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jueves, febrero 28, 2019

A veces una retirada a tiempo, también es una victoria

¿Cómo podríamos asumir que no siempre se gana? ¿Cuál es la mejor forma para hacer frente a lo que creemos que será una derrota? ¿Cómo saber cuándo es suficiente o dónde estás nuestros límites para dejar de sufrir y empezar a cuidarnos? A veces una retirada a tiempo también es importante para ganar, porque no siempre las victorias se encuentran en continuar. El desgaste también es importante, al igual que el malestar sobre todo cuando se convierten en rutina. De ahí que valorar dónde nos encontramos y hacia dónde vamos sea fundamental. 


En estos casos, el fracaso no es retirarse, sino seguir luchando e insistiendo por algo que ya no nos hace felices, por eso que simplemente es mecánico y no nos genera ilusión. Es desgastarse tanto que llega hasta doler, perdidos en un laberinto de pensamientos que nos obliga a continuar casi sin saber por qué. A veces porque no sabemos cambiar el objetivo y otras porque hemos elegido un mal camino para conseguir lo que queremos y no nos damos cuenta.

A pesar de que el éxito exige trabajo, constancia e ilusión y que para ello tendremos que echar mano de la obligación, la motivación y el compromiso, no siempre podemos o mejor dicho, debemos continuar, sobre todo cuando nuestra salud mental se ve comprometida. ¿Qué ocurre cuando el cansancio y la desmotivación nos persiguen día a día? ¿qué podemos hacer cuando aquello a lo que dedicamos nuestro tiempo y nuestras ganas no nos hace felices? Quizás sea el momento de una retirada a tiempo para comenzar a elaborar un nuevo plan, nuevos retos o nuevas ilusiones. Es momento de un cambio.

Puede que no ganemos pero no siempre será una derrota

Si somos capaces de describir bien el concepto de ganar, nos daremos cuenta de que ganamos cuando conseguimos aquello que queremos, pero si de camino a la victoria hemos perdido esas ganas de conseguirlo, ese querer hacerlo… ¿Cómo puede ser que ganemos? Llegar a la meta derrotados y sin fuerzas para emocionarnos puede hacer que no merezca tanto la pena haber vencido. Porque ganar es también disfrutar el camino al éxito, no siempre, pero sí a menudo.

A veces una retirada a tiempo es una victoria porque implica tener el valor suficiente para renunciar a aquello que un día vimos como meta, pero que ahora no nos beneficia o simplemente, nos absorbe tanto que nos queda sin energía. Nuestro estado de ánimo nos marca nuestros límites y el conocimiento de estos nos ayuda a identificar cómo y cuándo emplear nuestras herramientas.

Una retirada a tiempo es una victoria desde la madurez y la reflexión.

La derrota es mucho más que perder. Es sentirnos abordados y superados por no haber dado todo lo que teníamos por conseguir lo que queríamos, por ello la derrota también es persistir cuando en realidad deberíamos dejar ir. La victoria, por ende, exige haber luchado bien, haber sido conscientes de nuestros límites y saber hasta dónde podemos llegar. Porque una victoria también es ser honesto con nosotros mismos.

¿Merece la pena seguir luchando por algo que creemos acabado?

No deberíamos dejar pasar oportunidades, ni rendirnos a la primera de cambio. Sería una pena dejarlo cuando estamos cerca de conseguirlo o abandonar cuando aún queda magia. Por ello siempre es recomendable barajar la posibilidad de intentarlo una vez más. Desde aquí te animamos a que lo intentes, a que persigas lo que deseas, aunque somos conscientes de que el termómetro es personal y cada uno ha de saber cuándo acabar.

Si todavía te hace feliz, si tienes algunas dudas pero sientes que a veces se esclarecen y solo quedan algunos días tontos sin ganas para seguir, quizás aún no es tiempo de retirarse, quizás aún puedas ganar. Decide bien hasta dónde, conócete bien e investiga hasta qué lugar llegan tus fuerzas.

Ahora bien, cuando lo sepas, no dudes en hacerlo. Cuida tu salud y retírate de aquello que ya no te llena, de eso que solo resta en tu vida, aunque exista un pasado en el que te llenó. Ahora ya no lo hace y cuanto antes te des cuenta, antes serás capaz de llenar tu vida con nuevas ilusiones y nuevos retos, con nuevas batallas y con nuevas personas a tu alrededor.

Adriana Díez

miércoles, febrero 27, 2019

5 formas en que tu vida personal está afectando tu trabajo

En la actualidad mantener el equilibrio entre la vida personal y el trabajo es un reto cada vez más común entre las personas. Necesitamos mantener la calidad de vida para ser productivos. ¿Cómo lograrlo? Hay veces que nuestro desempeño se ve alterado por situaciones personales. Aquí te contaremos sobre las 5 formas en que tu vida personal está afectando tu trabajo.

 
 
Todos queremos hacerlo bien, nadie desea tener problemas en su ambiente laboral y menos por tener un bajo desempeño, sin embargo, hay situaciones de nuestra vida personal que nos pueden afectar y de las que debemos tomar consciencia para poder manejarlas.

1. Problemas de pareja.

Para que te desarrolles a nivel profesional y puedas dar el máximo en tu trabajo, es necesario que cuentes con una pareja que te apoye, acompañe y comparta contigo las labores del hogar y otras obligaciones.

Tu meta profesional debe ser de cierta forma también su meta, de lo contrario, en vez de ser una pareja nutritiva, que desee tu crecimiento, se convierte en un obstáculo que no te deja crecer. Si tu pareja es una persona emocionalmente dependiente, es posible que demande mucha atención, lo cual también puede perjudicar tu desempeño laboral.

¿Cómo manejar esta situación?

Aplica la asertividad, comunícale francamente que su actitud te afecta en lo laboral, que necesitas de su ayuda y comprensión. Mantén un equilibrio entre tus deberes con tu pareja y con tu trabajo. Establece límites y cúmplelos. No dejes que la balanza se incline de un lado bajo la excusa del amor. 

2. Mala administración de tus finanzas

No tener un control de tus gastos hará que estés frecuentemente preocupado por tus finanzas, incluso hará que busques otras fuentes de ingreso, desviando la atención hacia otros focos que no son el trabajo. Administra bien tus entradas monetarias, haz un presupuesto y cúmplelo. Recuerda que tu desempeño es importante para aspirar un ascenso y por extensión un incremento salarial. 

3. La falta de organización y prioridades

La falta de organización y establecer prioridades tanto en tu hogar como en tu vida en general puede perjudicar tu trabajo. Coordina las actividades personales en horarios que no sean de trabajo y revisa tu agenda cada mañana para recordar lo pautado. Si inevitablemente debes hacer algo personal en horario laboral, agéndalo con tiempo y comunícalo a tu jefe y compañeros.

Descansar debe ser una prioridad. Dormir poco puede desencadenarte problemas de salud, que a su vez derivan en problemas laborales; por lo tanto el descanso correcto de 6 a 8 horas es imprescindible. ¡Estar descansado es trabajar bien! 

4. Obligaciones familiares

La relación familia-trabajo no es algo fácil de llevar. El factor familia, cuando se tienen hijos menores y/o padres ancianos, es de los que puede generar problemas laborales si no se cuenta con apoyo y planificación. Cuidar un hijo enfermo, asistir a una reunión en el colegio o acompañar a tus padres al médico, son situaciones que pueden presentarse.

Para evitar que el conflicto familia-trabajo se haga presente, debes mantener una buena comunicación con los diferentes miembros para que te presten apoyo en momentos cruciales; es primordial delegar actividades o planificar para que si debes faltar, no dejes de atender actividades importantes en tu trabajo. 

5. Sedentarismo y mala salud

No hacer suficiente ejercicio afectará tu bienestar físico general y te acarreará problemas de salud. Busca una actividad de tu agrado que te permita mantenerte activo fisicamente, por ejemplo: caminatas, yoga, natación.

En el trabajo ten una rutina sencilla para tener recesos de calidad. Diez minutos para estirar y respirar profundamente te reconfortarán para continuar con las labores, con mayor energía y concentración.

Recuerda que un buen desempeño en el trabajo depende del adecuado balance que logres entre tus obligaciones laborales y tu vida personal. El bienestar es producto del equilibrio.

Phrònesis

martes, febrero 26, 2019

Por Qué los Ángeles (Aparentemente) No Atienden Tus Llamadas

Una sensación que muchos tenemos a menudo es que los ángeles no atienden nuestras llamadas.

Tenemos la sensación de que hay una fuerza bondadosa presente en el universo (a la que podemos llamar ángeles, Dios, Universo o de muchas otras maneras), pero no siempre nos ayuda cuando se lo pedimos.

Y nos preguntamos por qué.

Si realmente hay una fuerza bondadosa, ¿por qué no se muestra?

¿No será que quizás no es tan bondadosa?

¿O no será que quizás no existe?

Estas dudas son muy comprensibles. Tiene lógica dudar de esta fuerza amorosa si no nos ayuda cuando lo pedimos.

Pero son dudas que nos hacen daño, porque nos alejan de nuestro amor y nuestra luz interna.

Por esta razón, hoy hablaremos del motivo por el cual muchas veces parece que no obtenemos respuesta.

Es un motivo muy profundo.

Y tiene que ver con quiénes somos realmente.

Qué Sucede Cuando Pedimos Ayuda al Universo

El motivo por el cual muchas veces tenemos esta sensación de que el Universo no nos ayuda, es porque no somos plenamente conscientes de qué sucede realmente cuando pedimos ayuda.

En general, tenemos la sensación de que pasa esto:
 
 
 
Es decir, tenemos la sensación de que los ángeles son seres superiores a nosotros, con un poder que nosotros no tenemos, y les pedimos ayuda. Y esperamos que, si realmente existen, y si realmente son bondadosos, nos den la ayuda que hemos pedido. Y, si no la recibimos, dudamos de su existencia o de su bondad.

Con esta visión de la situación, tiene bastante lógica pensar así. Si los ángeles realmente fueran unos seres bondadosos y más poderosos que nosotros, sería lógico que nos ayudaran siempre que pudieran.

Pero el caso es que la situación no es exactamente esta. No es verdad que nosotros seamos un grupo de seres inferiores que piden ayuda a un grupo de seres superiores.

