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jueves, mayo 31, 2018

Ni un solo día sin un te quiero

Resulta singular y curioso que fuese un pintor francés excesivamente tímido y reservado, como Pierre Bonnard, quien pronunciara la frase “Dibuja tu placer, pinta tu placer y expresa tu placer firmemente”. Es decir, que un señor célebre por su sensibilidad y parquedad en palabras aconsejara no dejar un solo día sin expresar emociones y sentimientos, sin dar un te quiero a los seres amados es realmente sorprendente.

 
 
No cabe duda de que si las personas más tímidas y reservadas son capaces de observar la belleza, entenderla y expresarla haciendo gala de una enorme sensibilidad, cualquiera podría decir un te quiero a quienes son merecedoras de su cariño y amistad.

Expresar emociones y sentimientos y dejarlos salir no solo es una buena conducta, también es necesario. No es aconsejable creer que airear las represiones es algo malo, pues no solo no es así; de hecho, es una costumbre que aportará una mejor salud mental y física.
“Nunca desperdicies la oportunidad de expresar tu amor”.
-H. Jackson Brown-
 
Alexitimia, la enfermedad de quienes no expresan sus emociones

No expresar emociones es una conducta social que, pese a estar abiertamente aceptada, es negativa para la salud humana. Tanto es así que actualmente este síntoma se considera la base de un trastorno identificado: la alexitimia.

La alexitimia aparece en aquellas personas que de alguna manera están incapacitadas para identificar, expresar o verbalizar sus emociones. Así, no poner palabras a las emociones puede acabar degenerando en problemas graves de conducta y salud mental. De hecho, se conocen casos de depresiones, aislamiento social e incluso somatización ante la incapacidad para dar salida a un torrente de sentimientos que se canalizan de forma incorrecta.

No obstante, la alexitimia también puede acarrear problemas físicos derivados de dificultades psicológicas. Por ejemplo, podría llegar a producir dolor de estómago, infartos, hipertensión, úlceras e incluso síndrome de colon irritable, entre otras enfermedades.

Es más, la alexitimia todavía tiene consecuencias más nefastas. Vivir sin ser capaz de expresar un te quiero puede provocar un gran deterioro de las relaciones sociales.
“El llanto es a veces el modo de expresar las cosas que no pueden decirse con palabras”.
-Concepción Arenal-
 
Casos extremos de alexitimia

Para hablar de casos extremos de alexitimia me gustaría referirme a una singular serie de televisión que hace pocos años gozaba de bastante éxito en diferentes países del mundo. Estoy hablando de Dexter, protagonizada por el actor Michael C. Hall.

El protagonista de la serie, llamado Dexter, tenía conductas que rayaban con la psicopatía por su incapacidad para sentir empatía, expresar sentimientos e incluso llegar a sentirlos. Para él decir un te quiero era una verdadera agonía.

Evidentemente, este es un caso extremo que sale de la ficción. Sin embargo, puede servir como punto de partida para buscar síntomas similares en cada uno de nosotros y saber si podemos estar aquejados de alexitimia en mayor o menor grado.
 
La incapacidad de dar un te quiero, un problema arraigado en la sociedad

Según la Sociedad Española de Neurología, hasta un 10% de la población en todo el mundo padece alexitimia, por lo que es obvio que es un problema que afecta a un buen número de personas, muchas de ellas tal vez cercanas a nosotros.

Para ser capaces de identificar a personas con esta enfermedad hemos de fijarnos en su capacidad empática o sus posibilidades para expresarse. Incluso, quienes han sufrido ictus, tumores cerebrales o traumatismos craneales, podrían verse afectados.

El cerebro es el que permite que los humanos sintamos amor, alegría o miedo y el que se encarga de relacionar sentimientos y emociones con las palabras. Una función mental que va más allá de un condicionamiento social, pues en realidad es una necesidad.

Según el doctor Pablo Duque, de la Sociedad Española de Neurología, “la imposibilidad de identificar y verbalizar emociones y sentimientos en las personas está provocada por una interrupción de la conexión entre estructuras en el cerebro”.

Es evidente que expresar emociones, mostrar sentimientos o decir un te quiero no es solo algo bello y bonito, también es una necesidad psicológica que mejora nuestra salud mental y física.

Pedro González Núñez

miércoles, mayo 30, 2018

La teoría del Yin y el Yang: la dualidad del equilibrio

La teoría del Yin y el Yang nos dice que todo lo que nos rodea se compone de dos fuerzas opuestas que se unifican en armonía para favorecer el movimiento y, a su vez, el cambio. Así, mientras el Yin simboliza lo oscuro, el agua, lo intuitivo y la capacidad de nutrir la vida, el Yang constituye el ímpetu, lo luminoso, la expansión y el fuego.

 
 
Este concepto arraigado en el taoismo constituye por sí mismo un marco de reflexión innegable y, a su vez, maravilloso. Ahora bien, en medio de tal sugerente juego dialéctico y conceptual donde todo parece tener su opuesto y a su vez su otra parte complementaria, hay un hecho evidente. Un matiz que nos caracteriza a todos nosotros, a esta sociedad moderna, avanzada, brillante y, por supuesto, globalizada.
La teoría del yin y el yang no se limita a la filosofía china en exclusiva, sino que puede aplicarse a todos los conceptos existentes.

En la actualidad, nuestra visión personal se limita a ver todo aquello que nos envuelve en términos absolutos y dicotómicos. Las personas son buenas o malas. Eres racional o eres emocional. O estas conmigo o estás contra mí. Si no eres inteligente eres ignorante. La felicidad es lo opuesto a la tristeza. Si no apruebas mi verdad estás defendiendo la mentira. A su vez, y no menos importante, hemos construido un entramado social donde enfatizamos el Yang en casi cualquier escenario.

Valoramos lo racional por encima de lo emocional, enfatizamos la fuerza, el dinamismo y ese sentido de dominación que enmarca muchas veces a las sociedades patriarcales. Se nos ha olvidado alimentar o cuidar esa mirada más holística, esa percepción capaz de ver la realidad como un continuo y no como un juego de fuerzas donde una siempre debe prevalecer sobre la otra.

Reflexionemos sobre ello.

La teoría del Yin y el Yang: lo que elegimos esconder

Todos sabemos reconocer el clásico símbolo del Yin y el Yang. Así, y aunque este diagrama tenga su más remoto origen en la filosofía china, cabe decir que esta idea, este concepto, tiene su testimonio en múltiples culturas. En la tradición hindú, egipcia o en la hebrea aparece también esa manifestación de lo dual, ese colorario donde el día y la noche, lo masculino y lo femenino, la tierra y el cielo, configuran ese sentido de armonía donde lo opuesto se complementa y fluye para dar dinamismo y sentido a la vida.

Por otro lado, algo que nos sugiere la teoría del Yin y el Yang es que cada uno de nosotros ya llegamos a este mundo “completos”. En nuestro ser confluyen capacidades, cualidades y características que por sí mismas constituyen un todo variado, inmensamente rico y a veces hasta contradictorio. Sin embargo, nos percibimos con una serie de rasgos muy concretos, definitorios y absolutos. Por ejemplo, podemos vernos como seres nobles, juiciosos y bondadosos. Sin embargo, se nos olvida también que la violencia puede surgir en el instante menos esperado.

Podemos concebirnos como personas muy activas, pero de vez en cuando también nos abraza la pereza. Podemos sentirnos felices y desesperados en un mismo día. Somos esos seres capaces amar y odiar al mismo tiempo (y a una misma persona). Aún más, uno puede llevar una vida regida por la lógica y el razonamiento más objetivo y en un momento dado, despertar, cambiar. Darse cuenta de que ese no es el camino y enfocar su vida hacia ese lado más intuitivo y emocional.

Carl Gustav Jung dedicó una buena parte de su vida a estudiar esta idea. Para el psicólogo suizo el ser humano vive en una contradicción continua. A pesar de que todos lleguemos completos a este mundo, nuestra educación, el contexto o incluso nosotros mismos, elegimos qué partes ocultar, qué negar (nos) y qué rechazar.

Así, los hombres, por ejemplo, optarán por esconder su Yin, esa parte femenina, ese lado más emotivo, sensible e intuitivo que debe relegarse en un rincón para sacar brillo al Yang. A esa vertiente más dinámica, conquistadora, fuerte y enérgica. Jung explicaba que todo aquello que no aceptamos o que evitamos explorar o potenciar en nosotros mismos lo relegamos a la “sombra”. Y ese acto, el de esconder lo que uno no quiere asumir, genera sufrimiento y contradicción.

“Acepta tu lado oscuro, entendiendo que te ayudará a moverte con la luz. Conocer ambos lados de nuestras almas, nos ayuda a todos a avanzar en la vida y comprender que la perfección no existe ”
-Martin R. Lemieux-
 
El Yin y el Yang: el símbolo de la transformación

La teoría del yin y el yang está habitada por pequeños y sutiles matices tan interesantes como inspiradores. Su símbolo, con esa onda central que divide el círculo, viene a recordarnos que la vida no es estática. Esa forma simboliza el impulso de la energía, el resurgir del cambio y la necesidad última por transformarnos, por avanzar hacia el crecimiento constante.

A su vez, también podemos ver cómo en el centro de cada parte hay a su vez otro círculo más pequeño y con el color opuesto. Simboliza la semilla del contrario. La teoría del yin y el yang nos recuerda que no debemos vernos a nosotros mismos en términos absolutos. Tampoco debemos ver la vida en el clásico prisma por el cual o todo es blanco o todo es negro. En el ser humano, como la en propia vida todo es relativo y todo puede cambiar en un momento dado.

Nuestra armonía personal parte de la propia capacidad por mantener el equilibrio entre todas las fuerzas que confluyen en nosotros. Para ser felices hay que saber gestionar la tristeza. Para amar con madurez hay que amar también los claroscuros del otro. Para contribuir a nuestro desarrollo como seres humanos debemos hallar ese punto donde lo emocional y lo racional sintonicen, un espacio propio de autoconocimiento, de aceptación y expansión.

Intentemos por tanto trabajar en esas energías opuestas que aún habitan en nosotros para crear un todo más armónico, significativo y por encima de todo, satisfactorio.

