A todos nos gustaría tener éxito, ya sea a nivel laboral, social, personal o incluso en todos los ámbitos a la vez. De hecho, a eso nos llama la sociedad en la actualidad, lo que ignoramos es que, en la mayoría de las ocasiones, somos víctimas de la trampa del éxito.
Solo hay que echar un vistazo a los anuncios publicitarios, los mensajes de algunos medios de comunicación o las frases «motivadoras» que utilizan algunas empresas y ciertos profesionales para hacer marketing de sus servicios o productos. «Conviértete en un persona de éxito», «tener éxito es fácil, si practicas esto a diario», «10 pasos para lograr el éxito» o «el éxito tan solo está a un paso…» son algunos ejemplos.
Ahora bien, ¿qué significa para ti la palabra éxito? ¿qué te viene a la mente cuando escuchas a alguien decir que tiene mucho éxito o que ha triunfado por sí mismo? Piénsalo.
«El éxito depende de la preparación previa; sin ella, seguro que llega el fracaso».
-Confucio-
El concepto de éxito que nos hace sufrir
En nuestra sociedad, el éxito está asociado a la consecución de objetivos: un buen trabajo, fama, estatus, una casa de lujo, un gran sueldo… Cuando una persona consigue ese tipo de cosas, se la suele etiquetar como una persona de éxito. El problema es que esta concepción del éxito conlleva también cierta dosis de sufrimiento, especialmente, un sufrimiento innecesario. Es la trampa del éxito.
El éxito asociado a la consecución de objetivos es como una espiral infinita, esa en la que si nos adentramos nunca terminaremos saciados porque siempre estaremos luchando por el siguiente objetivo. Alcanzar un buen trabajo, perseguir un mejor sueldo, más adelante luchar por un ascenso, querer comprarnos un coche mejor, una casa más grande, ropa más elegante, obtener más estatus…
La cuestión es que por mucho que nos esforcemos en ser y tener más y más, casi sin darnos cuenta estaremos perdidos en el laberinto del éxito sin saber cuál es la salida. Pese a que nos engañemos con afirmaciones como «cuando consiga esa meta, habré alcanzado el éxito«.
Según el médico y psicoterapeuta Russ Harris, la trampa del éxito se distingue por un tipo de mentalidad que conlleva como mínimo tres grandes problemas:
Además, no solo eso, esta mentalidad es la responsable, en la mayoría de las ocasiones, de una autoestima muy vulnerable. Si los resultados son buenos, la autoestima será alta, pero cuando no sea así, la autoestima estará por los suelos, debido al concepto de uno mismo como perdedor. La trampa del éxito tiene sus consecuencias.
Ahora bien, ¿qué significa para ti la palabra éxito? ¿qué te viene a la mente cuando escuchas a alguien decir que tiene mucho éxito o que ha triunfado por sí mismo? Piénsalo.
«El éxito depende de la preparación previa; sin ella, seguro que llega el fracaso».
-Confucio-
El concepto de éxito que nos hace sufrir
En nuestra sociedad, el éxito está asociado a la consecución de objetivos: un buen trabajo, fama, estatus, una casa de lujo, un gran sueldo… Cuando una persona consigue ese tipo de cosas, se la suele etiquetar como una persona de éxito. El problema es que esta concepción del éxito conlleva también cierta dosis de sufrimiento, especialmente, un sufrimiento innecesario. Es la trampa del éxito.
El éxito asociado a la consecución de objetivos es como una espiral infinita, esa en la que si nos adentramos nunca terminaremos saciados porque siempre estaremos luchando por el siguiente objetivo. Alcanzar un buen trabajo, perseguir un mejor sueldo, más adelante luchar por un ascenso, querer comprarnos un coche mejor, una casa más grande, ropa más elegante, obtener más estatus…
La cuestión es que por mucho que nos esforcemos en ser y tener más y más, casi sin darnos cuenta estaremos perdidos en el laberinto del éxito sin saber cuál es la salida. Pese a que nos engañemos con afirmaciones como «cuando consiga esa meta, habré alcanzado el éxito«.
Según el médico y psicoterapeuta Russ Harris, la trampa del éxito se distingue por un tipo de mentalidad que conlleva como mínimo tres grandes problemas:
- No existen garantías de que podamos alcanzar esas metas o están tan lejanas que lo único que conseguiremos será sentirnos frustrados y decepcionados.
- En el caso de alcanzarlas, no nos proporcionaran una felicidad duradera, sino una breve sensación de satisfacción, placer o alegría seguida del deseo de alcanzar el siguiente objetivo.
