Hay personas que suelen desearnos aquello de “espero que seas feliz”, pero de algún modo, y casi sin admitirlo, se intuye aquello otro de: “pero no más que yo”.
Es como si a mucha gente le inquietara un poco ver cómo otras personas alcanzan todo lo buenomientras se ven a sí mismas encalladas, sumidas en la cotidianidad, y sobre todo, incapaces de alegrarse de la felicidad ajena
Las personas felices y auténticas son aquellas capaces de reconocer el mérito de los demás, y alegrarse de todo lo bueno que les sucede como si lo vivieran en piel propia.
Si hay algo que nos caracteriza a cada uno de nosotros es que somos unos buscadores empedernidos de la felicidad. Nos marcamos proyectos, nos alimentamos de sueños, hilvanamos esperanzas y construimos expectativas. Y quizá por ello, más de uno ve con recelo que otros alcancen ese preciado bienestar “antes que ellos”.
Es un error. Mantener esta idea es enfocar la vida desde una perspectiva claramente incorrecta. No deberíamos ser buscadores de felicidad, sino constructores de felicidad. Por ello, algo que nos ayuda a crearla casi cada día es atendiendo todo lo bueno que nos envuelve y a su vez, lo que nos transmiten y viven otras personas.
El corazón egoísta y la mente cerrada que es incapaz de apreciar la felicidad ajena, solo cargará en su interior recelos y envidias. Pocas veces serán capaces de disfrutar de los pequeños detalles, de esas pinceladas cotidianas donde en realidad, se encierra la auténtica felicidad.
Celebrar la felicidad ajena y lo bueno de otros no es una quimera
Voltaire solía decir que las personas buscamos la felicidad como los borrachos buscan sus casas. A tientas y a trompicones, sabiendo que tenemos una pero sin recordar dónde esta. En realidad, es algo complejo, y más si hablamos de felicidades ajenas, de todo lo bueno que les ocurre a los demás y no a nosotros.
Alegrarse de todo lo bueno que viven otros no es una quimera, muchos lo hacemos porque así lo sentimos. Porque la felicidad se transmite y se comparte, porque los corazones auténticos disfrutan viendo el bienestar ajeno.
Sentirse complacido por ver la felicidad y a su vez, por desear que lo bueno arrope cada día a las personas que queremos, ofrece tranquilidad y equilibrio a nuestra alma, a nuestra esencia como persona.
- La felicidad no es un estado, no es una cosa que alcanzamos u otros consiguen. La felicidad se cosecha cada día y se aprecia desde la profundidad de los corazones que saben atender, comprender.
- Ver lo bueno que tienen otras personas no es desmerecernos a nosotros mismos.Quien sabe identificar la nobleza ajena es que en realidad, la alberga en su interior.
- Hay quien se alegra del bienestar de los demás como quien ensalza sus buenas intenciones, sin embargo, en sus rincones más privados lo que siente en realidad es cierta envidia, ciertos vacíos personales y una gran insatisfacción.
- Celebrar la felicidad de otros es saber compartir, es mantener ese equilibrio interno donde uno exalta la simple alegría de vivir y de la belleza de la propia vida.
Estamos seguros de que en algún momento de tu ciclo vital habrás percibido comopersonas que creías que te amaban, no parecían sentirse complacidas cuando alcanzaste ciertos logros. Cuando la vida te regaló algo bueno que de de verdad merecías.
¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué algunos familiares o amigos parecen demostrarnos aquello de “deseo que seas feliz pero no más que yo”? Te lo explicamos a continuación.
La inquietud por la felicidad ajena
Suele decirse que a los buenos amigos se les conoce en los malos momentos. Ahora bien, otro instante clave donde apreciar también su sinceridad es cuando la suerte nos abraza, cuando alcanzamos nuestros deseos. Si esa persona muestra una alegría sincera y comparte tu emoción, jamás pierdas ese vínculo.
Yo no anhelo tus felicidades, no envidio tus triunfos o tus logros. Yo celebro tus victorias como si fueran mías y mi corazón late con tus mismas alegrías y pesares. Por ello, desearé cada día de mi vida que todo lo bueno te acompañe.
La frase “deseo que seas feliz pero no más que yo” no siempre encierra por sí misma una connotación negativa, ni denota aún menos, que alguien se sienta complacido por que nos sucedan cosas malas.
- En este sentimiento se intuye en ocasiones una pérdida de control. Pensemos en esas madres o familias tóxicas. Cuando uno de los hijos alcanza su felicidad con una pareja, ese aspecto que implicaría en realidad una gran alegría, se ve como una “clara amenaza”. Pierden el control sobre nosotros.
- Otras veces lo que se da es una ruptura de la semejanza. Es posible que cuentes con amigos que comparten, por ejemplo, tu misma situación laboral. Cuando tú consigues un ascenso o encuentras un trabajo mejor, se rompe esa igualdad que antes os unía, y que había construido un tipo de vínculo muy puntual.
Hay veces en que alcanzar la felicidad supone tener que hacer algún cambio en nuestra vida, e incluso establecer nuevas prioridades. Porque al fin y al cabo la vida es un viaje de renovación constante donde de pronto, algo que está fuera de nosotros nos solicita que respondamos con una renovación interna.
Nunca dejes de atender todo lo bueno que te trae el día a día con sus maravillosas casualidades, celebra la felicidad de otros como si fuera tuya porque el amor, es lo único que crece cuando se comparte con sinceridad.
Tomado de lamenteesmaravillosa.com
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