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viernes, noviembre 30, 2018

Todo volverá a ir bien, pero nada volverá a ser igual

Aunque cueste admitirlo, nada volverá a ser igual, pero aunque parezca difícil creerlo es así, las cosas vuelven a su estado normal, tú vuelves a sentirte bien, vuelves a descubrir el placer en algo que algún día te hizo sonreír. No se olvida, no vuelve a ser igual, sigue faltando algo y por ello será distinto, pero lo mejor es saber que también se vuelve a la felicidad.

 
 
¿Cuánto dura el duelo? No existen cifras en tiempo que valgan para todos, en anteriores manuales diagnósticos (DSM-IV) sí que especificaban la fecha de dos años para diferenciar un duelo normal de otro patológico. Pero, ¿cómo es posible que un manual pueda determinar cuánto dura el dolor de perder a alguien? Lejos de ser así, el duelo es personal, y cada uno lo asume, lo enfrenta y lo vive como puede.

¿Se llega a superar alguna vez? Me gustaría poder afirmar con voz bien alta que es así, que llega un día en el que ves todo diferente, pero el duelo conlleva sus pasos, sus lágrimas y también su trabajo. Requiere de un esfuerzo aun cuando piensas que no se puede, requiere de sonrisas que ni sabes de donde salen y sobre todo requiere valor. Valor de seguir mirando adelante y caminar, de seguir construyendo y llegar a ver que sí se puede, que aunque nada volverá a ser igual, todo volverá a ir bien.

“Jamás te persigas creyendo que ya deberías sentirte mejor. Tus tiempos son tuyos. Recuerda que el peor enemigo en el duelo es o quererse”.
-Jorge Bucay-

¿Cómo podemos ayudar a una persona en duelo?

Usemos la palabra mágica, empatía. ¿Sabes realmente qué es y cómo expresarla? A veces no se necesitan palabras, no necesitan oír un “sé por lo que estás pasando”, porque puede que no sepas ni puedas comprender el dolor por el que está pasando, ni se necesite un “tienes que ser fuerte”. Probablemente ha intentado ser fuerte y no puede, y solo quiere tener a alguien cerca que simplemente esté, que simplemente le acompañe.

Podemos ayudar cuando escuchamos y cuando ofrecemos nuestra ayuda para cosas reales, como hacer la compra, ayudar con los niños, limpiar la casa, cuidar los animales, etc. Una persona en duelo se cuida con fragilidad, porque solo necesita amor y compañía. Necesita un abrazo y un beso y no seguir oyendo que no llore, porque lo habrá intentado pero aún le quedan lágrimas que derramar.

Todo volverá a ir bien, pero ellos ahora carecen de esa certeza. Tienen que negociar con un abismo que no sirve de nada negar. Precipicios escarpados con los que todos hemos tenido que negociar para crecer, para poner un orden propio en el caos.

¿Qué características tiene una persona resiliente?

La persona resiliente tiene grabada la frase “todo volverá a ir bien, aunque nada volverá a ser igual”, confía en que tiene recursos para seguir adelante y, si no los tiene, los busca, los trabaja y los incorpora. La persona resiliente ha soltado la culpa para caminar sola, ya sabe que solo tiene un tiempo determinado para caminar con ella, luego, solo resulta un bulto que no aporta.

Quien es resiliente ha sabido por qué está ahí y cómo ha llegado, recuerda qué ha hecho anteriormente para salir y se nutre de ello. También es verdad que no avanza sola; no utiliza a los demás, pero sabe sacarle partido a su ayuda, colocarles en ese lugar donde realmente son una fuerza.

Una persona resiliente es valiente porque, aunque reconoce el protagonismo del azar, no renuncia a su parte de control. Es consciente de que siempre puede hacer algo por mejorar su entorno. Además, tiene cierta confianza, que podríamos catalogar de ingenua, en que la suerte terminará acompañando a su trabajo y buen hacer.

La persona resiliente confía en su criterio, confía en la vida, confía en sus recursos y confía en su gente más cercana. Sabe que lo que puede perder, por mostrarse insegura y desconfiada, es mucho más grande que lo que puede arrebatarle alguien que se quiera aprovechar de su actitud.

Adriana Díez

jueves, noviembre 29, 2018

La soledad emocional es la que más duele

La soledad emocional puede ser devastadora. Al fin y al cabo, como bien sabemos, uno puede estar acompañado pero sentirse profundamente solo al no experimentar aprecio, atención, reciprocidad y esa conexión auténtica que genera calma y bienestar. Todos necesitamos de ese apoyo honesto y significativo con el que sentirnos parte de algo o de ese alguien al que amamos.

 
 
El escritor británico Julian Barnes nos explicaba en su libro Niveles de vida que pocas cosas pueden ser más dolorosas que la soledad no elegida. Así, según él no hay nada comparable al dolor emocional que puede experimentarse al perder a alguien o al percibir que ese ser a quien queremos no nos corresponde.

Es un estado donde poco a poco nos volvemos invisibles. No solo para los demás, no solo para ese universo social habitado por individuos que de pronto, no nos ven o no nos aprecian. En el momento en que los otros no nos ven, también nosotros empezamos a percibirnos invisibles y experimentar esa angustia psicológica que nos lleva al abismo de la depresión.

Cuando el amor (ya sea a nivel de pareja, amistad o entre padres e hijos) se sustituye por dolor, todo cambia. Ahora bien, es necesario entender un aspecto. El que alguien nos deje físicamente o retire su afecto sobre nosotros es algo irremplazable, pero no irreparable. Todos podemos (y debemos) reparar ese espacio herido llenándolo de amor propio y a su vez, iniciando nuevas conductas.

“La soledad es muy hermosa … cuando se tiene junto a alguien a quien decírselo”.
-Gustavo Adolfo Bécquer-

La soledad emocional, el vacío no buscado

Richard Yates fue un conocido ensayista que escribió entre 1951 y 1960 un conjunto de relatos publicados bajo el título Ocho maneras de sentirse solo. En este interesante trabajo se nos explicaba la historia de una joven embarazada, un niño sin amigos, un escritor frustrado, unos jóvenes que van de viaje, un hombre que no encuentra el amor y una maestra de escuela frustrada en su profesión.

Esos retratos sencillos representaban en sí mismos los distintos tipos de soledad que experimentaba el ser humano en un periodo muy concreto del siglo XX. A día de hoy, las cosas no han cambiado demasiado. No obstante, a esos testimonios dejados por Yates podríamos añadir sin duda la de nuestros adolescentes y cómo no la de nuestros ancianos.

Podemos tener familia y sentirnos solos. Podemos tener pareja y sentirnos irremediablemente solos. Porque la soledad social no elegida es dolorosa y hasta perjudicial, pero la soledad emocional es igual de dañina. Veamos por tanto qué procesos suelen definir este tipo de experiencia. 
 
Características de la soledad emocional

La soledad emocional se experimenta por dos tipos de realidades muy concretas. La primera es haber perdido a un ser querido, ya sea por fallecimiento por ruptura. El segundo tipo se percibe en personas que aún teniendo una red familiar o de amistad, percibe un vacío emocional. En ambos casos, las experiencias suelen ser del mismo tipo:
  • Las interacciones mantenidas con el entorno cercano no son satisfactorias.
  • La persona se siente incomprendida, no validada emocionalmente.
  • Hay quien define esta sensación como “vacío existencial”. En ocasiones, pueden llevar a cabo múltiples tareas, pasar incluso el día fuera de casa trabajando, haciendo cosas… Sin embargo, ese hueco, esa ausencia imposible de definir sigue presente.
  • La soledad emocional genera malestar y sentimientos de tristeza que a instantes, se alternan con la apatía, el mal humor y la frustración.
  • Hay momentos en que dicha experiencia es angustiante, compartiendo así los mismos estados afectivos que la depresión y la ansiedad.
 
¿Cómo podemos combatir la soledad emocional?

Afrontar y manejar la soledad emocional puede ser más complicado que trabajar la soledad social. No estamos hablando de aislamiento, a veces, ni tan solo tenemos a una persona con dificultades en cuanto a sus habilidades sociales. Se trata de un tipo de realidad psicológica más profunda y delicada.

En estos casos es muy conveniente contar con la ayuda de un profesional. Tras dichos estados se enmascara a menudo algún proceso depresivo que es necesario atender. No basta con recomendarle a la persona aquello de “sal y haz amigos”. Es necesario profundizar, trabajar, re-enfocar, conferir alivio, apoyo y ser capaces de generar cambios.

Por otro lado, son muchos los que consideran la soledad como una epidemia que se está instaurando no solo en las personas mayores. Nuestros niños y adolescentes también sufren esa angustia emocional al percibir que las amistades que establecen no son significativas, y que no cuentan con esa dimensión tan básica en el ser humano: la confianza. Veamos no obstante qué enfoques mentales y estrategias pueden ayudarnos en estos casos. 

Claves para aliviar el vacío de la soledad emocional
 
  • La soledad emocional duele porque nos pone frente a frente ante nuestros mayores miedos: el vacío, la falta de sentido, la angustia existencial.
  • Todo miedo, toda angustia, puede y debe enfrentarse con nuevos enfoques mentales y sobre todo, con decisiones.
  • Si hemos perdido al ser amado, deberemos dar paso a la aceptación de esa realidad. Será momento de vincularnos con nosotros mismos y dar forma a un nuevo plan de vida, a una nueva ruta personal donde hallar nuevas ilusiones, planes y motivaciones.
  • Asimismo, si nuestro entorno no nos confiere afecto, reciprocidad o confianza, tal vez debamos replantearnos el generar nuevos lazos y relaciones. En estos casos, es muy recomendable conocer personas con gustos afines. Partir de una pasión o afición en común es un modo de crear vínculos más significativos.
  • Por otro lado, tal y como nos revela un estudio llevado a cabo en el Centro de Neurociencia Cognitiva y Social, Universidad de Chicago las personas necesitamos entornos sociales seguros para experimentar bienestar. Por tanto, la inversión de recursos para rodearnos de personas que nos ofrezcan seguridad y confianza siempre nos dará réditos.

