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jueves, enero 12, 2017

En esta vida me basta con poco, pero ese poco debe llenarme el alma

Para ser felices, a veces, nos basta con muy poco. Ahora bien, ese poco no son migajas ni las sobras que otros dejan para alimentar un amor interesado. Ese poco debe llenarnos el alma, debe dignificarnos como personas y por ello, jamás nos conformaremos con los pedazos rotos que otros nos regalan como si fueran regios palacios.



Sabemos que en la actualidad, están en auge esos enfoques a medio camino entre la psicología positiva y la espiritualidad, donde enfatizan la necesidad de aprender a valorar las pequeñas cosas o a ser felices con poco, con lo más elemental. Ideas como que “la felicidad es darse cuenta de que nada es demasiado importante” pueden sin duda confundirnos un poco.

En el minuto en que te conformas con menos de lo que mereces, obtienes incluso menos de aquello con lo que te conformaste.
-Mauren Dowd-

Todo tiene matices, y en este tipo de enunciados los matices son grandes. En primer lugar debemos tener muy claro que no es una buena idea conformarnos con menos de lo que merecemos. A veces, convencernos de que “lo mínimo es suficiente” puede hacer que nos quedemos encallados en jardines yermos. Hay quien se dice a sí mismo que la tierra es buena, y que tarde o temprano germinarán semillas de las que saldrán flores espectaculares.

Sin embargo, a menudo nuestra vida se transforma en una antesala de los sueños que nunca llegan, de los objetivos que nunca se cumplen, de las flores que jamás germinaron. Conformarnos con lo poco no es vivir de migajas, y la felicidad no será nunca “convencernos de que nada es demasiado importante”. De hecho, es todo lo contrario: debemos tener muy claro QUÉ es lo importante.

Te proponemos reflexionar sobre ello.

Significados y propósitos de vida

Los profesionales de la salud mental se quejan muy a menudo de que los modelos actuales que tienen como objetivo tratar la depresión, no siempre dan el resultado esperado. Los programas fallan, y a menudo, el enfoque donde combinar el tratamiento farmacológico con la psicoterapia ofrece una mejoría que en muchos casos solo es temporal.

El doctor Eric Maisel, psicoterapeuta y autor de una larga lista de libros sobre la depresión y las emociones, nos habla de que es necesario reformular algunos aspectos. Son muchos los psiquiatras que a día de hoy, siguen centrándose casi de forma casi exclusiva en el análisis del cuadro sintomático del paciente, sin derivar recursos ni tiempo a encontrar la verdadera raíz del problema.

Se prescriben antidepresivos como quien ofrece tiritas para el dolor de la vida. Se necesita de algo más, de más enfoques y menos etiquetas donde tratar a todas las personas por igual.

Según Maisel, en la actualidad lo que sufrimos en mayor grado es una profunda y devastadora angustia existencial. Hemos olvidado nuestros propósitos de vida, hasta el punto de no dar valor a nuestras emociones, pensamientos o decisiones. Nuestra cotidianidad, es ya como un escenario habitado por la niebla, donde nada tiene un significado real.

Podríamos decir, casi sin temor a equivocarnos, que nos hemos acostumbrado a vivir con mucho menos de lo que merecemos. Porque no se trata de ser felices con poco, es saber cuáles son nuestras prioridades, cuáles nuestros propósitos vitales, cuáles nuestros valores, y solo entonces, aprender a sintonizarnos con esa música interna. Sin ruidos del entorno, sin artificios.

Lo poco, si es bueno, pesa menos

Visualicemos por un momento a una persona que intenta cruzar un río con una mochila a la espalda. El sol es intenso, inclemente, a instantes cegador. No sabe muy bien dónde quiere ir, solo intuye que debe cruzar ese río, como sea… Aunque la mochila que carga sobre él es demasiado pesada y apenas puede avanzar. Debe hacer algo.

La tentación más grande de los humanos es conformarse con muy poco”
-Thomas Merton-

Nuestro protagonista se ve obligado a detenerse y tomar decisiones. Se quita la mochila de la espalda y la abre: en ella hay piedras, muchísimas piedras, unas más grandes y otras más pequeñas. Las más voluminosas son las más hermosas y espectaculares: representan sus valores, sus necesidades, sus virtudes, las cosas que más ama y le identifican.

Las pequeñas, por su parte, hacen referencia a las necesidades ajenas, a las preocupaciones que otros cargan sobre él, a las críticas, las falsedades, a las obligaciones por complacer, por satisfacer a los demás, por ser cómo otros quieren. Es necesario tomar una decisión contundente, y nuestro protagonista lo hace: elige quitar de su mochila todas esas pequeñas y molestas piedras.

Cuando lo hace, cuando las va retirando una por una se da cuenta de algo asombroso: de que son miles y de que todas ellas, triplicaban en peso a sus piedras más grandes, sus favoritas. Cuando termina y vuelve a colocar la mochila sobre su espalda se sorprende de lo ligero que se siente. Cuando empieza a andar de nuevo, el camino se ve mucho más despejado. Se siente fuerte, se percibe valiente y con más ganas por cruzar ese río.

Las piedras que lleva a su espalda son muy pocas, son grandes, sin duda, pero su hermosura es tal que no hacen más que inspirarlo cada día con sus formas y sus destellos. Poco a poco, y gracias a su maravilloso influjo recuerda cuál era su camino y cuál es su destino. No dudará en cumplirlo.

Empecemos nosotros también a hacer lo mismo. Aligeremos nuestros pesos y quedémonos con ese poco que no es significativo, enriquecedor.

Valeria Sabater

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