Son las 2:57 am, desde hace una
hora y media dejé de leer, cerré el día y me dispuse a dormir. Desde ese
entonces es como si alguien hablara dentro de mi cabeza, me explicara cosas, me
diera consejos. No puedo decir que esto me ocurre seguido, por lo general soy
de los que duerme bien, profundamente. Pero hoy ha sido diferente, esa voz era
tan insistente y tan lógica, las cosas que me decía eran tan sencillas y a la
vez tan profundas que terminé por desistir de dar vueltas en la cama, sentarme,
escuchar y después de un rato tomar mi computadora y empezar a escribir lo que
desde hace días está en mi mente pero no había sabido cómo decirlo.
Antes de todo quiero decir que no
soy un gurú en este tema, un ejemplo de vida, un ser humano con éxito en el
área del amor. El que viva solo a mis 40 años denotan mis dificultades pasadas
y presentes, mis fracasos, mis heridas, mi cerrazón, mi baja autoestima y mis
creencias limitantes. Más bien me considero un ser en proceso de mejora y estas
palabras fueron dirigidas a mí para salir adelante de esta situación. Desde
niño he batallado con las relaciones sociales, en mi familia se expresaba poco
el cariño, no tuve la mejor relación con mis padres y hermanos, recuerdo más
los momentos en que me enojaba que aquellos en que reía o disfrutaba de un
abrazo. No tenía amigos, desconfiaba de los demás como para poder ser sincero
de lo que pasaba en casa. Me sentía solo, sufría y lloraba porque no me sentía
comprendido, apoyado. Sentía rabia por no tener una niñez feliz y tranquila
como el resto de mis compañeros. Vivía a la defensiva, con la idea de que la
gente solamente quería lastimarme; prefería evadirla, marcar distancia, no
involucrarme emocionalmente con nadie para no sufrir una decepción y reafirmar
mi idea de que era una víctima y que mi futuro era sufrir de una soledad
dolorosa.
Con el paso de los años fui
identificando esas heridas y tratar de reconciliarme con el pasado. Costó
esfuerzo y lágrimas. Pude ver mi vida de manera diferente, aceptándola,
reconciliándome con mi pasado. Pero me di cuenta de que a veces cicatriza la
herida pero se queda en ti, inconscientemente, las emociones y traumas
ocasionados por esa historia. Me siguió costando hacer amigos, mostrar ternura
y amor a mi familia, tener relaciones de pareja sin que se entrometiera el
miedo a ser dañado y el mantenerme a la defensiva a través de mi mal carácter. Me
casé y tuve 2 hijas, aunque pudiera parecer que mi vida había mejorado en ese
aspecto fue el detonador para que esos traumas salieran a relucir. Después de 8
años me separé, hoy puedo ver que inconscientemente saboteaba mi relación,
evitaba el compromiso y alejaba a mi esposa con mi frialdad y mal genio para
confirmar que no podía estar con alguien, que no merecía amor, que mi camino
era estar solo, rechazado. Intentaba no involucrarme tanto, decidir no amar
para que no me doliera tanto el adiós. Quería no decepcionarme, me he
identificado con una frase “si no esperas nada de los demás no te pueden
decepcionar, es mejor una sorpresa que una decepción”. En fin, mi matrimonio
fracaso y lo peor es que no me podía considerar un padre amoroso. Hice con mis
hijas lo que yo sentí que hicieron mis padres conmigo.
Me di cuenta un tiempo antes de
la separación y entré a terapia. Fui mejorando mi mal carácter, no llegar a
explotar y hacer daño con las palabras. Cuando avanzas en el manejo de una
emoción y te enfocas en mejorar en ese aspecto descubres que hay algo más al
fondo, que esa emoción solamente es la consecuencia de algo más profundo. La
ira no era la causa, el miedo sí. Y hasta que viví solo fue cuando enfrente esa
situación. Los primeros 4 meses estuve deprimido, sin contacto con mis hijas,
con mi familia, con pocas personas que me tendieron su mano en esos momentos.
