Las personas con un punto de vista limitado no ven más allá de la línea divisoria de sus propias creencias. Son inflexibles en cuanto a opiniones, ven problemas donde otros perciben soluciones y aplican ese razonamiento rígido donde rara vez surge la deferencia, la duda o la apertura hacia otros enfoques. Este absolutismo cognitivo les sitúa, lo quieran o no, en posiciones de gran desventaja.
En un mundo tan lleno de incertidumbre, de cambios y de estímulos, solo las personalidades flexibles pueden adaptarse a semejante oleaje. No solo nuestra vida laboral y social es compleja, también nuestras relaciones y el trato con las personas que nos rodean tiene sus matices y singularidades. Ante esa amplitud de dinámicas, las mentes rígidas solo encuentran contradicción y sufrimiento.
Ahora bien, ¿qué significa realmente eso a lo que definimos como ‘tener un punto de vista’? Implica mantener una consideración, actitud u opinión hacia un estímulo determinado. Nada de lo que nos rodea es neutral para nuestro cerebro y todo, absolutamente todo, pasa por el filtro de nuestras emociones, de nuestra razón y por el baúl de las experiencias.
No obstante, hay un matiz interesante, y es que nuestros puntos de vista pueden variar. Se sabe, por ejemplo, que cuando somos niños los vamos cambiando a medida que asentamos aprendizajes y vivencias. Así, y llegada la edad adulta, hacemos de determinadas visiones elementos más o menos estables, pero la verdad es que siempre vamos ajustando nuestro enfoque personal.
Lo hacemos porque somos conscientes de que, a veces, nos equivocamos. Ajustamos nuestro punto de vista hacia ciertas ideas, personas o discursos porque descubrimos informaciones nuevas que debemos tener en cuenta. Todo ello, nos ayuda a sobrevivir, a tolerar la complejidad con mayor acierto y sabiduría.
Ahora bien, ¿qué significa realmente eso a lo que definimos como ‘tener un punto de vista’? Implica mantener una consideración, actitud u opinión hacia un estímulo determinado. Nada de lo que nos rodea es neutral para nuestro cerebro y todo, absolutamente todo, pasa por el filtro de nuestras emociones, de nuestra razón y por el baúl de las experiencias.
No obstante, hay un matiz interesante, y es que nuestros puntos de vista pueden variar. Se sabe, por ejemplo, que cuando somos niños los vamos cambiando a medida que asentamos aprendizajes y vivencias. Así, y llegada la edad adulta, hacemos de determinadas visiones elementos más o menos estables, pero la verdad es que siempre vamos ajustando nuestro enfoque personal.
Lo hacemos porque somos conscientes de que, a veces, nos equivocamos. Ajustamos nuestro punto de vista hacia ciertas ideas, personas o discursos porque descubrimos informaciones nuevas que debemos tener en cuenta. Todo ello, nos ayuda a sobrevivir, a tolerar la complejidad con mayor acierto y sabiduría.
Personas con un punto de vista limitado y la rigidez cognitiva
Las personas con un punto de vista limitado sobre el mundo abundan. John Maynard Keines, el célebre economista británico, dijo una vez que el problema de nuestra sociedad no es que falten personas con ideas nuevas. Las hay en gran número. Lo que sucede es que abundan en exceso quienes se niegan a desprenderse de las ‘viejas ideas’.
Hay muchos hombres y mujeres (sin importar su edad) que viven estancados en esquemas mentales absolutistas e inflexibles. Son los que nos dicen cosas como ‘si siempre lo he hecho así, ¿por qué tengo que cambiar ahora?’, ‘si esto da buen resultado, ¿por qué tenemos que probar algo diferente?’…
Ese tipo de rigidez cognitiva esconde a su vez unas pinceladas miedo (lo que no conozco o no he probado me asusta) y a su vez, queda patente la férrea negativa a aceptar otras ideas, otros enfoques diferentes al que se mantiene de manera obstinada y hasta infantil.
Así, las personas con un punto de vista limitado no se caracterizan solo por ‘no poder ver’ qué hay más allá de la punta de su nariz; en realidad, hay una negativa a vislumbrar algo diferente a lo que vienen defendiendo desde hace tanto tiempo.
«Mantén la mente abierta, la verdadera ciencia comienza con la observación».
-Brian Weiss-
Las personas con un punto de vista limitado sobre el mundo abundan. John Maynard Keines, el célebre economista británico, dijo una vez que el problema de nuestra sociedad no es que falten personas con ideas nuevas. Las hay en gran número. Lo que sucede es que abundan en exceso quienes se niegan a desprenderse de las ‘viejas ideas’.
Hay muchos hombres y mujeres (sin importar su edad) que viven estancados en esquemas mentales absolutistas e inflexibles. Son los que nos dicen cosas como ‘si siempre lo he hecho así, ¿por qué tengo que cambiar ahora?’, ‘si esto da buen resultado, ¿por qué tenemos que probar algo diferente?’…
Ese tipo de rigidez cognitiva esconde a su vez unas pinceladas miedo (lo que no conozco o no he probado me asusta) y a su vez, queda patente la férrea negativa a aceptar otras ideas, otros enfoques diferentes al que se mantiene de manera obstinada y hasta infantil.
