El duelo es uno de esos estados con los que todos los seres humanos nos encontramos varias veces a lo largo de la existencia. Aún no hemos nacido y ya comenzamos a perder. A su vez, cada pérdida implica un sufrimiento que debe ser tramitado y superado.
Lo común a todo duelo es que implica una pérdida. Sin embargo, y dado que las pérdidas pueden ser de diversa naturaleza, también existen diferentes tipos de duelo. Se habla de “duelos evolutivos” cuando se refieren a las pérdidas que implica el paso de una edad a otra. También se mencionan los “duelos sociales”, como la pérdida de un empleo, la jubilación, el destierro, etc.
“Solo las personas capaces de amar intensamente pueden sufrir un gran dolor, pero esta misma necesidad de amar sirve para contrarrestar sus duelos y las cura”
-Leo Tolstoy-
Sin embargo, los duelos que más dificultades traen son los que se originan en la pérdida de personas amadas, especialmente por muerte. Esto se debe en gran medida a que la mayoría de las veces se acaba el vínculo, pero no el amor del que está compuesto, ni los sueños, fantasías y esperanzas que lo acompañan. Por eso el sufrimiento es intenso y demanda un gran trabajo para ser superado. Desde el punto de vista de la pérdida afectiva, existen varios tipos que vamos a describir a continuación.
Duelo anticipatorio
Este duelo tiene lugar cuando se tiene conciencia de que se sufrirá una pérdida inminente, pero esta no se ha concretado todavía. Se produce cuando, por ejemplo, se prepara un divorcio, un largo viaje, cuando se presenta una enfermedad terminal o se programa una eutanasia.
La diferencia con respecto a otros duelos es que en el anticipatorio los sentimientos suelen ser mucho más ambivalentes e inestables. Como la persona está todavía ahí, los dolientes alternan la cercanía y la distancia: quieren sentir por última vez la presencia de esa persona, pero a la vez temen el apego que esto genera. En estos casos, lo mejor es expresar los sentimientos abierta y directamente con la persona que se va a ir.
Duelo ausente
Es una forma de duelo en la que quien se encuentra afectado bloquea sus sentimientos. Pretende actuar como si nada hubiera sucedido y se vuelve completamente hermético al tema. De hecho, si lo menciona, no le da un valor diferente al que le daría a cualquier otro asunto.
En este caso lo que opera es un mecanismo de negación. Es tan fuerte el impacto, que la persona no se siente capaz de afrontarlo. Por eso se enfoca hacia otros aspectos de la vida. El problema es que el dolor oculto siempre retorna, bien sea en forma de irritabilidad, ansiedad o de una enfermedad física, entre otros.
Duelo crónico
El duelo crónico se presenta cuando una persona no logra elaborar la pérdida de un ser querido. De uno u otro modo, se resiste a aceptar lo ocurrido y se enfoca obsesivamente en mantener vivo el recuerdo de ese alguien que ya no está. Termina paralizando su vida y manteniendo constantemente una postura de dolor.
Las personas con tendencias depresivas son más propensas a instalarse en este tipo de duelo, que también se convierte en una forma de vida. Prima la ansiedad, la tristeza y la culpa, así como una sensación de impotencia y desilusión. Este tipo de duelo demanda ayuda profesional.
Duelo retardado
Es, por lo general, un efecto del duelo ausente. Aunque en un principio la persona pretenda ignorar su dolor, pasado un tiempo emerge con gran fuerza y quizás en el momento menos esperado. A veces pueden transcurrir incluso varios años antes de que se inicie el duelo.
También se da el caso de que una persona no puede experimentar el duelo en el momento en que se produce la pérdida, debido a condiciones especiales, como un compromiso laboral demasiado exigente o una situación familiar apremiante. El dolor pospuesto aparece más tarde y presenta algunas complicaciones ya que usualmente debe vivirse en solitario.
Duelo inhibido
Este tipo de duelo lo experimentan las personas que tienen gran dificultad para expresar sus sentimientos. Es el caso de los niños, que no aciertan a poner en palabras todo lo que esa situación representa. En muchas ocasiones los adultos ignoran su dolor y no les ayudan a superarlo, pues tienen la convicción de que “ellos no entienden”.
También se inhibe el duelo en el caso de las personas con algún tipo de discapacidad cognitiva. O en situaciones como las del padre o la madre de familia, que intentan mantenerse fuertes para no afectar a sus hijos. O, simplemente, cuando alguien es muy reservado y no tiene la oportunidad de hablar acerca de lo que siente. En cualquier caso, la inhibición se traduce en obsesiones, depresión constante, ansiedad, etc.
Duelo desautorizado
En el duelo desautorizado lo que hay es un rechazo del entorno hacia el dolor que experimenta una persona. A la larga, tarde o temprano, los demás siempre intentan desautorizar el duelo en algún punto porque, para quien no experimenta el sufrimiento, lo que debe hacer el doliente es dejar ir a quien ya se fue y seguir con su vida.
Sin embargo, hay situaciones específicas en las que abiertamente se desautoriza el duelo desde un comienzo. Por ejemplo, cuando muere un hombre o una mujer que tenían una relación extramarital. El amante o la amante, “no tendrán derecho” a expresar su pesar. A veces esto también se aplica a la muerte de una mascota, ya que si genera mucho dolor, los demás tenderán a descalificar ese sufrimiento.
Edith Sánchez
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