Lo que realmente pasa es esto:
 
 
Todos y cada uno de nosotros somos mucho más de lo que aparentamos a simple vista. Nuestra parte humana es solo una pequeña porción de lo que realmente somos. Más allá de la parte humana, hay otra parte mucho más grande (a la que muchas veces llamamos “Yo Superior”), que es exactamente igual que los ángeles a los que pedimos ayuda.

No somos seres inferiores y desvalidos. Somos seres exactamente iguales a los ángeles.

Simplemente lo hemos olvidado.

La Respuesta de los Ángeles

Así pues, no somos seres inferiores a los ángeles, somos seres exactamente iguales.

¿Y qué pasa cuando les pedimos ayuda?

Pues que nos responden. Siempre.

Pero no le responden a la parte humana, sino al Yo Superior. Los ángeles ven lo que realmente somos, y se dirigen a nuestra verdadera identidad. Y a partir de aquí, se establece una comunicación entre nuestro Yo Superior y los ángeles.

El tipo de comunicación concreta puede ser muy diversa, y depende de cada situación y de cada persona. Pero muchas veces, el Yo Superior (es decir, nosotros a nivel profundo) responde algo así: tranquilos, no os preocupéis. Esta situación que estoy viviendo a nivel humano es importante para mí. Parece dolorosa, pero a nivel profundo no lo es.

Y entonces los ángeles, respetando nuestra decisión, se mantienen al margen y no actúan.

Así que no pienses nunca que el Universo te ha abandonado. Siempre está a tu lado. Siempre.

Lo que pasa es que ve lo que realmente eres y lo respeta profundamente.

Si tienes dudas sobre cualquier aspecto de tu vida, puedes conectar con tu verdadera esencia; puedes conectar con tu Yo Superior.

Eres mucho más grande de lo que parece.

Y todas las respuestas están en ti.

Un fuerte abrazo,

Jan

www.jananguita.es

lunes, febrero 25, 2019

Renacer emocional, el arte de salir del abismo

Hay momentos en los que caemos en un abismo profundo. Llegamos a ese callejón sin salida, y nos quedamos sin saber qué hacer. Aunque en ese momento lleguemos a pensar que todo está perdido, en el fondo contamos con la oportunidad de abrazar nuestro dolor y comenzar un renacer emocional.

 
 
No es un proceso sencillo, igual que no es rápido. De hecho vamos a necesitar un pequeño ejercicio de fe, igual que nos creemos los indicadores cuando vamos circulando por la carretera. Así, los resultados vendrán después de que tomemos decisiones y comencemos a trabajar. En este artículo te hablaremos de ello.

“Cómo podrías renacer sin antes haber quedado reducido a ceniza”.
-Friedrich Nietzche- 

¿En qué consiste el renacer emocional?

Para comprender el renacer emocional es muy práctico hacer una analogía con el ave fénix, quien renacía de las cenizas. Se trata de un cambio fuerte a nivel emocional, en donde la persona regenera su espacio emocional después de que algo lo comprometiera. Entonces, es como dar a luz a una nueva relación con su campo afectivo.

Así como el ave fénix, la persona alza el vuelo tras un suceso que pudo causarle gran dolor y sufrimiento. Entonces, ve a sus angustias de otro modo, y con valentía encuentra otros rumbos. Consiste en salir de estados que causan mucha aflicción, para encontrarse de nuevo, gestionar las emociones, los pensamientos y las conductas de otro modo, para germinar, para contar con diferentes motivos, para alcanzar propósitos, ver las cosas de otra manera, y encontrar una superación tras su circunstancia.

¿Cómo renacer emocionalmente?

Existen diferentes formas, todas ellas inteligentes, de gestionar el sufrimiento. No se trata de hacer un “borrón y cuenta nueva”, se trata más bien de superar las adversidades utilizando los recursos con los que contamos. A veces no es tan sencillo saber cuáles son, así que uno de los primeros pasos será identificarlos. 

Navegar hasta lo más profundo

Consiste en hacer uso del autoconocimiento. Esto implica ser reflexivos, pacientes, y afectivos con nosotros. Paso a paso podemos ir descubriendo qué es lo que nos sucede. ¡Al saberlo será más fácil gestionarlo!

Además, para autoconocernos podemos explorar qué es lo que queremos ser, qué somos en este momento, hasta dónde queremos llegar, cómo queremos hacerlo. Saber acerca de estos asuntos nos ayudará a contar con una idea de nosotros, y a seguir lo que verdaderamente queremos.

También, podemos sacar provecho reconociendo cuáles son nuestras cualidades y mayores defectos. Así, podremos utilizar esta información para afrontar los momentos difíciles y renacer emocionalmente. Por un lado, saber en lo que fallamos nos ayuda a prever repetirlo, en algunas ocasiones; y por otro, saber sobre nuestros recursos, nos ayudará a tener en mente las habilidades a utilizar cuando se presenten los problemas. 

El aprendizaje en el renacer emocional

Después de la tormenta viene la calma, dice el refrán. Y, si bien no es un asunto que se dé por parte de magia, si puede suceder. Consiste en la tranquilidad que puede surgir luego de afrontar una situación dolorosa. Para hacerlo, una de las herramientas más útiles es el aprendizaje, observemos por qué:
  • Facilita a saber qué no hacer la siguiente vez.
  • Nos ayuda a sanar.
  • Aprender de lo que no hicimos nos prepara para conocer nuestros límites.
  • Para pedir ayuda.
  • Salir de nuestra zona de confort.
  • Ver distintas perspectivas.
  • Mayor consciencia.
Aprender a caer y levantarnos, nos ayudará a salir de situaciones de gran angustia. Y, cada vez podremos ir adquiriendo mayor conocimiento para afrontar situaciones venideras, después de todo en la vida siempre van a surgir dificultades.

Saber decir “Adiós”, una clave del renacer emocional

Significa no arraigarnos a lo que ya pasó, o a lo que pudimos haber hecho. Para ello, hay que aprovechar el momento presente. Consiste en valorar el “aquí y el ahora”. Quedarnos estancados en el pasado nos lleva a seguir con el sufrimiento.

Entonces, debemos aprender a dejar ir. Pero también es importante no apresurarnos al futuro, pues nos puede causar ansiedad. A veces llegará a resultarnos complicado, pero si nos adelantamos a los hechos no conseguiremos el renacer emocional.

Saber decir adiós, no significa olvidar aquello que nos causó tal sufrimiento. Significa abrazar nuestras angustias, aprender de ellas y sacar lo mejor de nosotros para afrontar lo que viene. Además, es importante hacerlo porque si vamos sumando cada vez más cargas, acabaremos agotados. Soltar el dolor no significa que no haya sido importante, quiere decir hacernos la vida más saludable, aprovecharlo como aprendizaje, y poder florecer. 

Resiliencia para afrontar el sufrimiento

Es una habilidad que muchos tienen y otros podemos aprender a desarrollar. Supone adaptarnos de forma positiva a situaciones adversas ¿cómo?
  • Siendo optimistas.
  • Aprendiendo de la situación.
  • Enfocándonos en nuestras motivaciones.
  • Encontrando un propósito.
  • Confiando en nuestras fortalezas y habilidades.
  • Aceptando, porque es necesario para avanzar.

Es una forma de que la adversidad nos haga más fuertes. Entonces, transformamos el dolor en algo que nos resulte agradable. Hay diversos modos, por ejemplo, a través del ejercicio físico, el arte, la compañía, etc.

La resiliencia es tan importante que ha sido estudiada a través de diversas investigaciones. Por ejemplo, Uriarte Arciniega de la Universidad del país Vasco, escribió un artículo en el que muestra a la resiliencia como una ventana al optimismo y a la capacidad de adaptación y de mejora constante del ser humano.

Encontrar una guía

Si bien podemos contar con diversos recursos que nos pueden ayudar en los momentos difíciles, hay momentos en los que necesitamos de alguien. Es mejor no encerrarnos en nosotros bien sea porque nos avergüence pedir ayuda, o porque queramos afrontarlo solos, aunque nos derrumbemos.

Pedir ayuda no está mal, por ello contamos con diversas personas. Podríamos acudir a las personas más cercanas y comprensivas, para comentarles lo que tanto nos angustia y encontrar una guía o simplemente porque nos ayude a soltar. Incluso, podríamos acudir a un profesional, porque nos produzca mayor confianza, porque queramos estar en manos de un experto, o porque no sepamos a quien acudir.

Esta es otra forma de renacer emocionalmente, orientarnos hacia la luz gracias a la maravillosa guía de alguien en quien confiamos. Hace falta que seamos valientes para mostrar lo que llevamos dentro, pero valdrá la pena saber que contamos con alguien, que nos ayudará a levantarnos de grandes caídas.
 
Beneficios de renacer emocionalmente

El renacer emocional implica haberle dado un significado al sufrimiento, de manera que el relato del mismo pase a formar parte de nuestra historia sin causa más sufrimiento. Veamos cuáles son los beneficios de este renacer:
  • Mayor comprensión.
  • Incrementa la gestión emocional.
  • Mayor capacidad de resiliencia.
  • Se facilita ver desde otra perspectiva.
  • Aceptación.
  • Mayor autoestima.
  • No estancarnos.
  • Vivir el momento presente.
  • Mayor consciencia.
  • Incrementa el autoconocimiento.

Ahora bien, no quiere decir que siempre transformemos el sufrimiento en alegría. Pueden surgir otras emociones, que poco a poco iremos identificando y gestionando para liberar tensión. Cada emoción es importante y nos brinda un aprendizaje. Entonces, es como una metamorfosis, transformamos el sufrimiento en un estado emocional distinto que nos sirva como punto de partida.

María Alejandra Castro

domingo, febrero 24, 2019

5 preguntas para ser más felices

Cuando hablamos de las preguntas para ser más felices, nos referimos a aquellos interrogantes que vuelven a ponernos en contacto con lo más esencial de la vida. De eso está hecha la felicidad, de realidades que hacen de y escenario que son las que verdaderamente nos permiten estar en paz y conformes con nosotros mismos y con la realidad.