Para concluir solo cabe incidir una vez más en un hecho: para afrontar la soledad emocional necesitamos ayuda psicológica. Debemos trabajar nuestra arquitectura psicológica, reparar daños, fortalecer autoestima y por encima de todo, hallar un propósito de vida. Tal y como nos dijo Viktor Frankl, cuando hallamos un sentido a nuestra existencia, las fortalezas despiertan.

Valeria Sabater

miércoles, noviembre 28, 2018

Una vida de alas o raíces (permanencia o cambio)

¿Cómo te definirías? ¿Eres una persona con alas? ¿O quizá de las que extiende sus raíces? En ocasiones, no es fácil decantarse por una cosa u otra, por la permanencia o por el cambio. La vida no es blanco o negro, nuestra existencia está llena de matices, de pequeñas circunstancias que nos llevan por un sendero u otro.

 
 
A veces, sentimos el indefinible deseo por extender nuestras alas y escapar de lo que somos ahora, de lo que nos rodea en este mismo instante. Aunque no todos somos capaces de hacerlo, porque cada uno de nosotros disponemos a su vez de raíces más o menos profundas que nos impiden poder “arrancarnos” por completo. Ese cambio exige mucha determinación y no es algo fácil de conseguir.

¿Qué es mejor entonces? ¿La permanencia o el cambio?

La verdad es que no hay respuesta para esta pregunta, lo que existe en realidad son “circunstancias”. Momentos vitales en los que deberemos elegir si echar el ancla o zarpar a nuevos rumbos, instantes decisivos donde debemos aunar mucha valentía.

Vidas de alas y vidas de raíces

Hay quien no soporta la permanencia, la estabilidad. Levantan la mirada por encima de su hombro encontrándose con un horizonte abierto. Sienten que deben ir más allá en busca de más propósitos, de más sueños por alcanzar y con los que llenar un corazón hambriento, que casi nunca se ve satisfecho.

Son personas que no encajan con la rutina ni con el talle de sus vestidos. Se rebelan y avanzan en sus propios caminos dejando atrás personas, recuerdos, alegrías y también tristezas. Una vida con alas no siempre ofrece una verdadera felicidad, pero si genera más oportunidades por buscar su verdadera esencia. Tal vez conozcas a alguien así.

¿Y qué hay de las personas con raíces? En ocasiones los describen como conformistas, como personalidades que buscan la permanencia porque es sinónimo de seguridad y estabilidad. Ahí donde no hay cambios y donde no hay por qué enfrentarse a imprevistos o a cosas nuevas. Solo rutina y una calma serena donde edificar una vida de acuerdo a los propios valores.

¿Quién será entonces más feliz? ¿El que siempre alza el vuelo o el que necesita extender más profundamente sus raíces? Seguramente, ninguno de los dos, porque es precisamente en el equilibrio de estas dos dimensiones donde se encuentra el verdadero sentido. Las personas que se van y que solo ansían el cambio y el movimiento, no caben en el cubículo de una vida normal, su existencia siempre está llena de preguntas a las que rara vez encuentran respuestas. Siempre observan y siempre cuestionan.

Por su parte, los que sienten la necesidad de arraigarse, son capaces de asumir una vida de sufrimiento solo por temor al cambio. Es mejor callar y no hacer preguntas para no descubrir que existen otras posibilidades, otras opciones con las que tal vez, podrían ser más felices. Y no, no es nada fácil, porque un cambio supone un riesgo y una insoportable incertidumbre.

Experimentar el vuelo y permitirse echar raíces

Tal y como suele decirse: “Es difícil enamorarse de los que tienen alas, pero también es difícil arrancar a quienes ya han echado raíces”.

Lo que verdaderamente vale la pena en esta vida es permitirse sentir, experimentar con madurez y sabiduría comprendiendo que la vida, está inscrita en un cambio continuo. Debemos ser personas aptas para afrontar todas esas mareas que van y vienen: en ocasiones nos traerán cosas buenas y en otras, no tan buenas.

Lo importante es que nos permitamos a nosotros mismos sentir cada vivencia. Cuando ello ocurra, cuando sientas que la felicidad te está envolviendo con su sincero aliento, amárrate a ella y extiende tus raíces para que dure en el tiempo y no se te escape de las manos. Sé valiente y asume el reto de la estabilidad, de la permanencia. Ahora bien, pero si más adelante percibes que la felicidad se está tiñendo de sufrimiento, asume esa realidad con coraje y levanta el vuelo con madurez e integridad.

Tu felicidad siempre será lo esencial en esta vida, y una vida saludable se teje por igual con alas y raíces. La clave está en ese equilibrio, en esa sencilla sabiduría.

Valeria Sabater

martes, noviembre 27, 2018

Superar el miedo al fracaso

El miedo al fracaso puede llegar a ser una fuerza muy poderosa en cada decisión que tomamos y en cada tarea que emprendemos. Aunque a veces este temor nos puede motivar para tener éxito, otras veces puede vencernos, impidiéndonos perseguir nuestras metas. Por eso, en estas situaciones, es importante aprender a superar el miedo al fracaso.

 
 
A menudo, es en esos momentos en los que nos enfrentamos a grandes oportunidades, nos encontramos que ese miedo es más fuerte y nos sentimos intimidados con pensamientos como que no somos lo suficientemente buenos o sentimos la amenaza de que vamos a parecer tontos cuando fallemos. Tendemos a adelantarnos a los acontecimientos teniendo una perspectiva muy poco alentadora de lo que puede suceder.
 
El poder del autosabotaje

Esta voz interna nos debilita y limita nuestra capacidad de perseguir y lograr las cosas que queremos en la vida. Siempre que nos enfrentamos a un nuevo reto o que soñamos con alcanzar algo nuevo, este crítico interno está ahí para frenarnos y asustarnos con posibilidades de fracaso, animándonos a ser autoprotectores evitando el riesgo. Esto solo nos mantendrá en nuestra zona de confort. Ese lugar en el que nada crece y todo se queda estático.

Para combatir las intrusiones de este crítico interno es necesario reconocerlo. En este sentido, el primer paso para superar el miedo al fracaso es identificar cuándo nos habla nuestro crítico interior, e identificar la situaciones en las que esta voz es más alta o más prominente.

“Un barco está seguro en el puerto, pero no fue construido para eso”.
-William Shedd- 

Nuestro crítico interior es una parte de nosotros mismos que está en nuestra contra. Su desarrollo se produjo durante las experiencias tempranas de la vida en la que nos hicieron sentir mal con nosotros mismos. Se compone de las palabras con las que frecuentemente nos sentimos rechazados y que se interpusieron en nuestro crecimiento.

Si fuimos muy criticados o corregidos en exceso, es fácil que nos sintamos inseguros respecto a nuestras capacidades. Estas primeras experiencias hacen mella en la autoestima del niño, y suponen experiencias dolorosas que se incorporan en el desarrollo del sentido de uno mismo, dando lugar al crecimiento de un enemigo anti-yo que permanece en nuestras cabezas, y reproduce esas críticas que recibimos de padres, maestros, entrenadores y otras personas que fueron importantes durante la niñez y la adolescencia.
 
Superar el miedo al fracaso cuestionando a nuestro crítico interior

A medida que comenzamos a reconocer cómo y cuándo esta voz está influyendo en nuestras vidas actuales es crítico interior podemos empezar a separarlo de nuestro verdadero punto de vista, nuestro verdadero yo. Empezaremos a cuestionarlo, a no creernos todo lo que nos dice. Esto será muy positivo para nosotros y nos permitirá superar el miedo al fracaso.

Nuestros temores de fracaso nos pueden limitar, impidiéndonos vivir la vida que queremos vivir. Cuando inevitablemente experimentamos rechazo o decepción, tenemos que ser resistentes emocionalmente en nuestra forma de hacer frente a la situación.

“Justifica tus limitaciones y te quedarás en ellas”.
-Richard Bach-

En este sentido, podemos aprender habilidades para ser más resistentes, y podemos afrontar los problemas con menos contratiempos internos. Sin embargo, el primer paso para asumir esta nueva confianza es deshacerse del pesado equipaje de nuestro pasado y de esas voces críticas interiores que falsamente se alimentan nuestros miedos al fracaso.

Después de este primer paso deberíamos hacernos una pregunta muy importante: ¿qué importa si fracaso? Magnificamos la idea de equivocarnos y de no salir adelante con éxito. Sin embargo, el fracaso nos permite aprender, nos ayuda y tener miedo no implica que lo que pensamos vaya a suceder. Así que, ¿por qué no hacerlo? ¿Por qué mantenernos en nuestra zona de confort temblando por pensamientos de futuro que no sabemos si llegarán a hacerse realidad? ¿Te animas a superar el miedo al fracaso?

Eva Maria Rodríguez

miércoles, noviembre 21, 2018

Las explosiones de ira: ¿temperamento o trastorno?

Casi todo el mundo ha tenido explosiones de ira alguna vez en la vida. Son esos momentos en los que perdemos el control y la rabia se apodera de nuestro pensamiento, nuestra lengua y nuestras acciones. Hay una pérdida de conciencia temporal y lo único que se fija en nuestra mente es el ataque: un deseo incontenible de hacer daño.

 
 
En las explosiones de ira se apaga el cerebro y se enciende la fiera que todos llevamos dentro. Es una faceta salvaje a la que nunca renunciamos del todo. Sin embargo, muchos logramos atemperar esos instintos furiosos y solo salen a la luz rara vez en condiciones verdaderamente extremas. Otros, en cambio, sacan a pasear la fiera cada vez que tienen una contrariedad.

“No acometas obra alguna con la furia de la pasión; equivale a hacerse a la mar en plena borrasca”.
-Thomas Fuller-

La pregunta que anima esta reflexión es la siguiente: ¿esas explosiones de ira son simplemente un rasgo del temperamento que tienen algunas personas? Es cierto que hay formas de ser innatas que son más dadas a las emociones exaltadas. Pero, ¿hasta qué punto eso es normal y en qué momento se convierte en el síntoma de un trastorno?
 
Las explosiones de ira

La ira nace de dos fuentes básicas. Una es el miedo, en cualquiera de sus formas: temor simple, ansiedad, angustia, pánico, etc. La otra es la frustración, también en cualquiera de sus formas: no sentirse cómodo con uno mismo, no lograr los objetivos o deseos, que las cosas no sean como uno quiere, etc. 

