Logo

Logo

jueves, octubre 31, 2019

Crecimiento personal y bienestar: 5 razones para animarse a crecer

El crecimiento personal implica asumir el compromiso de invertir tiempo y energía en nosotros mismos. El tiempo es el mejor maestro, dicen los sabios, porque nos permite conocernos a fondo, identificar nuestros sueños y hallar el camino correcto, no según el resto del mundo, sino a discreción propia. 



Durante el proceso, vamos desmenuzando el auténtico sentido de la vida, el secreto para la felicidad y la importancia de recopilar experiencias en lugar de objetos materiales. Sin duda, elegir el camino del crecimiento personal hace que un individuo nunca vuelva a ser el mismo, porque construye una base de equilibrio sólida entre lo que es y lo que quiere ser. 
Los beneficios de adentrarse en este viaje son infinitos, a continuación, compartimos contigo 5 de las mejores razones habidas y por haber para abrirle la puerta al crecimiento, los cambios y las oportunidades. ¡El momento es ahora!

1. Crecer desarrolla tus habilidades

El proceso de crecer exige hacer una introspección profunda, ya que el primer paso para transformar tu vida es conocerte a ti mismo.
En el camino, detectarás tus puntos débiles y fuertes, lograrás ser consciente de ellos como nunca antes, y aceptarlos como propios. ¿Que cómo puede ayudarte esto? Una vez que hayas identificado cada mínimo detalle de ti, sin importar si es “bueno” o “malo”, descubrirás que es más sencillo darse la oportunidad de desarrollar al máximo tu potencial y asumir retos.
Por supuesto, deberás invertir tiempo en ello, nadie nace con conocimientos implantados y eso significa dedicarte a exprimir tus fortalezas para obtener grandes recompensas. 

2. Crecer fortalece tu Inteligencia Emocional

Existe una amplia relación entre el crecimiento personal y la inteligencia emocional. Una persona que rechaza los cambios y se rehúsa a afrontar desafíos tiende a sufrir más los efectos de bloqueos emocionales y reacciones inesperadas.
En cambio, verse expuesto a situaciones y experiencias nuevas que nos obligan a interactuar con gente distinta o aprender nuevas habilidades facilita que nos sintamos relajados incluso en momentos de gran tensión. Así, nos convertimos en amos y señores de nuestras emociones.   

3. Crecer te enseña resiliencia

En la vida se presentan “momentos de vida o muerte” que implican tomar decisiones apresuradas, a veces en contra de nuestra voluntad. No es sencillo aprender a perdonar y perdonarnos cuando eventos dolorosos nublan el panorama, sin embargo, la resiliencia es una de las habilidades más importantes que seguramente conquistaremos a lo largo de la vida, e invertir en nuestro crecimiento personal es una gran forma de acceder a ella.
El arte del crecimiento personal nos enseña que los tiempos difíciles muchas veces suponen el final de una etapa que debemos cerrar para dar paso a una nueva. Además, lo que llamamos problemas suele ser siempre una oportunidad para aprender cosas nuevas y madurar.  

4. Crecer significa éxito en las relaciones personales

Cuando nos tomamos el tiempo y energía para trabajar en nuestro crecimiento personal, comenzamos a notar cosas que antes ignorábamos; una de ellas es la importancia de construir y mantener relaciones de calidad, y evitar a toda costa las relaciones que no nos aportan nada. Además, tendrás mayor confianza en ti mismo y perderás la timidez, podrás relacionarte con personas sin sentir miedo. 

5. Crecer a menudo te hará más feliz

Para ser feliz, primero debes ser libre. Quitarte las ataduras y las cadenas hará que puedas cumplir tus objetivos sin importar el qué dirán o tus propias limitaciones inconscientes.
Cuando hablamos de ataduras, nos referimos al mayor enemigo: nosotros mismos. Al crecer, nos damos cuenta de lo buena que puede ser la vida y la miramos con otros ojos, incluso cuando las cosas no pintan bien; comenzamos a disfrutar 24/7, todo se vuelve posible y las metas se ven cada vez más cerca.

 Phrònesis

miércoles, octubre 30, 2019

Enfrentando el miedo que nos paraliza

En algún momento de nuestras vidas hemos sentido miedo, unas veces racional y otras de forma no consciente; a este último lo llamamos miedo irracional. La sensación de miedo es uno de los factores emocionales más antiguos del ser humano, y los animales, para quienes -al igual que en nosotros-, sirve de mecanismo de supervivencia.


El miedo, como otras emociones, se construye por la experiencia propia y mediante lo que llamamos memoria de futuro, observando las eventualidades que se presentan con los demás para poder adelantarnos a los procesos; se considera un factor preponderante para evitar un evento traumático que nos pone bajo riesgo.

El enfrentamiento del miedo

Durante el proceso de enfrentamiento suceden dos cosas: primero, percibimos al causante del evento al que nos vamos a enfrentar; y segundo, este nos sorprende. En el último caso, se provoca una respuesta rápida y refleja de ataque o huida. Si el causante permite el análisis previo, podemos construir una estrategia más elaborada, pero al fin y al cabo más lenta. El cerebro tiene una zona llamada corteza prefrontal que controla mecanismos de cálculos y resultados, hace estimación de factores de riesgo para el éxito o el fracaso, y es el sitio de toma de decisiones inteligentes.Exit full screen
Promediar esos factores de riesgo establece un balance óptimo para vivir la vida sin sobresaltos. Por ejemplo, cuando tomamos un bus no presupuestamos que se va a quedar sin frenos y que vamos a terminar en el abismo: el cerebro establece los factores de seguridad analizando que el bus es nuevo, pertenece a una empresa seria que realiza el mantenimiento adecuado para un viaje seguro y en caso de un imprevisto estamos a merced de las respuestas reflejas, para aferrarnos, sostenernos y no hacernos daño ante una eventualidad de frenado en seco.

Cómo funciona el miedo en nuestro sistema

El miedo genera adrenalina y activa todo el sistema autónomo, para producir buena fuerza muscular, aumentar el latido del corazón, el oxígeno en los pulmones va creciendo al acelerar la frecuencia de la respiración, se produce cortisol para la disponibilidad de energía a base de glucosa (azúcar), disminuye la circulación en otros sitios y hay morfina natural suministrada por el cerebro para evitar el dolor en caso de que se presente. La toma de decisiones ocurre en milésimas de segundos, pero si no hacemos caso y dudamos en decidir, nos paralizamos, esto nos pone vulnerables ante el peligro, lo que evita correr, agredir o defendernos, por esto el entrenamiento mental, como una simulación ante el peligro evita la parálisis por miedo.

Consejos para enfrentar el miedo que nos paraliza

  • Tenga en cuenta el peligro al que se expone en la vida diaria; hágalo consciente y construya una rutina mental a manera de libreto para desarrollarlo cuando se presente.
  • Minimice el miedo irracional y explore las salidas a cada situación que se presente.
  • Hable de los temas o situaciones que le produzcan miedo y haga comentarios jocosos sobre ellos; es una forma de minimizarlos y genera un ambiente mental de seguridad.
  • Haga cálculos de posibilidades ante un evento o una situación ocasional reconocida por usted como peligrosa; esto fortalece la toma de decisiones y genera seguridad mental.
Phrònesis

martes, octubre 29, 2019

Personas emocionales y personas racionales ¿existe esta distinción?

Hay quien señala que el mundo se distingue entre personas emocionales y personas racionales. Es más, si hay algo que nos gusta es situarnos en una categoría y atribuir nuestro modo de comportarnos, de reaccionar y de vivir a ese gradiente donde, o bien mandan las emociones o lidera la lógica y la razón. Sin embargo… ¿hacemos bien al establecer esta polarización?

 
 
La respuesta es «no». Las emociones, aunque nos sorprenda, están detrás de todas y cada una de nuestras acciones y también, tras cualquier proceso mental. Toda decisión, toda actuación en apariencia lógica y racional tiene detrás un componente emocional, y que esto sea así es algo normal y esperable por un hecho muy concreto: nuestro cerebro es un órgano emocional que en un momento dado de nuestra evolución, empezó a razonar de manera más sofisticada.

Es imposible separar razón de emoción porque las estructuras neurales que median en cada uno de nuestros comportamientos y decisiones hacen uso de ambas esferas. Somos lo que pensamos, pero por encima de todo, somos lo que sentimos. Ahora bien, es cierto que hay personas más impulsivas que otras, hombres y mujeres que se dejan guiar más por la intuición que por esa decisión más meditada y consensuada con un largo ejercicio de reflexión.

Sea como sea, debemos tenerlo claro, la emoción no se puede excluir de ningún comportamiento. Por tanto, no hay nadie en este mundo que camine por la vida exento de alegría, miedo, angustia, pasión, asco o vergüenza… Veamos más datos a continuación.   

«Sabemos demasiado y nos sentimos muy poco. Al menos, sentimos muy poco de esas emociones que nos ayudan a tener una buena vida».
-Bertrand Russell- 
 
Personas emocionales y personas racionales, una distinción errónea

Hay una primer hecho indiscutible que deberíamos tener presente: hay emoción en la lógica y, a menudo, también hay lógica en la emoción. Ahora bien, una realidad que nos han inducido a creer desde hace tiempo es que la emoción es lo opuesto a la razón, que la emoción es del corazón y el corazón la antítesis del cerebro. Es como si estuviéramos obligados a declararnos de un bando u otro.

Sin embargo, el mundo no se divide en personas emocionales y personas racionales. Los mitos no son solo cosa de los sabios de Babilonia o de la antigua Grecia. En el mundo de la psicología y la neurociencia abundan en exceso estas ideas distorsionadas, esas donde convencernos, por ejemplo, de que para tomar una buena decisión hay que hacerlo con la cabeza fría y excluyendo las emociones.

