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martes, noviembre 06, 2018

¿Es real la forma que tienes de definirte?

¿Crees que tus amigos o a alguien de tu familia te definiría con las mismas palabras que lo harías tú? ¿Crees que tu forma de definirte es real y objetiva o, por el contrario, incluye algún sesgo? La forma de averiguarlo es fácil, tan solo con un simple juego. 
 
 
El experimento es sencillo, la próxima vez que tus amigos o familiares os juntéis, escribid cada uno 3 características que creáis que os definen a vosotros mismos y posteriormente 3 que penséis que definan a los demás. ¿Coinciden? ¿Crees que son reales las características que ves tú o que los demás ven en ti? ¿Por qué ocurre esto?

Este fenómeno ocurre por los sesgos. Los sesgos, tanto positivos como negativos, nos encaminan, es decir, aportan una versión de aquello que definimos un tanto irreal o idealizada en el caso positivo o distorsionada y pesimista en el caso negativo. Así que cuando pensamos que conducimos mejor de lo que lo hacemos, especialmente en comparación con los demás, hablamos de un sesgo positivo y que todos tienen mejor físico que yo, por ejemplo, negativo.

Lo importante aquí es que la forma que tenemos de definirnos condiciona nuestro estado de ánimo y nos posiciona frente al mundo. Según estudios recientes, tendemos a ver la realidad con un sesgo positivo y a acomodar la información a aquello que ya nos es familiar o que menos se distancia de lo conocido para nosotros. Asimismo tendemos a juzgar nuestra actuación pasada mucho mejor de lo que fue y que nuestros logros son más infrecuentes y nuestros fallos más comunes.

¿Es real tu forma de definirte?

Tipos de sesgos

Existen numerosos sesgos a la hora de percibir la información, algunos de los más comunes y que afectan a la forma de definirnos son:
  • Sesgo de atención selectiva: ocurre cuando dirigimos la atención hacia aquella información con contenido positivo, tanto en nuestras acciones, como en la forma de definirnos.
  • Sesgo de confirmación: en este caso dedicamos nuestros esfuerzos en confirmar las hipótesis que ya teníamos y por ello a buscar solo aquello que nos confirme nuestras ideas o se asemeje a la forma de vernos.
  • Sesgo de autocomplacencia: tendemos a percibirnos como dueños de nuestros éxitos y tan solo espectadores pasivos de nuestros fallos.
  • Optimismo comparativo: la gente tiende a pensar que somos más proclives a que nos ocurran cosas positivas más que a la mayoría y también lo contrario, creemos que es menos probable que os ocurran cosas negativas, muy relacionado con:
  • Sesgo de invulnerabilidad: solemos creer que tenemos menos posibilidades de que algo malo nos ocurra, nos creemos inmunes o que controlamos más la situación de lo que en realidad es.

¿Cómo afectan los sesgos en la forma de definirte?

¿Cómo vamos a cambiar algo que ni si quiera apreciamos erróneo en nosotros? ¿Cómo vamos a seguir creciendo y desarrollándonos si no somos capaces de ver en qué fallamos o en qué podemos mejorar? Creemos que son los demás culpables de nuestra desdicha o que nos conocemos perfectamente simplemente por el hecho de pasar el día entero con nosotros mismos, pero estamos lejos de la realidad.

Si cada vez que algo nos saliera mal o algo fallara en vez de culpar, nos preguntáramos, ¿qué parte de culpa tengo yo? ¿En qué he podido fallar? ¿Qué es lo que puedo mejorar o cambiar para no volver a tener las mismas consecuencias? Entonces sí que estaríamos más cerca de conocernos, más cerca de crecer, más cerca de la realidad.

Los sesgos tienden a aportarnos una visión más positiva de nosotros. Una visión distorsionada que en ocasiones nos favorecerá y en otras nos perjudicará. Por ejemplo, si pensamos que conducimos mejor de lo que lo hacemos, probablemente seremos más asertivos, pero también más intransigentes. Lo importante, en realidad es saber cómo funcionan estos sesgos, identificar su influencia y gestionar su producto a nuestro favor.

Adriana Díez

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