Estaba solo, mi voz interior me reclamaba: “¿eso era lo que querías?, ya ves,
ahora si estás solo, provocaste lo que temías, te lo mereces”. Al pasar los
días me fui resignando a esa situación, mi orgullo me decía que no necesitaba a
nadie pero interiormente deseaba que alguien estuviera conmigo, me escuchara,
me animara. ¿Era mi destino tener que vivir rodeado de gente y sentirme
rechazado, sin poder abrir mi corazón, sin expresar lo que sentía?
Ahora veo que esos meses intensos
provocaron mi reacción. Estamos aquellos que no aprendemos por las buenas y que
necesitamos tocar el fondo para despertar. Aquellos que hasta que sentimos que
nos ahogamos nos damos cuenta que es por el peso de las decisiones que hemos
tomado que nos hundimos y que es urgente soltar cosas y estirar los brazos para
que Dios nos saque. Y bueno, ese fue el comienzo, el abrir los ojos y ver
tranquilamente mi situación, sin juzgarme ni compadecerme. Aceptar mis traumas,
mis errores, mis miedos y comenzar la rehabilitación. Comenzar conmigo mismo,
mirarme con amor, hacerme responsable de mi presente sin usar de excusa mi
pasado, dedicar tiempo a observar mis emociones, ir acostumbrándome a sonreírme
en el espejo, a darme un gusto, a pensar que me merezco cosas buenas. A la par,
ir entrenando las cuestiones sociales. Ser más cercano con mis hijas, cambiar
el tiempo de cantidad por el de calidad. Jugar con ellas, ir quitando poco a
poco la imagen de gruñón por alguien tranquilo, poner más risas en lugar de
seriedad, indiferencia y reacciones agresivas. Intentar convivir más con mis
compañeros de trabajo, mostrarme tal cual soy, provocar la amistad dando el
primer paso. Ayudar a las personas para no enfocarme solamente en mi situación
y no creerme el centro del universo, conocer sus historias para darme cuenta
que todos hemos sufrido, que muchos lo han hecho más que yo y que no me puedo
compadecer ni excusarme por no lograr el cambio que deseo.
Claro, no puedo decir que lo he
conseguido. Puedo decir que a mis hijas las puedo abrazar pero que tengo la
reacción de hacerles cosquillas para no durar mucho en esa muestra de afecto,
que aún me cuesta decirles que las quiero; que a mi padres y hermanos solo los
abrazo en sus cumpleaños y que el tener la confianza de expresar mi cariño se
me dificulta más que con otras personas. Que estoy en rehabilitación permanente
para aceptarme como soy y seguir descubriendo patrones que tengo en mis
relaciones. Y precisamente de eso me ha estado hablando esa voz esta noche. Me
ha insistido tanto a reconocer las cosas por escrito, vencer la pena y el miedo
al rechazo de los demás y animarme a decir mi verdad. Declarar que mi vida
emocional aún está desbalanceada. Que esto se nota más en mi deseo de
relaciones amorosas. Que he tenido intentos fallidos donde no he logrado
soltarme y liberar mis sentimientos o que a veces por impulso he entrado a una
relación para descubrir que no es lo que deseo, que fue más por cubrir la
soledad y la falta de caricias que por querer comprometerme en aceptar,
respetar y amar a la otra persona. Que mi autoestima aún no está muy bien
porque me hace irme ilusionando con mujeres que conozco si detecto que ellas me
pueden necesitar, si me veo como su salvador y que después de algunos días
cambio de “Julieta” para sentir de nuevo esa sensación en el estómago, esa
esperanza de pensar que se puede fijar en mí y que el tener una relación así
ayudará a cubrir nuestras carencias en lugar de hacernos sentir plenos. Aceptar
que lucho contra las ideas machistas en cuanto a que desearía ser el gran
conquistador, ir a bares y ligar mujeres, ir de una relación a otra sin
involucrarme, disfrutar esta etapa de
vivir solo para tener aventuras y que el tener relaciones sexuales es la única
manera de expresar cariño y ternura. Reconocer que no soy perfecto, no soy
santo ni pecador. Que soy diferente, que no es lo mío la conquista, que nunca
lo ha sido, que aunque a mi lado masculino le duela no fui hecho para
conquistar mujeres, que prefiero ser de perfil bajo y que más que alimentar mi
orgullo de hombre me gustaría alguien que me acompañara, donde ninguno de los
dos necesitara ni dependiera del otro para ser feliz, que aceptara mi forma de
ser, de pensar y de actuar y me motivara a seguir adelante, que buscara mis
brazos y que aceptara y expresara muestras de cariño.