Valeria Sabater

martes, mayo 29, 2018

La importancia del amor propio en la elección de pareja

Todos hemos escuchado alguna vez que no podemos amar a otros si antes no nos amamos a nosotros mismos. Pero conseguir amarse a uno mismo no es sencillo. Para lograrlo, debemos trabajar en conocernos bien. Esto implica entender nuestros inicios y nuestra historia de vida, aprender de ella y, lo más difícil, aceptarla. Además, es importante tener en cuenta que nuestro niveles de autoconocimiento y autoestima son fundamentales a la hora de elegir una pareja.

 
 
Por más conscientes que seamos de las ventajas de querernos tanto a nosotros mismos como a los demás, no aprenderemos a hacerlo sin realizar un trabajo personal y sin observar ejemplos y modelos que nos permitan reconocer distintas formas de vinculación afectiva. Según las investigaciones realizadas por el neurólogo, psiquiatra y escritor Boris Cyrulnik hay que intentar observar a diferentes personas y estilos afectivos a lo largo de nuestra vida para ello.

En este sentido, los diferentes estilos de amar nos ayudan a no identificar el amor, la indiferencia o el odio con una forma específica de comportamiento. Un conocimiento que, a su vez, nos abre la mente y enriquece nuestra personalidad.
“Amarse a uno mismo de manera realista y sana es uno de los principales requisitos de la salud, en toda la extensión del término, y el mejor camino para expresar y comunicar afecto a las personas que queremos”.
-Walter Riso-
 
Tipos de pareja

Desde los primeros años de nuestra vida aprendemos a relacionarnos con los demás. En primer lugar, nos relacionamos con nuestros padres y el resto de la familia. Ellos son nuestro primer ejemplo de vínculo afectivo. Desde el minuto uno, observamos y aprendemos cómo nos tratan y cómo se relacionan entre sí.

Poco a poco, vamos ampliando nuestro círculo social. A medida que crecemos conocemos a más personas, hasta que finalmente realizamos nuestra primera elección de pareja y con ella, nuestra primera relación sentimental.

Boris Cyrulnik afirma que nuestra infancia determinará el vínculo afectivo que estableceremos con nuestras parejas sentimentales. Desde su perspectiva, existen diferentes tipos de pareja que podemos resumir en tres: la pareja en la que ambos se refuerzan mutuamente, la pareja en la que uno daña al otro y la pareja en la que ambos se hacen daño.

La pareja formada por dos personas que se refuerzan mutuamente dura más y tiene mejor calidad de vida, tanto en conjunto como por separado. Además, este intercambio de refuerzos contribuye de manera positiva a la salud de cada uno, mejorando su equilibrio emocional y su sentido del humor. Además, es la única forma de pareja que merece reafirmarse.

Los otros dos tipos de parejas, en las que el daño está presente de forma unidireccional o bidireccional, hay que intentar transformarlas de alguna manera, ya sea a través del cambio de las actitudes negativas como de la búsqueda de un nuevo significado que establezca las bases de una relación más sana. Si no es posible, lo recomendable es plantearse si no es mejor abandonar la relación.

Por otro lado, es importante mencionar que a veces, para salir de una relación necesitamos sentir seguridad y para ello, en ocasiones se buscan otras personas en la que apoyarse. Sin embargo, esto puede llevar a buscar una nueva pareja antes de tiempo, de tal manera que no habrá un profundo aprendizaje sobre lo vivido y posiblemente, se cometerán los mismos errores en esta nueva relación.
 
Somos naranjas completas

La elección de pareja se realiza de forma inconsciente, en base a todo lo aprendido a través de nuestra historia, pero acorde al momento personal en el que nos encontramos. Si no nos esforzamos por mejorar y conocernos a nosotros mismos, no seremos capaces de elegir a una pareja adecuada que nos permita vivir una relación de refuerzo mutuo.

Una pareja no puede cubrir por completo todas nuestras necesidades, de manera que mantener esta idea y esperar a que así suceda es solo utopía, fuente de frustraciones constantes. Sin embargo, las personas necesitamos relacionarnos con otros seres humanos y tener relaciones de distintos tipos que nos enriquezcan.

Una de las creencias más peligrosas que tenemos sobre las relaciones que tiene que ver con esto es la idea de no considerarnos seres completos. Este pensamiento nos ha llevado a una concepción errónea sobre el amor, considerándolo una emoción que todo lo puede. Así, al aceptar esta visión, dejamos de ser realistas y de ver las limitaciones de las que todo amor sano goza. De este modo, realizamos una elección de pareja que puede acabar transformándose en un vínculo sostenido por la dependencia y el miedo.
“Dos mejor que medio. La media naranja no existe, somos naranjas completas”.

Distinguir entre sufrimiento y amor

Nuestras creencias y formas de actuar no están solo determinadas por lo que observamos en nuestro entorno inmediato. Lo cierto es que también estamos expuestos a una gran cantidad de estereotipos sociales: moldes rígidos a los que pensamos que el mundo se adapta.

Los medios de comunicación tienen un gran peso sobre nuestras conductas a través de los estereotipos que refuerzan. La televisión, el cine, la música o la literatura nos dan mucha información. Pero debemos fijarnos en si esta información es compleja, ajustada y adecuada. Tanto en el mito del príncipe azul como en los libros y películas más populares encontramos la defensa de la misma idea: el amor y el sufrimiento van de la mano.

Aparentemente, cuanto más discuten los miembros de una pareja, cuanto peor se tratan o cuanto más imposible es su amor y más oposición encuentran, más se quieren. De este modo, acabamos escuchando y expresando, desde pequeños, frases como “los que se pelean se pegan se desean” o “quien bien te quiere, te hará llorar”. Y así, soñamos con vivir amores imposibles o secretos, esos en los que se prioriza la intensidad frente a la calidad. Lo que obviamos es que esto puede llevarnos a una elección de pareja basada en las fantasías románticas más que en la realidad y las necesidades cotidianas.

Además, todas estas ideas nos hacen adquirir un rol determinado dentro de la pareja y en general en las relaciones. Un rol aprendido que puede estar oprimiendo nuestro verdadero yo, nuestros verdaderos pensamientos, sentimientos y deseos. Romper con las ideas preconcebidas, reconstruir ese rol para el que parece que estamos programados no es fácil, pero sí posible.
 
Ser feliz con uno mismo

Los conceptos sociales erróneos sobre una relación (no solo sentimental, sino también en cualquier otro ámbito como la amistad) pueden llevarnos a una mala elección de pareja y a la dependencia emocional. Situación en la que olvidamos nuestro derecho a ser personas con identidad propia e independencia.

En este sentido, para reforzar nuestro “sistema inmuno-emocional” es necesario conocernos y querernos para elegir sabiamente a la pareja que haga crecer nuestra felicidad. Además, como paso previo, antes de intentar encontrar la felicidad con el otro, es recomendable que la hayamos encontrado en soledad.
“Debemos aprender a disfrutar de la compañía de la única persona que seguro que nos acompañara el resto de nuestras vidas: nosotros mismos”.
 
Elección de pareja desde la madurez

Por último, es importante tener presente que los miembros de una pareja deben respetarse y ser capaces de elegir, desde la libertad y no desde la necesidad o dependencia, estar juntos. Desde esta nueva óptica, no estaremos en una relación porque necesitemos estar con alguien para rellenar el vacío que sentimos con el amor de otra persona, sino que construiremos una relación de pareja porque, a pesar de poder estar solos, preferiremos estar con el otro.

La elección de pareja realizada desde el corazón, pero teniendo en cuenta nuestras propias necesidades y deseos, hará posible una relación de refuerzo mutuo. Ahora bien, conseguir este tipo de dinámica depende de ambos miembros de la pareja.

Cristina Calle Guisado

lunes, mayo 28, 2018

Perdonar es poder viajar al pasado y volver sin dolor

Cuando nos hacen daño, nuestra reacción inmediata es no querer perdonar a quién nos lo hizo. Nos sentimos ofendidos, decepcionados y en algunos casos con un profundo dolor. Pero esta reacción tan común y natural tiene también sus dificultades. 


 
Es verdad que, a corto plazo, mantener el rencor puede impedir que el daño continúe; y por eso no solemos perdonar de primeras a la persona que nos ocasionó dolor. Pero si seguimos guardándole rencor a una persona durante demasiado tiempo es como si estuviéramos atrapados mentalmente en una situación que ya no existe. Esto nos provocará todo tipo de sentimientos intensos, que pueden llegar a causar en nosotros un sufrimiento innecesario.

Dos de los estados más negativos que la mente puede mantener, y que se producen por no saber perdonar a tiempo, son el odio y la cólera. Séneca describió al odio y a la cólera como las más horribles y frenéticas de todas las emociones. En muchas ocasiones, los perjuicios que nos causan son mucho mayores que los posibles beneficios que nos pueda aportar seguir manteniendo el rencor.
 
Sin embargo, perdonar a quien nos ha hecho daño no es tan sencillo como solo desearlo. Una vez que llegamos a aceptar los efectos nocivos de mantener el odio, y queremos aprender a perdonar a las personas que en el pasado nos causaron dolor, la siguiente pregunta es evidente: ¿cómo lo logramos?

Si uno se encuentra con una persona a la que han disparado una flecha, no dedica el tiempo a preguntarse de dónde ha venido, o a analizar de qué tipo de madera está hecha; por el contrario, se centrará en intentar extraerla inmediatamente para minimizar los daños. Lo mismo deberíamos hacer con el sufrimiento, eliminándolo lo antes posible sin darle más margen para que nos siga perjudicando. A continuación describiremos algunas de las razones más poderosas para empezar a practicar el perdón.
“Si no perdonas por amor, perdona al menos por egoísmo, por tu propio bienestar”.
-Dalai Lama-
 
Perdonar es signo de fortaleza

En la mentalidad occidental, la paciencia y la tolerancia se consideran valores importantes hasta cierto punto. Sin embargo, cuando alguien nos hace daño, responder con paciencia y tolerancia nos parece transmitir debilidad y pasividad. Este es uno de los principales motivos por los que nos cuesta tanto perdonar a los demás.

Pero, puesto que estas dos virtudes son componentes indispensables de emociones como el perdón o el amor, no deberíamos verlas como una señal de debilidad. Por el contrario, podríamos empezar a entenderlas más bien como una señal de fortaleza, que procede de una profunda capacidad para mantenernos firmes en nuestros valores.

