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domingo, septiembre 29, 2019

Los «debería», un tipo de pensamiento que boicotea nuestro bienestar

Los «debería» constituyen un tipo de tiranía mental de la que no siempre somos conscientes. Es más, al dejar que sean ese ingrediente cotidiano en cada pensamiento, deseo y enfoque personal, nos situamos en una deriva de sufrimiento continuado donde nada se ajusta a nuestras perspectivas; ni siquiera nosotros mismos. Por tanto, estamos ante un tipo de distorsión cognitiva que deberíamos detectar y desactivar.

 

 
Ahora bien, es fácil decirlo, pero complicado de llevar a cabo. Los terribles «debería» suelen aparecer ya en nuestra infancia. De hecho, basta con ir a una aula de primaria para encontrarnos con un tipo de comportamiento muy recurrente. No faltan los niños que rompen en lloros y rabietas porque la maestra les da el lápiz azul y no el verde. Porque ellos querían hacer un dibujo y no una redacción, porque tienen a su lado a Luis y no a Laura.

El mundo, ante sus ojos es injusto, incluso cruel. Lo es porque no se ajusta o se aleja de aquella línea en la que se concentran las expectativas. Por otro lado, a medida que alcanzamos la edad adulta, este esquema de pensamiento se va sofisticando. Los «debería» nos atrapan en una relación codependiente y tóxica, ahí donde sus voces nos susurran casi a cada instante lo que deberíamos hacer, ser o tener y no logramos.

Acercarnos más a la perfección, ser como otros esperan, deberíamos hacer esto y lo otro, los demás deberían hacer por nosotros aquello y lo de más allá… Semejante tortura mental no solo nos deja agotados y con la autoestima bastante tocada. Además, y casi sin darnos cuenta, nuestra mente ha quedado bajo el control de una voz interna tan negativa como desgastante que solo tiene un objetivo: hacernos infelices. 
 
Los «debería», la voz negativa de nuestro diálogo interno

Una vida saludable y feliz se orquesta a base de derechos, placeres y obligaciones. En el equilibrio está la armonía, en la sabia conjunción de cada una de estas dimensiones hallamos la satisfacción. Por tanto, saber dónde están los límites y dónde esas creencias irracionales que boicotean el propio bienestar nos libra de batallas innecesarias que nos dañan.

Este tema no es nuevo dentro del mundo de la psicología. De hecho, uno de las figuras más representativas sobre los «debería» fue el psicoterapeuta cognitivo Albert Ellis. Para él, uno de los detonantes más comunes del malestar del ser humano eran los ‘tengo que, los debo, los siempre y los nunca’. Estas palabras configuran un tipo de creencias que siempre nos están cuestionando y situando alambradas a cada uno de nuestros pasos.

Para entenderlo mejor, basta con descubrir los tres tipos de pensamientos más comunes que alimentan este enfoque mental irracional. Son los siguientes.

«Te sientes principalmente tal y como piensas».
-Albert Ellis-
 
Los «debería», tres tipologías que te boicotean

En primer lugar están los «debería» dirigidos a uno mismo. Son los más comunes y los que ponen los cimientos de nuestros enemigos más recurrentes, ahí donde alimentar desde la inseguridad, la falta de autoestima hasta desgaste emocional. Hacemos uso de ellos a través de discursos internos como los siguientes: debo agradar a todo el mundo, cumplir con todos los objetivos que me marco y respetar de manera absoluta la escala de valores que defiendo, etc.

En segundo lugar, tenemos los «debería» dirigidos a segundas y terceras personas. Son esos diálogos que alimentan una forma inútil de pensamiento al decirnos cosas como: los demás deberían tenerme en cuenta, mis compañeros de trabajo deberían valorarme más, mi pareja debería hacer esto y no lo hace como yo quiero…

Por último, y no menos importante, nos encontramos con esos «debería» orientados a una entidad superior, a la propia vida, al destino o al entorno. Un ejemplo sencillo de este tipo de razonamiento interno lo encontramos en esa persona que repite ideas como ‘la vida debería tratarme mejor porque soy buena persona’, ‘el mundo siempre ha sido injusto conmigo’… 
 
¿Cómo puedo apagar la voz de los «debería»?

Imagina que llevas muchas horas hablando por el móvil. Llega un momento en que sientes incluso cómo el teléfono te quema, la cabeza te duele y hasta te has cansado de escuchar esa voz al otro lado de la línea. Con los «debería» sucede casi lo mismo, el cerebro queda agotado por ese diálogo interno irracional y desgastante; necesita un descanso, necesita desconectar y tomar el control.

La clave está en ‘racionalizar’, en desactivar lo irracional, lo que no tiene sentido y no ayuda. Para ello, nada mejor que bajar el ritmo, dedicarnos tiempo y activar esa área de nuestra corteza prefrontal donde nuestro enfoque es más lógico, imparcial y centrado. Hay que enfriar la voz del diálogo negativo y darle volumen a la voz de la autoestima, ahí donde aprender a apreciarnos y no a torturarnos.

Lo adecuado en estos casos es ser conscientes de esos esquemas mentales tan instaurados. Tienen raíces profundas, llevan mucho tiempo en nosotros y apenas nos damos cuenta de que ideas como debo esforzarme más para no equivocarme o debo hacerlo bien para no decepcionar a nadie’ son formas inútiles de sufrimiento. Detectemos sus presencias, desinfectemos su poder y hagamos uso de un diálogo interno en el que nos tratemos con más compresión.

Valeria Sabater

sábado, septiembre 28, 2019

Tus heridas tejen la sensibilidad de tu alma

Hay heridas que permanecen abiertas en nuestro interior, mientras que otras han cicatrizado. Son las huellas de las experiencias que vivimos con sufrimiento, esas que dejaron su marca en lo más profundo de nuestra piel y que a día de hoy todavía nos recuerdan lo vulnerables que somos.

 
 
Es probable que si permanecen abiertas, estemos acostumbrados a vivir con el peso de su dolor, con el vacío que nos generan y el posterior malestar que experimentamos como consecuencia. Por eso, siempre estamos alerta, confusos y esperando a que el sufrimiento llame de nuevo a nuestra puerta.

Sin embargo, también transportamos la historia de las heridas que han sanado, esas que un día nos dolieron pero que ahora ya no lo hacen y que además nos han dejado un aprendizaje, una nueva forma de concebir el mundo.

Sea como sea, a raíz de lo vivido, nos hemos vuelto más sensibles, más frágiles y más susceptibles, aunque en ocasiones no queramos aceptarlo y hagamos cualquier cosa para aparentar no serlo. Lo que obviamos es que esta sensibilidad también nos ayuda para comprender a los demás. Profundicemos.

El valor de las heridas

Existen experiencias que nos marcan en lo más profundo de nuestro interior, sobre todo aquellas especialmente duras, en las que el sufrimiento hace acto de presencia. Sentirse rechazado, humillado, abandonado o simplemente no querido, experimentar en primera persona el desprecio por ser uno mismo o la discriminación por ser diferente son algunos ejemplos.

A veces, la vida duele y no sabemos cómo hacerla frente. No encontramos un porqué, una respuesta que despeje nuestras dudas o el más mínimo sentido, solo experimentamos angustia, miedo y en ocasiones hasta ira. La cuestión es que, la mayoría de las veces, apenas somos capaces de percibir este proceso; pero que no nos demos cuenta, no quiere decir que no nos afecte.

Así, cuando el sufrimiento llama a nuestra puerta no nos deja indiferentes, nos cambia de alguna manera. Todo depende de cómo lo encajemos, si somos capaces de asimilarlo, si nos resulta tan insoportable que construimos corazas para defendernos de él o si nos ponemos una máscara para disimularlo.

Sea como sea, el dolor emocional nos marca y nos vuelve más susceptibles ante experiencias relacionadas con aquello que tanto daño nos hizo.
  • Por un lado, si tenemos heridas que no han sanado, nuestro pasado atrapará a nuestro presente y nos obliga a sufrir de nuevo. Seremos más sensibles al propio sufrimiento. Basta con que nos encontremos con algo que nos recuerde lo mal que lo pasamos, para que nuestra herida comience a sangrar.
  • Por el otro, si nuestras heridas han sido sanadas, seremos más sensibles a las heridas de los demás. Nos será más fácil ponernos en su lugar y comprender su sufrimiento.

«Hay heridas que en vez de abrirnos la piel, nos abren los ojos».
-Pablo Neruda-

Aceptar el pasado y comprender la historia

Sanar nuestras heridas requiere atravesar no solo el dolor emocional, sino un proceso que requiere un gran esfuerzo y aceptación por nuestra parte en el que una de las claves es aprender que huir del sufrimiento, lo único que hace es aumentarlo.

Una vez que tenemos esto presente, resulta más sencillo sumergirse en la sanación emocional de nuestras heridas. Y cuando lo logramos, cuando transformamos ese dolor, una versión nueva de nosotros surge desde nuestro interior.

Obviamente, es imposible liquidar todos nuestros problemas, pero saber que estamos o hemos sido heridos y comprender la profundidad de nuestras heridas cambia nuestra forma de ver no solo el mundo, sino a los demás.

Somos más sensibles cuando comprendemos nuestra historia y esto nos influye a la hora de comprender a los demás, ya que nos ponemos en su lugar.

Ya no pensaremos que los demás sufren porque sí, que podían actuar de otra manera o los identificaremos como culpables… Ahora sabemos que están haciéndolo lo mejor que pueden según su visión de la realidad, según la trayectoria de su vida y su configuración personal.

Como vemos, ser heridos despierta nuestra sensibilidad por el sufrimiento, tanto propio como ajeno. Nos hace ser más tolerantes, menos exigentes y más comprensivos.

Gema Sánchez Cuevas

viernes, septiembre 27, 2019

Quiero romper mi relación, pero no sé cómo hacerlo

«Quiero romper mi relación, pero no sé cómo hacerlo, por dónde empezar ni qué pasos tengo que seguir»; es probable que hayamos oído este argumento o que incluso lo hayamos esgrimido. Tomar la decisión de romper una relación conlleva experimentar una gran variedad de emociones y sensaciones, lo cual produce que nos sintamos confusos y, por ello, que sea tan difícil en ocasiones dar el paso.
 