 
 
El problema es que fácilmente perdemos de vista aquello que realmente nos proporciona una dicha auténtica. Por eso, lo mejor es formularnos las preguntas para ser más felices después de cada jornada. Es una bonita manera de terminar el día y de hacernos conscientes de aquello que le da sentido a nuestra existencia.

Las preguntas para ser más felices son en realidad muy sencillas. Pequeños interrogantes que nos remiten a lo verdaderamente maravilloso que hay en nuestras vidas. A todas esas situaciones que cotidianas que suelen pasar desapercibidas, pero que encierran el secreto del buen vivir. Estas son cinco de ellas.

“El bien de la humanidad debe consistir en que cada uno goce al máximo de la felicidad que pueda, sin disminuir la felicidad de los demás”.
-Aldous Huxley- 

1. ¿Qué experiencia del día te proporcionó satisfacción, aunque fuese pequeña?

Desafortunadamente, los seres humanos tendemos a escribir los buenos momentos en arena y los malos en piedra. Un mal momento puede dañar el día, a pesar de que hayan sido muchas más las situaciones positivas de la jornada. Instintivamente tendemos a hacer esto porque nuestra supervivencia también depende de estar atentos a las amenazas.

Sin embargo, si en la noche te preguntas serenamente por la mejor experiencia del día, seguro se puede rescatar algo muy valioso de la jornada. Sin darte cuenta, vas a comenzar a hacer un inventario de experiencias felices, en distintos grados y esto en conjunto te ayudará a apreciar más tu vida.

2. ¿Recibiste algún gesto de afecto por parte de los demás?

Tanto si la respuesta a esta pregunta es positiva como si es negativa, se trata de un interrogante que enriquece. Y lo hace porque te ayuda a orientar tu mundo afectivo. A saber en qué punto estás y eso es también muy valioso.

Además, también te lleva a pensar en esos gestos afectuosos que a veces no notas. La sonrisa de la persona que sirvió el café o la palabra amable de un compañero de trabajo. Ninguna expresión de afecto es demasiado pequeña. Los estímulos positivos que recibimos de los demás forman parte de esos momentos que vale la pena conservar en la retina de nuestra memoria. 

3. ¿Hay algo que te haya hecho sentirte afortunado?

Esta es una de las preguntas para ser más felices que sirven como guía. Y si lo hacemos todos los días, seguramente nos vamos a sorprender de la cantidad de respuestas que vamos encontrando. La primera de ellas: somos afortunados de estar vivos. Hoy mismo, ahora mismo, hay personas que ya no tienen más la vida.

También somos afortunados por la cuota de salud de la que disponemos, por las capacidades de las que gozamos, por el trabajo, o por los momentos al lado de nuestros seres queridos. Hay días que también traen fortunas adicionales, como una buena noticia, un instante particularmente especial, etc. 

4. ¿Qué logro obtuviste, aunque sea pequeño?

Es imperdonable que pasemos por alto nuestros propios logros. Cometemos una injusticia con nosotros mismos cuando lo hacemos. Todo logro, por pequeño que sea, merece que al menos nosotros mismos lo reconozcamos. Es una manera de darle valor concreto a lo que hacemos día a día.

Seguro que todos alcanzamos alguna meta al día, por pequeña que sea. Estás van se abren en un abanico muy amplio: desde superar un momento de pereza hasta terminar una tarea que debíamos concluir. ¿Por qué hacemos como si no contaran esas pequeñas metas alcanzadas diariamente? Nos acostumbramos solo a poner en la lista los grandes logros y ese es un mal hábito, obteniendo así riqueza al cambiarlo.

5. ¿Hiciste algo por alguien? Una de las preguntas para ser más felices

Esta es una de las preguntas para ser más felices que también nos remiten a cómo estamos haciendo felices a los demás. Hacer algo bueno por alguien siempre será un motivo de dicha. No tenemos que cambiarle la vida a nadie, sino enriquecerla, así sea de forma modesta.

Cada día en que hacemos algo por alguien no es un día perdido. Plantar cotidianamente esa semilla de la solidaridad es inmensamente valioso, no solo para los demás, sino para nosotros mismos. Más tarde o más temprano, vamos a cosechar lo que sembramos.

Las preguntas para ser más felices son un regalo que podemos hacernos diariamente. Quizás al principio te parezca un poco extraño formulártelas antes de dormir. Sin embargo, los resultados de este ejercicio de análisis merecen la pena. Me atrevo a decirte que te sorprenderás al darte cuenta de todo lo que hasta ahora has pasado por alto.

Edith Sánchez

sábado, febrero 23, 2019

Claves para mejorar la fuerza de voluntad

Todos nos fijamos unos propósitos durante el año, especialmente en enero y en septiembre. Empezamos muy animados, pero tiempo después en numerosos casos se abandonan. Para que esto no suceda, ten en cuenta varias claves para mejorar la fuerza de voluntad. 


 
Y es que la motivación, con el paso de los días, se pierde, puesto que llegan las obligaciones, el cansancio, se acaba la emoción de la novedad… Y es cuando se empieza a plantear el abandono. Para evitarlo, tenemos que echar mano de nuestra fuerza de voluntad, pero ¿sabemos con exactitud qué es la voluntad? Vamos a definirla para después entrar en cómo trabajar con ella. 

Qué es la fuerza de voluntad

Se trata de la habilidad o la capacidad que una persona tiene para la persecución de un objetivo determinado, venciendo las dificultades, las distracciones y los obstáculos. Eso sí, no solo se refleja en la consecución del logro, sino también en esfuerzo cuando la corriente no nos empuja en esta dirección. Es decir, no rendirnos, ni darnos por vencidos, ni ceder a los deseos a pesar de que los resultados no sean inmediatos.

Dos de los ejemplos más típicos son dejar de fumar y practicar deporte. Al principio la motivación es grande, pero luego, nuestra mente nos va poniendo trabas y habilitando excusas para abandonar, y como es algo que cuesta, necesitamos vencer dichas trabas a base de mejorar la fuerza de voluntad.

Claves efectivas para mejorar la fuerza de voluntad

“A veces no te das cuenta de tus propias fortalezas hasta que te encaras con tu mayor debilidad”.
-Susan Gale-

Para mejorar la fuerza de voluntad es preciso ser conscientes de que se trata de una habilidad psicológica que hay que trabajar, puesto que se adquiere y se potencia durante toda la vida, por lo que el uso de estas claves nos va ser de gran ayuda.
Establecer objetivos claros y realistas

Muchas veces nos proponemos metas que son imposibles de cumplir, falacias que en nuestra mente representan el éxito, pero que no se corresponden con los márgenes que nos concede la realidad ni con lo que podemos lograr en los tiempos que nos hemos marcado. Un ejemplo muy común es querer perder tanto peso y tonificar tanto que en 1 mes se reflejen los resultados equivalentes al trabajo de un año.

Esto, al principio, puede parecer apasionante, pero cuando la realidad se imponga, veremos que tenemos que tener en cuenta nuestra constitución, edad, etc., y que hay determinados logros que no podremos acelerar, por muy grande que sea nuestro deseo. Así es como surge la frustración, la culpabilidad, la desesperación y, por supuesto, la consecuencia es tirar la toalla.

Por este motivo es tan importante contar con unos objetivos bien definidos y estructurados. Por ejemplo, ponerte en manos de un profesional que paute la dieta que mejor se adapta a lo que quieres conseguir. No solo porque ha estudiado y trabaja en ello, sino porque podemos valernos de su experiencia para conseguir lo que queremos, además de contar con una opinión de peso que nos diga hasta qué punto eso que pretendemos es bueno para nosotros.
 
Dividir las tareas en pequeñas subtareas

Si, por ejemplo, comienzas a estudiar un curso largo sobre alguna materia y piensas en todo lo que tienes que asimilar para aprobar, probablemente aparezca el agobio. En cambio, si lo divides por asignaturas o temas, y estos además los divides en apartados semanales, y a su vez estos en puntos diarios a estudiar, lo que era una gran altura se convierte en pequeñas rampas que puedes salvar sin dificultad, ¿verdad?

Pues en eso consiste, en dividir las grandes tareas que nos hemos impuesto en pequeñas subtareas para que sea más fácil y asequible llevarlas a cabo.

Planifica mediante un calendario las subtareas

No vale el clásico ‘mañana empiezo’, pues así pasan las semanas y los meses y luego llega el estrés y la culpabilidad por haber procrastinado. Has fijado los objetivos, el tiempo que te van a llevar y las subtareas, así que ¡manos a la obra!

Haz un calendario y horario con la distribución diaria de las subtareas, establece tiempos que puedas cumplir sin problemas, ni demasiado cortos, ni demasiado largos y en momentos del día en los que no tengas obligaciones, de manera que el nivel de estrés no suba.

Al avanzar, verás como tu manera de proceder se verá reforzada. Verás los resultados, disfrutaras de sus consecuencias. Así, cuando el hábito esté bien establecido, el volumen de voluntad que tendrás que emplear se reducirá. Lo que antes costaba, ahora es simplemente un automatismo.
 
Limita la cantidad de objetivos

No es aconsejable llenar nuestra agenda de objetivos que requieran de una gran voluntad. Raciona tu voluntad, igual que planificas el tiempo. Ambos son dos recursos limitados, aunque en alguna ocasión pueda parecernos lo contrario.

Finalmente, señalar una idea. Reducir el nivel de voluntad que empleamos para sostener nuestro día a día es una buena señal de que nuestra planificación vital es buena. Significa que hemos sido capaces de generar una corriente y que estamos disfrutando de ella.

Pedro González Núñez

viernes, febrero 22, 2019

Validar las emociones: construyendo nuestra identidad

¿Qué somos? Es una pregunta trascendental y, a menudo, frecuente cuando nos encontramos en situaciones específicas. Cuando no sabemos qué decidir, cuando nos enfrentamos a una ruptura amorosa o cuando tenemos que decidir qué trabajo escoger. ¿Qué tienen en común todas estas situaciones? Que en todas juegan las emociones. 

 
Así pues, de forma muy directa, la identidad y nuestro mundo emocional están relacionados. A menudo, la confusión sobre lo que sentimos extiende la duda a otras cuestiones importantes, como nuestra capacidad de control; un control que, por otro lado, podemos intentar recuperar influyendo o condicionando a los demás. De esta manera, pretendemos espantar nuestras dudas, comprobando que tenemos la capacidad de ascender sobre los demás y, por lo tanto, de influir en el devenir de los acontecimientos. 