Responder a una situación dolorosa con paciencia y tolerancia es un signo de fortaleza emocional, y nos ayudará a acercarnos más al perdón que a una reacción de cólera y odio. Además, lograr encarar una situación difícil con esta actitud supone ejercer un control importante sobre nuestros sentimientos, lo que significa tener una buena autoestima e inteligencia emocional.
“A perdonar solo se aprende en la vida cuando a nuestra vez hemos necesitado que nos perdonen mucho”.

El perdón es el agua que extermina los incendios del alma

La teoría U nos enseña que no podemos vivir el futuro con la carga del pasado a nuestras espaldas. Despedirse amistosamente de lo que ya ha ocurrido, perdonando los errores de los demás y los propios, abre un espacio para las nuevas oportunidades.

Como apunta Otto Scharmer, creador de la teoría U, “La energía sigue a la atención. Por eso no debemos centrar nuestra atención en aquello que tratamos de evitar, sino en aquello que pretendemos que suceda”. Por ejemplo, una persona que está resentida por las decepciones del pasado buscará sin darse cuenta esos mismos resultados en todas sus acciones y relaciones, porque está anclada en el bucle de lo que ocurrió y no en lo nuevo que puede ocurrir.

La teoría U dice, entre otras cosas, que mientras no nos desprendamos de los viejos miedos y prejuicios (para lo cual usa la expresión inglesa let it go), no dejaremos espacio para que suceda nada verdaderamente nuevo en nuestra vida (let it come). Si no soltamos el lastre del pasado, no habrá espacio para que la vida nos sorprenda con nuevas experiencias.

Como vemos, perdonar a alguien cuando nos ha hecho daño puede llegar a ser muy difícil. Precisamente por eso, es fundamental que entendamos las razones por las que merece la pena aprender a hacerlo. Recuerda que está en tu mano dejar ir el pasado, liberándote así de una pesada carga emocional que no te deja avanzar.

Fátima Servián Franco

domingo, mayo 27, 2018

4 maravillosos principios de la sabiduría maya

Nuestros antepasados nos han dejado enseñanzas fabulosas para que apliquemos día a día. Es increíble cómo mensajes como los legados por la sabiduría maya se pueden seguir practicando hoy en día. Son maravillosos consejos milenarios que podemos seguir para afrontar las situaciones difíciles de la mejor manera.

 
 
Esta cultura se caracterizó por una gran sabiduría, de la cual aún hoy podemos seguir aprendiendo. Así, gracias a su legado tenemos un gran consejo para afrontar las situaciones difíciles, ya que estos grandes sabios hablaron de cómo afrontar la vida, llegando a la felicidad y al amor.

Ahora bien, contamos con 4 principios de la sabiduría maya que podemos aplicar en nuestro día a día. Una forma maravillosa de afrontar nuestros males y de ver la vida. Aquí te mostramos de qué trata cada uno de los 4 acuerdos ¡para que puedas aplicarlos a tu vida!
“El que cree, crea, el que crea hace; el que hace se transforma a sí mismo y a la sociedad en la que vive”.
-Proverbio Maya-
 
Ser impecables con nuestras palabras

Cada mensaje que transmitimos da cuenta de cómo somos, por lo tanto, es importante pensar antes de hablar para transmitir el mensaje adecuado. Aunque sea difícil los mayas proponen que ser impecables con nuestras palabras nos ayudará a relacionarnos de una mejor manera con nosotros y con los demás.

Entonces para relacionarnos mejor debemos poner cuidado a lo que decimos. Es decir, estar atentos a qué es lo que vamos a transmitir y qué es lo que queremos decir de verdad. Además, es importante saber que de esta forma somos coherentes entre lo que pensamos y lo que decimos.

También, este principio es una forma de honrar nuestras palabras y a la vez honrarnos a nosotros mismos. Un método importante que genera que tengamos mayor consciencia y autoestima, pues favorece que estemos al tanto de nosotros y que mejoremos día a día. Ahora bien, aunque estemos atentos a lo que queremos decir y cómo lo decimos, debemos ser conscientes de que no siempre podemos lograrlo.
“¡Baja la guardia!, no somos perfectos y podemos convertir cada error en un aprendizaje”.
 
Nada es personal

Este es otro de los principios de la sabiduría maya y consiste en que no nos debemos tomar nada a pecho. Se trata de ser conscientes de que las otras personas tienen la libertad de actuar como deseen y esto no siempre tiene que ver con nosotros.

Este principio tiene que ver con que no nos sintamos el centro del universo, porque eso hace que estemos analizando todas las situaciones y nos sintamos aludidos o culpables por todo lo que pasa. 
 
Que nos creamos el centro no significa que lo seamos.

Además, cada persona actúa de acuerdo consigo. Debemos preocuparnos por nuestras acciones y no por las de los demás porque aunque hagan algo dirigido a nosotros, sus acciones son el reflejo de sí mismos. Cuando dejamos de tomarnos las cosas personalmente, ganamos la capacidad de ver las cosas desde otra perspectiva y de crecer como personas, por cada aprendizaje.

Más bien, podemos contar con que cada uno de nosotros es responsable de sus actos. Así, si nos centramos en ellos podemos hacernos cargo de nosotros y no estar sobrecargados con situaciones ajenas que pueden causarnos incomodidad. ¿Con cuántas cosas cargas? ¿Sólo con las tuyas o las de todos?
“Dejar fluir significa sorprendernos con lo que la vida nos traiga aprovechando cada cosa para el aprendizaje, el universo no conspira en contra nuestro”.
 
Hacer suposiciones está de más

No hacer suposiciones es otro de los principios de la sabiduría maya. Cuando suponemos estamos dando paso a que se apoderen de nosotros creencias falsas, que nos generan malestar. Lo importante es ser conscientes de lo que realmente podemos saber y lo que no.

Ahora bien, cada uno tiene su propia visión de la verdad, así que si tienes alguna duda lo mejor es preguntar. Tal vez lo que tú estás pensando está sesgado. Y, lo mejor es contar con el otro para encontrar entre ambos una visión compartida.

Ten en cuenta que no siempre vas a poder saber lo que va a suceder, deja que la vida fluya. La capacidad de dejarnos sorprender nos ayuda a llevar los problemas con más tranquilidad. Además, si no está en tus manos, no puedes hacer nada. Entonces, sólo nos perjudicamos con nuestras creencias irracionales de las cosas. No puedes tener todo bajo control, el universo no depende de ti.
“Crear realidades donde no las hay sólo nos lleva al malestar. No te hagas daño, cuenta con lo que está en tus manos”.

Realizar el máximo esfuerzo

Este principio es el que engloba a todos los principios de la sabiduría maya. Si se cumplen los tres anteriores, se facilita que se pueda dar este. Por eso, ten en cuenta los demás para que puedas ofrecer el máximo esfuerzo.

Cuando los mayas hacen referencia al máximo esfuerzo, no quieren decir que luchemos hasta el cansancio. Hablan de que seamos conscientes de lo que podamos dar y lleguemos a un equilibrio. Entonces no consiste en hacer mucho o poco esfuerzo. Porque al hacer mucho terminaríamos agotados y al hacer poco también, porque lleva a la frustración.

Entonces, hay que dar en la justa medida. Y, para ello, tenemos que ser conscientes de lo que somos, de cómo nos relacionamos y de lo que podemos dar. Así potenciamos el autoconocimiento, y nos permitimos luchar hasta donde podamos, es decir, teniendo claros nuestros límites.

Ahora bien, no tomarnos nada a pecho, no suponer y transmitir lo que queremos decir de la manera adecuada, nos ayudará a saber cuánto podemos esforzarnos y en qué situaciones hacerlo. Aprovecha cada experiencia como ventana al conocimiento, aprende de ti y de tus posibilidades. Hay que saber hasta dónde podemos llegar.
 
Beneficios de los principios de la sabiduría maya

Los principios anteriormente narrados tienen grandes beneficios. Aquí se exponen algunos de ellos:
  • Mejoran nuestra calidad de vida. Porque promueven el bienestar a través de la conciencia y el crecimiento personal.
  • Propician una comunicación asertiva. Gracias a la transmisión de lo que queremos decir de una forma adecuada facilitando la comunicación.
  • Facilitan relaciones auténticas y fuertes. Porque ayudan a que seamos conscientes de lo que podemos dar.
  • Favorecen el equilibrio. Al enseñarnos cuáles son nuestros límites y cómo podemos superar los obstáculos.
  • Ayudan a afrontar los problemas. Porque promueven la toma de decisiones basada en nuestras posibilidades.

La sabiduría maya es una forma increíble de afrontar las situaciones adversas y de aprender cada día lo que la vida nos ofrece. Aplicando estos principios podemos llegar a liberarnos de ciertos problemas y promover la trascendencia en las relaciones con nosotros y con los demás. Únete a esta forma de ver la vida, es un modo inigualable de conocerte y aprender.

Ahora bien, los principios de la sabiduría maya los puede utilizar cualquiera. Son un legado fantástico que podemos aplicar cuando nos apetezca. Recuerda que tener una vida más tranquila depende de ti, sólo tú sabes cómo eres, cómo actúas y cuáles son las creencias irracionales con las que puedes luchar.

María Alejandra Castro

sábado, mayo 26, 2018

5 rituales para vencer la ansiedad

Los rituales para vencer la ansiedad pueden actuar como auténticos calmantes cotidianos. Son escudos conductuales y cognitivos con los que controlar la incertidumbre mediante acciones muy sencillas. Traen orden, estructura, aportan calma mental, seguridad y amortiguan esa sensación de angustia revestida de pánico y presión indefinible que nos atenaza tan a menudo.

 
 
Puede que a más de uno el tema de los rituales le sugiera cierta desconfianza. Tradicionalmente la palabra “ritual” tiene una connotación mágica y se asocia a una serie de conjuros o hechizos con los cuales, atraer la fortuna, el amor o la salud. Sin embargo, se nos olvida a menudo su auténtico significado. Un ritual es un acto que se repite de manera reiterada con un fin simbólico. Tiene, además, una estructura rígida y bien definida.
Los rituales para vencer la ansiedad nos permiten incluir en nuestro día a día una secuencia guionizada de movimientos repetitivos que “engañan” al cerebro para que piense que está experimentando una agradable estado de previsibilidad y estabilidad.

