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miércoles, agosto 31, 2016

Se van quedando las personas que cuentan, se van las que sobran

Las personas avanzamos rodeadas de círculos concéntricos de relaciones íntimas, que varían en su grado y cercanía y en función del objetivo de la relación. Este objetivo puede ser conseguir una fuente de información importante y significativa para la vida, una ayuda estable para el desarrollo vital o simplemente una fuente de bienestar social.



Pensemos, por ejemplo, en el botón de una camisa: se caerá desplomado si los hilos que lo unen a la prenda se rompen. Con la amistad pasa algo similar, aunque en este caso los hilos que la unen a nuestro corazón son más complejos y evolucionan en función de las demandas y necesidades, pero también de las expectativas.

La amistad, al igual que otro tipo de vínculos entre personas, no es estática. Este dinamismo hace que evolucione y que alrededor de ella se produzcan adaptaciones. Sin embargo, en ocasiones el cambio es tan grande y tan negativo que el hilo se rompe y el botón se pierde.

Estas pérdidas casi siempre dejan un poso de nostalgia, como si fueran un prueba irrefutable de que ya no somos lo que una vez fuimos. Sin embargo, esta nostalgia no debe confundirnos, especialmente cuando las relaciones se han vuelto interesadas y rodeadas, al mismo tiempo, de un halo de frialdad.

El sufrimiento de intentar pegar lo que ya no encaja

El apego es nocivo cuando nos obliga a seguir manteniendo una relación en base a algo que fue, pero que ya no es; cuando un puñado de buenos recuerdos sostienen una tediosa rutina llena de desencanto. La unión que se ha convertido en un espejismo y que genera enfrentamientos no merece más tiempo del que ya le has entregado.

No es cierto que la distancia o las dificultades mermen el cariño o la calidad de las relaciones. Tampoco la rutina, que se convierte en un placer conocido, pero no lo suficientemente saboreado cuando la compañía del otro complementa y aumenta nuestro bienestar diario.

Las relaciones se deterioran porque alguna de las partes o las dos dejan de cuidarla, a su vez precipitados por la conciencia de que los caminos han dejado de converger, para disentir por completo. A menos que cedas al chantaje emocional, impuesto por el mito de la estabilidad, tu existencia estará sujeta a cambios y por tanto tus relaciones también.

“Si no te quieren como tú quieres que te quieran, ¿qué importa que te quieran?”
-Amado Nervo-

Si te empeñas en mantener a la fuerza lo que de una forma natural ya ha terminado, estarás actuando de forma intimidatoria con tus sentimientos y en los ajenos, podrás pasar una vida “aferrado”, que no es lo mismo que obtener de ella un verdadero significado. Una semántica de construcción que te enriquezca a ti y a la propia unión.


Nos han enseñado a retener, pero no a dejar marchar

Parafraseando al controvertido Osho, en ocasiones aprender no es posible sino te liberas de todo aprendizaje. Eso no significa caer en una especie de estupidez o enajenación pasajera, simplemente se trata de dejar de intentar entender, para empezar a atender a aquello acorde con nuestro desarrollo intelectual, social y moral.

Dentro de la psicología social, “La hipótesis de la Correspondencia” nos dice que las parejas y amistades que son similares es muy probable que lleguen a establecer relaciones estables. Solo quienes son afines a tus valores podrán tener una relación más estrecha contigo a largo plazo.

Se trata de buscar lo que necesitas, no de conformarte con aquello que no te duele, pero que tampoco te llena. Algunas personas deben marcharse para que otros puedan seguir acompañándote de verdad. Sin dramas, sin traumas. Asumiendo los cambios en las relaciones como procesos naturales, como una especie de muda para nuestra piel.

Eso implica desafiar una de las enseñanzas recibidas acerca del amor: amar no es retener, sino desear quedarse. Junto a tu pareja y amigos. Junto los libros que lees y en el trabajo al que le dedicas tus horas.

A veces tan solo se trata de hacer caso de nuestra intuición más básica: dejemos que se quede lo que siga contando, dejemos que se vaya lo que ya no nos aporta nada, aunque haya pasado mucho tiempo acompañándonos, disfrazando el malestar de rutina.

Más sabios que no más heridos, conseguiremos que nuestro crecimiento esté acompañado por personas que verdaderamente queremos conservar en nuestras vidas, con las que tendremos debates y puntos de vista distintos, pero con las que raramente tendremos que medir las palabras que decimos. Que cuenten conmigo, porque ellas cuentan en mi vida.

Cristina Roda Rivera

martes, agosto 30, 2016

La Fragmentación del Alma

La fragmentación del alma, se puede considerar como difícil de entender, pero los especialistas en asuntos esotéricos se han expresado de manera que el alma puede dividirse. La fragmentación del alma ocurre cuando la `persona es sometida a malos tratos que sobrepasan los limites del dolor… una violación, o el ser sometido a torturas o cualquier daño físico o mental que pueda dejar una secuela en la psiquis de la persona. En cada pedazo o fracción del alma está una sección personal del todo. 



Cada pedazo es independiente y puede estar en lugares diferentes. Hay una teoría que propone que hay lugares o contenedores donde son depositados estos fragmentos de almas y así crear un tormento a la persona que le falta.

La Fragmentación del Alma se puede evitar.


¿Cómo podemos saber si nuestra alma está fraccionada?

Cuando una persona tiene su alma incompleta se presentan una serie de síntomas o señales que advierten a la persona de que algo en ella anda mal. Cuando ocurre la fragmentación del alma uno de los síntomas más comunes es la incapacidad de confiar en los demás, la persona siente que va ser traicionado si deposita su confianza en alguien.

Es común que se sienta como que no pertenece al lugar donde vive, pero en realidad no se siente bien ni consigo mismo. Otro síntoma que se presenta cuando se produce la fragmentación del alma es las enfermedades recurrentes, gripes que no sanan ¿malestares que se repiten sin una razón aparente.

No me arrepiento de nada de lo que he hecho, me arrepiento de las que no hice cuando tuve la oportunidad.

¿Qué hacer cuando sospechamos que se tiene una fragmentación del alma? 

Cuando sospechamos que sufrimos de una fragmentación del alma, lo más recomendable es visitar a un terapeuta especializado, este puede ser un Chamán o Kinesiólogo, lo importante es que ayude al paciente a buscar los pedazos del alma traerlo y luego incorporarlo de nuevo al Alma, ese pedazo opedazos del alma se pueden encontrar en el plano terrenal o algún otro plano del cosmos.

Cuando el terapeuta encuentra el pedazo de alma faltante, le da una serie de recomendaciones para que este fragmento se una y la persona logre superar el trauma que lo llevó a la fragmentación. Cuando la persona recupera los pedazos logra un gran crecimiento que le ayudara a saber evitar o sufrir el mismo trauma que le produjo la fragmentación del alma, logrando un gran conocimiento de lo que significa el estar vivo.

Sí el regreso del fragmento presenta resistencia es que el proceso de sanación esta inconcluso y es necesario que el Chaman o la persona que se encuentra ayudándolo en la recuperación lo guie para superar la situación que le ocasionó la fragmentación. Desde el instante que el paciente logra superar los motivos conseguirá el equilibrio que necesita para realizar con éxito la recuperación del fragmento del alma. Ya qué el secreto esta en ocuparse en superar y en sanar al paciente del trauma.

La Fragmentación del Alma

La mayoría de las veces tenemos que perdonarnos a nosotros mismos.

El hombre es un ente formado de cuerpo y alma cuando el hombre pierde parte del ama deja de realizar una vida placentera y feliz que lo convierte en un ser improductivo para la sociedad, cuando se logra la recuperan el fragmento o pedazos del alma fragmentada la persona consigue de nuevo la restauración de su ser, se sentirá un ser humano pleno, con la energía que necesita para seguir su transito por el mundo logrando desatar las amarras que lo mantenía anclado en el sufrimiento y en el pesar. Él alma es programada y limpiada para continuar con éxito el camino por el mundo material y el mundo espiritual. 

AUTOR: Antonio

lunes, agosto 29, 2016

¿Cuál es tu verdadera visión?

Es comprobable que, al contemplar una figura humana egipcia, con sólo mirarle los ojos casi se desvanecen los demás colores y formas y toda la atención queda centrada en la mirada. Y lo mismo observamos en la pintura, en la que, siempre, aparecen las figuras con el tronco de frente y el rostro de perfil y en éste, los ojos negros y enormes.



