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lunes, julio 01, 2019

10 actitudes que acaban con nuestra energía

Existen actitudes que acaban con nuestra energía, que nos agotan mental y físicamente. En efecto, en ocasiones llegamos a hacer cosas, a veces sin darnos cuenta, o tenemos actitudes que nos roban nuestra energía, desviándola hacia preocupaciones y estados negativos que nos hacen sentir mal.

 
 
Cabe destacar que todos los seres humanos somos entes de energía, la cual es el motor que nos permiten trabajar con motivación y aprovechar al máximo todas las oportunidades que se nos presentan en la vida.

La energía es aquella que nos impulsa a hacer aquello que nos gusta y llevar a cabo acciones con éxito. «La energía es esencial para satisfacer nuestras necesidades más básicas», afirma la Organización Mundial de la Salud.

¿Te sientes sin energía, agotado mentalmente, desmotivado, y preocupado constantemente? Quizás estés llevando a cabo algunas actitudes que acaban con tu energía. Destacamos, a continuación, algunas de las que consideramos más relevantes.

1. Vivir anclado en el pasado

Vivir anclado en el pasado significa estar reviviendo continuamente lo que ya pasó, lo que ya ha sucedido, es el anhelo de un tiempo pasado que nos gustaría recuperar. Por desgracia para muchos, el pasado no se puede cambiar, no se puede modificar lo que ya ha ocurrido.

Por el contrario, el presente y el futuro sí, está en nuestras manos. Vivir anclado en lo que no se puede cambiar en vez de vivir el presente, el aquí y ahora, nos resta energía y nos agota mentalmente. Pues, ¿no sería más saludable gastar energía en lo que sí se puede modificar, en lo que está en nuestras manos en el presente en vez de gastar toda esa energía rememorando situaciones ya pasadas?
 
“Si el presente trata de juzgar el pasado, perderá el futuro”.
-Winston Churchill-
 
2. Sentirse culpable

En referencia al apartado anterior, Patti Brietman, en su obra Cómo decir No sin sentirse culpable, afirma que la culpabilidad nos roba la energía. Por consiguiente, acepta lo que ha ocurrido y libérate de la culpa que llevas sobre tus hombros y que no te permite ver el futuro ni vivir el hoy.
 
3. Falta de asertividad

¿Por qué nos cuesta tanto decir NO? Son muchas las personas acostumbradas a ceder, a hacer cosas para agradar. Personas que, frecuentemente, temen decir “no” por no llevar la contraria o por parecer egoístas.

En este sentido, decir constantemente «sí» provoca que tengamos tiempo para todos, pero no para nosotros. Por lo que nos olvidamos de nosotros para complacer al otro. No decir «no» agota, acaba con nuestra energía, pues nos obliga a estar muy ocupados haciendo cosas por los demás, dejando en un segundo plano nuestras necesidades y deseos.

«Hay que decir «no» a mil cosas para estar seguro de que no te estás equivocando o que intentas abarcar demasiado».
-Steve Jobs-
 
4. Dificultad para pedir ayuda

Todos conocemos a alguien, quizás la persona que está leyendo estas líneas, que prefiere emplear una buena cantidad de recursos para solucionar un problema antes que pedir ayuda. Seguramente conozcamos a alguna persona que prefiera fracasar antes que permitir que otro se sume al proyecto para sacarlo adelante.

Regular con inteligencia nuestros recursos implica saber delegar, pedir o demandar ayuda o consejo en aquellas situaciones en las que contar los demás puede convertir una montaña en un pequeño monte. Esto es así de manera especial en el mundo en el que nos movemos; hemos dejado a un lado la economía de subsistencia: cada uno se especializa en la prestación de un servicio, dejando el resto para los demás.
 
5. Preocuparse demasiado

Muchas de nuestras preocupaciones versan sobre acontecimientos que anticipamos. Así, no podemos dejar de hacernos una pregunta: ¿tiene sentido angustiarse por lo que todavía no ha ocurrido?