El simple acto de incluir en nuestra rutina algo reiterativo que confiere orden y sensación de control, ya es beneficioso para nuestro cerebro. No podemos olvidar que la propia ansiedad se alimenta de la incertidumbre, surge de la nada, es imprevisible y nos arrebata el dominio sobre nosotros mismos. Por tanto, esa serie de rituales cognitivos y conductuales nos ofrecen un mecanismo compensatorio muy interesante y que vale la pena tener en cuenta.

Profundicemos un poco más en este tema.

Rituales para vencer la ansiedad, ¿son realmente útiles?

A principios de los años 20, el conocido antropólogo Bronislaw Malinowski estaba estudiando a la población de las Islas Trobriand, en el Pacífico. Hubo algo que le llamó la atención casi desde el principio. Cuando un hombre pescaba en el río no hacía lo mismo que si pescaba en el mar. Antes de embarcarse hacia el océano realizaban una serie de rituales muy complejos. Algo que no ocurría cuando hacían alguna expedición en los ríos de las islas.

El mar era peligroso, imprevisible y e implacable la mayoría de las veces. Los rituales aplacaban el miedo y les conferían un sentido de seguridad, un valor simbólico y la promesa de que “todo iba a salir bien”. Así, en un interesante estudio publicado en la revista “Current Biology” se demostró la gran impronta psicológica que podían tener esta serie de actos para gestionar el miedo cotidiano, la ansiedad y ante todo, el acto de enfrentarnos a lo que no podemos controlar.

Los rituales para vencer la ansiedad son útiles y lo han sido desde siempre en la historia de la humanidad. Ahora bien, hay un hecho que no podemos descuidar. Estos movimientos ritualizados que tienen como objetivo ofrecer un sentido de orden y seguridad al cerebro no son por sí mismos la solución a nuestros problemas. Ofrecen sensación de control, restauran el equilibrio interno y regulan las emociones. Sin embargo, no son un remedio universal para los trastornos de ansiedad que requieren, sin duda, de un enfoque más clínico.

Veamos ahora algunos ejemplos.
 
Respiración profunda antes de iniciar cualquier actividad

La respiración profunda se alza como uno de los rituales para vencer la ansiedad más comunes. Para que tenga efecto debemos establecer unos momentos “clave” donde dedicar como mínimo tres minutos a practicarla.

Lo ideal es llevar a cabo la respiración profunda nada más levantarnos, al salir de casa, al iniciar el trabajo, antes de cada comida y antes de acostarnos. La estableceremos también en aquellas actividades que, por lo general, nos susciten estrés y ansiedad.

Ritual del movimiento

El ritual del movimiento nos sirve para “agitar y despegar” las preocupaciones de la mente. Para activar el cuerpo y quitar resistencia a los nudos tensionales. Por ello, nada mejor que elegir esas actividades físicas que más vayan con nosotros y practicarlas cada día. Podemos salir a correr, realizar ejercicios de alta intensidad (HIIT) durante 5 minutos en esos momentos puntuales en que más lo necesitemos o incluso practicar yoga.
 
Ritual de autocuidado

Otro de los rituales para vencer la ansiedad más idóneos es el del autocuidado. Una vez al día y durante una o dos horas nos dedicaremos tiempo de calidad a nosotros mismos y en exclusiva. Podemos prepararnos una comida que nos guste, estar en silencio y sin hacer nada, leer, pasear… Es tiempo en soledad, es tiempo para sanar.
 
Pintar piedras con colores para afrontar miedos y preocupaciones

Todos hemos oído hablar de lo catártico que puede resultar colorear mandalas u otros dibujos. Elegir unos colores determinados y permitirnos fluir en ese ejercicio creativo y relajante. Bien, en esta ocasión vamos a ir un poco más allá. Lo que haremos es elegir una serie de piedras que, por sus características, nos permitan pintar y dibujar en ellas.

Cada piedra simbolizará una preocupación, un miedo. Para vencer esa angustia, crearemos un dibujo en ella, algo creativo donde desarmar ese velo negativo al pintarlo de colores más amables. Es un ejercicio tan sencillo como agradable.

Ritual del anclaje positivo

El ritual del anclaje positivo nos puede ser de gran utilidad. Consiste en dos fases muy concretas. En la primera deberemos organizar una experiencia que por sus características nos sea positiva y reconfortante. Por ejemplo, un paseo a la playa, una quedada con amigos, una escapada de fin de semana…

Cuando estemos en medio de esa experiencia debemos ser plenamente conscientes de esas emociones positivas sentidas. El objetivo es guardar esa sensación en nuestro cerebro, como si de un perfume se tratara. Seguidamente, elegiremos un objeto que esté presente en ese contexto: un poco de arena o una roca si estamos en la playa, una hoja si estamos en la montaña, etc.

En ese objeto elegido quedarán “impregnadas” esas emociones y ese momento de equilibrio y felicidad. Será nuestro pequeño talismán cotidiano, ese pequeño tesoro que llevar en el bolsillo cuando nos enfrentemos a una situación estresante: un examen, una entrevista, una cita con el médico…

Para concluir, lo más importante de los rituales para vencer la ansiedad es que sean significativos para nosotros. Debemos crearlos en base a nuestras creencias y características personales. Su objetivo, por tanto, siempre será el mismo: darnos fe, darnos calma y sensación de seguridad en un mundo de constante incertidumbre.

Valeria Sabater

viernes, mayo 25, 2018

7 señales de un sufrimiento emocional no resuelto

Es un error pensar que las situaciones difíciles, o que nos han implicado un gran sufrimiento, se resuelven solo con el paso del tiempo. No actuar de manera impulsiva o pensar en otra cosa en muchos casos es insuficiente. Si el problema o trauma no se elabora y se cierra, el sufrimiento difícilmente cesará del todo, por mucho que el caer de las hojas del calendario pueda difuminarlo un poco.

 
 
Como norma, ni quedarse todo el tiempo en el dolor ni evadirlo son soluciones acertadas. Esas experiencias dolorosas requieren una digestión activa. Esto es, comprenderlas a fondo e influir sobre la huella que dejarán en nuestra vida.

En muchos casos, cuando hay un sufrimiento emocional no resuelto, la vida se empieza a volver complicada. El mal carácter se cronifica, el sistema inmunológico se debilita y mantener la concentración requiere un gran esfuerzo. Te sientes mal, pero no atinas a identificar la fuente de ese malestar. Estas son algunas señales de que hay algo por elaborar en tu pasado.
“Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento”.
-Viktor Frankl-

1. Dificultades para manejar la ira

Esta es una de las señales más habituales de sufrimiento no resuelto. Se filtra en tu vida como irritación constante. Te enfadas por cualquier cosa y se vuelven frecuentes las discusiones o conflictos con los demás. Estás de mal humor a todas horas y no hay gesto o fortuna que te lo quite.

Es como si sintieras una rabia de fondo que no se diluye. Tus expresiones de ira se vuelven desproporcionadas. Explotas violentamente con relativa frecuencia. A veces te propones ser diferente, pero no lo logras. Te pasas el día pidiendo disculpas, enfadándote contigo mismo también. Buscas y buscas razones para justificar tu ira. Puede que en el fondo haya un sufrimiento emocional no resuelto.

2. Inestabilidad en las relaciones sociales

De forma a veces imperceptible, tus relaciones con los demás cambian. De repente los demás te parecen aburridos, poco merecedores de atención o francamente insufribles. Te cuesta ver algo bueno en quienes te rodean. Te descubres, más bien, cuantificando sus defectos.

A veces sientes ganas de salir y quedas con alguien, pero justo antes de hacerlo te arrepientes y te metes a la cama. Inventas excusas para no compartir con quienes antes compartías. Sientes que prefieres la soledad, pero tampoco estando solo te sientes cómodo.
 
3. Descuido personal

Una persona que se quiere, que valora quién es y lo que tiene, también se cuida y lo cuida. No solamente se refiere a la apariencia externa, sino a todos esos detalles que conforman la rutina. Las horas de comer, por ejemplo, pueden tornarse azarosas.

Algo similar ocurre con el descanso. Duermes mucho o demasiado poco. Tus hábitos normales parecen sufrir un descontrol. Algunas personas también comienzan a involucrarse en situaciones que implican riesgo físico o peligro para la integridad personal.

4. Desesperanza, la señal de un sufrimiento no resuelto

La desesperanza es ese sentimiento de contar con una brújula que no funciona, para la que no hay norte. También implica el pensamiento de que en el futuro nada va a cambiar, la idea de que la situación es mala y de que lo seguirá siendo, hagamos lo que hagamos. Se mira hacia adelante y solo se ve una repetición eterna de lo mismo. No hay interés, ni entusiasmo por lo que viene.

Este sentimiento de desesperanza puede ser esporádico o permanente. Si se mantiene durante mucho tiempo puede generar la sensación de que estás a punto de perder la razón o de terminar con todo. Llegar a ese punto significa que necesitamos ayuda.
 
5. Pensamientos obsesivos y compulsiones

Cuando hay un sufrimiento emocional no resuelto, la cabeza se llena de miedos o aprehensiones poco razonables, nada probables. Esto se torna obsesivo, en ocasiones. Por ejemplo, comienzas a creer que habrá un incendio en tu casa. Entonces empiezas a revisar, día tras día, una y otra vez, los posibles orígenes o causas de ese incendio que solo tú imaginas, al que solo tú le confieres realidad y por lo tanto temes. Y así todos los días.

Los comportamientos compulsivos surgen generalmente como un remedio instantáneo -y poco duradero- para las obsesiones. Por otro lado, las compulsiones terminan haciendo prisionera a la persona de sus propias obsesiones, ya que por mucho que en un primer momento las clamen, a largo plazo lo único que hacen es alimentarlas.

6. Fatiga

A muchas personas con un sufrimiento emocional no resuelto les invade una sensación de cansancio constante. Se experimenta tanto en el plano físico como en el mental. Es como si no se tuviera energía para nada, como si la pendiente suave de antes se hubiera trasformado en una pared rocosa.

Esa falta de vitalidad se traduce también en una vida más sedentaria. En cuanto tienes un tiempo libre te tiras en la cama a ver televisión o a dormitar. No sientes que las fuerzas te alcancen para realizar una actividad diferente a la de ahorrar energía para escalar esas paredes que han aparecido de pronto.
 