Sin embargo, cabe señalar que el que estas ideas se hayan mantenido con tanta fuerza en el tiempo se debe en cierto modo a figuras de nuestro pasado como René Descartes. Con su famosa frase «Pienso, luego existo» dimos paso a esa filosofía moderna y a esa edad de la razón, donde el pensamiento ilustrado asociaba las emociones a lo irracional.

Con el tiempo, tampoco importó que Sigmund Freud introdujera el concepto de la mente inconsciente y nos hablara a su vez del poder la emoción en nuestro comportamiento. Hasta no hace mucho, el denominador común de la economía y el mundo del trabajo, por ejemplo, seguía defendiendo la necesidad de mantener una mentalidad racional…

Cuando en realidad, tal y como nos demuestran conceptos como la «teoría de juegos» (ahí donde estudiar cómo varían nuestras decisiones al pensar qué pueden hacer los demás) las emociones son siempre un componente clave y decisivo a la vez. 
 
Las emociones también son lógicas y racionales

Lo señalábamos más arriba: las emociones también son lógicas y racionales. Sentir alegría, entusiasmo, experimentar inquietud e incluso sentir miedo en un momento dado también define un comportamiento racional. Es más, estudios como los llevados cabo en la Universidad de Columbia por el doctor Michel Puan, nos indican que es erróneo categorizar a las personas en emocionales o racionales.

Todo comportamiento aplica ambas dimensiones. Es más, como bien sabemos, no por mucho pensar o reflexionar en un aspecto, hará que este sea más acertado. En ocasiones, pasamos horas y días centrados en ideas que son completamente irracionales y que interfieren en nuestro bienestar. 

Nuestra corteza prefrontal se conecta con las estructuras con funciones emocionales

La corteza prefrontal es esa área donde llevamos a cabo funciones ejecutivas más complejas. Entre las más comunes, está la atención, la organización de la información, la toma de decisiones o la regulación del comportamiento para ajustarnos a las normas sociales. Bien algo interesante que debemos tener en cuenta es que esta área, reflejo de de nuestra evolución, está conectada con las áreas que controlan nuestro mundo emocional.

Es decir, las emociones siempre son partícipes en cada proceso. Por ello, es un error categorizarnos como personas emocionales y personas racionales. Todos somos seres emocionales actuando de manera racional. Lo que sucede, y aquí se halla quizá la mayor particularidad, es que cada cual presenta un patrón comportamental determinado. Habrá quien sea más impulsivo, otros más cautos, hay quien se deja llevar más por sus emociones y su adrenalina, mientras otros, ejercen un mayor control sobre su conducta.

Sea como sea, y para concluir, debemos tenerlo claro: las emociones son nuestro motor cotidiano. Saber entenderlas, manejarlas y usarlas a nuestro favor hará que tengamos una mejor calidad de vida.

Valeria Sabater

lunes, octubre 28, 2019

Escucha a tu guía interior para encontrar la paz

Para hallar la paz interior no hay una receta mágica escrita en un libro, una película o bien en una persona. Si bien estar rodeado de amor y tener al menos las necesidades básicas satisfechas es una base, la verdad es que, en primera instancia, es recomendable escuchar al guía interior para identificar nuestras necesidades reales.

 
 
En muchas ocasiones, la paz interior se intenta encontrar fuera. Sin embargo, la paz interior es un camino de descubrimiento personal que el propio individuo deberá recorrer para llegar, finalmente, a encontrarla. A partir de entonces, todo será más claro y relacionarse con el mundo circundante será más sencillo, además de placentero, tras haber hallado al guía interior.

¿Cómo encontrar la paz interior?

Alcanzar la paz interior es discernir cuáles son las propias prioridades, aquellas de las que no se habla en público ni en voz muy alta. Aquellos intereses que están engendrados en lo más profundo del alma y que solamente el propio individuo realmente conoce a través de su guía interior.

Precisamente, en muchas ocasiones puede suceder que a través de un mecanismo de negación, autoboicot o bloqueo emocional, la persona no logre descubrir qué es lo que realmente desea. De este modo, el grado de insatisfacción puede ser realmente significativo y afectará varias fases de su vida laboral, personal, educativa y familiar.

No obstante, encontrar la paz es una necesidad y una urgencia que cada ser deberá establecer como prioridad, sin importar qué es lo que piensen los demás al respecto o bien lo que crean correcto acerca del devenir del propio accionar.

Comprenderse a uno mismo, muchas veces, es un trabajo de toda una vida. Conocerse, aceptarse y entenderse puede reducir el nivel de conflictividad que supone tener sentimientos encontrados. No siempre lo que se desea se puede concretar y eso supone un nivel de frustración, represión y sufrimiento, sumamente elevado. 

Las crisis como una oportunidad para el cambio y la reflexión

Mantener un rico diálogo interior es una de las mayores virtudes con las que podemos contar. Precisamente, a través de un proceso de introspección, podemos encontrar respuestas a muchas de las preguntas que nos hacemos.

Sin embargo, es importante que el individuo tenga el valor de saber escucharse sin importar cuál será realmente la respuesta y no condicionarla por los mandatos culturales, sociales o familiares. Además, no siempre las respuestas están a nivel consciente, por lo que puede ser necesario un trabajo de análisis profundo.

Una vez que se logra establecer un contacto directo, absoluto y sincero consigo mismo, al preguntar qué es lo que realmente se desea y al responder de manera fehaciente, se podrá establecer un grado de paz nunca antes alcanzado. Mentirse a uno mismo es uno de los mayores grados de insatisfacción que se puede alcanzar, debido a que genera un sufrimiento difícil de tolerar.

Percibir a las crisis como una oportunidad para vivir la insatisfacción en su máximo esplendor es una manera de aprovechar el momento para buscar, por medio de la guía interior, qué es lo que realmente causa dolor. Trabajar sobre las propias emociones, tratando de establecer un nuevo orden de prioridades, puede ser una posibilidad para dejar de sufrir.

Asimismo, el cambio se puede establecer a partir de entender que muchas veces, o bien prácticamente siempre, el problema en sí mismo es parte de la solución. Cuando se lo entiende de ese modo, finalmente se encuentra la salida, pues entender permite, en muchas circunstancias, acabar con el padecimiento o al menos reducirlo significativamente.

Los pensamientos como guía interior y luz espiritual


«Cuida tus pensamientos porque se volverán palabras.

Cuida tus palabras porque se volverán actos.

Cuida tus actos porque se volverán costumbres.

Cuida tus costumbres porque forjarán tu carácter.

Cuida tu carácter porque forjará tu destino,

y tu destino será tu vida».
-Mahatma Gandhi-

En algunas circunstancias de la vida, no escuchamos la voz interior que expresa exactamente lo que se desea. Por imposición cultural y social, hay situaciones en las que somos sordos a esa que funciona como guía interior espiritual.

Al final, la paz interior se apoyará también en la satisfacción de los deseos inconscientes. En la comunicación con aquello que hemos sido capaces de identificar a través de un trabajo minucioso de análisis para el que es probable que necesitemos ayuda y soporte. de esta manera, ganaremos la oportunidad de dejar de lado la insatisfacción recurrente que significa vivir dentro de un sistema cultural y social determinado.

Nota de edición: el contenido de este artículo está en línea con una perspectiva psicoanalítica. De hecho, fue escrito para su interpretación en esa clave.

Ana Elisabet Amarilla

domingo, octubre 27, 2019

La trampa del éxito: una vida enfocada en los objetivos

A todos nos gustaría tener éxito, ya sea a nivel laboral, social, personal o incluso en todos los ámbitos a la vez. De hecho, a eso nos llama la sociedad en la actualidad, lo que ignoramos es que, en la mayoría de las ocasiones, somos víctimas de la trampa del éxito.

 
 
Solo hay que echar un vistazo a los anuncios publicitarios, los mensajes de algunos medios de comunicación o las frases «motivadoras» que utilizan algunas empresas y ciertos profesionales para hacer marketing de sus servicios o productos. «Conviértete en un persona de éxito», «tener éxito es fácil, si practicas esto a diario», «10 pasos para lograr el éxito» o «el éxito tan solo está a un paso…» son algunos ejemplos.

Ahora bien, ¿qué significa para ti la palabra éxito? ¿qué te viene a la mente cuando escuchas a alguien decir que tiene mucho éxito o que ha triunfado por sí mismo? Piénsalo.

«El éxito depende de la preparación previa; sin ella, seguro que llega el fracaso».
-Confucio-

El concepto de éxito que nos hace sufrir

En nuestra sociedad, el éxito está asociado a la consecución de objetivos: un buen trabajo, fama, estatus, una casa de lujo, un gran sueldo… Cuando una persona consigue ese tipo de cosas, se la suele etiquetar como una persona de éxito. El problema es que esta concepción del éxito conlleva también cierta dosis de sufrimiento, especialmente, un sufrimiento innecesario. Es la trampa del éxito.

El éxito asociado a la consecución de objetivos es como una espiral infinita, esa en la que si nos adentramos nunca terminaremos saciados porque siempre estaremos luchando por el siguiente objetivo. Alcanzar un buen trabajo, perseguir un mejor sueldo, más adelante luchar por un ascenso, querer comprarnos un coche mejor, una casa más grande, ropa más elegante, obtener más estatus…

La cuestión es que por mucho que nos esforcemos en ser y tener más y más, casi sin darnos cuenta estaremos perdidos en el laberinto del éxito sin saber cuál es la salida. Pese a que nos engañemos con afirmaciones como «cuando consiga esa meta, habré alcanzado el éxito«.