Cuando una persona siente ira con frecuencia, lo usual es que haya creencias erróneas que le llevan a interpretar la realidad de una forma atemorizante o frustrante. Estas son algunas de esas creencias equívocas:
  • Los demás pueden hacerme daño fácilmente. Lleva a que haya reacciones airadas frente a cualquier señal de desaprobación o rechazo.
  • Los otros tienen que actuar en pro de mi bienestar y mis deseos. Conduce a intolerancias frente a las acciones de los demás, cuando contravienen lo que deseamos, pensamos o sentimos.
  • No deben existir obstáculos para lograr lo que yo quiero. La aparición de alguna barrera desata rabia y, a veces, explosiones de ira.
  • Los demás deben leer mi pensamiento y estar al tanto de mis sentimientos. Si no comprenden al instante o si no toman en cuenta nuestro estado emocional, lo asumimos como un ataque.
  • No puedo, ni debo, admitir que siento frustración. Esta es para los débiles. Yo siempre me tengo que mostrar fuerte, aunque así acumule ansiedad en exceso.
 
El ciclo de la ira

Las explosiones de ira son el resultado de ansiedades o miedos acumulados. Comienzan a incubarse cuando no atendemos a pequeñas molestias que poco a poco se tornan frecuentes. Todo inicia con una incomodidad leve con uno mismo, con alguien en particular, o con el mundo en general. Esta no se tramita, sino que se deja pasar. 

Con el tiempo, la persona detecta esa incomodidad y la precisa, pero no la expresa, ni la gestiona. Se queda con la idea de que esto se diluirá o que debe simplemente seguir adelante. Pero como la realidad que molesta no cambia, aparecen los primeros síntomas de enfado. Críticas ácidas, sarcasmos o pequeñas expresiones de rechazo.

Pese a esto, el afectado sigue intentando no prestarle demasiada atención a la situación incómoda. Intenta darle la espalda, ignorarla o apartarse de ello. En cualquier momento hay algún detonante que dispara la explosión de ira y es entonces cuando toda la rabia sale sin control, dando lugar a nuevos ciclos de conflicto y de ira.
 
El trastorno explosivo intermitente

El trastorno explosivo intermitente es una condición mental en la cual hay expresiones frecuentes de enfado extremo, como respuesta a situaciones que no justifican esas explosiones de ira. Desde el punto de vista psiquiátrico, se clasifica como un trastorno del control de impulsos. A este mismo grupo pertenecen la cleptomanía, la ludopatía y la piromanía, entre otros.

Quienes padecen este trastorno tienen episodios de ira breves, en los que experimentan una sensación de liberación y/o placer al tener explosiones de ira. Sin embargo, pocos minutos después sienten remordimiento. Lo usual es que destruyan objetos o que agredan físicamente a las personas. El factor precipitante es normalmente algo sin importancia. Además, generalmente son personas con altos niveles de ansiedad.

Por lo anterior, si una persona tiene explosiones de ira frecuentes por motivos intrascendentes y se torna violenta, es claro que necesita ayuda profesional. No es un asunto de temperamento, sino un problema que va más allá y que necesita atención adecuada, antes de que llegue a consecuencias más graves.

Edith Sánchez

martes, noviembre 20, 2018

¿Es posible cambiar y seguir siendo los mismos?

¿Cuántas veces nos han dicho o hemos escuchado “no cambies nunca”? Así, en cierto modo, el cambio puede ser visto como negativo, como una debilidad: “ha cambiado, ya no es el mismo”. El cambio es necesario, es natural e imprescindible para la supervivencia, aún así, muchos lo ven como algo negativo. Pero, ¿y si admitimos que es posible cambiar y seguir siendo los mismos?

 
 
Frente a la mayoría de los cambios que hacemos para adaptarnos, existe una resistencia, ya sea interna o por parte de nuestro entorno. Por otro lado, este tipo de resistencias actúan frente al cambio cuando este se anuncia o empieza, pero también cuando este comienza a instaurarse e incluso algunas pueden seguir cuando ya se ha consolidado. Ahora bien, ¿es posible que esos cambios, esas transformaciones, nos permitan mantener nuestra esencia, una continuidad o una coherencia entre quienes fuimos, somos y seremos?

En este artículo trataremos el tema del cambio personal, intentaremos entender por qué existe la resistencia al cambio y puede estar “mal visto”, y finalmente intentaremos dar razones que soporten la idea de que podemos cambiar y seguir siendo los mismos.
 
¿Por qué algunas personas se resisten al cambio y lo ven como una debilidad?

La resistencia al cambio es normal, todos los sistemas tienen fuerzas internas que buscan la permanencia y la estabilidad. Es decir, mantener la dinámica diaria de funcionamiento (aunque esta sea problemática) es más fácil que crear una dinámica alternativa, diferente o nueva. Ya tienes automatizados ciertos hábitos y los demás se han amoldado a ellos. Incluso la rutina permite que seas previsible, que no generes en los demás a su vez la necesidad de adaptarse a las nuevas condiciones que les planteas. Por lo tanto, la permanencia a corto plazo suele ser más cómoda que el cambio. De ahí una de las resistencias frente a él.

Por otro lado, las personas se resisten al cambio porque, con el pasar del tiempo, se acostumbran a tener hábitos y estilos de afrontamiento. Dedican mucho tiempo a crear herramientas psicológicas para gestionar momentos difíciles y aunque estas herramientas no sean las adecuadas: son las suyas propias, son su creación personal.

De este modo, surge la resistencia al cambio y además el cambio puede ser visto como una debilidad. Porque, si has actuado de un modo durante tanto tiempo y aparentemente ha sido efectivo: ¿por qué ahora lo cambias? Como hemos dicho, las personas que nos rodean también se sienten más tranquilas y cómodas si pueden predecir nuestras actitudes, respuestas y comportamientos. Si cambiamos, esa predicción durante un tiempo es casi imposible o se vuelve más insegura, y por ello, sin darse cuenta, quienes nos rodean también buscan la permanencia y la estabilidad y pueden llegar a oponer cierta resistencia a los cambios que planteamos.

“La inteligencia es la habilidad de adaptación al cambio”.
-Stephen Hawking-

Por otro lado, cambiar puede ser visto como una debilidad. Que una persona cambie de opinión puede hacer que los demás la vean como insegura, voluble y, como hemos dicho antes, impredecible. Sin embargo, cambiar una opinión, cuando creemos que la que antes defendíamos estaba equivocada, es una decisión inteligente a la larga y valiente. De otra forma, lo más probable es que terminemos siendo prisioneros de nuestra propia contradicción: pensar algo y defender lo contrario.

Así mismo, el cambio de opinión es resultado de un proceso reflexivo, durante el cual, al recibir nueva información y percibir la realidad de otro modo, nos damos cuenta de que lo que pensábamos ya no nos ayuda, ya no es correcto. Por tanto, es ¡fantástico! Así, lo que nos definiría es este modo inteligente de proceder y no una u otra opinión.

A pesar de que el proceso de cambio implica una metamorfosis personal en la que están implicadas muchas de nuestras ideas o características, a cambiar podemos llegar a sentir que estamos renunciando a una parte de nuestro “ser”. Y más si tenemos en cuenta que nuestro entorno puede percibir el cambio como una debilidad.
 
Cambiar y seguir siendo los mismos: un desafío posible

En la mayoría de los casos, el proceso de cambio personal lo que busca es sacar lo mejor de cada individuo. En realidad, lo que conocemos como cambio es el resultado de liberar a la persona de sus cadenas, límites y miedos. No estamos cambiando, sino que estamos quitando las barreras y siendo fieles a nuestra esencia dejándola que se exprese y despliegue sus alas.

¿Cómo podemos cambiar y seguir siendo los mismos? Podemos hacerlo buscando girar en torno a nuestro propio eje, mirar la realidad desde puntos de vista diferentes, saber apreciar la globalidad y la excepcionalidad de cada situación. Y a partir de allí, escoger cómo comportarnos, qué pensar y qué decir según el momento y nuestros sentimientos. Podemos cambiar sin reglas previas preconcebidas y rígidas que nos obliguen a actuar siempre del mismo modo, sintiéndolo o no.

Cambiar y seguir siendo los mismos requiere dejar de lado cualquier tipo de ortodoxia o regla, escogiendo de manera consciente la manera de mostrarse al mundo en ese momento particular. Todo esto le permite al individuo ser fiel a su esencia y por ello puede cambiar y seguir de alguna manera siendo el mismo. Porque escoger dónde posicionarse según lo que sienta y no según lo que “tendría que hacer” es la manera más libre y legítima de no traicionarse.
 
La filosofía oriental y el arte de cambiar siendo los mismos

La filosofía oriental explica que la virtud está en no estancarse, en darse cuenta de las propias fijaciones y limitaciones y superarlas o trascenderlas. Siendo esta la manera que tenemos de cambiar y seguir siendo los mismos. Porque de este modo, abrimos un espacio para que nuestro verdadero ser surja, se manifieste y se desarrolle.

Diferentes maestros de la filosofía oriental explican que cambiar y seguir siendo los mismos no es una habilidad que se aprenda ni fácil ni rápidamente. Requiere un esfuerzo constante, también porque nuestro sistema psicológico ya sea por economía o por necesidad de buscar la permanencia, busca mantenerse estable y tener pilares firmes.

“Discúlpeme, no le había reconocido: he cambiado mucho”.
-Oscar Wilde-

Según Robert Spencer, en su libro “El arte del Guerrero”, para mantenerse elásticos, haríamos bien en acostumbrarnos a manejar diferentes puntos de vista, evitando así el peligro de anclarnos en una única perspectiva. Solo un entrenamiento adecuado en este tipo de gimnasia mental lleva a la espontaneidad. Si el ejercicio es interrumpido, en poco tiempo nuestra mente tenderá a protegerse, quedándose atrapada en las cadenas de sus propios pensamientos.

Para terminar, me gustaría compartir una metáfora que explica cómo es posible cambiar y seguir siendo los mismos:

“El agua lo vence a todo porque se adapta a todo. Puede ser un fluido, un sólido o un gas. Puede ser blanda o dura, rígida o elástica. Inmóvil o impetuosa, calma o tempestuosa. Puede correr lentamente o arrollar, evitar un obstáculo o chocar violentamente con él. Precipitarse o salpicar. El agua es la analogía natural del cambio como capacidad de adaptarse estratégicamente a las distintas circunstancias“.