Las personas para las que preocuparse supone un hábito gastan una buena parte de sus fuerzas en enfrentarse con estas ilusiones. Por lo tanto, la preocupación roba gran parte de su energía, empleando mucho tiempo pensando en lo que ocurrirá cuando aún no ha sucedido.

«Hay dos tipos de preocupaciones: las que usted puede hacer algo al respecto y las que no. No hay que perder tiempo con las segundas»
-Duke Ellington-
 
6. Vivir en la queja

El psicólogo Joan Garriga afirma que “Quejarse baja la vitalidad de las personas”. Por consiguiente, quejarnos continuamente por lo que nos ocurre es una de las actitudes que acaban con nuestra energía.

La espiral continua de quejas no nos lleva a ninguna parte, sino que, por el contrario, nos paraliza.


«La queja utilizada en ciertas ocasiones es un modo de descarga o una válvula de escape a lo que nos está ocurriendo, nos desahogamos en cierta manera. Ahora bien, cuando nos aferramos a ella agotamos gran parte de nuestra energía quejándonos».
 
7. Proyectar hacia el futuro lo que no nos gusta

En ocasiones, postergamos planes u obligaciones porque nos dan pereza. De esta manera, nuestra agenda se llena de tareas pendientes. Dejar con frecuencia para mañana las tareas que menos nos apetecen es como cargar una nube, preparando una tormenta de consecuencias imprevisibles en lo negativo.

«Cualquier cosa que puedas soñar, que puedas hacer, empieza a hacerla. El atrevimiento conlleva genio, poder y magia. ¡Empieza ahora!».
-Goethe-
 
8. Ver el lado negativo de las cosas constantemente

Si piensas en el lado negativo de las cosas, si crees que algo malo va a suceder, pensando constantemente en que algo va a ir mal, probablemente algo podrá salir mal al tener una actitud negativa respecto a ello.

Es lo que se conoce como profecía autocumpida. El sociólogo Robert K. Merton afirma: «la profecía autocumplida es, al principio, una definición falsa de la situación que despierta un nuevo comportamiento que hace que la falsa concepción original de la situación se vuelva verdadera». Por lo tanto, siguiendo el pensamiento del autor, si creo que algo mal va a salir, probablemente saldrá mal.

9. Intentar controlarlo todo

Intentar controlar todo lo que hay a nuestro alrededor agota y es una de las actitudes que acaban con nuestra energía. Supone un esfuerzo en vano que te convierte en una fábrica de frustraciones y de ansiedad al no llegar nunca a ese control deseado.

En este sentido, pensar a todas horas en colocar cada ficha de tu tablero de la vida en su lugar es realmente complicado cuando no eres tú la única persona que juega la partida. ¿Acaso podemos controlar todo lo que nos rodea?

«Si pensamos que podemos llevar las riendas de cosas que por naturaleza escapan a nuestro control, o si intentamos adoptar los asuntos de otros como propios, nuestros esfuerzos se verán desbaratados y nos convertiremos en personas frustradas, ansiosas y criticonas».
-Epicleto-
 
10. No permitirte parar y desconectar

Sentarse en el sofá, darse un baño relajante al llegar a casa, ver una película con tu pareja, leer un libro o quizás llamar a esa amiga con la que tanto te gusta charlar. Existen infinidad de formas para parar y desconectar y aquí destacamos su importancia, pues, tal y como indica Maslow en su pirámide sobre la jerarquía de las necesidades humanas, descansar es una parte fundamental para el equilibrio.

Para concluir, recuerda que la vida que transita por la vía de la preocupación termina siendo un recorrido de escaso valor y mucho sufrimiento. Por lo que ríe, llora, ama, siente. Perder gran parte de nuestro tiempo preocupados, pensando en lo que podría haber sido o quejándonos provoca que nos olvidemos del presente, del aquí y ahora, de disfrutar de cada sensación.

“¿Amas la vida? Pues si amas la vida no malgastes el tiempo, porque el tiempo es el bien del que está hecha la vida”.
-Benjamin Franklin-

Laura Rodríguez

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