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miércoles, septiembre 18, 2019

Personas con un punto de vista limitado ¿cómo son?

Las personas con un punto de vista limitado no ven más allá de la línea divisoria de sus propias creencias. Son inflexibles en cuanto a opiniones, ven problemas donde otros perciben soluciones y aplican ese razonamiento rígido donde rara vez surge la deferencia, la duda o la apertura hacia otros enfoques. Este absolutismo cognitivo les sitúa, lo quieran o no, en posiciones de gran desventaja.

 
 
En un mundo tan lleno de incertidumbre, de cambios y de estímulos, solo las personalidades flexibles pueden adaptarse a semejante oleaje. No solo nuestra vida laboral y social es compleja, también nuestras relaciones y el trato con las personas que nos rodean tiene sus matices y singularidades. Ante esa amplitud de dinámicas, las mentes rígidas solo encuentran contradicción y sufrimiento.

Ahora bien, ¿qué significa realmente eso a lo que definimos como ‘tener un punto de vista’? Implica mantener una consideración, actitud u opinión hacia un estímulo determinado. Nada de lo que nos rodea es neutral para nuestro cerebro y todo, absolutamente todo, pasa por el filtro de nuestras emociones, de nuestra razón y por el baúl de las experiencias.

No obstante, hay un matiz interesante, y es que nuestros puntos de vista pueden variar. Se sabe, por ejemplo, que cuando somos niños los vamos cambiando a medida que asentamos aprendizajes y vivencias. Así, y llegada la edad adulta, hacemos de determinadas visiones elementos más o menos estables, pero la verdad es que siempre vamos ajustando nuestro enfoque personal.

Lo hacemos porque somos conscientes de que, a veces, nos equivocamos. Ajustamos nuestro punto de vista hacia ciertas ideas, personas o discursos porque descubrimos informaciones nuevas que debemos tener en cuenta. Todo ello, nos ayuda a sobrevivir, a tolerar la complejidad con mayor acierto y sabiduría. 
 
Personas con un punto de vista limitado y la rigidez cognitiva

Las personas con un punto de vista limitado sobre el mundo abundan. John Maynard Keines, el célebre economista británico, dijo una vez que el problema de nuestra sociedad no es que falten personas con ideas nuevas. Las hay en gran número. Lo que sucede es que abundan en exceso quienes se niegan a desprenderse de las ‘viejas ideas’.

Hay muchos hombres y mujeres (sin importar su edad) que viven estancados en esquemas mentales absolutistas e inflexibles. Son los que nos dicen cosas como ‘si siempre lo he hecho así, ¿por qué tengo que cambiar ahora?’, ‘si esto da buen resultado, ¿por qué tenemos que probar algo diferente?’…

Ese tipo de rigidez cognitiva esconde a su vez unas pinceladas miedo (lo que no conozco o no he probado me asusta) y a su vez, queda patente la férrea negativa a aceptar otras ideas, otros enfoques diferentes al que se mantiene de manera obstinada y hasta infantil.

Así, las personas con un punto de vista limitado no se caracterizan solo por ‘no poder ver’ qué hay más allá de la punta de su nariz; en realidad, hay una negativa a vislumbrar algo diferente a lo que vienen defendiendo desde hace tanto tiempo.

«Mantén la mente abierta, la verdadera ciencia comienza con la observación».
-Brian Weiss- 

La inflexibilidad y la infelicidad en las personas con un punto de vista limitado

Es posible que este tipo de personalidad genere cierta antipatía. Sabemos que la convivencia con alguien incapaz de tener en cuenta otros enfoques puede ser complicada. Sin embargo, vale la pena detenernos en otro detalle: las mentes rígidas navegan en la frustración constante.

De ese modo, cuando uno se limita solo a seleccionar solo aquello que se ajuste a su punto de vista, ignorando lo que le contradiga, llegará un instante en que solo encuentre contradicciones y opiniones opuestas. Al fin y al cabo, rara vez se da el blanco o el negro, nuestra realidad está llena de tonalidades de gris, de azul, de naranja, de verde…

Estamos obligados a convivir con la contradicción, con el cambio constante… Ese escenario tan desconcertante es un desafío para quien sea aferra a un patrón de pensamiento rígido y a una visión muy concreta del mundo.

Tarde o temprano sentirá que no tiene control sobre nada, que todo es caos e incertidumbre. Todo ello explica por qué a veces acaban derivando en trastornos depresivos o de ansiedad. 
 
La necesidad de tener en cuenta múltiples puntos de vista para decidir mejor

Hay una interesante teoría relacionada en cierto modo con este mismo tema que nos invita a una reflexión. Nos referimos a la teoría de la racionalidad limitada de Herbert. Este enfoque, aplicado tanto a la psicología como a la economía, fue enunciado por el doctor Herbert A. Simon, un profesor de psicología, ciencias políticas y computacionales de la Universidad de Berkeley, nacido en 1916.

Según él, las personas solemos mantener, por término medio, puntos de vista muy limitados. Las decisiones que tomamos vienen motivadas en realidad por nuestras emociones y no por nuestra razón. A ello se le añade cierta incapacidad para captar las complejidades de cada suceso y el modo en que cada cosa se relaciona.

Es decir, podemos criticar a las personas con un punto de vista limitado, pero de algún modo, también nosotros tenemos nuestras carencias. A veces, conformamos opiniones muy sesgadas, otras, nos dejamos llevar por las fake news sin contrastar antes las fuentes, y en ocasiones hasta acabamos cometiendo los mismos errores sin haber aprendido antes de nuestra experiencia.

¿Por qué lo hacemos? El doctor Herbert decía que por falta de tiempo. Es muy posible que tuviera razón, puede que cada vez nos preocupemos menos por darnos tiempo para procesar cada vivencia, para oprimir el botón de ‘calma’ en medio de tanto movimiento.

Asimismo, otro aspecto que nos puede faltar es la humildad intelectual. Asumir que no lo sabemos todo nos puede ayudar a ser más receptivo hacia otros enfoques, miradas y corrientes. Tengámoslo en cuenta.

Valeria Sabater

martes, septiembre 17, 2019

Los niños deben entender más de personas que de tecnología

Los niños deben entender más de personas, de emociones y de relaciones sociales que de tecnología. Ello no excluye en absoluto que deban prescindir de esta última, porque nuestro mundo se expande con ella y es una materia prima esencial. Sin embargo, ante un futuro marcado por la Inteligencia Artificial, la robótica y lo tecnológico es imprescindible que no dejemos de lado la materia más importante de todas: la humanidad.

 
 
Peter Fonagy, profesor de psicoanálisis contemporáneo y ciencia del desarrollo en la University College de Londres, nos señala algo importante: no estamos educando a nuestros niños para los desafíos del día de mañana. De algún modo, lo que estamos haciendo es darles recursos y orientación para que estudien, para que se formen en cuantas más ramas mejor. Sin embargo, la clásica idea de «estudia para ser alguien en la vida» se está quedando coja: les faltan más competencias.

Porque los tiempos actuales son muy diferentes y lo serán más en breve. Al progreso tecnológico se le añade el cambio climático, los cambios sociales, las constantes variaciones en nuestra geopolítica, etc. Una de nuestras principales finalidades sería educar por tanto niños más resistentes pero flexibles a la vez.

Así, factores como la resiliencia, la creatividad, la innovación, el pensamiento crítico, la empatía y la humanidad se alzan como ese capital imprescindible que daría forma a un futuro más esperanzador.

Asimismo, un aspecto en el que incide el profesor Fonagy es en la salud mental. Ante un presente y un mañana lleno de desafíos, nuestros pequeños deben ser hábiles a la hora de manejar sus emociones, su ansiedad, su autoestima… Veamos más datos a continuación. 
 
Los niños deben entender más de personas

Móviles, tabletas, ordenadores… Nuestros niños son nativos en todos estos dispositivos, han nacido viéndonos a nosotros haciendo uso de ellos y es imposible que no sientan una atracción natural por ese universo. Ahora bien, a menudo suele decirse que la tecnología por sí misma no es nociva para nuestros pequeños, pero la psicología que hay tras ella sí.

¿Qué significa esto? Nos referimos a lo que se conoce como diseño persuasivo. Cada insignificante detalle que vemos en nuestras redes sociales, en cualquier aplicación, en los videojuegos o incluso en modo en que nos movemos con nuestros dispositivos está diseñado para mantenernos ante la pantalla el mayor tiempo posible.

Queda claro que la tecnología por sí misma no es dañina. Nos ha facilitado las cosas de muy diversas maneras, pero la finalidad última de toda aplicación, red social o videojuego es obtener ingresos, así como información de cada uno de nosotros como usuarios.

Para ello, se valen de sofisticados mecanismos psicológicos que a la larga son contraproducentes. No obstante, tengámoslo claro, la sobreexposición temprana a la tecnología no es lo mejor para un cerebro infantil en desarrollo.

Los niños deben entender más de personas. Al fin y al cabo, el conocimiento sobre tecnología llega solo, pero la habilidad de empatizar, dialogar, interaccionar con los demás con respeto e interés, debe propiciarse y debemos ser su mejor ejemplo. 

La tecnología perjudica la sociabilidad y la gestión emocional

La exposición a la tecnología está cambiando la forma en que se conectan los cerebros de los niños. No podemos olvidar que el cerebro de los pequeños está en crecimiento, es muy maleable y sensible a los estímulos. Lo que consigue la exposición temprana a las pantallas electrónicas es la hiperactividad, el tener que procesar múltiple información a la vez de manera rápida.
  • Además, se debilitan competencias tan importantes como la atención focalizada, la imaginación, la resistencia la frustración, etc. En el mundo de las tecnologías siempre hay un refuerzo positivo que los mantiene alerta y enganchados.
  • Así, y por si esto no fuera poco, en un estudio realizado en la Universidad de Texas por parte de Sangmin Xun, nos señala que el uso temprano de la tecnología dificulta que los niños y adolescentes aprendan a regular sus emociones. Además, aumenta la tendencia a la ansiedad y la depresión, baja el rendimiento escolar y limita las interacciones interpersonales.
  • En este último punto, el profesor Peter Fonagy, citado al inicio, señala algo muy llamativo. La tecnología no solo reduce la calidad de las relaciones de los niños con sus iguales. Además, se está creando cierta distancia entre las generaciones más jóvenes y los propios niños. Estos últimos prefieren ya buscar información a sus dudas en Internet antes que consultar con los adultos. 
 
