que desencadenan las emociones negativas. Ten en cuenta que ese cambio deberá nacer de ti. Por ejemplo, tal vez tengas que cambiar tus expectativas frente a la situación, reducir las exigencias o emplear una mirada amorosa, comprensiva y empática.
Te será de gran ayuda cambiar tu enfoque atencional. Es decir: en vez de centrarte en lo que ya sabes que desencadenan tus emociones negativas, fíjate en otros aspectos que sean de tu agrado. Trata de no centrarte tanto en lo que te disgusta y busca aquello que te hace sentir bien, algo por lo que puedas estar agradecido.
“Sea usted el dueño de su atención. El precio de la libertad es la vigilancia permanente. Recuerde que donde vaya su atención irán sus emociones y su energía. Donde ponga su atención se hará siempre más real para usted».
-Mario Alonso Puig-
Otro punto que puedes tener en cuenta para controlar tus emociones negativas es cambiar tus pensamientos. Estos son el centro de nuestras emociones más profundas; el lugar donde habitan las creencias que los impulsan. Ten en cuenta que al cambiar tus pensamientos, es posible que no puedas cambiar la situación, pero al menos puedes cambiar la forma en que crees que la situación te está afectando.
Por último, puedes tratar de cambiar tus respuestas ante tus emoción negativas. Si tus mecanismos de gestión emocional no funcionan y surgen de forma descontrolada, el paso final en la regulación emocional es intentar controlar la respuesta. Esto te ayudará a no reprimir las emociones negativas porque te empujará a regularlas.
Para ello, algo útil es identificar el signo físico que da paso a que dicha emoción se desencadene. Actuar sobre ese gesto o reacción te ayudará a controlar la respuesta. Esto podría conseguirse a través de acciones tan sencillas como una respiración profunda o cerrando los ojos, algo que, a su vez, suele resultar útil para gestionar la ira.
“Las emociones negativas intensas absorben toda la atención del individuo, obstaculizando cualquier intento de atender a otra cosa».
-Daniel Goleman-
Por último, recuerda que las emociones son tuyas y, por lo tanto, eres el máximo responsable de gestionarlas. La responsabilidad final de tu comportamiento te pertenece y por ello es fundamental ser consciente de que nadie tiene tanta culpa de cómo respondes a nivel emocional que tu mismo.
Eva Maria Rodríguez
Ser capaz de influir sobre tus pensamientos y emociones aumenta la confianza en tu capacidad para hacerles frente. Para empezar, para gestionar una emoción negativa es importante que comiences por seleccionar una situación en la que se dé y trates de evitar las circunstancias que la desencadenan.
Otras veces, la solución pasa por evitar a ciertas personas en determinadas circunstancias o encontrar la manera de tranquilizarte y encontrar ese estado de paz mental antes de hacer frente a la situación amenazante.
El secreto está en identificar la situación o circunstancia en primer lugar y la emoción negativa que se desencadenaría.
El siguiente paso es modificar la situación: una vez identificada, trata de modificarla de tal manera que no se den las condiciones que desencadenan las emociones negativas. Ten en cuenta que ese cambio deberá nacer de ti. Por ejemplo, tal vez tengas que cambiar tus expectativas frente a la situación, reducir las exigencias o emplear una mirada amorosa, comprensiva y empática.
Te será de gran ayuda cambiar tu enfoque atencional. Es decir: en vez de centrarte en lo que ya sabes que desencadenan tus emociones negativas, fíjate en otros aspectos que sean de tu agrado. Trata de no centrarte tanto en lo que te disgusta y busca aquello que te hace sentir bien, algo por lo que puedas estar agradecido.
“Sea usted el dueño de su atención. El precio de la libertad es la vigilancia permanente. Recuerde que donde vaya su atención irán sus emociones y su energía. Donde ponga su atención se hará siempre más real para usted».
-Mario Alonso Puig-
Otro punto que puedes tener en cuenta para controlar tus emociones negativas es cambiar tus pensamientos. Estos son el centro de nuestras emociones más profundas; el lugar donde habitan las creencias que los impulsan. Ten en cuenta que al cambiar tus pensamientos, es posible que no puedas cambiar la situación, pero al menos puedes cambiar la forma en que crees que la situación te está afectando.
Por último, puedes tratar de cambiar tus respuestas ante tus emoción negativas. Si tus mecanismos de gestión emocional no funcionan y surgen de forma descontrolada, el paso final en la regulación emocional es intentar controlar la respuesta. Esto te ayudará a no reprimir las emociones negativas porque te empujará a regularlas.
Para ello, algo útil es identificar el signo físico que da paso a que dicha emoción se desencadene. Actuar sobre ese gesto o reacción te ayudará a controlar la respuesta. Esto podría conseguirse a través de acciones tan sencillas como una respiración profunda o cerrando los ojos, algo que, a su vez, suele resultar útil para gestionar la ira.
“Las emociones negativas intensas absorben toda la atención del individuo, obstaculizando cualquier intento de atender a otra cosa».
-Daniel Goleman-
Por último, recuerda que las emociones son tuyas y, por lo tanto, eres el máximo responsable de gestionarlas. La responsabilidad final de tu comportamiento te pertenece y por ello es fundamental ser consciente de que nadie tiene tanta culpa de cómo respondes a nivel emocional que tu mismo.
Eva Maria Rodríguez
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