Logo

Logo

miércoles, noviembre 07, 2018

Expresar las opiniones personales, salud mental

El solo hecho de no estar de acuerdo con los demás o de pensar diferente origina una dosis de estrés. Así somos: una especie sociable, que se siente cómoda cuando su lugar en el grupo es incuestionable. Por eso, expresar las opiniones a veces tensiona o asusta. No queremos ser rechazados y tampoco ofender a los demás o propiciar inestabilidad en nuestro entorno.

 
 
Sin embargo, todo tiene un límite. Si nos abstenemos de expresar las opiniones personales, por miedo al rechazo o a la exclusión, estaremos anulándonos a nosotros mismos. De igual manera, con ese tipo de actitudes finalmente solo se logra que un grupo, un colectivo o una comunidad se estanquen. Donde solo hay consensos y estos se mantienen inmutables, no puede haber evolución.

“La especie humana está hecha de tal manera que los que andan por el camino trillado tiran piedras a los que enseñan uno nuevo”.
-Voltaire-

Hay grandes avances en el mundo que solo se han hecho posibles gracias a que alguien fue capaz de levantar la voz y expresar las opiniones, aun cuando no fueran compartidas por su entorno. Si Martin Luther King no se hubiera opuesto decisivamente a la discriminación racial, probablemente no se habría producido una evolución en los derechos civiles. Otro tanto ocurrió con Nelson Mandela y con muchísimos otros a lo largo de la historia.
 
Expresar las opiniones, un acto de valentía

Se requiere de coraje para expresar las opiniones, cuando estas contradicen la de la mayoría. Los grupos humanos se comportan de tal modo que buscan la identificación mutua mediante el consenso. Los miembros que pongan en riesgo la unidad del grupo son frecuentemente rechazados, al menos en principio. Tal rechazo va desde pequeños gestos de desaprobación, hasta el ostracismo si es necesario. 

Intuitiva o conscientemente todos sabemos eso. Las mayorías siempre tienden a imponerse y, al expresar las opiniones que vayan en contra de casi todos, nos ponemos en el punto de mira. La superioridad numérica ejerce un efecto psicológico de presión. Por eso hay que hacer acopio de valor para decir en voz alta lo que pensamos.

El asunto es un tema casi instintivo. Los seres humanos necesitamos de los demás para vivir. La supervivencia física y psicológica depende de otros, pues difícilmente conseguimos mantenernos vivos y saludables si estamos completamente solos. Para ir en contra de las mayorías tenemos que desafiar ese instinto de supervivencia. Por eso no es fácil.
 
Algunos estudios al respecto

Durante los años 50, Solomon Asch, un psicólogo de Estados Unidos, realizó varios experimentos sobre la presión del grupo y sus efectos. Comprobó en la práctica que apartarse de la mayoría era muy difícil.

Se hicieron unos cuestionarios colectivos. Dentro del grupo había “infiltrados” que imponían una tendencia mayoritaria en respuestas incorrectas. El resultado fue que al menos el 37% de los individuos estudiados prefirió sumarse a las respuestas de la mayoría, aunque en el fondo pensaran que eran incorrectas. 

Más adelante, el neuroeconomista Gregory Berns, estudió los cambios que se producían en el cerebro cuando las personas se apartaban de las mayorías. Los resultados de sus investigaciones evidenciaron que la disconformidad incrementaba la actividad de la amígdala, la cual procesa las emociones, entre ellas el miedo. Quienes se plegaban al grupo mostraban menores niveles de estrés.
 
La importancia de disentir

Es menos costoso emocionalmente adaptarnos a los grupos que expresar las opiniones contrarias a las de las mayorías. Sin embargo, si todos nos comportáramos como un rebaño pasivo que únicamente sigue las huellas de los demás, probablemente contribuiríamos a afianzar los totalitarismos y el avance colectivo sería prácticamente nulo.

La investigadora Charlan Nemeth, de la Universidad de Berkeley, probó que los veredictos de los jurados eran mucho más justos cuando alguno de los integrantes se apartaba de la opinión mayoritaria. Esas disensiones llevaban a reconsiderar los hechos y las circunstancias, dando como resultado conclusiones más equilibradas. Cuando alguien cuestiona la opinión mayoritaria, quienes la sostienen se ven obligados a reunir más evidencias para poder sostener su postura. Esto es muy positivo.
Aunque sea difícil, ganamos mucho cuando cultivamos la capacidad de expresar las opiniones personales. En principio, lo importante es ser leales a nosotros mismos. Podemos estar equivocados, pero eso no es lo importante. Lo fundamental es dejarnos guiar por nuestra conciencia y reivindicar ese derecho que tenemos todos a pensar diferente.

Como grupos es importante aprender a escuchar al que piensa distinto, además de evitar valorar cuánta gente piensa igual, poniendo nuestra atención en qué argumentos son los más válidos.

Edith Sánchez

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.