Nuestras emociones nos definen

Saber identificar, regular y gestionar nuestras emociones es una asignatura pendiente en la educación. La importancia de esta habilidad es tan elevada que de ella dependerá, no solo nuestra salud mental, sino también la de los que formen una vida con nosotros.

Pensemos que las emociones son una moneda doble cara: por un lado tienen energía, por otro lado tienen uno o varios mensajes. Estas dos caras son igual de importantes y una buena regulación emocional pasa por alinearlas para que se pongan al servicio de nuestros intereses.

La tristeza nos suele pedir que reflexionemos y nos da un tipo de energía que invita a la pausa. El enfado con frecuencia dicta que alguien ha pisado nuestros derechos, y nos proporciona una energía para que pongamos los medio para que esto no vuelva a pasar. Ahora, somos nosotros los que decidimos qué hacer con ese mensaje, qué sentido darle. También somos nosotros quienes podemos regular la liberación de esa energía.

Somos nosotros, los responsables de nuestras emociones. El problema es que, de pequeños, no nos enseñan qué hacer con ellas -más allá de esconderlas o contenerlas-.

Las emociones que experimentamos, dependiendo de los estímulos externos, son responsabilidad nuestra, hecho que no es fácil de aceptar, ya que la tendencia a culpar a los demás sobre nuestra ira, nuestra tristeza o nuestra melancolía, es común. Es por esa razón, que la forma en la que se transforme la ira en tristeza o el miedo en alegría, definirá nuestra forma de afrontar los retos diarios y los problemas más abismales. Nos definirá a nosotros.
 
Validar las emociones

La validación emocional es aceptar y dar por válido lo que estamos sintiendo o lo que piensa otra persona, estemos o no de acuerdo con aquella emoción. Así, podemos validar nuestras emociones y también las de los demás.

A nivel teórico puede parecer un acto sencillo; sin embargo, validar las emociones está en proceso de extinción. Quejas comunes como “no me escucha”, “no me entiende”, “no me comprende” mientras la otra persona niega atónita tales afirmaciones, ya que considera “que sí que comprende” “sí que escucha” y “sí que entiende”, en muchos casos, son consecuencia de la falta de validación.

La posibilidad de que se produzca una validación emocional se evapora ante la necesidad de juzgar, opinar o defendernos ante una emoción que desconocemos. En ocasiones, sin intención de invalidar a la otra persona, usamos respuestas, comunicación no verbal o justificaciones que son un obstáculo para la construcción de puentes empáticos. Una empatía propicia para las raíces de la propia comprensión.

Las personas que no se sienten escuchadas, puede que tengan al público más atento, pero nadie estará validando sus emociones.

¿Qué sucede cuando no validamos emocionalmente?

Lo que sucede cuando no validamos emocionalmente, es parecido a lo que pasa cuando no expresamos emociones o las negamos. Como si fuésemos ollas a presión, vamos acumulando emociones poco ordenadas hasta que un día salen en forma de falta de autocontrol.

Al validar las emociones de nuestros hijos, de nuestras parejas, de nuestros familiares o de nuestros compañeros de trabajo, les acompañamos y estamos presentes en su malestar, les hacemos sentir seguros, protegidos, contenidos, cuidados, respetados y queridos.
La validación emocional permite, sin juicio, aceptar lo que le pasa al otro y dejarle cambiar las emociones negativas por emociones positivas.
La invalidación emocional es todo lo contrario. Es un rechazo indirecto de los sentimientos de la otra persona. Una negación de lo que está sintiendo que se traduce en falta de comprensión y de escucha.

Cuando nos cuentan algo alegre, sabemos acompañar, pero cuando nos cuentan algo triste, sólo sabemos invalidar. 

La invalidación emocional y el robo de la identidad

No validar emocionalmente lo que está sintiendo el otro puede ser un motivo que enfríe el vínculo y la relación. Como hemos mencionado al principio del artículo, las emociones no solo nos definen, sino que también nos orientan hacia determinadas opciones, estilos de vida, conductas y demás caminos que nos hacen únicos -a la par que reconocibles-, marcando así parte de nuestra identidad y autocontrol.

Por el contrario, que los demás no validen nuestras emociones puede sembrar en nosotros la idea de que no encajamos, de que hay algo oscuro en nuestro interior que nos hace frágiles, impredecibles y poco fiables. Así, si alimentamos y regamos esta semilla, si copiamos la posición de los demás ante nuestras emociones es fácil que terminemos extraviando por el camino la idea de quienes somos; al tiempo que el futuro se vuelve abrumador por no saber responder tampoco a la pregunta de quiénes queremos ser.

Es de gran relevancia validar las emociones durante la infancia, ya que la aceptación incondicional de las emociones de los más pequeños, facilitará su expresión, identificación y gestión emocional. Si por lo contrario, por miedo a la tristeza que pueda sentir un hijo, se evade con indirectas, con dobles mensajes o con soluciones, le estaremos invalidando emocionalmente y por lo tanto, le generaremos altas dosis de ansiedad, irritabilidad, nerviosismo e inseguridad.

El desconocimiento a las emociones, nos defienden de ellas.

El arte de saber validar las emociones

Existen algunos puntos que nos pueden ayudar a la hora de hacer una validación emocional:
  • Escucha activa o atención plena.
  • Posición corporal acogedora y empática.
  • Normalizar las emociones.
  • Evitar dar soluciones a las emociones.
  • Evitar justificarse o defenderse de ellas.
  • Evadirlas con humor.
  • Mantener la mente abierta sin juzgar.

Algunos ejemplos de validación e invalidación emocional que podemos ofrecer para una mejor comprensión al lector son: 

Invalidación emocional

María: no he podido acabar la tarea y estoy muy frustrada

Laura: ya la acabarás mañana, tranquila

María: ya pero es que lo estoy haciendo muy mal todo

Laura: no es el fin del mundo, María

María: yo creo que sí, ojalá me hubieses podido ayudar

Laura: yo he tenido que hacer muchas cosas hoy eh 

Validación emocional

María: no he podido acabar la tarea y estoy muy frustrada

Laura: ya, normal, debe de dar rabia dejarla a medias, ¿no?

María: sí, mucho. Creo que lo estoy haciendo muy mal todo

Laura: si? así te sientes?

María: la verdad es que sí. Ojalá me hubieses podido ayudar

Laura: es verdad, te hubiese ido bien. Me hubiese encantado poder echarte una mano. Lástima que he tenido un día lleno de cosas.

Validar las emociones es todo un arte digno de aprender para mejorar la humanidad y la empatía dentro de las relaciones humanas, para ayudar a que los más jóvenes crezcan sin sentir terror hacia el mundo emocional, y así podamos nombrar las emociones sin que sean territorio inexplorado. Entre todos, hagamos que “lo de ponerse en la piel del otro” un resultado mucho más humano, cercano y generoso.

Berta Escobosa

jueves, febrero 21, 2019

Cartas de papá






Ya está a la venta mi primer libro, cartas de papá. Disponible en amazon en versión ebook y física.
También te presento mi página pública en facebook, donde podrás conocer más del libro y de mí.

Saludos y bendiciones.

Wilmer Ramírez Valdez

Diferencias entre personas introvertidas y altamente sensibles

Las diferencias entre personas introvertidas y altamente sensibles son a menudo muy significativas. Para empezar, tal y como nos señalan los estudios de Elaine Aron, también hay extrovertidos con alta sensibilidad. Así, y aunque ambos perfiles compartan rasgos similares, presentan ciertas sutilezas, matices y singularidades que los hacen únicos y les dotan, a su vez, de un potencial particular.

 
 
Ha pasado mucho tiempo desde que Carl Jung introdujera los términos introversión y extraversión en su obra Los tipos psicológicos. Sin embargo, cabe señalar que se siguen cometiendo errores a la hora de interpretar este enfoque relacionado con la personalidad. Un aspecto que debemos tener en cuenta es que estas dos dimensiones no son excluyentes. Es decir, nadie es completamente extrovertido ni introvertido en todos los ámbitos de su vida.

Por otro lado, expertos en el campo de la personalidad, como Jonathan Cheek, de la Universidad de Texas, realizó un estudio en el 2011 para concluir que dentro de la introversión pueden identificarse hasta cuatro tipologías diferentes. Es decir, con ello queremos dejar claro un sencillo aspecto: a menudo, nos dejamos llevar por términos, etiquetas y definiciones que no siempre son precisas.

La personalidad humana y su comprensión es un ámbito tan complejo como apasionante. La ciencia psicológica lleva desde los años 30 intentando asentar sus bases. Así, y desde que Gordon Allport publicara su libro Personality (1936), hemos avanzado bastante en su comprensión. Por ello, es importante comprender alguno de sus matices, como esos aspectos que marcan distancias entre la introversión y la alta sensibilidad.

“Deseo como todos los demás, ser feliz. No obstante, debo serlo a mi manera”.
-Jane Austen- 

Las diferencias entre personas introvertidas y altamente sensibles

Es común vincular casi en exclusiva la introversión con la alta sensibilidad. Igual que es habitual pensar a su vez que todos los introvertidos son tímidos y que los extrovertidos necesitan casi a cada instante, la estimulación de los contextos sociales. Asumir estas ideas puede hacer que muchas personas sientan sobre sí mismas el peso de la contradicción.

Tenemos por ejemplo a los extrovertidos sensibles. Este tipo de perfil caracteriza a menudo a muchos activistas, abogados, trabajadores sociales… Son profesionales entregados a los demás que sufren en muchos casos lo que se conoce como desgaste por empatía. Es decir, sienten la necesidad de estar en contacto con las personas, pero no son capaces de poner filtros ante el dolor emocional ajeno.

Entender las diferencias entre personas introvertidas y altamente sensibles nos puede ayudar a comprendernos mejor o a identificar estos perfiles con mayor exactitud.
 
Los introvertidos

Libros, como El poder de los introvertidos de Susan Cain, nos permiten profundizar de manera detallada en esta personalidad. Así, de muchos datos que nos ofrece en su trabajo, se parecen bastante a las teorías que asentó Hans Jürgen Eysenck en su día. Este psicólogo pionero también en el estudio de la personalidad señaló que la introversión tiene un origen genético.