 
De hecho, según recoge The Guardian, es uno de los temas más buscados en Google, que recibe millones de consultas acerca de las rupturas de pareja. Según estos datos, un gran número de personas tienen dudas acerca de este asunto y se hacen preguntas que intentan responder con la ayuda del famoso buscador.

Realmente, ¿por qué nos sentimos tan confusos a la hora de dar el paso a terminar con la pareja? ¿Qué podemos hacer o de dónde sacar la fuerza para dar ese paso que termine con la relación?

Quiero romper mi relación, ¿por qué no doy el paso?
 
Miedo a la soledad

El miedo a la soledad es una emoción frecuente en los seres humanos; de este modo, sigue siendo el sostén de muchas relaciones. A nadie le gusta sentir la soledad de no tener con quien compartir el día a día.

Por ello, algunas personas prefieren seguir manteniendo la relación, aunque no les aporte nada positivo… antes que sentirse solos.
 
Fantasías acerca de relación

El deseo de que todo vuelva a ser como antes, de seguir intentándolo por si se produce un cambio, es otra de las razones por las que seguimos en una relación en la que no estamos seguros de querer estar.

Quienes viven en continuas fantasías se plantean: «quiero romper mi relación porque en el escenario actual no soy feliz, pero tengo la esperanza de que todo vuelva a ser como antes».
 
Evitar afrontar el sufrimiento y/o el cambio

El proceso de ruptura, con independencia de las circunstancias, suele ir acompañado de emociones poco placenteras: tristeza, angustia, culpa, malestar, miedos… De tal modo que, en muchas ocasiones, la relación solo sigue adelante porque la persona no conoce o no quiere poner en práctica otra estrategia de afrontamiento ante ese dolor anticipado.

A su vez, terminar una relación conlleva ciertos cambios agregados, sobre todo en personas que conviven juntas o que comparten elementos en otros planos (mismo grupo de amigos, trabajar en el mismo lugar…).

Romper significa cambiar patrones en circunstancias ajenas a la relación, lo cual motiva que se posponga la ruptura, evitando así los cambios derivados.

«El fracaso es parte de la vida; si no fracasas, no aprendes y si no aprendes no cambias».
-Paulo Coelho-

Deseo de no hacer daño

El malestar de la otra persona al romper es otra de las consecuencias que se desean evitar, pero que no siempre es posible hacerlo, puesto que, en muchos casos, el proceso y las emociones derivadas del mismo son necesarios.

En realidad, el hecho de sentir malestar será la fuerza motivadora para superarlo y empezar una nueva etapa. Todo cambio requiere una adaptación y una aceptación de lo que ha pasado.

«Detrás de cada mala etapa, de cada fracaso y de cada ruptura, aparecen nuevas oportunidades para ser felices». 

Dependencia emocional

Según la escritora, Sue Patton Thoele, la dependencia emocional consiste en una necesidad afectiva hacia la otra persona, de la cual depende nuestro bienestar, sacrificando lo que realmente queremos y necesitamos por el miedo a ser rechazados o abandonados. Ser emocionalmente dependientes nos pone a merced de esa persona, imponiendo unos límites que nos hacen demasiado vulnerables.

Por lo tanto, cuando somos emocionalmente dependientes, dejamos de lado nuestro «yo» para complacer a la pareja que se convierte en el centro de nuestras vidas, depositando así en el otro la llave de nuestro bienestar.

Tal es la dependencia emocional que se puede producir con una pareja que se convierte en un freno importante en muchos procesos de ruptura.

Además, la dependencia emocional suele darse en relaciones consideradas como tóxicas, en la cual existe un apego ambivalente caracterizado por un vaivén de emociones negativas (ej: descalificaciones, evaluaciones negativas) para una posterior reconciliación idílica, por la que «todo vuelve a ser maravilloso».

Así la persona dependiente anticipa esa reconciliación, esperando a que se vuelva a producir, girando la rueda de un círculo vicioso y siendo incapaz de romper ese vínculo.
¿Cómo dar el paso a romper mi relación?
 
Aceptar y aprender a soltar

Intentar luchar por una relación que ya no da más de sí no nos beneficia en absoluto: es el momento de aceptar la situación y de aprender a soltar, de facilitar ese punto y final para comenzar a reconstruirnos y pasar página. 

Atrévete a dar el paso

Cuestiónate, «¿estoy posponiendo el final de mi relación cuando en realidad no veo un futuro juntos?». Si la respuesta es afirmativa, quizás ha llegado el momento de escribir ese punto y final. Recuerda que a la larga probablemente esta ruptura suponga una nueva oportunidad para alcanzar ese bienestar perdido.

«En resumen, una relación de pareja aporta a nuestra vida aspectos positivos y nos ayuda a ser la mejor versión de uno mismo. Eso no quiere decir que la relación sea perfecta, si no que nos ayuda a crecer y nos suma. No merece la pena seguir manteniendo una relación que no nos suma sino que, por el contrario, nos resta».

Laura Rodríguez

jueves, septiembre 26, 2019

Dar la vida por amor: ¿el amor de pareja es incondicional?


A pesar que este título evoca al amor romántico de pareja, cuando hablamos de amor incondicional en realidad nos referimos al amor de los padres hacia los hijos.

 
 
Un estudio que hemos realizado desde el Laboratorio de Neurociencias y Ciencias Sociales (LINSC) de la Escuela sistémica Argentina y la Universidad de Flores evalúa y compara el amor de pareja con el de padres a hijos frente a un dilema: «si tu hijo se puede morir si no le trasplantan un corazón: ¿se lo donarías o no?».

A continuación, explicamos los resultados y reflexionamos sobre su relación con el amor incondicional. 

El amor y los tipos de amor

El amor es la emoción que especifica el ejercicio de acciones que implican la aceptación del otro en nuestra vida. Las interacciones basadas en el amor enriquecen y hacen crecer la convivencia, mientras que las interacciones basadas en la agresión destruyen la convivencia porque niegan o descalifican al otro.

Las definiciones de amor varían de acuerdo a la disciplina o modelo al que se adhieran, razón por la cual se encuentran teñidas del subjetivismo propio de los términos abstractos y más a los que aluden al territorio de sentimientos y emociones.

El amor es un fenómeno complejo y como tal se construye mediante diferentes relaciones y por ello es diferente en sí mismo en cada categoría de relación en la que se desarrolle. El amor de padres a hijos, entre hermanos, nietos y abuelos, entre amigos, de hijos a padres, entre cónyuges, etc. es cualitativamente diferente en cada vínculo.

Somos seres amorosos

Si algo nos diferencia del resto de las especies es que somos animales amorosos. Por ejemplo, el amor social es el inherente a la especie humana. Es la emoción que mancomuna la interacción; el amor es un motor o motivador comunicacional.

Somos seres amorosos, hay numerosas pruebas que muestran actos de solidaridad, amor y generosidad entre niños pequeños y entre primates, principalmente en chimpancés y bonobós, como afirman los primatólogos. Esto termina de reafirmarse con el hallazgo de las neuronas espejo como génesis de la empatía.

Este amor social es el amor entre compañeros de trabajo, amigos, colegas. Compete a una estructura bio-cognitivo-emocional de la que se derivan multiplicidad de juegos relacionales de los que surgen, a su vez, sentimientos y se traducen en juegos como alianzas, coaliciones, rivalidades, celos, envidia, etc.

Tal vez, habría que diferenciar el amor social del amor familiar, ya que este tipo de amor entra dentro de lo social, pero interviene en él una variable de una importancia no menor: la biológica, es decir, la herencia y la genética; aunque también hay factores relacionales y cognitivos que se aúnan y que producen efectos identificatorios.

Mientras que el amor conyugal es un amor asociado con los sentimientos. Es un amor complejo que evoluciona o involuciona en el vínculo y que se desenvuelve en el tiempo. En este sentido, el amor se diferencia de la pasión, que resulta más biológica, intempestiva y neuroquímica.

Tras la dificultad de encontrar una definición de amor conyugal y no caer en particularidades subjetivistas, tal vez pueda resultar más sencillo definir pautas de elecciones de pareja patológicas, relaciones fallidas y amores dolientes, en lugar de trazar definiciones sobre el amor saludable propiamente dicho. O sea, a veces, de cara a la falta de definición de un tema determinado, este logra ser explicado por su contrario.

El amor es un sentimiento que emerge poderoso del sistema límbico, que es el área del cerebro donde residen las emociones. El partenaire enamorado siente y convierte en acciones que tratan de ser consecuentes y coherentes con ese sentimiento.

Un ser humano traduce en gestos, movimientos, acciones, palabras o frases -orales y escritas- en la necesidad de hacerle saber al otro ese afecto profundo. Expresar el amor al otro encierra la secreta expectativa de reciprocidad amorosa y complementariedad relacional, que produce en el protagonista el saber que no está solo en el proyecto de la pareja (el amar sin ser amado es una de las causales más frecuentes de la desesperación).

Esta transmisión busca la seguridad. Una utópica seguridad, tanto que la búsqueda de reaseguramiento amoroso hace que se descuide el presente de amor en pos de reafirmar el futuro hipotecándolo. Y ese descuido, posee lamentables consecuencias cuando la mirada preocupada se centra en adelante y no en mientras y durante.
 
El amor parental

Un amor más emparentado con la emocionalidad y con los aspectos neurobiológicos refiere a la relación de padres hacia hijos: el amor parental. Es un amor que como todo amor no es sencillo de definir y, en general, se describe por las acciones que se realizan y que establecen un barómetro de la intensidad del amor.

El amor parental es un amor biológico, propio de la descendencia de la especie. Es el amor oxitocínico cuidador. Es el amor protector del apego, el amor natural que se desarrolla desde el nacimiento entre las madres y padres con el hijo.

No es lo mismo el amor relacional de los padres hacia los hijos que de los hijos hacia los padres. La profunda incondicionalidad amorosa se muestra desde la parentalidad. Son los padres quienes se ofrecen como protectores incondicionales de los hijos y no a la inversa. Este es el caso de las madres que protegen a hijos que han cometido actos aberrantes, delincuenciales o asesinatos, y que a pesar de todo se hallan al lado de ellos par y par.

Aunque es cierto que las funciones se invierten en la vejez de los padres, donde los hijos se parentalizan -son padres de sus padres-, aunque tampoco en el mismo amor.

