«Lo malo de ti», dijo el Maestro al predicador, «es que todo lo que dices es absolutamente cierto... y vacío. Los tuyos buscan la Realidad, y lo único que tú les ofreces son palabras».
Cuando el predicador quiso saber qué quería decir el Maestro, éste le dijo: «Eres como aquel hombre que recibió una carta de una compañía financiera en la que se le decía:
'¿Tendría usted la amabilidad de enviarnos la suma total de lo que nos debe?'
Y su respuesta fue inmediata y clarísima: 'La suma total de lo que les debo es de mil quinientos dólares'».
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