El mejor momento de tu vida siempre es ahora. El ayer ya ocurrió y el futuro aún no existe, así que toma aire, respira y abre esa mirada situada justo en el centro de tu corazón. Regálate tiempo para amar y amarte como mereces, tiempo para pensar y sentir la caricia tibia de este presente que ya nunca más volverá a repetirse.
William James, célebre filósofo y psicólogo especialista en salud mental, escribió sobre la percepción del tiempo en uno de sus libros: “Psychology: The Briefer Course”. En él, nos explicó un hecho que a muchos les será familiar: a medida que nos hacemos mayores tenemos la clara sensación de que el tiempo pasa mucho más deprisa. Es casi como un parpadeo fugaz, algo peculiar y hasta aterrador.
“El tiempo no es oro, el oro no vale nada: el tiempo es vida”
-José Luis Sampedro-
Según James, esto se debe ante todo a que cuando envejecemos ya no acontecen hechos tan memorables como en aquellos años de juventud donde todo es nuevo (ese primer amor, ese viaje, ese trabajo, una casa nueva, un nuevo hijo…). Además, la vida, a veces, lo queramos o no, se vuelve un poco más rutinaria. Nuestra cotidianidad se inscribe en una moviola lenta y repetitiva donde ver, hacer y experimentar las mismas cosas, los mismos eventos.
Poco a poco el cerebro, falto de estímulos significativos entra en una espiral destructiva donde cambia nuestra neuroquímica, ahí donde la memoria empieza a fallar y la conciencia del tiempo se vuelve imprecisa. Algo que sin duda podría evitarse de forma sencilla si fuéramos capaces de darle nuevos enfoques a la película de nuestras vidas.
Se trataría solo de romper rutinas, de salir de esa neblina existencial para aferrarnos al presente y nutrirlo de hechos significativos. Es más fácil de lo que parece: te proponemos reflexionar sobre ello.
Tu cerebro tiene una concepción extraña del tiempo
Todos hemos oído hablar de la conciencia plena. Este enfoque viene aplicándose con éxito a la psicología clínica desde hace unos años, con el fin de autorregular la atención, de aceptar lo que hay en el presente, y a su vez, de ampliar nuestros campos de acción para poder actuar de un modo más creativo en armonía con nuestros valores.
Ahora bien, hay un aspecto que es interesante conocer sobre este tema: no a todo el mundo le funciona y no es tan fácil de aplicar como parece en un primer momento. Más allá del ámbito clínico, son muchas las personas que quieren iniciarse en el Mindfulness percibiendo al poco, que no les sirve, que no logran integrar dichos métodos ni potenciar ese enfoque vital.
Esto se debe a que nuestro cerebro tiene una concepción extraña del tiempo, o mejor dicho, del presente. Bob Nease es un científico social e ingeniero de sistemas muy interesado en la mente humana. Con su libro “The Power of Fifty Bits” nos explicó que nuestro cerebro no está diseñado para mantener la atención en un aspecto en concreto, en un solo foco de interés. Nuestros sentidos, nuestros instintos, no entienden de tiempo presente, futuro o pasado, entienden de supervivencia.
La mente humana vive suspendida en un piloto automático con tendencia a fijarse en múltiples estímulos a la vez para procesar riesgos, para mantenernos seguros. Centrar nuestra atención en unos pocos supondría dejar descuidados otros estímulos que el cerebro considera importantes. Por ello, es bueno entrenar nuestra mente para convencerla de “que todo está bien”, de “que todo está en calma“.
Si somos capaces de apartar las ramas de nuestros bosques mentales hallaremos nuestras raíces.
Aprende a “sincronizarte” con el presente
Estamos seguros de que has oído muchas veces la clásica frase de “para tu reloj, sal de tu rutina y atrévete a vivir el aquí y ahora”. Esta frase clásica de manual de autoayuda, como ya sabemos, tiene matices. No podemos escapar de nuestras rutinas, todos estamos obligados a cumplir unos horarios, a realizar actividades que forman parte de ese motor que impulsa y da forma a nuestra vida.
“Escoger el propio tiempo es ganar tiempo”
-Francis Bacon-
Ahora bien, se trataría más bien de conseguir que esas rutinas sean significativas, de aprender a sincronizarnos con el presente de una forma más auténtica, más plena. El sociólogo Zygmunt Bauman, por ejemplo, describe a la sociedad actual como una entidad líquida donde nada perdura, donde todo se desecha o se cambia. Sin embargo, más que en un universo líquido nos hemos convertido país de personas poliédricas.
La multitarea, el hacer una actividad pensando en tres cosas a la vez, o nuestra necesidad por complacer al otro antes que atender al propio ser, nos convierten en criaturas erráticas que han olvidado dónde se halla ese punto de equilibrio perfecto: el aquí y ahora, nuestro presente.
Aprendamos pues a sincronizar las obligaciones con las necesidades, el ocio con los deberes para dar forma poco a poco a una felicidad libre de miedos, a un presente sin la amargura del pasado y libre de la angustia del futuro. Regalemos a quien más amamos ese tributo que ni se vende ni se compra: TIEMPO.
Valeria Sabater
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