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viernes, agosto 30, 2019

Necesidad de aprobación: cuando agradar a los demás se vuelve estresante

En la práctica clínica se encuentra que uno de los motivos de consulta más frecuentes se remite al estrés producido por dirigir la vida hacia la satisfacción de las aspiraciones, intereses y demandas de los demás, en detrimento de los propios deseos o intenciones.



Karen, paciente de 24 años, manifestaba en consulta lo siguiente: “No entiendo por qué las relaciones de pareja me duran tan poco, si yo soy tan buena persona”. Escuchando su relato, se encontró que, en efecto, era una mujer abnegada, muy pendiente de las necesidades de los tipos con los que salía, lo que le llevaba a sacrificar sus sentimientos y opiniones en beneficio de los intereses de sus parejas. Al principio a los hombres parecía gustarles mucho esta actitud, pero al verla tan falta de iniciativa y tan sometida a ellos, se cansaban de su compañía.

Esto parece paradójico, pero sucede con frecuencia. Ideamos estrategias para mantener el aprecio, cariño y aprobación de los demás, pero a la larga nuestras acciones se convierten en lo contrario: por un lado, nos autorreprochamos por subyugarnos ante los otros y olvidarnos de nosotros mismos para agradar a los demás; y por el otro, corremos el riesgo de que a los demás no les guste esa actitud pasiva y de sometimiento, porque muchas personas prefieren interactuar con sujetos más activos, autónomos y, en cierto grado, dominantes.

La necesidad de aprobación y el pensamiento imperativo

Albert Ellis, psicólogo norteamericano autor de la terapia racional emotiva, define 12 ideas irracionales que nos afectan la vida y que se presentan como absolutismos que tomamos como ciertos, los cuales nos condicionan en la relación con nosotros mismos y con los otros. Una de estas ideas es la necesidad de aprobación, definida como la creencia de que es una necesidad extrema para el ser humano adulto, ser amado y aprobado por prácticamente cada persona significativa de su entorno (familiares, amigos, conocidos…), situación que lo lleva a asumir estrategias de agradabalidad ante los otros y a hacer todo lo posible, hasta el sacrificio, por obtener su aceptación.

El mismo autor sostiene que por naturaleza los seres humanos tenemos la necesidad de sentirnos aceptados por otros, así como ser miembros activos en los contextos de interacción social. Para ello, nos comportamos según ciertos lineamientos sociales, buscando adaptarnos a los contextos que cohabitamos. Es una forma de pensamiento preferente, racional, en la que tenemos como meta mantener relaciones armónicas con los demás, aunque sin pretender llegar a ser “monedita de oro para todo el mundo”. Sin embargo, existe el pensamiento imperativo, condicionante, que es una forma de pensar de manera rígida en la que el deseo se convierte en obligación y, si no se logra lo que se espera, se entra en un estado de catastrofización y culpa, lo que constituye una forma de pensar irracional o patológica.

Irracionalidad y baja autoestima

La irracionalidad es una construcción personal ligada a atravesamientos culturales y de la historia de vida, que configuran formas estereotipadas de pensamiento. La persona termina asimilando estas creencias necesariamente como ciertas y aprende a configurar su vida en torno a ellas. En el caso de la necesidad de aprobación, la felicidad se relaciona con la forma en que estemos con los demás, en una especie de “irresponsabilidad emocional”, según la cual nos sentimos bien con nosotros mismos si estamos bien con los otros.

Como propone Walter Riso (2017), “la desesperada necesidad de aprobación siempre esconde una baja autoestima, la cual se busca compensar mostrando claves de atractibilidad”.

Características de las personas con alta necesidad de aprobación

Las personas que tienen alta necesidad de aprobación tienen características en su forma de pensar y de actuar que pueden identificarse fácilmente:
  • Su pensamiento está focalizado más en los demás que en sí mismos; sus deseos, intenciones e intereses pasan a un segundo plano.
  • Constantemente creen que no han hecho lo suficiente para agradar a los otros y piensan que siempre pueden dar más.
  • Llevan una vida de autosacrificio, de subyugación y de sometimiento, aunque en solitario se quejen por ello.
  • Tienen alta sensibilidad y poca tolerancia a la crítica, el rechazo y la valoración negativa por parte de los demás.
  • Esperan que los demás sean recíprocos a sus manifestaciones de afecto y subyugación, aunque no suelen expresarlo para no generar incomodidad en las relaciones.
  • Se justifican frecuentemente ante los demás, aún en situaciones en que no tengan la culpa de lo que haya ocurrido.
  • Dejan que los demás tomen la iniciativa y procuran no contrariar su opinión, o las decisiones que toman, así no estén de acuerdo con ellas.
  • Se convierten en esclavos de la aprobación y constantemente están pendientes de las opiniones de los demás, tanto en persona como en redes sociales.
  • Se cuidan en exceso de contrariar a los demás, reprimen sus expresiones de disgusto o malestar para no tener el rechazo de los otros.
  • Detestan la soledad, buscan estar en compañía de otros para recibir muestras de aceptación y aprecio.
 
Alternativas racionales para superar la necesidad de aprobación

Para superar la necesidad de aprobación, es necesario que la persona haga un reconocimiento de la irracionalidad de su pensamiento y se proponga los siguientes recursos cognitivos:
  • La aprobación social es deseable, pero no es una necesidad imperativa. Tener la aprobación de todas las personas es, en esencia, imposible, por lo que no vale la pena desgastarse en ello.
  • Estar con las personas con quienes se debe uno esforzar para ser aceptado, es un sinsentido. Lo ideal es estar con quienes nos acepten como somos, no con quienes quieren que seamos a su manera.
  • La opinión de los otros puede ser importante, pero no es determinante en la vida. Recibir la opinión de los demás es una forma de retroalimentación que nos orienta, pero no debe valorarse más allá de ello.
  • No necesitamos el amor de los demás para ser felices. Debemos anteponer nuestro amor propio, de esa manera podremos tener un contacto más profundo y real con las otras personas.
  • Favorecer la flexibilidad cognitiva y aceptar que las cosas no son necesariamente como las creemos. El pensamiento imperativo es irracional y no tiene un soporte empírico que lo sustente con suficiencia.
  • Es preferible actuar de acuerdo con criterios propios. Cuando somos auténticos, la aprobación externa provendrá de personas a quienes realmente les importamos. Si no, no vale la pena esforzarse para agradarles.
  • Somos responsables de nuestras propias emociones. Como nos sentimos es nuestra responsabilidad personal, no depende de cómo nos traten los demás.
  • La asertividad es una estrategia útil ante la necesidad de aprobación. Se deben adquirir competencias para ser capaces de manifestar nuestro deseos, opiniones y criterios, tanto positivos como negativos.

Por: Dr. Rodrigo Mazo Zea

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