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martes, enero 31, 2017

5 métodos naturales para combatir la depresión

La depresión es una condición multifactorial. Esto quiere decir que en su aparición y en el impacto que tiene sobre la vida de la persona que la sufre influyen muchos factores. Por eso mismo, para combatir la depresión lo mejor es presentar batalla desde diferentes frentes.


Últimamente se le ha dado mucha importancia a los cambios químicos que se producen en el cerebro y que están asociados con la depresión. Se habla de las hormonas de la felicidad, del estrés, de todo. Se habla también de los neurotransmisores y de su efecto en el estado de ánimo. Ahora, si bien este enfoque es científico y válido también es importante hacer algunas precisiones al respecto.

“La depresión es una prisión en la que eres tanto el prisionero como el cruel carcelero”
-Dorthy Rowe-

La química de la depresión

La depresión origina cambios químicos en el cerebro y viceversa. Sin embargo, la química del cerebro es cambiante. La calidad de los pensamientos y de las sustancias que de ingerimos son dos de esos agentes capaces de modificar la química del cerebro. Para el caso de la depresión, aumentan o disminuyen la cantidad de serotonina disponible.

La producción de serotonina comienza en el intestino. Desde allí se produce un precursor de esta hormona, que se llama “triptófano”. Por eso algunos llaman al intestino “el segundo cerebro”. De ahí que sea muy importante el tipo de comida que ingerimos y el estilo de vida que llevemos. Así, para producir más serotonina, que contribuya a combatir la depresión, hay métodos que son completamente naturales. Estos son 5 de ellos.


Alimentos para reducir la depresión

Digamos primero que hay alimentos que inhiben la producción de serotonina y, por eso mismo, aumentan el riesgo de depresión. Básicamente son los carbohidratos y las comidas con altos niveles de azúcar. Este tipo de comidas son como una descarga energética en el organismo. Se asimilan pronto y generan avidez. Una especie de síndrome de abstinencia.

En cambio otros alimentos, como los granos integrales, las frutas y las verduras contribuyen a llevar más triptófano a la sangre. Esto se traduce en mayor producción de serotonina y, por tanto, actúan como agentes protectores frente a la depresión. Investigaciones médicas recientes le otorgan un poder especial a la cúrcuma para producir este efecto.

El tipo de ejercicio más adecuado

Cualquier práctica de ejercicios sube el nivel de serotonina en el cerebro. Sin embargo, el efecto es mucho más significativo cuando el ejercicio se combina con situaciones específicas. Lo ideal es que se desarrolle en un escenario que serene la mente. Un entorno que baje el nivel de angustia.

Los ejercicios físicos son mucho más productivos si se hacen en un medio natural. Los árboles y el verde de la naturaleza potencian los efectos positivos del propio ejercicio. Una simple caminata, a paso rápido y por un bosque, puede tener efectos extraordinarios. El mar es otro de esos escenarios que sanan.


El pensamiento positivo y la meditación

El pensamiento tiene un poder enorme en los estados de ánimo. Se ha comprobado, por ejemplo, que el efecto placebo es muy alto en personas con depresión. Hay experimentos en donde a las personas se les dice que se les administrará una droga de última generación, muy eficaz para la depresión. La mayoría la ingiere y mejora. Es el efecto del pensamiento positivo.

Las prácticas de relajación y de meditación son muy aconsejables también para quienes se sientan deprimidos. A veces es suficiente con tomarte un rato para respirar, tratando de dejar la mente en blanco. También se ha comprobado que para las personas creyentes, el repetir sus plegarias aumenta la sensación de felicidad.

La literatura y la escritura

La literatura nos permite entrar en contacto con experiencias de otras personas, reflejadas en los personajes o en el propio narrador. Esto depura nuestras propias emociones. Las historias inspiradoras producen una sensación de bienestar y contribuyen a modificar la química cerebral en un sentido positivo. Equivalen a pensamientos positivos.

La escritura, por su parte, tiene un importante efecto de catarsis. Joel Robertson, experto en el tema, recomienda escribir 20 minutos durante 4 días seguidos. El tema deben ser las experiencias dolorosas y es bueno que lo hagas sin pensar, casi automáticamente. Este investigador asegura que esa experiencia proporciona una paz profunda.

Escuchar música clásica

Se ha comprobado que algunas melodías tienen la capacidad para incrementar la producción de serotonina. Armonizan el cerebro y propician una sensación de bienestar y entusiasmo. La música de Bach es una de las más recomendadas. Este artista realizaba composiciones en un orden matemático que parece coincidir con algunas frecuencias de nuestro cerebro.

De igual modo, son recomendables otros compositores como Brahms, Chopin, Händel, Haydn y algunas óperas como Madame Butterfly. Este tipo de música, inspira e induce una especie de apertura en los sentimientos. Ayudan a que te conectes con tu propio dolor y esto tiene un efecto saludable.

Para una persona deprimida no es fácil emprender acciones en pro de su bienestar porque lo que le pide el cuerpo es abandonarse. Quizás necesite algo de motivación extra. Quizás requiere de apoyo para comenzar. Sin embargo, piensa que lo más complicado es precisamente eso, el comienza. Estos métodos para superar la depresión de manera natural suelen ser eficaces a corto plazo. Tengas o no depresión, ¿te atreves a probarlos para mejorar tu estado de ánimo?

Edith Sánchez

lunes, enero 30, 2017

Tienes derecho a enfadarte, a protestar y a sentir tu malestar

Aunque quieran convencerte de lo contrario, lo tienes: enfadarte es un derecho y una necesidad emocional. Sentir la contrariedad, la indignación y la rabia del desconcierto es el primer paso para poder afrontar un problema. Piensa que si nos limitamos a tragarnos el enfado una y otra vez sin afrontar lo que hace daño, vulneraremos nuestra autoestima.



Hay que tenerlo claro: permitirnos sentir el enfado no es perder el control, ni evidenciar nuestra debilidad. A menudo, influenciados quizá por una línea más bien espiritual, tendemos a confundir términos e ideas. Sabemos que quien nos enfada nos domina, pero no por ello vamos a desactivar esa emocionalidad negativa para esconderla, no asumirla ni gestionarla. Los enfados tienen un objetivo muy claro: invitarnos a resolver una amenaza concreta.

“Las molestias más dolorosas son aquella de las que no nos podemos quejar”
-Marqués de Custine-


Por otro lado, algo que también sabemos es que el día a día siempre pone a prueba nuestro equilibrio emocional. Habrá personas que vivan eternamente ofendidas y quienes nunca se tomen nada como algo personal. Cada uno de nosotros avanzamos por nuestra cotidianidad con un filtro determinado, con el cual dejamos pasar o no ciertas emociones y pensamientos.

Sin embargo, todo tiene un límite y una frontera infranqueable. Hablamos de esa barrera que a menudo se cruza de forma arbitraria para vilipendiar nuestra autoestima, para deshilachar nuestra integridad emocional o para manipularnos. El enfado tiene una razón de ser y expresarlo de forma respetuosa en el momento adecuado y en el instante más necesitado es algo catártico y muy saludable.

Te proponemos reflexionar sobre ello.


Enfadarte, protestar y dar voz a tus emociones también ayuda

Por curioso que parezca, son muy pocos los libros que nos expliquen o argumenten los beneficios del enfado o la indignación. Tradicionalmente, se ha relacionado siempre este tipo de emoción a la ira y la falta de control, a la falta de templanza, de tacto y acierto a la hora de gestionar esa contrariedad vital.

Sin embargo, es bueno recordar que, al igual que ocurre en el proceso del duelo, es necesario dar el paso hacia la aceptación de la propias emociones antes de canalizarlas, antes de transformarlas. Saber qué siento y por qué lo siento es vital a la hora de resolver una encrucijada emocional. Comentábamos que la bibliografía sobre el tema es escasa, aunque por fortuna disponemos de un libro tan interesante como esclarecedor: “Annoying“ (2011), de los científicos Joe Palca y Flora Lichtman.

En este trabajo se profundiza en el tema del enfado desde un enfoque multidisciplinar donde no falta la neurociencia, la sociología, la antropología y la psicología. Lo primero que nos revelan es que a menudo suelen compararse los enfados con la ira, la frustración o la repugnancia hacia algo o alguien. No es cierto, de hecho, los expertos proponen entender los enfados como una emoción única y exclusiva.