7. Falta de deseo

Un sufrimiento enquistado también puede erosionar el deseo sexual. No solamente el interés por tener relaciones sexuales propiamente dichas, sino también el interés por acariciar y ser acariciado. Por seducir y ser seducido.

Así, con la ausencia de deseo desaparece también una fuente de placer. Una actividad, la sexual, que antes le daba color a la vida e incluso reforzaba los lazos con la pareja. Así, sin estos momentos, es habitual que la complicidad con el otro también se vea amenazada… y justo en el momento en el que la persona necesita más apoyo. Así, la empatía se vuelve más difícil justo cuando es más necesaria.

Todas esas características pueden ser señales de que hay un sufrimiento emocional no resuelto. Está en tu pasado. A veces logras identificar la fuente de ese dolor, pero a veces no. En ambos casos, estás en una situación que exige ayuda profesional. Te sorprenderá todo lo que un profesional puede ayudarte.

Edith Sánchez

jueves, mayo 24, 2018

Cómo Ser Feliz el 100 % del Tiempo (de Verdad)

Una de las creencias más extendidas en la humanidad es que no se puede ser feliz el 100 % del tiempo.

Muchos de nosotros creemos que se puede ser feliz de vez en cuando, pero no en todo momento.

En parte, es comprensible que creamos esto, porque vivimos en un mundo donde a menudo cuesta ser feliz. Pero si lo pensamos detenidamente, podemos ver fácilmente que no es cierto.

Si fuera verdad que no podemos ser felices siempre, significaría que hay un límite de tiempo de felicidad que no se puede superar de ninguna manera. Por ejemplo, cien minutos de felicidad a la semana. (O doscientos. O trescientos. O mil. No sé cuál sería el límite exacto en caso de existir, pero si fuera cierto que no se puede ser feliz siempre, tendría que haber algún límite).

La pregunta es: ¿crees que esto es así?

¿Crees que hay alguna ley universal escrita en algún lugar que dice que no puedes ser feliz más de una determinada cantidad de tiempo?

Estoy seguro de que no.

La felicidad no tiene ningún límite.

Puedes ser tan feliz como quieras.

Y hoy hablaremos del proceso exacto para conseguirlo.
 
La Fórmula Exacta de la Felicidad

El primer paso para aprender a ser feliz todo el tiempo es entender bien cómo funciona la felicidad. Y esto es perfectamente posible, porque la felicidad tiene una fórmula exacta que se cumple siempre.

Para mí, esta fórmula es uno de los conocimientos más importantes del universo. Si tuviera que elegir saber una sola cosa sobre cómo funciona la vida, elegiría esta. Y la clave para entenderla es ver que la felicidad en realidad es exactamente lo mismo que el amor.

La felicidad y el amor son exactamente la misma cosa. Son la misma energía.

Lo que pasa es que esta energía amor/felicidad puede tener apariencias distintas, y por esto tenemos dos palabras distintas para referirnos a ella.

Por un lado, a veces esta energía sale de nosotros y se dirige hacia afuera. Y en este caso, la llamamos “amor”. Cuando amamos, el amor sale de nosotros y va hacia aquello que amamos.

En cambio, otras veces la energía viene desde fuera y entra en nosotros. Y cuando pasa esto, la llamamos “felicidad”. La felicidad es algo que sentimos en nuestro interior cuando apreciamos la vida que vivimos.

Si lo miramos superficialmente, puede parecer que son dos energías diferentes, porque una sale de nosotros y la otra entra. Pero en realidad son la misma energía formando un círculo. La felicidad que entra en nosotros es exactamente el mismo amor que ha salido previamente. Así:
 
 
Es decir, el amor que expresamos se refleja en aquello que amamos y vuelve a nosotros en forma de felicidad. O lo que es lo mismo:
Felicidad = amor expresado

Y esta es la fórmula de la felicidad. La cantidad de felicidad que sentimos en cada momento es exactamente igual a la cantidad de amor que estamos expresando. Ni un poco más, ni un poco menos. Es una fórmula exacta que se cumple siempre.

Lo que no dice esta fórmula es qué debemos amar ni cómo debemos hacerlo. Podemos amar lo que queramos y de la forma que queramos; lo único que importa a la hora de ser felices es que expresemos amor. Cuando expresamos nuestro amor, nos sentimos felices; cuando no, no.
 
Cómo Aplicar la Fórmula de la Felicidad

La idea general de la fórmula de la felicidad es bastante sencilla de entender y de comprobar: para ser feliz, hay que expresar amor.

Aún así, a veces hay dudas sobre si se cumple siempre o no. Un comentario que he recibido algunas veces es: sí, la fórmula de la felicidad es bastante correcta, pero no se cumple siempre. Hay veces que expresamos amor y no somos felices.

A veces nos preocupamos por alguien, por ejemplo, y a cambio solo recibimos ingratitud. O ponemos nuestro empeño en un proyecto que nos hace mucha ilusión, y no sale bien. Estos casos, y otros parecidos, parece que contradicen la fórmula de la felicidad.

Pero esto es debido a una pequeña confusión respecto a lo que significa el término “expresar.”

Cuando oímos que para ser feliz hay que expresar amor, la primera idea que normalmente nos viene a la cabeza es que hay que expresar amor con los actos: tratar bien a los demás, decir cosas amables, trabajar en proyectos que parecen buenos, etc.

Pero no es así.

Los actos son un canal con el que nos expresamos, pero no es el único; ni tampoco es el más importante.

El canal más importante son los pensamientos.

Para expresar amor, hay que pensar con amor.

Si no hay amor en nuestros pensamientos, da igual lo que hagamos con nuestros actos.
 
Cómo Expresar Amor de Forma Completa

Para expresar amor de forma completa y sincera, hacer actos aparentemente amorosos no es suficiente; nuestros pensamientos también deben ser amorosos.

Esto es así porque los pensamientos son el origen de todo lo que hacemos. Todas nuestras acciones nacen primero en forma de pensamientos. Por lo tanto, si los pensamientos no son amorosos, los actos tampoco pueden serlo; independientemente de la apariencia que tengan.

Lo podemos comparar con el crecimiento de una planta. En un caso así, los pensamientos serían la semilla y los actos serían la planta cuando ha crecido. Si la semilla no tiene amor, la planta tampoco puede tener amor.

Esta es la razón por la que a veces parece que la fórmula de la felicidad no se cumple. Si hacemos actos aparentemente amables, pero por dentro pensamos de forma poco luminosa, nuestros actos estarán vacíos. Por fuera quizás parecerá que estamos expresando amor, pero en realidad no será así, y por lo tanto no nos sentiremos bien.

En cambio, si nuestros pensamientos son amorosos, toda nuestra vida se llenará de amor: nuestras ideas y nuestras opiniones serán amorosas, y todo lo que hagamos y digamos también.

Este es el verdadero camino para expresar amor.

Y es el camino que lleva a la plena felicidad.
 
Cómo Ser Feliz el 100 % del Tiempo

Así pues, la clave para ser plenamente feliz es pensar con amor. Siempre que pensamos de forma luminosa, respetuosa y constructiva, el amor fluye a través nuestro y nos sentimos bien.

Y siempre que tenemos pensamientos de rechazo hacia algo o alguien, nuestro amor se bloquea y nos sentimos mal.

Esto enlaza con la cuestión que planteábamos al principio del artículo: ¿se puede ser feliz todo el tiempo?

Por supuesto que sí.

Tú puedes elegir tus pensamientos, y siempre que pienses con amor te sentirás bien.

No hay ningún límite sobre los pensamientos amorosos que tú puedes tener.

Un fuerte abrazo,

Jan
 
 

miércoles, mayo 23, 2018

El mal hábito de sentirse ofendido por todo

Todos hemos conocido a alguien que tiende a sentirse ofendido por todo. Es muy difícil tratar a este tipo de personas, ya que en cualquier momento se pueden mostrar molestas por algo que jamás se nos había pasado por la cabeza que pudiera molestarles.

 
 
Lo complicado es que muchas veces se sienten molestos o incómodos por hechos o situaciones que realmente no lo merecen. Ya sea por una broma insignificante, un pequeño olvido o por el uso de una palabra que a ellos les resulta intolerable. En algunas ocasiones lo que existe es un estado de extrema susceptibilidad. En otros, simplemente se ha asumido el hábito de sentirse ofendido por todo.

“Quien no conoce la risa es susceptible de conocer la pena, y esta es aún más compleja”.
-Javier Marías-

Tanto para quien se siente de esa manera, como para quienes le rodean, todo se vuelve muy difícil. Esa actitud termina bloqueando las relaciones con los demás, además de generar mucho sufrimiento, casi siempre de manera innecesaria. ¿Por qué hay gente que dice sentirse ofendida por todo? ¿Qué hacer en esos casos?
 
Las razones para sentirse ofendido por todo

El sentimiento de ofensa tiene lugar cuando percibimos que los demás nos tratan con deprecio e inferioridad. También cuando no nos reconocen, o no reconocen lo que hacemos. Ciertamente esto ofende, pero, si somos sinceros, es el pan de cada día.

Sin embargo, para algunas personas este tipo de situaciones resultan intolerables. No lo pasan por alto, sino que se detienen en ello. Sentirse ofendido por todo puede obedecer a diversas causas. Estas son algunas de ellas:
  • Sentimiento de inferioridad. Cuando la autoestima no es sólida y no hay un ego fuerte, es posible que alguien llegue a sentirse ofendido por todo. Le parece como si los demás quisieran recordarle constantemente que es inferior. Sin embargo, es su complejo el que lo lleva a sentirse así.
  • Pensamiento rígido. Corresponde a quienes piensan que las cosas se deben decir o hacer de una sola manera. Cuando algo no cumple con esos parámetros, sienten que el orden ha sido quebrantado y se ofenden. Además, suelen ser muy susceptibles a los ataques en contra de sus creencias.
  • Egocentrismo. Dar una excesiva importancia al yo hace que nos volvamos un poco paranoicos. Terminamos asumiendo que todo gira a nuestro alrededor y que los demás siempre están comentando, mirando o señalando lo nuestro.

Es recomendable tener cuidado al tratar temas como la religión, la sexualidad, las ideologías políticas o los nacionalismos. Son temas que despiertan todo tipo de susceptibilidades. Mucho más si alguien suele sentirse ofendido por todo.
 
