La ansiedad en sí misma es una emoción normal, pero cuando se vuelve demasiado intensa y prolongada en el tiempo pasa a denominarse Trastorno de Ansiedad. Existe diferentes tipos pero el más destacable es el trastorno de pánico que se caracteriza por la presencia intensa y repetida de un miedo muy intenso que suele acompañarse de síntomas como palpitaciones y taquicardias, sensación de ahogo o falta de aire, sudoración, temblores, sensación de no poder tragar, opresión o malestar torácico, náuseas o molestias abdominales, inestabilidad o mareo, sensación de irrealidad, miedo a perder el control o a volverse loco, miedo a morir (generalmente de un infarto o de un derrame cerebral), parestesias (adormecimiento u hormigueo de diferentes partes del cuerpo) y escalofríos o sofocaciones.
En un porcentaje elevado de casos con crisis de pánico se desarrolla sintomatología agorafóbica. La agorafobia es el miedo y evitación a estar en lugares o situaciones de los cuales pueda ser difícil o embarazoso escapar, o en los que pueda no disponerse de ayuda en el caso de sufrir un ataque de pánico. Como consecuencia de este miedo, la persona evita las situaciones temidas, las soporta con gran ansiedad o malestar y, generalmente, tiene la necesidad urgente de estar acompañada.
Con frecuencia, este miedo se suele experimentar en medios de trasporte como el metro, el avión o el coche. Se manifiesta de igual forma al alejarse de casa, en lugares públicos como centros comerciales, en la cola de un mercado, el cine o en eventos multitudinarios. En otras ocasiones, el miedo es simplemente la anticipación de que pueda volver a producirse una crisis de pánico.
Es precisamente esa angustia la que ayuda a desarrollar un comportamiento de evitación que va limitando la movilidad en la vida cotidiana. La mayoría de personas que sufren este trastorno no tienen una conciencia clara de que muchos de los síntomas que padecen, tanto de orden físico como psíquico, tienen un nexo común que es el miedo irracional y la sensación de desprotección.
Éstos y otros síntomas se suelen interpretar por la mayoría de las víctimas del pánico como un trastorno físico y solicitan un examen médico después de esta primera experiencia o de otras subsiguientes.
En general, estos exámenes no suelen revelar ningún problema físico que explique la dramática situación vivida. Ante esta noticia, muchos pacientes siguen en la convicción de que sufren algo físico pero que no ha estado correctamente explorado o bien de que se les está ocultando una enfermedad fatal.
Ello acostumbra a ser el principio de una cadena de consultas interminables y de un creciente aislamiento del agorafóbico respecto de su entorno ya que no encuentra una salida a su trastorno ni comprensión alguna a su sufrimiento.
PRIMER ENCUENTRO CON SU TERAPEUTA
En una primera visita con su terapeuta es fundamental una evaluación y ubicación temporal y situacional de los síntomas que presenta en sus crisis de pánico:
a) Donde sucedió por primera vez.
b) Resituar en qué etapa vital se encontraba y que sucedía.
c) Descartar que sus crisis vengan derivadas de un problema físico.
d) Personalizar un tratamiento a su medida.
El paso inicial para llevar a cabo un tratamiento correcto es intentar entender que le está sucediendo.
FINALIDAD DEL PROCESO TEREAPÉUTICO
Ante una crisis de pánico con o sin agorafobia las técnicas cognitivo-conductuales son fundamentales para recuperar su calidad de vida y conseguir una remisión total de los síntomas.
Lic. Marcelo Bivort
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