Según el médico y psicoterapeuta Russ Harris, la trampa del éxito se distingue por un tipo de mentalidad que conlleva como mínimo tres grandes problemas:
  • No existen garantías de que podamos alcanzar esas metas o están tan lejanas que lo único que conseguiremos será sentirnos frustrados y decepcionados.
  • En el caso de alcanzarlas, no nos proporcionaran una felicidad duradera, sino una breve sensación de satisfacción, placer o alegría seguida del deseo de alcanzar el siguiente objetivo.
  • Nos someteremos a una presión constante porque necesitaremos mantener esa sensación de felicidad pasajera para creernos triunfadores y exitosos, ya que en el momento en que no consigamos los objetivos que nos hemos propuesto pasaremos a ser unos fracasados.

Además, no solo eso, esta mentalidad es la responsable, en la mayoría de las ocasiones, de una autoestima muy vulnerable. Si los resultados son buenos, la autoestima será alta, pero cuando no sea así, la autoestima estará por los suelos, debido al concepto de uno mismo como perdedor. La trampa del éxito tiene sus consecuencias.
 
Vivir de acuerdo a nuestros valores: el verdadero éxito

«No trates de ser una persona de éxito; procura más bien ser una persona de valores».
-Albert Einstein-

El verdadero éxito no tiene que ver con los resultados, sino con llevar una vida de acuerdo a nuestros valores. De hecho, esta concepción sobre el éxito está relacionado con la consecución de objetivos a largo plazo, en la que la paciencia, el esfuerzo y el compromiso facilitan el largo recorrido hasta la meta. Eso sí, esa meta, ese objetivo no está inspirado solo en alcanzarlo, sino en el valor intrínseco que conlleva, un pilar mucho más sólido en el que apoyarnos.

En este caso, no se estudia para ser médico, psicólogo o enfermero, sino por el valor central que sostiene ese objetivo: la ayuda a los demás. El ejemplo de Martin Luther King que utiliza Russ Harris en su libro Cuestión de confianza: Del miedo a la libertad puede ayudarnos a comprenderlo:

«Si tenemos en cuenta la idea popular de que el éxito está asociado a la consecución de objetivos, entonces Martin Luther King no tuvo éxito porque no consiguió la igualdad de derechos para las personas de todas las razas. Sin embargo, es una persona recordada, admirada y respetada. ¿Cuál es la razón? Que lucho por algo en función de lo que vivía, por sus valores».

Por lo tanto, la opción de vivir de acuerdo a nuestros valores como definición del éxito determina que podemos experimentarlo en cualquier momento, siempre y cuando, vivamos en base a ellos. Ahora bien, esto no quiere decir que renunciemos a nuestras metas, sino que las establezcamos a partir de los valores que consideremos importantes para nosotros.

Tan solo hay que cambiar la dirección de nuestro foco, su luz ya no iluminará el resultado, sino el proceso que hay que recorrer para conseguirlo y que está sujeto a unos valores, es decir, a la forma de actuar que pondremos en marcha para conseguirlo. Una actuación desde el compromiso y la implicación que permitirá disfrutar de cada paso del camino, aun cuando no sea posible alcanzar la meta propuesta.

Gema Sánchez Cuevas

sábado, octubre 26, 2019

Culpa, vergüenza y orgullo: las emociones autoconscientes

Experimentar vergüenza a la hora de dar nuestra opinión, sentir culpa por aquello que un día hicimos u orgullo por un logro conseguido… Cualquiera de los ejemplos anteriores corresponde a una serie de emociones en las que existe una evaluación relativa al propio yo y que en el ámbito de la psicología se han denominado emociones autoconscientes.

 
 
Se trata de estados emocionales que tienen una serie de características comunes, pero que también presentan unos rasgos específicos según como se evalúe la conducta y la atribución que se haga de la misma. Profundicemos.

«Una emoción no causa dolor. La resistencia o supresión de una emoción causa dolor».
-Frederick Dodson-

Las emociones autoconscientes

En los últimos años, las emociones han cobrado protagonismo, ya no son las grandes olvidadas, sino todo lo contrario. No obstante, aún nos queda mucho por descubrir sobre ellas.

Si bien es cierto que a día de hoy existen bastantes estudios sobre las emociones básicas y la inteligencia emocional, no sucede lo mismo con aquellas en las que su variabilidad y complejidad es mayor, como es el caso de las emociones autoconscientes.

Pese a todo, el interés sobre este tipo de emociones ha aumentado de forma progresiva y ya existen modelos teóricos sobre ellas. Así, según los diversos estudios realizados, las emociones autoconscientes comparten una serie de características importantes:
  • Son emociones secundarias. Esto quiere decir que surgen a partir de la transformación de otras más básicas.
  • Son emociones complejas. Es necesario el desarrollo previo de ciertas habilidades cognitivas, como una noción del yo o autoconciencia, es decir, es necesario que exista una diferencia entre el yo y los demás.
  • Son emociones sociales. Aparecen en contextos interpersonales.
  • Son emociones morales. Este tipo de emociones son fruto de la interiorización de valores, normas y criterios culturales a partir de los cuales se establece qué es correcto y qué no a nivel comportamental. Además, son fundamentales como elementos motivadores y controladores de la conducta moral junto con la empatía.

Por ejemplo, la culpa y la vergüenza son capaces de inhibir conductas consideradas como inmorales o de facilitar aquellas catalogadas como altamente morales, ya que al no hacerlo, se experimentaría una gran vergüenza o culpa. Por otro lado, el orgullo estaría asociado con la buena acción y el reforzamiento resultante de acciones similares en el futuro.

Otro dato importante a tener en cuenta es que a pesar de que este tipo de emociones son consideradas como autoconscientes, los diversos autores que han investigado sobre ellas afirman que la autoevaluación que se realiza no tiene por qué ser consciente ni explícita.
 
Aspectos diferenciales de la culpa, la vergüenza y el orgullo

A pesar de los rasgos que comparten las emociones autoconscientes, también existen ciertos aspectos que las diferencian. Cada una de ellas surge ante un evento determinado, tienen una experiencia subjetiva particular y conllevan una serie comportamientos distintos.

Michael Lewis ha desarrollado un modelo que explica las emociones autoconscientes a partir de dos variables:
  • La evaluación positiva o negativa de la propia conducta.
  • La atribución interna (global o específica) que se hace sobre la conducta.

Según el autor, evaluamos nuestros pensamientos, sentimientos y acciones como éxitos o fracasos según una serie de reglas, estándares y metas, tanto a nivel cultural como personal. Y sobre ellos, llevamos a cabo atribuciones internas, es decir, reflexionamos a qué se deben.

Si consideramos que el éxito o el fracaso se debe a nuestro yo en su conjunto, la atribución interna sería global y si consideramos que es debido a un pensamiento, acción o sentimiento determinado, sería específica. Y partir de ahí, surgiría una u otra emoción.

Además, todo este proceso depende tanto de influencias culturales como de variables personales. Por esta razón, una misma acción puede ser considerada como un fallo por una persona y un éxito por otra y lo mismo ocurre con las atribuciones, las cuales podrán ser globales o específicas dependiendo de la persona.

A continuación, explicamos las características principales de este tipo de emociones según la perspectiva de Lewis. 

Culpa y vergüenza, emociones con autoevaluaciones negativas

Cuando experimentamos vergüenza realizamos una evaluación negativa del yo a nivel global. Deseamos escondernos o desaparecer porque percibimos que hemos hecho el ridículo y lo único que queremos es librarnos de ese malestar. De hecho, experimentamos cierta confusión mental, pero deshacerse de ese estado emocional no es tan fácil como reparar una acción determinada, por lo que recurrimos a mecanismos como el olvido o la reinterpretación de lo sucedido.

Por otro lado, la culpa surge de una evaluación negativa del yo, pero a nivel específico, es decir, por una acción concreta. Nos sentimos culpables por algo que hemos hecho, pensado o sentido, porque hemos hecho daño. Sin embargo, en este caso no se interrumpe la acción, la culpa conlleva conductas para reparar esa acción y librarse así del estado emocional experimentado, además de una reflexión sobre cómo actuaremos en un futuro.

Lewis considera a la culpa como menos destructiva y más útil que la vergüenza, debido a la implicación de medidas correctoras.

Orgullo y hubris, emociones con autoevaluaciones positivas

El orgullo surge a partir de una evaluación positiva del yo de carácter específico. Cuando experimentamos orgullo, lo hacemos porque nos sentimos satisfechos por una acción propia. Al ser un estado emocional placentero es muy probable que nuestra tendencia sea intentar reproducirlo de nuevo.

Michael Lewis en su modelo explicativo sobre las emociones autoconscientes hizo referencia también a una disposición de la personalidad, más que a una reacción emocional, para referirse a un orgullo exagerado: hubris. Se trata de una emoción que no está lexicalizada en inglés ni en el castellano común y que se origina a partir de una evaluación positiva a nivel global que se encuentra asociada al narcisismo en casos extremos.

Cuando una persona experimenta hubris, se encuentra muy satisfecha consigo misma, por lo que intentará mantener ese estado, aunque no resulte tan fácil. Además, suele estar asociado a un sentimiento de superioridad, razón que provoca el rechazo de los demás. 

Conclusiones

¿Qué pensamos cuando sentimos vergüenza? ¿a qué atribuimos nuestro orgullo o por qué experimentamos culpa? ¿reconocemos el estado de hubris en algún momento de nuestra vida? Como hemos visto, si algo diferencia a las emociones autoconscientes es el proceso de desarrollo que las caracteriza relacionado con la evaluación del propio yo. Algo que podemos comprobar en nuestro día a día cuando las experimentamos.