A su vez, un enfado nunca surge por un acto puntual. Es una acumulación de “muchos pocos haciendo un mucho”, es como el mosquito que revolotea en nuestra habitación cada noche hasta que al final perdemos el sueño y somos incapaces de focalizar nuestra atención en nada más. Sin embargo, y aquí llega lo más importante del tema, sin molestia no hay posibilidad de cambio. Es decir, esa emoción negativa tiene un propósito: quiere que actuemos.

Enfadarse de forma inteligente

El propio Charles Darwin dijo una vez que emociones negativas, como el miedo y la ira, son advertencias que nos conducen a poner en marcha conductas apropiadas para evitar o deshacer un peligro. Prestar atención a lo que nos molesta, nos indigna y nos quita la calma es una muestra de autocomprensión. Actuar de forma acertada en base a esas emociones demuestra sin duda nuestra Inteligencia Emocional.

“Aléjate de la gente pequeña que desea empequeñecer tu vida y tus ambiciones: es la más peligrosa”
-Mark Twain-

Veamos a continuación, cómo deberíamos actuar en estos casos y qué aspectos es conveniente delimitar para entender.


Las 4 leyes del enfado inteligente

  • La primera ley y no menos importante, es tener claro que quien vive eternamente ofendido está abocado a una eterna infelicidad. Hay batallas que no merecen la pena ser libradas, hay aspectos que no merecen nuestra atención y conversaciones que es mejor no iniciar o no alimentar. Enfádate por lo que de verdad turba tu equilibrio personal, pon voz a lo ataca tu autoestima y defiéndete con firmeza ante quien osa hacerte daño.
  • La segunda ley hace referencia a algo muy evidente: defendernos con respeto es posible. Discutir de forma asertiva y sin agredir verbalmente a quien tenemos delante es esencial. Algo que puede y debe hacerse mediante la Inteligencia Emocional.
  • La tercera ley tiene unos pasos muy claros que es necesario interiorizar: escucha, siente, respira, aclara y actúa. Es decir, primero atenderemos el estímulo que nos ofende o nos hace daño. Después tomaremos conciencia de nuestras emociones, sentiremos el enfado. Más tarde respiraremos y aclaremos prioridades.

“Debo actuar y poner límites dejando claro que no deseo que me traten de ese modo. No debo dejar que el propio enfado me inmovilice hasta impedir que pueda pensar. Lo utilizaré para actuar de forma inteligente “

  • La cuarta y última ley para enfadarnos de forma inteligente es el aprendizaje. Cada situación resuelta, afrontada o cada necesidad defendida, debe enseñarnos que la inactividad, el silencio y el “tragar emociones” hace daño y enferma.

No hay que tener miedo de las emociones negativas, entenderlas y gestionarlas es la auténtica llave de nuestro crecimiento personal.

Valeria Sabater

domingo, enero 29, 2017

Tú eres el creador de tus obligaciones

Estamos abarrotados de obligaciones de todo tipo: desde las que tenemos que afrontar en nuestra ocupación laboral hasta las domésticas, como la de tener la comida lista cada día. En esta sociedad exigente en la que vivimos debemos ser atractivos, excelentes trabajadores, estar siempre al día de la actualidad, ser buenos padres, etc.


Las obligaciones son aquellas expectativas a las que debemos llegar si es que queremos sentirnos mejores personas. Pero reflexionemos por un momento, ¿quién me impone mis obligaciones? ¿de quién son realmente esas expectativas?

El lector puede responder que el estilo de vida en el que nos embarcamos es el responsable de todas las obligaciones diarias que tenemos que enfrentar y que debemos adaptarnos a ello. Sin embargo, si nos paramos a pensar un poquito más nos daremos cuenta de que muchas de nuestras obligaciones en realidad son autoimpuestas y de que están enfocadas para cumplir con las expectativas ajenas en lugar de con las propias.

¿Cuántas veces te has visto obligado a realizar algo que no te gustaba porque era lo que “debías” hacer? La palabra deber forma parte de la gran muchas de nuestras creencias irracionales e implica una necesidad encubierta que tenemos que cumplir para sentirnos felices, o al menos para no sentirnos mal.

Pensamientos que hablan de obligaciones

Las emociones perturbadoras normalmente se originan en base a una obligación. Como apunta la psicología cognitiva, lo que pensamos es la causa directa de cómo nos sentimos y cómo nos sentimos influye a su vez en cómo pensamos. Siguiendo esto, si nos encontramos ansiosos, deprimidos o iracundos probablemente estemos creando un sinfín de obligaciones en nuestra mente.

Estas obligaciones pueden versar sobre nosotros mismos, los demás o el mundo en general y hablan de la falsa idea de cómo deben ser las cosas. Estos deberías cierran la puerta a la clave del bienestar emocional: la aceptación incondicional.
Cuando las obligaciones son referidas a uno mismo, pensamos que deberíamos ser o actuar de una forma determinada y no de otra.

No nos aceptamos tal cual somos, lo que crea en nosotros una autoestima deficiente, además de una sensación de ansiedad por querer cumplir con las expectativas autoimpuestas o depresión si no hemos sido capaces de cumplirlas. “Yo debería haber actuado correctamente en esa situación”, “Debería realizar mi trabajo perfectamente cada día”, “No debo fallar”…son algunos ejemplos de pensamientos perturbadores que podemos albergar cuando nos obligamos a nosotros mismos a ser quienes no somos.

Los deberías referidos a los demás generan un sentimiento de rabia, al igual que aquellos que se refieren al mundo. El querer que las personas de nuestro alrededor y la vida sean de una manera que tenga que encajar en nuestros criterios personales es tan irrealista como pretender que el cielo sea de color fucsia.
Estas obligaciones, como habíamos apuntado, esconden una falsa necesidad, la cual es consiente desterrar de nuestra mente para sentir mayor plenitud.

Cuando las obligaciones son sobre nuestra persona, escondemos la necesidad de aprobación y de perfeccionismo: “Debo hacer mi trabajo perfectamente porque necesito ser reconocido en la empresa“. Sin embargo, cuando pretendemos que sea nuestro entorno el que actué de una manera concreta, tenemos la necesidad de la comodidad: “No deberían existir los atascos de tráfico porque me aburro en ellos, son molestos, llego tarde a donde quiero ir, etc…”

Cambiar el “debería” por un “me gustaría”

Si somos capaces de modificar nuestro diálogo interior por uno más ajustado al mundo tal y como es habremos descubierto la tecnología que permite que nos sintamos más felices. El cambio, evidentemente, no ha de ser meramente verbal, sino que tenemos que creer en lo que nos estamos diciendo y hacerlo hasta el punto de que nuestras emociones negativas insanas se conviertan en sanas.

Todas las obligaciones y los “deberías” que rigen nuestras vidas están impuestos por nosotros mismos aunque creamos que no tenemos escapatoria de ellos. Si lo pensamos bien, nadie nos ha puesto una pistola en la cabeza para que tengamos la vida que tenemos.

Todo lo que hacemos y cómo nos comportamos es producto de una decisión personal y es por ello, que únicamente nos concierne a nosotros el cambio.

Quizás estés pensando que hay obligaciones ineludibles, como el trabajo o el cuidado de los hijos. Si hemos elegido un trabajo concreto y también hemos querido ser padres, una vez más nos hemos autoimpuesto la obligación. Todas nuestras acciones tienen consecuencias y si queremos seguir pagando la hipoteca o que nuestros pequeños se conviertan en personas educadas, es cierto que tenemos que actuar en la dirección que produzca ese resultado.
Nadie ni nada nos ha obligado a optar por la vida que hoy tenemos, si no que es consecuencia de un puñado de decisiones tomadas en libertad.

Aunque muchas veces nos sintamos obligados a coger un camino u otro, lo cierto es que finalmente, ya sea porque es lo que más nos conviene, por influencias, porque queremos o por miedo, escogemos aquel que nosotros decidimos.

Para no sentirte tan obligado y ansioso, es preciso empezar a cambiar la charla interior. Cada vez que un “debería” aparezca por tu mente, cámbialo rápidamente por un “preferiría” o un “me gustaría”, sin caer en las exigencias. Finalmente, al me gustaría ha de acompañarle un “si no es como yo quiero, el mundo no se va a acabar” o “si las cosas no salen de esta forma, tendré otras opciones”.

Con la práctica y la interiorización de estos “me gustaría” empezaremos a sentirnos mucho más sosegados en este mundo tan exigente.

Alicia Escaño Hidalgo

sábado, enero 28, 2017

La angustia: una epidemia silenciosa

Son tantas las manifestaciones de la angustia, y tan frecuentes las consultas por su causa, que varios expertos ya la catalogan como una verdadera epidemia. Se deja sentir de muchas formas: dificultades para dormir, ataques de pánico, una amplia gama de fobias, etc.. Lo que tienen en común es ese miedo insidioso que asalta cotidianamente.