¡Cuánta expresión causan los ojos!

Hay expresiones que pueden llegar de diferentes maneras, de acuerdo a la impresión de los sentidos, lo que hace que dos personas observan el mismo paisaje y cada una lo vea diferente. Esto dependerá de la percepción y del estado mental de la persona.

Mary Baker Eddy, en su best seller Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, define a los ojos como “discernimiento espiritual, no material, sino mental”. Desde un punto de vista espiritual, los ojos están asociados con la esfera interior de nuestro ser: lo que está dentro de nosotros, más allá de lo que vemos.

Enfocarse a esta dimensión espiritual en el cuidado de la salud resulta de gran magnitud.
Alrededor de un 80% de lo que percibimos nos llega a través de la información visual y de acuerdo a la tarea que cada uno realice puede sentir que hace un gran esfuerzo, lo que en muchos casos puede derivar en cansancio y estrés visual u otras alteraciones visuales.

Es posible considerar una alternativa sanadora para estos trastornos. Una perspectiva espiritual posibilita sanar de los temores a la introspección o hacia el futuro, como también de sentimientos de frustración e ira. La espiritualidad tiene una fuerza curativa propia y procede de la conexión con lo Divino. Al aceptar que cada uno es una idea espiritual estamos aceptando también que la salud está relacionada con la espiritualidad.

En mi propia vida, la búsqueda espiritual me ha llevado a la comprensión que toda causa y efecto son mentales y que la salud va más allá de toda causa y efecto físico, es decir, es una condición mental. Las limitaciones, malas creencias y síntomas pueden desaparecer cuando se vencen dudas y temores, reconociendo a la Mente divina como la fuente de discernimiento, comprensión y salud.

Jesús dijo, pensando en la visión externa: “¿Teniendo ojos no veis?”

¿A qué visión se estaba refiriendo?
Indudablemente a aquella que es invisible para el ojo humano, no son los ojos materiales los que realmente ven. Él podía sanar por su entendimiento de la metafísica basada en la unidad que cada uno tiene con el Amor, viendo espiritualmente al hombre perfecto a semejanza divina.

Una de las características de los ojos de la paloma es que pueden ver solamente una cosa a la vez. Del mismo modo podemos centrar la mirada en un solo plano para captar el reflejo del Amor.

Tal vez puedas preguntarte: ¿cuál es la vista que elijo hoy, la espiritual o la de las cosas del mundo? Si eliges la espiritual, podrás discernir la pureza y la permanencia del bien en tu vida y tus ojos brillarán más saludables.

María Damiani

domingo, agosto 28, 2016

Eres aquello que haces, no aquello que dices que harás

Desde siempre ha sido mucho más sencillo crear(se) expectativas que cumplirlas, por lo que solemos estar más acostumbrados a probabilidades que se quedan en el aire que a certezas. Al final lo que ocurre es que sueles olvidar que eres aquello que haces y no aquello que dices que harás: eres lo que tus actos dicen de ti y las intenciones son el decorado.



Decía un proverbio antiguo:
“No debe cruzar el puente hasta que no llegue a él”.

A medida que actúas estás dejando a tu alrededor una especie de rastro que puede llegar a los demás o repercutir en tu futuro más próximo: una reacción o una actitud ante una situación es capaz de marcar la diferencia. En otras palabras, el buen corazón que tienes necesita estar en sintonía con tus movimientos y tus pensamientos: lo que dices transmite, pero aquello que haces llega y se siente.

La frustración de las expectativas

Nos encantan las expectativas y, en cierta medida, nos resultan inspiradoras para conseguir lo que anhelamos: se construyen como impulsos y se llenan de nuestros sueños de seguir creciendo o de hacer felices a los demás. De esta manera las expectativas se convierten en el punto de origen de la autenticidad porque nacen de lo más hondo de cada uno, pero también de la fragilidad y la frustración.

“Las expectativas eran como la porcelana fina. Cuanto más fuerte te agarrabas a ellas, más probable era que se rompiesen”
-Brandon Sanderson-

Sin darnos cuenta, muchos de los pensamientos diarios que tenemos son expectativas e ilusiones que se nutren de las promesas de los demás o de las propias esperanzas personales puestas en ellos: “me prometió que saldríamos para celebrarlo y ahora no puede”, “seguro que haré genial esa entrevista, me la he preparado mucho”, “está esperando el CD que le enseñé para su cumpleaños, pero olvidé comprarlo”, etc. Estos podrían ser ejemplos cotidianos de lo que venimos comentando.

En los casos en los que las promesas de un lado y las expectativas del otro no se acompañan del esfuerzo por hacerlas realidad son inútiles, pues solo generan decepción, tristeza o irritación: los propósitos no son verdades absolutas y el error está en tomarlos como si lo fueran. En este sentido, solo se puede agarrar un hecho sin temor a que se rompa cuando ha sido plenamente ejecutado.

Eres aquello que haces: tus actos te definen

Cuando en la película Batman Begins alguien apunta: “no es quien seas en el interior, tus actos te definen”, parecía querer proponernos una reflexión más profunda sobre el tema. No es que no importe lo que llevemos dentro, es solo que de cara al exterior los actos nos delatan independientemente de lo que queramos hacer creer con palabras.

Esto es, eres aquello que haces porque si tu corazón es bueno, tus relaciones lo notaran en los pequeños detalles y, por el contrario, si es malo las promesas y las expectativas que generes no podrán ocultarlo.

Al fin y al cabo todos tenemos tres personalidades: lo que somos, lo que creemos que somos y lo que los demás piensan que somos; razón de más para buscar que las tres vivan en armonía. Si decimos que haremos algo y no lo hacemos, lo que pasa es que las tres personalidades chocan y se crean emociones negativas.

¿Dónde quedan entonces los buenos propósitos?

Los buenos propósitos son fundamentales, dado que sin ellos los fines difícilmente lo serán también. Es beneficioso tener el propósito de superarnos continuamente; por ejemplo en el trabajo, donde las metas que nos marcamos son tan importantes.

“Son útiles o buenas las acciones que sirven a un propósito y lo alcanzan.”
-Maimónides-

Sin embargo, tener el propósito de alcanzar una meta no nos lleva por sí solo a ella; y, si no, ¿cuántos de tus propósitos de año nuevo has cumplido en estos últimos meses? Probablemente muchos se quedaron con las ganas de comenzar el 2016. Tener propósitos positivos nos da vitalidad y adrenalina, pero es necesario acompañarlos de acción, de movimiento.

Cristina Medina Gomez

sábado, agosto 27, 2016

Cómo calmar la mente inquieta

Vivimos a un ritmo frenético. Hay muchas demandas que compiten por nuestra atención y la lista parece ser más larga cada día. No es de extrañar que el estrés y la ansiedad a menudo formen parte de nuestra existencia. No se puede retroceder en el tiempo, pero se puede descubrir una manera de encontrar la calma, de calmar la mente inquieta. 



Los budistas dicen que la mente se puede comparar a un mono. Al igual que un mono salta de rama en rama, estando continuamente agitado, la mente salta sin parar de un pensamiento a otro, lo que nos deja agitados y confusos. Pero ¿por qué está la mente tan inquieta?, ¿cómo se puede calmar y encontrar la quietud de la mente?

“El silencio es una fuente de gran fuerza”
-Lao Tzu-

El cuento del elefante y la mosca

Un discípulo y su maestro estaban caminando por el bosque. El discípulo se sintió perturbado por el hecho de que su mente estaba en agitación constante. 

El discípulo preguntó a su maestro: “¿Por qué la mayoría de las mentes de la gente están inquietas y solo unos pocos poseen una mente tranquila? ¿Qué se puede hacer para calmar la mente?”

El profesor miró al discípulo, sonrió y dijo: “Voy a contarte una historia”.

Un elefante estaba de pie comiendo las hojas de un árbol. Una pequeña mosca llegó y voló junto a él, haciendo un desagradable zumbido cerca de su oído. El elefante agitó sus largas orejas para espantarla. Pero poco después la mosca llegó de nuevo y el elefante volvió a sacudir las orejas. Esto se repitió varias veces. 

Tras varios intentos fallidos para espantar definitivamente a la mosca, el elefante se dirigió a ella y le preguntó:

-¿Por qué estás tan inquieta y eres tan ruidosa?, ¿por qué no puedes quedarte por un tiempo en un solo lugar?”