Por supuesto, siempre existen excepciones a la regla que exceden etiquetas del manual de enfermedades mentales. Por ejemplo, observamos padres que abandonan, padres que niegan la relación con sus hijos y casos similares.
 
¿El amor de pareja es incondicional?

Una creencia sostenida en los vínculos amorosos conyugales es la incondicionalidad amorosa con la consecuente jura de fidelidad. Esta creencia forma parte de la mitología relacional de la pareja.

Sin embargo, el amor de pareja resulta condicional, o sea, se encuentra sometido a multiplicidad de condicionamientos: contextuales, evolutivos, estéticos, económicos, sociales, relacionales, políticos, entre otros.

En cambio, el amor parental es el único sentimiento amoroso incondicional. Es el amor de la entrega sin inhibiciones, es el amor por el que se da la vida por los hijos.

El amor incondicional se muestra desde la parentalidad.

Contigo nada de pan y cebolla: resultados de una investigación

Para confirmar la hipótesis de que el amor de pareja es un amor condicional y que la única incondicionalidad amorosa es el amor de los padres hacia los hijos, un equipo de investigadores de Argentina desarrolló una investigación en Buenos Aires que intentó diferenciar el amor paterno y materno-filial en comparación con el amor de pareja, investigando sobre casi 500 personas con parejas estables y con hijos.

La prueba se realizó presentando al padre o la madre el siguiente dilema:

«Estás en la sala de espera de un quirófano en el que se encuentra tu hijo en cirugía, que en ese momento tiene 18 años. El médico cirujano sale del quirófano y te dice:

-«Si a tu hijo inmediatamente no le trasplantamos un corazón no va a sobrevivir, ¿le donas tu corazón: SÍ o NO?».

La segunda opción consistía en repetir la misma consigna, pero con un cambio:

-«Si a tu esposo/a no le trasplantamos un corazón, no va a sobrevivir, ¿le donas tu corazón: SÍ o NO?». «

En ambas opciones se exploraron emociones como angustia, ansiedad, tristeza, culpa, confusión e indecisión, desesperación, indiferencia o frialdad, miedo, enojo o bronca, cariño y amor, entre otras.
 
Vínculo parental

En lo referente al vínculo parental, se contabilizaron en su mayoría, más del 90% hijos biológicos, 2% hijos adoptados, 7% hijos de la pareja no propios y 1% guarda legal.
  • Con respecto a los resultados, casi el 93 % donarían el corazón, con porcentajes que no muestran disparidad de género en la muestra (92.2 % hombres, 92.8 % mujeres); lo que ratifica el supuesto acerca del amor incondicional y también desmitifica la creencia de que la maternidad es más altruista que la paternidad.
  • La investigación mostró que tanto padres como madres son los que dan su vida por los hijos.
  • La negativa del 7 % restante tuvo que ver con padres y madres de más de tres hijos, que de donar el corazón dejaban huérfanos al resto. Ahora bien, es importante aclarar que la mayoría sintió entregar su propia vida.
  • Los padres adoptivos y de guarda legal reaccionaron con la misma inmediatez que el resto de los padres biológicos.
 
Vínculo conyugal

En contraste, en los resultados ante el dilema que investiga el amor conyugal se observó lo siguiente:
  • Casi el 44 % sí donarían el corazón, contra un 56 % que no lo donarían. Los tiempos de reacción fueron más largos, puesto que es una decisión que se piensa y se calcula tomando en cuenta las opciones y las posibilidades, más allá del sentimiento.
  • Un detalle más entre los tantos que arrojó la investigación: los hombres que donaron el corazón a su pareja casi fueron un 70 %, mientras que el porcentaje de las mujeres alcanzó aproximadamente un 35, 2 %.
  • Así, son varias las hipótesis que se barajan al respecto y que pueden abrir las puertas de nuevas investigaciones. Una de las posibilidades es que las mujeres dan primacía a la maternidad sobre la conyugalidad (si donan el corazón a su pareja dejarían huérfanos de madre a sus hijos). También podríamos inferir que los hombres son más dependientes y aferrados a la conyugalidad que el género femenino.

A nivel neurocientífico, la respuesta al dilema muestra una reacción más amigdalina inmediata (el órgano cerebral de la reacción emocional por excelencia) que no media el pensamiento, sin cálculo, ni razonamientos, por parte de los padres.

En cambio, la respuesta de los cónyuges es producto de la reflexión o del pensamiento y el análisis; es decir, una reacción frontalizada y cortical (el lóbulo frontal es un polo racional y de razonamiento lógico).

Así, esta investigación descubre y confirma la hipótesis inicial: el amor de pareja es condicional y está sometido a múltiples condicionamientos, es un amor que se reflexiona. Por lo tanto, hay que derrocar el dicho contigo pan y cebolla como signo de estar con el otro a toda costa.

En cambio, el amor materno y paterno filial es un amor casi biológico, muestra incondicionalidad en el vínculo y hace elogio a la frase: dar la vida por amor.

Marcelo Rodríguez Ceberio

miércoles, septiembre 25, 2019

Me quiero

Aquí estoy, frente al espejo, observándome y sintiéndome. Forzando esta situación, que de otra manera, me cuesta tanto… En silencio, me observo a través de la imagen que me devuelve y me veo. Una combinación de lo mismo y lo diferente de cada ser humano, pero siempre auténtica e irrepetible, así eres tú, así soy yo.

 
 
Me dispongo a viajar hacia lo más recóndito de mi ser, para sincerarme conmigo y darme todo el amor que tantas veces se me olvida y espero que sean otros los que me lo ofrezcan en mi lugar, decepcionándome porque no sucede de la manera y la forma que yo pretendo.

Y es que, ya lo decía Oscar Wilde “La mejor historia de amor es la que se tiene con uno mismo” 

Me quiero como soy

He buscado este momento a solas conmigo para decirme lo que nunca me he dicho y comienzo:

-Me quiero… – me suena raro e indescriptible, pero continúo, será la falta de costumbre y habrá que ponerle más entusiasmo.

-¡Me quiero!

Me quiero porque soy una persona única e irrepetible, no hay nadie como yo, al igual que no hay nadie como tú. Podremos tener algunas cosas en común, pero no somos iguales entre nosotros.

Me quiero, al igual que quiero todo aquello que sale de mi y lo que contengo, aunque haya veces que sea poco consciente.

Me quiero como soy, con mis virtudes y mis defectos, mis cualidades potenciales y aquellas que aun tengo que pulir.

Me quiero a mí, y con ello van implícito, que quiero a todo mi cuerpo, como es y lo que puedo hacer con él. Lo que percibo, lo que escucho, lo que siento, lo que saboreo y lo que huelo.

También quiero a mi mente, a todos los pensamientos que se originan en ella y los sentimientos que nacen, cualesquiera que sean.

Me quiero y me acepto, para así poder dar paso a conocerme de la forma más sincera y sutil que puedo. Y así, poder buscar las soluciones con esperanza y valor, para cada una de mis dificultades, si es que se puede, sino acepto las posibilidades infinitas que la vida me quiera presentar.
 
«El amor propio es la fuente de todos los amores.»
-Pierre Corneille- 

Quererse como aprendizaje

Al quererme, he aprendido a ver las crisis y los problemas como oportunidades, no como estancamientos. Observo lo que sucede, lo que pienso y cómo me siento, y luego me gusta hallar el aprendizaje que contienen, responsabilizándome de ello.

Me quiero, y por ello sé que dentro de mí se encuentran todos los recursos e instrumentos que necesito para sobrevivir. Solo tengo que descubrirlos, más allá de mis resistencias, y si no los encuentro, los aprendo.

Me quiero y quiero a mis emociones. A la alegría, la culpa, la tristeza, el miedo, a todas las que experimento porque sé que cada una de ellas me está indicando algo para seguir conociéndome, para seguir trabajándome y experimentado la vida.

Me quiero, no solo a mí, sino también a mis sueños, ilusiones, esperanzas y retos. Soy consciente de que todo forma parte de mi ser. Mis aciertos, pero también mis errores; quizás no podía hacerlo de otra manera debido a mis circunstancias, pero siempre puedo buscar alternativas si la situación lo requiere.

Me quiero y por ello no me comparo, porque no me sirve de nada. Comparar personas o situaciones resulta inservible. Ni yo he pasado por lo que tu has vivido ni tu por lo mío, y desde ahí puedo decir que las situaciones por lo tanto, son diferentes. Cada uno las vive desde sus experiencias.

Me quiero, aún sé que hay aspectos que no conozco de mí misma, pero estoy dispuesta a descubrirlos y a construirlos.

Me quiero, de la forma más sincera y real que existe, incondicionalmente. Por ello me cuido, me perdono y me permito disfrutar de mí misma.

Me quiero y cuando me quiero, puedo quererte a ti, a él, a ella y al resto…

Gema Sánchez Cuevas

sábado, septiembre 21, 2019

Bloquear experiencias por miedo a sufrir

Poner barreras y bloquear experiencias es una de las estrategias habituales que usamos para evitar el malestar que estas nos generan. La mente humana moderna ha evolucionado, más que para hacernos sentir bien, para ayudarnos a sobrevivir a los peligros.

 
 
Hace cien mil años, las necesidades esenciales de las personas eran la comida, el techo y la posibilidad de reproducirse, claro que nada de esto tiene mucho sentido si estamos muertos. Por tanto, la prioridad de nuestro cerebro era buscar aquello que pudiera hacernos daño y evitarlo.

En psicología a esto se le denomina reforzamiento negativo. Se trata de un fenómeno que explica por qué evitar las consecuencias desagradables o peligrosas es una conducta que se ha mantenido en nuestro repertorio.

Evitamos constantemente el miedo

Quien no arriesga, ni sufre ni pierde, y es muy difícil que gane. Así, las personas nos estancamos, nos conformamos y aprendemos a adaptarnos intentando evitar el inevitable miedo. Por ejemplo, tendemos a bloquear experiencias por miedo a sufrir, ignorando que ese miedo que tratamos de esconder buscará formas alternativas de manifestarse.

Esto no quiere decir que repudiemos el miedo. Es una emoción básica que nos ayuda a identificar y responder ante amenazas. Partimos de la base de que, si queremos vivir una vida plena, tendremos que aceptar al miedo en nuestra paleta de emociones.

