La relación que tienes con tu cuerpo no es tan obvia como pudiera pensarse. Ese vínculo, tan evidente y esencial, muchas veces se mantiene en un segundo plano, a pesar de su importancia. El cuerpo parece ser una realidad tan obvia para algunos, que no amerita ningún ejercicio de reflexión o de conciencia. Sin embargo, no es así.
Con frecuencia, la relación que tienes con tu cuerpo es de tipo instrumental o funcional. Instrumental cuando la asumes como una vía para generar determinado impacto en los otros. De este modo, te “cuidas” para gustar, o te adornas para atraer. También es posible que ocurra lo contrario: te ocultas de la mirada de los demás o te descuidas porque no tienes un buen autoconcepto en este terreno.
“El secreto para tener buena salud es que el cuerpo se agite y que la mente repose”.
-Vincent Voiture-
La relación que tienes con tu cuerpo también puede ser solo funcional. Te acuerdas de él cuando sientes un dolor o te enfermas. Mientras estás saludable, se te olvida que se trata de un organismo en actividad constante, y que todo lo que haces, sientes y piensas tiene lugar biológicamente dentro del mismo.
La desidia y la obsesión con el cuerpo
Algunas personas tienen una relación distante con su cuerpo. No lo exploran, no lo conocen y también es posible que sientan cierto desprecio o aprehensión hacia él. En quienes tienen ese vínculo problemático pueden aparecer los dos extremos: aquellos que son excesivamente pudorosos y atentos con su organismo, y los que son básicamente indolentes con su propio cuerpo.
Quienes se tornan obsesivos con su cuerpo son, generalmente, muy aprehensivos. Tienen una especial insistencia con el tema de la limpieza y con el miedo a los gérmenes. Se muestran intolerantes con los olores naturales del sudor, la orina o las heces. No los ven como olores naturales, sino como una señal de alarma. Su pudor con el aseo, a veces, llega a extremos. En este caso, el cuerpo es un territorio de combate y la expresión de un conflicto psicológico sin resolver.
En el otro extremo están los que hacen de la desidia su norma. Una señal de problemas mentales es el descuido extremo con la higiene corporal y con el cuerpo en general. Prima el no bañarse, no cambiarse, apestar y no preocuparse por esto. Hay algo que ocupa tan obsesivamente la mente, que el cuerpo pasa a un segundo plano. Si la relación que tienes con tu cuerpo se ubica en alguna de estas dos categorías, con toda seguridad, necesitas ayuda.
“El secreto para tener buena salud es que el cuerpo se agite y que la mente repose”.
-Vincent Voiture-
La relación que tienes con tu cuerpo también puede ser solo funcional. Te acuerdas de él cuando sientes un dolor o te enfermas. Mientras estás saludable, se te olvida que se trata de un organismo en actividad constante, y que todo lo que haces, sientes y piensas tiene lugar biológicamente dentro del mismo.
La desidia y la obsesión con el cuerpo
Algunas personas tienen una relación distante con su cuerpo. No lo exploran, no lo conocen y también es posible que sientan cierto desprecio o aprehensión hacia él. En quienes tienen ese vínculo problemático pueden aparecer los dos extremos: aquellos que son excesivamente pudorosos y atentos con su organismo, y los que son básicamente indolentes con su propio cuerpo.
Quienes se tornan obsesivos con su cuerpo son, generalmente, muy aprehensivos. Tienen una especial insistencia con el tema de la limpieza y con el miedo a los gérmenes. Se muestran intolerantes con los olores naturales del sudor, la orina o las heces. No los ven como olores naturales, sino como una señal de alarma. Su pudor con el aseo, a veces, llega a extremos. En este caso, el cuerpo es un territorio de combate y la expresión de un conflicto psicológico sin resolver.
En el otro extremo están los que hacen de la desidia su norma. Una señal de problemas mentales es el descuido extremo con la higiene corporal y con el cuerpo en general. Prima el no bañarse, no cambiarse, apestar y no preocuparse por esto. Hay algo que ocupa tan obsesivamente la mente, que el cuerpo pasa a un segundo plano. Si la relación que tienes con tu cuerpo se ubica en alguna de estas dos categorías, con toda seguridad, necesitas ayuda.
Las emociones y la relación que tienes con tu cuerpo
Las emociones no son positivas o negativas en sí mismas, pero algunas de ellas sí causan mayor perturbación en el organismo. Por perturbación entendemos la activación de procesos que alteran el equilibrio normal. Esas emociones son la ira, la tristeza y la angustia. Y, por supuesto, las que son combinación o derivación de estas: frustración, estrés, intolerancia, etc. Todas esas emociones son una respuesta a estímulos que se perciben como amenazantes. Eso sí, se perciben así, aunque no necesariamente lo sean.
En la relación que tienes con tu cuerpo influye mucho tu universo emocional. Hay abundante literatura en la cual se evidencia que las emociones ayudan a restablecer el equilibrio orgánico en algunos casos o a facilitan la aparición de mecanismos que inducen a la enfermedad, en otros. La ciencia ha verificado que la ansiedad es una de las compañeras más habituales de distintas enfermedades. En particular, de las enfermedades infecciosas y autoinmunes.
También se ha comprobado que la ansiedad influye de forma negativa en los procedimientos quirúrgicos. A su vez, lo que se conoce como “estrés” tiende a alterar los procesos normales de recuperación del organismo. La secreción de hormonas durante los episodios de estrés hace que se incrementen las condiciones favorables para que progresen algunos tipos de enfermedades como las cardiovasculares. También deprimen el sistema inmunológico y esto ayuda a que se desarrollen otras enfermedades.
Para muchas personas pasa desapercibido el efecto de sus emociones en el organismo. No notan que, por ejemplo, el ritmo de sus latidos aumenta, o la respiración cambia. Tampoco son conscientes de los cambios de temperatura, de la tensión en ciertos músculos o de la aceleración en algunos procesos. La relación que tienes con tu cuerpo pasa por la pregunta de qué tan sensible y consciente eres de esos cambios que tienen lugar en tu organismo. Lo que respondas te puede dar una idea acerca de la calidad de ese vínculo.
Edith Sánchez
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