La mosca respondió:

–Me atrae lo que veo, lo que escucho o lo que huelo. Mis cinco sentidos me reclaman con todo lo que sucede a mi alrededor y no puedo resistirme. ¿Cual es tu secreto, elefante? ¿Cómo puedes mantenerte tan tranquilo y quieto?”

El elefante dejó de comer y dijo:

“Mis cinco sentidos no dirigen mi atención. Tengo el control de mi atención y puedo dirigirla a donde quiera. Esto me ayuda a sumergirme en todo lo que hago y, por lo tanto, mantener mi mente centrada y tranquila. Ahora que estoy comiendo, estoy totalmente inmerso en el comer. De esta manera, puedo disfrutar de mi comida y masticar mejor. Yo controlo mi atención y no al revés y esto me ayuda a estar tranquilo”.

Desprenderse de lo no esencial

Para mantener la mente tranquila no hay que distraerse. Desprenderse de lo no esencial es la clave para centrarse en lo que realmente importa. Siendo conscientes del momento presente podremos encontrar la paz y la quietud.

Pero, ¿cómo nos desprendemos de lo no esencial?, ¿qué es lo esencial y qué no?, ¿cómo escuchar en nuestro interior la respuesta en medio de tanto ruido? En realidad, el primer paso es bastante fácil: basta con parar y permanecer en silencio. En esta falta de acción empezaremos a encontrar respuestas.

“Vamos a guardar silencio para que podamos escuchar los susurros de los dioses”
-Ralph Waldo Emerson-

Meditación para calmar la mente inquieta

La meditación es una excelente herramienta para calmar la mente inquieta. La meditación reduce el ajetreo incesante de la mente. De hecho, concentrarse en la respiración es mucho más fácil de lo que parece y permite tener una conciencia más profunda de la tranquilidad.

Con la práctica y la persistencia se puede desarrollar la capacidad de encontrar esa tranquilidad a través de la meditación sin importar lo que está pasando alrededor. Aprender a meditar te permitirá calmar tu mente en el trabajo, en el transporte público, en un situación estresante en cualquier lugar o en medio de cualquier ambiente ajetreado.

“Se trata simplemente de sentarse silenciosamente, observando los pensamientos pasando a través de ti. Simplemente observando, no interfiriendo, no juzgando, porque el momento en que juzgas, has perdido la pura observación. El momento en que dices ‘esto es bueno, esto es malo, has saltado en el proceso de pensamiento”
-Osho-

Cultivar la gratitud

El ajetreo y el ruido de tu día a día puede ser debido a un sentimiento subyacente de descontento.Una forma de comenzar a mejorar tu sentido de la alegría y la satisfacción es reconocer y celebrar todas las cosas maravillosas que ya tienes. Aunque suene un poco tópico es importante recordar que estar agradecido por lo que tienes es lo que realmente te ayudará a ver las cosas de otra manera.

Simplemente anota de forma rápida las cosas por las que estás agradecido en este momento, diez o más. No lo pienses demasiado, simplemente tan rápido como sea posible. Vale cualquier cosa, desde la que parezca más superficial o sutil a la más profunda o vital. Cuando hayas terminado lee la lista de agradecimientos en voz alta. Todo eso te parecerá mucho más maravilloso y te llenará de alegría para encontrar la quietud interior.

Eva Maria Rodríguez

viernes, agosto 26, 2016

Mi corazón va por un lado y mi vida por otro

Todos deberíamos escuchar a nuestro corazón. La verdad es que ninguno de nosotros puede ser absolutamente coherente cada día y a cada hora. Estamos habitados por contradicciones porque amamos y odiamos al mismo tiempo, porque somos valientes y al mismo tiempo huimos, porque somos buenos y a la vez podemos causar daño. Sin embargo, logramos lidiar con esas contradicciones, de modo que construimos una forma de ser y de vivir, más o menos, consistente.



Para algunas personas no es posible construir esa base mínima de coherencia. Viven como no desean vivir. Trabajan como no desean trabajar. Aman como no quieren amar. En esos casos, hay una fuerte dicotomía entre lo que se siente desde el corazón y lo que se lleva a la práctica en los actos. Es como si vivieran una existencia prestada.

“Mi corona está en el corazón, no en mi cabeza”
-William Shakespeare-

Los casos son muchos. Personas que no aman a su pareja realmente, pero mantienen una relación con ella a pesar de todo. Gente que va todos los días a su trabajo y lo único que anhela desesperadamente es la hora de salir de allí. También están los que escogieron una profesión que detestan o quienes aparentan todo el tiempo que aprecian a las personas de su entorno, cuando en realidad solo quisieran verles desaparecer.

Por supuesto, todos tenemos días o etapas en las que renegamos un poco de la forma en la que vivimos. En ciertas circunstancias le perdemos algo de gusto al trabajo o nos sentimos distanciados de la pareja o nos fastidia lo que nos rodea. Pero cuando, en esencia, estamos conectados a la vida desde lo profundo del corazón, esos episodios no pasan de ser pasajeros y se superan con relativa facilidad.

Cuando el corazón no está conectado con la vida

Seguramente muchas de las personas que no logran experimentar la vida desde su corazón, dirán que esto se debe a alguna limitación externa. Si odian su trabajo, pero permanecen ahí, argumentarán que “la necesidad tiene cara de perro”, que las cuentas a fin de mes no dan espera y que sería muy difícil conseguir un nuevo empleo. Sin embargo, tampoco ves que lo busquen o que hagan algún tipo de esfuerzo para salir de una labor que dicen detestar.

Esto es todavía más frecuente en las relaciones de pareja. Seguramente conoces a alguien que mantiene una queja constante frente a su pareja y sigue haciéndolo así durante años y años. Si le dices que deje a esa persona, te responderá que algún día lo hará, o que no puede hacerlo por los niños, por la hipoteca compartida o por las convicciones religiosas.

Es entonces cuando cualquiera se pregunta: Si es imposible superar esa situación, ¿por qué, entonces, no busca alguna forma de adaptarse a ella? Y si es posible superarla, ¿por qué no hace lo necesario para acabar con ese supuesto tormento?

Es en esos casos cuando el corazón va por un lado y la vida por otro. La persona sufre y se siente atrapada, pero no visualiza una forma para salir de ese laberinto. O bien cree que “así es la vida” y así se debe aceptar; o bien piensa que no es capaz de hacer un cambio. En el fondo, lo que opera es una fuerza inconsciente que desconoce.

Los mandatos inconscientes

Casi todos creemos que nuestras razones para actuar son completamente claras, pese a que muchas veces nos preguntan por qué hacemos lo que hacemos y damos respuestas muy vagas. Lo cierto es que la mente humana es mucho más compleja que eso. Parece que hay una amplia zona desconocida para nosotros mismos, en donde se alojan los motivos más profundos y auténticos de lo que hacemos.

Desde que nacemos, estamos supeditados al deseo de los otros. Nuestros padres construyen un significado consciente para nuestra existencia, pero también depositan expectativas y deseos inconscientes para nuestra vida.

Una madre deprimida, por ejemplo, te transmite el amor que puede darte, pero también un cierto halo gris en torno a todo lo que ocurre. Un padre distante te da amor a su modo, pero también se convierte en un fantasma inalcanzable al que quizás quieres complacer y acercar sacando buenas notas, o siendo “muy juicioso”, o armando problemas en todas partes.

Si tu corazón va por un lado y tu vida por otro, lo que sucede es que hay una contradicción entre tu deseo consciente y tu deseo inconsciente. Probablemente vives como alguien desea, o deseó, que vivieras. Ese alguien es, seguramente, uno de tus padres o de las figuras relevantes de tu infancia.

Y quieres complacerle, pero en el fondo sabes que actúas motivado por un deseo ajeno. Sin embargo, algo dentro de ti te impide rebelarte y reclamar una vida genuina, hecha a la medida de tus propios anhelos. Ese algo es el miedo infantil a perder el amor de esas personas de las que, inconscientemente, sigues dependiendo.

En el interior de cada uno de nosotros habita un niño desprotegido que haría lo que fuera necesario por no perder el amor, la atención y el cuidado de sus padres. Algunos aprenden a reconocer los recursos que tienen para hacer una vida individual, lejos de esas sombras.