Sin embargo, aún queda mucho por investigar sobre este tipo de emociones tanto a nivel personal como social, como por ejemplo hasta qué punto el orgullo y la hubris suelen ser emociones positivas y cuándo se transforman en estados emocionales con consecuencias negativas.

El universo emocional es apasionante, pero no deja de ser complicado y en ocasiones misterioso, debido a que está sujeto por un gran número de variables y aspectos. Aun así es fundamental su estudio porque nos facilita el estudio y la comprensión de nuestra esencia, un aporte más para completar la respuesta a uno de nuestros grandes interrogantes: ¿cómo funcionamos?

Gema Sánchez Cuevas

viernes, octubre 25, 2019

Aquellos que «necesitan» ser amados, pocas veces encuentran lo que buscan

Pocas fuentes de sufrimiento son tan desgastantes como amar desde la necesidad y la carencia, desde la obsesiva esperanza de recibir siempre algo a cambio, aunque sean las sobras… Aquellos que buscan ser amados por encima de todo, o dispuestos a sacrificar todo, son también los que siempre se conformarán con menos de lo que merecen, los que buscarán afecto en los lugares equivocados.

 
 
Es la historia de siempre, lo sabemos. Puede que nosotros mismos la hayamos pasado, superado y dejado bien atrás, pero lo que queda claro es que pocas frases se escuchan tanto en nuestro día a día, ya sea en una cena con amigos, en la consulta de un psicólogo o en el vagón del metro a las 8 de la mañana como el clásico «….pero si yo solo quiero que me quieran!»

«Así que lo mejor es que cada uno plante su jardín y decore su propia alma antes de tener que esperar a que alguien nos traiga flores»
-Jorge Luís Borges-

Cabe decir que de poco sirve que le contestemos a esa persona el ya más que recurrido «Siempre puedes tener a alguien que te quiera: ese alguien eres tú», porque no sirve, porque hay quien no sabe muy bien cómo se hace eso de amarse a uno mismo cuando el vacío es tan grande y la necesidad apremia, ciega y desespera. Porque pesa más la carencia que la paciencia de sentarse con esa persona que se refleja en el espejo para hablar con ella y convencerla de que nada tiene sentido si no existe el amor propio.

Podríamos decir casi sin equivocarnos que esta es sin duda una de nuestras mayores cuentas pendientes en el aspecto psicológico y afectivo, el hacer ver a muchas personas, sobre todo a nuestros adolescentes, que el amor no puede existir desde la necesidad. «El te quiero porque te necesito» hunde sus raíces en el mismísimo miedo, y eso no es lícito ni saludable. Porque el buen amor es la expresión misma de la libertad, de la realización personal y el bienestar. 
 
Todos queremos ser amados, pero necesitarlo veta nuestra libertad

Todos conocemos la teoría, pero en nuestro día a día nos despistamos. Todos sabemos que necesitar ser amados veta nuestro crecimiento personal, que nos hace cautivos de las personas equivocadas, de esas a quienes nos aferramos esperando que sean nuestra salvación, que den sentido a cada uno de los vacíos que orlan nuestro corazón y nuestros sentidos.

Conocemos la teoría, la hemos leído en los libros, nuestros conocidos nos recuerdan que no vamos por buen camino, que lo primero es quererse a uno mismo…y sin embargo, ahí estamos, reincidiendo y haciendo de nuestras heridas cicatrices más grandes.

Sin embargo… ¿por qué llegan a cronificarse estas conductas? ¿Por qué aún teniéndolo claro hay quien sigue alimentando su necesidad de ser amado? Estas serían alguna de las razones.
  • Quienes necesitan de forma obsesiva ser amados no cuentan, por lo general, con un modelo de referencia en el que basarse. Es común que las dinámicas familiares en las que creciera la persona necesitada de afecto se basaran en un estilo de apego equivocado. Se le educó en un amor que, lejos de nutrir fortalezas y autoestimas, ocasionó serias carencias.
  • Las personas que necesitan más amor se conforman con mucho menos. Esto hace que lleguen a aceptar cualquier cosa que les llegue, sin evaluarla, sin poner filtros. Se ajustarán a la fuerza a esa relación como la pieza cuadrada de un puzzle que busca encajar en un hueco triangular. Harán a su vez casi cualquier cosa para ser dignos, para recibir afecto, atención y consideración… Sin embargo, al no lograrlo, sus vacíos se harán más grandes y su necesidad de ser amados se intensificará. 
  • Viven en la contradicción continua. Este hecho es sin duda muy llamativo a la vez que destructivo para la persona que lo sufre. Tal y como hemos señalado, todos sabemos que la necesidad obsesiva y constante de ser queridos y reconocidos no es saludable. Sin embargo, hay quien no puede evitarlo, hay quien con el corazón roto y la dignidad por los suelos reincide en una nueva relación de la misma talla, forma y color porque es lo único que conoce, porque sigue primando en exceso la necesidad de recibir desde fuera lo que falta, en lugar de nutrirse desde dentro. 
La importancia de «dejar de necesitar»

Todos nosotros tenemos «necesidades» o aspiraciones importantes: un buen trabajo, una casa más grande y hasta un poco más de suerte en esto de la vida… Sin embargo, son «necesidades» livianas, vacuas y anecdóticas que en raras ocasiones generan dependencia o adquieren profundidad. Somos conscientes de que nuestro día a día iría un poco mejor si lográramos esas aspiraciones, pero no nos obsesionan: las entendemos más como deseos que como necesidades.

Una buena idea en este sentido pasa por corregir términos y vivir de acuerdo a ellos con más integridad. En lugar de necesitar ser amados, deseemos ser amados. Conjuguemos otros verbos y otros enfoques. Asimismo, cambiemos la obsesión relacionada con «encontrar» un amor por «dejar» que sea el amor quien nos encuentre a nosotros. 

Permitamos que sea el destino, la casualidad o la propia vida quienes nos acerquen hacia esa persona especial, mientras nosotros no dejamos de cuidar de nuestro jardín interior. Buscando o encontrando cierto placer en esa soledad, sin apegarnos a un ideal imposible, sin poner ante otros un cuenco vacío esperando ser nutridos con lo que quieran ofrecernos….

Cuidemos por tanto de nuestro amor propio alimentando nuestras propias cuotas de reconocimiento y cariño. Esas que cuando están cubiertas impiden que nos maltratemos o que nos maltraten, impidiendo que tengamos que entregar nuestra dignidad para conseguir sentirnos queridos.

Valeria Sabater

jueves, octubre 24, 2019

Ni tú eres para tanto ni yo para tan poco

No se trata de menospreciar. Cuando expresamos en voz alta eso de «ni tú eres para tanto ni yo soy para tan poco», no estamos infravalorando a la otra persona. Estamos hablando de un juego de fuerzas donde alguien está perdiendo.

 
 
Amar supone construir una relación significativa y enriquecedora donde cada esfuerzo se ve recompensado. Damos y recibimos lo que merecemos, y eso, es algo que se hace con libertad y autenticidad.

En el momento en que uno de los dos ejerce ese poder donde todo debe girar según sus necesidades, aparecen las carencias. Jamás debes conformarte con poco, porque el amor no se mide en cantidades sino en felicidad y en correspondencia.

Hay quien a menudo le expresa a su pareja la idea de que él o ella «lo merece todo». Y sin duda será así, porque amar es desear todo lo mejor para ese ser que habita en nuestro corazón. Lo daríamos todo por nuestra pareja.

Ahora bien, no es adecuado ni saludable aferrarnos emocionalmente a la otra persona hasta el punto de desvanecer nuestra propia integridad. Nadie es para tanto como para que tú, te quedes con tan poco. Te invitamos a pensar en ello. 

No te conformes con poco ni tampoco lo quieras todo 

A menudo, en nuestras relaciones afectivas solemos caer en esas ideas del todo o nada. Son uniones basadas en una dedicación absoluta, donde no caben las intereses personales, un amor que no quiere términos medios y que se complace solo con los extremos.
  • Ninguno de los dos lo merecemos todo de la otra persona, porque tenemos derecho también a disponer de nuestros rincones propios. A cultivar nuestra individualidad, y ese crecimiento personal que se consigue con las elecciones propias, sin el control que en ocasiones algunas parejas ejercen sobre sus cónyuges.
  • A veces, el llamado «amor romántico» es el que populariza esta idea de las relaciones del todo o nada. Son parejas que entienden el amor como control, como posesión personal. Ahí donde los celos son parte de la relación.
  • No debemos aspirar a tenerlo todo de la otra persona. Nadie es poseedor de una vida ajena por mucho que la ame, se trata simplemente de una reciprocidad, de una unión basada en una elección de dos personas maduras que buscan construir «vida en común».

No te conformes con poco. No hay medios amores ni amores de hoy te quiero pero mañana he de pensarlo. Vivir en la incerteza afectiva genera sufrimiento. Y vivir en una relación donde uno está por encima del otro, cincela carencias en nuestro corazón.

La vida no es un todo un nada, y tampoco lo son las relaciones afectivas. Hay espacios propios que respetar y diferencias que aceptar. La complicidad son pactos cotidianos sin ultimatums, es un amor que respeta y acepta alejado de los juegos de poder.
 
Yo quiero ser para ti lo que tú eres para mi 

Ahí estaría la auténtica esencia, la verdad más plena y saludable. Yo quiero ser para ti lo que tú eres para mi. Y en efecto, sabemos que conseguir esto es en ocasiones muy difícil, que es algo a lo que todos aspiramos.

Quiero un amor basado en la reciprocidad, donde nada me sepa a poco. Donde mi dedicación y afecto sea correspondido, donde mi presencia reconocida, mi voz escuchada, y mi persona tan amada como la tuya lo es a mi corazón.