Los niños deben entender más de personas: sí a la Inteligencia Emocional, a la conexión social, al diálogo

Los niños deben entender más de personas y menos de tener un perfil en Instagram o Facebook. Nuestros pequeños, deben asentar de manera temprana competencias tan básicas como el diálogo, la empatía, la regulación emocional, el interés por los demás, la creatividad, la resolución de problemas, el disfrute por el juego, por la naturaleza…

Ello no implica que debamos prohibirles el acceso a la tecnología. Lo que debemos hacer es regularlo, controlar los tiempos de exposición según la edad y más importante aún: ser su mejor ejemplo. No vale con llevarles a un parque y mientras estar pendientes de nuestro teléfono móvil. Tampoco es adecuado darles a entender que Internet es esa herramienta que todo lo sabe y lo soluciona.

A veces, es bueno ir a preguntar a los abuelos o a cualquier otro adulto, salir a explorar, inventar algo con los amigos, jugar, crear, caer, levantarse, construir cosas con las manos y trazar sueños junto a otras personas, etc. Los problemas de la vida no se resuelven viendo un tutorial de Youtube, y por eso, nuestros niños deben ser capaces de afrontar muchos retos por sí mismos. Démosles ese aprendizaje y esa oportunidad.

Valeria Sabater

domingo, septiembre 15, 2019

Parejas que funcionan, ¿cuál es el secreto?

Existe una tendencia a imaginar que las relaciones de parejas que funcionan cuentan con el factor de la suerte… cuando no es del todo así. El amor a corto plazo no resulta difícil, no requiere de «demasiado amor» ni «demasiado compromiso». Sin embargo, las pasiones iniciales no siempre duran en el tiempo.

 
 
Las parejas que mantienen relaciones a largo plazo parecen compartir ciertas cualidades, hábitos y dedicación que hacen que la relación resulte mucho más satisfactoria.

Entre otras cosas, las personas que permanecen en parejas que duran en el tiempo gozan de mejor salud. Muchos estudios han demostrado que las personas que se encuentran en una relación feliz viven más tiempo, tienen tasas más bajas de enfermedades cardíacas y mayores tasas de supervivencia al cáncer que las personas solteras o divorciadas.

Este hecho parece responder al cuidado mutuo que se genera dentro de las parejas que funcionan. Son parejas que todavía conservan el amor dentro de los parámetros de su relación y que cuidan la una de la otra. ¿Cómo lo hacen? Vamos a ver algunos de esos parámetros en que parecen estar cimentadas las buenas relaciones de pareja.

Una buena comunicación

Aunque nos parezca mentira, una mala o deficiente comunicación dentro de la pareja es el origen de muchos de los problemas que terminan llevándola a su fin. Hablamos de comunicación efectiva. Algo que se distancia considerablemente del monólogo, las críticas o la repetición de lo que uno quiere, necesita o desea.

Más del 60% de los divorcios se producen, sobre todo, por una mala comunicación. El respeto, la comprensión y el tacto a la hora de comunicarse es algo que comparten las parejas que funcionan.

En este sentido, saber expresarse asertivamente, saber escuchar con la actitud correcta y querer comprender al otro en su discurso son solo algunas de las características de una comunicación fluida y eficaz en todos los ámbitos de la vida.
 
No todos los intereses son comunes en las parejas que funcionan

La codependencia es una herida mortal para casi todas las relaciones; sin duda, no la encontramos en las parejas que funcionan. Mantener pasiones separadas, intereses e inquietudes propios parece ser un terreno fértil para la prosperidad de la relación a largo plazo.

Tener y respetar el espacio y el tiempo propio de cada uno es fundamental. Si no mantenemos una parte de nuestra vida al margen de nuestra pareja, tendremos poco que aportar a ella. Se trata de compartir tiempo de calidad y para eso es necesario que ninguno se cuelgue literalmente a la vida del otro.

Hacer cosas juntas y cosas por separado. Dar rienda a los intereses profesionales, creativos o de ocio de cada uno sin mezclarse. Saber apreciar los logros de la pareja en su terreno personal y saber llorar con ella las pérdidas, pero respetando el espacio de cada cual.
 
Parejas que funcionan: el sexo

El pasado año, se realizó una investigación con 30,000 personas sobre la relación entre el sexo dentro de las parejas y los niveles de felicidad. Los resultados mostraban como las parejas que mantenían sexo regularmente reflejaban también un mayor nivel de satisfacción.

La demostración de afecto, más allá del sexo, se reveló como otro factor decisivo. Gestos que hacen que las personas se sientan valoradas y queridas, como tomarse de la mano, los abrazos, los besos y las palabras de amor, todo, forma parte de los hábitos de las parejas que funcionan.

Reparto equitativo de las responsabilidades

Parece mundano y repetitivo, pero las parejas que no equilibran las obligaciones y los derechos terminan mal. Generalmente uno de ellos termina sintiéndose responsable del otro en unos términos más paternales que románticos.

Cuidar el uno del otro significa exactamente eso: que los dos tengan claras sus obligaciones y su derechos y que ambos los respeten, los agradezcan y los valoren. Es la mejor forma de evitar los resentimientos y las quejas constantes de una relación injusta para alguno de ellos.
 
Parejas que funcionan: saber estar en desacuerdo

También las parejas que funcionan tienen sus desacuerdos. La convivencia no siempre es un camino de rosas y, si somos nosotros mismos, no vamos a estar siempre de acuerdo en todo con nuestra pareja.

El secreto no está en no tener una opinión diferente, el secreto está en saber cómo argumentar en un desacuerdo. No se defienden eficazmente posturas si uno golpea a traición en una discusión.

Asumir la responsabilidad de nuestros estados emocionales y saber manejarlos, además de respetar la opinión del otro conforman otro de los pilares en los que se basa una relación a largo plazo. Claro, esta disposición tiene que ser mutua, no importa cuánto uno trabaje en el buen funcionamiento de una relación si el otro no lo hace.

Sonia Budner

sábado, septiembre 14, 2019

Las 5 virtudes de las mentes calmadas

Las mentes calmadas son mentes centradas y, ante todo, disciplinadas. En estos tiempos en los que manda la inmediatez y la multitarea es todo un privilegio poder alcanzar ese equilibrio interno donde pensamientos, emociones y comportamientos estén en completa sintonía y centrados en lo que verdaderamente importa.

 
 
Decía Shiba Yoshimasa, general japonés del siglo XIV, que la cualidad más importante de todo guerrero o samurái es calmar la mente para poder entender cómo es el rival al que se enfrenta. Este tipo de ideas nunca dejan de inspirarnos, pero si hay algo que la mayoría sabemos, es que no resulta nada fácil entrenar la mente en esa disciplina en la que manda la regulación emocional, la capacidad de reflexión y la serenidad interna.

No faltan los buenos consejos, los libros que nos enseñan a entrenar nuestra atención y, por su puesto, disciplinas como el mindfulness que hacen de la meditación, esa estrategia idónea para educar las mentes nerviosas.

Sin embargo, no todo el mundo se ajusta a estos enfoques. Y si esto es así se debe básicamente a que nuestros patrones de pensamiento no cambian tan fácilmente, no es sencillo poner el freno a una mente largamente acostumbrada a ir más rápida que la propia vida.

No obstante, con el tiempo y hallando esa estrategia que más se adecue a nuestras particularidades, podemos lograr una mente más relajada y, entonces, permitir que nuestra realidad dé un cambio hacia el bienestar…

«Una mente en calma trae fuerza interior y confianza en uno mismo, por eso es muy importante para la buena salud».
-Dalai Lama- 
 
Mentes calmadas, mentes claras

Dentro de la filosofía budista existe un concepto muy interesante; nos referimos a la mente mono. Este término hace referencia a ese estado mental inquieto, revoltoso y hasta exasperante que va de rama en rama en el bosque de los pensamientos, que se pierde en sus propias preocupaciones, que se adhiere al ego y no es capaz de ver lo verdaderamente importante.

Una estrategia para que las mentes mono se transformen en mentes calmadas es lograr que bajen del bosque de las preocupaciones hasta suelo firme. Solo entonces, al tener los pies en el suelo, se tiene mayor control y perspectiva. Es en ese instante en que uno alcanza el equilibrio y la seguridad interior, cuando empieza a surgir la creatividad, la reflexión y ese control personal donde tomar mejores decisiones.

Veamos por tanto qué virtudes definen a las mentes calmadas para entender por qué deberíamos trabajar esa competencia.
 
1. En la mente calmada se controla mejor la ansiedad

El doctor Peter Roy-Byrne, jefe de psiquiatría de la Universidad de Washington, nos señala algo importante: los trastornos de ansiedad son más comunes que la depresión y, a menudo, igual de incapacitantes.

La ansiedad esa incómoda compañera de viaje que viene y va en nuestro día a día, una enemiga a la que podríamos hacer frente entrenando nuestra mente en la calma y la atención plena.

De este modo, cuando nuestro enfoque mental sabe centrarse por fin en lo que es más importante en cada momento, aplacando las emociones negativas y silenciando los pensamientos intrusivos, la calma empieza a asomar.
 
2. Ponemos distancia entre nosotros y lo que sucede a nuestro alrededor

Las mentes ‘mono’ o las mentes ansiosas tienen una curiosa habilidad. Todo aquello que sucede a su alrededor les afecta y les impacta de manera intensa e inevitable. No importa lo insignificante que sea un evento, cualquier cosa terminará magnificándose para apagar el bienestar.

Las mentes calmadas, en cambio, tienen una virtud excepcional. Son capaces de poner una distancia, un filtro de protección. Al mirar lo que les envuelve con más serenidad, controlan mejor lo que les llega para manejarlo y controlar su impacto.
 
3. La calma interna y el control emocional

Una mente centrada y relajada es una mente que ha aprendido a gestionar sus emociones. Así, lejos de silenciar su ansiedad, de esconder los miedos o girar el rostro a las preocupaciones, la persona calmada sabe manejar con efectividad esos universos internos. Ha aprendido a comprender sus miedos, a entender que la ansiedad forma parte de la vida, pero aún así, siempre es mejor mantenerla bajo control.

4. Calmados y valientes para afrontar los desafíos

Cuando nuestro ser interno está atrapado en la red del estrés y la ansiedad, no actuamos ante las cosas, simplemente, reaccionamos. Somos como esa hoja llevada por el viento que no tiene control en sus movimientos y que termina siendo golpeada aquí y allá. Esto, sin embargo, no ocurre en las mentes calmadas.