Otros, en cambio, siguen gravitando alrededor de un conflicto inconsciente no resuelto con alguno de sus progenitores. Crecen, estudian, trabajan y se vuelven médicos o hasta presidentes. Pero sienten que no son ellos mismos.

Edith Sánchez

jueves, agosto 25, 2016

Los 7 hábitos mentales de las personas infelices

La felicidad se puede presentar de tantas formas diferentes que puede ser difícil de definir. Sin embargo, la infelicidad es fácil de identificar ¿cuántas personas infelices conoces? La felicidad tiene mucho menos que ver con las circunstancias de vida de lo que parece, porque la felicidad está bajo el control de cada uno mucho más de lo que pensamos. La felicidad es el producto de nuestros hábitos y nuestra visión de la vida.



Cuando la gente es infeliz es mucho más difícil estar cerca de ellos y mucho menos trabajar con ellos.La infelicidad lleva a la gente a mantenerse a distancia, creando un círculo vicioso que les impide lograr todo aquello de lo que son capaces.

La infelicidad puede cogerte sorpresa. Gran parte de tu felicidad está determinada por tus hábitos, tanto de pensamiento y acción. Por lo tanto, cabe preguntarnos, ¿qué hay que vigilar para asegurarse de que tus hábitos no te arrastren hacia el abismo?

Hábitos que llevan a la infelicidad

Algunos hábitos conducen a la infelicidad más que otros. Por eso hay que se ser especialmente cuidadoso algunos. Son los siguientes:
Culpar a todo el mundo excepto a uno mismo

En lugar de asumir la responsabilidad de la acción con el fin de crear una vida mejor para sí mismos,las personas infelices critican continuamente a otros, poniendo toda la responsabilidad sobre sus hombros y culpándoles de todo lo que les va mal en su vida.

Quejarse en lugar de tomar medidas

A la gente infeliz le gusta mucho quejarse. Además, las personas infelices se centran continuamente en lo grandes que son sus problemas son en lugar de tratar de encontrar la manera de superarlos.

Verse como víctimas de su destino

En la vida podemos elegir ser creadores o víctimas. La gente infeliz opta por el victimismo. Las personas infelices creen que no tienen lo que se necesita para crear una diferencia positiva en sus vidas, por lo que dejan de trabajar por sus objetivos y se llenan de remordimientos y angustia.

Perderse el presente pensando en el futuro o en el pasado

El momento presente es el único momento que realmente es. El pasado se ha ido y el futuro está por venir. Es aquí y ahora cuando realmente podemos vivir. La gente infeliz siempre se preocupa por el futuro y de no dejar de lado su vinculación emocional con sus experiencias pasadas.

Quedar atrapado en el juego de la competencia

Los seres humanos son seres profundamente sociales, lo que supone que la alegría puede nacer de la cooperación y de compartir. Sin embargo, los que no están contentos no entienden esto que están inmersos en la competición, siempre tratando de superar a los demás con el fin de sentirse mejor consigo mismos. Pero lo único que consiguen es ser miserables y estar estresados.

Dificultad para confiar en la gente

Todos necesitamos la amistad y el amor en nuestra vida para ser felices. Pero para poder tener relaciones íntimas o amistosas necesitamos tener un corazón abierto y confiar en la gente. La gente infeliz se sienten insegura, por lo que no confía en los demás por temor de ser heridos o decepcionados.

Buscar constantemente el permiso de los demás

La libertad es derecho de nacimiento de todos, pero debido a la forma en que hemos sido educados muchos de nosotros hemos sido condicionados a creer que tenemos que pedir el permiso de otros antes de hacer algo que deseamos.

Este es el caso con las personas infelices, que nunca piensan por sí mismas ni actúan por su cuenta,sino que siguen una trayectoria creada por otros, esforzándose para cumplir con las expectativas de los demás. Esto sólo les hace experimentar un inmenso sufrimiento.

Ser pesimista

El pesimismo es el mayor combustible de la infelicidad. El problema con una actitud pesimista se convierte en una profecía autocumplida: si espera que las cosas mala pasen, es más probable que las cosas malas ocurran.

No esforzarse en mejorar

Debido a que las personas infelices son pesimistas y sienten una falta de control sobre sus vidas, tienden a sentarse a esperar a que la vida pase con ellos. En lugar de establecer objetivos, aprender y mejorar sólo sieguen avanzando penosamente y luego se preguntan por qué las cosas no cambian nunca.

Eva Maria Rodríguez

miércoles, agosto 24, 2016

He aprendido a decir “sí” sin miedo y “no” sin culpa

Lo he hecho. Vivo sin miedo y he perdido la vergüenza, ahora ya no temo decirte que en tu metro cuadrado puedes hacer lo que quieras, pero en el mío, quiero tu respeto. Digo “no” sin tapujos a quien me trae tempestades en días despejados y digo “sí” a mi vida, a mis antojos y por supuesto, a mi dignidad.



Autoafirmarnos sin agredir es un actitud y un comportamiento que no todo el mundo sabe llevar a cabo. En ocasiones, se llega a confundir el orgullo con el egoísmo o la reafirmación de uno mismo con la imposición de los propios valores. Ahora bien, decir “sí” sin miedo y “no” sin culpa es mucho más que un necesitado ejercicio de higiene mental y supervivencia.
Visto como quiero, voy y vengo cuando lo deseo, escucho, respeto y opino. Hace tiempo que aprendí a vivir sin miedo, a decir “no” sin sentir culpa y a decir “sí” cuando así lo siento, porque aunque mi corazón tenga una puerta para quien desee entrar, también hay otra para quien quiera salir.

En nuestro día a día nos encontramos a menudo con el mismo tipo de personas. Por una parte están las que desean quedar bien con todo el mundo y siempre tienen un “sí” abnegado y devoto en los labios. En el lado opuesto, están los más enervados. Los de “nadie tiene derecho a decirme qué debo hacer” o “yo no te debo nada así que apártate de mi camino”.

Los extremos nunca son buenos, porque la clave de la supervivencia respetuosa y sabia está en ese centro donde autoafirmarnos sin agredir y sin llegar a ser tan permeables como para diluirnos en dictados ajenos con tal de complacer. De encajar.

Decir “sí” sin miedo: la validación como persona

Cuando somos niños, nadie nos enseña qué es eso llamado autoestima. Dependiendo de nuestra crianza y de las experiencias que tengamos a lo largo de nuestra infancia y adolescencia, desarrollaremos un “sucedáneo” de la misma para ir sobreviviendo más o menos.

Ahora bien, las auténticas pruebas de fuego van llegando con el tiempo. Son instantes complejos para los cuales nadie nos ha preparado, momentos en que poner a prueba nuestros miedos, nuestras indefensiones o valentías para adaptarnos a este mundo tremendamente complejo. Ahí donde ni los egos inflados ni los egos raquíticos van a ser funcionales ni aún menos felices..

Decir “sí” sin miedo pero con respeto a cada una de nuestras aspiraciones y necesidades es una necesidad vital. A muchos, por ejemplo, nos educan sin saberlo en la “ley del desgaste personal”: en esa complacencia externa donde buscar la aprobación frecuente de los demás, para validarnos así como personas. Nuestra dignidad, en estos casos, queda encerrada en los sótanos del temor y la más pura indecisión.

Asimismo, también es común callar y ahogar deseos y voluntades por temor a ser sancionados o peor aún, ser rechazados por quienes nos rodean al ver la decepción en sus rostros. Poco poco y en caso de no reaccionar, acabamos invalidándonos a nosotros mismos, quitándonos la legitimidad para tener voz, para respirar y sencillamente, ser personas capaces de decir “sí” cuando la vida les invita a vivir.

Decir “no” sin culpa, vivir siendo congruentes

Aceptarse a uno mismo, lejos de lo que muchos digan, no debería llevarnos toda la vida. La autoaceptación, como la autoestima debería ser un deporte obligatorio que practicar desde la infancia. Debería ser esa religión sanadora a la vez que liberadora donde poder creer en nosotros mismos, y a la vez, en nuestras capacidades para respetarnos y respetar a los demás.

Porque vivir sin miedo a decir “si” y sin cargos de conciencia por decir “no” es vivir siendo congruentes, es sobrevivir en cada ámbito de nuestra existencia confiriendo un respeto auténtico y pleno para la propia autoestima y para quienes nos envuelven.

