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martes, julio 16, 2019

No se puede esperar a quien no quiere ser esperado

No podemos poner nuestro empeño en esperar a alguien que no quiere venir hacia nosotros. Más que nada porque lo que está en juego son nuestras ilusiones y nuestro bienestar, es decir, nuestra perspectiva vital.

 
 
Estar pendientes de alguien que nos ignora o que no nos valora nos hace mucho daño y merma nuestras capacidades emocionales, desorganizando nuestro mundo e hipotecando nuestra vida por otra persona.

En este sentido, se suele decir que la única manera de evitar estos problemas es amarrando nuestra vida a una meta, no a personas u objetos. Es decir, que el secreto de volar está dentro de nosotros mismos.

Sin embargo, como nos han educado de esta manera, resulta muy complicado liberarse de las expectativas que tenemos de cara al mundo. De hecho, aun teniendo muy claro que quien espera es más fácil que se decepcione, no podemos evitar pensar que quizás eso no nos suceda esta vez.

En definitiva, que este trabajo interior no es tan fácil como lo pintan. En primer lugar, debemos estar dispuestos a eliminar las falsas creencias que nos perturban y luego lograr manifestarlo y llevarlo a cabo en nuestra vida. Veamos cómo es el proceso más detenidamente… 
 
No esperes, libérate y vuela

Vives de esperanzas pero no sabes ni qué esperas…
Julio Cortázar

En ocasiones, las expectativas sobre los demás o sobre el mundo nos abruman y nos encierran. Sin embargo, lo cierto es que es complicado eliminarlas, pues las necesitamos para vivir y organizarnos.

Es decir, que aunque anticipar nos ayuda a relacionarnos de manera más relajada, además de economizar tiempo y esfuerzo, puede que esto nos resulte problemático dado que dejar de esperar significa que nosotros actuemos.

Por eso, hay que tener en cuenta que el hecho de que no tengamos que dirigir nuestra vida en base a las decisiones de otras personas, no implica que tengamos que dejar de considerar al resto del mundo. O sea, que liberarnos no consiste en ser egoístas y mirar solo por nosotros mismos.

Desapegarnos del exceso

Hoy te dejo en libertad. Hoy me olvido de mis miedos. Hoy comienzo a valorarme. Hoy salgo adelante. Hoy te dejo de esperar.

Un vez que comenzamos a liberarnos emprendemos el viaje de la honestidad y de la responsabilidad con nosotros mismos. No obstante, lo que al principio puede parecer tedioso, nos ofrecerá tranquilidad y paz con el tiempo. 

En estos momentos te das cuenta de que tú diriges tu vida y de que te corresponde en exclusiva el privilegio de ser artífice de ella. Para ser feliz no es necesario que esa persona quiera estar o no estar en tu vida, ni siquiera aunque lo concibas de manera temporal.

Como veníamos comentando, no es bueno que nuestro bienestar y nuestra satisfacción dependan de lo que los demás nos aportan, pues nunca llegarán a cubrir nuestras necesidades.

Por otro lado, es importante que asumamos que todo cambia y que aceptemos la realidad. En este mundo no hay nada que sea permanente y menos las relaciones, nuestras necesidades o las personas.

Otra de las anclas que nos mantienen inmóviles ante la realidad es el miedo al fracaso emocional y sentimental. Este se erige como una enorme montaña que nadie se atreve a sobrepasar. Para superar esto hay que desligarse de estas creencias, saber perdonar y no castigarnos sin sentido. Conseguirlo nos ayudará a centrarnos en lo que verdaderamente importa: el momento presente.

De una manera u otra tenemos que asumir que las pérdidas se van a suceder tarde o temprano. La permanencia de los sentimientos y de las personas es una idea demasiado idílica de la realidad.

Recuerda que de lo que no puedes prescindir para ser feliz en tu vida es de quererte, este es el único amor que te recordará que nuestras emociones y nuestros proyectos no han nacido para que algo nos someta, sino para ayudarnos a crecer.

Raquel Aldana

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