Es decir, hay un factor biológico. Por ejemplo, se sabe que el cerebro de un introvertido no siempre recibe dopamina cuando interactúa socialmente. Hay un umbral, un límite donde una conversación puede terminar agotando. Un límite donde una fiesta deja de ser divertida para ser asfixiante y sentir el deseo de estar solo.

A su vez, también debemos saber que no todos los introvertidos empatizan de forma intensa con aquellos que les rodean. Hay quien no conecta emocionalmente con quien tiene delante ni tiene interés alguno por hacerlo.
Asimismo, otra diferencia entre personas introvertidas y altamente sensibles, es que en las primeras podemos diferenciar hasta cuatro tipologías:
  • Introvertidos ansiosos (asociado a problemas de estrés y ansiedad).
  • La introversión social (evitan determinados contextos sociales por inseguridad personal).
  • Introversión imaginativa (personas muy introspectivas y soñadoras).
  • La introversión reservada (perfiles distantes, fríos y analíticos). 

Las personas altamente sensibles

Un aspecto que ya hemos señalado sobre al alta sensibilidad es que también aparece en personas extrovertidas. Por tanto, no estamos ante un rasgo “exclusivo” de la introversión. Se trataría más bien de una característica presente en un 20 % de la población, que presentaría a su vez los siguientes factores:
  • La persona altamente sensible procesa su realidad de otro modo. Así, todo estímulo perceptivo se vive con mayor intensidad.
  • Las luces, los sonidos, los roces de determinados tipos de ropa en la piel, la temperatura… Todo ello son estímulos que a veces pueden llegar a ser dolorosos.
  • Aparece por igual en hombres y en mujeres.

Estudios como los llevados a cabo por la doctora Bianca P. Acevedo, del departamento de Ciencias Psicológicas y del Cerebro, de la Universidad de California, nos señala lo siguiente:
  • Las personas altamente sensibles presentan una mayor activación cerebral de las regiones involucradas en la atención, conciencia, empatía e información sensorial.
  • Sufren en mayor grado las decepciones, el peso de las mentiras ajenas, de las decepciones…
  • Conectan de forma intensa con las realidades emocionales ajenas.

Aspectos importantes sobre personas introvertidas y altamente sensibles

Llegados a este punto, sabemos ya que hay diferencias entre personas introvertidas y altamente sensibles. Hay matices que sin duda, pueden ayudar a los perfiles extrovertidos e incluso muchos niños con hiperactividad a entender, por ejemplo, por qué se contagian tanto de las emociones ajenas o por qué les cuesta tanto manejar las propias.

En estos casos, el matiz de la alta sensibilidad puede hacer que la vida sea más intensa y hasta complicada. Por otro lado, hay diversos aspectos a considerar.
  • La introversión se integra en un espectro, uno donde los extremos pueden causarnos serias limitaciones. Nos referimos a los introvertidos ansiosos que batallan a diario con sus miedos, inseguridades y con esa clara dificultad para interaccionar socialmente.
  • El otro aspecto tiene que ver con la alta sensibilidad. A menudo, este tipo de personalidad puede verse atraída por las personas narcisistas. Mientras uno busca atender al otro, este último se aprovecha de su empatía y sensibilidad para dominarlo y reforzar así su sentido del yo y su necesidad de control.

Como vemos, hay detalles que conviene tener presentes en ambos perfiles (así como en cualquier otro). Trabajemos por tanto en mantener el equilibrio, en conocer nuestro potencial y esas posibles aristas o puntos débiles de nuestra personalidad para garantizar el propio bienestar y la felicidad.

Valeria Sabater

miércoles, febrero 20, 2019

¿Para qué te castigas, si no sirve de nada?

El autocastigo no sirve de nada. Ese enfado irracional con uno mismo, esa manera de tratarse con desprecio cada vez que se siente vergüenza o falta de control o cada vez que se fracasa o se experimenta el rechazo de los demás, es inútil, y no es sano. ¿Por qué te castigas? ¿No deberías de cuidar de ti mismo?

 
 
El autocastigo implica también auto-lesiones, insultos a uno mismo, aislamiento y sentirse indigno de los demás. Pero con eso tampoco arreglamos nada. Puede que lo sepas, pero aún así no sabes qué hacer para dejar castigarte a ti mismo, cómo salir de ese círculo de auto-ataque destructivo para encaminarte hacia un patrón constructivo de conducta. 

¿Por qué es tan difícil dejar de castigarse?

El autocastigo es tan persistente porque es una defensa contra el dolor de la vida. Y la vida está llena de dolor. Todos tenemos necesidades fuertes de conectar con otros, de ser aceptados, de alcanzar el éxito y la aprobación. Pero nos enfrentamos a la realidad de que, a veces, los demás nos rechazan, se decepcionan con nosotros y ponen sus necesidades por delante de las nuestras. Las personas que amamos sufren y mueren, y nuestros sueños no siempre se hacen realidad.

Cuando sentimos este dolor sacamos energía porque estamos dispuestos a hacer algo al respecto. Esta energía puede ser experimentada internamente en forma de ira o rabia. Esto nos motiva para buscar la paz interior y superar el dolor, nos impulsa a salir y volver a intentar conseguir lo que queremos o necesitamos.

Sin embargo, cuando somos una y otra vez derribados, ignorados, despreciados o atacados por tratar de satisfacer nuestras necesidades, puede aparecer la necesidad del autocastigo. Lo mismo puede ocurrir si descuidamos la búsqueda de esa paz para superar el dolor.

Te castigas porque no eres capaz de sacar ese dolor que sientes por dentro. Te castigas cuando tus emociones te superan y solo un dolor físico es capaz de distraerte. Te castigas porque te sientes víctima de las circunstancias y crees no tener las riendas de tu propia vida

Esto provoca que la persona pueda sentirse insegura o inútil, y coge esa rabia y esa ira y la vuelve contra sí mismo. En ese momento, se empieza a pensar en uno mismo como la causa del problema. La culpa hace que se rechace a sí mismo y que sienta la necesidad de castigarse. 

¿Por qué el autocastigo no sirve de nada?

Esos autoataques no son vistos como una amenaza, sino como una forma de esperanza que espera que mediante el dolor se mitigue el problema. Pero esos castigos no solucionan nada, y te dejan abatido y aislado.

Te familiarizas tanto con ese hábito de atacarte a ti mismo, que empiezas a sentirlo como una parte permanente de lo que eres. Esa ira contra ti mismo te puede consumir y distraer de estar presente y comprometido con tu vida. Tus relaciones, tus conexiones contigo mismo y con los demás, te afirmarán más en esa necesidad de castigarte en un ciclo continuo cada vez más difícil de derribar.
 
¿Cómo liberarte del autocastigo?

Para empezar, tienes que reconocer que el autocastigo puede estar profundamente arraigado. De hecho, puedes sentir la necesidad de castigarte aún más cuando descubras lo profundo que ha calado tu dolor. Pero eso no debe frenarte, y tienes que ser sincero contigo mismo, dejar que fluya.

Debes enfocar más allá de la autoestima. Si fueras capaz de encontrar el amor propio y la aceptación, no habrías llegado a esto, es cierto, pero tienes que empezar por algún sitio. Crear un sentido más positivo de sí mismo es muy importante para mejorar tu bienestar.

Más allá de la necesidad de castigarte a ti mismo, necesitas conseguir ayuda para sacar tu dolor, necesitas una forma de canalizar tu ira. Si no puedes solo, busca alguien que te apoye, que te guíe. También necesitas experimentar la sensación reconfortante de la calma, como paso previo para aprender a relajarte cuando sientas la necesidad de volver tu ira contra ti mismo.

Por último, es importante que aprendas a experimentar la compasión por el dolor en los demás y que aprendas a valorar las necesidades humanas. Solo así serás capaz de experimentar compasión hacia ti mismo y a valorarte.

Con el tiempo, nos encontramos con que tenemos la capacidad de recuperación para manejar el dolor de la vida real y la habilidad para identificar y perseguir lo que queremos y necesitamos. Valientemente, nos liberamos del mismos autocastigo y dirigimos nuestra energía de vuelta al mundo.

¿Y tú, aún te castigas?

Eva Maria Rodríguez

martes, febrero 19, 2019

Pensamiento equilibrado: una mirada sintonizada con el mundo

El pensamiento equilibrado nos permite enfocar el mundo sin muchos filtros y con una distorsión moderada, con autenticidad y sin enfangarnos demasiado en prejuicios, sin que las imágenes salgan muy movidas por las distorsiones cognitivas. Asumir y practicar este tipo de enfoque nos permitiría dejar a un lado un amplio abanico de elementos negativos: desde la ansiedad hasta esas espirales de desánimo que a veces nos acechan.
 
 
Cuando escuchamos la palabra “equilibrio” nos vienen a la mente varias ideas. Una de ella es sin duda la clásica imagen de alguien avanzando por una cuerda pendida en el aire intentado no caer, avanzando a duras penas pero con hábil maestría con el fin de no precipitarse al vacío. Su equilibrio, lejos de estar en los pies, se encuentra sobre todo en su mente. Esta imagen como tal, no puede ser más acertada.

“La felicidad no es una cuestión de intensidad, sino de equilibrio y orden, ritmo y armonía”
-Thomas Merton-

En nuestro día a día, nos encontramos muchas veces en esta misma situación. Nuestra realidad a veces es caótica, demandante, compleja y hasta dolorosa. La vida es la propia cuerda floja y nosotros esos acróbatas que deben mantener el equilibrio con el fin de no perder el control. Aplicar un pensamiento equilibrado es clave para lograrlo, porque a partir de él también nuestras emociones encuentran calma y nuestros “pies” la direccionalidad para permitirnos llegar a un objetivo concreto.

Sin embargo, cabe decir que lograrlo no es fácil. Nuestro cerebro opera la mayor parte de las veces de forma inconsciente y mediante automatismos. Esos atajos mentales derivan a menudo a través de muchos sesgos, de muchas actitudes limitantes y mediante esquemas muy rígidos que a veces nos hacen derivar hacia los extremos. Debemos por tanto asumir el control y el poder del propio ser para hallar la flexibilidad y ese mágico equilibrio que lo reordena (casi) todo. 