Es posible que todos estos conceptos te sean complicados de conseguir y que lo veas más como una aspiración que como una realidad. Ahora bien, no hay esperanza que la mente no sueñe y que nuestras emociones anhelen, por ello te invitamos a reflexionar en estas ideas:
  • Antes de obsesionarte en buscar una persona que te complemente, o que sea capaz de llenar tus carencias, procura convertirte en aquello que deseas encontrar.
  • Sana tus heridas, encuentra tu equilibrio y sé artífice de tu propia vida para poder ser esa persona que sabe ser feliz con sigo misma, y a su vez, hacer feliz a los demás.
  • Evita esos apegos poco saludables donde aferrarte de forma ciega a alguien. No dejes que tu felicidad dependa de los caprichos o cambios de humor de la otra persona.
  • Nadie merece que lo amen mal, a ratos, con los ojos cerrados o a extremos del hoy te lo doy todo y mañana solo un poco.
Mereces un amor maduro y consciente anudado en esfuerzo cotidiano e hilado en un cariño que sabe de detalles, que sabe de reciprocidad.

Valeria Sabater

miércoles, octubre 23, 2019

Cuidar a los demás es cuidar de nosotros mismos

Ayudar, dar entregar, contribuir, alimentar, tender la mano, escuchar, proteger, acudir o abrazar. Todos estamos de acuerdo con el acto de valentía y generosidad que nos requieren estas acciones relacionadas con cuidar a los demás, porque cuestan. 


 
Sin embargo, también dan y lo que dan está más oculto que lo que cuestan. Porque aquello que recibimos con nuestra entrega se confunde y emana de su propia actuación. De ahí que no lo distingamos de forma tan clara, de ahí que quién no la practique mire con incomprensión al que lo hace de manera cotidiana, de ahí que sea lo distinto entre lo normal.

Para diferenciarse de quienes no comparten no hace falta hacer un largo viaje en busca de personas necesitadas, desgraciadamente basta con abrir los ojos y mirar. De escuchar a quién pide algo para comer, una firma para que no se cometa una injusticia o un rato para charlar

¿Qué quiere decir cuidar?

Este término proviene del español antiguo “coidar” y este del latín “cogitare” que significa pensar. Si buscamos la definición en el diccionario nos encontramos con: poner atención, diligencia o solicitud en la ejecución de algo. Cuidar también se refiere a asistir, conservar y guardar.

Piensa cuando estás cuidando de algo o alguien. Por ejemplo de tu hijo, de tu mascota o de una planta. Cuidar indica que te estás dedicando a él, dejando de lado tus cosas y prestando atención a lo que necesita.

El hecho de cuidar a los demás es diferente en función del ser vivo cuidado. A un niño le arropas, a un perro lo llevas al veterinario y a una planta la riegas. Al cuidar, no importa la acción puntual, sino la actitud que tienes hacia ese ser.

Incluso también podemos cuidar objetos (como el coche o la casa) y cuestiones abstractas (la ideología, los valores) y siempre es lo mismo… les ofrecemos tiempo y dedicación para que estén protegidos y no se dañen, corrompan o empeoren.
 
¿Primero tengo que cuidar de mí?

Seguro conocerás la frase “ámate primero a ti mismo para luego amar a los demás”. Algo similar sucede cuando cuidas a los demás. Es preciso que en primer lugar te sientas cuidado por ti, para que después tengas la capacidad de cuidar a otro.

Pongamos un ejemplo muy práctico donde se demuestra que es preciso cuidarnos para luego cuidar al otro. El protocolo de aviación indica que en caso de turbulencia, cuando cae la mascarilla de oxígeno primero debemos ponemos la nuestra y luego la de nuestros hijos. ¿Eso es ser un mal padre? Para nada. Significa que estás cuidando tu integridad física para poder encargarte del pequeño, sino nadie lo hará por ti.

Entonces no puedes pretender pasarte horas y horas en vela cuidando a un familiar enfermo si no duermes tú y estás despierto, en condiciones de prestar atención a sus necesidades. No estás siendo egoísta, sino todo lo contrario. Te estás poniendo en disposición de ayudar de manera inteligente y no desesperada.

No confundas amor propio con egoísmo. No te sientas culpable. Los egoístas llenan su autoestima beneficiándose de los demás. Los que tienen amor propio se dan cuenta de que si primero se respetan a sí mismos luego les será mucho más fácil respetar a los demás

Cuidar a los demás es cuidar de uno

Nuevamente acudiré al refranero popular. “No hagas al otro lo que no quieres que te hagan a ti”. Podría usar una frase positiva que indique “hazle al otro lo mismo que a ti te gustaría”.

Cuando vas a cuidar a alguien debes pensar en la manera que a ti te gustaría que te cuidasen. Si estuvieses enfermo, ¿qué debería tener en cuenta tu cuidador? Si fueses un niño, ¿de qué manera te protegería tu madre o padre? Cuando llegues a anciano, ¿cómo te gustaría que se encargaran de ti tus seres queridos?

Cuidar a los demás es una de las tareas más nobles a las que podemos aspirar: cuidar nos hace útiles, constructores y valiosos frente a nosotros mismos y frente a los demás. Quizás ni Dios, ni el Karma ni el mundo te lo agradezcan pero tú corazón seguro que lo hará.

Yamila Papa

martes, octubre 22, 2019

Hablar con uno mismo: una práctica muy terapéutica

Hablar con uno mismo en voz alta tiene poco de locura, al igual que establecer un diálogo interno donde desmenuzar tristezas y difuminar preocupaciones. Es más, pocas prácticas resultan más terapéuticas, porque al fin y al cabo todos vivimos con nosotros mismos, y comunicarnos con el propio ser es algo vital, algo catártico y emocionalmente necesario para atendernos como merecemos.

 
 
Con gran acierto, Aldous Huxley decía que solo hay una pequeña parte del universo que podremos conocer en profundidad y mejorarla, y esa parte es la nuestra, la que nos pertenece: nosotros mismos. Sin embargo, por curioso que parezca no siempre le damos la atención que merece. Nos descuidamos como quien deja en un cajón su diario personal, como quien deja en bolsillos ajenos las llaves de casa.

“Ni siquiera el mejor explorador del mundo hace viajes tan largos como aquel hombre que desciende a las profundidades de su corazón”
-Julien Green-

Es más, según nos explican los psicólogos todos nosotros hacemos uso del diálogo interno; sin embargo, lo hacemos del peor modo posible. Un ejemplo, Ethan Kross, conocido científico de la psicología emocional de la Universidad de Michigan se dio cuenta de que el ser humano es irremediablemente propenso a la auto-conversación negativa.

Él mismo lo percibió cuando una mañana mientras iba pendiente de su teléfono móvil. Sin darse cuenta, cruzó un paso de cebra con el semáforo en rojo. Tras esquivar a duras penas un coche que a punto estuvo de atropellarlo, se sorprendió a sí mismo pronunciando su propio nombre en voz alta y recriminándose lo estúpido que podía llegar a ser.

La mayoría lo hacemos. Cuando algo no sale como esperamos o cometemos un error, no tarda en salir esa ávida voz de la conciencia diciéndonos lo torpes o inútiles que somos. Y es eso, ese diálogo interno negativo persistente lo que nos aboca a serios estados de indefensión y a bordear de forma peligrosa el abismo de la depresión. Evitémoslo, cambiemos el discurso. 
 
Hablar con uno mismo, clave de salud

El profesor Ethan Kross, antes citado, llevó a cabo una serie de experimentos en la Universidad de Michigan donde concluyó con algo tan interesante como útil: las personas que hablaban consigo mismas y que empezaban sus diálogos pronunciando su nombre tenían más éxito en sus vidas, mostraban mayor seguridad personal y se percibían como más felices.

Puede que a simple vista nos parezca algo ingenuo. Sin embargo, hablar con uno mismo nos permite algo que no podemos dejar de lado: el cerebro funciona mucho mejor, su capacidad de percepción es más hábil y además gestionamos de forma adecuada nuestro mundo emocional. Por tanto, no estamos ante ninguna fórmula sacada de la manga, el diálogo interno tiene un claro beneficio avalado por la ciencia, y son muchos los estudios que nos lo vienen demostrando.

Veamos más datos en detalle. 

El diálogo con uno mismo mejora nuestra capacidad intelectual

Hablar con uno mismo no nos hará más inteligentes de un día para otro. Lo que sucederá es que mejoraremos nuestra capacidad intelectual, es decir, potenciaremos nuestra atención, nuestra capacidad de reflexión, decidiremos mejor, nuestra concentración estará más focalizada y controlaremos las distracciones.

Algo tan simple como decirnos a nosotros mismos aquello de «A ver María, céntrate más y piensa que vas a hacer ante este problema…» o «Carlos, estás perdiendo el tiempo inútilmente, cálmate y reflexiona sobre lo que está pasando», nos ayudará sin duda a mejorar muchos de nuestros procesos cognitivos.

«Hay tres cosas extremadamente duras: el acero, los diamantes y el conocerse a uno mismo”.
-Benjamin Franklin- 

Hablar con uno mismo mejora la autoestima

Cada uno de nosotros vive en un entorno determinado y con una serie de personas con las que se lleva mejor o peor. Sin embargo, más allá de todo ese contexto, con quien compartimos la vida realmente es con nosotros mismos. ¿Por qué excluirnos entonces de esa ecuación? ¿Por qué no quedar con uno mismo a lo largo del día para tomar un té o un café y hablar sobre cómo va todo?