Las ofensas y su verdadera importancia

Muchos dicen: “Nadie te ofende. Eres tú quien se ofende”. Tienen razón. Cada quien tiene derecho a pensar, opinar y decir lo que considere. Hay un límite, por supuesto. La violencia psicológica es inadmisible. Pero entre la violencia psicológica y una opinión o una actitud que no nos gusta, hay un gran trecho. Nadie puede vivir sanamente y sentirse ofendido por todo a cada instante.

¿Qué hacer? Estas recomendaciones pueden ayudar a alguien que se siente ofendido por todo:
  • Nadie te ha ofendido, solo te han contrariado. Quizás crees que los demás deben pensar o actuar de determinada manera. Si no lo hacen, lo que falla son tus expectativas, no lo que los demás hacen o dicen.
  • Permítele a la gente que sea como es. Nadie tiene derecho a moldear la conducta de otra persona. Entiende que debemos aceptar a los demás como son, así como exigir que nos acepten como somos.
  • Ningún comentario casual va a cambiar tu vida. La gente puede opinar bien o mal de ti. Pero ni lo uno ni lo otro va a cambiar realmente tu vida. Lo que importa es cómo te ves a ti mismo y cómo te sientes contigo mismo.
  • Aprende a reírte de ti mismo. No te tomes tan en serio. Lo único que consigues con eso es volverte “estirado” y extremadamente susceptible a cualquier cosa que afecte tu ego. Actuar así solo te daña a ti mismo y aleja a los demás.

Es importante que aprendamos a volvernos un poco impermeables frente a los comentarios o actitudes de los otros. Sentirse ofendido por todo solo nos conduce a estar en permanente conflicto con los demás, la mayoría de las veces por asuntos que no tienen importancia.

Edith Sánchez

martes, mayo 22, 2018

Cómo superar el miedo a ser criticado

¿Te has sentido criticado alguna vez? ¿Cómo te sentiste? Quizá hayas desarrollado miedo a ser criticado a raíz de un episodio parecido. Ser criticado no es plato de buen gusto para nadie, sobre todo cuando la crítica es mala.

 
 
Y es que existen diferentes tipos de crítica. No todas las críticas son negativas. Existen críticas constructivas que nos ayudan a mejorar diferentes aspectos de nosotros, pero incluso este tipo de críticas puede que no nos gusten o que nos pillen en un momento en el que no seamos especialmente receptivos.
 
El miedo a ser criticado

La mayoría de las veces, cuando recibimos una crítica, la vivimos como un ataque personal. Algunas personas la viven como un comentario hiriente, vergonzoso. Esto hace que nos sintamos heridos o nos pongamos a la defensiva.

¿Alguna vez os habéis parado a pensar en el objetivo de la persona al deciros eso? Si al recibir una crítica no nos paramos a pensar por qué está tan enfadada esa persona y hasta qué punto tiene o no razón, nos pondremos a la defensiva. No sacaremos nada de provecho.

Si nos serenamos y aclaramos la cuestión, quizá veamos que podemos modificar algo de nuestro comportamiento que no ha sido muy adecuado. Entonces, la crítica nos servirá para aprender y mantener una buena relación con esa persona. Así, dejarás de sentir miedo a ser criticado.

Por otro lado, puede pasar que la persona esté equivocada y tenga un punto de vista que no compartimos. Si no lo expresamos de manera asertiva, podemos ceder en todo por temor a la crítica. Entonces, estaremos potenciando la manipulación por parte de la otra persona y nuestros sentimientos de baja autoestima.
 
Aceptar críticas adecuadamente es ventajoso

El primer paso para perder el miedo a ser criticado es, precisamente, aprender a ser criticado. Esto se consigue, en primer lugar, aprendiendo a reaccionar con calma ante una crítica. Las ventajas de reaccionar con calma ante una crítica son las siguientes:
  • Aprendemos a controlar emociones negativas.
  • No nos sentimos atacados.
  • Aprendemos a separarla de nuestra autoestima. Una crítica es solo una opinión.

Al estar tranquilos y reaccionar con calma ante las críticas, podemos atender mejor a estas. Las ventajas son numerosas:
  • Podemos evaluar si la crítica es buena o si es un intento de manipulación.
  • Si es buena, podemos aprender de ella y no estropear la relación con esa persona.
  • Si es buena, pero la persona no ha sabido realizarla, podremos comprenderla y mostrar la manera de decirnos las cosas.
  • La crítica podría ser un intento de manipulación. En este caso, frustramos a la persona al estar tranquilos y relajados.
  • Al no reaccionar coléricamente, no mostramos nuestros puntos débiles, sensibles.
  • Nos autoafirmamos, somos nosotros los jueces últimos de nuestra conducta. Si nos hemos equivocado, rectificar es de sabios. Cuando no nos hemos equivocado, serenamente nos reafirmamos en nuestra postura. Si la otra persona continúa, no entramos al trapo.
  • Nos permite salir airosos de una situación que, en la mayoría de las ocasiones, se torna muy desagradable.
 
¿Qué pensamientos negativos interfieren con el enfrentamiento a las críticas?

Existen una serie de pensamientos que no nos ayudan en lo más mínimo a la hora de enfrentarnos a las críticas. Si modifico estos pensamientos, empezaré a dejar de tener miedo a ser criticado.
 
Pensamientos sobre uno mismo

“Ya he metido otra vez la pata ¡qué desastre! ¡Qué vergüenza, lo hice mal!”. Cuando pienso esto, tengo la creencia de que siempre debo ser competente y que si me equivoco soy poco válido.

En este caso, el pensamiento racional sería el siguiente: “¿Lo he hecho mal? Bueno, primero vamos a ver si me he equivocado realmente. Si es así, tengo derecho a equivocarme. ¿Cómo me va a convertir una equivocación en una persona poco válida? Sólo me convierte en lo que soy: humano”.

Pensamientos acerca de la situación

“Qué situación más incómoda, humillante. No la aguanto, tengo que irme”. La creencia que hay detrás de esta afirmación es que las cosas deben ser siempre fáciles y cómodas. Deben salir como yo quiero. El pensamiento racional sería el siguiente: “La situación es incómoda pero ¿no la aguanto? ¿Qué es mejor, huir o hacer frente a las situaciones?”. Es una situación incómoda… pero escúchala, puedes aprender de la situación.
 
Pensamientos acerca del otro

“Me está ridiculizando, me quiere poner en evidencia, lo hace para agredirme, le encanta pillarme los fallos”. La creencia detrás de estos pensamientos es que hay gente mala que merece ser castigada. Los demás siempre deben ser amables y darme lo que necesito. Si no es así, no valen nada.

Este pensamiento puede ser cambiado por otro más racional. Podrías decirte, por ejemplo: “¿cómo puedo saber su intención? No puedo leer el pensamiento de los demás. ¿Y si lo hace para fastidiar? Si así fuera, a veces los humanos no somos tan buenos como sería deseable. Yo tampoco soy perfecto”.

Como vemos, se puede superar el miedo a ser criticado. Para ello, primero deberemos aceptar que nos critiquen y reaccionar con calma. Después, tendremos que cambiar ciertos pensamientos acerca de la crítica.

Francisco Pérez

lunes, mayo 21, 2018

Los 4 códigos para vivir, según la sabiduría Tolteca

Miguel Ángel Ruiz Macías es un investigador y escritor mexicano, descendiente de los toltecas. Su obra más famosa es Los cuatro acuerdos, un compendio de enseñanzas extraídas de la sabiduría de sus ancestros. En ella expone los códigos para vivir adecuadamente.

 
 
Su obra se cataloga dentro del género espiritualista. Está muy influenciada por las experiencias de Carlos Castaneda. Son tan acertados los códigos para vivir que plantea Ruiz Macías en su obra, que esta ya ha sido traducida a varios idiomas y más de 4 millones de personas la han leído.

“Todo ser humano es un artista. El sueño de la vida es crear arte hermoso”.
-Miguel Ángel Ruiz-

Los cuatro acuerdos, o los cuatro códigos para vivir, provienen de la soteriología tolteca. La palabra soteriología se refiere a la rama de la teología que estudia la salvación. Eso es lo que pretende Miguel Ángel Ruiz: aportar elementos para salvar al hombre de sí mismo. Esta es una breve síntesis de su propuesta.
 
1. Ser honestos, el primero de los códigos para vivir

El primero de los códigos para vivir tiene que ver con la honestidad. Ruiz lo plantea como un acuerdo que se debe realizar con la existencia. Lo expresa con las siguientes palabras: “Sé impecable con tus palabras”.

La honestidad con las palabras no solamente está asociada con la negativa a mentir. Tiene que ver también con la integridad en la comunicación. Comprometer nuestra mente, nuestro corazón y nuestro espíritu en las palabras que empleamos.

Según Ruiz, la palabra tiene tanto poder que es capaz de “hechizar” a otros. Esto significa que marca a las personas a quienes van dirigidas. Su energía es tan profunda que siguen resonando aún muchos años después de haber sido dichas.
 
2. Independizarse de la opinión de otros

El segundo de los acuerdos, o de los códigos para vivir de Ruiz, se expresa de la siguiente manera: “No te tomes nada personalmente”. Cada persona tiene una visión del mundo. Ve y valora las cosas de acuerdo a esa mirada, a esa construcción particular de la realidad.

Por lo tanto, cuando las personas hablan de nosotros, en realidad se refieren solamente a la parte de la realidad que alcanzan a captar. Se remiten a su propia visión. Por eso, lo acertado es entender esas palabras como el fruto de ellos mismos, no como algo que de verdad tenga que ver con nosotros.

En ese sentido, lo que los demás digan acerca de nosotros carece de validez real. Ni lo bueno, ni lo malo de sus opiniones tendría por qué tocarnos. Independizándonos de las opiniones ajenas nos evitamos muchos sufrimientos innecesarios.
 
3. Tener el valor de expresar todo lo que se siente

El tercer acuerdo de Miguel Ángel Ruiz dice: “No hagas suposiciones”. Se trata de uno de los códigos para vivir que nos invita a comunicarnos de una manera clara, asertiva y suficientemente fluida. Las confusiones traen muchas dificultades y ningún aporte.

