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miércoles, mayo 02, 2018

Cuando la angustia nos invade: la incertidumbre emocional

La angustia es un estado emocional paralizante. En ella, se entremezcla la ansiedad, el miedo sin forma, la sensación de peligro, el vacío existencial y el peso de un algo indefinible que no nos permite respirar. Este estado psicológico es muy común en la actualidad y, aunque a menudo se asocia a los trastornos de pánico, tiene también otros detonantes que vale la pena conocer.

Puede que alguno de nosotros hayamos dicho alguna vez eso de “estoy angustiado/a”. Esta palabra nos es sobradamente familiar y no es difícil que los demás puedan meterse en nuestra propia piel cuando la decimos en voz alta. Sin embargo, desde un punto de vista clínico esta experiencia psicológica es bastante compleja e incluso difusa.
“La angustia, al igual que otros estados psíquicos que producen sufrimiento, como la tristeza y el sentimiento de culpa, constituyen una pugna normativa de lo esencialmente humano”.
-Mario Benedetti-

¿Qué origen exacto tiene la angustia? ¿Hablamos solo de ansiedad o hay algo más? Desde el campo de la psicología siempre hay confusión y falta de consenso a la hora de definirla. Sin embargo, los filósofos en cambio han tenido siempre muy claro qué hay tras este término. La palabra angustia tiene sus raíces en el alemán, “angst” y define algo angosto, estrecho, algo que produce malestar y apuro.

Para Søren Kierkegaard, por ejemplo, esta emoción es la asunción de que las personas somos finitas, estaríamos por tanto ante algo que nos produce vértigo además de miedo al pensar en las (limitadas) posibilidades de futuro que tenemos por delante. A su vez, Jean-Paul Sartre, nos explicó que el sentimiento de angustia nace cuando uno es consciente de que todo lo que nos sucede se debe a las propias decisiones. Somos los auténticos responsables de nuestra felicidad o infelicidad.

¿Qué es exactamente la angustia y cómo se caracteriza?

La angustia y la ansiedad comparten un mismo “invitado”: el miedo. Ahora bien, en el caso de la angustia hay una serie de pinceladas base que dan forma a ese lienzo de sufrimiento tan común en el ser humano en ciertos momentos de su vida.
  • La angustia es miedo a algo indefinible.
  • La mente angustiada anticipa cosas irracionales, solo piensa en peligros futuros.
  • El presente es un vacío donde la persona se siente hundida y paralizada. Su mirada, se sitúa solo en el devenir, en ese mañana que le incomoda y asusta.
  • Asimismo, esta experiencia psicológica se acompaña por síntomas físicos. Hay sensación de asfixia, dolor torácico, palpitaciones…

Como podemos ver a simple vista resulta bastante difícil diferenciar la angustia de la simple ansiedad. De hecho, la mayor parte de las veces los propios trastornos de pánico presentan como principal síntoma la sensación de angustia. Por ello, es común que a veces vayan de la mano y que la propia mente angustiada actúe como detonante de un ataque de pánico. Son realidades clínicas muy complejas que suelen delimitarse cuando se valora de forma individual a cada paciente.


¿Por qué experimentamos angustia?

Los filósofos nos explicaron que la angustia acontece en el ser humano cuando tomamos conciencia de nuestra existencia como tal. De que no somos eternos, de que nuestras decisiones nos marcan, de que el tiempo pasa… Esa incertidumbre está muy presente en la actualidad. Y lo está por un hecho muy simple. Si hay algo que caracteriza a la sociedad moderna es el no saber qué va a pasar mañana. El trabajo, la economía, las relaciones… Todo puede cambiar de un día para otro y todo ello, angustia. 

“El verdadero hombre sonríe ante los problemas, recoge la fuerza de la angustia y crece con la reflexión”.
-Thomas Paine-

Así, algo que debemos aclarar en primer lugar es que experimentar angustia es algo completamente normal. No hay nada patológico en ello. No si esa angustia es adaptativa. Es decir, si lo que conseguimos con ella es reflexionar sobre nuestra situación para después tomar alguna decisión de cara al futuro. Es lo que Sigmund Freud definió como “angustia realista”.

Ahora bien, en el lado opuesto tendríamos la angustia desadaptativa. Es la que hemos descrito con anterioridad y que tendría los siguientes orígenes:
  • Crisis personales no gestionadas de forma adecuada. Son estados que se cronifican en el tiempo y que pueden combinarse con otros trastornos, como las depresiones.
  • Sensación de bloqueo al sentirnos incapaces de manejar ciertas situaciones. Factores como el desempleo, una separación, un cambio que está a punto de llegar pueden determinar su aparición.
  • Problemas en nuestras relaciones sociales, desavenencias, desengaños…
  • Asimismo, también es importante hablar del factor genético. Muchas veces la angustia se instala en nosotros sin razón aparente. Se sabe, por ejemplo que hay personas con una mayor predisposición a experimentar aumentos de adrenalina o a sufrir descensos en el ácido gamma-aminobutírico (GABA). Todas estas alteraciones neuroquímicas propiciarían la aparición de la angustia.

Para concluir señalar solo que por término medio, las crisis de angustia se gestionan de forma adecuada mediante terapia. La cognitivo-conductual, la terapia de aceptación y compromiso, así como enfoques como el mindfulness son las estrategias que mejores resultados nos proporcionan. En los casos más graves, se optará también por los enfoques farmacológicos.

Valeria Sabater

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