Frente a este fenómeno, el mundo de la salud ya ha desarrollado varias respuestas. Hay una importante oferta de medicamentos. Por un lado, están los tradicionales: todo un ejército de ansiolíticos desarrollados en laboratorios farmacéuticos, que prometen disminuir la dosis de angustia. Sin embargo, estos fármacos, además de que tienen unos efectos secundarios atroces, por lo general solo ofrecen soluciones pasajeras. Es decir, solo tienen efecto mientras se toman.

“Se ahoga más gente en los vasos que en los ríos”
-Georg Christoph Lichtenberg-

También hay una enorme oferta de medicamentos alternativos: “naturistas”, homeopáticos y soluciones bioenergéticas. Eso, por supuesto, sin contar todos los remedios caseros contra la angustia: agua de valeriana o de toronjil, baños de agua tibia y toda suerte de trucos tradicionales. Sin embargo, ninguno de ellos parece funcionar del todo.

La epidemia de angustia nace en la mente colectiva

Todos los fenómenos que tienen lugar en la mente se reflejan en el cuerpo. La mayoría de las veces, se da en ese orden: primero en la mente, luego en el cuerpo. Solo en un porcentaje bajo de casos ocurre lo contrario: primero en el cuerpo y luego en la mente. Ocurre cuando, por ejemplo, tienes una fiebre muy elevada o has ingerido una sustancia que altera tu percepción, entre otros casos.

Así, el recorrido del éxito de la intervención con psicofámacos es limitado. Reducen el síntoma, es cierto, pero no solucionan la causa que lo origina. Los medicamentos, de cualquier tipo, solo deben ser vistos como una ayuda limitada y temporal, no como una solución definitiva.

La verdadera solución solo aparece si se ataca la causa real de la angustia. El problema es que, al decir de muchos expertos, los tiempos actuales en su conjunto están generando angustia por montones. Todo transcurre con una celeridad de vértigo, y las herramientas psicológicas de las que disponemos no alcanzan a procesar la realidad al mismo ritmo. Por eso ahora la angustia no es un problema individual, sino una verdadera epidemia.

¿Por qué se dice que es una epidemia “silenciosa”?

Uno de los aspectos más complejos de esta epidemia de angustia está en el hecho de que resulta muy difícil verbalizarla. Cada individuo siente en su interior esa desazón diaria, que no lo deja dormir, lo mantiene de mal humor o lo lleva a sumergirse en rutinas tiránicas. Pero, a la vez, a ese individuo le cuesta mucho trabajo poner en palabras lo que siente.

Cada persona siente como si algo le sobrara. Un peso del que quisiera liberarse, pero que no logra identificar del todo. “¿De dónde proviene esa sensación de peso, de exceso? ¿En dónde está ese lastre? ¿Estaré en un trabajo que no me conviene? ¿Quizás las relaciones que tengo con los demás son negativas? ¿Hacia dónde debo apuntar para sentirme mejor?”… Esas son las preguntas que llegan, sin ser invitadas.

Es como si la existencia estuviera completamente atiborrada de algo que no necesita. La sensación se parece a aquella que surge cuando entramos a una habitación colmada, apretujada, con objetos innecesarios. Sabemos que se debe poner orden, pero hay tantas cosas por organizar que no atinamos a identificar la casilla de salida.

De la epidemia al individuo

La ciencia se ha empeñado en diseñar soluciones genéricas o estandarizadas. Al fin y al cabo, eso es lo suyo: extraer soluciones universales para problemas particulares. Sin embargo, en lo que tiene que ver con la subjetividad humana, este tipo de enfoques suelen ser muy desafortunados. Finalmente, no resuelven nada.

Por eso hay una epidemia de angustia, y por eso la epidemia transcurre con la complicidad del silencio que nace del drama que vive cada uno. La respuesta a esa inquietud solo puede darla cada persona, una por una. No hay una solución aplicable a todos los casos. No existe esa fórmula mágica o universal que se aplique con igual eficacia para todos. Cada uno tiene que encontrar su propio camino para resolver su falta de sueño, su sensación de opresión y ahogo, su fastidio recurrente…

También cada uno debe entender que para solucionar su angustia, lo primero que debe hacer es enfrentarse a la novedad, al vacío. Es absolutamente necesario que haga rupturas con lo habitual: es la única manera de empezar a dejar espacio en la habitación mental que está atiborrada. Una terapia que libere la expresión también es una buena opción, al igual que lo son los ejercicios de relajación que contribuyen a abrir esa ventana en una mente que está muy cargada.

Edith Sánchez

viernes, enero 27, 2017

¿Sabes cómo incide la salud mental en la evolución de cáncer?

Todos estamos al tanto del perjuicio para la salud física que conlleva tener cáncer. De hecho, cuando lo diagnostican, se elabora un plan de tratamiento para hacerle frente, atacarlo y, a poder ser, superarlo. Pero muchas veces no se tiene en cuenta la importancia de tener un bienestar psicológico en el proceso.



Padecer una enfermedad como el cáncer puede influir en el desarrollo de otras patologías de carácter psicológico. De esta forma, se da una mayor prevalencia de algunos trastornos psicológicos y de malestar emocional por encima de la población general. Pero, ¿qué factores relacionados con el cáncer juegan un papel en la salud mental? ¡Veámoslo!

“Lo más importante en la enfermedad, es no desanimarse”
-Nikolai Lenin-

Los trastornos psicológicos y el cáncer

De forma concreta, el hecho de estar hospitalizados influye en que aparezcan trastornos adaptativos. También influye que el funcionamiento físico se vea menguado así como la sensación de convertirnos en una carga para los demás. Pero no solo eso, pasa lo mismo con la adaptación inicial a los tratamientos, la experiencia previa frente al estrés y la percepción del apoyo social.

De forma más concreta, en relación con la depresión va a jugar un papel importante la edad o lo avanzada que se encuentre la enfermedad. Además de estos, hay otros como que se den secuelas físicas del tratamiento, que haya antecedentes psicológicos o un bajo apoyo social percibido.

“El cáncer se puede llevar todas mis habilidades físicas. Pero no puede tocar mi mente, mi corazón y mi alma”
-Jim Valvano-

También existe el riesgo de que aparezcan ideas de suicidio. En esto influye que el estadio del cáncer sea avanzado y que su pronóstico sea malo. Al mismo tiempo, suponen un riesgo la presencia de depresión, la sensación de desamparo, la falta de control, el incremento de los síntomas físicos, los antecedentes psicopatológicos y que haya una historia previa de intentos de suicidio.

Por último, se ha encontrado que la prevalencia de trastornos de ansiedad también es mayor. Ser más joven, presentar tendencias ansiosas o dificultades personales juegan un papel incrementan el riesgo de padecer una trastorno de ansiedad. Pero también lo hacen factores físicos como que la enfermedad esté en un estado avanzado, la situación del tratamiento, las recaídas, la toxicidad farmacológica o el dolor agudo no controlado.


La importancia del bienestar psicológico en el cáncer

Dado que en los pacientes con cáncer existe un riesgo real y elevado de que vean deteriorada su salud psicológica, además de la física, es importante estar alerta de los posibles problemas que puedan presentar. Es frecuente que, además de los trastornos mencionados, aparezca malestar emocional o sentimientos de ansiedad o tristeza.

Ahora bien, ¿cómo afectan estos problemas psicológicos a la salud general de estas personas? En realidad, se convierten en un riesgo añadido ya que pueden ser la causa directa de diferentes complicaciones físicas. La depresión, por ejemplo, conlleva una disminución de los hábitos de vida saludables y puede llegar a implicar el abandono del tratamiento o el incumplimiento de parte de este.

“El cáncer es una enfermedad donde el paciente puede contribuir en gran medida para ayudarse a sí mismo si puede mantener su moral y sus esperanzas”
-George Carman-

De forma general, este tipo de dificultades añadidas pueden suponer que los pacientes requieran más servicios médicos. Respecto al tratamiento contra el cáncer, afecta a su adhesión al mismo. También puede generar que haya más dificultades a la hora de tomar decisiones. Por otro lado, puede haber una menor satisfacción con los cuidados médicos o que haya una demanda excesiva de los mismos.

