El pisiquitra infantil Donald Winnicott dice que dos cosas pueden afectar muy negativamente la infancia:Una: cuando ocurren cosas que no deberían ocurrir. Otra: cuando no ocurren cosas que deberían ocurrir.
En la primera condición están aquellas experiencias que son traumáticas, causan estrés, como abandono, abusos, violencia. Es lo que no debía haber sucedido pero sucedió. En el segundo punto están los aspectos menos objetivos, menos evidentes, pero igual de importantes para el bienestar interior de un niño. En este grupo podemos encontrar falta de los espacios de calma, de juego, de encuentro íntimo con sus referentes, padres presentes, indiferencia, exigencia anímica, y tantas otras variantes que pueden afectar.
Un niño sano es un niño feliz, cariñoso, receptivo, entregado a quienes lo aman. Con algunas situaciones de berrinches, frustraciones o enojos por no obtener lo que pide, pero que son pasajeras, no recurrentes ni repetitivas. Es decir, no son costumbre en su modo de carácter.
Un niño que ha incorporado como hábito una respuesta agresiva, rabietas, enojos, llantos, está hablando de que “algo que debería ocurrir no le está ocurriendo”; en otras palabras, algo que necesita recibir, no está llegando a él.
Si un adulto siente una necesidad no cubierta, tiene diversos recursos expresivos, y uno de ellos es el diálogo que lo ayudará a explicar lo que siente. Cuando en la crianza o educación de un niño faltan ciertas situaciones anímicas, emocionales y espirituales que son vitales para el bienstar interior del niño, será pedido de algún modo.Esto puede ser expresado a través de una conducta reiterativa, o incluso, una enfermedad. De este modo el niño descarga aquello que dentro hace mal, duele, molesta, incomoda o asusta. Esta forma de obrar, es hasta una conducta inteligente, ya que se busca llegar a la armonía por la vía posible.
Puede tratarse de falta de atención genuina, falta de contención de sus padres, falta de tiempo de calidad en momentos compartidos, falta de paz en el hogar; puede tratarse de que asiste a una escuela no acorde a sus necesidades, que está siendo exigido. Puede estar movilizado también por la llegada de un hermano, o una separación.
Si son hechos que no pueden o no pudieron evitarse, para amortiguar el impacto en el niño, hay que dar un marco de armonía a su alrededor. Si por ejemplo, se trata de la llegada de un hermano, por supuesto, habrá primero que comprender que necesita tiempo para adaptarse al cambio; saber que si se muestra más caprichoso o rebelde que de costumbre está hablando del proceso que está atravesando. Se deberá entonces acompañar este momento desde la comprensión y la paciencia. Pero, por otro lado, si está sufriendo estrés por algún motivo que puede ser evitado, será importante dejar de exigir al niño que modifique su actitud, y cambiar las situaciones que lo llevan a manifestarse de ese modo.
Encontrar la raíz, el motivo real, por el cual manifiesta cierto carácter insano, a veces llevará un tiempo, y otras, será cuestión de mirar y aceptar con sinceridad dónde nos hemos equivocado.
Como educadores, padres, familia, maestros, debemos saber que la equivocación forma parte del aprendizaje. Que tanto grandes como pequeños cometemos errores, y que lo importante es buscar la manera de no volver al mismo lugar, aprendiendo del camino transitado.
Generar cambios, mover situaciones anímicas, cuestionarnos, probar, estar atentos, estos son algunos puntos que pueden generar en el niño un alivio, un respiro, que lo ayudará a cambiar su dinámica interior.
Es tratar de encontrar aquello que falta, aquello que necesita. Intentar que ocurra aquello que necesita que suceda pero aún no ha ocurrido.
Autora: Nancy Erica Ortiz
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.