Cuando hablamos de actuar por miedo nos referimos a esos estados en los que el temor es el factor determinante para tomar tus decisiones y diseñar tu estilo de vida. Usualmente no somos tan conscientes de que esto ocurre, sino que tratamos de encubrirlo de algún modo.
A veces, la excesiva prudencia, o seriedad, o meticulosidad son formas de actuar por miedo. Lo sobrellevamos mejor si lo vemos como una virtud y omitimos las enormes cargas y las grandes limitaciones que esos excesos imprimen a nuestras vidas.
Lo que queremos decir con esto es que actuar por miedo es una forma de no actuar. Con demasiada frecuencia a eso es precisamente a lo que conduce el temor: a abstenerte de hacer algo, en función de riesgos y peligros que la mayoría de las veces son imaginarios. Así, o te privas por completo de hacer algo, o te impones tantos límites al hacerlo que reduces a su mínimo la experiencia.
“El ánimo que piensa en lo que puede temer, empieza a temer en lo que puede pensar”.
-Francisco de Quevedo-
Señales de que el miedo te gobierna
Como lo señalábamos antes, no siempre es fácil reconocer estos estados. El actuar por miedo no es un propósito consciente, sino el resultado de una educación o un conjunto de experiencias que nos quitaron la confianza en lo que somos capaces de hacer. Implica traumas o vivencias dolorosas no resueltas o una interpretación errónea del peligro.
Para saber si estamos actuando, o dejando de actuar, simplemente por miedo, tomemos nota de estas señales:
¿Es posible dejar de actuar por miedo?
Siempre es posible cambiar, no porque otros lo digan, sino porque detrás de ese cambio existen beneficios. Estar más tranquilo. Subvertirte contra la dictadura del miedo. Y si quieres dejar de actuar por miedo, lo primero que debes hacer es reconocer que lo tuyo no es prudencia ni un rasgo de carácter, sino falta de confianza.
El miedo a actuar suele tener raíces muy profundas. Puede haber empezado a incubarse en los primeros años de vida y con el paso de los años no ha hecho más que generalizarse o aumentar en intensidad. Por eso, dejar de actuar por miedo suele implicar un desafío a lo que nos inculcaron nuestros amados padres. Quizás nos dijeron que el mundo era globalmente amenazante y que había peligros ocultos en cada rincón.
Por más años de experiencia que acumulemos, no todos están en la disposición psicológica y emocional de independizarse de las convicciones de sus padres. Incluso, pueden llegar a sentirse culpables por desobedecerles. Se supone que si les amas, acatas lo que dijeron y lo harás siempre. Dejar de actuar por miedo significa dar un paso por encima de los límites que ya no tienen sentido.
También sucede que hay experiencias que se fijaron en nuestra mente. Nos violentaron alguna vez, por sorpresa, y a de ahí vivimos prisioneros de la posibilidad de que vuelva a ocurrir. Hay que tener mucho coraje para dejar atrás esas huellas dolorosas. Ayuda si nos hacemos conscientes de que son fantasmas. Y que los fantasmas solo desaparecen cuando los miramos a la cara.
Edith Sánchez
Lo que queremos decir con esto es que actuar por miedo es una forma de no actuar. Con demasiada frecuencia a eso es precisamente a lo que conduce el temor: a abstenerte de hacer algo, en función de riesgos y peligros que la mayoría de las veces son imaginarios. Así, o te privas por completo de hacer algo, o te impones tantos límites al hacerlo que reduces a su mínimo la experiencia.
“El ánimo que piensa en lo que puede temer, empieza a temer en lo que puede pensar”.
-Francisco de Quevedo-
Señales de que el miedo te gobierna
Como lo señalábamos antes, no siempre es fácil reconocer estos estados. El actuar por miedo no es un propósito consciente, sino el resultado de una educación o un conjunto de experiencias que nos quitaron la confianza en lo que somos capaces de hacer. Implica traumas o vivencias dolorosas no resueltas o una interpretación errónea del peligro.
Para saber si estamos actuando, o dejando de actuar, simplemente por miedo, tomemos nota de estas señales:
- Detestas los cambios. Tu estilo es el de diseñar un estilo de actuar frente a diversas situaciones y obstinarte en él. Si hay algún asomo de cambio, te sientes amenazado y molesto. Que te dejen quieto. Que no te molesten.
- Te mata la indecisión. Sueles mostrarte indeciso, cuando tienes alguna alternativa al frente. Si es algo que implique un cambio o un riesgo, te demoras aún más. Les das muchas vueltas a cada cosa y, por lo general, terminas optando por abstenerte de actuar.
- Hay muchos proyectos en tu cabeza que nunca has realizado. Te hubiera gustado ir a un safari, pero nunca has tenido tiempo, o dinero, o lo que sea. También te hubiera encantado expresar lo que tenías atado en la garganta, pero preferiste evitar problemas. Y así sucesivamente.
- Criticas a las personas que asumen riesgos. Por alguna razón, te incomodan las personas que son muy determinadas, o que se enfrentan al cambio o al riesgo con decisión. La molestia nace de tu sentimiento de deseo y restricción para hacer lo mismo.
- Tienes una gran imaginación “para el mal”. Te muestras muy creativo a la hora de imaginar desastres y peligros. Por tu cabeza pasan incendios, terremotos, robos, agresiones y todo tipo de situaciones negativas. Piensas en ello con frecuencia si estás tomando una decisión.
¿Es posible dejar de actuar por miedo?
Siempre es posible cambiar, no porque otros lo digan, sino porque detrás de ese cambio existen beneficios. Estar más tranquilo. Subvertirte contra la dictadura del miedo. Y si quieres dejar de actuar por miedo, lo primero que debes hacer es reconocer que lo tuyo no es prudencia ni un rasgo de carácter, sino falta de confianza.
El miedo a actuar suele tener raíces muy profundas. Puede haber empezado a incubarse en los primeros años de vida y con el paso de los años no ha hecho más que generalizarse o aumentar en intensidad. Por eso, dejar de actuar por miedo suele implicar un desafío a lo que nos inculcaron nuestros amados padres. Quizás nos dijeron que el mundo era globalmente amenazante y que había peligros ocultos en cada rincón.
Por más años de experiencia que acumulemos, no todos están en la disposición psicológica y emocional de independizarse de las convicciones de sus padres. Incluso, pueden llegar a sentirse culpables por desobedecerles. Se supone que si les amas, acatas lo que dijeron y lo harás siempre. Dejar de actuar por miedo significa dar un paso por encima de los límites que ya no tienen sentido.
También sucede que hay experiencias que se fijaron en nuestra mente. Nos violentaron alguna vez, por sorpresa, y a de ahí vivimos prisioneros de la posibilidad de que vuelva a ocurrir. Hay que tener mucho coraje para dejar atrás esas huellas dolorosas. Ayuda si nos hacemos conscientes de que son fantasmas. Y que los fantasmas solo desaparecen cuando los miramos a la cara.
Edith Sánchez
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