Lo adecuado es no suponer que tenemos la verdad. Mucho menos pensar que conocemos la verdad de los otros. Así que nunca debemos cohibirnos a la hora de preguntar directamente por aquello que queremos comprender.

Así mismo, es necesario tener el valor de expresar lo que sentimos de la forma más clara y sincera que sea posible. Es una forma de abrirnos al otro y de facilitar el entendimiento mutuo. Es también un principio de la comunicación genuina.
 
4. Dar lo mejor a los demás

El último de los acuerdos señala: “Haz siempre lo máximo que puedas”. Ruiz insiste en que es muchísimo más importante el esfuerzo que el resultado. Lo que hace relevante o valioso un acto es el esfuerzo que está empeñado en ello, no su apariencia, su utilidad o su provecho.

La propuesta es poner lo mejor de nuestra parte en todo lo que hagamos. A la vez, impedir que nuestro tirano interior nos juzgue si acaso no alcanzamos el objetivo preciso que nos habíamos fijado. El propósito es ser cada vez mejores, así que un resultado adverso solo es una razón para comenzar de nuevo.

En lo que sí debemos ser excelentes es en la voluntad de dar lo mejor de nosotros mismos a los demás. Ruiz afirma que con solo cumplir con ese cometido, nuestra vida se transforma de manera positiva al instante. Así también evitamos la enfermedad y el sufrimiento.

Los cuatro códigos para vivir inspirados en los toltecas representan ejes fundamentales para edificar una vida más plena y realizada. Coinciden con la psicología occidental en muchos aspectos. Por eso se trata de pensamientos sobre los que vale la pena reflexionar.

Edith Sánchez

domingo, mayo 20, 2018

10 consejos para simplificar la vida y tener más tiempo libre

Simplificar la vida reporta numerosos beneficios. Si lo piensas, muchas veces los días se nos van en actividades intrascendentes o poco gratificantes. Esto no debería ocurrir. Nuestro tiempo es valioso y es necesario aprovecharlo al máximo.

 
 
Nos involucramos tanto en nuestras obligaciones que a veces olvidamos esos placeres sencillos a los que no tenemos acceso por falta de tiempo. Vivimos pendientes del reloj y las ocupaciones. No caemos en la cuenta de que tal vez una vida más simple sea la respuesta a nuestras preocupaciones.

… “la sencillez es el mejor encanto de todo poder”.
-Louisa May Alcott-

Para simplificar la vida basta con hacer mayor uso de nuestro sentido común. Ahorrar tiempo donde y dedicarlo a aquello que lo merece. Para apoyarte en ese objetivo, te proponemos 10 soluciones que podrían servirte.
 
Consejos para simplificar la vida en el hogar

Hay un par de consejos que te van a ahorrar parte del tiempo dedicado a la limpieza de la casa. Buena parte de simplificar la vida tiene que ver con no tener que invertir tiempo, ni esfuerzo, ni atención a realizar esas actividades domésticas que a veces absorben tanta energía.

Para que el piso esté limpio por más tiempo, nada mejor que evitar ensuciarlo. Y la mejor manera de no hacerlo es dejando los zapatos a la entrada. Es una costumbre antigua, que aún se mantiene en algunos lugares. La verdad es que es muy práctica. Adicionalmente, caminar descalzos o en medias es sumamente relajante y contribuye a la salud de los pies.

El otro consejo es comer siempre sobre una bandeja. Es muy fácil que las migajas o algunos restos de los alimentos queden volando por ahí. Siempre es mucho más sencillo limpiar una bandeja que una zona de la casa. Esto va a simplificar la vida en el hogar.
 
Un estilo de vida más sencillo

Es importante revalorizar esos lapsos de vida que pasamos en el hogar. Si vivimos solos, porque ese es el espacio en donde podemos centrarnos de nuevo. Si vivimos acompañados, porque es el territorio del encuentro. Simplificar la vida es más eficaz cuando se le da valor a esos tiempos en casa.

La primera manera de hacerlo es desconectar, tanto como sea posible, de todos los aparatos de comunicación. Esto incluye televisión, teléfonos y ordenadores. Mejor reservar tiempo para conversar, para leer o simplemente para descansar de verdad.

Otro consejo útil para simplificar la vida es el de hacer una evaluación semanal para establecer si los procedimientos de trabajo son suficientemente funcionales o no. ¿Qué actividades deben ser suprimidas o realizadas en mínimo tiempo? ¿Cómo se pueden optimizar los métodos para que las tareas sean más fluidas?
 
Las finanzas claras simplifican la vida

El dinero es un asunto que muchas veces roba nuestra atención, nuestro tiempo y nuestra energía. Nada mejor para simplificar la vida que tener siempre las cuentas claras. Esto supone clarificar las finanzas. El presupuesto mensual por escrito no es un lujo, sino una necesidad. La vida se vuelve mucho más organizada y tranquila cuando sabemos con qué contamos y tomamos el control.

Así mismo, es fundamental mantener como prioridad el pago de las deudas. Son un tema que puede llevar a un enorme desgaste emocional. Es importante contar con un plan de acción para pagar lo que debemos, ojalá a corto plazo.
 
Sencillez para preservar la salud

A menos que tu trabajo te demande un manejo de imagen exigente, no tienes por qué obsesionarte con ir al gimnasio todos los días o con tu apariencia. Salir a correr o a caminar media hora no te cuesta nada y te hace mucho más agradable la vida.

También es conveniente aprender alguna técnica de relajación o familiarizarte con prácticas como el yoga. En lugar de luchar contra el insomnio o contra el estrés con pastillas o a puro aguante, este tipo de estrategias y actividades son una buena alternativa. Más eficaces a largo plazo y más satisfactorios al instante.
 
La vida personal también puede ser más simple

El mejor consejo para simplificar la vida persona es olvidarte por completo de cambiar a las demás personas y al mundo. Concéntrate solo en los cambios que puedes realizar en ti mismo. Preocúpate por poner el ejemplo, si quieres que todo sea mejor. Nada, ni nadie, va a cambiar simplemente porque a ti no te gusta.

Además, es importante hacer un retiro una vez al año. Irte un par de días a un lugar alejado de todo lo que es habitual para ti. Esto oxigena, relaja y te ayuda a detectar aquello que no anda bien, lo que se puede reforzar y lo que se puede mejorar.

Si logras simplificar tu vida vas a ganar mucho. Lo primero, tranquilidad. Cuando alcanzamos esa estabilidad interna todo comienza a volverse más sencillo y viable. La vida es una sola y es mejor cuidarnos de no desperdiciarla en aquello que no vale la pena.

Edith Sánchez

sábado, mayo 19, 2018

De todo se sale: con una sonrisa, un portazo o sin mirar atrás

La mayoría de las veces no tenemos un salvavidas para cada naufragio ni un paracaídas para cada salto al vacío. Sin embargo, de todo se sale. A veces con una sonrisa, otras con un portazo y sin mirar atrás. Porque aunque no tengamos una pomada para curar cada error o una brújula que nos marque siempre el mejor camino, tarde o temprano lo hacemos: salimos adelante con la cabeza bien alta.

 
 
Puede que este razonamiento nos suene a un eslogan más de la psicología positiva. Uno de esos que defienden el lema de “si quieres, puedes”, acompañado de una cara amarilla sonriente. Bien, cabe señalar que este enfoque psicológico es mucho más que un simple lema con poco sentido. De hecho, podemos reconocer una evolución desde que Martin Seligman asentara sus bases teóricas y científicas allá por los años 90.

La psicología positiva actual vive una segunda ola. Esa donde se valora un aspecto clave: nuestra capacidad para transformarnos. Para lograrlo, debemos entender lo complejas que son las experiencias emocionales, ahí donde no siempre es fácil separar lo positivo de lo negativo. Para sobrevivir, para superar cualquier adversidad, hay que saber convivir con todo ese abanico de sentimientos, a menudo desafiantes, pero también complementarios e integrantes de un equilibrio que autorregular con eficacia.
 
“Enfrentarse, enfrentarse siempre… ¡Ese es el único modo de superar los problemas!”
-Joseph Conrad-

Pero, ¿dónde está la salida?

Puede que tu problema se solucione con un avión: poniendo distancia, cambiando de aires, de mapas, de piel, de escenarios conocidos. O tal vez no sea esto, tal vez lo que necesites es decir en voz alta eso que llevas tanto tiempo callando. Expresarte con claridad y cerrar esa etapa de tu vida con una sonrisa o con un portazo. Ahora bien, también puede ocurrir que aquello que necesitas ya lo tengas, y solo te haga falta darte cuenta de ello.

Sea cual sea tu situación personal, tu agujero negro o dificultad, solo debes saber una cosa. De todo se sale, siempre y cuando, eso sí, tengas la mirada puesta en la propia “salida” y no en el laberinto del problema. Porque, lo creamos o no, eso es algo que hacemos la mayoría. Así, cuando la adversidad nos visita y nos atrapa en su tejido de imprevistos e injusticias, a menudo nos enfocarnos solo en lo que duele, en lo que indigna, en lo que amenaza… Miramos cara a cara al miedo, pero nunca por encima de él.

Todo problema tiene una frontera e ir más allá nos permitirá respirar, alejar esa sensación de ahogo. Y entonces, atisbar un plan de escape. ¿Pero lo hacemos? La verdad es que muchas veces no, y esa es una cuenta elevada que pagamos de manera repetida. Porque la adversidad paraliza y estamos poco acostumbrados (mal entrenados) a lidiar con las emociones negativas. No las toleramos. La psicología positiva, en esa segunda ola que vive en la actualidad, enfatiza en cambio la importancia de no agotar nuestros recursos encapsulándolas. Si logramos aceptar las emociones negativas en lugar de pelear con ellas, avanzaremos.

De todo se sale, pero… ¿dónde está la salida? La salida está justo ahí, por encima del horizonte del miedo.
 
Lecciones sobre la adversidad

En los últimos años, no solo la psicología positiva está experimentando un interesante avance. Cada vez tenemos a nuestra disposición más trabajos y artículos enfocados en lo que se conoce como psicología del crecimiento postraumático. Esta corriente incide en que, aunque de todo se sale, no emergeremos de ese túnel siendo los mismos. Todo proceso implica un cambio y todo cambio significa pérdidas e incorporaciones, en definitiva, transformaciones.