Te proponemos que tengas en cuenta las siguientes dimensiones para aprender a decir “no” cada vez que lo necesites sin ningún cargo de conciencia.

Cómo ser asertivos sin tener cargos de conciencia

Autoafirmarnos sin agredir es un arte que debemos llevar a cabo con sucinta elegancia pero con afinada precisión. Nada de lo que digamos debe llevar a equívocos, cada palabra debe definirnos y dar forma a nuestras necesidades, nuestros derechos vitales y nuestros límites infranqueables.
  • Decir “no” cuando los demás esperaban un “sí” de ti no es un acto de traición. Es autoafirmarte en tu postura para que los demás puedan actuar en consecuencia conociéndote mejor como persona.
  • Dar un “no” a tiempo salva vidas y en especial la tuya. Te salva de situaciones que te hubieran colocado el yugo de la infelicidad, de los grilletes de las imposiciones egoístas y de esos sufrimientos de los que todos debemos defendernos.
  • El “no” debe darse a tiempo, sin miedo y sin vergüenza alguna. Quien te quiera lo aceptará con respeto y de hecho, ni siquiera se sorprenderá, porque te conoce. Ahora bien, quien oponga resistencia a tu negativa o se sienta traicionado, solo tiene dos opciones, aceptarte o salir por la puerta trasera de tu corazón.
En conclusión, se trata solo de practicar la autenticidad y ese sentido de supervivencia donde por fin, caen los velos y todas las vergüenzas. Porque la felicidad se encuentra más allá de la línea del miedo, esa que debemos sobrepasar con valentía, con la cabeza bien alta, los ojos abiertos y el corazón alegre.

Valeria Sabater

martes, agosto 23, 2016

Creencias que nos impiden conseguir la vida que deseamos

Hay muchos libros de autoayuda orientados a darnos pautas para aprender a vivir en plenitud y alegría. Muchos de nosotros hemos buscado en estos las respuestas a los bloqueos que sentimos cuando queremos conseguir determinadas metas. Estos libros hablan del condicionamiento de las creencias inconscientes aprendidas en la infancia.



Una creencia es una idea sobre nosotros mismos o sobre el mundo en el que vivimos a la que hemos dado el poder de la verdad absoluta y como tal actúa de filtro a través del cual percibimos el mundo. Son las gafas que utilizamos para ver. Respondemos a las experiencias de la vida desde esa percepción, por lo que obtendremos resultados acordes a esa forma de ver y esto nos hará confirmar que el mundo es tal y como nosotros creemos que es.

“La creencia es en parte involuntaria. Un hombre no puede ser considerado mejor o peor por su creencia”
-Percy Bysshe Shelley-

¿Cómo formamos nuestras creencias?

Las personas tenemos creencias y filosofías de vida que, aunque inventadas por nosotras mismas, las mantenemos dogmáticamente. Para llegar a conseguir nuestros objetivos en la vida tenemos que aprender a formar y a mantener creencias racionales y lidiar con las irracionales.

Los patrones de pensamiento irracional se caracterizan por ser falsos, disfuncionales y automáticos.Se expresan en términos de obligación, necesidad o exigencia (tengo que, debo de, estoy obligado). Su no consecución provoca emociones negativas inapropiadas (depresión, culpa, ira, ansiedad, miedo) que interfieren en la consecución de objetivos y genera alteraciones de la conducta como aislamiento, conducta de evitación o de escape, abuso de sustancias tóxicas, etc.

Por el contrario, las creencias racionales son preferenciales o relativas y se expresan en términos de deseos y gusto (me gustaría, preferiría). Cuando las personas no consiguen lo que desean, los sentimientos negativos de displacer que generan no impiden el logro de nuevos objetivos o propósitos.

Los acontecimientos no causan los problemas, sino que estos son causados por las creencias que subyacen a las interpretaciones. Las creencias racionales y adaptadas nos acercaran a una vida adaptada y flexible a nuestros deseos.
El hundimiento de una creencia crea una nueva dimensión del sujeto

¿Qué creencias nos impiden vivir la vida que deseamos?

Los pensamientos irracionales nos alejan de la vida que deseamos tener. La psicología cognitiva, concretamente la Terapia Racional Emotiva Conductual de Ellis, parte de la teoría central de que las cosas que ocurren no son las que producen las perturbaciones, sino que éstas se generan por la interpretación que las personas tienen sobre ellas.

Entre las creencias absolutas que más interiorizamos y que nos alejan de la vida que deseamos tener encontramos:
  • No puedo. Muchas personas ya están haciendo lo que les gusta y viviendo la vida que desean. La diferencia es que ellos han confiado en sí mismos, han dejado atrás las excusas, han salido de su zona de confort y ya han pasado a la acción. Si ellos pueden, tú también puedes.
  • Ahora no es el momento. Cualquier momento es el idóneo para empezar. Pensamos, erróneamente, que cuando se acabe “la crisis” todo mejorará y será cuando empezaremos a movernos, pero ese pensamiento no es más que una excusa.
  • Eso es solo para algunos afortunados que tienen suerte. La ley universal de la causa-efecto nos enseña que la suerte es algo que se tiene porque previamente se crean y se fabrican las circunstancias que conducen a ella.
Las demandas absolutas generan en el sujeto una tensión emocional que da lugar a dos tipos de perturbaciones psicológicas: la ansiedad del yo y la ansiedad perturbadora.
  • Ansiedad del yo: se produce cuando se altera la imagen de uno mismo y cuando el individuo se auto-condena por no satisfacer las peticiones absolutas que se hace a sí mismo.
  • Ansiedad perturbadora: tiene lugar cuando no se satisfacen las peticiones dogmáticas que crean bienestar y condiciones de vida cómoda. Está provocada por las demandas que el individuo dirige a otros o al mundo.

“Si crees que no me debes nada,nada me debes, porque respeto todas las creencias y porque todas las creencias son iguales. Todas son creencias.”
-Antonio Porchia-


Fátima Servián Franco

lunes, agosto 22, 2016

La necesidad de romper con la soledad te hace vulnerable

La soledad tiene dos caras. Puede ser un enemigo mortal que te cae como una losa. También puede ser tu mejor amiga: la que te hace enfocarte en lo que realmente quieres y necesitas en cada momento.



La soledad te hace reflexionar de una manera mucho más profunda acerca de lo que quieres, de lo que eres y de quién eres en realidad. Todos necesitamos esos momentos de soledad. Necesitamos nuestro espacio para estar con nosotros mismos. Para pensar.

Pero hay personas cuya zona de confort no les permite tener esos momentos. Porque se sienten vulnerables y, por eso, necesitan tener otras personas a su lado en todo momento. Simplemente, por tener a alguien con quien compartir. Simplemente, por temor a la soledad.

¿Has dejado de ir al cine “porque no tienes con quien comentar la película“? En realidad, es la excusa que te pones para no ir sola.

La necesidad de compañía puede confundir amistad con amor

No tener con quien compartir experiencias, sentimientos, sensaciones, dudas, pequeños momentos, etc. No tener quien te tome de la mano y te diga que todo va a ir bien. Que te consuele en momentos de debilidad y desamparo. Que te apoye cuando tomas una decisión. O que te escuche cuando estás decidiendo sobre tus próximos pasos y que te mire a los ojos con la profundidad que tiene el amor.

Cuando has tenido eso y se ha ido, se echa de menos. Cuando no lo has tenido, también. Porque echas de menos las sensaciones que se producen en tu cuerpo y las emociones que sientes solo al pensar que has podido tenerlo. 

Da igual la edad que tengas, lo racional que seas o todas las experiencias por las que hayas pasado. Sigues sintiendo las mismas emociones.

Escuchar a tu corazón vibrar, sentir mariposas en el estómago porque te vas a encontrar con esa persona. Necesitas volver a experimentar esas emociones que te recuerdan que no estás sola. Y esa necesidad puede hacer que sustituyas tus verdaderos sentimientos y los revistas y adornes para sentir la emoción del amor.

Incluso, puedes encontrarte a ti misma, por ejemplo, comprándote un vestido carísimo para tu próxima cita. Para estar extraordinariamente atractiva. Porque eso es lo que harías con tus sentimientos reales y originales. Porque eso es lo que echas de menos y quieres volver a sentirlo para sentirte viva. Para pensar que sigues ahí. Que todo puede volver a suceder. Que todo está sucediendo.