En ellas, habita la reflexión, no actúan por instinto, sino que miran el mundo con perspectiva y son proactivas. Rara vez quedan atrapadas en las tormentas porque las ven venir, porque son valientes y no dudan en afrontar desafíos.
 
5. Las mentes calmadas deciden mejor

A las personas no nos define nuestra nacionalidad, idioma o cultura, nos definen las decisiones que tomamos en cada momento. Así, un modo excepcional de tener mayor control y acierto en cada uno de esos pasos, es aprender a decidir en el interior de una mente calmada.

En esa habitación tranquila reside la confianza, hay orden, hay perspectiva y discurre a su vez, la voz de la experiencia entremezclada con la intuición. Es ahí donde cada uno podrá tomar las decisiones que orientarán el rumbo de su vida con mayor acierto.

Para concluir, señala el psicólogo Daniel Kahneman, que más allá de cómo nos sintamos en un determinado momento, es necesario actuar siempre con calma. Ahora bien, recordemos que la calma no surge porque sí, ese estado interno se entrena, se propicia y se atesora asumiendo el control de nuestras emociones y pensamientos en cada momento. Pongámoslo en práctica.

Valeria Sabater

viernes, septiembre 13, 2019

¿Quién soy?

¿Quién soy? es el título de unos de los episodios de la serie de las hermanas Whatshosky Sense 8. Es una pregunta difícil de responder que nos solemos hacer a menudo, sin ser capaces de encontrar una respuesta clara.

 
 
Con la siguiente reflexión, el personaje de Lito Rodríguez, uno de los ocho protagonistas de «Sense 8 «, nos deja claro que «nadie es más que nadie», que todos somos iguales y únicos al mismo tiempo.

Nos hace viajar por el pasado, presente y futuro de la vida de cualquier ser humano, mientras nos habla de la importancia de los roles y del peligro de las etiquetas.


«¿Quién soy?

Una pregunta difícil de responder para todos nosotros, de dónde soy, lo que hago, lo que he hecho, lo que haré, a qué te refieres, lo que ves, lo que hago, lo que tengo, lo que llegaré a ser, a quien amo o a quien he amado, lo que he perdido, ¿quién soy yo?

Creo que lo que soy es exactamente lo mismo que tú, porque no hay nadie exactamente igual que tú ni que yo. ¿Quién soy?

Etiquetar es lo contrario a entender.

Ni color de la piel, ni raza, ni religión, ni condición sexual…… roles.

Creo que lo que soy es exactamente lo mismo que tú, ni mejor ni peor, porque no hay nadie exactamente igual que tú ni que yo.»
-Lito Rodríguez , personaje de Sense 8-
 
Roles y etiquetas

¿Quién soy? Ante esta pregunta, aparentemente sencilla, a veces respondemos dando nuestro nombre, profesión, edad, ciudad de residencia, número de hijos, estado civil…. buscando responder con aquello que creemos que nos caracteriza o representa y que pueda ser útil como presentación.

En realidad, con frecuencia nuestra respuesta se basa en aquello que será socialmente aceptado y, por lo tanto, en lo que otras personas quieren oír y esperan de nosotros. Solemos creer que esos roles nos hacen ser quienes somos; pero, ¿realmente es así?

Es probable que durante años las personas que nos rodean y, en ocasiones, nuestros seres más queridos, nos hayan tratado o repetido mil veces que somos de una determinada manera, lo han repetido con tanto fuerza que al final lo acabamos creyendo. Llegando a adaptar ese rol, comportándonos en función de lo que se esperan de nosotros.

Por ejemplo, podemos llegar a creer que somos débiles o personas frías, aunque no sea así, porque en cierta manera es lo que sentimos que se espera y quiere de nosotros. Es el espacio que los demás abren para nosotros, de alguna manera «la forma en la que encajamos».

Sin embargo, las etiquetas son dañinas y peligrosas, provocando que acabemos juzgando a una persona sin conocerla. Que juzguemos a alguien por su color de piel, raza, religión, orientación sexual…Sin molestarnos en conocer a la persona en la complejidad de su conjunto.

«Para recordar quién eres, necesitas olvidar lo que otros te dijeron que eres».
-Anónimo-

¿Quién soy?

La reflexión de Lito nos deja claro que responder a la pregunta de «¿quiénes somos?» una tarea sencilla y compleja a la vez. Compleja, porque buscamos una respuesta única que parece no existir, ya que somos el resultado de nuestras vivencias pasadas, presentes y futuras; sencilla, porque todos somos seres únicos e irrepetibles, construyendo nuestra historia día a día, con cada decisión, con cada interacción con las personas que se cruzan en nuestro camino.

Somos mucho más que aquellos roles que nos vienen predeterminados y que no hemos podido elegir. Somos mucho más de todo aquello que si hemos elegido ser. Somos un conjunto perfecto y único de lo elegido y no elegido, de roles y etiquetas.

«No serás el mejor, pero tampoco hay nadie mejor que tú».
– Anónimo-

Cristina Calle Guisado

jueves, septiembre 12, 2019

Personas que no se dan por vencidas: ¿qué las hace diferentes?

Hay personas que no se dan por vencidas. No importa la circunstancia, el problema o el reto que tengan por delante. En cierto modo, esta competencia psicológica es la que traduce el talento en éxito, la que nos dota de perseverancia para alcanzar logros y la que además logra que nuestros cerebros sean más resistentes para prevenir la ansiedad o la depresión.

 
 
Decía Mark Twain que una persona con ideas nuevas suena a broma hasta que su persistencia nos convence de lo contrario. De algún modo, ese enfoque mental y motivacional actúa como la chispa que prende los sueños y que dota de combustible a cualquier proyecto. Así, en un mundo tan lleno de obstáculos donde siempre resulta complicado mantener a flote nuestras metas personales, no darnos por vencidos debería ser nuestro leivmotiv cotidiano.

Ahora bien, más allá del factor motivacional y de nuestra capacidad de logro, hay otro elemento interesante. Los neurocientíficos llevan años intentando comprender qué diferencia a las personas persistentes de las que no lo son. Podríamos dar explicaciones educacionales, sociales o cómo no, hablar de distintos tipos de personalidad. Sin embargo, y aquí llega el elemento más interesante, estudios muy recientes nos revelan que hay una explicación biológica.

«Recuerda que no puedes fallar en ser tú mismo».
-Wayne Dyer- 
 
Personas que no se dan por vencidas, ¿qué las hace tan especiales?

Muchas de esas personas que admiramos a día de hoy (ya sean figuras famosas o esas que tenemos más cerca) son un evocador ejemplo de paciencia y perseverancia. Hay quien ha lidiado con la adversidad en cada una de sus formas con gran entereza, humildad e incluso con radiante positivismo, siendo capaz incluso de inspirar a otros.

Asimismo, hay quienes han sido capaces de llevar a la cumbre proyectos en los que nadie confió en un principio. Esa fuerza interior para confiar en uno, para no venirse abajo cuando alrededor solo hay alambradas, puertas cerradas y palmadas en la espalda seguidas de amables negativas es sin duda motivo de admiración.

Esa persistencia tan peculiar que habita en las personas que no se dan por vencidas, ha interesado desde hace décadas al campo de la psicología. Disponemos interesantes estudios datados en los años 30 que intentan asentar una primera definición sobre los rasgos definen a este tipo de personalidad. Asimismo, tampoco han faltado los enfoques que la entienden más bien como una sutil combinación de inteligencia, motivación y creatividad.

Sin embargo, en un estudio publicado en julio de este mismo año en la revista Cell nos hablan de algo más concreto. Después de analizar a diversos inventores, astronautas, escritores de éxito, Premios Nobel y personas anónimas que han superado grandes dificultades, se llegó a una interesante conclusión. Es la siguiente. 
 
Aspectos biológicos: el sistema neuromodulador de las personas que no se dan por vencidas

Este estudio llevado a cabo por la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington y liderado por el doctor Michael Bruchas señala que las personas resistentes disponen de un sistema neuromodulador desconocido hasta el momento. Dicho sistema funciona a base de un neuropéptido muy concreto: la nociceptina y sus respectivos receptores.
Este neuropéptido está ampliamente distribuido en todo el cerebro, así como en esas regiones asociadas a nuestro comportamiento. No obstante, no se sabe bien qué lo activa y cómo actúa.
Por otro lado, algo que han descubierto a raíz de este estudio de más de cuatro años de duración es que dichos moduladores actúan también sobre el sistema de dopamina y serotonina. Su efecto implica, entre otros fenómenos, que se reduzca la sensación de sufrimiento o incluso el dolor, tanto el físico como el emocional.

Este descubrimiento abre sin duda un gran número de posibilidades. La más importante, según los autores de esta investigación, sería crear nuevos tratamientos para realidades como la depresión.
 
Aspectos psicológicos: una personalidad que se hereda e inspira

La facultad de Medicina de la Universidad de Washington realizó un estudio muy interesante. Según este trabajo, la persistencia, ese elemento tan destacable de las personas que no se dan por vencidas, es una dimensión que suele heredarse de padres a hijos.

En cierto modo, esto vendría explicado por las bases biológicas antes citadas; sin embargo, hay elementos más importantes. En ocasiones, ser educados o vivir cerca de esas personas acostumbradas a luchar por lo que quieren, nos inspira, nos guía y nos enseña a actuar casi del mismo modo.

A todos nos ha ocurrido alguna vez. Basta con pasar un tiempo determinado con ese hombre o mujer tan especial, motivador, positivo y resiliente para impregnarnos de su misma luz. En cierto modo, esa resistencia anímica y voluntad excepcional también puede aprenderse; también podemos entrenar ese enfoque mental y actitudinal para invertir en nuestro bienestar y felicidad.

Como decía Benjamin Franklin, hay dos elementos que nos acercan a lograr aquello nos propongamos: la energía y la persistencia.

Valeria Sabater

miércoles, septiembre 11, 2019

¿No sentir para no sufrir?

Si has visto la película animada «Frozen» de Disney, seguro que recuerdas a la reina Elsa. Una joven especial con poderes sobre el hielo, que suele perder su control cuando siente rabia, tristeza, miedo o ansiedad. Un día, tras hacer daño a su hermana de modo accidental, Elsa opta por alejarse, por encerrarse en su propia habitación. Por romper todo lazo con el mundo exterior… Elsa elige, simplemente, dejar de sentir y dejar un lado sus emociones.