Las lecciones sobre la adversidad nos dicen que tal vez perdamos un pedacito de nuestra inocencia. De nuestra capacidad de confianza, de nuestra espontaneidad de antaño… Nos desprenderemos de ciertas cosas en ese proceso de salida y quedarán heridas, no hay duda. Sin embargo, como señala el poeta y arquitecto Joan Margarit, una herida es también un lugar donde vivir. Lo es porque emerge de nosotros una fuerza creativa sin igual, hallamos recursos que no sabíamos que teníamos y creamos además, una visión de nosotros mismos más satisfactoria.

De todo se sale si trazamos un plan de escape. De todo se sale si tomamos conciencia de que ya no volveremos a ser los mismos: seremos más fuertes. Entenderlo, hacer nuestros estos principios nos ayudará sin duda en este viaje vital donde comprender en primer lugar que nadie es ajeno ni inmune a la adversidad. Y en segundo, que todos tenemos el potencial para poner en funcionamiento lo que se conoce como crecimiento postraumático.

El propio Martin Seligman nos lo recuerda en su trabajo sobre el 11-S. Algo que pudo ver en una buena parte de las personas que habían sobrevivido al ataque terrorista era su capacidad de resiliencia. A menudo, los acontecimientos más duros pueden actuar como agentes catalizadores para los cambios más positivos. Nos confieren una mirada más humilde, mayor templanza, resistencia psicológica, aceptación de la propia vulnerabilidad y una filosofía de vida más íntegra y valiosa.

Para concluir, la fuerza de una persona no está ni mucho menos en la fuerza que tenga para resistir ciertas cosas. Nuestra fuerza se halla en nuestra indomable voluntad para transformarnos, para reconstruirnos una y otra vez.

Valeria Sabater

viernes, mayo 18, 2018

¿Cuánto tiempo necesito para crear un hábito?

¿Cómo podemos incorporar un hábito a nuestro repertorio de conductas? ¿Cuánto tiempo será necesario para desarrollarlo de forma natural? ¿Todas las acciones pueden ser adquiridas como hábitos y con el mismo tiempo de entrenamiento? En este artículo resolvemos todas tus dudas sobre lo que necesitas para crear un hábito.

 
 
Todos deseamos incorporar en nuestro día a día rutinas que nos permitan llevar una vida más saludable, como, por ejemplo, dejar de fumar, comer de forma sana, hacer ejercicio de forma regular, etc. ¿Pero qué ocurre en nuestro proceso de intentarlo? En muchos casos perdemos la motivación a los pocos días y dejamos de intentarlo.

Crear un hábito supone un esfuerzo. Supone hacer que nuestro cuerpo o nuestro ritmo de vida se adapte a nuevas rutinas que antes eran desconocidas. Por ello, la clave para crear un hábito será la constancia y la perseverancia. Ellas serán las que se enfrenten a la tentación de abandonar.

Cuando logramos que la conducta esté incorporada en nuestro repertorio habitual, resulta más fácil llevarla a cabo y la realizamos de forma más natural. El primer paso entonces será definir bien qué quiero conseguir, si es algo que deseo y me siento motivado, el primer paso será mucho más sencillo para comenzar.
 
“La diferencia entre lo posible y lo imposible reside en la determinación”.
-Tommy Lasorda-

¿Cuánto tiempo cuesta crear un hábito?

En 1960, el cirujano plástico Maxwell Maltz, definió la duración de 21 días para crear un hábito. Posteriormente se ha visto que las neuronas no son capaces de asimilar de forma completa un nuevo comportamiento en este tiempo y corremos el riesgo de abandonar de forma prematura solo con 21 días de entrenamiento.
 
“La plasticidad cerebral ha demostrado que el cerebro es una esponja, moldeable, y que continuamente vamos reconfigurando nuestro mapa cerebral”.
-Patricia Ramírez-

En estudios posteriores realizados por la University College de Londres descubrieron que, como media, en realidad son necesarios 66 días para incorporar una nueva conducta en nuestra rutina y hacer que se mantenga. También descubrieron que dejar un día de seguir la conducta no es perjudicial para el objetivo a largo plazo.

Crear un hábito hace necesario la práctica rutinaria al principio (constante/frecuente) para hacer que algunos procesos del hábito se automaticen y necesitemos menos esfuerzo para llevarlo a cabo. El tiempo de práctica variará según la conducta que queramos adquirir y lo familiar que resulte para nosotros. Algo totalmente nuevo y muy alejado de nuestra rutina habitual quizás requiera más tiempo de práctica que por el contrario, adquirir un hábito cercano y sencillo para nosotros.
 
¿Cuáles son los ingredientes para mantener un hábito?

Lo primero que debemos hacer es generar un plan de acción, y esto supone crear metas a corto, medio y largo plazo para hacer que no desistamos a la primera de cambio y seguir perseverando al ver que vamos cumpliendo aquello que nos proponemos. El plan debe incluir también la definición del momento del día en el que realizaré aquello que quiero. Los planes bien definidos y organizados permiten un seguimiento mucho más fácil.

¿Por qué queremos adquirir ese hábito? Dibujar nuestro futuro consiguiéndolo o ver aquello positivo que obtendremos de la nueva conducta hace que nos mantengamos motivados y no perdamos la ilusión que en un principio hizo que nos decidiéramos. Tener estos objetivos a la vista también hace más fácil la práctica diaria.

No dejarnos vencer a la autoprocastinación, es decir, no dejar para mañana lo que puedes empezar hoy. Cuanto antes empieces, antes lograrás aquello que quieres conseguir. Crear un hábito requiere una disciplina y trabajo constante, a lo que podemos hacer frente si realmente deseamos y nos sentimos apasionados con lo que podemos conseguir. ¡Adelante con tus nuevos hábitos!

Adriana Díez

jueves, mayo 17, 2018

Qué hacer cuando te duele que el otro sea feliz

Nadie se atreve a reconocerlo en voz alta, pero ocurre con mucha frecuencia: no nos alegramos de que el otro sea feliz. Ese otro puede ser la pareja, un amigo de infancia, e incluso un hijo. Todos los vínculos humanos son susceptibles de generar ese tipo de sentimiento.

 
 
Se supone que cuando queremos realmente a alguien, sus tristezas son nuestras tristezas y sus alegrías las nuestras. Eso dice la teoría y el acuerdo no escrito de lo políticamente correcto. Pero en la práctica no siempre esto sucede. Siempre quisiéramos tener la grandeza para alegrarnos de que el otro sea feliz, pero a veces sucede todo lo contrario.

“Nuestra envidia dura siempre más que la dicha de aquellos que envidiamos”.
-François de La Rochefoucauld-

La mayoría de las veces no somos capaces de admitirlo a viva voz. Simplemente exclamamos unas felicitaciones tibias, mientras sentimos que por dentro algo se retuerce. O llegamos incluso a tratar de minimizar su logro, poniéndole un “pero”, o un “cuidado no es lo que crees”. En el fondo sabemos que su triunfo nos genera una cierta frustración. ¿Qué pasa ahí? ¿Cómo podemos manejarlo?
 
Cuando nos duele que el otro sea feliz

No siempre nos duele que el otro sea feliz. A veces, sí podemos experimentar una dicha enorme por el éxito ajeno. Es un sentimiento maravilloso que nos engrandece y engrandece la relación. ¿Por qué, entonces, en otras ocasiones se abre paso esa molesta sombra de la envidia?

Digamos primero que todos somos seres humanos y que, por lo mismo, estamos sujetos a experimentar cualquier clase de sentimiento, bueno o malo. No son privilegio de unos pocos. Todos los tenemos alguna vez, en mayor o menor medida. Así que no es para enorgullecerse, pero tampoco para fustigarse, el hecho de que sintamos envidia por alguien querido.

Nos duele que el otro sea feliz porque nosotros no estamos bien. Tal vez hemos trabajado por conseguir un éxito análogo. El otro lo logró y nosotros no. Lo valoramos, pero no podemos evitar que nos recuerde nuestro deseo insatisfecho. Sin quererlo, comparamos su felicidad con nuestra tristeza y decidimos que hay algo injusto en ello. Es algo que sentimos mucho, pero pensamos poco.
 
El otro no es un espejo

Todo esto nos sucede cuando vemos al otro como si fuera un reflejo de nosotros mismos. En otras palabras, cuando lo percibimos como si todo lo suyo fuera igual a lo nuestro. Dejamos de lado el contexto en el cual se produjo su logro y nos enfocamos solo en el resultado que consiguió. Un resultado que también hubiéramos deseado para nosotros.

La clave está en ampliar esa perspectiva. No fijarnos solo en lo que esa persona consiguió, sino examinar todo lo que tuvo que hacer por ello y todo lo que le falta también por obtener. Es una manera de humanizar la situación y de encontrar esos elementos que nos diferencian.

Cuando vemos al otro como si fuera nuestro espejo, hacemos una proyección narcisista sobre él. Ahí es cuando nuestro ego sale herido y nos duele que el otro sea feliz. En cambio, cuando decidimos mirarlo como alguien independiente de nosotros, llegamos a comprender su mérito. Y nos alegramos por él.
 
Aprende de la situación y madura

Que sientas envidia de alguien querido es algo normal. No te hace mala persona, ni mezquino. Lo que sí debes evitar es dejar que ese sentimiento comience a crecer y alimentarlo con suspicacias o resentimientos. Eso no sirve para nada y, en cambio, hace mella en el vínculo con otra persona de quien puedes aprender mucho.

Es hora de crecer. Hay cosas que deseamos fervientemente y jamás obtenemos. Hay cosas que deseamos y que solo obtenemos después de grandes esfuerzos. También las hay que llegan a nosotros mucho más fácilmente de lo que pensábamos. Exactamente lo mismo le ocurre a los demás. Lo que sí cambia es que a veces ocurre en momentos diferentes, o que no se da en la misma proporción.

Cuando te duele que el otro sea feliz estás descentrándote. Juzgando lo tuyo a partir de lo ajeno. Es un gran error. La evolución de cada persona es completamente particular y no tiene nada que ver con la de los demás. Son diferentes y están en circunstancias diferentes. Por lo tanto, los resultados que obtienen también son disímiles.

La envidia se quita identificándola y aceptándola. Es decir, reconociendo, con generosidad, que el otro merece lo que obtuvo y que el amor debe imponerse sobre esas pequeñas mezquindades.

Edith Sánchez