Sigo luchando con la idea de que
a mi edad hay que ser más directos, que ya pasó la edad de dedicar tiempo a
cartas, flores, pláticas largas y saber que si alguien te interesa merece ese
esfuerzo, llevar las cosas con calma y no moverse solo por las hormonas. Eliminar
la idea de que solamente alguien necesitada me pudiera aceptar, que las mujeres
plenas no se fijarían en mí; tener la convicción de que no es necesario estar
en búsqueda para vivir, que el no tener pareja por el momento es una
oportunidad de convertirse en la persona que tu quisieras de pareja, que
necesito amarme mucho, aceptar mis limitaciones pero seguir trabajando por
superarlas, que no le puedo hacer caso al miedo, que el hecho de tener baja
autoestima hace que mentalmente este mendigando amor, rogando porque alguien se
apiade de mí y me haga caso, y que lo más seguro es que llegue alguien que no
sea conveniente para mí y que solo agrave mi soledad.
Sé que va a ser complicado
encontrar a una mujer que me acepte tal como soy. Que acepte mi historia y
desee ayudarme a seguir creciendo. Que acepte que podrá compartir un lugar en
mi corazón con mis hijas pero nunca reemplazarlas, que respete mi decisión de
no tener más hijos, mi estilo de vida, que habrá algunos días en que no nos
podremos ver por cuestiones de trabajo y que requiero cerrar ciclos antes de
pensar en algún compromiso. También sé que si pido eso es lo que tengo que dar,
no intentar cambiar la dinámica familiar ni profesional de la otra persona,
respetar sus prioridades y tiempos, su forma de pensar, su historia; y que
tengo que estar preparado interiormente para el momento en que se presente.
No mendigues amor, eso me decía
la voz interna, no pongas tu valor en manos de otra persona. No requieres de la
aprobación ni de la aceptación de otro para saber que mereces ser feliz y que
eres amado infinitamente por Dios. Cura tus heridas, identifica las secuelas y
trabaja en hacerlas conscientes, abrazarlas y enviarlas al amor infinito.
Mírate como un ser completo, autosuficiente pero con la misión de compartir tu
experiencia y conocimientos a otros que apenas están pasando por su momento de
quiebre. No te creas ni más ni menos que nadie, eres diferente, acéptate y
ámate así. Dios te hizo así por algún motivo, puso situaciones en tu camino
para moldearte, deja de atormentarte preguntado el por qué, mejor pregúntate el
para qué, llena de amor tu pasado, tus heridas, logra verlas como una ventaja,
como algo que te permite tener más empatía con los demás, saber que cada
persona es como es por algún motivo que desconoces y aceptarla sin juzgarla.
Ten el coraje de decirle a los tuyos que los quieres, que son importantes para
ti, que les agradeces su apoyo y que pueden contar contigo. No lleves las
cuentas de los abrazos, de los te quiero, de las sonrisas; comprende que no hay
una cuota mínima por día y que nunca se acabará su reserva, siempre habrá más y
más en tu corazón para darlo a los demás. No mendigues amor, no lo necesitas,
tú eres amor y fuiste creado por el amor, ten el valor de luchar por quien
quieres pero también el valor de abrir los ojos ante una situación de
humillación y menosprecio. No mendigues amor, eres el tesoro más preciado del
universo, no careces de nada, fluye con las cosas y descubre en cada momento,
en cada respiro, en cada latido de tu corazón el abrazo de amor de Dios y su
mirada que te dice: “No te amo por lo que haces, te amo por lo que eres”.
Wilmer Ramírez
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