 
 
Puede que te llame la atención y que pienses que no es habitual que existan personas así, personalidades que elijan el dejar de sentir, el alejarse de toda unión emocional para mantener esa aparente gelidez con la que no conectar con las personas de su alrededor. Pero la verdad es que existen, y mucho más de lo que pensamos. Una realidad en la que abundan en especial personas que, simplemente, se niegan a enamorarse para no sufrir. Es la llamada filofobia.
 
LA NECESIDAD DE LAS EMOCIONES EN NUESTRA VIDA

Lo sabemos, las personas necesitamos sentir. Necesitamos sufrir, amar, emocionarnos, sentir la tragedia, la felicidad e incluso la pérdida. No solo son eventos ante los que es imposible protegerse, forman parte de nuestro aprendizaje experiencial y cincelan lo que todos somos hoy en día. Ninguno de nosotros podemos refugiarnos en un castillo de hielo para mantener alejados a aquellos que nos quieren, como hizo la reina Elsa del cuento de Disney.

Al final, la propia distancia y la propia reserva, causa más dolor a nuestro alrededor, pero para las personas que elijen simplemente el «dejar de sentir», no es tan fácil de ver .Pero ¿de dónde viene la dimensión conocida como Filifobia? ¿qué origen tiene? Los expertos nos dicen que las causas pueden ser muy variadas. Pero ahondemos un poco en ellas:

– En ocasiones la necesidad de no sentir, tiene su origen en traumas infantiles relacionados con la familia o el entorno afectivo. En esas etapas tempranas en que establecemos los habituales – y esperados – vínculos de seguridad, cuidado y afecto con nuestros progenitores, es posible que estas dimensiones jamás lleguen a establecerse. O más aún, que se vean dañadas y quebrantadas por algún hecho doloroso. No hay peor trauma que aquel que se vive en la infancia y que, de alguna manera va a determinar en muchos casos nuestra afectividad el día de mañana. El que logremos establecer lazos afectivos con los demás.

– Nuestras relaciones pasadas de pareja también suelen ser muy determinantes para muchas personas. El verse traicionadas, engañadas… rupturas traumáticas que dejan su oscuro sustrato en nuestra personalidad. Dejamos de confiar en las personas y, simplemente, valoramos que es más preferible no volver a tener una relación para no sufrir.

Otro hecho común que se está sucediendo hoy en día y que nos indican los especialistas en relaciones de pareja, es que se están dando ese tipo de relaciones llamadas «express«, ahí donde no existen demasiados compromisos o dependencias. Tampoco un amor desmedido. Son relaciones donde se prefiere guardar la individualidad y la independencia para no perder el control. Para salvaguardar nuestra independencia. Sería tal vez, otro modo de filifobia a tener en cuenta. 

LA TERAPIA DE LA ACEPTACIÓN Y EL COMPROMISO

Existe una vertiente psicológica que nos puede ser muy útil en estos casos. Recordemos a la reina Elsa escondida en su castillo de hielo. Cuando más deseaba controlar sus emociones más daño casuaba a su hermana y a su propio país. Sumergiéndolos en un invierno perpétuo. La regulación emocional y el control como problema, y no como solución, es un aspecto a tener en cuenta. El controlar las emociones no nos soluciona nada. Engrosa aún más el problema y nuestra ansedad emocional, nuestro temor ante el dolor, ante el ser dañados de nuevo.

Debemos aprender a aceptar lo sucedido y a integrar nuestras experiencias. Las pérdidas, los fracasos, las traiciones son dimensiones a aceptar y a integrar como aprendizajes personales. No como viejos muebles entre los que encerrarnos de por vida. De este modo acabamos reviviéndolos cada día.

Debemos establecer un compromiso con nosotros mismos: la necesidad de aceptar, superar, integrar y mirar al mañana abriéndonos nuevas puertas y nuevas oportunidades. Relajarnos y vivir con tranquilidad, ilusionándonos con nuevos proyectos, nuevas amistades, nuevas relaciones que, sin lugar a dudas, serán mejores que las anteriores porque somos más sabios. Porque sabemos lo que querernos. 

Después de aceptar, afrontar

En un estudio realizado por el equipo de investigación de Viñas Poch (2015) en población española adolescente nos arroja luz sobre los efectos del aislamiento. Según los autores, «sentirse culpable o responsable de los problemas y dificultades y aislarse de los demás impidiendo que conozcas sus preocupaciones fomenta el malestar personal«. Los autores han comprobado que el hecho de aislarse sólo incrementa la sensación de malestar.

Por otro lado, el equipo de Viñas Poch halló que «mantener una visión optimista y positiva ante las dificultades […], practicar deporte, […] y la implicación personal, el trabajo y la laboriosidad favorecen un mayor bienestar personal en los adolescentes». Viendo los resultados de esta investigación, lo mejor que podemos hacer es afrontar y trabajar en aquello que nos hace aislarnos. De esta forma, nuestro nivel de felicidad y bienestar aumentarán.

El estudio se realizó con adolescentes, pero se puede aplicar a cualquier persona. Así que vivir con un corazón helado es negarse a vivir. Las personas estamos hechas de emociones, y negarlas, ocultarlas, controlarlas… es ir en contra nuestra.

Valeria Sabater

martes, septiembre 10, 2019

Las Diferencias entre la Tercera, la Cuarta y la Quinta Dimensión (y Cómo Movernos entre Ellas)

Hoy hablaremos en detalle de las diferencias entre la tercera, la cuarta y la quinta dimensión.

 
 
Estos tres términos, especialmente la tercera y la quinta dimensión, se usan muy habitualmente en muchos círculos de espiritualidad y crecimiento personal: la tercera dimensión generalmente para referirse al mundo físico, y la quinta para referirse a un plano más elevado de la existencia.

Pero, ¿qué son realmente estas dimensiones?

¿Y en qué se diferencian? ¿Qué determina que estemos en una dimensión u otra?

Hoy hablaremos en profundidad de este tema. Es un paso muy importante en nuestra evolución personal.
 
Qué Son las Dimensiones

Cuando se habla de las diferentes dimensiones, a menudo suele interpretarse que cada dimensión es un lugar diferente: pensamos que la tercera dimensión es el mundo físico, que la quinta dimensión es un plano espiritualmente más avanzado y la que cuarta es un lugar intermedio.

Pero es muy importante aclarar que esto no es así. Las dimensiones no son lugares, sino estados de conciencia.

Si te interesa profundizar en este tema, puedes leer este artículo sobre la quinta dimensión. Pero resumiéndolo, podríamos decir que cada dimensión es un aspecto de la vida, y que el hecho de estar en una dimensión u otra está relacionado con la capacidad de percibir más o menos de estos aspectos. A medida que percibimos más aspectos de la vida, decimos que estamos en una dimensión superior.

Por ejemplo, si una persona se encuentra en la Tierra y solo percibe las cosas físicas que hay a su alrededor y poco más, diremos que se encuentra en la tercera dimensión. En cambio, otra persona que también esté en la Tierra, pero que además del mundo físico perciba también otros elementos más sutiles, diremos que se encuentra en la cuarta o en la quinta dimensión (ahora hablaremos en detalle de las diferencias entre ellas). El lugar físico donde están es el mismo, pero su percepción de la vida es diferente.

Así pues, la expresión “estar en una determinada dimensión” no hace referencia al lugar donde nos encontramos, sino al estado de conciencia que tenemos. E ir hacia una dimensión más elevada no implica movernos de lugar, sino ampliar nuestra conciencia para percibir más aspectos de la vida.
 
Qué Es un Estado de Conciencia

Es muy importante entender que pasar de una dimensión a otra no implica cambiar de lugar, sino de estado de conciencia. Así que, para “ascender a una dimensión superior” no tenemos que dejar el planeta, sino simplemente expandir nuestra conciencia.

Llegados hasta aquí, una cuestión importante es: ¿y qué define exactamente nuestro estado de conciencia? ¿Qué determina que estemos en un estado u otro?

Pues en realidad es muy simple: todo depende de nuestros pensamientos (más sobre esto aquí).

Nuestro estado de conciencia depende de los pensamientos que tenemos más frecuentemente y que consideramos que son ciertos; es decir, de nuestras creencias. En función de lo que creemos, percibimos la vida de una manera u otra, y esto hace que tengamos un estado de conciencia u otro.

Por ejemplo, si vemos una piedra y creemos que esa piedra es dura y sólida y que no se puede moldear fácilmente, sentiremos que vivimos en un mundo físico y limitado, y tendremos el estado de conciencia asociado a la tercera dimensión.

Por otro lado, si vemos la misma piedra, pero sentimos claramente que esa piedra es solo un pensamiento de la Mente Universal (más sobre esto aquí) y que puede cambiar fácilmente, tendremos el estado de conciencia de la cuarta dimensión y experimentaremos una realidad mucho más libre y con mucho más potencial.

La piedra es la misma en los dos casos, y nosotros también, pero en función de lo que creemos sobre ella y sobre nosotros estamos en un estado de conciencia u otro.

(Nota: aquí es importante aclarar que no vale intentar “engañarnos” para cambiar de estado de conciencia. Si vemos una piedra e intentamos pensar que puede cambiar fácilmente, pero en el fondo no nos lo creemos o tenemos dudas, seguiremos estando en la tercera dimensión y no en la cuarta. Los pensamientos solo tienen fuerza cuando realmente creemos en ellos.)
 
Las Creencias de la Tercera Dimensión

Así pues, el hecho de “estar” en una dimensión u otra depende de las creencias principales que tenemos sobre nosotros y sobre la vida. Y para “ascender” a dimensiones superiores tenemos que comprender bien estas creencias y sanar aquellas que nos están limitando.

En el caso de la tercera dimensión, que es el estado en el que nos encontramos la mayoría de seres humanos, hay una creencia principal muy importante: la creencia de que hay cosas imposibles.

Esta es la creencia básica de la tercera dimensión y la que hace que nos quedemos en ella. Todos los seres que creemos que hay cosas imposibles vivimos anclados en el estado de conciencia de la tercera dimensión.

Si te fijas, esta creencia está asociada a la materia, y por esto la tercera dimensión se asocia al mundo material. Creemos que hay cosas imposibles porque creemos que la materia tiene unos límites que no se pueden superar: creemos que no se puede volar, atravesar paredes, sanar según qué partes del cuerpo, hacer crecer un árbol en un segundo, y un largo etcétera. Y creemos todo esto porque creemos que la materia tiene una serie de límites infranqueables.