En este sentido, un miedo muy común es el temor al dolor. El miedo al dolor nos conduce a evitar situaciones que lo provocan. Lo que ocurre, es que nuestra mente no siempre es buena separando lo que crea nuestra imaginación de lo que sucede en realidad. Por contra, la buena noticia es que con entrenamiento cognitivo podemos mejorar en este sentido.

«Para las fronteras de miedos, pasaporte de ganas».
-Raquel Beck- 

Bloquear experiencias y la ilusión de control

Russ Harris, en su libro la trampa de la felicidad, explica, desde la base de la terapia de aceptación y compromiso, cómo intentamos controlar nuestras emociones y la ilusión de control en la que, por el camino, podemos caer. Los pensamientos, emociones y sensaciones físicas tienen mucho menos poder del que les otorgamos.

Algunas personas tienden a bloquear experiencias que generan malestar porque les hacen volver sobre recuerdos dolorosos, generando por el camino una buena dosis de ansiedad. Sin embargo, esta solución es más un parche o una tirita que una forma de afrontamiento efectivo. Nos puede rescatar en un momento dado, igual que la negación, pero como estrategia sistemática y estable en el tiempo es un seguro de sufrimiento (sí, ese que pretenden evitar).

«El que mira afuera sueña, el que mira adentro despierta».
– Carl Gustav Jung- 

Estrategias de control habituales

Tenemos por un lado las estrategias de huida, que nos llevan a escapar o resguardarnos de determinados eventos privados.
  • Resguardarse o escapar de situaciones o actividades que podrían causarnos pensamientos o sentimientos desagradables. Por ejemplo, abandonar una reunión social con el fin de evitar sentimientos de ansiedad.
  • Distraernos de nuestros pensamientos y sensaciones, poniendo nuestra atención en otro lado. Por ejemplo, si estamos aburridos o ansiosos, comer un helado o salir de compras. Si estamos preocupados por un examen, pasarnos la tarde viendo la televisión.
  • Desconectar o insesibilizarnos, para lo que intentamos olvidar nuestros sentimientos y pensamientos; casi siempre usando alguna medicación, drogas o alcohol.

Por otro lado, están las estrategias de lucha que suponen luchar contra los eventos privados e intentar dominarlos.
  • Suprimir directamente los sentimientos y pensamientos indeseados. Ocurre cuando expulsamos a la fuerza los pensamientos inoportunos que llegan a nuestra mente o los empujamos a lo más profundo de nosotros.
  • Discutir con nuestros propios pensamientos e intentar racionalizarlos.
  • Intentar hacernos cargo de nuestros pensamientos y sentimientos. Por ejemplo, cuando nos decimos a nosotros mismos «¡anímate!»
  • Intentar obligarnos a nosotros mismos a sentirnos de otra manera. Por ejemplo, cuando nos culpabilizamos o nos criticamos.

Un trabajo habitual en psicoterapia es tomar consciencia de su uso y buscar otras formas más adecuadas de gestionar nuestras emociones, pensamientos y sensaciones físicas.

«Hay dolores que matan, pero los hay más crueles, los que nos dejan la vida sin permitirnos jamás gozar de ella».
-Antonie L. Apollinarie Fée-

La diferencia entre poner límites y bloquear experiencias.

En mayor o menor medida, todos utilizamos métodos de control para gestionar el malestar. El problema no es su uso, sino el abuso o mal uso; cuando los usamos en momentos en los que no funcionan o cuando su uso manipula, de manera errónea, nuestra escala de prioridades. Esta viñeta de Domm Cobb refleja cómo estrategias similares pueden proyectar al futuro situaciones muy diferentes.

Pero, ¿ocurre siempre esto? Hemos de decir que este grado de control va a depender del tipo de experiencia que nos aceche en cada momento y de la importancia que tenga para nosotros. Cuando nuestros pensamientos son menos intensos, gozamos de un mayor control que cuando son turbadores. Igual que también tendremos mayor control cuando tendemos a bloquear experiencias que no son demasiado importantes para nosotros.

Poner límites saludables en nuestro mundo interior es recomendable para mejorar la gestión de nuestro mundo interno. En este sentido, es clave trabajar en nuestro autoconocimiento.

Además un aspecto psicológico a tener en cuenta y que nos puede ayudar a construir una vida con sentido es aprender a experimentar lo que la vida nos ofrece sin evaluar y juzgar constantemente, adoptando una postura de aceptación.

Rocío García Garzón

viernes, septiembre 20, 2019

Tu pareja nunca podrá llenar todas tus necesidades emocionales

Una pareja afectiva rara vez podrá llenar todas tus necesidades emocionales. Así, el hecho de tener a tu lado a alguien capaz de a amarte de manera plena e incondicional no significa ni mucho menos que tu realización como persona ya esté completa. Tampoco que ese amor, por nutritivo que sea, llene cada parcela de tu rico ser, cada aspecto de tu personalidad, aspiraciones y valías.

 
 
El amor de un compañero de vida es algo excepcional, no hay duda. Sin embargo, el ser humano es una entidad en constante crecimiento y expansión, de tal manera que siempre estamos situando nuevas y más elevadas necesidades a medida que maduramos, que avanzamos y nos autorrealizamos. La pasión, el afecto y el cariño de la pareja es solo un elemento más de nuestro ser, uno importante, pero no el exclusivo.

Decía Goethe que las personas estamos hechas de aquello que amamos. De algún modo, ahí está la auténtica clave de todo. El amor en realidad es una dimensión poliédrica, un multiverso cuajado de maravillosas dimensiones que conforman lo que somos.

Necesitamos el amor de la familia, de los amigos, de la pareja, y por supuesto el que nos ofrecemos a nosotros mismos. Si lo pensamos bien, son múltiples las áreas que nos pueden fortalecer emocionalmente y todas ellas son importantes para sentirnos bien, para ser felices.

«Las mejores y más bellas cosas en este mundo no se pueden ver ni escuchar, sino que se deben sentir con el corazón».
– Helen Keller- 
 
Si deseas llenar todas tus necesidades emocionales, recuerda que significa la palabra «amor»

Para Oscar Wilde, una vida sin amor era un jardín sin sol donde todas las flores acaban marchitándose. Al fin y al cabo, este sentimiento es el que debería nutrir las raíces de todo aquello que somos, de cada cosa que hacemos, que decidimos e incluso que soñamos.

Porque quien lucha cada día por mejorar en su trabajo es porque ama su profesión, porque quien se compromete consigo mismo para alcanzar determinadas metas, es porque se quiere, porque se siente valedor de aquello que quiere y ansía.

Tu pareja no podrá llenar todas tus necesidades emocionales por mucho que te ame, porque hay muchas más variedades de amor y la carencia en una sola de ellas deja secuelas. De este modo, si pensamos que el afecto que nos ofrecen en una relación basta para alcanzar una felicidad plena y duradera, nos estaremos encaminando al desastre.

Amar y ser amados por esa persona es algo excepcional, pero no lo es todo. Hay muchas más necesidades. 

Las necesidades humanas no son un deseo, son realidades que debe atenderse

El ser humano está hecho de carne, células nerviosas, huesos, etc. Sin embargo, por encima de todo está hecho de necesidades que deben ser atendidas. Ya nos lo explicaba Abraham Maslow en su ya clásica pirámide, ahí donde factores como la alimentación, la salud o el descanso asentarían la base. Más tarde aparecerían dimensiones como la familia, el trabajo, la vivienda…

Más tarde surgen nuestras necesidades de afecto (pareja, amigos, pertenencia a determinados colectivos, etc.). Seguidamente, y culminado las partes más elevadas de la pirámide, encontramos aquellas áreas relacionadas con la autorrealización, como puede ser el ascenso laboral, el logro de metas personales y el sentido de trascendencia (sentirnos bien con nosotros mismos e inspirar a otros).

Tengámoslo claro, ni una sola de estas dimensiones puede descuidarse. Porque una necesidad no es un mero deseo. Tener una pareja es algo enriquecedor, pero por sí sola no podrá llenar todas tus necesidades emocionales. Elementos como la amistad, un trabajo satisfactorio y las metas personales configuran áreas vinculantes para la felicidad. 
 
Tus necesidades emocionales son importantes ¡No descuides ni una!

Un interesante estudio llevado a cabo en la Universidad de Illinois nos indica lo siguiente: una de las materias pendientes del ser humano es la conciencia emocional. Autores de este trabajo, como el doctor Howard Berenbaun, señalan que disponer de esa claridad a la hora de comprender el universo de las emociones, sus necesidades y su lenguaje particular, nos ayudaría sin duda a alcanzar una mejor autorrealización personal y psicológica.

Sin embargo, uno de los escenarios donde mayor desregularización emocional aparece es en las relaciones afectivas. Hay altibajos y a menudo focalizamos un exceso de recursos en el ser amado hasta el punto de descuidarnos a nosotros mismos. Recordar algo tan básico, como que la pareja no puede llenar todas tus necesidades emocionales, nos ayudaría sin duda a sufrir un poco menos.

Pensemos en ello, el amor que de verdad nos hace felices está compuesto de múltiples nutrientes. Nuestra familia, nuestros amigos, nuestras aficiones más preciadas, el trabajo, nuestra autoestima y nuestros sueños personales configuran esa variedad de emociones capaz de enriquecernos como merecemos.

El afecto de la pareja es uno de los más preciados, mientras que en realidad necesitamos todos esas vitaminas antes citadas para estar bien, para sentirnos fuertes, valiosos y felices. Porque el amor no tiene límites, es expansivo y habla muchos lenguajes. Y como seres humanos los necesitamos todos…

Valeria Sabater

jueves, septiembre 19, 2019

Cuatro características de una mente ansiosa

Poseer una mente ansiosa puede ser toda una fuente de tortura. Así, ¿quién no ha experimentado en algún momento, en estos tiempos modernos, el azote de la ansiedad? ¿Quién no ha tenido que negociar con sus nervios para seguir con un proyecto?

 
 
De esta manera, nuestras experiencias cotidianas pueden hacernos intuir cómo los trastornos del estado de ánimo y ansiedad pueden convertirse en tan formidables enemigos. Hablamos de una especie de viento en contra que frena nuestro avance.