Nadie nos tildará de locos, y quien lo haga se pierde seguramente una de las mejores técnicas de autoayuda y crecimiento personal. Estas son unas pequeñas muestras de ello.
  • Hablar con uno mismo nos permite «centrarnos en el momento presente con las emociones presentes» para tomar conciencia de ellas, entenderlas, gestionarlas.
  • El diálogo interno es también una poderosa fuente de motivación, la más sincera, la más confiable y la que nunca debe fallarnos. Así, y aún en las situaciones más adversas, nada puede ser más energético que decirnos a nosotros mismos eso de «adelante, Ángela, lo estás pasando mal pero no puedes rendirte ahora, vamos allá».
  • Por otro lado, algo que también nos explican en una publicación del «Quarterly Journal of Experimental Psychology» es que al hablar en voz alta activamos un «interruptor» en la corteza cerebral, ese donde se asienta la conciencia del «yo». De este modo, desarrollamos un mejor control psicológico para pensar con mayor claridad y de forma más eficiente.
  • Asimismo, al dar paso a esa voz interior más calmada y más segura, ganamos en perspectiva y relativizamos los pensamientos negativos y rumiantes. 
 
Para concluir, algo que conviene tener claro sobre los beneficios de hablar con uno mismo es que estos solo serán posibles si somos capaces primero de controlar la conversación interna negativa. Esa que cada poco nos susurra eso de «que hagas lo que hagas todo va a salir mal» o que «te has equivocado una vez más, está claro que no tienes remedio».

Evitémoslo. Al fin y al cabo no hay nada peor que convertirnos en nuestros peores enemigos. Recordemos, por ejemplo, el modo en que definió Sócrates a los pensamientos: «son una conversación honesta que alma tiene consigo misma». Procuremos entonces no maltratarla, cuidémosla como el bien preciado que es y hablemos con ella de forma positiva, constructiva y afectiva.

Valeria Sabater

lunes, octubre 21, 2019

La Diferencia entre el Subconsciente y el Inconsciente

Hoy hablaremos de la diferencia entre el inconsciente y el subconsciente.
Estos dos términos se usan muy habitualmente, pero a menudo hay dudas sobre a qué se refieren exactamente.
De hecho, no siempre está claro si el subconsciente y el inconsciente son lo mismo o cosas diferentes.
Hoy hablaremos en detalle de este tema.
Está muy relacionado con nuestra naturaleza profunda y con el proceso que nos ha traído hasta aquí.

La Mente Consciente y la Mente No Consciente

El primer paso para comprender bien cualquier concepto profundo es tener presente que las palabras concretas que usamos para hablar de él no son lo más importante, lo que realmente importa son las ideas que hay detrás de estas palabras.
Y en el caso del subconsciente y el inconsciente, la idea más importante es que hay una parte de nuestra mente que percibimos de forma consciente y otra que no. Algo así:

subconsciente e inconsciente 1

La parte consciente contiene todas las ideas y vivencias que podemos percibir y recordar conscientemente, y la parte no consciente contiene las ideas y vivencias que ahora mismo no recordamos.
A partir de aquí, podríamos debatir sobre cuáles son las mejores palabras para referirnos a esta parte que no vemos. Y, como pasa a menudo entre las personas, seguramente habría diversidad de opiniones. Unos dirán que hay que usar la palabra “subconsciente”, otros dirán que es mejor “inconsciente”, y otros propondrán otras posibilidades. En psicología, por ejemplo, se usa principalmente la palabra “inconsciente”. En otros ámbitos, en cambio, se usa más “subconsciente”.
Pero esto es secundario.
Lo importante es tener claro el concepto: hay una parte de nuestra mente que no percibimos de forma consciente.

Los Diferentes Niveles de la Mente No Consciente

Una vez tenemos claro que hay una parte de nuestra mente que no percibimos conscientemente, y que comprender esto es mucho más importante que las palabras que usamos para referirnos a ella, podemos añadir una idea más.
La parte no consciente de la mente tiene diferentes niveles de profundidad.
Dentro de la mente no consciente, hay ideas que pueden convertirse en conscientes sin mucha dificultad, y otras que están muy enterradas y que es más complejo llegar a ellas.
Por ejemplo, no es lo mismo un acontecimiento sin mucha importancia que sucedió hace un año y que hemos olvidado (y que podríamos recordar con relativa facilidad), que un recuerdo traumático de una vida pasada (hablaremos de esto en breve). Los dos están en la parte no consciente de la mente, pero uno está mucho más enterrado que el otro. Y esto hace que sea mucho menos accesible (más difícil de hacerlo consciente).
Lo mismo sucede con todas las demás ideas de la mente no consciente: en función de cuándo y cómo se generaron, están más o menos enterradas y son más o menos accesibles.
Y con esto podemos dividir la parte no consciente de la mente en niveles: en los niveles más superficiales están las ideas no conscientes más accesibles, y en los niveles más profundos están las ideas más enterradas y difíciles de acceder.

La Diferencia entre el Subconsciente y el Inconsciente

Al hablar de los niveles de la mente no consciente sucede lo mismo que al hablar de la mente consciente y la mente no consciente: lo más importante es el concepto y no las palabras.
Alguien podría preguntar: ¿y cuántos niveles no conscientes hay? ¿Y cómo se llaman estos niveles?
Pero no hay una respuesta absoluta a estas preguntas. Todas las clasificaciones son arbitrarias, y dependen de los criterios que se usen para clasificar. Con un determinado criterio pueden salir tres niveles, con otro siete y con otro doce. Y también podría decirse que en realidad no hay niveles claramente diferenciados, porque todo forma un continuo. Y todas las opiniones pueden ser válidas.
Lo importante es tener claro el concepto: dentro de las ideas no conscientes, algunas son más accesibles y otras son menos accesibles.
Dicho esto, la clasificación más sencilla es utilizar dos niveles: uno para las ideas no conscientes más superficiales y otro para las más profundas.
Y esta es una posible utilidad de las palabras “subconsciente” e “inconsciente”.
En algunos lugares se usa la palabra “subconsciente” para referirse a la parte de la mente no consciente más superficial (la palabra “subconsciente” hace referencia al hecho de estar justo debajo del consciente), y la palabra “inconsciente” para referirse a la parte de la mente más profunda y difícilmente accesible. Así:

subconsciente e inconsciente 2

Pero esta no es la única posibilidad, ni mucho menos. También podríamos utilizar las expresiones “subconsciente superficial” y “subconsciente profundo”, o “inconsciente superficial” e “inconsciente profundo”. No hay que olvidar en ningún momento que lo que importa son los conceptos, no las palabras.
Y el concepto principal es que hay una parte de la mente que no vemos, y que dentro de esta parte hay zonas más profundas y zonas más superficiales.

Qué Hay en el Subconsciente y en el Inconsciente

Llegados hasta aquí, puede surgir una cuestión interesante: ¿y dónde está la frontera entre lo que consideramos “ideas no conscientes más superficiales” e “ideas no conscientes más profundas”?
¿Qué hace que una idea sea más superficial y que otra sea más profunda?
Al intentar responder esta pregunta, lo más habitual es empezar a analizar nuestra existencia humana actual y, a partir de ella, intentar ver qué ideas y recuerdos pueden ser más profundos.
Pero en realidad, nuestra existencia va mucho más allá de nuestra forma humana actual. Y, por lo tanto, nuestras ideas y recuerdos también.
Es decir, nuestra mente no consciente contiene ideas y recuerdos de muchas existencias, no solo de la actual.
Según las creencias que tenga cada uno, esta afirmación puede sorprender de entrada, pero en el fondo lo dice incluso la ciencia: “todo es energía, y la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma”. Esto significa que somos energía, y que no nos creamos ni nos destruimos, solo nos transformamos. Si representamos nuestra existencia como una línea, esta línea se remontará a mucho antes de lo que llamamos “nacimiento”. Así:

subconsciente e inconsciente 3 
Esta imagen es muy importante, porque pone de manifiesto un punto de inflexión muy claro en nuestra existencia: el momento del nacimiento. Todo lo que es anterior a este momento (lo que vivimos en existencias anteriores) suele estar muy enterrado; pocas personas recuerdan cosas anteriores al nacimiento. En cambio, todo lo que hemos vivido en la existencia actual, aunque puede estar más o menos oculto, es relativamente accesible.
Y esto encaja directamente con lo que estamos explicando.
Personalmente, no creo que sea necesario marcar una frontera rígida entre el subconsciente y el inconsciente. De hecho, yo casi siempre uso estas dos palabras de forma indistinta para referirme a la mente no consciente.
Pero si queremos una definición más concreta del subconsciente y el inconsciente, podemos usar el momento del nacimiento como punto de referencia y decir que todas las ideas de antes de nacer son el “inconsciente” y las ideas de después de nacer son el “subconsciente”.
Las ideas y recuerdos de nuestra existencia actual pueden ser relativamente profundos, pero no muy profundos, porque son relativamente recientes. En cambio, las ideas y recuerdos de existencias anteriores son mucho más profundos, porque nunca han pasado por nuestra mente consciente durante nuestra existencia humana actual, y generalmente cuesta más llegar a ellas.