En realidad nada es imposible, y la materia no tiene ningún límite, pero nosotros creemos que sí. Y las creencias definen la realidad que vivimos.

Por otro lado, si cambiamos esta creencia, y empezamos a conectar de verdad con la idea de que todo es posible, empezaremos a abrirnos a una realidad muy diferente y mucho más amplia: lo que llamamos la cuarta dimensión.
 
Las Creencias de la Cuarta Dimensión

La cuarta dimensión, a diferencia de la tercera, se caracteriza porque desaparece completamente la creencia de que hay cosas imposibles. Los seres de cuarta dimensión tienen clarísimo que todo, absolutamente todo, es posible. Y dado que lo creen posible, para ellos lo es.

Quizás de entrada esto puede parecer un poco extraño, pero en el fondo lo experimentamos todos cuando soñamos. En los sueños todo es posible, y no nos sorprende lo más mínimo.

Hablaremos de esto próximamente en otro artículo, pero los sueños no son algo irreal, sino una parte de la existencia tan real como el mundo físico. Podríamos decir que los sueños son una puerta a la cuarta dimensión: en ellos entramos en un estado de conciencia donde aceptamos que todo es posible, y por ello experimentamos esta realidad.

La cuarta dimensión es un estado más elevado que la tercera, porque percibimos la realidad de una forma más amplia, pero aun así siguen habiendo creencias limitantes que pueden generar malestar.

Concretamente, en la cuarta dimensión aún existe la creencia de que las cosas están separadas las unas de las otras. Esta es la característica principal de la cuarta dimensión: creer que todo es posible, pero que las cosas están separadas entre ellas.

Cuando estamos en la cuarta dimensión, por ejemplo en un sueño, podemos volar, atravesar paredes y cambiar de forma en un segundo. Podemos coger una piedra y hacer que se transforme en un pájaro. Pero la piedra es la piedra y nosotros somos nosotros. No nos sentimos unidos a la piedra ni a nada más.

En la cuarta dimensión, al igual que en la tercera, hay separación. Y, por lo tanto, puede haber dolor.

Por este motivo, el estado de la cuarta dimensión no siempre es luminoso, ni los seres de cuarta dimensión son siempre del todo amorosos. En la cuarta dimensión puede haber cosas hermosas y cosas que no lo son tanto, de forma parecida a lo que pasa en el mundo físico.

En cambio, cuando empezamos a sentir claramente que no hay separación entre nada y que todo forma una unidad inseparable, nos abrimos a una realidad aún más amplia, y entramos en un estado donde sí desaparece el dolor: la quinta dimensión.
 
Las Creencias de la Quinta Dimensión

La quinta dimensión se asocia a un alto grado de evolución espiritual, porque aquí desaparecen las creencias limitantes de las dimensiones anteriores.

En la quinta dimensión no hay nada imposible.

Y tampoco hay separación entre nada.

La quinta dimensión es un estado de luz y bienestar, porque todo es unión y potencial. Nada está solo, nada está aislado y nada se enfrenta a nada.

Pero no porque sea un lugar especial con unas leyes especiales. La quinta dimensión puede ser cualquier lugar. Puede ser el lugar justo en el que estás ahora.

Insisto mucho en que no hay que cambiar de lugar para cambiar de dimensión.

Lo único que importa son tus creencias.

Si crees que todo es posible, lo será.

Si sientes que estás unido a todo, lo estarás.

Así de poderoso eres.

Siempre lo has sido, y siempre lo serás.

Un gran abrazo,

Jan


www.jananguita.es

sábado, septiembre 07, 2019

Carta a la soledad

Querida y odiada soledad, te escribo esta carta para contarte mi reflexión sobre nuestra trayectoria juntas. Han pasado muchos años desde que nos conocimos, y nunca hemos estado completamente separadas. Hoy quiero contarte cómo me he sentido con nuestra relación. Para comenzar, me gustaría recordar contigo la frase de Jean Paul Sartre «Si te sientes en soledad cuando estás solo, estás en mala compañía».

 
 
El sendero de la frustración ha sido bastante recorrido por nosotras. Recuerdo aquellas veces en las que sentía que no podía más, y que me había lanzado a un abismo oscuro y sin final. En esos instantes te odie profundamente. Llegué a pensar que eras lo peor que me había podido pasar. Sinceramente, quise arrancarte de mi camino, pero aquí estamos juntas… de nuevo.

Puede que sea difícil para ti comprender el odio que me has inspirado, las ganas que he tenido de no volverte a ver. Te lo explico. Pensaba que estar sola era algo malo; esta era una de las razones por las que más me costaba aceptar tu compañía.

Además, en otras ocasiones te busco cuando no sé qué más hacer, y quiero esconderme de todos porque la tristeza me invade. Entonces, al asociarte de esta manera, estaba potenciando el rechazo hacia ti. Y, aunque ahora piense distinto, entiende que algunas veces puedo seguir frustrándome contigo.

Cuando estoy rodeada de gente, también me vistas

En muchas ocasiones, pensé que solo aparecías cuando las personas, los demás, se marchaban. Pero descubrí que puedo estar completamente rodeada y sentir tu presencia. ¿Recuerdas aquellos momentos en que la timidez me abordaba y aunque hubiese mucha gente yo me aferraba a ti o aquellos instantes en los que se me desgarraba el alma, y todos iban tras de mí para ver qué me sucedía y no era capaz de sentirme acompañada?

Aunque siga encontrando esos momentos en los que me sienta sola, aunque este rodeada de gente y esté yo; ahora he llegado a ser más tolerante con mis emociones, a sentir más confianza y a ser capaz de pedir ayuda cuando lo necesito. Ya no me avergüenzo por ello.
 
Soledad, eres una maravillosa compañía

Puede parecer irónico, pero hoy puedo decir en ti encontré una compañía espléndida. Así es, a tu lado, pude descubrirme poco a poco. Estar junto a ti me ayudo a comprenderme.

Soledad, gracias a ti y a mi empeño, pude navegar, pude poner claridad en algunos rincones a los que, sin tu compañía, nunca hubiera llegado. Pude construir un refugio, en los que los demás eran bienvenidos, pero no necesarios para sentirme segura.

Según Carl Rogers, pionero en la psicoterapia, el autoconocimiento es la base de nuestra personalidad, y lo vamos forjando a medida que acumulamos experiencia. De hecho, menciona que dar forma a nuestra propia realidad puede ser, por momentos, una experiencia aterradora. Un miedo parecido al que yo tenía a tu presencia, ¿te das cuenta?

Por otro lado, gracias a ti descubrí que temía mis propios mensajes, a cómo me trataba cuando no había nadie para frenar mi diálogo interno. Tú hacías que saliera a mi conciencia esa juez que maltrataba mi autoestima y gritaba solo para mí aquello que podía haber hecho mejor transformándolo en algo que hice mal.

Además, me hiciste que me diera cuenta de que no necesito de otras personas para ser feliz, ¡puedo ser feliz estando sola! Ahora confío más en mí, porque gracias a ti me di cuenta de mis capacidades y mis limitaciones, e intento jugarlas a mi favor.

Ahora bien, tus virtudes no hacen que quiera tu presencia en todo momento. En mi reflexión, también comprendí que es bueno compartir con los demás, de hecho, resulta muy saludable que forjemos, y sobre todo disfrutemos, de relaciones con personas nutritivas.

Además, ahora ya he despedido a esa juez de la que te hablaba antes. Exploro la tristeza, la frustración y el sentimiento de vacío; los reconozco, los expreso y sigo adelante. Por ello, he hecho de la resiliencia mi mejor aliada. Soledad, ahora que te he abierto mi corazón, espero que entiendas por qué un día te temí. Ahora sé que formas parte de muchas de las oportunidades que tengo para encontrarme cuando me pierdo, cuando todo cambia y tengo que reinventarme.

María Alejandra Castro Arbeláez

viernes, septiembre 06, 2019

Actuar por miedo, una forma de no actuar

Cuando hablamos de actuar por miedo nos referimos a esos estados en los que el temor es el factor determinante para tomar tus decisiones y diseñar tu estilo de vida. Usualmente no somos tan conscientes de que esto ocurre, sino que tratamos de encubrirlo de algún modo.
 
 
 
A veces, la excesiva prudencia, o seriedad, o meticulosidad son formas de actuar por miedo. Lo sobrellevamos mejor si lo vemos como una virtud y omitimos las enormes cargas y las grandes limitaciones que esos excesos imprimen a nuestras vidas.

Lo que queremos decir con esto es que actuar por miedo es una forma de no actuar. Con demasiada frecuencia a eso es precisamente a lo que conduce el temor: a abstenerte de hacer algo, en función de riesgos y peligros que la mayoría de las veces son imaginarios. Así, o te privas por completo de hacer algo, o te impones tantos límites al hacerlo que reduces a su mínimo la experiencia.

“El ánimo que piensa en lo que puede temer, empieza a temer en lo que puede pensar”.
-Francisco de Quevedo-

Señales de que el miedo te gobierna

Como lo señalábamos antes, no siempre es fácil reconocer estos estados. El actuar por miedo no es un propósito consciente, sino el resultado de una educación o un conjunto de experiencias que nos quitaron la confianza en lo que somos capaces de hacer. Implica traumas o vivencias dolorosas no resueltas o una interpretación errónea del peligro.

Para saber si estamos actuando, o dejando de actuar, simplemente por miedo, tomemos nota de estas señales:
  • Detestas los cambios. Tu estilo es el de diseñar un estilo de actuar frente a diversas situaciones y obstinarte en él. Si hay algún asomo de cambio, te sientes amenazado y molesto. Que te dejen quieto. Que no te molesten.
  • Te mata la indecisión. Sueles mostrarte indeciso, cuando tienes alguna alternativa al frente. Si es algo que implique un cambio o un riesgo, te demoras aún más. Les das muchas vueltas a cada cosa y, por lo general, terminas optando por abstenerte de actuar.
  • Hay muchos proyectos en tu cabeza que nunca has realizado. Te hubiera gustado ir a un safari, pero nunca has tenido tiempo, o dinero, o lo que sea. También te hubiera encantado expresar lo que tenías atado en la garganta, pero preferiste evitar problemas. Y así sucesivamente.
  • Criticas a las personas que asumen riesgos. Por alguna razón, te incomodan las personas que son muy determinadas, o que se enfrentan al cambio o al riesgo con decisión. La molestia nace de tu sentimiento de deseo y restricción para hacer lo mismo.
  • Tienes una gran imaginación “para el mal”. Te muestras muy creativo a la hora de imaginar desastres y peligros. Por tu cabeza pasan incendios, terremotos, robos, agresiones y todo tipo de situaciones negativas. Piensas en ello con frecuencia si estás tomando una decisión.

