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viernes, junio 07, 2019

Oportunidades cotidianas para aprender a aceptar emociones

Hay emociones que no son fáciles de gestionar, pero también hay otras muchas que no son fáciles de aceptar (el amor por alguien que nos ha hecho daño, el rencor hacia quien nos cuida, un cierto regusto de tristeza que nos puede quedar después de alcanzar una meta). De hecho, aprender a aceptar emociones es uno de los objetivos que se persiguen en muchas terapias.

 
 
Puede ser una tarea tan difícil que, en un estudio de las universidades de Virginia y Harvard se vio que entre un tercio y la mitad de los participantes, a los que se les había solicitado quedarse veinte minutos a solas con sus propios pensamientos, habían hecho trampas cogiendo el móvil o escuchando música.

Desde la psicología, en marcos como la terapia de aceptación y compromiso de Hayes, la aceptación de las emociones cobra mayor importancia. La evitación experiencial, como se ha venido a llamar desde esta perspectiva, supone la negativa total a experimentar sentimientos, pensamientos o emociones que son desagradables.

En este sentido, intentamos por todos los medios evitar o huir de la experiencia emocional aversiva y por lo tanto, la acrecentamos. Cada vez que uno niega o se resiste a algo, ejerce mayor presión al asunto y por lo tanto, termina cronificando su propio malestar.

Si pensamos en nuestro día a día, quizás reparemos en que dedicamos una buena cantidad de recursos a la evitación de lo molesto, lo aburrido o lo irritante. Antiguamente, por ejemplo, si hacíamos una fotografía, teníamos que esperar días para revelarla y poder verla. Teníamos que gestionar la incertidumbre de si habíamos sido retratados más o menos guapos o si la foto había salido nítida. Esto era así y ni siquiera nos planteábamos otra cosa.

Hoy día, hacemos la foto y tenemos la posibilidad de verla y analizarla al segundo. Sin esperas, sin incertidumbres: ahora. Si no nos gusta, la borramos y hacemos otra. Todo en función de nuestro bienestar. Y este, evidentemente, es solo un ejemplo de los muchos que podríamos encontrar en nuestra vida basada en la inmediatez y el no conformismo.

Quizás pienses que el ejemplo está sobredimensionado, que la vida nos pone de cara frente a asuntos más desgarradores. Desde luego, no te falta razón. Pero quizás, antes de pasar por estos últimos, sería conveniente ir practicando la flexibilidad y la tolerancia en situaciones cotidianas que van a surgir como oportunidades de aprendizaje. Te contamos algunas de ellas.
 
Un día entero sin teléfono móvil

¿Aceptarías el reto? ¿Te ves capaz de superarlo? Si tu respuesta es no, es probable que exista ya en ti cierto grado de dependencia al móvil. Los seres humanos valoramos tanto la comodidad y tenemos tan baja tolerancia al aburrimiento que necesitamos estimulación constante para no caer en esas redes.

Para empezar a entrenarnos este sentido, una buena oportunidad para aprender a aceptar emociones podría ser apagar el móvil durante todo un día y dedicar esos tiempos de espera a otros menesteres. Quizás te sorprendas y desaparezca esa sensación de perder el tiempo que puedes tener a veces.
 
No cruces el semáforo en rojo

Es otra de las oportunidades cotidianas para aprender a aceptar emociones. Uno se aburre tanto en la acera esperando a que el semáforo se ponga en verde, que gira su cabeza para ver si no viene ningún coche y así pasar rápidamente.

Si se da el caso de que no podemos cruzar, empezamos a decirnos: ¡Qué semáforo tan largo!, ¡Siempre me tocan todos los semáforos en rojo! ¡Pues mientras espero, sacaré el móvil! Plantéate esperar hasta el final, cruzar tranquilo, despacio y sentirte a ti mismo ahí, de pie, vivo, contemplando la ciudad.
 
Ponte en la cola más larga

Otro ejemplo que puede ayudarte es obligarte a optar por la cola más larga de la caja del super o del banco. Es una buena forma de aceptar el aburrimiento o la incomodidad.

Puedes observar tu diálogo interno: ¡cuánto tarda la cajera!, ¡Siempre que me pongo en una cola, hay un problema!.. Cuando lo observes intenta modificarlo por: Estoy bien aquí, puedo aprovechar para mirar a mi alrededor o conectar conmigo mismo.
 
Desayuna mientras desayunas

Aplicable también a ducharte mientras te duchas o a conversar mientras conversas. Lo que quiero decir es que, cuando hagas algo, intenta hacer solo ese algo.

No es saludable a nivel emocional -tampoco a nivel intelectual o de productividad- estar realizando varias actividades al mismo tiempo. En cambio, actuar en modo multitarea sí que es una práctica estupenda para aumentar el estrés.
 
Demora un poco tus respuestas

Por ejemplo, intenta no contestar de inmediato a Whatsapp, demora un poco y aguanta el impulso. Es una buena forma de entrenarte para cuando tengas que gestionar impulsos más intensos.

Puedes contar 15 o 20 minutos y después contestar, sentir la incomodidad de no ser inmediato y aceptarla.

Un día sin televisión

Al igual que el móvil, la televisión también es un velo tupido para nuestras emociones. Otra propuesta es no llenar los momentos de vacío encendiendo el televisor.
 
Demora un poco la siguiente copa

El alcohol es en muchos casos un recurso que a corto plazo alivia el estrés cotidiano, amaina el aburrimiento y contribuye a permanecer en un contexto de bienestar. Pero tenemos que saber que es algo momentáneo, una trampa.

El alcohol puede ir ganándonos terreno y convertirse en nuestro peor enemigo. Por lo tanto, ¡ojo con él! No estaría mal empezar a demorar la siguiente copa, aguantando el impulso de beber, sintiendo las ganas como una emoción más. Esto es aplicable a otras drogas, como el tabaco, los ansiolíticos, etc.
 
Disfruta del atasco de tráfico

Si te ves en un atasco, ¡disfruta de él! En lugar de maldecir a diestro y siniestro, ¿por qué no aprovechas el momento para escuchar música, ver el cielo u observar a los conductores de tu alrededor?

Como vemos, aprender a aceptar emociones supone no vivir anclados a la cultura de la inmediatez. Los progresos tecnológicos desde luego, tienen mucho que decir en todo esto, como ya hemos visto con la fotografía o las redes sociales.

Hoy por hoy lo queremos todo en cuestión de segundos o minutos y creemos que no podemos soportar otra cosa. Pero es solo una creencia. El ser humano es capaz de ser mucho más flexible y tolerante si se lo propone, porque ya lo fue en épocas pasadas.

Recuerda esas mujeres que no tenían lavadora y tenían que lavar la ropa a mano. En lugar de quejarse de que aquello no era rápido y eficaz, intentaban disfrutar del proceso: quedaban con amigas o vecinas, lavaban la ropa juntas, conversaban y tenían un espacio en común para regocijarse.

Como este, podríamos citar multitud de ejemplos. Pero la cultura del ahora-ya en muchos casos solo entrena nuestra intolerancia. Estaría bien plantearnos si queremos formar parte de ello y qué podríamos empezar a hacer para remediarlo. En este artículo he dado algunos ejemplos, pero existen muchos más para aprender a aceptar emociones. Encuentra el tuyo, trázalo como reto y comienza a ser más flexible.

Alicia Escaño Hidalgo

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