El Poder del Subconsciente y el Inconsciente

Esta definición de subconsciente e inconsciente tomando como referencia el momento del nacimiento no es la única posibilidad, ni mucho menos; pero tiene sentido, porque el momento de nacer en la Tierra en esta vida actual marca un cambio muy grande en nuestra trayectoria eterna. De hecho, marca un punto de inflexión tan grande, que la mayoría de nosotros creemos que no hay nada antes de ese momento.
Pero como hemos comentado varias veces en el artículo, los nombres no son importantes. Da igual que usemos las palabras “inconsciente” y “subconsciente” de una manera u otra. Lo que importa es el concepto.
Todos nosotros tenemos una existencia que va mucho más allá de nuestra llegada a este planeta. Y toda la informació sobre esta larga existencia está dentro de nosotros.
Toda la información sobre tu vida humana actual está en ti.
Y toda la información sobre tus existencias anteriores también.
La única diferencia es que la información sobre existencias anteriores suele estar en un lugar más profundo y cuesta un poco más acceder a ella. En cambio, la información sobre tu vida actual es mucho más reciente, y es más fácil recordarla.
Pero, en el fondo, todo está en ti.
Podemos usar las palabras que queramos para hablar de ello.
Lo importante es que está en ti.
Un gran abrazo,
Jan

domingo, octubre 13, 2019

Puedes contar conmigo, personas que nos ayudan a salir del abismo

Hay personas que son nuestro salvavidas en momentos de angustia. Aquellas que nos dicen «puedes contar conmigo», y no titubean a la hora de estar ahí para nosotros. Son maravillosos seres que nos brindan compañía y refugio.

 
 
A veces necesitamos de ellas, otras somos más independientes, aunque nos gusta contar con su apoyo. Pero, ¿cuál es el papel real que juegan en nuestras vidas? A través de este artículo hablaremos de esta cuestión. Además, mostraremos cómo son estas personas y qué se dice de ellas en la investigación actual.

¿Cómo son las personas que dicen «puedes contar conmigo»?

Cada persona es única. Aquellas que nos dicen «puedes contar conmigo», pueden ser: quienes están siempre que lo necesitemos; las que, aunque no estén presentes nos brindan su apoyo; las que nos dan una mano, pero no están disponibles en todos los instantes.

Entonces, poder contar con alguien no significa que esté siempre presente. Puede estarlo no; en el caso de estar, además, puede hacerlo de distintas maneras. Por ejemplo, a pesar de la distancia, hay quienes nos apoyan, incluso aunque no hablemos con ellos.

Este tipo de personas podrían ser más generosas en sus relaciones. Sin embargo, no lo son porque, aunque brinden apoyo al otro, respetan su espacio. Es decir, ponen límites. Pensemos que incluso los profesionales lo hacen; aunque sea su trabajo, tienen también unas necesidades propias que satisfacer.

También pueden ser aquellas personas que están para nosotros siempre que lo necesitamos. Esto, aunque pueda resultar muy «rentable» para la persona que demanda, también puede resultar agotador para quien da, pues van cediendo poco a poco a sus necesidades propias por estar ahí para los demás.
 
¿Cuál es su importancia?

A veces podemos pensar que no es importante contar con el apoyo de los demás. Sin embargo, lo es, de hecho, su ausencia o carencia puede afectar nuestra salud. Por otro lado, puede que rechacemos la ayuda de los demás; un gesto que necesariamente no tiene por qué indicar que no nos sirve.

Podemos negarnos a aceptarla por otros factores. Por ejemplo, por vergüenza, o miedo a aceptar que somos vulnerables. Sin embargo, contar con un apoyo puede mejorar nuestra calidad de vida.

Resulta que el ser humano se desarrolla en distintos campos. El psicosocial es uno de ellos. Se trata del ámbito de los vínculos que establecemos con los demás. Su importancia se debe a que podemos contar con mayor seguridad, sentirnos protegidos, desarrollar empatía, expresar lo que sentimos, y motivarnos, entre otros factores.

Además, el grado de satisfacción a nivel psicosocial repercute en los otros aspectos de nuestro desarrollo: físico, emocional, cognitivo y espiritual. Esto sucede porque somos seres integrales. Así, contar con personas que nos dicen «puedes contar conmigo» puede sumar para mejorar nuestro bienestar.

Ahora bien, no todas las personas que nos acompañan con esta frase están de una manera efectiva para nosotros. Lo importante es contar con aquellas que construyen relaciones sanas, que nos brindan apoyo y cariño mientras que respetan aquellos límites que no queremos que sobrepasen.

¿Por qué la investigación está haciendo hincapié en este tipo de soporte?

La salud es definida como ‘el estado de bienestar físico, psicológico y social’ por la Organización Mundial de la Salud. Entonces, al contar con vínculos que nos aporten podría mejorarla, aunque también son esenciales los otros dos campos.

De estudiar esto se están ocupando diversos investigadores actuales. Por ejemplo, Nunes Baptista, Rigotto, Ferrari Cardoso y Marín Rueda, quienes publicaron el artículo «Soporte social, familiar y autoconcepto: relación entre los constructos«, en el que sugieren que hay diferencias en cuanto a la percepción del soporte social y familiar en hombres y mujeres, y que este repercute en la sensación de bienestar de la persona, y puede estar relacionado con el autoconcepto.

Otros estudios se centran en la salud y su vínculo con el soporte social. Lemos Giráldez y Fernández Hermida hablan de este asunto en su artículo publicado en la revista Psichotema, en el que revisan su influencia en la salud y sugieren que el soporte social podría llegar a ser crucial en la evolución de algunos trastornos.

Contar con alguien nos ayuda a sentirnos acogidos, nos brinda un soporte maravilloso, especialmente en aquellos momentos en los que lo necesitamos. Por otro lado, demandar esta ayuda no nos hace inferiores a nadie, no nos coloca un escalón por debajo de ninguna dignidad. De hecho, en muchos casos es un ejercicio de inteligencia y valentía.

Además, brindar apoyo puede hacer que alguien, que no veía salida para su problema, salga adelante. Sumar nuestras manos a las de esa persona podría hacer que su actitud cambiara. Entonces, nuestras palabras, nuestros abrazos y otras acciones pueden sacar a la luz a alguien que se encuentra en un profundo abismo. Todo puede comenzar por la frase «puedes contar conmigo».

María Alejandra Castro Arbeláez

sábado, octubre 12, 2019

La fuerza de tus emociones impulsa tu vida

La fuerza de tus emociones precede a menudo al propio pensamiento. No podemos olvidar que las personas somos al fin y al cabo entidades emocionales que aprendieron a pensar hace poco más de 100.000 años. Las emociones, por su parte, fueron siempre esa raíz primaria en nuestro cerebro; un conjunto de procesos esenciales que garantizaron nuestra supervivencia.

 
 
Asumir esta idea no siempre es fácil. No lo es en primer lugar porque a la mayoría de nosotros nos gusta pensar que tenemos pleno control sobre cada cosa que hacemos y decidimos. Sin embargo, pasamos por alto que gran parte de nuestro comportamiento está regido por un universo emocional poderoso, pero velado, del que no siempre somos conscientes.

Reflexionemos sobre ello un momento. Cuando nos levantamos por la mañana, lo hacemos con un estado emocional determinado; unas veces más motivados, otras con la voluntad un poco más ensombrecida. El modo en que nos sintamos impregna por completo nuestra jornada.

El primer impulso que media cada paso que damos, ya sea grande o pequeño, viene filtrado por la emoción. Bien es cierto que, en muchos casos, después intentamos razonar cada decisión tomada, pero en un principio, son ellas las que nos dan el primer empujón y dejan a su vez una impronta. Asimismo, tampoco podemos negar que muchas de nuestras compras están mediadas por las emociones, al igual que nuestras relaciones sociales y afectivas.

Su trascendencia, su impregnación y su gran complejidad, conforma cada cosa que hacemos y el modo en cómo reaccionamos con el entorno. Es un hecho innegable.

«No quiero estar a merced de mis emociones. Quiero usarlas, disfrutarlas y dominarlas”.
– Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray- 
 
La fuerza de tus emociones media en cada cosa que haces

Algo que se repite con frecuencia en cualquier libro de autoayuda o gestión emocional es aquello de: «tienes que aprender a controlar tus emociones». En esos manuales (al igual que en el lenguaje popular) no faltan términos como «gestionar», «dominar» y «manejar». Muchos podrían pensar al leer estas palabras que una emoción es casi como un coche o como una cuenta corriente que hay que saber administrar.

Pues, bien, nadie podrá controlar ni manejar nada si no comprende básicamente qué es lo que tiene entre manos o, mejor dicho, en las profundidades neurales de su cerebro. Así, el neurólogo Antonio Damasio nos acerca a este universo. En libros como En busca de Spinoza o El extraño orden de las cosas nos ofrece datos muy interesantes.

Veámoslo a continuación. 

Tus emociones quieren que sobrevivas y que estés bien

Una emoción es básicamente una respuesta química y neuronal. Esa reacción la genera nuestro cerebro cuando procesa un estímulo que requiere de algún tipo de comportamiento por nuestra parte (yo veo una serpiente, sé que puede ser un peligro. Así, lo normal es que me aparte sin «ni siquiera pensarlo»). Asimismo, es respuesta química interna genera un gran número de cambios en nuestro cuerpo con una única finalidad; ayudarnos a ejecutar una respuesta conductual.

La fuerza de tus emociones tiene como propósito ayudarte a reaccionar ante aquello que acontece a tu alrededor. Lo hace para que sobrevivas y alcances nuevamente la homeostasis, es decir, el equilibrio y el bienestar. Ahora bien, por término medio, existe un problema básico y esencial en gran parte de nosotros: no sabemos qué quieren decirnos nuestras emociones.

Miedo, tristeza, rabia, frustración… Muchos de esos estados emocionales a los que etiquetamos como «negativos» también cumplen una función: alertarnos de que algo no va bien y de que debemos reaccionar. Sin embargo, es común dejar que se queden ahí, en lo más profundo de nuestro ser, alterando la homeostasis y generando malestar. 

Emoción, sentimiento y pensamiento

La emoción precede siempre al sentimiento y es también, quien antecede en muchas ocasiones al propio pensamiento. Así, en libros como En Busca de Spinoza de Damasio o en Cómo funciona el cerebro de Francisco Mora nos revelan la importancia de entender la diferencia entre emociones y sentimientos. Las emociones serían del cuerpo y los sentimientos de la mente.