Pensamiento equilibrado: hallar la calma en medio de la incertidumbre

Hace unos años se realizó un interesante estudio en el Centro Médico Universitario de Hamburgo-Eppendorf. En él se tomaron a un grupo de pacientes con depresión y otros con trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) y se les incluyó en un programa de entrenamiento metacognitivo que duró un año. El propósito era concreto, a la vez que desafiante: conseguir que estas personas toleraran la incertidumbre, que se redujeran las distorsiones cognitivas, que lograran reflexionar sobre sus propios pensamientos y que mejoraran sus procesos de razonamiento.

El resultado de este estudio fue muy positivo, tanto, que en muchos casos se logró reducir las dosis de las medicaciones. Todo ello nos invita a concluir con la clásica frase de que “pensar bien nos ayuda a vivir mejor“. Aplicar un pensamiento equilibrado es por tanto un modo muy útil de invertir en nosotros mismos y una ayuda inestimable para afrontar muchos de esos patrones mentales que nos dejan atrapados en agujeros negros. Veamos ahora cuáles son esos procesos internos que suelen quitarnos, precisamente, calidad de vida. 

Muchos de nuestros pensamientos están distorsionados

La ansiedad, las preocupaciones constantes y los miedos funcionan mediante anclajes negativos. Los aplicamos casi sin darnos cuenta, focalizándonos en el qué pasará, en ese error del ayer, en eso tan malo que creo que puede ocurrir… Este patrón cognitivo se basa a menudo en un tipo de ingeniería mental muy sofisticada además de implacable: los pensamientos distorsionados. Entre ellos, podemos encontrar los siguientes, esos que solemos aplicar con más frecuencia en el día a día:
  • Filtraje: centramos la atención en detalles negativos para intensificarlos.
  • Pensamiento polarizado: en nuestra realidad no hay términos medios, todo es bueno o malo, blanco o negro.
  • Sobregeneralización: a partir de las cosas más pequeñas e insignificantes, somos capaces de inferir tremendas y dramáticas conclusiones.
  • Visiones catastrofistas: nada bueno va a suceder, está claro que haga lo que haga todo va a salir mal
  • Personalización: cualquier suceso casual o incluso todo lo que hagan, piensen o digan los demás, tendrá que ver con nosotros.
  • Razonamiento emocional: aquello que sentimos es lo que nos define. Si nos sentimos fracasados es que verdaderamente somos unos fracasados irremediables.

Vistos estos patrones de pensamiento es muy posible que más de uno se pregunte si para corregir esto, lo ideal sería “pensar en positivo“, ir en la dirección opuesta. Bien, por curioso que parezca este tampoco es el camino. No se trata de hacer uso de un positivismo extremo, de decirnos a nosotros mismos aquello de “todo va a salir bien”.

En caso de hacerlo de este modo también estaríamos aplicando un pensamiento distorsionado. No se trata por tanto de ir a los extremos, de pensar solo en cosas malas o en cosas buenas. El buen “equilibrista” va con calma, paso a paso y asume una responsabilidad plena consigo mismo viendo todo lo que le rodea con atención y objetividad. 

¿Cómo aplicamos el pensamiento equilibrado?

Aplicar en nuestro día a día un pensamiento equilibrado no solo hará que reduzcamos el riesgo de sufrir estrés, ansiedad o de caer en el círculo de la depresión. Pensar de forma equilibrada también mejora nuestra convivencia porque evitamos hacer uso de los “ismos”, es decir, los prejucios, egoísmos, fanatismos…

El pensamiento equilibrado se desprende y deja ir muchas de esas trampas internas que nos impiden vivir con plenitud queriéndonos un poco más y respetando también a quienes nos envuelven. Aprendamos por tanto a hacer uso de él.

“La vida es como montar en bicicleta; para mantener el equilibrio debes seguir moviéndote”
-Albert Einstein-

Claves para aplicar el pensamiento equilibrado

El primer paso es aplicar la calma. A veces vivimos demasiado deprisa porque nos hemos acostumbrado a vivir de forma automática, y hacerlo de este modo intensifica la aparición de ese pensamiento “desequilibrado”, es decir, el que no razona, el que se deja llevar, el que no reflexiona, no ve, no aprecia… Bajemos el ritmo, permitámonos momentos en silencio y calma.
  • El segundo paso es no hacer suposiciones. Lograrlo puede costarnos, pero evitemos en la medida de lo posible caer en los juicios rápidos, en el uso de etiquetas… Puede ser más rápido, pero también aumenta considerablemente nuestros errores.
  • Dejar de sabotearnos. Digamos “no” a distorsionar la realidad y a ser siempre las víctimas. Respetémonos, tengamos confianza en nosotros mismos y veamos oportunidades donde antes solo imaginábamos puertas cerradas.
  • Aceptar la incertidumbre. El pensamiento equilibrado tolera la incertidumbre, no la teme porque opina que no todo lo que va a venir es malo, y si lo es, disponemos de adecuadas estrategias para afrontar lo que pueda acontecer.
  • No distorsionar la realidad, aprende a ver las cosas tal y como son, tal y como ocurren. No nos obsesionemos en cómo nos gustaría que fuera todo, seamos más receptivos, más humildes.
  • Confiar más en los demás: no excluyas al que piensa diferente, no te sientas superior ni inferior a nadie. Practica la aceptación y deja a un lado los resentimientos.

Para concluir. Somos conscientes de el pensamiento equilibrado que no es fácil de aplicar en el día a día, hacerlo implica reestructurar muchas estanterías de nuestro ser, derribar muros, corregir enfoques y permitirnos ser un poco más “libres”. Asumamos por tanto este objetivo como ejercicio cotidiano, aprendamos a desarrollar un enfoque más sosegado, receptivo y equilibrado.

Valeria Sabater

lunes, febrero 18, 2019

Una fábula budista sobre la ansiedad

Nos traslada esta fábula budista sobre la ansiedad a un lejano lugar donde vivía un hombre muy rico, el mismo que tenía especial devoción por la belleza. Su casa era especialmente hermosa: se había construido siguiendo sus indicaciones. Todo lo que le rodeaba tenía valor, pero aún así nuestro protagonista no dejaba de sentir un vacío que no sabía con qué llenar.

 
 
Tras mucho reflexionar, miró por la ventana de su habitación y vio que sus tierras llegaban más allá del último lugar que podía alcanzar con su vista. Sin embargo, reparó en que no había color en toda esa extensión. Así, llegó a la conclusión de que lo que le hacía faltaba era un jardín. Las flores llenarían de aroma esos campos y, por supuesto, los volverían policromáticos. Sí, eso era lo que necesitaba.

Mandó entonces que se contratara al mejor jardinero, sin reparar en sus honorarios. Después de una cuidadosa búsqueda, quien mostró tener mayor conocimiento y maestría con las plantas fue un hombre humilde, que además tampoco carecía de sabiduría. Dice esta fábula budista sobre la ansiedad que, sin dudarlo, lo contrató. Quería tener el jardín más bello que hubiera en el mundo.

“La ansiedad con miedo y el miedo con ansiedad contribuyen a robarle al ser humano sus cualidades más esenciales. Una de ellas es la reflexión”.
-Konrad Lorenz-

Un jardín hermoso y un suceso extraño

El jardinero empezó a trabajar en ese hermoso jardín soñado. Según cuenta esta fábula budista sobre la ansiedad, en poco tiempo comenzó a hacerse realidad el fruto de su esfuerzo. En un par de meses, los extensos campos se llenaron de bellísimas flores. Había rosas, crisantemos, claveles, tulipanes: todo ello en su conjunto conformaba una atmósfera espectacular.

El ideario de aquel jardín se sentía muy contento. Sin embargo, empezó a suceder un fenómeno extraño extraño. Algunas zonas del bello jardín amanecían maltratadas. Como si algo o alguien hubiese caminado sobre ellas. También las flores aparecían mordisqueadas, al igual que los frutos del cerezo.

El dueño del jardín se alarmó. No podía ser que después de tanto esfuerzo, alguien lo arruinara. Por eso llamó al jardinero y le encomendó la tarea de descubrir qué estaba pasando y hacerse cargo del asunto.


Un visitante inesperado

El jardinero observó con cuidado las plantas que estaban estropeadas. Lo que estuviera pasando, sucedía por la noche. Así que decidió esconderse en un rincón y observar. Esperó un buen rato, pero nada ocurría. Por fin, pasada la media noche, vio a un ciervo que se acercó sigilosamente. Aplastaba varias flores a su paso, para llegar hasta donde estaban las cerezas. También mordisqueaba algunas flores.

Al ver esto, el jardinero saltó para atrapar al ciervo, pero este animal era muy ágil y en un par de segundos ya estaba lejos de su alcance. Pasaron varios días sin que volvieran a aparecer desperfectos; sin embargo, esta tregua duró poco. El jardinero pensó que sería muy difícil atrapar el ciervo. Era precavido, tímido y demasiado ágil. La única manera de vencerlo sería logrando que traicionara su naturaleza.

Cuenta la fábula budista sobre la ansiedad que el jardinero urdió un plan. La única manera de lograr que el ciervo traicionara su naturaleza sería desatando su deseo y luego su codicia.

La moraleja de la fábula budista sobre la ansiedad

El jardinero comenzó a dejar pequeñas delicias para que el ciervo se alimentara. Como si fuera algo casual, dejaba pequeñas golosinas escondidas entre la hierba, de manera que el ciervo se paraba a degustar esos manjares. Al día siguiente, el jardinero dejaba aún más tentaciones para el ciervo. Sin embargo, lo que definitivamente marcó la diferencia fue la miel.

El ciervo adoraba la miel. El jardinero lo notó y comenzó a dejarle pequeños trozos de galletas con miel en un lado y en el otro. El ciervo poco a poco comenzó a ponerse frenético. Ya se le veía entrar al jardín tan pronto se ocultaba el sol. No podía esperar a comerse todos los suculentos manjares que encontraba allí. Llegó a un punto en el que incluso empezó a ir a plena luz del día. No podía contenerse.

Cuenta la fábula budista sobre la ansiedad que en ese punto, el jardinero supo que ya lo había vencido. Por eso, una mañana dejó una gran cantidad de galletitas miel que estaban organizadas como si formaran un camino. El ciervo llegó y comenzó a comerlas. Cuando llegó al final, una puerta se cerró. Había entrado en una jaula sin darse cuenta, quedando sin libertad.