Pero, tarde o temprano, tu mente te llevará a la lucidez. Porque sin quererlo, estarás poniendo obstáculos en tu camino: “es que tengo que…”, “es que no …”, “es que…”. Excusas que te pones para acallar tu conciencia y dejar a la otra persona la responsabilidad de que la relación no funcione.

Por eso, tener sustitutos emocionales no es una opción. Los sentimientos que tienes hacia esa persona son inventados y maquillados para parecer reales. Y, a la primera de cambio, caerá la torre de papel que has construido y todo se desmoronará.

Tener la seguridad completa y absoluta de que una relación va a funcionar no es posible. Pero tener la completa y absoluta seguridad de que tú estás poniendo todo de tu parte para que funcione, sí lo es.Y tienes que ser consciente de si realmente estás siendo responsable de tu vida, de si estás actuando con coherencia cuando entras en una relación únicamente por necesidad.

La necesidad genera dependencia

Necesitar de la compañía de otra persona genera dependencia. Una dependencia emocional que te va minando y destruyendo como persona. Es posible que llegue un momento en tu vida en el que estés dispuesta a pagar el precio para compartir tu vida con alguien y no sentir esa soledad. Ese precio forma parte de la necesidad que tienes de ello.
¿Hasta qué punto tener una relación por necesidad sigue las mismas reglas que una relación por amor?

Tienes que ser muy consciente entonces, que tus respuestas a los comportamientos en algunas facetas de la vida de la otra persona no pueden seguir las mismas reglas.

Es posible descartar la dependencia emocional si ambas partes son plenamente conscientes de la relación que mantienen. Podríamos decir que se trataría de una relación madura desde el principio. Una relación en la que 1+1=2, de verdad. Dos personas conscientes, sinceras, mirando en la misma dirección y con un mismo objetivo. En realidad, ¿no podríamos decir que eso es el amor? El amor maduro, el que se hace con el tiempo.

En una relación así, las fases del enamoramiento no se producen. Aunque sí aparece una faceta de ilusión por la novedad que supone en tu vida. Es una fase en la que, aparentemente, te comportas como lo harías en una relación real, pero siendo consciente de cómo es en realidad la otra persona.

Una relación así, sin las mariposas en el estómago, sin las dudas sobre lo que deparará el futuro, quizá no produzca las mismas emociones que la de dos personas enamoradas. En una relación de este tipo, el amor no tiene nada que ver. Requiere madurez por ambas partes. Consciencia de necesidad del uno por el otro. Es como una especie de contrato de afinidad.

Si quieres una relación así, adelante. Pero no trates de disfrazarla de otra cosa. Disfrútala como es.

Salva Contreras

domingo, agosto 21, 2016

¿Se puede cambiar la personalidad?

Solemos creer que “somos” de cierta forma desde que nacemos y que eso es imposible de modificar. Sin embargo, tenemos la capacidad para generar ciertos cambios a nuestra personalidad y transformarnos así en mejores personas o tener relaciones más llevaderas. Solo es cuestión de comprometerse con uno mismo.



Es el propio lenguaje que utilizamos el que es cómplice de esta percepción de inmutabilidad. El verbo “ser” actúa como condena, porque “ser” apunta a una esencia que siempre se puede definir de otra manera, moldear con otras aristas.

La personalidad se va forjando a través del tiempo

A diferencia de lo que consideramos, la personalidad no es un ente estático e inmóvil sino que se puede ir moldeando según los estímulos externos y todo lo que nos rodea. Desde el momento en que nacemos, estamos incorporando hábitos, experiencias e incluso traumas que forjan nuestro carácter.

Lo cierto es que con el paso de los años nuestras actitudes suelen ser siempre las mismas -o muy similares- y acabamos creyendo que la personalidad ha sido marcada a fuego y, como si fuese un tatuaje, es para siempre.

Pero la buena noticia es que tenemos la posibilidad de modificar los rasgos que no nos agradan tanto y mejorar la relación que tenemos con nosotros mismos y con los demás. Si bien es más sencillo “mover piezas” de la personalidad cuando somos niños o adolescentes, también podemos ver resultados positivos en la etapa adulta.

Aunque creas que “a tu edad” ya es imposible cambiar, te recomendamos que te lo pienses dos veces antes de creer esta afirmación. Quizás las modificaciones no sean tan abrumadoras o tangibles pero habrá cambios, de eso puedes estar seguro. Esas ligeras intervenciones en nuestro carácter pueden ser las que nos ayuden a vivir más felices y ser mejores personas.

Pequeños cambios en la personalidad nos aportan felicidad

No es necesario sufrir un grave trastorno de personalidad para ir a terapia y empezar a modificar nuestras actitudes frente a lo que nos rodea. Los cambios son positivos y necesarios, que no podemos quedarnos parados siempre en una misma posición. Recuerda la frase que dice “sé como el río que fluye y no se estanca” y aplícala en tu vida cotidiana.

¿O acaso eras la misma persona hace 2, 5 o 10 años? Y no estamos hablando de altura, peso o experiencia, tampoco de estudios cursados ni de logros alcanzados. Seguramente lo que te gustaba en la juventud no es lo mismo que te agrada en la actualidad o viceversa. Entonces, ¿por qué nos aferramos a pensar que la personalidad tampoco muta?

Si te has hecho la pregunta de ¿puedo cambiar mi personalidad? Quizás se deba a que tu forma de actuar o de ser está arruinando tus relaciones con los demás o contigo mismo. El primer paso de querer mejorar ya lo has dado… ¡enhorabuena! Ahora comienza la etapa de pedir ayuda y de seguir consejos que probablemente no te agraden pero que en definitiva te servirán para lograr tu cometido.

La mayoría de las personas que están en la misma situación que tú desean cambiar un rasgo específico de su personalidad. No estamos hablando de que te conviertas en alguien completamente opuesto a lo que eras sino de mejorar aquellos aspectos que no son del todo positivos.

Puede que tus seres queridos te hayan hecho notar que eres un tanto egoísta, que te distraes con facilidad, que no puedes tomar decisiones adecuadas o que tu impuntualidad es excesiva. ¡Ya tienes en qué trabajar!

Da el primer paso para modificar tu personalidad

Todos los cambios que quieras hacer en tu carácter llevarán tiempo y esfuerzo. No es cuestión de “soplar y hacer botellas” como dice el refrán popular. Tampoco de levantarte por la mañana y ser una persona distinta sino de caminar un sendero difícil, con muchos obstáculos a sortear y situaciones que te pondrán a prueba.

Ten mucha paciencia, apóyate en quienes amas, sé perseverante y sobre todo confía en tus capacidades. Esto es fundamental en una empresa que puede ser muy complicada, que te arrancará lágrimas, enojos y decepciones. Pero ya has empezado a transitar un camino hacia la transformación, la superación y la trascendencia.

“Entre las orillas del dolor y el placer fluye el río de la vida. Sólo cuando la mente se niega a fluir con la vida se estanca en las orillas y se convierte en un problema. Fluir significa aceptación, dejar llegar lo que viene y dejar ir lo que se va”
-Sri Nisargadatta Maharj-

Yamila Papa

sábado, agosto 20, 2016

Cuando alguien te hace mejor persona sabes que debe estar en tu vida

El simple hecho de que el vínculo con alguien te haga ser “mejor persona” es un indicio claro de que esa persona debe estar en tu vida. Son almas que entran en nuestra historia personal para producir un maravilloso y enriquecedor encuentros entre dos biografías con orígenes, vivencias y modos de ver el mundo diferentes .



Personas que se alzan como bálsamos reconfortantes y que nos proveen de ayuda, seguridad y alivio.Personas que hacen más llevadera la carga y más divertida la vida. Personas que se desmarcan con el hogar en sus brazos. Personas bonitas, personas que irradian calidez y belleza psicológica.

Personas que nos hacen comprender que no somos ricos hasta que tenemos algo que el dinero no puede comprar y a lo que ponerle nombre, cara, olor y sentimientos. Personas con las que se conjura una sintonía inquebrantable que nos enseña que el mundo es un buen lugar que guarda numerosos aprendizajes.

Yo soy yo porque existes tú

Nuestra biografía la definimos nosotros y los otros; por ello podemos decir que nuestra identidad la conforman también los demás. Así que si nos relacionamos con personas bellas que nos aportan bondad, belleza, cariño y conocimiento, nosotros proyectaremos desde dentro esos valores y sentimientos que ese intercambio ha generado.

