Pido perdón de todo corazón, de rodillas, humillando mi cabeza, o del modo más humilde y sincero que se pueda, a quienes haya podido lastimar a lo largo de mi vida, a quienes haya herido o decepcionado, a quienes desatendí, a quienes aconsejé mal o a quienes no les dije lo que hubiera sido conveniente.
Pido perdón desde lo más profundo de mi ser, desde un arrepentimiento auténtico al que jamás pensé que podría llegar, y desde una sinceridad que para mí es sorprendente.
Pido perdón porque esto de vivir es algo en lo que uno nunca es experto, ni siquiera alumno aventajado.
Así que no me queda la menor duda de que en tantos años, y tras haber tratado con tantas personas, y haber dicho tantas cosas –siempre con buena intención- y haber callado otras tantas –porque no sabía lo que tenía que decir o porque no estaba seguro de que tuviera que hacerlo-, sin duda me habré equivocado y habré perjudicado a alguien.
Pido perdón a quienes confundí o desorienté.
Pido perdón si alguna vez escribí algo pensando que era para bien y produje el efecto contrario.
No pido perdón a aquellos a quienes alteré sus principios si eso sirvió para que reaccionaran y se pusieran en marcha.
No pido perdón a quienes se vieron forzados –por algo que dije o escribí- a un proceso de auto-conocimiento sincero que les llevó posteriormente –tras un período de alteración y mucho esfuerzo- al encuentro consigo mismos.
No pido perdón a quienes comenzaron un llanto prolongado porque se vieron tristemente reflejados en alguno de mis escritos, y creyeron destruirse, pero renacieron engrandecidos de sus propias cenizas.
No pido perdón a quienes se atrevieron a iniciar un Camino –nunca fácil-que les estaba esperando, ni a quienes tuvieron que verse en el trance de mirarse en el espejo de la sinceridad, se encontraron con una imagen desagradable, y tuvieron la valentía de abrazar a ese Ser desorientado que eran ellos mismos.
No pido perdón a quienes se vieron en la obligación de tener que demostrar su propia valentía y lo hicieron, ni a quienes dudaron de sí mismos y luego fueron capaces de resolver sus dudas.
No pido perdón a quienes se hundieron un poco más pero después salieron a flote y engrandecidos, ni a quienes me maldijeron por ponerles frente a su negada realidad pero luego se pusieron a la noble tarea de encontrarse consigo mismos.
A veces es necesario un serio y firme toque de atención, un empujón, una leve bofetada simbólica que espabile, hacer de espejo para que el otro se vea reflejado, o ser la gota que colma el vaso.
Cada uno necesitamos reaccionar y espabilar de un modo distinto.
Cada uno es para otro, en algún momento de su vida, un despertador.
No es necesario ser un sabio deslumbrante para ponerle al otro en marcha para que haga su Camino. En muchas ocasiones sólo es cuestión de una sonrisa a tiempo, un gesto de enfado sincero, un anuncio en la televisión, o una frase aparentemente inocente.
¿Y tú?, ¿Tienes algo por lo que pedir perdón?,
Y si la respuesta es positiva, ¿Vas a pedirlo?
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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