Una discípula estaba convencida de que era una persona egoísta, mundana y poco espiritual. Sin embargo, después de una semana en el monasterio, el Maestro la declaró espiritualmente sana y capaz.
«Pero ¿no habría algo que pudiera hacer para ser tan espiritual como los demás discípulos?»
A lo cual replicó el Maestro:
Un hombre compró un automóvil y, al cabo de seis meses, tras una cuidadosa serie de cálculos, llegó a la conclusión de que no estaba sacándole el fenomenal rendimiento que le había prometido el vendedor. Acudió entonces a un mecánico, el cual, tras revisar el auto, le aseguró que estaba en perfectas condiciones.
«Pero ¿no habría algo que pudiera hacer para mejorar su rendimiento?», le preguntó el hombre.
«Bueno, sí», dijo el mecánico. «Puede usted hacer lo que hacen casi todos los propietarios de un automóvil».
« ¿Y qué es?»
«Mentir acerca de su rendimiento».
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