Por eso hay PERSONAS que se convierten en nuestro lugar, nuestro hogar, nuestro cielo. Cuando llegan a tu vida sabes que deben estar en ella porque juntos os hacéis mejores. Así, en buena medida se teje una atmósfera de maravillosa bondad que envuelve la luz del desarrollo emocional.
Las personas hogar, las de acero inolvidable, son esas personas que te abrazan tan fuerte que unen de nuevo todos tus pedazos, las que hacen que tus miedos y tus tristezas se caigan. Las que te han enseñado por las buenas, demostrándote que el mundo es totalmente maravilloso.

Conectar bien para confortar

No hay calor más reconfortante que el de una conexión profunda e intensa. Del mismo modo, no es posible el conocimiento personal sin el contacto con los demás. Es en ese punto donde podemos comenzar a regar nuestra planta y a nutrirnos de ella. Cuando apostamos por el conocimiento de una relación:
  • Descubrimos nuestras fortalezas.
  • Completamos nuestros recursos para hacer frente a las adversidades de la vida.
  • Enriquecemos nuestras habilidades para la vida.

No podemos definirnos sin entender que aquellas personas que nos marcan y que nos acompañan en la vida recubren de suavidad nuestra identidad, haciéndonos mejores. Ellos son la chimenea, la chispa necesaria para iluminar nuestras cualidades y manejar nuestro conocimiento vital.

Nos protegen de las caídas ayudándonos a tejer alas cada vez más grandes. Restaurando nuestros sueños, arreglando nuestros miedos, eligiendo las tristezas que vale la pena vivir y deshaciéndose del resto.

Por eso, las personas con las que tenemos que quedarnos son aquellas que nos abrazan con palabras, que nos miran con amor, que hacen desaparecer las heridas emocionales más feas y que nos convierten. A través de ellos llegan las sonrisas con las que enmascaramos nuestro dolor, nos recomponemos y volvemos a sentir de manera profunda la calidez de la perfección.

Es maravilloso contar en la vida con personas que “están ahí” precisamente cuando lo necesitamos.Por eso quien permanece y nos ilumina aun cuando estamos en penumbra, merece acompañarnos en momentos de gran luminosidad. Ellos merecen agradecimiento, calor, cariño y alegría. Merecen una celebración digna y valiosa, merecen su recompensa. Merecen nuestro reconocimiento como personas de acero inolvidable.

Raquel Aldana

viernes, agosto 19, 2016

Tú decides si vives o solo sobrevives

Tú decides si vives o solo sobrevives. Si te dejas llevar, pasando por el mundo de puntillas llena de preocupación por sus muchos peligros, o si te arriesgas y disfrutas pase lo que pase. Porque el que no arriesga no gana y en esta vida, por desgracia, por mucho que queramos, no podemos controlar todo lo que sucede a nuestro alrededor.



Tú decides si vives acosada por las preocupaciones de las miles de desgracias que pueden sucederte a ti y a los que quieres, o aceptas la incertidumbre como una parte más de la vida. Al fin y al cabo, ahogarse en un vaso de agua es una opción más entre todas las disponibles en tu día a día.

Sin embargo, si a pesar de todo, no puedes evitar sentir que la preocupación excesiva por múltiples circunstancias de la vida cotidiana te sobrepasa, entonces igual padeces lo que se llama, según las diferentes clasificaciones diagnósticas actuales, el DSM-5 y la CIE-10, un Trastorno de Ansiedad Generalizada, más conocido como TAG.

“Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen”
-Eduardo Galeano-

Si vives sin vivir sufres más

Si vives sin vivir, tratando de evitar todo lo malo, al final lo sufres sin que aquello que tratas de evitar que ocurra, en realidad, llegue a ocurrir. Anticipar un posible sufrimiento, un accidente, una catástrofe, solo hace que sufras por algo que no ha llegado a pasar y que es muy probable que nunca pase.

Esta preocupación constante hace que tengas problemas de concentración y dificultades para dormir, porque continuamente te centras en un futuro dramático en el que se ven afectadas las situaciones más cotidianas. Piensas que la razón por la que tu hijo tarda en llamarte es porque ha sufrido un accidente o que serás incapaz de realizar los futuros trabajo que tu jefe te mande.

Y esto hace que rindas menos, lo que supone, en parte, confirmar tus preocupaciones y reafirmar así el sentido que para ti tiene el estar constantemente preocupada. Lo que produce un círculo vicioso que se retroalimenta de tu propio malestar y de la ansiedad misma, ya que si sientes ansiedad rindes peor.

La causa de esto no es otra que la ansiedad, que no te deja hacer las cosas de la forma más adecuada posible, y por ello te sientes más irritable que de costumbre.

Además, esto se complementa con las alteraciones físicas que la ansiedad produce en nuestro cuerpo, que en el caso del Trastorno de Ansiedad Generalizada suelen manifestarse con tensión muscular y fatigabilidad. Así que si tienes continuos dolores musculares, sin que nada los justifique, o no eres capaz de hacer tanto deporte cómo solías, puede ser porque la ansiedad esté haciendo mella en tu cuerpo.

Tú decides cómo vives tu vida

Tú sigues decidiendo cómo vives tu propia vida. Si aceptas que todos, sin excepción, vamos a sufrir en algún momento y que, además, el que te preocupes por ello no hace que puedas evitarlo, puedes romper este círculo vicioso.

Son muchas las personas que no viven sus sueños porque están muy ocupados viviendo sus miedos.Tú puedes decidir que tipo de persona vas a ser, de las que viven y disfrutan cada segundo o de las que no viven porque temen sufrir a cada paso que dan.

Puedes empezar a vivir de manera que comiences a centrarte en todas esas maravillosas oprtunidades que la vida te está dando y que ahora pasas por alto, solo por estar paralizada por el miedo a perderlas. Disfruta de todo, incluidas las pequeñas cosas, porque no sabemos qué va a suceder mañana. Piensa que pase lo que pase, vida solo hay una, !haz que cuente!

Lorena Vara González

jueves, agosto 18, 2016

Al permitirme sentir encuentro mi fortaleza

Nuestra naturaleza nos permite sentir y, sin embargo, nos empeñamos en construir muros para ocultar nuestro yo más íntimo. No nos permitimos sentir las emociones, las sensaciones y cada experiencia como es. Al sentirnos frágiles y desprotegidos nos volcamos en la razón y nos distanciamos de nuestro ser.



Desde niños estamos construyendo esta fortaleza, al no sentirnos en muchas ocasiones merecedores de afecto. Ante los temores y el dolor emocional hemos aprendido a recluirnos, adaptándonos a un mundo que nos aterra, considerando que está lleno de peligros.

Hemos aprendido que cuando nos hemos mostrado con nuestra debilidad y dificultades, en ocasiones, hemos salido dañados. Ante fracasos amorosos, desengaños, decepciones; hemos sentido la pena y el profundo malestar que supone abrirse a las experiencias. Sin embargo, cerrarse a sentir no es la solución.

“Tendemos a separar la mente de las emociones. Estamos tan habituados a dejar que la mente domine que olvidamos nuestros sentimientos y nuestro cuerpo- Percibid cuántas veces empezáis una frase con la palabra –Pienso- en lugar de –Siento-”
-Elisabeth Kübler-Ross-

Lo que supone cerrarnos ante lo que sentimos

Ante los muros que construimos aprendemos todo un repertorio para ocultar quienes somos. Aprendemos automatismos, adaptándonos a los prejuicios y estereotipos imperantes, buscando la adaptación a nuestro entorno. Nos creemos que hay una forma de ser y de actuar que es la normalidad, y tenemos que acercarnos a ella todo lo que nos sea posible.

La creencia de que existe una forma –apropiada- de comportarse es la que no nos deja ser quienes realmente somos. Luchamos así constantemente hacia lo que sentimos, lo que queremos, lo que nos motiva y lo que nos entusiasma. Dedicamos mucha energía a no reconocer lo que sentimos.

Nos cerramos hasta el punto de volvernos insensibles ante la injusticia y ante las personas que amamos y nos preocupan. Actuamos bajo los automatismos y el deber, perdiendo totalmente la esencia de nuestra persona, el cariño y la bondad.
Cerrarnos a lo que sentimos supone dejar que la vida siga adelante sin nosotros, ya que se pierde la ilusión, la esperanza e incluso el amor.