Así, las personas con un punto de vista limitado no se caracterizan solo por ‘no poder ver’ qué hay más allá de la punta de su nariz; en realidad, hay una negativa a vislumbrar algo diferente a lo que vienen defendiendo desde hace tanto tiempo.
«Mantén la mente abierta, la verdadera ciencia comienza con la observación».
-Brian Weiss-
La inflexibilidad y la infelicidad en las personas con un punto de vista limitado
Es posible que este tipo de personalidad genere cierta antipatía. Sabemos que la convivencia con alguien incapaz de tener en cuenta otros enfoques puede ser complicada. Sin embargo, vale la pena detenernos en otro detalle: las mentes rígidas navegan en la frustración constante.
De ese modo, cuando uno se limita solo a seleccionar solo aquello que se ajuste a su punto de vista, ignorando lo que le contradiga, llegará un instante en que solo encuentre contradicciones y opiniones opuestas. Al fin y al cabo, rara vez se da el blanco o el negro, nuestra realidad está llena de tonalidades de gris, de azul, de naranja, de verde…
Estamos obligados a convivir con la contradicción, con el cambio constante… Ese escenario tan desconcertante es un desafío para quien sea aferra a un patrón de pensamiento rígido y a una visión muy concreta del mundo.
Tarde o temprano sentirá que no tiene control sobre nada, que todo es caos e incertidumbre. Todo ello explica por qué a veces acaban derivando en trastornos depresivos o de ansiedad.
La necesidad de tener en cuenta múltiples puntos de vista para decidir mejor
Hay una interesante teoría relacionada en cierto modo con este mismo tema que nos invita a una reflexión. Nos referimos a la teoría de la racionalidad limitada de Herbert. Este enfoque, aplicado tanto a la psicología como a la economía, fue enunciado por el doctor Herbert A. Simon, un profesor de psicología, ciencias políticas y computacionales de la Universidad de Berkeley, nacido en 1916.
Según él, las personas solemos mantener, por término medio, puntos de vista muy limitados. Las decisiones que tomamos vienen motivadas en realidad por nuestras emociones y no por nuestra razón. A ello se le añade cierta incapacidad para captar las complejidades de cada suceso y el modo en que cada cosa se relaciona.
Es decir, podemos criticar a las personas con un punto de vista limitado, pero de algún modo, también nosotros tenemos nuestras carencias. A veces, conformamos opiniones muy sesgadas, otras, nos dejamos llevar por las fake news sin contrastar antes las fuentes, y en ocasiones hasta acabamos cometiendo los mismos errores sin haber aprendido antes de nuestra experiencia.
¿Por qué lo hacemos? El doctor Herbert decía que por falta de tiempo. Es muy posible que tuviera razón, puede que cada vez nos preocupemos menos por darnos tiempo para procesar cada vivencia, para oprimir el botón de ‘calma’ en medio de tanto movimiento.
Asimismo, otro aspecto que nos puede faltar es la humildad intelectual. Asumir que no lo sabemos todo nos puede ayudar a ser más receptivo hacia otros enfoques, miradas y corrientes. Tengámoslo en cuenta.
Valeria Sabater
Hay una interesante teoría relacionada en cierto modo con este mismo tema que nos invita a una reflexión. Nos referimos a la teoría de la racionalidad limitada de Herbert. Este enfoque, aplicado tanto a la psicología como a la economía, fue enunciado por el doctor Herbert A. Simon, un profesor de psicología, ciencias políticas y computacionales de la Universidad de Berkeley, nacido en 1916.
Según él, las personas solemos mantener, por término medio, puntos de vista muy limitados. Las decisiones que tomamos vienen motivadas en realidad por nuestras emociones y no por nuestra razón. A ello se le añade cierta incapacidad para captar las complejidades de cada suceso y el modo en que cada cosa se relaciona.
Es decir, podemos criticar a las personas con un punto de vista limitado, pero de algún modo, también nosotros tenemos nuestras carencias. A veces, conformamos opiniones muy sesgadas, otras, nos dejamos llevar por las fake news sin contrastar antes las fuentes, y en ocasiones hasta acabamos cometiendo los mismos errores sin haber aprendido antes de nuestra experiencia.
¿Por qué lo hacemos? El doctor Herbert decía que por falta de tiempo. Es muy posible que tuviera razón, puede que cada vez nos preocupemos menos por darnos tiempo para procesar cada vivencia, para oprimir el botón de ‘calma’ en medio de tanto movimiento.
Asimismo, otro aspecto que nos puede faltar es la humildad intelectual. Asumir que no lo sabemos todo nos puede ayudar a ser más receptivo hacia otros enfoques, miradas y corrientes. Tengámoslo en cuenta.
Valeria Sabater
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