Por todo ello, es beneficioso estar atentos a la salud mental de las personas diagnosticadas con cáncer. Ante cualquier señal de alerta en este sentido recomendamos la consulta con algún psicólogo especializado en este área. Nadie mejor que para evaluar al paciente y programar con él una terapia que le ayude a mantener una salud mental fuerte. Algo, que como hemos visto, tendrá una influencia muy positiva en el pronóstico del propio cáncer.

En concreto, se puede dotar al paciente de estrategias de afrontamiento activo y de cambio. De esta forma, van a hacer frente de forma más adaptativa a toda la emocionalidad que se genera en estas situaciones y van a conseguir regularla mejor. Se ha encontrado que esto mejora la adherencia al tratamiento médico, por lo que la evolución clínica y, en consecuencia, la calidad de vida se ven mejoradas con la intervención psicológica.

Laura Reguera Carretero

jueves, enero 26, 2017

Cuando no hay odio dentro, no hay enemigos fuera

Nuestra personalidad y forma única de ver la vida condiciona la manera en la que nos relacionamos con los demás. En determinadas situaciones proyectamos nuestras características a las personas de nuestro entorno, atribuyendo a otros comportamientos o pensamientos que en el fondo son nuestros. En esta línea, tener enemigos puede estar más relacionado con cómo afrontamos las situaciones en nuestra mente que con las circunstancias que objetivamente nos suceden.



A veces el peor ataque que podemos sufrir no viene del exterior, sino de nosotros mismos. En aquellas situaciones donde nos sentimos agredidos por ataques externos, condiciones internas como la rabia, la impotencia y la vergüenza social, es precisamente esto que viene de nosotros mismos lo que nos hace sentir débiles e inseguros, propiciando un caldo de cultivo para que veamos a los otros como enemigos.

Para nuestra estabilidad emocional es fundamental saber reconducir la rabia que estas situaciones nos producen. Saber qué situaciones y circunstancias nos suponen un agravio importante en nuestra vida es crucial para identificar a qué o quién nos enfrentamos.

No cabe duda de que el peor ataque no es el que nos llega desde fuera, sino el que se produce desde dentro provocándonos una autovaloración negativa, que acaba minándonos como personas. Está autovaloración negativa nos convierte en nuestro peor enemigo, ya que nuestro equilibrio emocional depende, en gran medida, de nuestra autoestima.
“Si hay victoria en vencer al enemigo; la hay mayor cuando el hombre se vence a si mismo”
-José De San Martín- 

Cuando el enemigo eres tú

Robert J. Sternberg, profesor de la Universidad de Yale y ex presidente de la asociación americana de Psiquiatría, distingue al menos dos tipos de enemigos: los externos y los internos.

Los enemigos internos, como su nombre sugiere, se refiere a los que se encuentran en nuestro interior, como nuestros pensamientos. Cuando los pensamientos negativos nos atrapan en un bucle nos van llevan al enfado, a la furia, al odio, haciéndonos ver al otro como un enemigo por “provocarnos” diversas situaciones dolorosas.

Ese enemigo interno proviene de la irracionalidad que nos provocan todos esos pensamientos negativos. El bienestar emocional depende fundamentalmente de no dejarse llevar por los pensamientos automáticos, ya que éstos tienen características muy negativas:
  • Son irracionales, es decir no se atienen a los hechos objetivos, a la realidad.
  • Son automáticos, funcionan como un reflejo corporal que se produce sin que voluntariamente lo propiciemos.
  • Son exagerados, dramáticos y siempre negativos, generan un enorme malestar emocional y además de forma gratuita, sin que le podamos sacar el menor provecho.

“Ni tus peores enemigos te pueden hacer tanto daño como tus propios pensamientos” 

¿Cómo controlar a los enemigos?

Gandhi practicaba un método pasivo para “luchar” contra sus enemigos, la no-resistencia constructiva. Esta es una manera activa de relacionarse con el enemigo por medios positivos, una forma proactiva de lidiar con las adversidades. En las relaciones personales hay un amplio abanico de situaciones a las que nos tendremos que enfrentar. Para lidiar con situaciones de conflicto es importante:
  • No pelear por el simple hecho de pelear
  • No pelear para inflar nuestro ego.
  • No pelear para exaltar nuestro orgullo.
  • No pelear para vencer a nuestro adversario o para castigarle.
  • Pelear solamente para obtener un fin mayor.
  • Luchar para conseguir superar nuestros problemas.

Por más que nos esforcemos las situaciones conflictivas no desaparecerán de nuestras vidas, así que es importante aprender a controlar el efecto que causa en nosotros.

“Se dice que nuestro enemigo es nuestro mejor maestro. Al estar con un maestro, podemos aprender la importancia de la paciencia, el control y la tolerancia, pero no tenemos oportunidad real de practicarla. La verdadera práctica surge al encontrarnos con un enemigo”
-Dalai Lama-

Fátima Servián Franco

miércoles, enero 25, 2017

Aprende a meditar mientras caminas

Hay quien nunca logra aprender a meditar. Su mente no sintoniza con esa calma inmóvil donde practicar una atención plena, donde adquirir un estado profundo de calma mediante la quietud. Sin embargo, algo tan fácil como empezar a caminar puede dar un giro a sus vidas: se descalzan penas y la mente se libera casi al instante.



Ya hemos hablado aquí de que enfoques tan terapéuticos, como puede ser el Mindfulness, no logra ser útil para todo el mundo. Los adolescentes o incluso personas con una ansiedad elevada o que han sufrido algún tipo de trauma, no terminan de alcanzar ese punto perfecto de relajación donde aprender a ser más conscientes de su mundo interior a través de un estado relajado.

“Caminar vale la pena aunque te caigas”
-Eduardo Galeano- 

Cuando la mente grita, cuando nuestros pensamientos son obsesivos y llevamos todas nuestras preocupaciones adheridas como una férrea costra sobre nuestro ser, hay una estrategia que casi nunca falla: caminar. En realidad, hay algo mágico en el simple acto de andar. El movimiento de nuestro cuerpo es como el metrónomo que marca un compás, un ritmo perfecto donde tarde o temprano la propia mente queda armonizada formando una misma entidad. Una misma música.

A cada paso el corazón crece, la respiración se vuelve profunda, sonora, el cerebro se oxigena y nuestro ser se expande por esos movimientos repetitivos para hallar su punto de equilibrio. Ahí donde tomar las riendas de la propia vida mediante ese ejercicio físico donde se combina la meditación.

Seguidamente, te ofrecemos más datos sobre el tema. Estamos seguros de que te será de gran utilidad.

Meditar mientras andamos: un medio gratificante para un fin saludable

Cuando un psicólogo decide integrar la atención plena en la psicoterapia no busca convertir a sus clientes en hábiles meditadores espirituales, ni convencerlos de que pasen sus fines de semana en retiros de silencio de línea budista. En absoluto. Es un medio para un fin, una herramienta donde las personas puedan vivir sus vidas con más equilibrio y con una conciencia más amplia.

Ahora bien, lo más complejo de la meditación es que exige responsabilidad y fuerza de voluntad. Si no es fácil aislar el sonido de nuestros entornos y del rugir de las ciudades, aún lo es más acallar la mente. De ahí, que en la actualidad se aplique este nuevo enfoque que podría resumirse en una ilustrativa palabra que procede del sánscrito “apranihita”, caminar sin llegar. Empezar a andar sin tener un destino concreto nos permite más que nunca disfrutar del simple movimiento. Caminamos por el simple placer de caminar.

La mente humana, es casi como ese mono inquieto que va saltando de rama en rama en un viaje caótico, nervioso e improductivo. Casi sin saber cómo acabamos perdidos en nuestros propios laberintos. Sin embargo, si logramos apaciguar ese nerviosismo a través del ritmo de nuestras piernas y de una respiración que se acompasa a cada paso, lograremos hallar ese control consciente de los pensamientos.


Cómo aprender a meditar mientras caminamos

Nuestro paseo debe ser diario y no durar más de media hora. Ahora bien, es necesario que lo hagamos por un espacio natural, tranquilo y que vayamos con un buen calzado y ropa cómoda.
  • Empieza a caminar a paso normal. Poco a poco debes encontrar el ritmo que te es más relajante, más catártico y liberador. Hay quien camina a paso lento y quien decide iniciar una marcha más rápida.
  • Es momento de centrar tu atención en algún aspecto. Visualiza tu mente como si fuera una linterna que orienta su luz sobre un aspecto concreto y luego a otro: primero tu respiración, luego la sensación de tus pies cuando tocan el suelo, más tarde el viento que acaricia tu piel… Focaliza tu atención en esos aspectos de modo cíclico, primero uno y luego otro.
  • Poco a poco te darás cuenta de que ya no necesitas centrar tu atención en cada uno de esos aspectos de tu cuerpo. Al cabo de los días el foco de tu linterna será tan amplio que lo percibirás todo de una vez.