El jardinero le contó todo al hombre acaudalado, quien se sorprendió con la sabiduría del buen hombre. Comentaron que hasta la naturaleza más reservada se transforma cuando el deseo pasa a dirigirla, especialmente si este deseo se alimenta.

Edith Sánchez

domingo, febrero 17, 2019

¿Cómo es la relación que tienes con tu cuerpo?

La relación que tienes con tu cuerpo no es tan obvia como pudiera pensarse. Ese vínculo, tan evidente y esencial, muchas veces se mantiene en un segundo plano, a pesar de su importancia. El cuerpo parece ser una realidad tan obvia para algunos, que no amerita ningún ejercicio de reflexión o de conciencia. Sin embargo, no es así. 


 
Con frecuencia, la relación que tienes con tu cuerpo es de tipo instrumental o funcional. Instrumental cuando la asumes como una vía para generar determinado impacto en los otros. De este modo, te “cuidas” para gustar, o te adornas para atraer. También es posible que ocurra lo contrario: te ocultas de la mirada de los demás o te descuidas porque no tienes un buen autoconcepto en este terreno.

“El secreto para tener buena salud es que el cuerpo se agite y que la mente repose”.
-Vincent Voiture-

La relación que tienes con tu cuerpo también puede ser solo funcional. Te acuerdas de él cuando sientes un dolor o te enfermas. Mientras estás saludable, se te olvida que se trata de un organismo en actividad constante, y que todo lo que haces, sientes y piensas tiene lugar biológicamente dentro del mismo.

La desidia y la obsesión con el cuerpo

Algunas personas tienen una relación distante con su cuerpo. No lo exploran, no lo conocen y también es posible que sientan cierto desprecio o aprehensión hacia él. En quienes tienen ese vínculo problemático pueden aparecer los dos extremos: aquellos que son excesivamente pudorosos y atentos con su organismo, y los que son básicamente indolentes con su propio cuerpo.

Quienes se tornan obsesivos con su cuerpo son, generalmente, muy aprehensivos. Tienen una especial insistencia con el tema de la limpieza y con el miedo a los gérmenes. Se muestran intolerantes con los olores naturales del sudor, la orina o las heces. No los ven como olores naturales, sino como una señal de alarma. Su pudor con el aseo, a veces, llega a extremos. En este caso, el cuerpo es un territorio de combate y la expresión de un conflicto psicológico sin resolver.

En el otro extremo están los que hacen de la desidia su norma. Una señal de problemas mentales es el descuido extremo con la higiene corporal y con el cuerpo en general. Prima el no bañarse, no cambiarse, apestar y no preocuparse por esto. Hay algo que ocupa tan obsesivamente la mente, que el cuerpo pasa a un segundo plano. Si la relación que tienes con tu cuerpo se ubica en alguna de estas dos categorías, con toda seguridad, necesitas ayuda. 

Las emociones y la relación que tienes con tu cuerpo

Las emociones no son positivas o negativas en sí mismas, pero algunas de ellas sí causan mayor perturbación en el organismo. Por perturbación entendemos la activación de procesos que alteran el equilibrio normal. Esas emociones son la ira, la tristeza y la angustia. Y, por supuesto, las que son combinación o derivación de estas: frustración, estrés, intolerancia, etc. Todas esas emociones son una respuesta a estímulos que se perciben como amenazantes. Eso sí, se perciben así, aunque no necesariamente lo sean.

En la relación que tienes con tu cuerpo influye mucho tu universo emocional. Hay abundante literatura en la cual se evidencia que las emociones ayudan a restablecer el equilibrio orgánico en algunos casos o a facilitan la aparición de mecanismos que inducen a la enfermedad, en otros. La ciencia ha verificado que la ansiedad es una de las compañeras más habituales de distintas enfermedades. En particular, de las enfermedades infecciosas y autoinmunes.

También se ha comprobado que la ansiedad influye de forma negativa en los procedimientos quirúrgicos. A su vez, lo que se conoce como “estrés” tiende a alterar los procesos normales de recuperación del organismo. La secreción de hormonas durante los episodios de estrés hace que se incrementen las condiciones favorables para que progresen algunos tipos de enfermedades como las cardiovasculares. También deprimen el sistema inmunológico y esto ayuda a que se desarrollen otras enfermedades.

Para muchas personas pasa desapercibido el efecto de sus emociones en el organismo. No notan que, por ejemplo, el ritmo de sus latidos aumenta, o la respiración cambia. Tampoco son conscientes de los cambios de temperatura, de la tensión en ciertos músculos o de la aceleración en algunos procesos. La relación que tienes con tu cuerpo pasa por la pregunta de qué tan sensible y consciente eres de esos cambios que tienen lugar en tu organismo. Lo que respondas te puede dar una idea acerca de la calidad de ese vínculo.

Edith Sánchez

sábado, febrero 16, 2019

El silencio puede cambiar tu vida

El silencio es la vía más sencilla y natural para aquietar la mente y calmar las emociones. Esta es una verdad muy simple, que tiene consecuencias muy profundas. Es sorprendente todo lo que podemos lograr si básicamente aprendemos a guardar silencio, sin apenas movernos. No como un acto de contención o represión, sino como una manera de sortear inteligentemente todo tipo de situaciones.

 
 
No es exagerado decir que la vida de cualquier persona puede cambiar si tan solo logra que el silencio ocupe un lugar central. Son incontables los conflictos que se logran evitar, las culpas que se conjuran, la claridad que se consigue y el equilibrio que se alcanza. De hecho, muchos conocedores definen el zen precisamente como la capacidad para guardar silencio y quedarse quieto.

“Los ríos más profundos son siempre los más silenciosos”.
-Curcio-

En la actualidad, todo parece ir en contra de la tranquilidad, el silencio y las formas de vida sencillas. Por el contrario, nos rodeamos de estímulos, experiencias y de ruido, mucho ruido. El ser humano permanece en una actitud de acumulación que conduce a estados de inquietud. Fácilmente terminamos sintiéndonos insatisfechos, sin importar cuántas experiencias, amores, dinero o éxitos hayamos logrado acumular. La razón es una sola: nos hemos olvidado de lo esencial.

El bombardeo de estímulos

Aunque todos los avances de la ciencia y la tecnología han tenido lugar para resolver problemas y hacer más simple la vida, finalmente no lo han logrado. Y no ha sido así porque la simplicidad es un concepto que está en la mente y el corazón de las personas, no en un aparato o en un mecanismo.

Muchos de los inventos contemporáneos existen, fundamentalmente, para ahorrarnos tiempo. El tiempo es vida y lo que se ha pretendido es que no desperdiciemos ese valioso bien realizando acciones mecánicas que poco o nada le aportan a nuestro crecimiento. Sin embargo, en lugar de aprovechar esa maravillosa oportunidad, terminamos haciendo de ese tiempo libre un espacio para la compulsión, las acciones banales y los automatismos.

Es como si nos aterrara dejar momentos o espacios en blanco. Nos obsesiona el llenar cualquier vacío. Esa es la razón por la que también el silencio se ha vuelto intolerable para muchas personas. Creen que siempre deben reaccionar, decir algo, o que se lo digan.

¡Hay que ver cómo se aterran algunos cuando no tienen el teléfono móvil al lado…! Esto supone un silencio en esa infinita interacción virtual que sostienen.
 
Una vida simple

Nos complicamos la vida de forma innecesaria. Nos llenamos de objetos, deseos y acciones completamente intrascendentes. Y a veces, cuando sentimos el peso de todo eso, terminamos tratando de adquirir otro objeto u otra experiencia para conjurar ese malestar. Se nos olvida que la clave no es adquirir algo adicional, sino deshacernos de lo que nos sobra.

Una vida simple es aquella en la que se tiene y se hace sencillamente lo que se necesita. Comer cuando tenemos hambre y dejar de hacerlo cuando nos saciamos. Dormir cuando tenemos sueño y nos acostamos, y estar despiertos cuando es necesario. Trabajar, amar, disfrutar de los momentos de ocio, aplicarnos en los momentos de trabajo…

La simplicidad está en retornar a lo esencial. Parte del secreto para lograrlo está en volver a dar un lugar al silencio. Este es el camino para que la mente y el corazón adquieran un ritmo más pausado. Solo así logramos reconocer lo que hay en nuestro interior.

El silencio y su riqueza

El silencio sí tiene la capacidad para cambiar nuestra vida porque a través de él nos reencontramos con lo esencial de nosotros mismos. El maestro zen Jorge Bustamante, señala que silencio y quietud van de la mano. ¿Cómo quedarnos quietos? Simplemente dejando de movernos. Después, la quietud interior vendrá por sí sola.

Nuestro problema no son las cosas que no tenemos, ni los amores que nos abandonan, ni las posiciones o experiencias que no logramos alcanzar. El problema está en ese deseo frenético y equivocado de alcanzar algo externo, para que se pacifique nuestro mundo interno. Es un saco sin fondo en el que siempre habrá un lugar para algo más y nunca aparecerá la sensación de que ya es suficiente.

El silencio y la quietud contribuyen a calmar ese deseo caótico e insaciable y favorecen ese estado de paz interior que tanto necesitamos. Nos ayudan a diferenciar lo esencial de lo innecesario. Esto se traduce en mayor claridad interior, mayor lucidez y, por supuesto, mejores acciones y decisiones. El silencio también habla, nos habla. ¿Por qué no escucharlo?

Edith Sánchez

viernes, febrero 15, 2019

La heurística de la afectividad: como sentimos es como pensamos

La heurística de la afectividad nos dice que las emociones determinan gran parte de nuestros pensamientos y, en consecuencia, las propias decisiones. Algo así tiene una gran relevancia, por ejemplo, en el modo en que nos alimentamos, en que compramos y en que reaccionamos ante las dificultades cotidianas de la vida, ahí donde no siempre hay tiempo para reflexionar, para pensar mejor.

 
 
En un mundo de prisas, las evaluaciones basadas en lo meramente emocional rigen gran parte de nuestras conductas. A todos nos encantaría, sin duda, disponer de más tiempo para filtrar y procesar gran parte de la información que recibimos. Sería estupendo poder detener el segundero de los relojes y parar el tiempo, para apreciar de manera más relajada todo lo que nos rodea.