Y si fueras cómo el agua… ¿qué pasaría?

Julia Marquez Arrico

lunes, noviembre 19, 2018

3 diferencias entre emociones y sentimientos

Seguramente más de una vez hayas confundido una emoción con un sentimiento ya que, en la práctica, experimentamos ambos fenómenos a la misma vez y son fáciles de confundir. Pero es muy importante saber cuáles son las diferencias entre emociones y sentimientos, porque la manera de gestionarlos es diferente y las necesidades que generan no son las mismas.

 
 
En este artículo hablaremos brevemente de las principales 3 diferencias entre emociones y sentimientos, el objetivo es que sepas diferenciar entre estos para que logres una mayor inteligencia emocional, seas más reflexivo y te evites arrepentimientos. Porque las emociones y los sentimientos pueden llevarnos a hacer cosas que son fruto del “calor” del momento pero si hacemos un esfuerzo por identificarlos y diferenciarlos es más fácil modificarlos (Goleman, 1996).
Las 3 diferencias entre emociones y sentimientos
 
1. Su origen automático VS razonado

Mientras que las emociones tienen su origen sobre todo en el sistema límbico y la parte más primitiva del cerebro, los sentimientos pertenecen al lóbulo frontal. Es decir, los sentimientos son fruto del pensamiento abstracto mientras que las emociones son innatas y vienen determinadas genéticamente como fruto de la evolución. Así mismo, aunque nos parezca raro, existe un número finito o “máximo” de emociones que podemos tener como animales humanos mientras que no hay un máximo de sentimientos.

De hecho, los sentimientos (como veremos más adelante) se definen a nivel verbal mientras que las emociones se definen a nivel psicofisiológico. Los sentimientos tienen su origen en la interpretación cerebral que hacemos de los eventos y las sensaciones mientras que las emociones tienen su origen en la respuesta del sistema nervioso de las respuestas rápidas (simpático y parasimpático).

“Mientras que las emociones tienen su origen sobre todo en el sistema límbico y la parte más primitiva del cerebro, los sentimientos pertenecen al lóbulo frontal”. 
 Sistema límbico
 
2. La velocidad y la rapidez con la que aparecen y cambian

Las emociones se caracterizan sobre todo por ser bastante inmediatas, son el sistema de alarma y supervivencia del organismo. Una vez hemos entendiendo qué ha ocurrido y por qué nos sentimos de una manera o de otra, estamos hablando de sentimientos y no de emociones. Para tener un sentimiento es necesario pensar en lo que ha pasado (valorar la emoción), reflexionar sobre cómo nos hemos comportado y así comenzamos a elaborarlo psicológicamente.

Como las emociones nacen y mueren rápidamente, nuestro organismo tiene otro mecanismo de valoración y motivación: los sentimientos. El sentimiento sería lo que “queda” de la emoción. De hecho, una de las principales diferencias entre emociones y sentimientos es que el sentimiento se va gestando poco a poco, puede ir cambiando y modificándose y está presente durante días, semanas, meses e incluso años.
 
3. La intensidad: las emociones son muy potentes mientras que los sentimientos son más “suaves”

En primer lugar, si entendemos que las emociones son el principal sistema de alarma y motivación con el que nacemos, podemos comprender que serán muy intensas y potentes. Las emociones básicas y universales son: alegría, ira/rabia, miedo, sorpresa y tristeza; son muy intensas y nos mueven siempre a actuar o a dejar de hacerlo. En este sentido, si afinamos mucho, la sorpresa sería una emoción neutra cuya función es “estar alerta y muy pendientes de lo que va a ocurrir”.

Si has visto la película “Inside out” o “Del revés”, observarás cómo las emociones siempre empujan a que “hagamos algo” o a que “dejemos de hacerlo”. Por ejemplo, la tristeza lleva a que te alejes de los demás, te aísles y conectes con el sufrimiento que tienes. Ahora bien, los sentimientos son muchísimo más variados y lentos y nos llevan a reflexionar qué es lo mejor que podemos hacer para dejar de sentirnos de manera incómoda o desagradable.

En este punto, es necesario destacar que la gestión de las emociones desagradables se consigue mediante técnicas de desactivación y reconducción de la atención. Por otro lado, la gestión de los sentimientos se consigue mediante experiencias sentimentalmente correctivas, el diálogo socrático y la reflexión guiada. Así, pueden ayudarte técnicas de desactivación y relajación rápida.


“Los sentimientos son muchísimo más variados y lentos y nos llevan a reflexionar qué es lo mejor que podemos hacer para dejar de sentirnos de manera incómoda o desagradable”.

Finalmente, podemos entender que como hay diferencias entre emociones y sentimientos, la manera de gestionar estas experiencias es diferente. Mientras que las emociones requieren de un momento de desconexión (por ejemplo para no aumentar la rabia y perder el control), los sentimientos necesitan ser escuchados y reconducidos (¿qué me pasa?, ¿qué puedo hacer para mejorar mi situación). En cualquier caso, tanto la regulación de las emociones como la reinterpetación de los sentimientos es posible y ayuda a tener una mejor salud psicológica (Bigman, Sheppes & Tamir, 2017).

Julia Marquez Arrico

sábado, noviembre 17, 2018

Tu cerebro también te puede curar

Tu cerebro cambia con cada nuevo pensamiento, con cada nuevo aprendizaje y experiencia que integras en tu vida. Este órgano plástico, complejo y fascinante puede ser nuestro aliado a la hora de prevenir y tratar un sinfín de condiciones. Así, entender que tu cerebro también te puede curar -influir de manera positiva en un proceso de curación- puede abrirte la puerta a aplicar nuevas herramientas y enfoques mentales. 


 
Uno de los mayores expertos en materia de plasticidad cerebral es sin duda el doctor Álvaro Pascual-Leone. Investigador, profesor y decano asociado de Ciencia Clínica y Traslacional de la Escuela de Medicina de Harvard, es una de las referencias más inspiradoras en el conocimiento del cerebro humano y de su potencial.

Somos conscientes de que la frase “tu cerebro también te puede curar” puede llevarnos a más de un equívoco. Este órgano no hará, por ejemplo, que podamos curarnos de una enfermedad crónica. Sin embargo, sí nos puede permitir prevenirla en muchos casos e incluso paliar su impacto si mejoramos nuestros hábitos de vida.

Así, tal y como nos revela el profesor Pascual-Leone, debemos ser capaces de entender que está en nuestra mano “esculpir” nuestro propio cerebro para que sea un buen benefactor y no un enemigo. Rodearnos de una red social de personas significativas, ser curiosos, receptivos, pensar de manera positiva o reducir el impacto del estrés nos permitirá sin duda ganarle territorio a la salud y el bienestar.

“No tenemos porqué conformarnos con lo que nos ha dado la naturaleza”.
-Álvaro Pascual-Leone- 
 
Tu cerebro también te puede curar, seamos escultores de nuestro propio cerebro

El cerebro es como un universo lleno de complejas constelaciones. Al igual que cada día conocemos más datos sobre ese océano cósmico que se extiende más allá de nuestro pequeño planeta, también ahora nos alzamos ya como habilidosos astronautas explorando y descubriendo relevantes datos sobre los procesos de nuestras redes neuronales.
  • Sabemos, por ejemplo, que cada experiencia, pensamiento y conducta puede modificar nuestro cerebro.
  • Hemos descubierto a su vez, ese proceso esperanzador llamado neurogénesis, esa muestra evidente de que nuestro sistema nervioso central puede seguir generando nuevas neuronas en cualquier momento de nuestra vida.
  • Estudios, como el llevado a cabo por los doctores Chunmei Zhao y Fred H. Gag, de la Universidad La Jolla, California, nos indican la relevancia que este proceso puede tener a la hora de prevenir y paliar el impacto de realidades como la depresión, la pérdida de memoria o las enfermedades neurodegenerativas.

Este aspecto es sin duda una de las áreas de la neurociencia más interesantes. Sobre todo, si pensamos que hasta hace muy poco dábamos por sentado que la capacidad de generar nuevas neuronas estaba restringida hasta los primeros años de la infancia.
Los genes no determinan la química de nuestro cerebro

Hay dos aspectos que siempre deben tener en cuenta cuando hablamos de neurobiología: el de la genética y la epigenética.
  • Tanto si lo queremos como si no, estos factores siempre determinarán que nuestro cerebro tenga una mayor o menor probabilidad a la hora de sufrir determinadas patologías.
  • Sin embargo, a la hora de prevenir estas realidades no debemos perder de vista un aspecto: los genes no nos determinan al 100%. En nuestra mano está iniciar nuevas prácticas y mejores enfoques mentales.

Alzarnos, en esencia, como auténticos escultores de un cerebro más sano y sobre todo, más plástico, nos ayudará a reducir el impacto de un gran número de enfermedades físicas y psicológicas. 
 
Un cerebro plástico es un cerebro sano y resiliente

Tu cerebro también te puede curar porque tiene una capacidad asombrosa: la de la plasticidad. Ahora bien, ¿qué significa exactamente este término?
  • Plasticidad es la capacidad que tiene nuestro sistema nervioso de modificarse a sí mismo para responder al entorno que le rodea.
  • Es además, una ventaja evolutiva con la que podemos adaptarnos mucho mejor a los retos, a las dificultades.
  • Así, si hablamos de neuroplasticidad hacemos referencia a todos esos cambios que aparecen en nuestro cerebro en base a nuestras experiencias.
  • La resiliencia, por ejemplo, es un claro ejemplo de neuroplasticidad porque define esa capacidad excepcional para superar las adversidades generando nuevas estrategias y aprender de ellas después.
 
¿Cómo podemos “esculpir” al cerebro para que medie en nuestra salud?

Tu cerebro también te puede curar, pero ¿cómo? te preguntarás. Sabemos ya que la plasticidad cerebral es esa herramienta clave para afrontar los retos de nuestro entorno.

Asimismo, también se ha descubierto que factores como la reserva cognitiva, nos permite lidiar mejor con las enfermedades neurológicas.

Las claves para para ser esos arquitectos de nuestra salud cerebral, son en realidad asequibles para la mayoría de nosotros. Son procesos con un gran beneficio para el cerebro, para generar nuevas conexiones, para estimular, cuidarlo, optimizarlo…

Veamos esas dimensiones que nos aconseja el neurólogo Pascual-Leone.
 