Por ello, hemos escrito este artículo en el que podrás descubrir las características más importantes de las personas que presentan una tendencia a la ansiedad, ya sea por su carácter o por su disposición vital. Así, si resulta que tú también tienes una mente ansiosa, podrás comprender mejor qué te ocurre como punto de partida para empezar a trabajar en ella.

1- Tendencia al sobreanálisis

Una de las características más salientes de las personas que tienden a sufrir ansiedad es que normalmente analizan demasiado lo que les ocurre. Debido a ello, les cuesta mucho contener las anticipaciones negativas. Van del pasado al futuro sin soltar la mente en el presente.

En muchas ocasiones, la mayoría de los pensamientos que tienen las personas ansiosas son negativos. Esto es porque suelen completar a conciencia la lista de desventajas o carencias de una situación. Por eso, en general las personas con una mente ansiosa tienden a ser bastante pesimistas.

Por último, el pensar demasiado hace que en general nos preocupemos en exceso por lo que pueda ocurrir. Este exceso de preocupación por el futuro está en la base de la gran mayoría de los trastornos de ansiedad. Por ejemplo, el trastorno obsesivo- ompulsivo (TOC) o el trastorno de ansiedad generalizada (TAC), que son difíciles de entender sin esta tendencia.
 
2- Inseguridad

Multitud de estudios han relacionado los trastornos de ansiedad con la existencia de una baja autoestima. Las personas que no se valoran lo suficiente tienden a mostrar los siguientes rasgos:
  • Se preocupan en exceso.
  • Evitan situaciones en las que se sienten incómodos.
  • Se sienten incapaces de enfrentarse a dificultades.
  • Suelen tener problemas en sus relaciones sociales.

Por lo general, estas dificultades se retroalimentan a medida que pasa el tiempo. Así, una persona puede comenzar por evitar situaciones sociales al no sentirse cómoda en ellas; con el tiempo, si repite su conducta, empezará a sentir ansiedad anticipatoria cuando tenga que interactuar con otros y, por último, en los casos más graves terminará por aislarse completamente. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, con la fobia social o la agorafobia.

Por todo lo descrito, una de las mejores formas de combatir una mente ansiosa es mediante el incremento de la autoestima: trabajar para mejorar nuestro autoconcepto puede paliar muchos de los efectos de los trastornos del estado de ánimo.
 
3- Sensibilidad emocional

Por lo general, los individuos con una mente ansiosa tienden a sentir emociones de una manera más intensa que el resto. En términos clínicos, esto -con matices importantes- es lo que se conoce como Persona Altamente Sensible o PAS.

Las PAS son capaces de experimentar sentimientos positivos de una manera mucho más profunda y ante estímulos que para otros serían más bien neutros. Sin embargo, esta capacidad hará que con los negativos ocurra lo mismo.

Según algunas ramas de la psicología, una de las claves de la felicidad es lograr mantenerse el mayor tiempo posible en un estado de equilibrio. La idea no sería dejar de sentir emociones, sino experimentar todas ellas pero de forma menos intensa, más equilibrada. Para las PAS, por lo que hemos dicho, sería más complicado porque el equilibrio quedaría comprometido por un número mayor de «posibles amenazas».
 
4- Expectativas altas

La última de las características principales de una mente ansiosa es que las personas con este rasgo tienden a querer solo lo mejor de cualquier persona o situación. Cuando se enfrentan a una nueva situación, tienden a esperar que todo vaya a salir perfecto, y son extremadamente críticos, tanto consigo mismos como con los demás.

El problema de tener unas expectativas demasiado altas es que es que aumentan mucho la probabilidad de decepción. Por eso, es recomendable evaluar nuestra forma de mirar, encontrando aquellos focos de contaminación que puedan estar sesgando nuestra mirada.

Así, te animo a que te preguntes; lo que ha sucedido, ¿podría encajar en una interpretación diferente?; lo que imaginas que pasará, ¿ocurrirá seguro?

¿Se puede modificar una mente ansiosa?

Aunque la tendencia a sufrir ansiedad, como toda inercia, requiera de un esfuerzo inteligente para cambiarse. Con la suficiente perseverancia y el plan terapéutico correcto, prácticamente cualquier persona es capaz de aprender a pensar de manera más efectiva y mejorar el manejo de sus sentimientos.

Por eso, si consideras que la tuya es una mente ansiosa, no dudes en buscar ayuda profesional. Los recursos que inviertas en este objetivo siempre tendrán un rendimiento valioso.

Alejandro Rodríguez

miércoles, septiembre 18, 2019

Personas con un punto de vista limitado ¿cómo son?

Las personas con un punto de vista limitado no ven más allá de la línea divisoria de sus propias creencias. Son inflexibles en cuanto a opiniones, ven problemas donde otros perciben soluciones y aplican ese razonamiento rígido donde rara vez surge la deferencia, la duda o la apertura hacia otros enfoques. Este absolutismo cognitivo les sitúa, lo quieran o no, en posiciones de gran desventaja.

 
 
En un mundo tan lleno de incertidumbre, de cambios y de estímulos, solo las personalidades flexibles pueden adaptarse a semejante oleaje. No solo nuestra vida laboral y social es compleja, también nuestras relaciones y el trato con las personas que nos rodean tiene sus matices y singularidades. Ante esa amplitud de dinámicas, las mentes rígidas solo encuentran contradicción y sufrimiento.

Ahora bien, ¿qué significa realmente eso a lo que definimos como ‘tener un punto de vista’? Implica mantener una consideración, actitud u opinión hacia un estímulo determinado. Nada de lo que nos rodea es neutral para nuestro cerebro y todo, absolutamente todo, pasa por el filtro de nuestras emociones, de nuestra razón y por el baúl de las experiencias.

No obstante, hay un matiz interesante, y es que nuestros puntos de vista pueden variar. Se sabe, por ejemplo, que cuando somos niños los vamos cambiando a medida que asentamos aprendizajes y vivencias. Así, y llegada la edad adulta, hacemos de determinadas visiones elementos más o menos estables, pero la verdad es que siempre vamos ajustando nuestro enfoque personal.

Lo hacemos porque somos conscientes de que, a veces, nos equivocamos. Ajustamos nuestro punto de vista hacia ciertas ideas, personas o discursos porque descubrimos informaciones nuevas que debemos tener en cuenta. Todo ello, nos ayuda a sobrevivir, a tolerar la complejidad con mayor acierto y sabiduría. 
 
Personas con un punto de vista limitado y la rigidez cognitiva

Las personas con un punto de vista limitado sobre el mundo abundan. John Maynard Keines, el célebre economista británico, dijo una vez que el problema de nuestra sociedad no es que falten personas con ideas nuevas. Las hay en gran número. Lo que sucede es que abundan en exceso quienes se niegan a desprenderse de las ‘viejas ideas’.

Hay muchos hombres y mujeres (sin importar su edad) que viven estancados en esquemas mentales absolutistas e inflexibles. Son los que nos dicen cosas como ‘si siempre lo he hecho así, ¿por qué tengo que cambiar ahora?’, ‘si esto da buen resultado, ¿por qué tenemos que probar algo diferente?’…

Ese tipo de rigidez cognitiva esconde a su vez unas pinceladas miedo (lo que no conozco o no he probado me asusta) y a su vez, queda patente la férrea negativa a aceptar otras ideas, otros enfoques diferentes al que se mantiene de manera obstinada y hasta infantil.

Así, las personas con un punto de vista limitado no se caracterizan solo por ‘no poder ver’ qué hay más allá de la punta de su nariz; en realidad, hay una negativa a vislumbrar algo diferente a lo que vienen defendiendo desde hace tanto tiempo.

«Mantén la mente abierta, la verdadera ciencia comienza con la observación».
-Brian Weiss- 

La inflexibilidad y la infelicidad en las personas con un punto de vista limitado

Es posible que este tipo de personalidad genere cierta antipatía. Sabemos que la convivencia con alguien incapaz de tener en cuenta otros enfoques puede ser complicada. Sin embargo, vale la pena detenernos en otro detalle: las mentes rígidas navegan en la frustración constante.

De ese modo, cuando uno se limita solo a seleccionar solo aquello que se ajuste a su punto de vista, ignorando lo que le contradiga, llegará un instante en que solo encuentre contradicciones y opiniones opuestas. Al fin y al cabo, rara vez se da el blanco o el negro, nuestra realidad está llena de tonalidades de gris, de azul, de naranja, de verde…

Estamos obligados a convivir con la contradicción, con el cambio constante… Ese escenario tan desconcertante es un desafío para quien sea aferra a un patrón de pensamiento rígido y a una visión muy concreta del mundo.

Tarde o temprano sentirá que no tiene control sobre nada, que todo es caos e incertidumbre. Todo ello explica por qué a veces acaban derivando en trastornos depresivos o de ansiedad. 
 
La necesidad de tener en cuenta múltiples puntos de vista para decidir mejor

Hay una interesante teoría relacionada en cierto modo con este mismo tema que nos invita a una reflexión. Nos referimos a la teoría de la racionalidad limitada de Herbert. Este enfoque, aplicado tanto a la psicología como a la economía, fue enunciado por el doctor Herbert A. Simon, un profesor de psicología, ciencias políticas y computacionales de la Universidad de Berkeley, nacido en 1916.

Según él, las personas solemos mantener, por término medio, puntos de vista muy limitados. Las decisiones que tomamos vienen motivadas en realidad por nuestras emociones y no por nuestra razón. A ello se le añade cierta incapacidad para captar las complejidades de cada suceso y el modo en que cada cosa se relaciona.

Es decir, podemos criticar a las personas con un punto de vista limitado, pero de algún modo, también nosotros tenemos nuestras carencias. A veces, conformamos opiniones muy sesgadas, otras, nos dejamos llevar por las fake news sin contrastar antes las fuentes, y en ocasiones hasta acabamos cometiendo los mismos errores sin haber aprendido antes de nuestra experiencia.

¿Por qué lo hacemos? El doctor Herbert decía que por falta de tiempo. Es muy posible que tuviera razón, puede que cada vez nos preocupemos menos por darnos tiempo para procesar cada vivencia, para oprimir el botón de ‘calma’ en medio de tanto movimiento.