Tu conciencia se habrá ampliado tanto que tu ser formará un todo perfecto, en calma y armonía.

Caminar en un laberinto: la magia de la concentración

Vamos ahora un poco más allá. Imaginemos que en tu caso, ni te es útil el Mindfulness ni logras aprender a meditar mientras caminas. El simple hecho de salir de casa y andar sin un rumbo fijo te distrae, dispersa tu mente y no logras hallar tu punto de equilibrio, tu centro, tu punto de calma.

La mente puede ir en mil direcciones.
Pero sobre esta hermosa senda, camino en paz.
A cada paso, un suave viento sopla.
A cada paso, se abre una flor.

En este caso podemos iniciarnos en una práctica tan curiosa como antigua en muchas culturas. Hablamos de recorrer un laberinto. Esta práctica ancestral es como visualizar los propios problemas tatuados en el suelo para recorrerlos paso a paso mientras encontramos una salida. Se sabe, que algunas de las formas más tempranas de laberintos se encuentran en Grecia, y que tenían como finalidad hallar un sentido para la propia vida a través de esos circuitos en espiral.

Era otro tipo de meditación que a día de hoy, se sigue practicando en diversos países. Veamos algunos datos más sobre el tema:
  • En los laberintos no hay una única salida ni se triunfa cuando uno halla cómo salir de él. El beneficio está en el propio recorrido y en lo que conseguimos mientras lo transitamos.
  • El objetivo es “calmar la mente, abrir el corazón” a través del propio ejercicio.
  • Cuando se entra a un laberinto primero hay que detenerse y reflexionar, pensando qué deberíamos dejar ir antes de iniciar ese recorrido concéntrico para centrarnos de forma plena en el presente, en el aquí y ahora.
  • Se camina despacio, poniendo un pie delante de otro y viendo en todo momento la forma de los trazos, de los caminos.

Cuando se llega al centro o a la “roseta” del laberinto, la persona debe descansar y meditar unos minutos sobre el trayecto recorrido. El objetivo de este ejercicio no es encontrar la salida a la maraña de nuestros problemas, sino salir fortalecidos por el aprendizaje adquirido durante ese proceso.

Un ejercicio curioso que nunca está de más conocer. 

Valeria Sabater

martes, enero 24, 2017

Soy la misma de siempre, aunque no la de antes

Vuelvo a ser la misma de siempre: alguien capaz de ilusionarse, de saborear la vida a bocados, a sorbos y a abrazos. He dejado a un lado la que fui hace poco, alguien que se había olvidado de sí misma por priorizar a otros, una sombra de sueños rotos y amargas decepciones que poco a poco, fue capaz de sanarse, de reencontrarse.



Todos, de algún modo, hemos pasado por este tipo de viajes personales donde tomar conciencia de que nos habíamos alejado demasiado de nuestro norte emocional, de nuestro ecuador interno. Finalmente, en un acto de asombrosa valentía y admirable lucha personal, volvemos sobre nuestros pasos, sobre esas huellas dejadas en la arena de nuestros océanos emocionales para recuperar nuestra autoestima, nuestra integridad.

“Todo el mundo piensa en cambiar el mundo, pero nadie piensa en empezar el cambio por sí mismo”
-León Tolstoi- 

Ahora bien, en ese delicado proceso psicológico por recuperar la propia identidad y los propios valores, hemos de tener claro que casi nunca volvemos completamente inmunes. En ese viaje de regreso cambian varias cosas, de forma que aunque nos miremos al espejo orgullosos por haber dejado a un lado lo que hacía daño, no seremos los mismos de antes y puede que tampoco los de siempre.

Seremos una versión mejorada. Aunque eso sí, es un proceso que sin duda conlleva tiempo, porque aunque nos hayamos alejado de esa fuente de dolor, nadie da el salto a la felicidad o al estado de calma y bienestar en dos días. Se necesita tiempo, voluntad, autocuidado y confianza.

Te proponemos reflexionar sobre ello.


Soy una persona que sufre y no me atrevo a cambiar

Este dato es curioso y es necesario que pensemos en él. Dejar de ser la persona que sufre supone poner en marcha una serie de pasos que no todo el mundo está dispuesto a efectuar. Implica, primero, tomar plena conciencia del propio malestar. Seguidamente, la persona debe sentir una necesidad real de propiciar un cambio y, por último, es necesario que trabaje en un aspecto muy complicado: la VOLUNTAD.

Puede que a simple vista todos estos pasos nos sorprendan, porque ¿quien no va a querer poner en marcha este proceso para dejar a un lado el sufrimiento y sentirse mejor? Pues en realidad, aunque nos sorprenda, hay quien no termina de dar ese “salto”, ese acto de fe para reconocer que puede, debe y merece sentirse mejor. De hecho, Viktor Frankl nos explicó en su libro “El hombre en busca de sentido” que en ocasiones, hay quien prefiere persistir en un estado de infelicidad antes de poner en marcha algo que le produce mucho más miedo: el cambio.

A modo de ejemplo, Anne Thorndike médico de atención primaria en el Hospital General de Massachusetts en Boston, demostró que no todos los pacientes aquejados de enfermedades cardíacas dan el paso hacia un estilo de vida más saludable con el fin de garantizar su supervivencia. Aún más, se sabe también que son muchas las mujeres que se resisten a dejar a sus parejas a pesar de ser infelices por dos razones de peso: por miedo y por temor al propio cambio.


Ser la de siempre, ser mejor

Para volver a ser la persona de siempre, alguien que confiaba en las personas, alguien que se marcaba objetivos en el horizonte y se ilusionaba por la vida, es necesario que ejercitemos un músculo que siempre solemos descuidar. Se trata de una estructura maravillosa de nuestra arquitectura emocional y psicológica llamada “voluntad”.

“Los que no pueden cambiar sus mentes no pueden cambiar nada”
-George Bernard Shaw- 

En libros como “The Willpower Instinct” (el instinto de la fuerza de voluntad) de Kelly McGonigal, nos explican que tras varias décadas de investigación sobre esta dimensión, se ha concluido que la fuerza de voluntad no es algo que se tiene o no se tiene. En realidad, es como un músculo, como un recurso que debe ser utilizado e incluso “restaurado” de forma continua. Porque a veces, al igual que ocurre con el ejercicio físico, quedamos agotados, extasiados y al límite de nuestras fuerzas.

En ocasiones, nos olvidamos de que aún nos quedan fuerzas para decir “basta”, que disponemos de voz, de recursos propios y de fortalezas para dejar ir, para cerrar una etapa. No podemos olvidar que los costos psicológicos de no cambiar esos aspectos indeseables de nuestra vida son sencillamente temibles.

Antes de concluir es necesario que tengamos claro otro aspecto. Cuando dejamos atrás una etapa compleja, la felicidad no está garantizada. No es como cerrar una puerta y abrir otra donde al segundo, nos abraza una brisa cálida, envolvente y acogedora. El cerebro humano está programado para resistir al cambio y por lo tanto, necesitamos tiempo y ante todo, “alimentarlo” con experiencias y pensamientos nuevos para acomodarlo a otro enfoque, a otra percepción donde abrirse de nuevo a la calma, al bienestar.

Lee, pasea, viaja, cambia de escenarios, favorece el contacto social, inicia nuevas aficiones, nuevos proyectos. Poco a poco, te darás cuenta de que en efecto, vuelves a ser la persona de siempre, pero mucho más fuerte. Más sabia.

Valeria Sabater

lunes, enero 23, 2017

La Energía del Año 2017

Antes de nada, quería desearte un muy feliz 2017.



Ya hace unos días que hemos estrenado el año, pero este es el primer artículo que publico desde antes de Navidad y no quería desaprovechar la ocasión para mandarte mis mejores deseos.

Aparte de esto, también quería hablar un poco de la energía de este nuevo año.

Este año tiene un gran potencial para ser muy especial.

Y si conocemos su energía, lo podremos aprovechar mucho mejor.

La Energía de los Números

Para conocer la energía de este nuevo año, utilizaremos la numerología.

No sé qué opinión tienes de la numerología, pero puede que no sea muy buena. En general está bastante desprestigiada, y mucha gente cree que no tiene ningún sentido. Pero personalmente creo que, bien utilizada, tiene un gran poder.