Lo primero que experimentamos es la emoción. Ante cada cosa que nos sucede, ante cada situación, lo primero que experimentamos es una emoción. Ahora bien, la experiencia mental que tenemos ante todos esos cambios que se suceden en nuestro organismo da forma a los sentimientos. Y los sentimientos, a su vez son los que dan impulso a la mente, los que nos ofrecen motivación o, por el contrario, nos bloquean.

Es precisamente durante el último escalón de nuestra evolución, cuando logramos aprender a tener una mayor comprensión y control sobre nuestras emociones. Con el desarrollo de los lóbulos frontal y prefrontal pudimos tomar conciencia de los sentimientos y de las emociones, para dar forma a conductas más afinadas, creativas, racionales y llenas de poder.

Porque no podemos olvidar que emoción y pensamiento nunca pueden ir separados, juntos nos dan mayor impulso. Una emoción controlada y puesta a nuestro favor mediante el pensamiento suele dar forma a los comportamientos más innovadores y positivos.
 
Tus emociones deben ser tus aliadas, no tus enemigas

La fuerza de tus emociones es innegable y a menudo, son ellas las que median en gran parte de tu comportamiento. Asimismo, nuestros sentimientos nos impregnan de esa ilusión que parece revitalizarlos cuando se pega a cada pensamiento que manejamos. Por ello, es importante no solo que sepamos qué es una emoción; sino también saber manejarlas, encauzarlas y ponerlas a nuestro favor.

Lograrlo no es una tarea sencilla. Requiere tiempo, requiere esa autoconciencia por la que estar conectados a aquello que sucede en nuestro interior, respondiendo de manera consecuente. Como bien señala Daniel Goleman, tenemos dos mentes, una que piensa y otra que siente. La felicidad, el auténtico bienestar se halla en lograr que actúen en una misma dirección. Pensemos en ello.

Valeria Sabater

viernes, octubre 11, 2019

5 mitos sobre el estrés


La palabra estrés evoca temor y desagrado, es como un “monstruo” que nos acecha constantemente. Pero, ¿Realmente es tan temible como lo pintan? En este artículo vamos a atrevernos a enfrentar una a una cinco de las más temibles creencias populares que existen acerca del estrés, y ¿Por qué no? Quizás logremos domesticarlo y aprender a usarlo a nuestro favor.
 
 
 
El estrés viene de afuera

Popularmente se cree que el estrés es causado por circunstancias externas, como un divorcio, la pérdida de empleo, exceso de trabajo, etc. Nadie podría negar que estos eventos son desafiantes porque nos sacan de nuestra zona de comodidad

Sin embargo, es en realidad la maraña de creencias negativas (producidas por nuestra mente) la que crea historias de horror que nos quitan el sueño y la paz. Por lo tanto, hacen más difícil superar la situación original. Esto, a su vez, crea un círculo vicioso, ya que al mermar nuestra capacidad de enfrentar el evento, nos estresamos más.

En realidad, el estrés proviene tanto de un suceso externo que nos activa emocionalmente, como del propio pensamiento del sujeto, acerca de dicho suceso. 

El estrés siempre es malo

Sin estrés no podríamos vivir; el estrés, que significa fuerza en inglés, nos da ese extra de activación para hacer frente a las demandas de nuestro entorno.

Resulta que si aprendemos a verlo con otros ojos, hasta puede ser nuestro aliado. ¿Cómo? Bueno, si logramos comprender:
  • Las circunstancias siempre son pasajeras.
  • La incomodidad que sentimos en realidad está demandando que expandamos nuestro potencial.
  • Superar nuestras limitaciones nos trae paz, felicidad y crecimiento personal.
 
La solución al estrés es externa

Bien sea la ingesta de medicamentos, pretender que desaparezca mágicamente el problema, abusar del alcohol, del cigarrillo o las drogas, o mantenerse ocupados compulsivamente, estas soluciones externas son superficiales y engañosas porque nos hacen presa fácil de sucumbir al próximo evento desafiante. Ninguna de aquellas “soluciones” nos proporciona herramientas internas que nos permitan enfrentar cualquier situación que se nos presente. Sí, en cambio, nos ayuda el desarrollo de capacidades tales como la creatividad, la flexibilidad, la apertura mental, la capacidad de meditar (en vez de preocuparse) acerca de la situación y la disposición a aprender de la misma. 

Somos víctimas del estrés

Aunque parezca ilógico, esta perspectiva tiene sus ganancias: crear un drama que nos haga sentir como víctimas, y parecerlo ante los demás, puede despertar lástima y lograr que otros se ocupen de nosotros, evadiendo así nuestra responsabilidad. Pero al hacer esto, cedemos nuestro valioso poder personal, ya que en realidad es mucho lo que podemos hacer: desde aprender de la experiencia y profundizar en cuál es nuestro propósito en este mundo, hasta explorar nuevas y saludables formas de manejar el estrés, tales como el yoga, las acupuntura, las terapias alternativas, la espiritualidad y la meditación. 

El estrés nos toma por sorpresa

No, no, no. El estrés no es un astuto ser malévolo que se aparece de repente para atacarnos. En realidad empezamos a recibir señales, sutiles al principio y luego cada vez más evidentes: desde falta de concentración, tensión muscular, cambios de humor, resfriados constantes, dificultad para dormir, hasta depresión. Por ello, es importante que estemos en “contacto cercano” con nuestro cuerpo, nuestro corazón y nuestras emociones, para así estar atentos a cualquier perturbación que pueda indicar que algo no está bien y poder tomar las medidas necesarias.

Bernardo Peña Herrera

jueves, octubre 10, 2019

Los compañeros de vida te aman tal y como eres

Los compañeros de vida son aquellas personas que significan mucho más de lo que las palabras logran expresan. Son una parte esencial de tu equipo, de tus noches y de tus días, de tus pensamientos, de tus emociones, de tus sueños y de tus desvelos.

 
 
Los compañeros de vida son más que ser amantes apasionados o parejas comprometidas; es amarse sin excusas ni vaivenes, es aceptarse, es ayudarse a crecer, caminar de la mano por la vida y sentirse lleno de amor.

Un compañero de vida significa ser el mejor colchón para las caídas. Un abrigo para el invierno. Un soplo de aire fresco en los momentos infernales. El sol y las estrellas, un cielo lleno de vitalidad.

-¿Me amas?
-Sí.
-¿Hasta dónde?
-Hasta los defectos. 
 
Solo cuando puedes aceptar el ser del otro tal como es, tienes amor

Los compañeros de vida aman de tal manera que la otra persona se siente libre. Lo bonito de un amor así es la conjunción, formar un hogar emocional, un lugar en el que no existe nada más bello que los dos unidos. O sea, podría decirse que el amor compañero es el amor al cuadrado, ese al que casi todos nosotros aspiramos y en el que se entremezclan el compromiso, la pasión y la amistad.

No podemos amar a medias, no podemos “no amar” una parte de nuestra pareja, pues si no lo hacemos en su totalidad no estamos amando nada. Esto no quiere decir que no haya cosas que nos disgusten, pero al fin y al cabo la esencia es lo que necesitamos amar para hacerlo plenamente.

“Te quiero como para invitarte a pisar hojas secas una de estas tardes. Te quiero como para salir a caminar, hablar del amor, mientras pateamos piedritas. Te quiero como para volvernos chinos de risa, ebrios de nada y pasear sin prisa las calles.

Te quiero como para ir contigo a los lugares que más frecuento, y contarte que es ahí donde me siento a pensar en ti. Te quiero como para escuchar tu risa toda la noche. Te quiero como para no dejarte ir jamás.

Te quiero como se quiere a ciertos amores, a la antigua, con el alma y sin mirar atrás”.
-Jaime Sabines, poeta mexicano- 

Amar es un arte basado la honestidad

Amar es un arte que requiere paciencia, cuidado, disciplina, responsabilidad y compromiso. Es un juego de silencios, de conocimientos, de respetos, de libertades, de confianzas y de entregas. Aun con todo, dejarse amar es algo complicado.

La honestidad no solo debe estar en el sentimiento hacia el otro, sino en el amor hacia uno mismo, en la aceptación y en nuestra capacidad de reinventarnos cada día.

Para conseguir esto tenemos que ser capaces de reinventarnos y de superar nuestras dificultades. Tenemos que respetar nuestros ritmos, conocer nuestras necesidades, fluir con el apego, deshacerse de las expectativas, ser generosos y perdonar. Solo así lograremos ser compañeros de vida.
Ser una pareja perfecta, un trabajo de dos

Ser una pareja perfecta no es no tener problemas, sino saber superarlos juntos. Tenemos que enfadarnos, tirarnos los trastos a la cabeza, imponernos, competir, juzgarnos, caer en el error, coger aire, contar hasta diez y soltar aquello que nos atormenta.

Alcanzar el grado de compañeros de vida requiere derribar viejos muros y sanar las heridas de nuestro pasado emocional. Para creer en el amor hace falta creer primero en uno mismo, aferrarnos al presente, coleccionar motivos, pelear y alcanzar las ganas.

Hay que poner especial cuidado en que cada uno recorra su camino, en aceptar nuestros límites y amar nuestras dificultades. Tenemos que “dejarnos ser”, convertirnos en un buen amor, tener la osadía de quitarnos las corazas para aceptar y apreciar nuestra propia vulnerabilidad.

“La verdadera meta de la existencia,
no consiste en amar,
tampoco consiste en dejarse amar.
Consiste simple y llanamente
en convertirse en amor”.
-Thomas Schied-

Raquel Aldana