¿Es posible dejar de actuar por miedo?

Siempre es posible cambiar, no porque otros lo digan, sino porque detrás de ese cambio existen beneficios. Estar más tranquilo. Subvertirte contra la dictadura del miedo. Y si quieres dejar de actuar por miedo, lo primero que debes hacer es reconocer que lo tuyo no es prudencia ni un rasgo de carácter, sino falta de confianza.

El miedo a actuar suele tener raíces muy profundas. Puede haber empezado a incubarse en los primeros años de vida y con el paso de los años no ha hecho más que generalizarse o aumentar en intensidad. Por eso, dejar de actuar por miedo suele implicar un desafío a lo que nos inculcaron nuestros amados padres. Quizás nos dijeron que el mundo era globalmente amenazante y que había peligros ocultos en cada rincón.

Por más años de experiencia que acumulemos, no todos están en la disposición psicológica y emocional de independizarse de las convicciones de sus padres. Incluso, pueden llegar a sentirse culpables por desobedecerles. Se supone que si les amas, acatas lo que dijeron y lo harás siempre. Dejar de actuar por miedo significa dar un paso por encima de los límites que ya no tienen sentido.

También sucede que hay experiencias que se fijaron en nuestra mente. Nos violentaron alguna vez, por sorpresa, y a de ahí vivimos prisioneros de la posibilidad de que vuelva a ocurrir. Hay que tener mucho coraje para dejar atrás esas huellas dolorosas. Ayuda si nos hacemos conscientes de que son fantasmas. Y que los fantasmas solo desaparecen cuando los miramos a la cara.

Edith Sánchez

jueves, septiembre 05, 2019

He aprendido que soy responsable de mi felicidad

Solo yo soy responsable de mi felicidad; solo yo y nadie más. Ya no exijo a otros que creen un mundo a mi medida, ya no pido validación a cada instante, nutrientes a mis desconsuelos ni salvadores para mis penas.

 
 
He aprendido que es mejor rescatarse a uno mismo para ganar en audacia y en fortaleza. Tampoco culpabilizo a otros de mis tristezas, ahora dejo a un lado rencores y asumo el valor suficiente para sanar decepciones y seguir avanzando en aprendizajes.

No es nada fácil alcanzar este nivel de aceptación y compromiso con nosotros mismos. No lo es por un hecho muy simple. A las personas nos cuesta asumir que nadie en este mundo tiene la obligación de hacernos felices. Quizás nuestros padres contribuyeron a generar esa ilusión en su día, pero cuando uno se convierte en adulto, la tarea de alcanzar ese nivel de bienestar y de realización cae sobre los propios hombros. En nadie más.

Y aún así, seguimos buscando la felicidad en brazos ajenos y no en los propios. A pesar de todo, anhelamos que sean otros quienes se esfuercen en recompensarnos, en desatar nuestros nudos, en allanar nuestros caminos para que nada duela, para que todo tenga el sabor de la alegría. Delegamos en los demás la tarea más importantes de nuestras vidas, que no es otra que la de aprender a ser felices.

Tal Ben-Shahar, profesor de Harvard y experto en materia de felicidad y liderazgo nos señala algo importante. Ese estado de elevada satisfacción es un proceso continuo de autoconocimiento. Es un acto de responsabilidad donde cada cual debe aprender a crear la realidad que desea vivir; nuestro día a día está lleno de opciones y solo nosotros podemos y debemos elegir nuestro camino.

«Cuando eres fiel a ti mismo en lo que haces, ocurren cosas fascinantes».
-Deborah Norville- 
 
Soy responsable de mi felicidad

Carl Gustav Jung introdujo en sus teorías un interesante concepto que vale la pena recordar. Nos referimos al daimon, una entidad que los romanos reconocían como un genio y los egipcios como Ba, la parte más espiritual del ser humano. Así, según el célebre psiquiatra suizo, en nuestro inconsciente se halla un daimon esperando emerger para dar forma a nuestro verdadero yo.

Ese arquetipo interno es el que alienta nuestro impulso creativo, el que nos otorga valentía, intuición y vitalidad. Ahora bien, el problema reside en que la mayoría del tiempo las personas mantenemos silenciado a ese genio interior. No le hacemos caso porque en ocasiones los mensajes pueden pueden ser confusos o hablar de cambios radicales. Al que es abogado le pide tener una vida artística.

Quien acude cada día a ese trabajo que le ofrece sustento, le clama que se escape de la rutina. A los que se sienten seguros en su zona de confort les pide que sorteen esa barrera y se desafíen a sí mismos. Todo ello sucede porque el daimon nos quiere libres, independientes y responsables de nuestra propia vida, no supeditados, ni alineados. Porque la felicidad, al fin y al cabo, requiere grandes dosis de atrevimiento. 
 
Tu felicidad, tu responsabilidad

La mayor parte de los estudios realizados sobre el origen de la felicidad son muy limitados. Un ejemplo es el llevado a cabo en la Universidad de Missouri por parte de la doctora Sonya Lyobomirsky. En este trabajo se nos explica que la felicidad depende básicamente de tres factores: un componente genético, factores ambientales y las prácticas personales que cada uno llevemos a cabo.

Ahora bien, cabe señalar que en esa búsqueda por comprender cómo se alcanza la felicidad, hay elementos más significativos. Porque a veces, hay quien, incluso lidiando con unas condiciones de lo más adversas, se autopercibe como feliz. Hay quien, incluso sorteando una enfermedad o un contexto complicado, describe su vida como significativa.

¿Cómo es esto posible? Cuando se les pregunta por ello no dudan en dar una sencilla respuesta: he aprendido que solo yo soy responsable de mi felicidad, soy consciente de que todo depende de una sola cosa: mi actitud. 

Soy responsable de mi felicidad, cuido el jardín de mi mente cada dia

¿Se puede ser feliz a pesar de las circunstancias externas? ¿Puede uno conservar el ánimo a pesar de la pérdida, del desamor, del desempleo o de la enfermedad? John Milton, el célebre poeta y ensayista inglés del siglo XVII dijo una vez que en la mente puede habitar al mismo tiempo el cielo y el infierno. Nada puede ser más cierto que esta antigua afirmación del autor de Paraíso Perdido.

La psicología cognitiva nos dice que nuestro bienestar depende solo de nosotros mismos y de aquello que habite en nuestra mente. Con cada interpretación que hacemos, en cada pensamiento, categorización, creencia y emoción vamos dando forma a la realidad que nos envuelve. De ese modo, nuestro bienestar y la felicidad no dependerá solo de lo que nos ocurra, sino cómo interpretamos lo que nos sucede. 

Ahora bien, asumir el control de ese jardín interno que habita en nuestra mente no es tarea sencilla. Es algo en lo que trabajar cada día teniendo en cuenta algunos aspectos. Recordemos, por ejemplo, que nuestro bienestar no es, por norma, responsabilidad ajena. Culpabilizar a otros de nuestra infelicidad no hace más que supeditarnos al inmovilismo.

Tengámoslo en cuenta, asumamos un papel activo, proactivo y responsable en la construcción de nuestra felicidad. Nosotros llevamos las riendas. Nosotros creamos nuestra realidad en base a la calidad de nuestros pensamientos y emociones.

Valeria Sabater

miércoles, septiembre 04, 2019

Cómo ayudar a una persona triste

Cuando alguien cercano a nosotros se siente mal, nos pueden surgir dudas a la hora de proporcionarle apoyo. Ayudar a una persona triste no es tarea fácil y, en ocasiones, es necesaria la ayuda de un profesional cualificado. Por otro lado, nos preguntamos, ¿por qué en muchas ocasiones nos empeñamos en intentar espantar a la tristeza cuando en ese momento está cumpliendo su función?

 
 
La tristeza es una de las seis emociones básicas (no natales) del ser humano según Paul Ekman, junto con el miedo, la ira, el asco, la felicidad y la sorpresa. Estas emociones básicas son necesarias, ya que cada una de las emociones cumple una función.

La solución a la hora de ayudar a una persona triste pasa por dar el apoyo emocional adecuado, que no pasa necesariamente por sacarla inmediatamente del estado de ánimo en el que se encuentra.

«Las emociones son como caballos salvajes. No son explicaciones que nos ayudan a seguir adelante sino nuestra voluntad de seguir adelante».
-Paulo Coelho-

El rechazo a experimentar emociones «negativas»

Socialmente, la tristeza tiene una connotación negativa. Los mandatos sociales respecto a la tristeza son del estilo: «los hombres no lloran», «si estás triste eres débil», «tienes que ser fuerte», «si alguien te ve triste, probablemente te diga: no estés triste». Hablamos de una emoción que no nos gusta. De hecho, tener al lado alguien que permanentemente está abrazado a una emoción negativa siempre termina produciendo un desgaste.

Todo esto muestra que el significado de tristeza, a nivel social, es negativo. Pero… ¿qué pasa si vamos un poco más allá? Expresar que nos sentimos tristes nos permite recibir ayuda, pero también adquirir recursos y habilidades para superar el proceso. Además favorece la reflexión y el autoconocimiento.

«Una emoción no causa dolor. La resistencia o supresión de una emoción causa dolor».
-Frederick Dodson-
 
Lo que deberíamos saber antes de ayudar a una persona triste

La tristeza cumple con varias funciones: señalarnos que ha ocurrido una pérdida, motivarnos para reclamar ayuda a los demás, aumentar el nivel de introspección para realizar un mejor análisis de la situación, etc. La tristeza afecta a la energía y del entusiasmo por las actividades vitales, haciendo que tanto la tasa como el nivel de reforzadores disminuya.

Este encierro introspectivo nos brinda así la oportunidad de llorar una pérdida o una esperanza frustrada, sopesar sus consecuencias y planificar un nuevo comienzo. Quizás esta disminución de la energía tuvo que haber mantenido tristes y apesadumbrados a los primitivos seres humanos en las proximidades de su hábitat, donde más seguros se encontraban.

