Seguramente conozcas persona que se quejan, unas que se quejan porque hace demasiado frío, otras se quejan porque no encuentran lo que buscan, otras de los profesores que tienen y así hasta el infinito. A este tipo de quejas se las denomina estériles, las personas se posicionan mirando el problema y estancándose en él. Al incrementar la protesta inicial, se alejan cada vez más del camino de la solución. Ver la paja en el ojo ajeno es fácil y además nos disculpa y nos ahorra el trabajo de caminar hacia la resolución de nuestras dificultades. La queja no induce a nada y sólo genera frustración.
La gente que se queja constantemente sigue un pésimo estilo de vida que deja preso al quejoso. Mental y emocionalmente se autocondiciona para estar atento a todo lo malo que pueda encontrar en el camino. Es como si cerrara las compuertas a lo bueno; deja de percibirlo, no le da importancia. Lo positivo no le sirve de nada.
A veces, la queja en sí es lo que mantiene la situación por la cual nos quejamos. Es lo que nos explica este cuento:
“En los tiempos de Salomón, el mejor de los reyes, un hombre compró un ruiseñor que tenía una voz excepcional. Lo puso en una jaula donde al pájaro nada le faltaba, y este cantaba durante horas y horas, para admiración de los vecinos.
Un día en que la jaula había sido colocada en un balcón, se acercó otro pájaro, le dijo algo al ruiseñor y se fue volando. Desde aquel instante el incomparable ruiseñor permaneció en silencio.
El hombre, desesperado, llevó a su pájaro ante el rey profeta Salomón, que conocía el lenguaje de los animales, y le pidió que le preguntase por las razones de aquel mutismo. El pájaro le dijo a Salomón:
‘Antaño no conocía ni cazador ni jaula. Entonces me enseñaron un apetecible cebo y, empujado por mi deseo, caí en la trampa. El cazador de pájaros se me llevó, me vendió en el mercado, lejos de mi familia, y me encontré en la jaula del hombre que aquí ves. Empecé a lamentarme día y noche, lamentaciones que ese hombre tomaba por cantos de agradecimiento y alegría. Hasta el día que otro pájaro vino a decirme: “Deja ya de llorar porque es por tus gemidos por lo que te guardan en esta jaula.” Entonces decidí callarme.’
Salomón tradujo estas frases al propietario del pájaro. El hombre se dijo: ‘¿Para qué guardar un ruiseñor si no canta?’ Y lo puso en libertad. El pájaro volvió a cantar.”
Las quejas no son buenas porque conducen al inmovilismo. Cuando nos quejamos, nos convertimos en victimas y no avanzamos hacia delante. No sirve de nada quejarse, hay que afrontar que a veces perdemos el control.
A veces el pasado genera quejas y resentimento, si hubiera hecho esto, si hubiera hecho lo otro, de que sirve lamentarte? Sólo generas energias negativas, estas más triste. No puedes cambiar el pasado. Al mismo tiempo la queja te impide ir más allá y ver otras cosas, otras oportunidades, maneras de solucionar este problema.
Todas las personas tienen sus propios problemas pero normalmente no andamos por el mundo pregonándolos para ver cuál es mayor, la vida no es un concurso. Así que no martirices a la otra gente con tus quejas, es normal comentar a un amigo lo que tu preocupa, pero hablar de tus quejas diariamente puede afectar a tus relaciones interpersonales.
En conclusión, la queja no sirve para nada y te impide volar.
Autor desconocido
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