Hay quien señala que el amor incondicional es el sentimiento más puro y noble que existe. Es amar sin esperar nada a cambio, es querer con cada uno de nuestros sentidos, nuestra fibra y con cada partícula de nuestro ser. Es a su vez, apreciar al otro por como es, haga lo que haga, diga lo que diga; aún cuando ese alguien no esté a nuestro lado.
Decía Herman Hesse que aquel que sabe amar siempre acabará ganando en la vida. Sin embargo, ¿a qué nos referimos exactamente con ‘amar bien’? ¿Es quizá el amor incondicional una práctica ejemplar del buen amar? La verdad es que no hay una respuesta exacta y esclarecedora sobre este aspecto, pero sí algunas reflexiones que merecen ser tenidas en cuenta.
Para empezar, es muy probable que más de uno se diga aquello de que establecer una relación de pareja basada en una pasión incondicional tiene por término medio peligrosas secuelas. Porque un amor sin límites y condiciones, como bien sabemos, acaba en gran parte de los casos cruzando esa línea en la que las identidades y las autoestimas quedan heridas.
Ahora bien, serán muchos los que afirmen con rotundidad que si hay un afecto profundo, auténtico y sin condición alguna, es el que establecemos con nuestros hijos. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando tenemos ante nosotros a un niño narcisista que además de amor, nos reclama caprichos y privilegios a pesar de tratarnos con tiranía y falta de respeto?
Desde la psicología emocional nos proponen diferenciar dos realidades muy concretas sobre esta tema. Debemos diferenciar el amor como sentimiento y el amor como escenario relacional. Una cosa es querer y la otra es convivir con quien amamos. Profundicemos en este tema a continuación.
“El amor incondicional realmente existe en cada uno de nosotros. Es parte de nuestro ser más profundo. No es una emoción activa sino una forma de ser. No es un “te amo” por esta o aquella razón, no es un “te amo si me amas”. Es un amor sin razón, es un amor sin objeto”.
-Ram Dass-
Para empezar, es muy probable que más de uno se diga aquello de que establecer una relación de pareja basada en una pasión incondicional tiene por término medio peligrosas secuelas. Porque un amor sin límites y condiciones, como bien sabemos, acaba en gran parte de los casos cruzando esa línea en la que las identidades y las autoestimas quedan heridas.
Ahora bien, serán muchos los que afirmen con rotundidad que si hay un afecto profundo, auténtico y sin condición alguna, es el que establecemos con nuestros hijos. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando tenemos ante nosotros a un niño narcisista que además de amor, nos reclama caprichos y privilegios a pesar de tratarnos con tiranía y falta de respeto?
Desde la psicología emocional nos proponen diferenciar dos realidades muy concretas sobre esta tema. Debemos diferenciar el amor como sentimiento y el amor como escenario relacional. Una cosa es querer y la otra es convivir con quien amamos. Profundicemos en este tema a continuación.
“El amor incondicional realmente existe en cada uno de nosotros. Es parte de nuestro ser más profundo. No es una emoción activa sino una forma de ser. No es un “te amo” por esta o aquella razón, no es un “te amo si me amas”. Es un amor sin razón, es un amor sin objeto”.
-Ram Dass-
El amor incondicional y las relaciones con condicionantes
¿Es posible llegar a disfrutar de un amor incondicional? La respuesta es sí, pero obviamente, debemos comprender primero los matices.
Para ello, nada mejor que recurrir a la neurociencia para descubrir algo que puede sorprender a más de uno: nuestro cerebro está diseñado para amar de manera incondicional.
¿Es posible llegar a disfrutar de un amor incondicional? La respuesta es sí, pero obviamente, debemos comprender primero los matices.
Para ello, nada mejor que recurrir a la neurociencia para descubrir algo que puede sorprender a más de uno: nuestro cerebro está diseñado para amar de manera incondicional.
El cerebro y el amor incondicional
Los doctores Mario Beauregard y Jérôme Courtemanche, de la Universidad de Montreal (Canadá), realizaron un interesante estudio para descubrir que el amor incondicional comparte los mismos mecanismos neurales que los procesos adictivos. Hay un mecanismo de recompensa regido por la dopamina, la serotonina, la norepinefrina, la oxitocina y la vasopresina.
El amor incondicional es de hecho similar al amor romántico. Hay una mezcla de pasión absoluta, de devoción, apego y afecto intenso. De algún modo, nuestro cerebro estaría diseñado para experimentar este tipo de amores tan intensos. Pero eso sí, nuestra parte más racional nos obliga a marcar límites.
Los doctores Mario Beauregard y Jérôme Courtemanche, de la Universidad de Montreal (Canadá), realizaron un interesante estudio para descubrir que el amor incondicional comparte los mismos mecanismos neurales que los procesos adictivos. Hay un mecanismo de recompensa regido por la dopamina, la serotonina, la norepinefrina, la oxitocina y la vasopresina.