«Dime amigo: ¿la vida es triste o soy triste yo?».
-Amado Nervo-
 
El significado de la expresión de tristeza

Las personas medicadas pueden ver modificado el síntoma. Como hemos señalado, latristeza y la agonía en el rostro y en las expresiones vocales, evolutivamente hablando, sirven para llamar y pedir ayuda a los demás.

Hay momentos en los que el apoyo social, el cuidado de amigos y familiares son curativos. Una persona que está medicada para no mostrar la tristeza podría recibir menos atención por parte de los demás. Con esto, no estamos diciendo que la tristeza deba expresarse deliberadamente para pedir ayuda.

Estas expresiones de tristeza son involuntarias, no intencionales, pero una de sus funciones evolutivas es hacer que otras personas vean las expresiones, sienta preocupación y ofrezcan ayuda.

¿Y si no quiero tu ayuda?

Vale la pena señalar que no todo el mundo quiere ser ayudado cuando está triste o angustiado. Algunas personas desean retirarse, estar solas, para no ser vistos en ese estado. Puede que estén avergonzadas por sentirse débiles o indefensas, avergonzadas por haber sido tan dependientes de otra persona.

Hasta puede que se enorgullezcan de no mostrar nunca una emoción desagradable y en lugar de eso mostrar una «buena cara». Pero el hecho de que alguien sea muy contenido en la expresión de sus sentimientos no hace que estos sean menos intensos e incapacitantes a veces. Y es que como ya mencionamos, existen al respecto, muchos prejuicios sociales, como que «los hombres no lloran».

Marián Carrero Puerto

martes, septiembre 03, 2019

Proyectar seguridad: una habilidad para la interacción

Día a día nos relacionamos, bien sea estando en contacto con otros de forma física, virtual e incluso con nosotros. Por ello, es importante desarrollar habilidades que potencien la interacción asertiva. Así, sumamos peldaños para nuestro bienestar. Proyectar seguridad, es una forma de hacerlo.

 
 
Te invitamos a que explores esta habilidad junto a nosotros en La Mente es Maravillosa. Te contaremos en qué consiste, cómo hacerlo paso a paso y cuáles son los beneficios. De este modo, podrás identificar diferentes elementos que te están facilitando o no esta facultad. Además, a partir de este análisis podrás trazar un plan para mejorarlos.

«La mejor seguridad se encuentra en el miedo»
-William Shakespeare-

¿Qué significa «proyectar seguridad»?

Ver de qué trata cada una de las palabras nos ayudará a comprender el significado de esta habilidad. Proyectar según la Real Academia de la Lengua Española significa ‘lanzar, dirigir hacia adelante o a distancia’. Y, seguridad ‘sensación de total confianza que se tiene en algo o en alguien’. Entonces, proyectar seguridad vendría siendo orientarnos hacia la confianza.

Proyectar seguridad implica transmitir esa confianza. Por ello, a la hora de proyectar seguridad los demás también cuentan. Además, esta habilidad va de la mano de otras como: la empatía, la motivación, la autoestima, etc.

Hablamos de una habilidad que no se forja de un día para otro, aunque con una intervención inteligente podamos conseguir buenos resultados en poco tiempo. En la mayoría de las ocasiones conocemos personas que proyectan seguridad y creemos que nacieron con un don maravilloso. Pero no se trata simplemente de un don, es una habilidad que se va forjando, aunque sea de manera inconsciente.
 
¿Cómo proyectar seguridad?

Te mostramos paso a paso cómo hacerlo. ¡Acompáñanos!
 
1. Autoconocernos

Es el primer paso: si no sabemos quiénes somos, qué queremos y hacia dónde queremos dirigirnos, difícilmente seremos asertivos a la hora de proyectar seguridad. Entonces, hace falta que hagamos un viaje hacia lo más profundo de nuestro ser y conozcamos cada parte.

Por ello, debemos estar abiertos a encontrarnos tanto con nuestras luces como con nuestras sombras. Cada aspecto es imprescindible porque hace parte de nosotros: sabiendo cómo somos será más fácil diseñar estrategias para orientarnos hacia la confianza y transmitírsela a los demás. De esta manera, hablamos de un elemento facilitador.

Ahora bien, no creas que con un viaje bastará. Nuestro mundo interior, al igual que el exterior, también cambia. Somos dinámicos y abiertos a la trasformación a través de diferentes tipos de experiencias.
 
2. ¿Cuál es nuestra motivación?

Una vez que nos conozcamos, podremos hacernos la pregunta: ¿qué me motiva? Es una cuestión importante, ya que nos ayudará a encontrar una dirección. Así, obtendremos pistas sobre qué es lo que debemos hacer para alcanzar nuestro objetivo.

Además, la motivación está muy relacionada con nuestro estado de ánimo. Es sensible a la alegría y a la tristeza, al enfado o a la sorpresa. Darle espacio a cada emoción facilitará que encontremos aquella motivación que va a ser nuestro motor para conseguir proyectar seguridad.
 
3. ¿A quién nos dirigimos?

Debemos tener en cuenta a quién nos dirigimos. ¿Es una persona?; ¿Son muchas?, ¿Es cercana?, ¿Es un extraño? ¿soy yo? Contestar estás preguntas te facilitará saber de quién se trata y una vez lo sepas puedes comenzar a pensar cuál es la forma más asertiva de dirigirte.

Cuando hablamos de asertividad hacemos referencia a un estilo de comunicación que nos facilita conocer nuestros propios derechos y respetar los de los demás transmitiendo el mensaje de la mejor forma posible. Entonces, para proyectar seguridad hace falta ser asertivos, y para ello debemos comprender bien a quién nos dirigimos.

Por ejemplo, no nos dirigimos de la misma forma a un niño de 5 años que a un adolescente de 17 o a un adulto de 40. Incluso, aunque todas las personas tuvieran la misma edad, cada se diferenciará en otras variables: las características que dan forma al perfil de cada uno cobran mucho valor.
 
4. Potenciando la empatía

En el primer apartado mencionamos que podemos proyectar seguridad interviniendo sobre diferentes variables. Una de ellas es la empatía. Entender, tanto de manera emocional como de manera cognitiva, el estado mental del otro en sus circunstancias, acertar en esta especie de diagnóstico, hará que proyectemos una mayor seguridad en nuestras reacciones.
 
5. Escuchar

Parece sencillo, pero no lo es. Se trata de algo diferente a oír, que no implica necesariamente una acción voluntaria. En cambio para escuchar es necesaria la voluntad de prestar atención a lo que el otro nos dice, o lo que nosotros nos decimos.

Es un paso hacia la proyección de seguridad, porque al atender al otro conectamos con mayor facilidad. Y, al otro sentirse escuchado podrá ver en nosotros una persona segura. Además, al hacerlo con nosotros mismos, propiciamos la reflexión y facilitamos la capacidad de ser auténticos.
 
6. Resiliencia

Todos llegamos a tener fuertes dificultades, en las que nos sentimos agobiados y no sabemos qué hacer. Es importante que aceptemos que las cosas pueden salir mal, y que dejemos fluir las emociones que lleguen. Pero también es imprescindible levantarnos tras las caídas.

La resiliencia es esa capacidad de sobreponernos a los problemas. Es importante para proyectar seguridad, porque cuando caemos muchas veces dejamos de creer en nosotros y al hacerlo comenzamos a proyectar esa falta de confianza. Por ello, lo que transmitimos en esas ocasiones es falta de seguridad.

7. Aceptemos que no todo está bajo control

En algunos momentos las cosas se escapan de nuestras manos, es mejor aceptarlo; nadando contracorriente, vamos a conseguir mayor frustración. En cambio, si lo aceptamos, estaremos en posición de movernos mejor en nuestro medio.
 
8. Confiar en nosotros

La autoconfianza es un gran paso para llegar a proyectar seguridad y a cimentar nuestra autoestima. Así nos lo enseñan Isabel M. Hauessler y Neva Milicic en su libro «Confiar en uno mismo. Programa de desarrollo de la autoestima» , en el que hacen hincapié en la formación de la autoestima y el autoconcepto y muestran una serie de estrategias educativas.
 
Beneficios de proyectar seguridad

Cuando proyectamos seguridad contamos con grandes ventajas. Te mostramos algunas:
  • Se incrementa la autoestima.
  • Reconocemos nuestros errores.
  • Mejora nuestra capacidad de resiliencia.
  • Hay mayor autoconfianza.
  • Mejoran las relaciones con nosotros, con los demás y con la naturaleza.
  • Somos más creativos.
  • Incrementa el autoconocimiento.
  • Somos más asertivos en nuestras relaciones.
  • Se facilita la autenticidad.
  • Se potencia la espontaneidad.
  • Nos liberamos de tensiones.

Proyectar seguridad implica hacer un viaje a nuestro interior, además de una apertura al cambio. La seguridad nos hará ganar en espontaneidad, haciendo más frecuentes los momentos de complicidad

María Alejandra Castro Arbeláez

lunes, septiembre 02, 2019

Las 7 enseñanzas que deja una ruptura amorosa

El fin de una relación no tiene que significar algo negativo, en muchos casos, simboliza un nuevo comienzo, una puerta que se abre a otras oportunidades y lo más importante, la única garantía de que estamos un paso más cerca de encontrar a la persona correcta para nuestras vidas. Debemos recordar que el fracaso y la ruptura amorosa siempre darán paso a una nueva oportunidad de ser felices, siendo esto algo positivo en lo que debemos pensar en esos momentos en los que nuestro corazón se ha hecho añicos.

 
 
El fin de una relación termina siendo una enseñanza de la que podemos aprender mucho, sobre todo para no cometer los mismos errores, además de crecer y madurar como personas. A continuación, te presentamos 7 valiosas enseñanzas y aprendizajes que puede dejarnos el fin de una relación. Toma nota y comienza a prepararte para el nuevo amor que está por llegar.
 
Enseñanza 1: Todos necesitamos aprender a estar solos

La soledad no es algo negativo para nuestras vidas, de hecho, es la oportunidad perfecta para estar con nosotros mismos y prestar atención a las necesidades que tenemos y que pasamos por alto en el afán de complacer a los demás. Recuerda que, el verdadero amor no tiene absolutamente nada que ver con estar juntos las 24 horas del día, cada uno necesita tener su propio espacio y debe respetarse eso.

