«La humildad no es autoestima», dijo el Maestro. «La humildad proviene de la convicción de que lo único que consigue uno con su esfuerzo es cambiar su conducta, no a sí mismo».
«¿Quieres decir que el verdadero cambio no requiere esfuerzo?».
«Exacto», dijo el Maestro.
«¿Y cómo se produce?»
«Siendo consciente», dijo el Maestro.
«¿Y qué hay que hacer para ser consciente?»
«¿Qué hay que hacer para despertar cuando uno está dormido?», dijo el Maestro.
«¿De manera que no hay bien alguno del que pueda uno enorgullecerse. . .?»
En respuesta, el Maestro refirió una conversación que había oído al azar:
«iQué voz tiene nuestro Maestro. . . ! iQué divinamente canta. . . !»
«iBueno. . . ! También yo cantaría igual si tuviera su voz».
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