- Nos someteremos a una presión constante porque necesitaremos mantener esa sensación de felicidad pasajera para creernos triunfadores y exitosos, ya que en el momento en que no consigamos los objetivos que nos hemos propuesto pasaremos a ser unos fracasados.
Además, no solo eso, esta mentalidad es la responsable, en la mayoría de las ocasiones, de una autoestima muy vulnerable. Si los resultados son buenos, la autoestima será alta, pero cuando no sea así, la autoestima estará por los suelos, debido al concepto de uno mismo como perdedor. La trampa del éxito tiene sus consecuencias.
Vivir de acuerdo a nuestros valores: el verdadero éxito
«No trates de ser una persona de éxito; procura más bien ser una persona de valores».
-Albert Einstein-
El verdadero éxito no tiene que ver con los resultados, sino con llevar una vida de acuerdo a nuestros valores. De hecho, esta concepción sobre el éxito está relacionado con la consecución de objetivos a largo plazo, en la que la paciencia, el esfuerzo y el compromiso facilitan el largo recorrido hasta la meta. Eso sí, esa meta, ese objetivo no está inspirado solo en alcanzarlo, sino en el valor intrínseco que conlleva, un pilar mucho más sólido en el que apoyarnos.
En este caso, no se estudia para ser médico, psicólogo o enfermero, sino por el valor central que sostiene ese objetivo: la ayuda a los demás. El ejemplo de Martin Luther King que utiliza Russ Harris en su libro Cuestión de confianza: Del miedo a la libertad puede ayudarnos a comprenderlo:
«Si tenemos en cuenta la idea popular de que el éxito está asociado a la consecución de objetivos, entonces Martin Luther King no tuvo éxito porque no consiguió la igualdad de derechos para las personas de todas las razas. Sin embargo, es una persona recordada, admirada y respetada. ¿Cuál es la razón? Que lucho por algo en función de lo que vivía, por sus valores».
Por lo tanto, la opción de vivir de acuerdo a nuestros valores como definición del éxito determina que podemos experimentarlo en cualquier momento, siempre y cuando, vivamos en base a ellos. Ahora bien, esto no quiere decir que renunciemos a nuestras metas, sino que las establezcamos a partir de los valores que consideremos importantes para nosotros.
Tan solo hay que cambiar la dirección de nuestro foco, su luz ya no iluminará el resultado, sino el proceso que hay que recorrer para conseguirlo y que está sujeto a unos valores, es decir, a la forma de actuar que pondremos en marcha para conseguirlo. Una actuación desde el compromiso y la implicación que permitirá disfrutar de cada paso del camino, aun cuando no sea posible alcanzar la meta propuesta.
Gema Sánchez Cuevas
«No trates de ser una persona de éxito; procura más bien ser una persona de valores».
-Albert Einstein-
El verdadero éxito no tiene que ver con los resultados, sino con llevar una vida de acuerdo a nuestros valores. De hecho, esta concepción sobre el éxito está relacionado con la consecución de objetivos a largo plazo, en la que la paciencia, el esfuerzo y el compromiso facilitan el largo recorrido hasta la meta. Eso sí, esa meta, ese objetivo no está inspirado solo en alcanzarlo, sino en el valor intrínseco que conlleva, un pilar mucho más sólido en el que apoyarnos.
En este caso, no se estudia para ser médico, psicólogo o enfermero, sino por el valor central que sostiene ese objetivo: la ayuda a los demás. El ejemplo de Martin Luther King que utiliza Russ Harris en su libro Cuestión de confianza: Del miedo a la libertad puede ayudarnos a comprenderlo:
«Si tenemos en cuenta la idea popular de que el éxito está asociado a la consecución de objetivos, entonces Martin Luther King no tuvo éxito porque no consiguió la igualdad de derechos para las personas de todas las razas. Sin embargo, es una persona recordada, admirada y respetada. ¿Cuál es la razón? Que lucho por algo en función de lo que vivía, por sus valores».
Por lo tanto, la opción de vivir de acuerdo a nuestros valores como definición del éxito determina que podemos experimentarlo en cualquier momento, siempre y cuando, vivamos en base a ellos. Ahora bien, esto no quiere decir que renunciemos a nuestras metas, sino que las establezcamos a partir de los valores que consideremos importantes para nosotros.
Tan solo hay que cambiar la dirección de nuestro foco, su luz ya no iluminará el resultado, sino el proceso que hay que recorrer para conseguirlo y que está sujeto a unos valores, es decir, a la forma de actuar que pondremos en marcha para conseguirlo. Una actuación desde el compromiso y la implicación que permitirá disfrutar de cada paso del camino, aun cuando no sea posible alcanzar la meta propuesta.
Gema Sánchez Cuevas
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