Asimismo, otro aspecto que nos puede faltar es la humildad intelectual. Asumir que no lo sabemos todo nos puede ayudar a ser más receptivo hacia otros enfoques, miradas y corrientes. Tengámoslo en cuenta.

Valeria Sabater

martes, septiembre 17, 2019

Los niños deben entender más de personas que de tecnología

Los niños deben entender más de personas, de emociones y de relaciones sociales que de tecnología. Ello no excluye en absoluto que deban prescindir de esta última, porque nuestro mundo se expande con ella y es una materia prima esencial. Sin embargo, ante un futuro marcado por la Inteligencia Artificial, la robótica y lo tecnológico es imprescindible que no dejemos de lado la materia más importante de todas: la humanidad.

 
 
Peter Fonagy, profesor de psicoanálisis contemporáneo y ciencia del desarrollo en la University College de Londres, nos señala algo importante: no estamos educando a nuestros niños para los desafíos del día de mañana. De algún modo, lo que estamos haciendo es darles recursos y orientación para que estudien, para que se formen en cuantas más ramas mejor. Sin embargo, la clásica idea de «estudia para ser alguien en la vida» se está quedando coja: les faltan más competencias.

Porque los tiempos actuales son muy diferentes y lo serán más en breve. Al progreso tecnológico se le añade el cambio climático, los cambios sociales, las constantes variaciones en nuestra geopolítica, etc. Una de nuestras principales finalidades sería educar por tanto niños más resistentes pero flexibles a la vez.

Así, factores como la resiliencia, la creatividad, la innovación, el pensamiento crítico, la empatía y la humanidad se alzan como ese capital imprescindible que daría forma a un futuro más esperanzador.

Asimismo, un aspecto en el que incide el profesor Fonagy es en la salud mental. Ante un presente y un mañana lleno de desafíos, nuestros pequeños deben ser hábiles a la hora de manejar sus emociones, su ansiedad, su autoestima… Veamos más datos a continuación. 
 
Los niños deben entender más de personas

Móviles, tabletas, ordenadores… Nuestros niños son nativos en todos estos dispositivos, han nacido viéndonos a nosotros haciendo uso de ellos y es imposible que no sientan una atracción natural por ese universo. Ahora bien, a menudo suele decirse que la tecnología por sí misma no es nociva para nuestros pequeños, pero la psicología que hay tras ella sí.

¿Qué significa esto? Nos referimos a lo que se conoce como diseño persuasivo. Cada insignificante detalle que vemos en nuestras redes sociales, en cualquier aplicación, en los videojuegos o incluso en modo en que nos movemos con nuestros dispositivos está diseñado para mantenernos ante la pantalla el mayor tiempo posible.

Queda claro que la tecnología por sí misma no es dañina. Nos ha facilitado las cosas de muy diversas maneras, pero la finalidad última de toda aplicación, red social o videojuego es obtener ingresos, así como información de cada uno de nosotros como usuarios.

Para ello, se valen de sofisticados mecanismos psicológicos que a la larga son contraproducentes. No obstante, tengámoslo claro, la sobreexposición temprana a la tecnología no es lo mejor para un cerebro infantil en desarrollo.

Los niños deben entender más de personas. Al fin y al cabo, el conocimiento sobre tecnología llega solo, pero la habilidad de empatizar, dialogar, interaccionar con los demás con respeto e interés, debe propiciarse y debemos ser su mejor ejemplo. 

La tecnología perjudica la sociabilidad y la gestión emocional

La exposición a la tecnología está cambiando la forma en que se conectan los cerebros de los niños. No podemos olvidar que el cerebro de los pequeños está en crecimiento, es muy maleable y sensible a los estímulos. Lo que consigue la exposición temprana a las pantallas electrónicas es la hiperactividad, el tener que procesar múltiple información a la vez de manera rápida.
  • Además, se debilitan competencias tan importantes como la atención focalizada, la imaginación, la resistencia la frustración, etc. En el mundo de las tecnologías siempre hay un refuerzo positivo que los mantiene alerta y enganchados.
  • Así, y por si esto no fuera poco, en un estudio realizado en la Universidad de Texas por parte de Sangmin Xun, nos señala que el uso temprano de la tecnología dificulta que los niños y adolescentes aprendan a regular sus emociones. Además, aumenta la tendencia a la ansiedad y la depresión, baja el rendimiento escolar y limita las interacciones interpersonales.
  • En este último punto, el profesor Peter Fonagy, citado al inicio, señala algo muy llamativo. La tecnología no solo reduce la calidad de las relaciones de los niños con sus iguales. Además, se está creando cierta distancia entre las generaciones más jóvenes y los propios niños. Estos últimos prefieren ya buscar información a sus dudas en Internet antes que consultar con los adultos. 
 
Los niños deben entender más de personas: sí a la Inteligencia Emocional, a la conexión social, al diálogo

Los niños deben entender más de personas y menos de tener un perfil en Instagram o Facebook. Nuestros pequeños, deben asentar de manera temprana competencias tan básicas como el diálogo, la empatía, la regulación emocional, el interés por los demás, la creatividad, la resolución de problemas, el disfrute por el juego, por la naturaleza…

Ello no implica que debamos prohibirles el acceso a la tecnología. Lo que debemos hacer es regularlo, controlar los tiempos de exposición según la edad y más importante aún: ser su mejor ejemplo. No vale con llevarles a un parque y mientras estar pendientes de nuestro teléfono móvil. Tampoco es adecuado darles a entender que Internet es esa herramienta que todo lo sabe y lo soluciona.

A veces, es bueno ir a preguntar a los abuelos o a cualquier otro adulto, salir a explorar, inventar algo con los amigos, jugar, crear, caer, levantarse, construir cosas con las manos y trazar sueños junto a otras personas, etc. Los problemas de la vida no se resuelven viendo un tutorial de Youtube, y por eso, nuestros niños deben ser capaces de afrontar muchos retos por sí mismos. Démosles ese aprendizaje y esa oportunidad.

Valeria Sabater

domingo, septiembre 15, 2019

Parejas que funcionan, ¿cuál es el secreto?

Existe una tendencia a imaginar que las relaciones de parejas que funcionan cuentan con el factor de la suerte… cuando no es del todo así. El amor a corto plazo no resulta difícil, no requiere de «demasiado amor» ni «demasiado compromiso». Sin embargo, las pasiones iniciales no siempre duran en el tiempo.

 
 
Las parejas que mantienen relaciones a largo plazo parecen compartir ciertas cualidades, hábitos y dedicación que hacen que la relación resulte mucho más satisfactoria.

Entre otras cosas, las personas que permanecen en parejas que duran en el tiempo gozan de mejor salud. Muchos estudios han demostrado que las personas que se encuentran en una relación feliz viven más tiempo, tienen tasas más bajas de enfermedades cardíacas y mayores tasas de supervivencia al cáncer que las personas solteras o divorciadas.

Este hecho parece responder al cuidado mutuo que se genera dentro de las parejas que funcionan. Son parejas que todavía conservan el amor dentro de los parámetros de su relación y que cuidan la una de la otra. ¿Cómo lo hacen? Vamos a ver algunos de esos parámetros en que parecen estar cimentadas las buenas relaciones de pareja.

Una buena comunicación

Aunque nos parezca mentira, una mala o deficiente comunicación dentro de la pareja es el origen de muchos de los problemas que terminan llevándola a su fin. Hablamos de comunicación efectiva. Algo que se distancia considerablemente del monólogo, las críticas o la repetición de lo que uno quiere, necesita o desea.

Más del 60% de los divorcios se producen, sobre todo, por una mala comunicación. El respeto, la comprensión y el tacto a la hora de comunicarse es algo que comparten las parejas que funcionan.

En este sentido, saber expresarse asertivamente, saber escuchar con la actitud correcta y querer comprender al otro en su discurso son solo algunas de las características de una comunicación fluida y eficaz en todos los ámbitos de la vida.
 
No todos los intereses son comunes en las parejas que funcionan

La codependencia es una herida mortal para casi todas las relaciones; sin duda, no la encontramos en las parejas que funcionan. Mantener pasiones separadas, intereses e inquietudes propios parece ser un terreno fértil para la prosperidad de la relación a largo plazo.

Tener y respetar el espacio y el tiempo propio de cada uno es fundamental. Si no mantenemos una parte de nuestra vida al margen de nuestra pareja, tendremos poco que aportar a ella. Se trata de compartir tiempo de calidad y para eso es necesario que ninguno se cuelgue literalmente a la vida del otro.

Hacer cosas juntas y cosas por separado. Dar rienda a los intereses profesionales, creativos o de ocio de cada uno sin mezclarse. Saber apreciar los logros de la pareja en su terreno personal y saber llorar con ella las pérdidas, pero respetando el espacio de cada cual.
 
Parejas que funcionan: el sexo

El pasado año, se realizó una investigación con 30,000 personas sobre la relación entre el sexo dentro de las parejas y los niveles de felicidad. Los resultados mostraban como las parejas que mantenían sexo regularmente reflejaban también un mayor nivel de satisfacción.

La demostración de afecto, más allá del sexo, se reveló como otro factor decisivo. Gestos que hacen que las personas se sientan valoradas y queridas, como tomarse de la mano, los abrazos, los besos y las palabras de amor, todo, forma parte de los hábitos de las parejas que funcionan.

Reparto equitativo de las responsabilidades

Parece mundano y repetitivo, pero las parejas que no equilibran las obligaciones y los derechos terminan mal. Generalmente uno de ellos termina sintiéndose responsable del otro en unos términos más paternales que románticos.

Cuidar el uno del otro significa exactamente eso: que los dos tengan claras sus obligaciones y su derechos y que ambos los respeten, los agradezcan y los valoren. Es la mejor forma de evitar los resentimientos y las quejas constantes de una relación injusta para alguno de ellos.
 
Parejas que funcionan: saber estar en desacuerdo

También las parejas que funcionan tienen sus desacuerdos. La convivencia no siempre es un camino de rosas y, si somos nosotros mismos, no vamos a estar siempre de acuerdo en todo con nuestra pareja.

El secreto no está en no tener una opinión diferente, el secreto está en saber cómo argumentar en un desacuerdo. No se defienden eficazmente posturas si uno golpea a traición en una discusión.