Alimentación adecuada

Una alimentación variada y equilibrada es sinónimo de salud. Busquemos siempre productos frescos de cultivo orgánico, evitemos el abuso del azúcar, de las grasas saturadas.

Asimismo, pongamos en nuestra lista los alimentos ricos en omega 3, magnesio, triptófano, vitamina K, en antioxidantes… 

Ejercicio regular

El sedentarismo es un enemigo voraz para la salud e incluso para el estado de ánimo. Es por tanto recomendable que incluyamos en nuestra rutina algún tipo de ejercicio. Bastaría incluso con salir a caminar media hora cada día. 
 
Meditación y pensamientos positivos

La ciencia lleva años estudiando el impacto de la meditación en nuestra salud. La universidad de Harvard nos revela por ejemplo en un estudio, los beneficios del Mindfulness para reducir la sintomatología de la ansiedad y el estrés.

Por otro lado, si tu cerebro también te puede curar es porque en algún momento, has logrado mantener un enfoque de vida positivo y resiliente. Los pensamientos positivos mejoran la salud cerebral, regulan tensiones y mejoran incluso la capacidad para asentar nuevos aprendizajes.
Sueño profundo y reparador

Habrá personas que tengan bastante con 6 horas, otras con 9. Sea como sea, lo más importante es que nuestro descanso nocturno sea siempre profundo y reparador. Algo imprescindible para ganar en salud cerebral. 

Relaciones positivas

Este consejo es sin duda el más conocido. Nuestro cerebro necesita de la conexión social para experimentar bienestar y satisfacción vital. Es más, contar con una red de apoyo significativa en la que confiar, nos ayuda a hacer frente a la depresión, fortalece las conexiones neuronales y ganamos también en reserva cognitiva.

La amistad es salud, el amor es energía, las relaciones que nos despierta felicidad y no preocupaciones, son sinónimo de salud.

Para concluir, ahora que sabes que tu cerebro también te puede curar, no lo dudes: mejora tus hábitos de vida. Recuerda a diario que tú puedes ser el escultor de este órgano prodigioso capaz de mediar en tu bienestar, e incluso prevenir que desarrolles ciertas enfermedades.

Valeria Sabater

viernes, noviembre 16, 2018

La auto disciplina y su capacidad de transformarnos

El auto control y la auto disciplina son realmente muy importantes en nuestra vida, no importa la actividad que realicemos o el puesto que tengamos en el trabajo. Se trata de una orden que nos ponemos nosotros mismos, nadie más tiene voz ni voto en nuestra decisión.

 
Y esa disciplina se puede llevar a cabo en cualquier ámbito. Por ejemplo, si hablamos del éxito, un dicho indica: “la gente exitosa hace las cosas con regularidad y las no exitosas, en ocasiones”. ¿Qué es lo que significa esta frase? Básicamente, que si no somos constantes en una tarea, difícilmente nos vaya bien.

Si no estás obteniendo los resultados esperados, puede que la razón se deba a que te falta un poco de auto disciplina. Analicemos dos casos puntuales: querer bajar de peso o graduarse, ¿en quién reside la mayor cuota de responsabilidad si no lo logras o si tardas más de la cuenta en alcanzar tu objetivo? Claro, en ti mismo. Si la meta es adelgazar cinco kilos pero en lugar de seguir la dieta comes cualquier cosa, no esperes tener el cuerpo soñado.

Si en lugar de pasarte todo el fin de semana estudiando para rendir un examen te vas de copas con tus amigos o te juntas a jugar al fútbol, no creas que luego recibirás una buena calificación y te graduarás en tiempo y forma. Más allá de que somos el resultado de nuestras acciones, es muy importante saber en qué momento ajustar las clavijas de la guitarra y ser más disciplinados.

Pero atención, que la disciplina no tiene que ver con ser inflexibles, sino en aprender a trabajar de manera tal que podamos conseguir lo que queremos. Si sabemos que sin esfuerzo no hay nada en esta vida (no todos tenemos la suerte de nacer en una cuna de oro), entonces, no perdamos el tiempo en cosas sin sentido o bien en aquellas que nos retrasan u obstaculizan el camino.

Es verdad que también hay que dejar un poco de tiempo para la diversión y el disfrute. Sin embargo, lo pasarás mucho mejor cuando estés tranquilo de haber terminado con tus obligaciones. Imaginemos por un instante esta situación: has estado todo el día en la oficina pero no has podido terminar con tus tareas. Cuando sales, la lista de pendientes es aterradora. Vas a buscar a tus hijos a la escuela y los llevas al parque. ¿En qué crees que estarás pensando? Probablemente en que al otro día tendrás mucho que hacer en el trabajo. Si eres más auto disciplinado y terminas con los encargues que te hizo tu jefe, tendrás la mente despejada para pasar un momento maravilloso en compañía de tus pequeños.

Y esto del auto control se puede aplicar a cualquier ámbito de nuestra vida… Dejaste los platos sin lavar para mirar una película, te queda un libro que leer para la universidad y decidiste salir con tus amigos, querías reparar un electrodoméstico pero preferiste mirar un juego de fútbol… y la lista sigue.

Existen tres técnicas infalibles para que podamos fortalecer la auto disciplina. Lo bueno es que esto te aportará grandes ventajas. Cambiarás la manera de vivir y de afrontar tus desafíos diarios. Concentrarás tu energía en lo que realmente vale la pena y pondrás tu atención en lo que necesitas para desarrollar tu potencial o realizarte en lo personal o profesional.

La perseverancia es vital. “Persevera y triunfarás”, dice el refrán popular. Si te esfuerzas todos los días, será más fácil que consigas lo que deseas. ¿Cómo crees que los músicos o los atletas logran canciones nuevas o ganar campeonatos? Porque todos los días practican o entrenan.

En segundo término, es bueno que puedas evitar las tentaciones o las distracciones que te alejan de tu objetivo. Estas pruebas que te pone la vida te sirven para templar tu fuerza de voluntad y ser más disciplinado. Nada de una porción más de tarta si quieres bajar de peso o de cinco minutos para chequear el correo si tienes que estudiar. Ya tendrás tiempo para ello más adelante.

Y por último, no bajes los brazos. No te rindas, que el resultado estará muy pronto ante ti. A pesar de las veces que te caigas, que retrocedas o que fracases, sigue adelante. Ponte de pie y conserva la esperanza. Recuerda: "La esperanza es lo último que se pierde".

Yamila Papa

jueves, noviembre 15, 2018

Las 7 claves para mantener la energía, según el budismo zen

Llamamos “energía” a esa fuerza vital que depende tanto de una reserva física como de un estado emocional. Mantener la energía en un mundo como el nuestro no es sencillo. Hay miles de factores que la sustraen, como el estrés y los problemas cotidianos.

 
 
Por eso es relativamente frecuente la sensación de cansancio. Terminamos cada jornada con la sensación de haber transportado una tonelada de peso durante un kilómetro. Lo único que queremos es no hacer nada para mantener la energía que nos queda.

Ni siquiera es que hagamos grandes hazañas durante el día. Muchas veces la sola rutina basta para agotarnos. ¿Por qué ocurre esto? Quizás hay factores que nos impiden mantener la energía y esta termina derrochándose en asuntos que bien podrían ser resueltos. Hay claves para impedir que esto ocurra. Estas son siete de ellas.

“Todos sabemos que hay dos tipos de energía: la contagiosa y la absorbente”.
-Esteban Navarro-
 
1. No tener deudas

No hacer frente a las deudas contraídas a tiempo es algo que atormenta a cualquiera. No es solo la sensación de tener un pago pendiente de realizar, sino también la percepción psicológica de estar en falta o haciendo algo indebido. Para mantener la energía en un nivel adecuado, lo mejor es evitar las deudas. Si esto es imposible, entonces pagarlas debe ser una prioridad incuestionable. Si no lo hacemos materialmente, en muchos casos lo hacemos psicológicamente. 
 
2. Cumplir las promesas

Las promesas hechas tienen un efecto similar al de las deudas, aunque no haya una premura tan elevada. Antes de comprometernos a hacer algo, debemos pensar bien si estamos en capacidad de cumplirlo o no. El prometer y no cumplir genera una importante carga psicológica.

Adicionalmente, las promesas incumplidas generan malestar con otras personas. Un conflicto innecesario que nos impide conservar nuestra energía. O cumplimos lo que prometemos o admitimos que nos resulta imposible y negociamos una compensación.
 
3. Descansar, una clave para mantener la energía

Desafortunadamente, en el mundo actual tenemos que recordar una y otra vez la importancia del descanso. Parecería un asunto obvio, pero es alarmante ver cómo infinidad de personas lo olvidan. Simplemente se sienten condenadas a hacer, hacer y hacer, sin pausa.

Descansar es el medio por excelencia para mantener la energía. Debemos cuidar y enriquecer nuestros tiempos de descanso al máximo. Esa es la base de nuestro bienestar físico, emocional y cognitivo. Si no descansamos adecuadamente, simplemente no podemos funcionar de manera adecuada. 
 
4. Organizarte

No siempre nos tomamos el tiempo necesario para repensar nuestras actividades y evaluar si las estamos desempeñando de la forma más práctica. Muchas veces las cosas simplemente se van dando y así las vamos asumiendo: como vienen.

Siempre podemos organizarnos mejor. Todo es cuestión de dedicar un tiempo a ordenar nuestras ideas. También para tratar de encontrar métodos y mecanismos que resulten más funcionales. Es bueno hacer esto periódicamente para sacarle el máximo provecho.
 
5. Cuidar la salud

Para mantener la energía en niveles equilibrados es absolutamente indispensable que cuidemos de nuestra salud. Esto incluye unos hábitos saludables y el seguimiento atento y tranquilo de cualquier problema de salud que se nos presente.

Los hábitos saludables tienen que ver con la nutrición, el ejercicio y el descanso. Esos tres ámbitos son esenciales para mantener una vida saludable. También hacernos un chequeo regular, en especial si hay algún síntoma nuevo o tenemos alguna molestia. No alarmarnos y adherirnos a lo que el médico señale, si estamos enfermos.