Los números tienen una gran importancia en nuestra vida. No es por casualidad que las matemáticas son una de las ciencias más respetadas en nuestra sociedad. En la escuela y el instituto enseñamos matemáticas (bastante avanzadas) a todos los niños, incluso sabiendo que la gran mayoría de ellos acabarán realizando una profesión que no requiere ningún conocimiento matemático especial.

¿Por qué hacemos esto? Porque a nivel intuitivo sentimos la importancia de los números. Toda la vida puede entenderse y explicarse a través de los números.

Ya lo decía Pitágoras hace mucho tiempo: “todo es número.”

Estoy convencido de que algún día la ciencia entenderá las bases de la numerología, y entonces nos la miraremos con otros ojos.

La Energía del Año 2017

Si tenemos en cuenta la numerología, una de las maneras de conocer la energía principal de un año es sumar todas sus cifras hasta que solo quede una.

En este caso, el año 2017 es un 1, porque 2 + 0 + 1 + 7 = 10, y 1 + 0 = 1.

Y el año 2016, el que acabamos de dejar, es un 9, porque 2 + 0 + 1 + 6 = 9.

Evidentemente, la energía completa del año no depende solo de esto. Los expertos numerólogos miran muchas cosas más, como por ejemplo que 2017 está formado por un 2, un 0, un 1 y un 7. El año 3034 también será un año “1”, pero tendrá una energía muy diferente.

Pero si nos fijamos solo en la esencia, el año 2017 tiene la energía del 1, y el año 2016 tiene la energía del 9.

Y, entre otras cosas, el número 1 tiene una energía de “nuevos comienzos”, y el número 9 tiene una energía de “finalización”.

Es decir, el año 2017 tiene una energía favorable para empezar cosas nuevas, y el año 2016 tenía una energía favorable para terminar cosas antiguas.

Y estas primeras semanas del año, donde justo acabamos de dejar el año 2016 y hemos entrado en el año 2017, tienen una energía intermedia: es una energía favorable para acabar de cerrar temas pendientes y prepararnos para empezar nuevas etapas.

Y, si quieres, puedes aprovechar esta energía para hacer cambios en tu vida personal. Si hay algo que crees que debes cambiar, ahora es un buen momento.

Por supuesto, esto no significa que tengas que hacerlo ahora o nunca. Puedes hacer cualquier cosa en cualquier momento. Pero ahora hay una energía que hace que sea más fácil.

Y a nivel global, poco a poco iremos viendo cambios muy importantes. En muchos casos no serán cambios espectaculares de un día para otro, pero con el tiempo nos daremos cuenta de que en el año 2017 hubo un gran punto de inflexión. Este año plantaremos las semillas de muchas cosas que poco a poco irán creciendo.

Es hora de ir cerrando temas pendientes.

Algo nuevo está empezando a llegar.

http://www.jananguita.es/

domingo, enero 22, 2017

Las cosas se aceptan, se dejan o se cambian

Nuestra realidad, nuestro ciclo vital y el día a día están inscritos en un círculo que requiere de una armonía perfecta para que todo avance. Para que ese discurrir sea perfecto es bueno entender que las cosas, se aceptan, se dejan o se cambian. Toda resistencia es un palo en el camino, toda negación a la verdad es una venda más en los ojos.



Un aspecto que está muy presente en la psicología actual es la importancia de aprender a dejar ir, de hacer cambios y cerrar etapas. Algo que en apariencia resulta fácil y hasta revulsivo esconde una realidad que no podemos pasar por alto. No todo en nuestra vida se puede cambiar, ni tampoco podemos “arrancarnos de raíz” de ciertos espacios, de ciertas realidades donde no todo es blanco o negro.

“Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”
-Carl Gustav Jung-

Podemos llevarnos muy mal con nuestro jefe, pero adorar nuestro trabajo y el trato de nuestros compañeros. Podemos, por ejemplo, tener una relación muy compleja con nuestra madre, con nuestro padre, con grandes altibajos, y no por ello vernos en la necesidad de romper ese vínculo de forma definitiva.

La cuestión de todo esto desprende una evidencia muy clara: vivimos en un lienzo donde abundan los colores grises, los azules intermedios, las mañanas de tormenta y las tardes luminosas. Hay aspectos de nuestra vida que nos quitan la calma y a instantes hasta el equilibrio personal. Sin embargo, todo lo que envuelve esos focos de adversidad oscilante nos son significativos.

¿De qué manera podríamos afrontar estas situaciones para dejar de vivir una “felicidad a medias”? A continuación te damos las respuestas.

Hay cosas que se aceptan, pero no sin antes hacer un cambio en ti

En la actualidad, en este mundo donde el consumismo nos invita con frecuencia a desechar las cosas cada cierto tiempo para reciclar lo aburrido por lo estimulante, lo antiguo por nuevo, es difícil asumir términos como la aceptación. Las cosas que se aceptan destilan para mucho de nosotros cierto derrotismo, cierta sensación de “no tengo más remedio qué…”

Ahora bien, dentro de la psicología positiva y de la propia Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) nos ayudan a entender las cosas de otro modo. Lo primero que hay que aprender a propiciar es una auténtica flexibilidad psicológica. Pensemos, por ejemplo, en una ramita de brezo aferrada en una montaña donde un viento intenso golpea a este arbusto con intensidad. No se rompe porque es flexible, no como las ramas de los árboles, tan rígidas y obstinadas, por lo que los elementos de la naturaleza siempre acaban partiendo.

Visualicemos ahora a esa madre obsesiva y controladora con la que siempre hemos tenido una relación complicada. Llega un momento en que nos hacemos la pregunta de rigor: ¿qué hago, me alejo de ella para siempre o asumo y callo? La terapia de aceptación no nos dirá nunca que sucumbamos, que nos dejemos vencer por sus artimañas, por su influencia negativa. Veámoslo con detalle.

Claves de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT)

Para la terapia de aceptación y compromiso, el sufrimiento es a menudo parte de la vida. Sin embargo, es necesario que aprendamos a gestionarlo, a entenderlo y transformarlo. Si practicamos la rigidez psicológica no haremos más que alimentar ese círculo vicioso donde perder la oportunidad de elegir libremente la conducta que queremos aplicar en nuestros problemas cotidianos.
  • Es bueno aprender a reconocer nuestras emociones. Aceptar no es asumir, es entender qué me ocurre y cómo me siento cuando estoy con alguien o cuando hago algo en concreto.
  • Es necesario aprender a vivir el presente. Esperar a que las cosas cambien, a que otros actúen como nosotros esperamos es perder el tiempo. Nuestra madre controladora no va a cambiar, nuestro jefe explotador no será un jefe que practique la inteligencia emocional el mes que viene.
  • Una vez tomamos plena conciencia de cómo son las cosas y de que hay ciertas personas que no van a cambiar su forma de ser o comportamiento, las aceptaremos tal y como son.
  • Ahora bien, aceptarlas a ellas no significa aceptar el trato que nos dispensan. Tenemos que recordar cuáles son nuestros valores, nuestros principios y necesidades para crear un compromiso real con ellos.

Al aplicar estos principios, poco a poco lograremos crear distancias higiénicas donde las palabras ya no duelan. Ellos pueden seguir viviendo en sus altares turbulentos, porque a nosotros ya no nos afectan. Sabemos quiénes somos y lo que valemos.
Cosas que se cambian, cosas que se dejan

Sabemos ya que hay cosas que se aceptan porque hemos aprendido a gestionar su impacto en nuestra vida. Porque al fin y al cabo, el resto de aspectos que nos envuelven nos son importantes y podemos fluir, avanzar, construir una felicidad real.

Dejar ir es mejor que retener, porque es potenciar y apretar es limitar.

Ahora bien, también hay instantes en nuestro ciclo vital en que apuramos cada cartucho, en que los alientos se acaban y el “aguanto un poco más” nos ha llevado a un callejón sin salida. Son momentos de gran dureza, de gran dificultad donde solo los valientes saben qué es lo más adecuado: dejar ir, cambiar de aires, de vida, de escenarios.

Cerrar una puerta para abrir otra distinta nunca será un error. La felicidad nunca está garantizada cuando hacemos un cambio, eso es cierto, sin embargo, el peor fracaso es quedarnos donde solo crece la decepción, ahí donde nuestra autoestima se fragmenta en un grito ahogado, en un fenecer que nadie atiende.

Aprendamos a aplicar en nuestra vida ese sencillo principio donde el miedo o la indecisión no tienen cabida: las cosas se aceptan, se cambian o se dejan.