Asumir la responsabilidad de nuestros estados emocionales y saber manejarlos, además de respetar la opinión del otro conforman otro de los pilares en los que se basa una relación a largo plazo. Claro, esta disposición tiene que ser mutua, no importa cuánto uno trabaje en el buen funcionamiento de una relación si el otro no lo hace.

Sonia Budner

sábado, septiembre 14, 2019

Las 5 virtudes de las mentes calmadas

Las mentes calmadas son mentes centradas y, ante todo, disciplinadas. En estos tiempos en los que manda la inmediatez y la multitarea es todo un privilegio poder alcanzar ese equilibrio interno donde pensamientos, emociones y comportamientos estén en completa sintonía y centrados en lo que verdaderamente importa.

 
 
Decía Shiba Yoshimasa, general japonés del siglo XIV, que la cualidad más importante de todo guerrero o samurái es calmar la mente para poder entender cómo es el rival al que se enfrenta. Este tipo de ideas nunca dejan de inspirarnos, pero si hay algo que la mayoría sabemos, es que no resulta nada fácil entrenar la mente en esa disciplina en la que manda la regulación emocional, la capacidad de reflexión y la serenidad interna.

No faltan los buenos consejos, los libros que nos enseñan a entrenar nuestra atención y, por su puesto, disciplinas como el mindfulness que hacen de la meditación, esa estrategia idónea para educar las mentes nerviosas.

Sin embargo, no todo el mundo se ajusta a estos enfoques. Y si esto es así se debe básicamente a que nuestros patrones de pensamiento no cambian tan fácilmente, no es sencillo poner el freno a una mente largamente acostumbrada a ir más rápida que la propia vida.

No obstante, con el tiempo y hallando esa estrategia que más se adecue a nuestras particularidades, podemos lograr una mente más relajada y, entonces, permitir que nuestra realidad dé un cambio hacia el bienestar…

«Una mente en calma trae fuerza interior y confianza en uno mismo, por eso es muy importante para la buena salud».
-Dalai Lama- 
 
Mentes calmadas, mentes claras

Dentro de la filosofía budista existe un concepto muy interesante; nos referimos a la mente mono. Este término hace referencia a ese estado mental inquieto, revoltoso y hasta exasperante que va de rama en rama en el bosque de los pensamientos, que se pierde en sus propias preocupaciones, que se adhiere al ego y no es capaz de ver lo verdaderamente importante.

Una estrategia para que las mentes mono se transformen en mentes calmadas es lograr que bajen del bosque de las preocupaciones hasta suelo firme. Solo entonces, al tener los pies en el suelo, se tiene mayor control y perspectiva. Es en ese instante en que uno alcanza el equilibrio y la seguridad interior, cuando empieza a surgir la creatividad, la reflexión y ese control personal donde tomar mejores decisiones.

Veamos por tanto qué virtudes definen a las mentes calmadas para entender por qué deberíamos trabajar esa competencia.
 
1. En la mente calmada se controla mejor la ansiedad

El doctor Peter Roy-Byrne, jefe de psiquiatría de la Universidad de Washington, nos señala algo importante: los trastornos de ansiedad son más comunes que la depresión y, a menudo, igual de incapacitantes.

La ansiedad esa incómoda compañera de viaje que viene y va en nuestro día a día, una enemiga a la que podríamos hacer frente entrenando nuestra mente en la calma y la atención plena.

De este modo, cuando nuestro enfoque mental sabe centrarse por fin en lo que es más importante en cada momento, aplacando las emociones negativas y silenciando los pensamientos intrusivos, la calma empieza a asomar.
 
2. Ponemos distancia entre nosotros y lo que sucede a nuestro alrededor

Las mentes ‘mono’ o las mentes ansiosas tienen una curiosa habilidad. Todo aquello que sucede a su alrededor les afecta y les impacta de manera intensa e inevitable. No importa lo insignificante que sea un evento, cualquier cosa terminará magnificándose para apagar el bienestar.

Las mentes calmadas, en cambio, tienen una virtud excepcional. Son capaces de poner una distancia, un filtro de protección. Al mirar lo que les envuelve con más serenidad, controlan mejor lo que les llega para manejarlo y controlar su impacto.
 
3. La calma interna y el control emocional

Una mente centrada y relajada es una mente que ha aprendido a gestionar sus emociones. Así, lejos de silenciar su ansiedad, de esconder los miedos o girar el rostro a las preocupaciones, la persona calmada sabe manejar con efectividad esos universos internos. Ha aprendido a comprender sus miedos, a entender que la ansiedad forma parte de la vida, pero aún así, siempre es mejor mantenerla bajo control.

4. Calmados y valientes para afrontar los desafíos

Cuando nuestro ser interno está atrapado en la red del estrés y la ansiedad, no actuamos ante las cosas, simplemente, reaccionamos. Somos como esa hoja llevada por el viento que no tiene control en sus movimientos y que termina siendo golpeada aquí y allá. Esto, sin embargo, no ocurre en las mentes calmadas.

En ellas, habita la reflexión, no actúan por instinto, sino que miran el mundo con perspectiva y son proactivas. Rara vez quedan atrapadas en las tormentas porque las ven venir, porque son valientes y no dudan en afrontar desafíos.
 
5. Las mentes calmadas deciden mejor

A las personas no nos define nuestra nacionalidad, idioma o cultura, nos definen las decisiones que tomamos en cada momento. Así, un modo excepcional de tener mayor control y acierto en cada uno de esos pasos, es aprender a decidir en el interior de una mente calmada.

En esa habitación tranquila reside la confianza, hay orden, hay perspectiva y discurre a su vez, la voz de la experiencia entremezclada con la intuición. Es ahí donde cada uno podrá tomar las decisiones que orientarán el rumbo de su vida con mayor acierto.

Para concluir, señala el psicólogo Daniel Kahneman, que más allá de cómo nos sintamos en un determinado momento, es necesario actuar siempre con calma. Ahora bien, recordemos que la calma no surge porque sí, ese estado interno se entrena, se propicia y se atesora asumiendo el control de nuestras emociones y pensamientos en cada momento. Pongámoslo en práctica.

Valeria Sabater

viernes, septiembre 13, 2019

¿Quién soy?

¿Quién soy? es el título de unos de los episodios de la serie de las hermanas Whatshosky Sense 8. Es una pregunta difícil de responder que nos solemos hacer a menudo, sin ser capaces de encontrar una respuesta clara.

 
 
Con la siguiente reflexión, el personaje de Lito Rodríguez, uno de los ocho protagonistas de «Sense 8 «, nos deja claro que «nadie es más que nadie», que todos somos iguales y únicos al mismo tiempo.

Nos hace viajar por el pasado, presente y futuro de la vida de cualquier ser humano, mientras nos habla de la importancia de los roles y del peligro de las etiquetas.


«¿Quién soy?

Una pregunta difícil de responder para todos nosotros, de dónde soy, lo que hago, lo que he hecho, lo que haré, a qué te refieres, lo que ves, lo que hago, lo que tengo, lo que llegaré a ser, a quien amo o a quien he amado, lo que he perdido, ¿quién soy yo?

Creo que lo que soy es exactamente lo mismo que tú, porque no hay nadie exactamente igual que tú ni que yo. ¿Quién soy?

Etiquetar es lo contrario a entender.

Ni color de la piel, ni raza, ni religión, ni condición sexual…… roles.

Creo que lo que soy es exactamente lo mismo que tú, ni mejor ni peor, porque no hay nadie exactamente igual que tú ni que yo.»
-Lito Rodríguez , personaje de Sense 8-
 
Roles y etiquetas

¿Quién soy? Ante esta pregunta, aparentemente sencilla, a veces respondemos dando nuestro nombre, profesión, edad, ciudad de residencia, número de hijos, estado civil…. buscando responder con aquello que creemos que nos caracteriza o representa y que pueda ser útil como presentación.

En realidad, con frecuencia nuestra respuesta se basa en aquello que será socialmente aceptado y, por lo tanto, en lo que otras personas quieren oír y esperan de nosotros. Solemos creer que esos roles nos hacen ser quienes somos; pero, ¿realmente es así?

Es probable que durante años las personas que nos rodean y, en ocasiones, nuestros seres más queridos, nos hayan tratado o repetido mil veces que somos de una determinada manera, lo han repetido con tanto fuerza que al final lo acabamos creyendo. Llegando a adaptar ese rol, comportándonos en función de lo que se esperan de nosotros.

Por ejemplo, podemos llegar a creer que somos débiles o personas frías, aunque no sea así, porque en cierta manera es lo que sentimos que se espera y quiere de nosotros. Es el espacio que los demás abren para nosotros, de alguna manera «la forma en la que encajamos».

Sin embargo, las etiquetas son dañinas y peligrosas, provocando que acabemos juzgando a una persona sin conocerla. Que juzguemos a alguien por su color de piel, raza, religión, orientación sexual…Sin molestarnos en conocer a la persona en la complejidad de su conjunto.

«Para recordar quién eres, necesitas olvidar lo que otros te dijeron que eres».
-Anónimo-

¿Quién soy?

La reflexión de Lito nos deja claro que responder a la pregunta de «¿quiénes somos?» una tarea sencilla y compleja a la vez. Compleja, porque buscamos una respuesta única que parece no existir, ya que somos el resultado de nuestras vivencias pasadas, presentes y futuras; sencilla, porque todos somos seres únicos e irrepetibles, construyendo nuestra historia día a día, con cada decisión, con cada interacción con las personas que se cruzan en nuestro camino.

Somos mucho más que aquellos roles que nos vienen predeterminados y que no hemos podido elegir. Somos mucho más de todo aquello que si hemos elegido ser. Somos un conjunto perfecto y único de lo elegido y no elegido, de roles y etiquetas.

«No serás el mejor, pero tampoco hay nadie mejor que tú».
– Anónimo-

Cristina Calle Guisado

jueves, septiembre 12, 2019

Personas que no se dan por vencidas: ¿qué las hace diferentes?

Hay personas que no se dan por vencidas. No importa la circunstancia, el problema o el reto que tengan por delante. En cierto modo, esta competencia psicológica es la que traduce el talento en éxito, la que nos dota de perseverancia para alcanzar logros y la que además logra que nuestros cerebros sean más resistentes para prevenir la ansiedad o la depresión.

