Para explicar cómo lo que busca la mayoría de la gente no es el gozo de la conciencia y la actividad, sino el consuelo del amor y la aprobación, el Maestro refirió una anécdota de los tiempos en los que cada noche, antes de dormirse, su hija más pequeña le pedía que le leyera un cuento de los muchos que contenía un libro que le habían regalado.
Un día se le ocurrió la idea de grabar los cuentos en una cinta magnetofónica. La niña no tardó en aprender a manejar el magnetófono, y todo resultó estupendamente durante unos cuantos días, hasta que una noche la niña puso el libro en manos de su padre y le pidió que le leyera un cuento.
«Pero, tesoro», dijo el Maestro, «ahora ya sabes cómo se maneja el magnetófono. . . »
«Sí», respondió ella, «pero no puedo sentarme en sus rodillas».
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