En mi opinión, esto es algo que todos sabemos: NO SOY PERFECTO o NO SOY PERFECTA, pero lo ocultamos, no nos atrevemos a exponerlo.
No queremos que conozcan nuestro lado oscuro.
Bueno… pues yo sí lo digo: NO SOY PERFECTO.
Y decirlo me libera de tener que mostrar una máscara o un personaje que no soy yo y no es real.
El que sí es real –el que sí soy real- es el que tiene “defectos”, el que se equivoca, el que no sabe hacer siempre lo adecuado, el que tiene cosas de las que no se siente orgulloso, esas cosas que uno esconde en lo más profundo y encierra con muchos candados para que nadie, jamás, llegue a conocer…
Pero… ¡Soy Humano! y eso me concede el privilegio de no tener que ser perfecto, de poder tener defectos tranquilamente, de no hacer siempre lo adecuado, de equivocarme sin que pase nada grave por ello y sin que merezca mi menosprecio o un castigo … y comprender y aceptar esto le resta dramatismo a la vida y permite tener una relación más cordial con uno mismo.
Llevo mucho tiempo manifestando que una de las tareas primordiales del Ser Humano, mientras está en este Mundo, es preservarse. (Preservar: Proteger, resguardar anticipadamente a alguien o algo, de algún daño o peligro).
Creo que uno debe hacer todo lo posible para evitarse el daño, para quitarse todo tipo de sufrimiento innecesario, para eludir las agresiones externas o las autoagresiones y sus consecuencias –que siempre las paga y sufre uno mismo-.
Esto que voy a escribir a continuación no lo puedo demostrar, es solamente una teoría, pero creo que si le damos una excesiva importancia a eso que denominamos “la sombra”, le estamos dando más poder. Creo que se alimenta de ese miedo que le tenemos, que crece lustrosa en la oscuridad a la que queremos repudiarla, y creo que si la entendiéramos como algo natural, si la mirásemos cara a cara sin vergüenza, aceptándola, se desarmaría su funesta autoridad –y conviene saber que influye en cada uno de nosotros de un modo mucho más notable de lo que suponemos-, y pasaría a ser como cualquiera de las otras características nuestras que aceptamos.
El caso es que todo aquello que hemos enviado a la sombra está oculto, en muchos casos incluso para nosotros mismos, por lo que no podemos hacer limpieza de vez en cuando para verificar el lugar que ocupa y decidir si realmente estamos interesados en seguir concediéndole esa preponderancia de la que disfruta.
Bueno, pues con mi sombra y todo, a pesar de desconocerla bastante, y gracias de algún modo a su presencia, digo tranquilamente, sin traumas ni complejos ni vergüenza ni miedo a las críticas o a desilusionar a quien le hice creer –o quiso creer- que soy perfecto, pues que realmente NO SOY PERFECTO.
Y si todos nos acostumbráramos a gritarlo sin miedo, nos parecería algo tan natural como realmente es y nos iríamos despojando de ese “derecho” incierto que creemos poseer de poder criticar a los demás, tan tranquilos como estamos detrás de la máscara que ofrecemos a los demás de persona libre de defectos. “Yo soy perfecto” decimos, pero no en voz muy alta porque sabemos que si nos ponen a prueba, si profundizan en nosotros, seguro que acaban descubriendo a quien se esconde detrás del decorado de la fachada.
NO SOY PERFECTO. NO SOY PERFECTA. Soy un ser Humano en continuo proceso de aprendizaje, con una dominante voluntad de intentar ser cada vez mejor, y en ello estoy. No he conseguido aún todos los resultados deseados, pero no me importa. Me importa la consideración que tengo de mí, la comprensión tan amable y generosa, la predisposición a aceptarme y comprenderme –y a perdonarme, diría si creyera que eso es necesario, pero creo que si hay comprensión ya no es necesario el perdón-, y este mirarme con una sonrisa benevolente, acogedora y sin juicios, cada vez que me sorprendo en una nueva faceta que demuestra mi imperfección.
De eso se trata: de finalizar las guerras que uno tenga entabladas contra sí mismo, de firmar un armisticio sin rencor, y de permitir que una paz se instale con aires de infinitud en cada uno de nosotros.
La perfección no es el objetivo, es sólo un asunto más y no el más importante precisamente. Y el coste emocional de la pretensión de la perfección no se compensa con la egóica satisfacción que pudiera aportar. Aceptar la imperfección aporta una tranquilidad y una paz internas que, en realidad, sí están más cerca del sentido de la vida que la perfección que –insisto- no es más que una vanagloria para el ego.
Y, en mi opinión y en este caso, que se vaya a la mierda el ego y me deje en mi paz de Ser Humano y con todos mis derechos intactos de poder mostrarme imperfecto y poder ser feliz.
Te dejo con tus reflexiones…
Más artículos de Francisco de Sales en este enlace:
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