 
 
Decía Mark Twain que una persona con ideas nuevas suena a broma hasta que su persistencia nos convence de lo contrario. De algún modo, ese enfoque mental y motivacional actúa como la chispa que prende los sueños y que dota de combustible a cualquier proyecto. Así, en un mundo tan lleno de obstáculos donde siempre resulta complicado mantener a flote nuestras metas personales, no darnos por vencidos debería ser nuestro leivmotiv cotidiano.

Ahora bien, más allá del factor motivacional y de nuestra capacidad de logro, hay otro elemento interesante. Los neurocientíficos llevan años intentando comprender qué diferencia a las personas persistentes de las que no lo son. Podríamos dar explicaciones educacionales, sociales o cómo no, hablar de distintos tipos de personalidad. Sin embargo, y aquí llega el elemento más interesante, estudios muy recientes nos revelan que hay una explicación biológica.

«Recuerda que no puedes fallar en ser tú mismo».
-Wayne Dyer- 
 
Personas que no se dan por vencidas, ¿qué las hace tan especiales?

Muchas de esas personas que admiramos a día de hoy (ya sean figuras famosas o esas que tenemos más cerca) son un evocador ejemplo de paciencia y perseverancia. Hay quien ha lidiado con la adversidad en cada una de sus formas con gran entereza, humildad e incluso con radiante positivismo, siendo capaz incluso de inspirar a otros.

Asimismo, hay quienes han sido capaces de llevar a la cumbre proyectos en los que nadie confió en un principio. Esa fuerza interior para confiar en uno, para no venirse abajo cuando alrededor solo hay alambradas, puertas cerradas y palmadas en la espalda seguidas de amables negativas es sin duda motivo de admiración.

Esa persistencia tan peculiar que habita en las personas que no se dan por vencidas, ha interesado desde hace décadas al campo de la psicología. Disponemos interesantes estudios datados en los años 30 que intentan asentar una primera definición sobre los rasgos definen a este tipo de personalidad. Asimismo, tampoco han faltado los enfoques que la entienden más bien como una sutil combinación de inteligencia, motivación y creatividad.

Sin embargo, en un estudio publicado en julio de este mismo año en la revista Cell nos hablan de algo más concreto. Después de analizar a diversos inventores, astronautas, escritores de éxito, Premios Nobel y personas anónimas que han superado grandes dificultades, se llegó a una interesante conclusión. Es la siguiente. 
 
Aspectos biológicos: el sistema neuromodulador de las personas que no se dan por vencidas

Este estudio llevado a cabo por la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington y liderado por el doctor Michael Bruchas señala que las personas resistentes disponen de un sistema neuromodulador desconocido hasta el momento. Dicho sistema funciona a base de un neuropéptido muy concreto: la nociceptina y sus respectivos receptores.
Este neuropéptido está ampliamente distribuido en todo el cerebro, así como en esas regiones asociadas a nuestro comportamiento. No obstante, no se sabe bien qué lo activa y cómo actúa.
Por otro lado, algo que han descubierto a raíz de este estudio de más de cuatro años de duración es que dichos moduladores actúan también sobre el sistema de dopamina y serotonina. Su efecto implica, entre otros fenómenos, que se reduzca la sensación de sufrimiento o incluso el dolor, tanto el físico como el emocional.

Este descubrimiento abre sin duda un gran número de posibilidades. La más importante, según los autores de esta investigación, sería crear nuevos tratamientos para realidades como la depresión.
 
Aspectos psicológicos: una personalidad que se hereda e inspira

La facultad de Medicina de la Universidad de Washington realizó un estudio muy interesante. Según este trabajo, la persistencia, ese elemento tan destacable de las personas que no se dan por vencidas, es una dimensión que suele heredarse de padres a hijos.

En cierto modo, esto vendría explicado por las bases biológicas antes citadas; sin embargo, hay elementos más importantes. En ocasiones, ser educados o vivir cerca de esas personas acostumbradas a luchar por lo que quieren, nos inspira, nos guía y nos enseña a actuar casi del mismo modo.

A todos nos ha ocurrido alguna vez. Basta con pasar un tiempo determinado con ese hombre o mujer tan especial, motivador, positivo y resiliente para impregnarnos de su misma luz. En cierto modo, esa resistencia anímica y voluntad excepcional también puede aprenderse; también podemos entrenar ese enfoque mental y actitudinal para invertir en nuestro bienestar y felicidad.

Como decía Benjamin Franklin, hay dos elementos que nos acercan a lograr aquello nos propongamos: la energía y la persistencia.

Valeria Sabater

miércoles, septiembre 11, 2019

¿No sentir para no sufrir?

Si has visto la película animada «Frozen» de Disney, seguro que recuerdas a la reina Elsa. Una joven especial con poderes sobre el hielo, que suele perder su control cuando siente rabia, tristeza, miedo o ansiedad. Un día, tras hacer daño a su hermana de modo accidental, Elsa opta por alejarse, por encerrarse en su propia habitación. Por romper todo lazo con el mundo exterior… Elsa elige, simplemente, dejar de sentir y dejar un lado sus emociones.

 
 
Puede que te llame la atención y que pienses que no es habitual que existan personas así, personalidades que elijan el dejar de sentir, el alejarse de toda unión emocional para mantener esa aparente gelidez con la que no conectar con las personas de su alrededor. Pero la verdad es que existen, y mucho más de lo que pensamos. Una realidad en la que abundan en especial personas que, simplemente, se niegan a enamorarse para no sufrir. Es la llamada filofobia.
 
LA NECESIDAD DE LAS EMOCIONES EN NUESTRA VIDA

Lo sabemos, las personas necesitamos sentir. Necesitamos sufrir, amar, emocionarnos, sentir la tragedia, la felicidad e incluso la pérdida. No solo son eventos ante los que es imposible protegerse, forman parte de nuestro aprendizaje experiencial y cincelan lo que todos somos hoy en día. Ninguno de nosotros podemos refugiarnos en un castillo de hielo para mantener alejados a aquellos que nos quieren, como hizo la reina Elsa del cuento de Disney.

Al final, la propia distancia y la propia reserva, causa más dolor a nuestro alrededor, pero para las personas que elijen simplemente el «dejar de sentir», no es tan fácil de ver .Pero ¿de dónde viene la dimensión conocida como Filifobia? ¿qué origen tiene? Los expertos nos dicen que las causas pueden ser muy variadas. Pero ahondemos un poco en ellas:

– En ocasiones la necesidad de no sentir, tiene su origen en traumas infantiles relacionados con la familia o el entorno afectivo. En esas etapas tempranas en que establecemos los habituales – y esperados – vínculos de seguridad, cuidado y afecto con nuestros progenitores, es posible que estas dimensiones jamás lleguen a establecerse. O más aún, que se vean dañadas y quebrantadas por algún hecho doloroso. No hay peor trauma que aquel que se vive en la infancia y que, de alguna manera va a determinar en muchos casos nuestra afectividad el día de mañana. El que logremos establecer lazos afectivos con los demás.

– Nuestras relaciones pasadas de pareja también suelen ser muy determinantes para muchas personas. El verse traicionadas, engañadas… rupturas traumáticas que dejan su oscuro sustrato en nuestra personalidad. Dejamos de confiar en las personas y, simplemente, valoramos que es más preferible no volver a tener una relación para no sufrir.

Otro hecho común que se está sucediendo hoy en día y que nos indican los especialistas en relaciones de pareja, es que se están dando ese tipo de relaciones llamadas «express«, ahí donde no existen demasiados compromisos o dependencias. Tampoco un amor desmedido. Son relaciones donde se prefiere guardar la individualidad y la independencia para no perder el control. Para salvaguardar nuestra independencia. Sería tal vez, otro modo de filifobia a tener en cuenta. 

LA TERAPIA DE LA ACEPTACIÓN Y EL COMPROMISO

Existe una vertiente psicológica que nos puede ser muy útil en estos casos. Recordemos a la reina Elsa escondida en su castillo de hielo. Cuando más deseaba controlar sus emociones más daño casuaba a su hermana y a su propio país. Sumergiéndolos en un invierno perpétuo. La regulación emocional y el control como problema, y no como solución, es un aspecto a tener en cuenta. El controlar las emociones no nos soluciona nada. Engrosa aún más el problema y nuestra ansedad emocional, nuestro temor ante el dolor, ante el ser dañados de nuevo.

Debemos aprender a aceptar lo sucedido y a integrar nuestras experiencias. Las pérdidas, los fracasos, las traiciones son dimensiones a aceptar y a integrar como aprendizajes personales. No como viejos muebles entre los que encerrarnos de por vida. De este modo acabamos reviviéndolos cada día.

Debemos establecer un compromiso con nosotros mismos: la necesidad de aceptar, superar, integrar y mirar al mañana abriéndonos nuevas puertas y nuevas oportunidades. Relajarnos y vivir con tranquilidad, ilusionándonos con nuevos proyectos, nuevas amistades, nuevas relaciones que, sin lugar a dudas, serán mejores que las anteriores porque somos más sabios. Porque sabemos lo que querernos. 

Después de aceptar, afrontar

En un estudio realizado por el equipo de investigación de Viñas Poch (2015) en población española adolescente nos arroja luz sobre los efectos del aislamiento. Según los autores, «sentirse culpable o responsable de los problemas y dificultades y aislarse de los demás impidiendo que conozcas sus preocupaciones fomenta el malestar personal«. Los autores han comprobado que el hecho de aislarse sólo incrementa la sensación de malestar.

Por otro lado, el equipo de Viñas Poch halló que «mantener una visión optimista y positiva ante las dificultades […], practicar deporte, […] y la implicación personal, el trabajo y la laboriosidad favorecen un mayor bienestar personal en los adolescentes». Viendo los resultados de esta investigación, lo mejor que podemos hacer es afrontar y trabajar en aquello que nos hace aislarnos. De esta forma, nuestro nivel de felicidad y bienestar aumentarán.

El estudio se realizó con adolescentes, pero se puede aplicar a cualquier persona. Así que vivir con un corazón helado es negarse a vivir. Las personas estamos hechas de emociones, y negarlas, ocultarlas, controlarlas… es ir en contra nuestra.

Valeria Sabater