Por esto, cuando una relación se termina no debemos sentirnos solos, la verdad es que somos nosotros mismos nuestra mejor compañía. Una relación que resulta demasiado absorbente puede terminar por diluir la personalidad de cada miembro de la pareja y esto tarde o temprano conllevara a una ruptura amorosa; es mejor buscar espacios independientes y en donde podamos expandirnos a nuestro antojo para que así nuestra relación no fomente la codependencia y a la hora de terminar podamos sentirnos bien en ausencia del otro.
 
Enseñanza 2: El enamoramiento es un estado temporal, el verdadero amor prevalece

Todas las relaciones tienen sus fases y la más bonita es cuando nos sentimos enamorados, ese momento en el que tenemos una sensación de mariposas en el estómago y de emoción constante. Este estado de enamoramiento puede durar entre seis meses a dos años, pero pasado ese tiempo, se inicia un periodo en que todo se estabiliza y vuelve a la calma. El enamoramiento es un estado temporal que se produce en la primera fase de una relación y que tiende a acabarse, dando paso al verdadero amor que es un sentimiento que se proyecta en el tiempo y que al ser verdadero no cambia ni termina.

De no ser así y mantenernos en un estado de enamoramiento latente, nuestro cerebro explotaría. Por decirlo de algún modo, estaríamos expuestos a un baile hormonal descabellado que repercute directamente en la concentración, excitación, ansiedad e incluso puede llegar a provocar taquicardias. Las rupturas amorosas pueden ser la consecuencia de no controlar el enamoramiento y ser víctima de las pasiones.

Enseñanza 3: Nadie pertenece a nadie

El estar dentro de una relación no nos da un título de propiedad sobre la otra persona. Debemos recordar que el amor se trata de un acompañamiento que se basa en la libertad, es el libre albedrío lo que nos hace querer estar con esa persona en particular y no con otra. Es una realidad demostrada que el ser posesivo puede provocar una ruptura amorosa.

Tu pareja no es un objeto y mucho menos de tu posesión. En la vida, las relaciones tienden a fallar demostrándonos que todo cambia y que nadie pertenece a nadie; querer tener el control sobre tu pareja es un grave error que más temprano que tarde terminará en una ruptura amorosa. Recordemos que el respeto y la libertad pueden llegar a ser las más grandes enseñanzas que nos dejan el fin de una relación, son conceptos a aplicar en el futuro para no pasar por la misma experiencia negativa.
 
Enseñanza 4: Debemos realizarnos individualmente

Si no quieres pasar por una ruptura amorosa, nunca pienses que la otra persona es tu media naranja, pues el solo hecho de pensar que necesitas de otro para sentirte completo, demuestra falta de autoestima e inseguridad. Esto, es un hecho que está muy lejos de la realidad y que, además, te inhibe por completo ante cualquier oportunidad de autorrealización. Tú eres la persona más importante de todas y nadie debe estar antes que tú, esta premisa es una pieza esencial para el desarrollo personal. El mejor modo de tener éxito en una relación y evitar una ruptura amorosa es tratar de ser una persona independiente, realizada y autosuficiente antes de compartir la vida con otro ser.

La horrible sensación de no sentirse deseado. La historia de una mujer que su gran amor no la desea ni la ve con lujuria. Quizá conozcas esta historia.
 
Enseñanza 5: Es un error querer cambiar al otro

Algo que ocasionará una ruptura amorosa segura es cuando forzamos un cambio determinado en algún aspecto de nuestra pareja. Una persona cambia porque experimenta una transformación en su estado de consciencia, lo cual hace que recapacite sobre actitudes erróneas y las transforme. El cambio viene de adentro y solo puede lograrse porque la persona así lo quiera; intentar cambiar a alguien es un trabajo perdido que ocasiona disgustos, roces, malos entendidos y la muy temida ruptura amorosa. Valdría la pena preguntarse cuándo debemos hacerle caso a la voz de la conciencia y fomentar el cambio que necesitamos en nuestras vidas como proceso personal y subjetivo.

Si se quiere el bienestar de la pareja el cambio debe venir desde adentro y debe ser de manera progresiva con una fluidez natural y espontánea. La modificación de comportamientos o hábitos nocivos es un proceso individual causado por una profunda reflexión interior en donde no hay cabida para terceros. Como pareja lo ideal es que acompañemos al otro en este proceso sin forzarlo, solamente dando apoyo incondicional y fomentando el cambio de consciencia a través del propio. Por lo tanto, aceptar a nuestra pareja tal cual es y amarla sin condiciones es la única forma de evitar que se dé una ruptura amorosa que termine con la relación.
 
Enseñanza 6: Debemos olvidarnos de los miedos

Muchas rupturas amorosas son ocasionadas porque uno de los integrantes de la pareja es víctima del miedo. Son muchos los miedos que como personas podemos sentir, desde el miedo al rechazo, pasando por el miedo al fracaso, hasta llegar a sentir miedo al abandono. El no poder controlar estos miedos trae como consecuencia que tengamos actitudes que demuestran inseguridad, baja autoestima y falta de amor propio. Esto termina proyectándose hacia afuera, causando conflicto con el otro. Para poder disfrutar de una relación sana, se debe iniciar un proceso de curación y sanación interior; resulta la única forma de poder aplacar y combatir cualquier clase de demonio interior, mejorando la autoestima y compartiendo el amor de forma sana y libre.
 
Enseñanza 7: Si se da una ruptura amorosa debemos dejarlo ir

Después de una ruptura amorosa no es saludable empeñarse en buscar y acosar a esa persona, tratar de reintegrarla de nuevo en la relación o reconquistarla no siempre es lo mejor. Hay que plantearse lo que verdaderamente queremos para nuestras vidas de manera objetiva, determinar si el empeño en esa relación se trata de enamoramiento, obsesión o verdadero amor. Saber discernir sobre lo que realmente sentimos garantizará el éxito de una relación, lo más importante es preguntarnos con una firme convicción si la persona con la que estamos es aquella que realmente queremos tener a nuestro lado o se trata solo de una cortina de humo por temor a la soledad.

Finalmente, tras un periodo de reflexión, se debe decidir si estamos dispuestos a continuar o lo mejor es dejar ir a la pareja después de la ruptura amorosa. Recordemos que, el fin de algo puede ser un nuevo comienzo y todo dependerá de la actitud que tomes frente a la situación, buscar otra pareja con la cual puedas cultivar un amor más largo y duradero siempre será una buena opción. No hay que desalentarse porque una relación tormentosa es motivo del fin de una etapa, pues te pone en el camino de búsqueda hacia otra más feliz.

Phrònesis

domingo, septiembre 01, 2019

¿Por qué nos cuesta tanto perdonar?

A todos nos han herido o causado dolor en algún momento de la vida, ya sea por un acto desleal, palabras ofensivas o incluso por ignorar nuestros sentimientos y necesidades.

 
 
Las emociones negativas son estímulos netamente humanos que forman parte de la vida cotidiana, y pueden dejar una huella irreparable a no ser que tomemos la decisión de perdonar.

La palabra ‘perdón’ puede verse tergiversada a menudo. Algunos creen que perdonar es darle la razón al otro, justificar el daño ocasionado u olvidar lo ocurrido, lo cual se interpreta como “restar importancia al hecho y exponerse a la humillación”. Desde luego, esta es una manera errónea de pensar, pues perdonar obsequia un beneficio directo a quien concede el perdón y no solo a quien lo recibe.

Perdonar significa aceptar lo que sucedió, extraer el aprendizaje y seguir adelante. Para hacerlo, primero es necesario liberarnos de la necesidad de esperar que la otra persona reconozca su error o pida excusas por lo sucedido.

Aceptar nuestros errores es un acto de madurez que puede tomarnos toda la vida dominar, de modo que no pongas en pausa tu mundo a la espera de que alguien más tome las riendas por ti. Elige perdonar como un acto de amor propio.
 
¿Por qué nuestro cerebro se resiste al perdón?

Una de las razones por las que se nos hace sumamente difícil perdonar es el erróneo concepto que se tiene del perdón. Además, rehusarnos a perdonar nos facilita refugiarnos tras la figura de víctima, atribuimos a nuestro agresor toda la responsabilidad de cómo nos sentimos y resulta más fácil, en consecuencia, lidiar con los problemas o evitar hacernos cargo de nuestras decisiones.

A veces, aceptar el hecho de que nos lastimaron puede ser la parte más difícil. Algunas personas sienten que la vulnerabilidad característica del ser humano es un obstáculo para la fuerza y la valía, esto significa que aceptar el hecho de que hemos sido heridos puede decepcionarnos profundamente y arruinar la imagen que tenemos de nosotros mismos.
 
Anatomía del perdón

La oscuridad no puede expulsar la oscuridad; solo la luz puede hacer eso. El odio no puede expulsar el odio; solo el amor puede hacer eso – Martin Luther King, Jr.

Por lo general, cuando sentimos que hemos sido lastimados por alguien buscamos la manera de vengarnos para “retribuir el sufrimiento”, un acto desesperado por deshacernos de él. Aunque es una respuesta psicológica natural, debemos ser conscientes de que aferrarse a ella nos hace más daño, ya que nos ata indefinidamente a nuestro “victimario”.

Perdonar quizás no sea la única opción, pero sí la más sana, liberadora y autocompasiva. Perdonar implica no desear el mal a nadie, inclusive teniendo la oportunidad de hacer daño y tomar venganza. Decidir no ser igual a la persona que nos hirió y elegir únicamente buenos pensamientos como brújula de nuestro destino es una de las mejores partes de haber perdonado; a ello, se le suma la capacidad para reconocer si tuvimos parte de responsabilidad en lo sucedido, y perdonarnos a nosotros mismos de ser necesario.

Por último, perdonar implica dejar a un lado el rencor. Si miras atrás y ya no sientes dolor, no experimentas pensamientos negativos y sientes que has logrado aprender algo sobre lo que ocurrió, entonces has llegado al final del proceso: entender que el dolor es parte de la vida y que nos enriquece como individuos; es lo mejor de haber perdonado.

Si bien el perdón no tiene que ocurrir de la noche a la mañana, tampoco ayuda alimentar el resentimiento constantemente con ideas de enfado o tristeza. Esto genera un desgaste físico y mental con el que nadie merece tener que lidiar. Seguir buscando explicaciones o tratar de entender por qué las cosas sucedieron así solo te perjudica y mantiene distraído en el pasado.

Cuando el rumbo de la historia no puede cambiarse, solo queda mirar hacia el futuro. Perdonar te hace más flexible y te ayuda a dejar ir los problemas.

Phrònesis