6. No eludir las situaciones difíciles

Los intentos por huir de las dificultades, cuando no queda más remedio que afrontarlas, solo termina agrandándolas y haciendo más difícil su manejo y su resolución. Podemos cerrar los ojos a los problemas, pero estos volverán, bien sea en forma de ansiedad, o bien por las consecuencias concretas que generen.

Una vez que somos conscientes de que en nuestra vida hay un problema serio, surge un cúmulo de inquietud. Esa inquietud no se disipa porque sí ni desaparece. Permanece ahí, gravitando sobre nuestra vida y robándonos más energía de la que suponemos. Así, cuanto más rápido asumamos un problema, más posibilidades o alternativas tendremos para darle una solución.
 
7. Aceptar y perdonar

Pocas actitudes nos roban más energía que la de resistirnos a la realidad. Esta casi nunca se ajusta a nuestros deseos, por eso resulta absurdo mantenernos en una posición de negación o de ignorancia parcial. Si nos interesa transformarla, el primer paso para hacerlo es aceptar la manera en la que se configura.

Perdonar es parte de esa aceptación. Perdonarnos a nosotros mismos por equivocarnos es admitir que somos humanos, que cometemos errores y que esto no nos resta valor. Perdonar a los demás es aceptar que también ellos incurren en fallos, pero que esto es solo una parte de su realidad. Guardar rencores o fustigarnos solo nos quita vitalidad.

Para el budismo zen la energía es un bien absoluto que se debe proteger y conservar. Todas estas recomendaciones para mantener la energía son una guía y un catálogo que seguramente trae muchos beneficios a quien lo sigue.

Edith Sánchez

miércoles, noviembre 14, 2018

El pensamiento catastrófico o “hacerse un vídeo negativo” de todo

El pensamiento catastrófico se expresa con frecuencia de dos maneras en nuestra vida. La primera es cuando agrandamos o maximizamos una dificultad o una situación negativa. La segunda tiene lugar cuando miramos hacia el horizonte y solo podemos visualizar el peor de los escenarios para los problemas que tenemos o las situaciones que afrontamos.

 
 
Coloquialmente se dice que quienes tienen un pensamiento catastrófico se hacen un “vídeo negativo”. Algo así es lo que ocurre. Es como si la mente produjera toda una película, es decir, una secuencia de acontecimientos. Lo distintivo de esos sucesos es que son muy malos o tienen un halo con una gran capacidad destructiva. Quien actúa así es como si necesitara martirizarse con su propia imaginación.

Las personas con un alto nivel de ansiedad y depresión suelen trabajar con pensamientos catastróficos, siendo este uno de los elementos que hacen que precisamente esa depresión o ansiedad se mantenga. Que vengan a la mente esas ideas es consecuencia de un estado de ánimo que está trastocado. Es ese estado de ánimo el que nos lleva a fantasear con lo peor, con lo macabro o lo horrible. Veamos de qué va todo esto.

“El optimista siempre tiene un proyecto. El pesimista siempre tiene una excusa”.
-Autor anónimo- 

Las características del pensamiento catastrófico

El principal rasgo del pensamiento catastrófico es que no se basa en el reconocimiento de riesgos reales. Se trata de un pensamiento sustentado casi exclusivamente en el plano de lo imaginario o fantástico. En otras palabras, los peligros, las amenazas o los daños que se visualizan son básicamente improbables, que no imposibles.

Una persona dominada por el pensamiento catastrófico puede sentir que su corazón está latiendo muy fuerte. Es posible que no asocie eso con el hecho de que tomó un café hace un rato, o con que caminó muy rápido en los últimos cinco minutos. Más bien verá en ello el comienzo de un infarto o la prueba definitiva de que está envejeciendo a pasos agigantados.

Alguien con pensamiento catastrófico tampoco subirá a un avión porque “presiente” que puede morir en un terrible accidente. O caer en medio del mar y ser devorado por los tiburones. En fin. Como vemos, los pensamientos catastróficos no suele ser imposibles, pero sí improbables. Un “catastrofista” elegirá la peor de todas las opciones para imaginar el futuro. Esto, por supuesto, tendrá consecuencias muy negativas en su estado emocional y en sus patrones de comportamiento. 
 
El origen de este tipo de pensamiento

Detrás del pensamiento catastrófico, hay una especie de guión o parlamento. Dicho de otro modo, un esquema de pensamiento que se repite. Algo así como una plantilla que se le aplica a todo lo que pasa por la mente. Nos auto-programamos para pensar el mundo en términos terribles.

¿Por qué ocurre esto? Ya lo decíamos. Es una forma en que se expresa la ansiedad y/o la depresión con la que cargamos. Esos estados de ánimo se nutren y se retroalimentan a sí mismos. Son como una bola de nieve que crece y se torna invasiva. El catastrofismo es una de sus manifestaciones.

Para algunos también se convierte en una especie de mecanismo de defensa. Es como si pensar en lo peor nos permitiera luego sentirnos aliviados porque finalmente no se dio ese escenario tan improbable. De alguna manera, sienten que ponerse en lo pero les protege de la desilusión y del dolor. Una especie de “huída hacia adelante” que, sin embargo, les envuelve en una madeja de angustia innecesaria. 
 
Las consecuencias de pensar así

El pensamiento catastrófico, como todos nuestros pensamientos, siempre se acompaña de un conjunto de sentimientos y emociones. Al darle rienda suelta solo conseguimos incrementar el miedo, la ira, el resentimiento, la culpa, la tristeza, el pesimismo y un largo etc. Es decir, que se convierte en una forma de cultivar la peor parte de nosotros mismos.

De otro lado, de manera imperceptible también nos convierte en sujetos muy demandantes. O todo tiene que estar perfecto o se avecina el caos. O la gente es intachable, o están ejerciendo una influencia nociva en nuestra vida. Así, terminamos convirtiéndonos en eternos insatisfechos que reniegan de la imperfección de la realidad y se desilusionan de antemano de todo y todos. Así no se vive bien, en todo caso.

Llegados a este punto, toca evaluar si algo de esto nos sucede. Quizás estamos equivocando el camino para tramitar algún malestar previo o algún conflicto que no hemos resuelto. El pensamiento catastrófico no nos protege ni nos ayuda a desahogarnos. Más bien nos despoja de iniciativa, a la vez que nos vuelve más inconformistas. De esta manera, hemos hablado de la semilla de la amargura.

Edith Sánchez

martes, noviembre 13, 2018

4 claves para establecer límites saludables

Si logramos establecer límites saludables, firmes y claros, ganaremos en salud mental. No solo eso, nuestras relaciones interpersonales mejorarán al dejar bien claro qué es y qué no es permisible. Es además, ese ejercicio cotidiano con el que clarificar la propia identidad, los valores y ejercitar una asertividad altamente eficaz con la que sentirnos seguros en cualquier situación.

 
Ahora bien, hay quien señala que los límites personales son un calle de doble sentido. En el momento que los demás identifiquen y tengan claro cuál es nuestra dirección, el resto seguirá su propio camino con milimétrico respeto. Sin embargo, como bien sabemos, esto no siempre se cumple.

Aunque no nos guste, siempre existirán ese tipo de perfiles hábiles a la hora de invadir espacios ajenos y cuestionar fronteras psicológicas y emocionales. Por ello, no basta solo con delimitar esas barreras personales, también hay que saber mantenerlas en pie. Lograrlo es clave para que el resto de inversiones en nuestra salud mental den sus frutos.

Esto mismo es lo que nos explicaron en su día Edward T. Hall y Robert Sommer. Estos antropólogos y psiquiatras fueron los pioneros en el estudio del espacio personal. Estas investigaciones, iniciadas en 1969, nos hablaban ya de esos límites donde se contiene una persona y en la que habita algo más que un territorio físico.

Es un lugar donde nos sentimos mental, física y emocionalmente protegidos, un refugio que nadie puede vulnerar con sus comentarios o comportamientos. No obstante y por llamativo que nos parezca, algo que nos revelaron estos expertos es que en nuestra cotidianidad es común que se sorteen esas fronteras, esas barreras que no siempre protegemos con la atención y los recursos que necesitan para no caer. Veamos a continuación cómo lograrlo.

“Las buenas cercas hacen buenos vecinos”.
-Robert Frost- 
 
1. La honestidad: el oxígeno de los límites saludables

La honestidad es una actitud, que engloba a la intención de verdad y transparencia. Nada es tan necesario para lograr unos límites personales firmes y seguros que incluir la en nuestro propio cajón de actitudes o disposiciones. Para ello, tengamos en cuenta:
Es imposible establecer límites si no dejamos claro con anterioridad que violarlos tendrá consecuencias.
Por ejemplo, en el marco de una relación afectiva, la otra persona debe entender que si se ataca nuestra autoestima, valores y dignidad, ese vínculo ya no podrá mantenerse.
Intentemos mantener una coherencia. Es difícil pretender que los demás no violen nuestros límites cuando nosotros no lo hacemos con los demás o que los demás no se pierdan cuando las sanciones que imponemos no se ajustan a lo que los demás han hecho.
Ser honesto implica a su vez, mantener una equidad entre lo que se dice y lo que se hace, entre lo que demandamos y ofrecemos.

Asimismo, los límites saludables necesitan de una labor de actualización y mantenimiento. No vale ceder, no vale dejar abierta una ranura por donde entre el chantaje y se introduzca esa petición a la que decimos “sí”, cuando debía haber sido un “no” rotundo.
 
2. Límites a prueba de microagresiones

Las microagresiones son como gotas de cianuro que acabamos diluyendo en nuestra cotidianidad casi sin darnos cuenta. Es esa frase sarcástica de un amigo. A su vez, es también ese comentario machista, “pero gracioso”, que acabo riéndole a un compañero de trabajo. Es esa burla camuflada de cariño que nos deja caer nuestra pareja o incluso ese comentario de nuestra madre que no duda en juzgarnos…

Todos esos ejemplos, son en realidad los sutiles aguijones de la microagresión cotidiana. Si dejamos pasar una tras otra esas pequeñas embestidas, si esas pequeñas espinas se nos van clavando un día sí y otro también llegará un momento en que aparecerá el dolor y la herida. No debemos permitirlo, es necesario establecer unos límites saludables y firmes por donde no entren las agresiones, con independencia de la magnitud de estas. 
 