Valeria Sabater

sábado, enero 21, 2017

5 cosas que los hijos jamás olvidan de sus padres

Todos los padres quieren tener hijos maravillosos. Que de niños sean afables y de adultos se comporten como gente responsable y útil para la sociedad. Sin embargo, se pone mucho más empeño en pensar ese mañana que en sembrar sus bases durante el presente sobre el que caminamos. Algunos padres piensan que cuando sus hijos son pequeños solo deben obedecer y que de eso se trata la crianza.



El resultado es que cada vez tenemos más niños inconformes y más adultos infelices. Cuando no hay criterio para la crianza consistente, lógico y estable aumenta la probabilidad de que los hijos muestren comportamientos rebeldes y/o herméticos. Quizás caprichosos, quizás autoritarios y, en todo caso, inestables. No logran establecer un vínculo afectuoso y estrecho con sus padres, sino que, por el contrario, viven en una guerra sorda o abierta con ellos.

“El problema con el aprendizaje de ser padres es que los hijos son los maestros”
-Robert Braul-

Una de las partes más importantes de nuestra vida es la infancia. Es allí donde se construyen los cimientos de una mente saludable y de un corazón limpio. De este modo, algunas actitudes de los padres dejan una huella para siempre: a veces positiva, a veces negativa, pero la mayoría de las veces profunda. Estas son 5 de esas conductas que los hijos pocas veces.

Los hijos jamás olvidan el maltrato

Ninguna relación es perfecta y mucho menos una tan intensa como la de los padres con sus hijos. Siempre habrá momentos de contradicción o de conflicto y eso es algo perfectamente normal. Lo que cambia es la manera de sortear esas dificultades y, lamentablemente, muchos padres asumen, equivocadamente, que el maltrato es una herramienta para educar.

Puede que con el maltrato se logre intimidar a un hijo para que haga exactamente lo que el padre quiere. Pero también esos malos tratos se convertirán en el germen de la falta de autoestima y en una fuente de rencor. Ponen al niño en una situación muy compleja: ama y odia al mismo tiempo. También aprende a temer. El corazón de un niño es muy susceptible, y si se hiere de manera constante con el tiempo se convertirá en alguien insensible.

El trato que se le da al otro padre

La relación entre el padre y la madre es el patrón de que parte el niño para forjar una actitud frente a las relaciones de pareja. Es muy probable que, consciente o inconscientemente, de adulto repita con su pareja lo que vio en casa entre sus padres. Antes probablemnte lo repita con las personas que quiere.

Piensa que los conflictos entre los padres generan angustia en el hijo. Una de las posibles consecuencias será que se meterá en problemas solamente para atraer la atención de unos padres, quienes no le atienden porque están centrados en el conflicto que mantienen. Además, disfrutará o no de las relaciones afectivas en base a esos patrones aprendidos.

Los momentos en que se sintieron protegidos

Los miedos de los niños son más grandes e insidiosos que los de los adultos. Los pequeños no logran distinguir bien la frontera entre realidad y la imaginación. Los padres son las personas en las que más confian para obtener la sensación de seguridad que necesitan para aprender y explorar lo desconocido. Así, si son los padres los que causan este miedo van a sentirse totalmente desprotegidos.

Los padres deben escuchar con atención esos temores, sin criticarlos, ni minimizarlos. Deben hacerles entender que no se encuentran en peligro. Esto incrementará el sentimiento de seguridad de los hijos y hará mucho más fuerte el vínculo de amor y de respeto con los padres.

La falta de atención

Para un niño, el amor que le profesan sus padres está intimamente relacionado con la atención que reciben de ellos. Para los hijos no existen expresiones de afecto tales como trabajar más de la cuenta para poder pagarle un colegio caro. Ellos no creerán que tú los amas si no compartes tiempo con ellos para conocerlos y estar al tanto de su mundo.

Los hijos nunca olvidan que el padre o la madre les regalaron una camisa verde, cuando habían dicho hasta la saciedad que quería una morada o que prometió algo que jamás cumplió. Lo experimentan como una suerte de abandono, como un mensaje que dice: “no eres suficientemente importante”. Por eso quedará una huella de dolor en sus corazones.

La valoración de la familia

Los hijos van a recordar siempre que su padre o su madre fueron capaces de poner como prioridad a la familia en distintas circunstancias. Los niños necesitan y disfruta de las celebraciones, no importa si es con más o menos regalos. También para ellos es muy importante que el padre y la madre tomen en serio la Navidad.

Si los padres ponen a la familia por encima de todo, el hijo aprenderá el valor de la lealtad y del afecto. De adulto, también será capaz de dejar de lado otros compromisos para ir a ver a sus padres cuando ellos lo necesiten. Se sentirá compensado y tendrá mayor capacidad para dar y recibir afecto.

Todas esas huellas que se imprimen durante la infancia nos acompañan durante el resto de nuestra vida. Muchas veces representan la diferencia entre tener una vida saludable mentalmente y una vida plagada de conflictos. Una crianza impregnada de amor y cariño es el mejor regalo que puede hacerle un ser humano a otro.

Edith Sánchez

viernes, enero 20, 2017

Quien no ha enfrentado la adversidad no conoce su propia fuerza

En la sociedad occidental la adversidad está minusvalorada. Tenemos una noción demasiado limitada, resaltando solo las situaciones o las personas que nos resultan desfavorables o contrarias. Lo que no se suele tener en cuenta es que detrás de una situación de adversidad hay una reacción de lucha. Así, en esa lucha es donde se produce un auto-aprendizaje profundo y rico.



En aguas tranquilas es plácido nadar, pero poco aprenderemos de la marea. Nuestra vida es parecida a esa marea, mientras está en calma no tendremos que utilizar nuestra fuerza. Una persona que no conoce la adversidad no se conoce a sí misma, no se reconoce en sus límites. La adversidad es como un prisma, una vez que has mirado desde ella, no volverás a ver las cosas de la misma manera.

Las personas podemos vivir durante años sin conocer nuestras verdaderas habilidades y características por distintas razones. Quizás porque hemos evitado las adversidades, quizás porque aún no las hemos encontrado. Piensa que cada adversidad nos regala un trocito de autoconocimiento y en la mayoría de las ocasiones una grata sorpresa: no sabíamos lo fuertes que eramos hasta que ser fuertes fue nuestra única opción.

“Los golpes de la adversidad son muy amargos, pero nunca son estériles”
-Ernest Renan-

Resilencia, el valor en las desgracias

La resiliencia es la capacidad que tiene una persona o un grupo de recuperarse frente a la adversidad para seguir proyectándose hacia el futuro. En ocasiones, las circunstancias difíciles permiten desarrollar recursos que se encontraban latentes y que el individuo desconocía hasta ese momento. 

La psicología positiva reconoce que se trata de una respuesta común como forma de ajuste frente a la adversidad. Existen distintas circunstancias que favorecerán o no el desarrollo de la resiliencia en cada persona, como la educación, las relaciones familiares y el contexto social. En concreto, la resiliencia está vinculada a la autoestima, por lo que es importante trabajar con los niños desde pequeños para que puedan desarrollar sanamente esta capacidad.

Un niño con buena autoestima se transformará en un adulto con buena resiliencia, por lo que estará preparado para superar los obstáculos que encuentre a lo largo de su vida. Es importante que a los niños se les guíe durante su primera etapa de vida de forma eficiente, a fin de que desarrollen una forma constructiva de enfrentarse a las dificultades.

“El mundo rompe a todos, y después, algunos son fuertes en los lugares rotos”
-Ernest Hemingway-

El éxito no es el final, ni fallar es fracasar

Solemos pensar que nuestra fuerza de voluntad nace de la nada, como un manantial inagotable. Pero un curioso estudio nos revela que cuando hemos pasado todo el día ejerciendo autocontrol, durante la noche somos más indulgentes. Eso significa que la fuerza de voluntad es una cualidad que debemos aprender a dosificar.

A veces es difícil encontrar esa fuerza para continuar. El estado de animo, circunstancias externas a nosotros y nuestros pensamientos nos pueden jugar malas pasadas. Para encontrar nuestra fuerza interior tendremos que concentrarnos en lo que verdaderamente nos importa, obviando las causas perdidas, por las cuales no podemos hacer nada. Esta es la actitud que nos permitirá focalizar nuestra energía y luchar por nuestros objetivos.
En una cultura tan competitiva como la nuestra, muchas personas actúan movidas por una motivación extrínseca. Quieren ostentar de sus logros como si fueran medallas colgadas en el pecho para alcanzar la aprobación o la admiración de los demás. Estos comportamientos son muy peligrosos ya que el punto de apoyo de la fuerza para continuar se termina situando en los demás y no en uno mismo.