Dejándonos sentir

No dejarse sentir, como hemos comprobado tiene una razón, ¿lo habrás intentado en muchas situaciones verdad? Has luchado contigo mismo para volverte insensible ante algo que no quieres experimentar. Evitar el dolor es lo que precisamente nos lleva hacia la permanencia del sufrimiento.

La mayor fortaleza que reside en nosotros, es sin duda, la de dejarnos sentir y dejarnos experimentar. Tememos a que esto ocurra y nos quedemos enganchados o perdidos ante ese estado, eso es lo que nos hace salir rápidamente y no querer entrar en lo que sentimos.

Vivir lo que nos resulta desagradable también es necesario, puesto que representa nuestro crecimiento. La madurez y la felicidad se alimentan de estados de dolor, de pena y de tristeza. Al sentir estos estados aprendemos de la experiencia y es así como valoramos todo lo que nos resulta agradable y beneficioso.

“No hay ventura ni desgracia en el mundo, sino la comparación de un estado con otro, he ahí todo. Sólo el que ha experimentado el colmo del infortunio puede sentir la felicidad suprema. Es preciso haber querido morir, amigo mío, para saber cuán buena y hermosa es la vida”
-Alejandro Dumas-

La fortaleza radica en la vulnerabilidad

Se confunde habitualmente la vulnerabilidad con la debilidad. La vulnerabilidad forma parte de dejarnos sentir lo que necesitamos, de ser honestos y aceptar que hay muchas cosas que nos afectan y no por ello tenemos un carácter débil.

Mediante la aceptación de nuestra vulnerabilidad dejamos apertura para poder experimentar los sentimientos y las emociones que nos evocan las interacciones. Es un estado natural, ¿para qué camuflarnos bajo una máscara que no nos representa y nos hace infelices? Salir de este enmascaramiento es decisión nuestra, rompiendo con esa evitación y represión podemos comenzar a ser.

“Lo que soy bastaría, si lo fuera abiertamente” 
-Carl Rogers-

La única manera de autoconocimiento y crecimiento personal es mostrándonos con nuestras vulnerabilidades. Esto supone un gran valor, auntenticidad, madurez y mucha fortaleza. Al mostrarnos de esta forma natural, damos la posibilidad de obtener lo mismo de nuestro entorno: vínculos sinceros basados en el amor, no en las apariencias.

Rafa Aragón

miércoles, agosto 17, 2016

Cada día soy más humana, menos perfecta y más feliz

Cada día soy más humana, menos perfecta y sin embargo más feliz. Me he convertido en mi propia medicina, en la más importante. Tal vez sean los años, pero al final he comprendido que a esta vida llegamos para “ser” y “dejar ser”. Porque no vale la pena perderse en los otros para dejar de ser una misma, ya que quien me quiere distinta, sencillamente, no me quiere.



A menudo suele decirse aquello de que “no hay mayor sabiduría que la de conocerse a uno mismo”. Es cierto, no obstante, es más sabio aún el que conociéndose, establece una alianza fuerte con su propio ser para dirigirse allá donde en paz consigo mismo ha decidido. Porque el conocimiento sin acción no tiene sentido, no es más que un capricho. Porque quien conoce sus tristezas debe hallar la valentía para aliviarlas.

Estoy despierta por dentro y por fuera, soy mi propia medicina, mi talismán, un corazón rebelde que ya no quiere amores cautivos. Soy más humana, menos perfecta y más feliz. Alguien tan valiente como para amarse a sí misma cada día, libre de esas mentes pequeñas que dicen que mis sueños son demasiado grandes.

Puede parecernos curioso, pero a menudo, en el contexto del crecimiento personal hay quien afirma que las personas nacemos dos veces. La primera cuando llegamos al mundo, la segunda cuando descubrimos el dolor emocional por primera vez, la pérdida, la fractura de lo que hasta ese momento eran nuestros cimientos.

El sufrimiento es a veces la antesala de un nuevo renacimiento. Ahí donde debemos convertirnos en nuestras propias sanadoras, brujas de la vida que con dedos artesanos remiendan y cauterizan sus propias heridas invisibles. El aprendizaje que obtenemos de ello no se olvida, nos convierte en el ser hermoso que somos ahora.

Menos perfecta, más sabia

La mujer casi siempre está supeditada a unos cánones sociales donde se le exige la excelencia. Es necesario ser una buena hija, una buena esposa, una madre perfecta y por supuesto, cuidar de esa apariencia donde la arruga, la estría, la celulitis y el kilo de más está prohibido. Solo cuando una se sabe menos perfecta y se alza orgullosamente en rebeldía frente a estos esquemas, alcanza la auténtica felicidad.

Un dato curioso que se nos vende en ocasiones a las mujeres es que, a pesar de todo ello, tenemos siempre una mala imagen de nosotras mismas. Tanto es así, que basta con hacer una pequeña prueba: ponemos en el buscador “autoestima+ mujer” y encontraremos al instante miles de espacios orientados a ofrecer estrategias sobre este tema.

Se nos define a instantes como “frágiles”, más tarde como “guerreras“, a continuación como afectadas por el “síndrome de Wendy“ y al poco, como ejemplos de lucha cotidiana y como pilares de nuestras familias en el día a día. Es como si de alguna manera, la propia sociedad jugara a definirnos, cuando en realidad, las mujeres saben muy bien quiénes son, lo que quieren y cómo pueden conseguirlo.

Sin embargo, son nuestros propios entornos sociales quienes más barreras suelen colocarnos en estas aspiraciones.

La dura lucha por la felicidad

En un interesante estudio llevado a cabo por la “Asociación Americana de Mujeres Universitarias” se descubrió algo interesante: una buena parte de las niñas ven reducida su autoestima cuando llegan a la adolescencia. Hasta el momento, las preadolescentes son criaturas excepcionales, con grandes e interesantes ideas sobre el mundo y con un buen autoconcepto.

Sin embargo, algo que se vio en este trabajo es que llegados los 15 o 16 años muchas chicas priorizan el agradar a los demás para encajar en sus respectivos contextos sociales. Ahora bien, para “agradar” es necesario encajar en unos moldes, en unos patrones estéticos y comportamentales. La autoestima, obviamente, queda deshilachada a lo largo de este periodo.

Lo curioso de todo esto es que también los chicos atraviesan esta época de búsqueda, de exploración de la propia identidad y de fractura del propio autoconcepto, en muchos casos. No obstante, y de alguna manera, tal y como nos explica la psicóloga Jean Twenge en sus trabajos, suele quedar desde entonces una categorización errónea al respecto de la mujer y de su “eterna baja autoestima”. Algo no demostrable y completamente falso.

La mujer y sus fortalezas personales

La antropóloga y bióloga Helen Fisher nos deja muy claro, en su libro “El primer sexo”, que la mujer no nace, se hace. Cuando una se percibe a sí misma como menos perfecta y con derecho a serlo, emergen muchas de nuestras fortalezas.
Es posible que durante nuestra adolescencia nos dejáramos llevar por caprichos ajenos, pero ser joven es al fin y al cabo no poder elegir y coger lo primero que pasa ante nosotras. Poco a poco, aparece el filtro, la exigencia y la autoexigencia. Se fortalece la identidad y sabemos perfectamente qué nos calza y qué nos sobra.
La mujer de hoy no es una Wendy que ansía cuidar de Peter Pan. La mujer de hoy ya no cree en los cuentos de hadas ni quiere hombres inmaduros que no quieren crecer. Se quiere a sí misma, confía en su intuición, en sus instintos y se ve merecedora de alcanzar sus sueños.
Si bien es cierto que la mujer puede sufrir más ansiedad o más depresiones que un hombre, dispone de mejores recursos personales y psicológicos para afrontar estas situaciones y salir fortalecida de ellos. Porque si de algo entiende es de resiliencia.

De hecho, es posible que muchos no lo sepan, pero las mujeres han aprendido a buscar dentro de sí, como auténticas hechiceras de sabidurías ancestrales. Entienden de ciclos, de renacimientos, de perder y de vencer, de dejar ir y saber recibir. No son en absoluto criatura frágiles, cada mujer está hecha de hojas luminosas bañadas por el sol y de raíces que han crecido en las peores tormentas.

Valeria Sabater