Casi todo el mundo ha tenido explosiones de ira alguna vez en la vida. Son esos momentos en los que perdemos el control y la rabia se apodera de nuestro pensamiento, nuestra lengua y nuestras acciones. Hay una pérdida de conciencia temporal y lo único que se fija en nuestra mente es el ataque: un deseo incontenible de hacer daño.
En las explosiones de ira se apaga el cerebro y se enciende la fiera que todos llevamos dentro. Es una faceta salvaje a la que nunca renunciamos del todo. Sin embargo, muchos logramos atemperar esos instintos furiosos y solo salen a la luz rara vez en condiciones verdaderamente extremas. Otros, en cambio, sacan a pasear la fiera cada vez que tienen una contrariedad.
“No acometas obra alguna con la furia de la pasión; equivale a hacerse a la mar en plena borrasca”.
-Thomas Fuller-
La pregunta que anima esta reflexión es la siguiente: ¿esas explosiones de ira son simplemente un rasgo del temperamento que tienen algunas personas? Es cierto que hay formas de ser innatas que son más dadas a las emociones exaltadas. Pero, ¿hasta qué punto eso es normal y en qué momento se convierte en el síntoma de un trastorno?
“No acometas obra alguna con la furia de la pasión; equivale a hacerse a la mar en plena borrasca”.
-Thomas Fuller-
La pregunta que anima esta reflexión es la siguiente: ¿esas explosiones de ira son simplemente un rasgo del temperamento que tienen algunas personas? Es cierto que hay formas de ser innatas que son más dadas a las emociones exaltadas. Pero, ¿hasta qué punto eso es normal y en qué momento se convierte en el síntoma de un trastorno?
Las explosiones de ira
La ira nace de dos fuentes básicas. Una es el miedo, en cualquiera de sus formas: temor simple, ansiedad, angustia, pánico, etc. La otra es la frustración, también en cualquiera de sus formas: no sentirse cómodo con uno mismo, no lograr los objetivos o deseos, que las cosas no sean como uno quiere, etc.
La ira nace de dos fuentes básicas. Una es el miedo, en cualquiera de sus formas: temor simple, ansiedad, angustia, pánico, etc. La otra es la frustración, también en cualquiera de sus formas: no sentirse cómodo con uno mismo, no lograr los objetivos o deseos, que las cosas no sean como uno quiere, etc.
Cuando una persona siente ira con frecuencia, lo usual es que haya creencias erróneas que le llevan a interpretar la realidad de una forma atemorizante o frustrante. Estas son algunas de esas creencias equívocas:
- Los demás pueden hacerme daño fácilmente. Lleva a que haya reacciones airadas frente a cualquier señal de desaprobación o rechazo.
- Los otros tienen que actuar en pro de mi bienestar y mis deseos. Conduce a intolerancias frente a las acciones de los demás, cuando contravienen lo que deseamos, pensamos o sentimos.
- No deben existir obstáculos para lograr lo que yo quiero. La aparición de alguna barrera desata rabia y, a veces, explosiones de ira.
- Los demás deben leer mi pensamiento y estar al tanto de mis sentimientos. Si no comprenden al instante o si no toman en cuenta nuestro estado emocional, lo asumimos como un ataque.
- No puedo, ni debo, admitir que siento frustración. Esta es para los débiles. Yo siempre me tengo que mostrar fuerte, aunque así acumule ansiedad en exceso.
El ciclo de la ira
Las explosiones de ira son el resultado de ansiedades o miedos acumulados. Comienzan a incubarse cuando no atendemos a pequeñas molestias que poco a poco se tornan frecuentes. Todo inicia con una incomodidad leve con uno mismo, con alguien en particular, o con el mundo en general. Esta no se tramita, sino que se deja pasar.
Las explosiones de ira son el resultado de ansiedades o miedos acumulados. Comienzan a incubarse cuando no atendemos a pequeñas molestias que poco a poco se tornan frecuentes. Todo inicia con una incomodidad leve con uno mismo, con alguien en particular, o con el mundo en general. Esta no se tramita, sino que se deja pasar.
Con el tiempo, la persona detecta esa incomodidad y la precisa, pero no la expresa, ni la gestiona. Se queda con la idea de que esto se diluirá o que debe simplemente seguir adelante. Pero como la realidad que molesta no cambia, aparecen los primeros síntomas de enfado. Críticas ácidas, sarcasmos o pequeñas expresiones de rechazo.
Pese a esto, el afectado sigue intentando no prestarle demasiada atención a la situación incómoda. Intenta darle la espalda, ignorarla o apartarse de ello. En cualquier momento hay algún detonante que dispara la explosión de ira y es entonces cuando toda la rabia sale sin control, dando lugar a nuevos ciclos de conflicto y de ira.
El trastorno explosivo intermitente
El trastorno explosivo intermitente es una condición mental en la cual hay expresiones frecuentes de enfado extremo, como respuesta a situaciones que no justifican esas explosiones de ira. Desde el punto de vista psiquiátrico, se clasifica como un trastorno del control de impulsos. A este mismo grupo pertenecen la cleptomanía, la ludopatía y la piromanía, entre otros.
Quienes padecen este trastorno tienen episodios de ira breves, en los que experimentan una sensación de liberación y/o placer al tener explosiones de ira. Sin embargo, pocos minutos después sienten remordimiento. Lo usual es que destruyan objetos o que agredan físicamente a las personas. El factor precipitante es normalmente algo sin importancia. Además, generalmente son personas con altos niveles de ansiedad.
Por lo anterior, si una persona tiene explosiones de ira frecuentes por motivos intrascendentes y se torna violenta, es claro que necesita ayuda profesional. No es un asunto de temperamento, sino un problema que va más allá y que necesita atención adecuada, antes de que llegue a consecuencias más graves.
Edith Sánchez
El trastorno explosivo intermitente es una condición mental en la cual hay expresiones frecuentes de enfado extremo, como respuesta a situaciones que no justifican esas explosiones de ira. Desde el punto de vista psiquiátrico, se clasifica como un trastorno del control de impulsos. A este mismo grupo pertenecen la cleptomanía, la ludopatía y la piromanía, entre otros.
Quienes padecen este trastorno tienen episodios de ira breves, en los que experimentan una sensación de liberación y/o placer al tener explosiones de ira. Sin embargo, pocos minutos después sienten remordimiento. Lo usual es que destruyan objetos o que agredan físicamente a las personas. El factor precipitante es normalmente algo sin importancia. Además, generalmente son personas con altos niveles de ansiedad.
Por lo anterior, si una persona tiene explosiones de ira frecuentes por motivos intrascendentes y se torna violenta, es claro que necesita ayuda profesional. No es un asunto de temperamento, sino un problema que va más allá y que necesita atención adecuada, antes de que llegue a consecuencias más graves.
Edith Sánchez
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