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miércoles, junio 26, 2019

La diferencia entre tener coherencia y predicar con el ejemplo

La coherencia puede ser concebida como un rasgo de la personalidad, una posición hacia una cuestión en particular o una propiedad del razonamiento. Además, se ha comprobado que alinear nuestros pensamientos y experiencias vitales es una reserva positiva en nuestra salud psicológica.

 
 
 
En la actualidad y de forma frecuente, escuchamos las declaraciones de personajes públicos en cuanto a predicar con el ejemplo y su consiguiente felicitación. Las redes sociales han fomentado de una manera vertiginosa la materialización o externalización de valores, que son por esencia, invisibles.

Sin embargo, la materialización de una conducta moralmente premiada puede camuflarse bajo un repertorio de valores u otras conductas que pueden ser poco éticos. Por ejemplo, la donación de dinero a las clases que más lo necesiten puede ser una acción. Sin embargo, esta donación puede ser cuestionada por algunos si el dinero se ha producido de manera poco ética (Ej: tráfico de drogas).

La importancia de contextualizar

Llegados a este punto, habría que reformular: ¿qué es el ejemplo? ¿Es algo que depende de una materialización concreta, una evaluación exterior o una acción preestablecida? Al disponer más recursos para predicar con el ejemplo, ¿es más ejemplar quien predica con él? La respuesta es no. Predicar con el ejemplo tendría que ver más bien con el significado primogénito de coherencia.

Según recoge el Diccionario panhispánico de refranes, de Delfín Carbonell Basset, predicar con el ejemplo indica que ‘uno debe hacer lo que quiere que hagan los demás’, mientras que la expresión practicar con el ejemplo, originada probablemente por la similitud entre los verbos predicar y practicar, no aparece recogida en los corpus de nuestra lengua.

Por su parte, la palabra coherencia, tiene su origen etimológico en el latín, coaherentia, que significa conexión interior y designa la cualidad de lo que presenta una conexión o relación interna y global de sus distintas partes entre sí. Esta definición, resalta el matiz interno como indispensable en su conceptualización. Sin embargo, «predicar con el ejemplo» parece dar mayor relevancia al componente exterior, que es la conducta, como si fuese una condición necesaria o suficiente.

Así, una conducta o un repertorio de conductas «ejemplares» no determina la coherencia, ya que el componente cognitivo –como el referente a una asunción de valores éticos- resulta una condición imprescindible. La coherencia se puede valorar a través de la relación que mantienen nuestras experiencias propias o historia con nuestros pensamientos y decisiones. Por su carácter entero o global, se relaciona con la frase de Aristóteles, recogida posteriormente por la psicología de la Gestalt, El todo es más que la suma de las partes.
 
La verdad como coherencia

Esta diferencia de matices en el concepto de coherencia se suele olvidar en lenguaje cotidiano, empleándose ambas acepciones indistintamente. Esto también ha ocurrido en los estudios de filosofía de La teoría de la coherencia. Según Rescher, esta teoría no ha sido históricamente una doctrina monolítica, sino que ha tenido formas significativamente diferentes.

La teoría de la verdad como coherencia ha sido estudiada en el célebre Círculo de Viena, resultando ser un enfoque convencionalista. Esta teoría recibió críticas por su pensamiento circular, poniendo en cuestión que significa realmente ser coherente.

Las críticas a esta teoría fueron alumbradas por el filósofo alemán Schlick, cuando Otto Neurath y Carnap se adueñaban de una teoría neopositivista de la verdad, advirtiendo de que se tratase de un planteamiento circular y por insistir en la presencia de la ética en la verdad.
 
La coherencia desde la psicología del pensamiento

Desde la psicología del pensamiento, se estudian las formas válidas de razonamiento así como las falacias del pensamiento más frecuentes. Una que realizamos al pensar de forma inductiva es creer que la verdad de las premisas garantiza la verdad de la conclusión. Al contrario, también se produce una falacia cuando deducimos una conclusión, sin conocer las premisas o incluso, conociéndolas.

Estos sesgos en el pensamiento se pueden observar en fenómenos sociales recientes como la posverdad o el populismo, entre otros. Este último puede ser un ejemplo de razonamiento silogístico categórico, en el que la conclusión se extrae a partir de una inadecuación de la premisa mayor con la menor, dando lugar a un pensamiento falaz.

La posverdad puede ser contemplada, como un tipo de falacia formal e incondicional, denominada afirmación del consecuente. Esta falacia se produce porque se afirma un segundo elemento y se infiere erróneamente, que su antecedente, es verdadero.

A la hora de realizar cualquier juicio, valoración o medida , conviene recordar la aportación de Einstein en su campo, cuando refirió la existencia de variables ocultas. Para él, en la realidad, los resultados de las medidas deberían ser predecibles, y si no podemos hacerlo es porque hay información que desconocemos. A esta información, la llamó «variables ocultas» de la realidad.

La coherencia y la salud

En 1987, Antonovsky propuso el concepto sentido de coherencia ( SOC) como una variable salutogénica, mediadora de la salud en situaciones de estrés. Este constructo se ha estudiado como una medida de la capacidad de resiliente, y está relacionado con la autoestima y una mejor resistencia al estrés.

El valor positivo de la coherencia, ha sido estudiado en un tipo constructivista de terapia, que lleva por nombre terapia de la coherencia. Esta terapia integra de una forma interesante lo que ha sido efectivo en la practica clínica de psicología, confirmado por la neurociencia.

La terapia de la coherencia obtiene resultados eficaces, consiguiendo intervenir en la experiencia emocional bloqueada e integrarla en la memoria para hacer consciente un significado. En otras palabras, trata de devolver al individuo o reinstaurar su coherencia personal y global.

Este carácter entero o global, que conforma la verdad de la experiencia del individuo, es característica principal de la coherencia. La verdad sirve como guía o luz para movernos en un camino; a veces oscuro, otras claro. Cada persona ha vivido experiencias distintas y aún así, conocemos la realidad en cierta medida, por lo que, más que pretender seguir un ejemplo en particular, es necesario conocer nuestra piedra angular, que es la coherencia.

El valor de la coherencia, por ser un valor invisible, parece que ha pasado más desapercibido en los últimos tiempos o es menos valorado que una conducta o comportamiento ejemplar, que hace más ruido. Y sin embargo, y en silencio, puede que estés siendo más coherente, que quien predica o pregona con el ejemplo. Saber que hay más realidades que las que podemos deducir por medio de una simple conexión exterior nos permite aproximarnos a la verdad, desarrollar una mayor apertura mental y entender el sentido ético de la coherencia.

Cristina Barreiro

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