3. Eres responsable de ti mismo, respétate cada día

Todos nosotros exigimos respeto de los demás, sin embargo ¿nos respetamos a nosotros mismos? Por llamativo que nos parezca la respuesta es evidente: no siempre.
Los psicólogos de la Universidad de Virgina, Timothy D. Wilson y Elizabeth W. Dunn, realizaron un estudio en el 2004 donde evidenciar que uno de los principales errores de la población en materia psicológica, era precisamente no haber trabajado el autoconocimiento.
Si no somos capaces de profundizar en esa arquitectura privada de las necesidades, deseos, fragilidades, miedos e identidades, dificilmente podremos establecer unos límites firmes para protegernos de los demás. Porque ¿qué es lo que debo proteger si no sé que es lo que me define, qué es permisible para mí o qué es lo que me duele o indigna?

Esta tarea, la del autoconocimiento, solo nos compete a nosotros mismos. Por tanto, si exigimos respeto a los demás empecemos por respetarnos a nosotros mismos escuchando esa voz interna para saber qué es lo que necesita.
 
4. El desapego como clave para ejercitar el espacio psíquico

A menudo, nos cuesta decir “no” a esa persona cercana porque tenemos con ella un vínculo afectivo. Dimensiones como la cercanía, la amistad, el afecto o incluso el simple respeto hacia alguien provocan que nos cueste un poco alzar unos límites saludables y firmes. Casi sin saber cómo, acabamos cediendo, diciendo “sí” cuando debía haber sido un “no” y descubriendo como ciertas personas, acaban vulnerando nuestras fronteras.

Debemos tenerlo claro: el mejor músculo para crear un espacio psíquico seguro es el desapego. Es establecer una distancia entre sentimientos o lealtades afectivas respecto a nuestra identidad y necesidades reales. Al mismo tiempo, no podemos dejar de lado algo evidente: quien nos respete de verdad nunca se atreverá a cruzar ni a vulnerar nuestras fronteras emocionales y psicológicas. 

Para concluir, tal y como podemos ver a la hora de erigir unos límites saludables debemos focalizar primero todo el trabajo en el interior: en nosotros mismos. El autoconocimiento, el ejercicio de la autoestima, de la autorresponsabilidad y el desapego son esos ingredientes esenciales con los que podremos crear un refugio seguro a prueba de intrusiones.

Valeria Sabater

lunes, noviembre 12, 2018

Las 2 Claves para Tener una Personalidad Agradable y Caer Bien a los Demás

Hoy hablaremos de cómo tener una personalidad agradable y caer bien a los demás.
Según cómo se mire, este tema puede parecer un tema un poco superficial. Pero en realidad es muy importante.


Las relaciones con los demás son uno de los pilares de una vida plena y satisfactoria. Y para tener buenas relaciones, hay que ser capaz de ser agradable y caer bien.
Por supuesto, no hablaremos de intentar ser agradable de forma artificial o falsa, sino de desarrollar la habilidad sincera de crear un buen clima a nuestro alrededor.
Es algo que todos podemos hacer.
Y es una de las cosas que tiene un mayor potencial de transformar nuestra vida.

Cómo Tener una Personalidad Agradable

La idea de escribir este artículo surgió a partir de un libro que empecé a leer hace unos meses: “El Mito del Carisma”, de Olivia Fox Cabane.
No tengo una opinión definitiva sobre el libro completo, porque a medida que avanzaba fui perdiendo interés y lo acabé dejando a medias. Pero en sus primeros capítulos da algunas ideas que me parecen brillantes.
El tema principal del libro es el carisma, que es la capacidad de las personas de atraer y agradar a los demás. Y su autora explica que esta capacidad depende de dos factores principales: el poder y la cordialidad.
Para mí fue una auténtica revelación cuando lo leí. Nunca lo había pensado de esta manera, y realmente es así de simple: poder y cordialidad.
El primero de estos factores es el poder: para que los demás nos perciban como carismáticos y agradables, tienen que sentir que tenemos poder. Es decir, tienen que sentir que tenemos algo valioso que ofrecer.
En este punto puede haber alguna confusión, porque muchas veces utilizamos la palabra “poder” con connotaciones negativas: poder económico, poder político, poder físico, etc. Pero no hay que confundirse; el poder no es solo esto. El poder es la capacidad de ofrecer algo valioso. Y puede ser cualquier cosa.
Una persona que sabe hacer reír tiene poder. Una persona cariñosa tiene poder. Una persona que explica historias interesantes tiene poder. Una persona que sabe escuchar con interés sincero tiene poder. Cualquier persona que tenga algo de valor para ofrecer tiene poder. (Esto significa que, como veremos en breve, todos tenemos poder, porque todos tenemos cosas valiosas para ofrecer.)
Y el segundo elemento para tener una personalidad agradable es la cordialidad: para que estén a gusto con nosotros, los demás tienen que percibir que, ese poder que tenemos, lo vamos a usar en su beneficio. Tienen que percibir que deseamos sinceramente que estén bien y que pondremos de nuestra parte para que así sea.
Es importante ver que una de estas dos cualidades solas no es suficiente. Si los demás nos perciben como poderosos pero no cordiales, no se sentirán a gusto con nuestra presencia, sino todo lo contrario: se sentirán amenazados. Y si nos perciben como cordiales pero no poderosos, sentirán que no aportamos nada interesante a su vida, y tampoco valorarán positivamente nuestra compañía. Incluso puede que resultemos pesados.
Así que hay que desarrollar las dos cualidades. Una sola no vale.
Los demás nos percibirán como personas agradables si nos perciben como poderosos y cordiales.

Cómo Conectar con Tu Poder y Tu Cordialidad

Así pues, si queremos tener una personalidad agradable y que los demás estén a gusto con nosotros, tenemos que conectar con nuestro poder y nuestra cordialidad.
En este punto, otra de las ideas interesantes que contiene “El Mito del Carisma” es que estos dos factores no son algo innato que se tiene o no se tiene, sino que dependen completamente de nosotros. Concretamente, dependen de nuestros pensamientos.
Olivia Fox Cabane explica que el carisma se transmite principalmente con el lenguaje corporal, y que el lenguaje corporal es un reflejo de lo que pensamos. Y esto encaja perfectamente con lo que hemos explicado tantas veces en el blog: todo depende de nuestros pensamientos.
El poder y la cordialidad que emanamos dependen de nuestros pensamientos. Y la manera de activarlos es pensar de forma poderosa y cordial.
En primer lugar, tenemos que tomar conciencia de que todos y cada uno de nosotros somos poderosos. Tú eres poderoso. Tú eres una persona única e irrepetible. Tienes cualidades únicas, ideas únicas y has vivido experiencias únicas. Y todo esto lo puedes ofrecer al mundo.
Es muy importante que este pensamiento te acompañe siempre, y en especial cuando te relaciones con otras personas: eres único y tienes cosas únicas para ofrecer. Y todo lo único es valioso, porque aumenta la riqueza y la diversidad de la vida.
En función de tu manera de ser, pueden ser cosas distintas: puede ser tu compañía (nadie más es como tú), pueden ser tus ideas (nadie tiene las mismas), pueden ser tus bromas y chistes, puede ser tu capacidad de escuchar, pueden ser tus conocimientos, etc. Puede ser cualquier cosa. Pero tú, como todo el mundo, tienes cosas únicas que ofrecer. Y esto te hace poderoso y valioso.
Y además de esto, hay que tener una actitud cordial. Este poder que tienes, debes estar dispuesto a ofrecerlo a cualquier persona con la que te cruces.
Esto también depende de tus pensamientos. Si tienes pensamientos positivos sobre las demás personas, de forma natural, tu actitud será cordial hacia ellas. En cambio, si tienes pensamientos negativos, desprenderás hostilidad.
Por este motivo, es muy importante que, independientemente de quién tengas delante, tus pensamientos sean del tipo: “deseo que estés bien, y todo lo que yo haga o diga tendrá esta intención hacia ti.” Tus pensamientos deben reflejar tu intención sincera de buscar el beneficio de cualquier persona con la que te relaciones.

Cómo Potenciar Tu Personalidad con Tapping

En resumen, para tener una personalidad agradable, tenemos que aprender a alinear nuestros pensamientos con la idea de que somos valiosos y de que estamos dispuestos a ofrecer este valor a cualquier persona que se nos acerque.
Este proceso se puede hacer simplemente poniendo conciencia y atención a nuestros pensamientos. Pero como todo lo que tiene que ver con el control de la mente, a la práctica cuesta. Y una herramienta muy útil en este aspecto es el tapping.
El tapping, por si no lo conoces, es una terapia muy simple y efectiva que sirve para sanar bloqueos. Cualquier cosa que consideres que te obstaculiza el camino, con tapping lo puedes sanar.
Es muy sencillo: solo tienes que decir frases sobre lo que quieres tratar y darte unos golpes muy suaves en unos puntos del cuerpo mientras las dices. Y este procedimiento lo podemos utilizar para sanar cualquier bloqueo que nos dificulte tener pensamientos de poder y cordialidad.
Por ejemplo, si crees que no eres una persona poderosa y te cuesta pensar que tienes cosas valiosas para ofrecer, puedes hacer tapping con frases de este tipo:
  • Creo que no tengo cualidades valiosas.
  • Creo que tengo poco para ofrecer.
  • Hay personas que tienen mucho más que yo.
  • Creo que no soy especialmente simpático.
  • Creo que no soy especialmente ________.
  • Etc.
Por otro lado, si te sientes poco cordial y te cuesta tener pensamientos positivos sobre los demás, puedes hacer tapping con frase como estas:
  • No me gusta tal persona.
  • No me apetece pensar positivamente sobre ella.
  • Creo que no se lo merece.
  • Estoy de mal humor.
  • Me parece poco sincero intentar tener pensamientos cordiales.
  • Etc.
Estas frases son solo ejemplos; no significa que tengas que usar estas exactamente. En tapping los detalles son importantes, y para que sea efectivo debes analizar qué piensas y sientes tú exactamente. Pero si ves que hay bloqueos en ti que te dificultan conectar con tu poder y tu cordialidad, con tapping los puedes sanar.
Por supuesto, no es imprescindible usarlo. Lo realmente importante es tener pensamientos de poder y cordialidad.
Todos tenemos cualidades únicas y valiosas para ofrecer a los demás.
Y todos tenemos la capacidad de ofrecerlas a todo el mundo de forma incondicional.
Y si conectamos con estas ideas a nivel interno, las proyectamos a nivel externo.
Un fuerte abrazo,
Jan

domingo, noviembre 11, 2018

5 claves para superar la resistencia al cambio

Nos guste o no, la vida es dinámica. Nada permanece estático y por eso lo que hoy es de una manera, mañana puede ser de otra muy diferente. Aún así, superar la resistencia al cambio se convierte en una tarea titánica para muchas personas. De hecho, algunos empeñan demasiado esfuerzo en intentar que nada cambie.