El amor incondicional es de hecho similar al amor romántico. Hay una mezcla de pasión absoluta, de devoción, apego y afecto intenso. De algún modo, nuestro cerebro estaría diseñado para experimentar este tipo de amores tan intensos. Pero eso sí, nuestra parte más racional nos obliga a marcar límites.
Una cosa es el amor y otra las relaciones
El amor incondicional no deja de ser un sentimiento. Ahora bien, más allá de ese universo, están las relaciones humanas.
Así y como bien sabemos, en una relación de pareja el amor no siempre lo es todo. No importa cuánto se quieran dos personas; no si la comunicación es defectuosa, no si no existe reciprocidad, empatía o respeto.
Sin duda, todo ello crea situaciones tan contradictorias como dolorosas: se puede amar profundamente, pero entender a su vez que la convivencia es imposible.
El amor incondicional no deja de ser un sentimiento. Ahora bien, más allá de ese universo, están las relaciones humanas.
Así y como bien sabemos, en una relación de pareja el amor no siempre lo es todo. No importa cuánto se quieran dos personas; no si la comunicación es defectuosa, no si no existe reciprocidad, empatía o respeto.
Sin duda, todo ello crea situaciones tan contradictorias como dolorosas: se puede amar profundamente, pero entender a su vez que la convivencia es imposible.
Te amo de manera incondicional, pero sé que debo dejarte ir
Podemos amar a alguien sin límites y de manera incondicional. Es una realidad indudable. Hay amores que duelen, son esos en los que tomamos consciencia de que albergamos una pasión ciega por un alguien que no nos conviene. Lo sabemos y por ello lo dejamos ir, por nuestro bien, por nuestro equilibrio psicológico.
Así, en estas situaciones sigue dándose una realidad que a muchos les puede parecer cercana: a pesar de haber dejado una relación y habiendo ganado con ello en bienestar y autoestima, el amor incondicional por esa persona sigue existiendo como tal. Porque como podemos ver, los sentimientos en ocasiones prevalecen aunque ya no exista la relación.
Podemos amar a alguien sin límites y de manera incondicional. Es una realidad indudable. Hay amores que duelen, son esos en los que tomamos consciencia de que albergamos una pasión ciega por un alguien que no nos conviene. Lo sabemos y por ello lo dejamos ir, por nuestro bien, por nuestro equilibrio psicológico.
Así, en estas situaciones sigue dándose una realidad que a muchos les puede parecer cercana: a pesar de haber dejado una relación y habiendo ganado con ello en bienestar y autoestima, el amor incondicional por esa persona sigue existiendo como tal. Porque como podemos ver, los sentimientos en ocasiones prevalecen aunque ya no exista la relación.
El amor sí necesita límites y condiciones (y que así sea es saludable)
Los límites, más allá de lo que podamos pensar, son higiénicos, saludables y hasta poderosos. Bien es cierto que a menudo les tenemos miedo y cuesta un poco situarlos a nuestro alrededor, pero son barreras informativas que oxigenan relaciones, que mejoran la convivencia y nos permiten ganar en felicidad.
El amor incondicional como sentimiento, es real, lo sabemos. Sin embargo, hay que esculpirlo de forma artesanal para que se adecue a nuestra relación, para hacerle entender que en materia de afectos, los límites y las condiciones son necesarias. Y esto, se aplica también en la crianza y la educación.
Podemos querer a nuestros hijos como bien merecen: de manera infinita, profunda y apasionada. Sin embargo, ello no significa en absoluto que un niño deba dar por sentado que puede actuar como desee, que los chantajes, demandas excesivas y vulneraciones estén permitidas. Porque en las relaciones no todo vale, aunque el amor exista. Porque en la convivencia hay normas y barreras que respetar, aunque el afecto siempre esté ahí, dispuesto a abrigar y a cobijar.
Valeria Sabater
Los límites, más allá de lo que podamos pensar, son higiénicos, saludables y hasta poderosos. Bien es cierto que a menudo les tenemos miedo y cuesta un poco situarlos a nuestro alrededor, pero son barreras informativas que oxigenan relaciones, que mejoran la convivencia y nos permiten ganar en felicidad.
El amor incondicional como sentimiento, es real, lo sabemos. Sin embargo, hay que esculpirlo de forma artesanal para que se adecue a nuestra relación, para hacerle entender que en materia de afectos, los límites y las condiciones son necesarias. Y esto, se aplica también en la crianza y la educación.
Podemos querer a nuestros hijos como bien merecen: de manera infinita, profunda y apasionada. Sin embargo, ello no significa en absoluto que un niño deba dar por sentado que puede actuar como desee, que los chantajes, demandas excesivas y vulneraciones estén permitidas. Porque en las relaciones no todo vale, aunque el amor exista. Porque en la convivencia hay normas y barreras que respetar, aunque el afecto siempre esté ahí, dispuesto a abrigar y a cobijar.
Valeria Sabater
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