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miércoles, julio 20, 2016

El derecho a decidir es mío

La vida es tomar decisiones. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos nos enfrentamos a multitud de situaciones en las que debemos escoger. A veces la elección es sencilla, ¿qué me pongo hoy?, ¿qué preparo para comer? Pero, en otras ocasiones, decidir entre una opción u otra puede suponer cambios importantes en nuestras vidas.



Nuestras circunstancias cambian en base a las opciones por las que nos decantamos. Nosotras mismas moldeamos nuestras vidas y nuestra forma de ser en función de lo que hacemos. Escoger qué estudios realizar, a qué oficio dedicarnos, dónde queremos vivir o con qué personas queremos estar son decisiones importantes que influirán en nuestro presente y nuestro futuro.

¿Seríamos las mismas si en lugar de haber escogido ciertos estudios o profesiones hubiésemos elegido otras?, ¿qué hubiera pasado si al conocer a esa persona la hubiéramos dejado marchar?, ¿cómo sería nuestra vida si no hubiésemos puesto fin a aquello que ya había terminado?

Yo decido sobre lo que a mí me afecta

Es algo obvio que no podemos decidir sobre todo lo que ocurre en el mundo. Hay que tener claro quién decide y sobre qué decide. No podemos escoger sobre aspectos que no nos incumben y, al igual que los demás deben respetar nuestras opciones, nosotras debemos respetar lo que otras personas escojan.

Sin embargo, hay cuestiones que nos atañen directamente. Opciones que solo nosotras debemos tomar porque solo a nosotras nos afectan. Con qué persona queremos estar o a quién dejamos atrás, qué hacer con nuestro tiempo o nuestro cuerpo son asuntos en los que cada una de nosotras puede y debe decidir.

Incluso cuando no queremos decidir estamos decidiendo. Es la paradoja del ser humano, continuamente comunicamos nuestras intenciones aunque no queramos hacerlo. No tomar una decisión es ya de por sí una decisión, la decisión de aplazar algo o de no hacerlo.

Solo yo conozco mis circunstancias

Puede haber ocasiones en las que cuando hacemos o decimos algo nos sintamos juzgadas por los demás. Es posible que aquello que queremos hacer no sea compartido por quienes nos rodean y eso puede ocasionar que las personas de nuestro alrededor opinen sobre qué deberíamos o no hacer.

Pese a las buenas intenciones de quienes nos aprecian debemos ser nosotras mismas quienes decidamos. Podemos pedir opinión a los demás y escucharles pacientemente pero a la hora de escoger la responsabilidad será únicamente nuestra.

Solo nosotras conocemos nuestras circunstancias. Puedes dejarle a otra persona tus zapatos para que sienta lo mismo que tú durante un momento pero aunque pueda experimentar tus sensaciones solo lo hará durante instante. Únicamente tú sabes lo que es andar con tus zapatos día tras día, el camino que has recorrido, dónde te encuentras en este momento y hacia qué dirección quieres ir.

Acertada o no será mi decisión

Al tomar decisiones importantes, dudamos. La duda cuando barajamos varias opciones es prácticamente inherente al ser humano. No existen certezas absolutas, no hay nadie que nos garantice que aquello que vamos a escoger sea una buena o mala decisión, sin embargo, no hay manera de saber si una opción es correcta o no si nunca la tomamos.

Una vez que elijas quizás aciertes, o quizás no, pero jamás descubrirás lo que te espera hasta que no te atrevas a dar el primer paso. Las dudas y el riesgo a equivocarnos siempre van a estar ahí. La única forma de no fallar es no hacer nada, no decidir, no elegir, no avanzar.

Tenemos derecho a decidir por nosotras mismas sobre aquello que nos afecta directamente. Debemos respetar a los demás en sus decisiones al igual que deben respetarnos a nosotras y, sobre todo,tomemos la decisión que tomemos lo más importante es que hagamos lo que realmente nosotras queremos hacer.

“Es mucho mejor para un hombre equivocarse siendo libre que acertar encadenado”
-Thomas H. Huxley-

Andrea Pérez

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