 
 
La mayoría de nosotros queremos ser mejores y actuamos teniendo en cuenta este deseo como un objetivo transversal. Sin embargo, también hay momentos en los que podemos pensar si pagar o no el precio que implica este crecimiento. Quizás sea el miedo a fracasar o a lo desconocido, pero existe una fuerza que actúa como resistencia al cambio. De ahí que podamos permanecer mucho tiempo en un mismo punto, aunque no nos sintamos cómodos con ello.

La resistencia al cambio es esa fuerza que nos impulsa a mantenernos en la zona de confort. Cambiar supone desacomodar nuestra rutina y nuestro mundo interno. También implica acariciar lo nuevo y desafiarnos. Esto, ciertamente, puede causar temor. Pero siempre hay un camino para todo. Y el de superar la resistencia al cambio tiene sus propias claves. Estas son cinco de ellas.

“Un pequeño cambio hoy te lleva a un futuro radicalmente diferente”.
-Richard Bach- 

1. Objetivos emocionalmente atractivos

A la hora de cambiar, lo que más va a pesar en tu decisión no son las razones que impulsan la transformación, sino las emociones que la acompañan. A veces sientes que “debes” modificar algo, pero el deseo de hacerlo es muy pálido. En esos casos, es muy posible que no logres mantener por mucho tiempo tu decisión de cambiar.

Por eso es muy importante que examines bien lo que realmente deseas. Cuando una meta te atrae genuinamente, resulta mucho más sencillo superar la resistencia al cambio. Ahora bien, si el objetivo es muy importante para tu vida, pero no logras enganchar tus emociones en él, quizás necesites examinar más detenidamente qué hay en el fondo. ¿Qué es lo que está obstaculizando ese deseo de cambiar? 
 
2. Establecer micro-objetivos concretos

Es muy importante que te fijes un objetivo claramente definido. Las generalidades no ayudan para superar la resistencia al cambio. Todo lo contrario, cuanto más difusa sea la meta, más difícil te resultará enfocar tus esfuerzos hacia su consecución. Por eso, lo primero es delimitar el objetivo.

Lo segundo, dividir ese objetivo en micro-objetivos. Que sean muchos, puede indicar que todavía no has delimitado lo suficiente la meta principal. La idea es que no tengas que realizar muchas tareas para llegar a la meta final. Subdividir este proceso te permite procesarlo como más manejable y cercano. También detectar claramente tus avances y experimentar satisfacción por ellos. 

3. Construir una visión, una clave para superar la resistencia al cambio

Los estudios realizados en este campo nos dicen que los argumentos racionales no son suficientes para superar la resistencia al cambio. Podemos tener las mejores razones del mundo para cambiar, pero estas no se convierten automáticamente en motivaciones. Por eso se necesita un paso más.

Lo aconsejable es construir la visión de lo que se va a encontrar después de concretar el cambio. Visualizar lo que se va a obtener y también lo que dejaría de obtenerse si no se adelanta el proceso. En otras palabras, proyectarnos hacia el futuro. ¿Cómo seremos nosotros, o cómo será nuestra vida si logramos cambiar? Esto sí puede ser una gran motivación. 
 
4. Logros a corto plazo

Además de subdividir la meta en micro-objetivos, lo ideal es que estos últimos sean de corto plazo. En otras palabras, que no te exijan demasiada inversión de tiempo. Si se deja pasar un tiempo muy largo entre la fijación del objetivo y su realización, la motivación decae.

Por el contrario, cuando en el corto plazo ya puedes apreciar los primeros resultados, la actitud cambia. Te pruebas a ti mismo que, efectivamente, estás modificando algo en tu vida. Esto, por sí solo, es algo que te impulsa a seguir adelante. 

5. Cambios que refuercen la identidad, no que la nieguen

El componente de identidad también es muy importante a la hora de plantearnos un cambio. Muchas veces nos resistimos a introducir una transformación en nuestra vida, simplemente porque en el fondo no nos identificamos con ella. De hecho, hay ocasiones en que sentimos que esa transformación atenta contra lo que somos.

Esto ocurre porque a veces hay presiones del entorno. Sin embargo, lo que para algunos, o para todos, es una meta loable, puede que para nosotros no. Si nos proponemos cambiar solamente para satisfacer las expectativas de los demás, muy probablemente nuestros esfuerzos estarán destinados al fracaso.
Estas son solo algunas de las claves para superar la resistencia al cambio. En todas ellas reluce, implícitamente, el factor definitivo: desear ese cambio. En general, las personas siempre somos capaces de dar una forma real y que nos guste a nuestros deseos. Lo conveniente entonces es comenzar por ahí, es decir, por interrogarnos sobre lo que realmente queremos conseguir.

Edith Sánchez

sábado, noviembre 10, 2018

Del silencio al grito: el dramático péndulo emocional

No es exagerado decir que somos un poco analfabetos en términos de emociones. Lo usual es que nos eduquen en conocimientos y en valores, pero no en emociones. Se supone que la moral y la ética nos guían y así todo queda resuelto. Por eso a veces llegamos a la edad adulta sin tener muy claro cómo gestionar lo que sentimos. Eso es lo que ocurre en el llamado péndulo emocional.

 
 
El tema tiene que ver con la tramitación de la ira, una de las emociones más incomprendidas. El péndulo emocional se configura cuando una persona decide tragarse los agravios que recibe, o callar las molestias que siente frente a alguien. Después de un tiempo, todo esto se acumula y revienta como una olla a presión. Se da entonces una oscilación entre dos extremos: el silencio y el grito.

“Cuesta más responder con gracia y mansedumbre, que callar con desprecio. El silencio es a veces una mala respuesta, una respuesta amarguísima”.
-Gar Mar-

El péndulo emocional es propio de quienes temen a sus propios sentimientos, en particular a la ira. Así mismo, no tienen muy clara cuál es la forma de poner límites al trato que reciben de parte de otros. Esto es lo que los lleva a debatirse entre dos extremos y a gestionar inadecuadamente sus sentimientos agresivos. No es nada grave: siempre se puede aprender a manejar todo esto de otro modo. 

El péndulo emocional y el autocontrol

El tema del autocontrol no siempre es comprendido de la manera adecuada. Fácilmente termina confundiéndose el autocontrol con la represión y son dos realidades muy diferentes. En un caso es fruto de la conciencia; en el otro, del condicionamiento o del miedo. 

La primera gran diferencia entre lo uno y lo otro, es que quien mantiene el autocontrol desarrolla esta actitud previamente a cualquier situación de alta intensidad emocional. En otras palabras, hay todo un trabajo alrededor del objetivo de mantener un estado de serenidad. Es un estilo de vida, que es fruto de una conciencia de autocuidado. Se caracteriza porque difícilmente una situación saca de sus casillas a quien vive de este modo.

En la represión, en cambio, lo que hay es un esfuerzo de contención. Se experimentan los sentimientos con profunda intensidad, pero se evita expresarlos. En ese caso hay una ruptura entre lo interno y lo externo.

Es cierto que a veces tenemos que hacer uso de esa represión para impedir que una situación tome mayores proporciones. Sin embargo, en quien acostumbra a reprimirse esto va más allá. En realidad, quisiera expresar plenamente lo que siente, pero por alguna razón no puede hacerlo.
 
El ciclo del péndulo emocional

Las personas que se reprimen son quienes más frecuentemente presentan ese péndulo emocional que las lleva del silencio absoluto, al grito estridente. Lo usual es que sientan que no saben cómo expresar lo que les molesta. Tienen la idea de que no hay forma de expresar los desacuerdos, o las inconformidades, sino es con ira. Y que, como consecuencia, todo ello conduce necesariamente a un conflicto cuando precisamente eso es lo que quieren evitar. 

También ocurre comúnmente que no se sienten con derecho a expresar desacuerdos o molestias. De un modo u otro, creen que sus sentimientos no son lo suficientemente valiosos o lo suficientemente legítimos como para ser expresados y tomados en cuenta por los demás. Callan y se reprimen porque algo o alguien les ha hecho creer que no deben decir lo que sienten.

Toda esa incomodidad acumulada siempre llega a un tope. Es el momento en que el sentimiento se abre paso abruptamente y termina apoderándose de la persona. Lo que lleva guardado es en realidad una bomba de tiempo, que tarde o temprano explota. Las consecuencias pueden ser tan desastrosas que después se convierten en un motivo más para inhibirse y caer de nuevo en el ciclo.
 
Menos represión, más asertividad

Prácticamente solo hay una solución para no caer en ese péndulo emocional de extremos. Esa solución es la obvia: decir las cosas tan pronto como las sentimos. No esperar el mejor momento para hacerlo, ni esperar a llenarnos de razones. Al soltar inmediatamente lo que tenemos para decir, la carga emocional es mucho menor que si esperamos e incubamos más ira.

Guardarnos las cosas es ponernos una trampa a nosotros mismos. Llega un punto en el que es materialmente imposible ser asertivos, porque hay demasiadas emociones acumuladas. La asertividad es la habilidad para decir las cosas de tal manera que el otro pueda comprenderlas apropiadamente. Ser claros y respetuosos al mismo tiempo. Sobre todo, ser coherentes: decir exactamente lo que pensamos o sentimos. 

Cuando hay mucha ira acumulada y se producen esas situaciones explosivas, resulta básicamente imposible ser asertivos. La rabia y el rencor nos enceguecen. No nos permiten comunicarnos, sino que se instalará el imperativo de herir para devolver las ofensas recibidas y guardadas. La represión nunca funciona. Por el contrario, nos envenena internamente y termina haciéndole daño a los demás también.

Edith Sánchez