Por el contrario, cuando la fuerza para continuar es interior se mueve para lograr sueños; por una motivación intrínseca que, dicho sea de paso, es el motor impulsor más poderoso del comportamiento y el más agradecido cuando recibe energía.

“Solo el hombre que está nadando contra la corriente conoce su fuerza”
-Woodrow Wilson-


Fátima Servián Franco

jueves, enero 19, 2017

Los 8 tipos de meditación y sus características

La meditación es una práctica ancestral que ha experimentado un auge de popularidad en los países occidentales en las últimas décadas. Para aquellas personas que se inician en la práctica meditativa, pueden resultar un poco confusos asociados a la meditación: mantras, chakras, Meditación Vipassana, Meditación Tonglen, etc.



En este artículo podrás encontrar los distintos tipos de meditación y sus características para que entiendas qué las diferencia y puedas conocer cuáles son sus beneficios.

Beneficios de la meditación

Meditar no siempre es fácil, especialmente al inicio, pues requiere disciplina y práctica para su perfección. Por tanto, requiere esfuerzo, pero a la larga sus beneficios para la salud son numerosos.

En el mundo acelerado en el que vivimos, muchas personas encuentran en la meditación una forma de conectar de nuevo con ellos mismos, lejos de la cultura occidental, donde el consumismo y los valores materialistas rigen la vida de la gran mayoría de ciudadanos. La meditación es una manera de recuperar la esencia de uno mismo y lograr la paz interior.

De forma resumida, estos son algunos beneficios de la meditación:
  • Aumenta tu autoconocimiento: algunas formas de meditación ayudan a reflexionar sobre la propia experiencia.
  • Mitiga los efectos del estrés: ayuda a encontrar la calma y a reducir los niveles de estrés y ansiedad.
  • Afecta positivamente al sistema inmunológico: tiene efectos positivos en la salud general.
  • Mejora la capacidad de atención y concentración: trabaja la autoconciencia y la atención.
  • Es útil para empatizar con los demás: mejora las relaciones interpersonales.
  • Aumenta la tolerancia al dolor: reduce los síntomas dolorosos.
  • Mejora la memoria y las funciones cognitivas: acrecienta la memoria tal y como indican algunos estudios.
  • Potencia la aparición de pensamientos positivos: ayuda a tener una actitud optimista y positiva.

Tipos de meditación

Ya sea para calmar la mente, para encontrarse a uno mismo o para reducir la ansiedad o el estrés, es interesante que introduzcas esta práctica en tu vida diaria, pues es un modo de mejorar la calidad de vida.

Pero… ¿qué tipos de meditación existen? ¿qué nos aportan las distintas maneras de meditar? Puedes saber más sobre las diferentes clases de meditación en las siguientes líneas:

1. Meditación de Sonido Primordial

La Meditación de Sonido Primordial es una técnica de meditación basada en mantras, enraizada en la tradición védica de la India. Un mantra es una frase que repetida que nos ayuda a llegar al estado de relajación e interiorización que propician el estado meditativo. Los mantras no son frases al azar, sino que son sonidos sagrados que los sabios de la antigüedad utilizaban para su práctica meditativa, porque poseen un gran poder armonizador.

Pese a que este tipo de meditación es milenario, Deepak Chopra y David Simon revivieron esta antigua práctica y crearon un programa de meditación basado en mantras que cualquiera puede practicar, por lo que en occidente goza de cierta popularidad en la actualidad. Durante la meditación, es necesario repetir este mantra silenciosamente, pues crea una vibración que permite colocarse en un lugar apartado del ruido de la mente, llegando a la calma y la conciencia pura. Este tipo de meditación es ideal para aquellas persona que buscan una estructura en su práctica de meditación.

2. Meditación Vipassana

La meditación Vipassana se conoce a menudo como meditación del “insight” y permite ver las cosas como realmente son. También es una práctica de meditación budista tradicional, que se emplea mucho en occidente gracias al Mindfulness. Este tipo de meditación enfatiza la conciencia de la respiración, sintonizando el aire que entra y sale a través de la nariz. También se centra en etiquetar pensamientos y experiencias a medida que surgen. 

Cada vez que se identifica un pensamiento o una emoción, es necesario identificarlo y dejarlo pasar con una actitud no enjuiciadora. Hay varios tipos diferentes de meditación Vipassana que han evolucionado desde el estilo tradicional a lo largo de los años.

3. Meditación Zazen (Zen)

La traducción de la palabra japonesa “Zazen” significa “meditación sentada". Muchas personas, cuando visualizan la meditación, se imaginan a una persona en el suelo con las piernas cruzadas, los ojos cerrados y los dedos de las manos en posición Mudra. Esto no ocurre con la meditación Zazen.

Aunque este tipo de meditación se centra en la respiración y en observar los pensamientos y experiencias medida que pasan a través de la mente y en observar las experiencias del medio ambiente, como ocurre en la meditación Vipassana, existen algunas diferencias entre ambos clases de meditación. Una diferencia práctica principal es que en la meditación Zen, el énfasis de la respiración está en el vientre, en lugar de la nariz (como en Vipassana).

Otra gran diferencia es que la postura es mucho más estricta en la meditación Zen que en Vipassana, con una atención especial sobre la columna recta, la barbilla agachada y las manos colocadas en una posición especial sobre el vientre. En la meditación Zazen, los ojos siempre deben estar abiertos, con una mirada baja, y en Vipassana, no hay reglas estrictas para la mirada, aunque es habitual que se mantengan los ojos cerrados. La meditación Zen se recomienda para aquellas personas que ya tienen experiencia previa con la práctica meditativa.

4. Meditación Trascendental

La Meditación Trascendental es otro tipo de meditación basada en mantras. Al igual que la Meditación de Sonido Primordial, su origen se remonta a la antigua India y cada persona se le da un mantra personal empleado por cualidades vibracionales para ayudar a calmar la mente. Aunque el propósito de la meditación en ambas formas es similar, existen bastantes diferencias, incluyendo los mantras mismos y cómo se seleccionan, la instrucción de la meditación y el tiempo recomendado para meditar.

5. Meditación Metta o del Amor Benevolente

La meditación Metta o de Amor Benevolente tiene su significado en la bondad incondicional y amistad. Este estilo de meditación también tiene su origen en las enseñanzas budistas, principalmente el budismo tibetano. Tal y como muestran los estudios científicos, la compasión y esta forma de meditación bondadosa y amorosa ha demostrado ser particularmente útil para impulsar la empatía, la positividad, la aceptación y la compasión hacia uno mismo y los demás. Cualquier persona con baja autoestima, altos niveles de autocrítica y un deseo de ser más empático con los demás puede beneficiarse de esta práctica.

6. Meditación Kundalini

La idea principal de este tipo de meditación es que gracias a esta técnica uno despierta su energía Kundalini, situada en la base de la columna vertebral. Cuando esta energía se libera, viaja por la columna vertebral y conduce a una experiencia comúnmente conocida como despertar Kundalini, que en última instancia conduce a la iluminación. Las meditaciones Kundalini pueden incluir técnicas de respiración, mantras, mudras y cánticos para aprovechar el poder de la mente inconsciente. Es una forma energizante de despertar la mente.

7. Meditación Chakra

Un chakra es un centro energético en el cuerpo, y tenemos siete de ellos, cada uno ubicado en una zona diferente del cuerpo y cada uno asociado con un color, sonido y propósito energético diferente. Las meditaciones del chakra pueden ser muy poderosas, especialmente cuando se enfocan y se conectan con un elemento en el cuerpo físico o emocional a la vez. Muchas meditaciones del chakra utilizan el sonido, la colocación específica de las manos y las técnicas de visualización para conectarse con los chakras y la energía curativa de éstos.

8. Meditación Tonglen

Este tipo de meditación es budista tibetana y se caracteriza porque la persona que lo practica conecta con su propio sufrimiento en un esfuerzo por superarlo. Nuestra cultura nos enseña a evitar el sufrimiento y huir de él, todo lo contrario que hace la meditación Tonglen.

Esta clase de meditación te enseña a manejar las situaciones difíciles de la vida, pues te permite hacerles frente al desarrollar una actitud de apertura hacia el sufrimiento y al abandonar la negatividad. Se llama también meditación de dar y recibir, y cultiva la compasión y la empatía a través de la respiración, la visualización. La práctica se puede hacer en cualquier posición cómoda, ya sea sentado o reclinado.

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