Sin embargo, tal matiz no siempre es posible. De ahí, que emitamos a menudo respuestas, comportamientos y elecciones en cuestión de segundos sin que estas pasen previamente por la sala mental de análisis y el tapiz de la reflexión. Así, especialistas en el tema, como Daniel Kahneman, psicólogo cognitivo, Premio Nobel y experto en toma de decisiones, nos señalan algo interesante.

Cuando pensamos rápido, a menudo no lo hacemos bien. Y no lo hacemos por una sencilla razón: porque tampoco nos sentimos bien, porque nuestro estado de ánimo no es en todos los casos el más favorable. Al fin y al cabo, las personas no podemos elegir “el modo en que nos sentimos” y cuando las emociones más complejas toman el control, la realidad se complica.

“Nada es tan grave como parece cuando lo piensas con calma”.
-Daniel Kahneman-

La heurística de la afectividad ¿qué es?

La heurística de la afectividad nos recuerda que el mundo de las emociones es más poderoso de lo que podamos creer en un primer momento. De hecho, los neurocientíficos no se equivocan cuando señalan aquello de que el ser humano es, por encima de todo, una criatura emocional que, un buen día, aprendió a pensar.

Es más, Antonio Damasio, neurobiólogo cognitivo reconocido por su labor como divulgador, nos explica en El extraño orden de las cosas, que las emociones, entendidas básicamente como marcadores somáticos, influyen en gran parte de nuestros razonamientos. Así, y aunque a veces demos por sentado que “controlando el pensamiento dominaremos las emociones”, la cosa no es tan sencilla como parece. 

Heurísticos afectivos: respuestas rápidas ante las necesidades cotidianas

Un heurístico es un atajo mental. Es una estrategia que utilizamos para resolver un problema puntual de manera rápida y lo más simple posible. De este modo, entendemos que los heurísticos afectivos son respuestas y elecciones que tomamos de forma inconsciente basándonos en cómo nos sentimos en ese momento.

Estas evaluaciones basadas solo en el afecto (no en la reflexión) son rápidas y automáticas. Ahora bien ¿quiere decir esto que toda decisión que llevemos a cabo con estos heurísticos son erróneas? La respuesta es “no”. Tal y como nos explican Slovic, Finucane, Peters y MacGregor (2002) los heurísticos afectivos parten también de nuestras experiencias.

Estos serían unos sencillos ejemplos:
  • Cuando he tenido un mal día en el trabajo, me voy de compras. Lo hago porque sé que en otras ocasiones me ha hecho sentir bien, y esa sensación me agrada. No obstante ello implica un riesgo ⇒ acabaré comprando cosas que no necesito.
  • Soy técnico de selección en una empresa. Tengo que elegir a un candidato entre todos los que he entrevistado en este mismo día. Elegiré al que me dé más confianza independientemente de su formación y experiencia, porque en otras ocasiones me ha dado buen resultado.

Estudios como los llevados por el doctor Paul Slovic, de la Universidad de Oregon, nos indican que este tipo de juicios basados ​​en la heurística de la afectividad se dan cuando las personas no tenemos tiempo para reflexionar o bien, cuando nuestro estado de ánimo es muy bajo y no podemos pensar con claridad, de manera más reflexiva. 
 
¿Qué pasa si tomo todas mis decisiones bajo la heurística de la afectividad?

La heurística de la afectividad nos demuestra que este tipo de “atajo mental” media en gran parte de nuestras decisiones, sean grandes o pequeñas. En ocasiones, no hay duda, podemos actuar con acierto al dejarnos llevar por ese primer impulso, por esa impronta somática, como la define Antonio Damasio.

Sin embargo, en una buena parte de las veces, al actuar de manera automática y puramente emocional, derivamos en conductas nocivas y hasta negativas para nosotros mismos. Podemos, por ejemplo, caer en algún trastorno de la alimentación, en comportamientos adictivos, o simplemente, tomar una decisión de la que más tarde terminemos arrepintiéndonos por completo.

Ahora bien, para evitar (o controlar al menos) este tipo de conductas, no se trata en absoluto de excluir al completo el componente emocional de nuestra mente. Las personas somos básicamente emociones y por lo tanto no hay que separarlas, hay que entenderlas, manejarlas, integrarlas y tener un dominio sobre ellas.

El doctor Daniel Kahneman, nos explica en su libro Pensar rápido, pensar despacio, que deberíamos promover un pensamiento más lento y deliberativo, ahí donde no llevarnos siempre por el primer impulso. Equilibrar las emociones con el sentido de lógica, enhebrar el sentimiento con el hilo de la adecuada reflexión, nos ayudará sin duda a tejer decisiones más meditadas y seguramente, hasta acertadas. Intentémoslo al menos.

Valeria Sabater

jueves, febrero 14, 2019

Los tipos de amor según John Allan Lee

Existen diferentes tipos de amor según John Allan Lee. Para diferenciarlos parte de la idea de que, al igual que ocurre con los colores, hay tres tipos de afectos primarios que, al mezclarse entre ellos, dan lugar a otros tres. Este enfoque, surgido en los años 70, nos recuerda aspectos tan importantes como que todas las personas para ser felices necesitamos nutrientes tan básicos como son el respeto, la compañía y la pasión.

 
 
Antes de detallar esta teoría, es interesante detenernos primero en su autor. A pesar de que su nombre ya no es muy recordado, cabe señalar que fue una de esas figuras que compaginó como nadie el activismo social con la investigación académica. Fue un sociólogo muy reputado de la Universidad de Toronto que pasó toda su vida profundizando en aspectos psicológicos sobre el amor y la sexualidad.

John Allan Lee fue sindicalista, activista social en Amnistía Internacional, defensor de los derechos de la comunidad LGBT y también, una de las personas que más ha luchado por el derecho a morir o el suicidio asistido. De hecho, él mismo eligió ese final para su propia persona llegado el momento. Se fue de este mundo en paz tras escribir sus memorias y entender que había cumplido su propósito: defender la importancia del amor y el respeto entre las personas.

“El amor es rojo, azul y amarillo”.
-John Allan Lee- 
 
Los tipos de amor según John Allan Lee

Conocemos los diferentes tipos de amor según John Allan Lee a través de un libro y un estudio que el propio autor publicó después de varios años de trabajo y análisis en la Universidad de Toronto, Canadá. Así, en su trabajo The colors of Love nos empieza señalando que el amor auténtico, el más enriquecedor es de color azul, rojo y amarillo.

Esos tres colores básicos o primarios, al mezclarse puedan dar origen a nuevas y fascinantes tonalidades, a otros tipos de amor. No obstante, en materia de afecto nada es tan importante como esa base primaria constituida por las siguientes dimensiones:
  • Compañía (color azul).
  • Respeto (color amarillo).
  • Pasión (color rojo).

Veamos a continuación esos arquetipos secundarios que configuran los tipos de amor según John Allan Lee
 
Eros

Eros define claramente al amor romántico. En este caso, tenemos ese vínculo idealizado y promovido a su vez por nuestra cultura, en la que la pasión y la devoción emocional originan vínculos a menudo malsanos. La atracción es intensa e inmediata, se pone la atención en el aspecto físico, en la devoción absoluta y en la posesión.

El amor erótico

El erotikon, contexto que hunde sus raíces en la época griega, da forma a ese amor orientado en exclusiva al deseo y el acto sexual. Dentro de la teoría de los tipos de amor según John Allan Lee, se pone la atención sobre esta tipología por una razón muy simple. A través de esos encuentros sexuales carentes de otro componente emocional, no siempre se consolida una relación estable e incluso satisfactoria.

Así, y aunque en un primer momento, esos juegos sexuales, esos encuentros basados en una atracción física inesperada sean gratificantes para ambos, a la larga pueden traer desilusiones o simplemente cumplir su cometido puntual, dando paso a la búsqueda de nuevas parejas sexuales. 
 
Ludus, el amor lúdico

Las personas con un estilo lúdico en sus relaciones afectivas, ven el amor como un juego. Su finalidad es conquistar, obtener beneficios (emocionales, sexuales, de divertimento…). Por ello, y para obtener su objetivo no dudan en seducir, engañar y manipular. No se comprometen y construyen relaciones emocionalmente distantes.

Los individuos “lúdicos”, según la teoría de los tipos de amor según John Allan Lee, están enfocados solo a los beneficios a corto plazo.
 
El amor pragmático

En este tipo de amor, tenemos a personas que se rigen por el sentido de la lógica. Son como el personaje de Spock en Star Treck, ahí donde las emociones pasan a un segundo lugar para focalizarse solo en la utilidad de las relaciones afectivas. De este modo, los más pragmáticos suelen preguntarse si su posible pareja sería aceptada por familiares y amigos. También se cuestionan si con esa persona, obtendrán o no estabilidad financiera o si será alguien que romperá su calma y equilibrio personal.
 
La manía o el amor obsesivo

El estilo de amor obsesivo está presente en esas personas dependientes y focalizadas solo en satisfacer sus necesidades. Son perfiles con grandes cambios emocionales, a instantes se muestran fríos y más tarde apasionados. Son posesivos, celosos, controladores y pueden llegar al maltrato. 
 
Ágape

En esta última dimensión de los tipos de amor según John Allan Lee, tenemos ese vínculo que más puede traernos la felicidad. Son personas que saben dar y recibir. Son perfiles que se centran en las necesidades de su pareja, que ofrecen su afecto de manera incondicional, que se comprometen, que cuidan y se cuidan, que trabajan en un vínculo basado en la satisfacción y la armonía.

Para concluir. Cabe señalar que estos 6 subtipos suelen aparecer de manera combinada e intercalada en nuestras relaciones afectivas. Lo queramos o no, siempre hay un componente de eros, del erotikon y un buen sustrato de ese ágape en el que trabajar a diario. Se trataría solo de ser conscientes de qué tipología está más presente en nosotros o en nuestra pareja para mantener ese arquetipo o, por el contrario, trabajarlo en caso de que nos estemos orillando hacia la manía o el pragmatismo excesivo.

Pensemos en ello.

Valeria Sabater