Hay personas que no disfrutan de lo que hacen, pero tampoco logran identificar qué les gusta. No saben cuál es su verdadera vocación, pero tampoco tienen la menor idea de qué pueden hacer para averiguarlo. Por eso, la desmotivación y el desinterés son las notas predominantes en su trabajo.
Al elegir una profesión u oficio muchas veces influyen factores externos que ejercen una presión indebida sobre nuestras decisiones. A veces, tal presión es tan fuerte que una persona no logra diferenciar entre lo que realmente quiere y aquello que piensa o hace solo para complacer el deseo o el criterio de los demás.
En esas condiciones, la verdadera vocación queda inhibida. Tanto, que no logra identificarse al explorar dentro de uno mismo y tratar de reconocerla. Por eso muchos terminan pensando que en realidad no les gusta nada, que nada les satisface lo suficiente.
Lo malo es que siguen con su vida sin hacer cambios, asumiendo el trabajo como una carga de la que no pueden deshacerse. ¿Qué hacer en esos casos en los que no sabes cuál es tu verdadera vocación?
En esas condiciones, la verdadera vocación queda inhibida. Tanto, que no logra identificarse al explorar dentro de uno mismo y tratar de reconocerla. Por eso muchos terminan pensando que en realidad no les gusta nada, que nada les satisface lo suficiente.
Lo malo es que siguen con su vida sin hacer cambios, asumiendo el trabajo como una carga de la que no pueden deshacerse. ¿Qué hacer en esos casos en los que no sabes cuál es tu verdadera vocación?
¿Qué hacer cuando ningún trabajo te gusta? Estas son algunas pistas para salir de este embrollo.
“Para hacer las cosas, debes amar hacerlo, no las consecuencias secundarias”.
-Ayn Rand-
Pensar en presente y no en futuro
Uno de los factores que más influyen a la hora de elegir un oficio o profesión es la expectativa de futuro. Se supone que hay actividades con futuro y otras que están condenadas al desastre. Sin embargo, ni tú ni nadie sabe siquiera si habrá futuro.
Lo único que tenemos es el presente. Nos equivocamos mucho cuando tomamos decisiones únicamente con base en un futuro que no sabemos si llegará ni tampoco las circunstancias en las que se desarrollará y que no controlamos. Si quieres descubrir tu verdadera vocación piensa en lo que quieres hacer hoy y no en lo que sucederá mañana con eso que te gusta.
“Para hacer las cosas, debes amar hacerlo, no las consecuencias secundarias”.
-Ayn Rand-
Pensar en presente y no en futuro
Uno de los factores que más influyen a la hora de elegir un oficio o profesión es la expectativa de futuro. Se supone que hay actividades con futuro y otras que están condenadas al desastre. Sin embargo, ni tú ni nadie sabe siquiera si habrá futuro.
Lo único que tenemos es el presente. Nos equivocamos mucho cuando tomamos decisiones únicamente con base en un futuro que no sabemos si llegará ni tampoco las circunstancias en las que se desarrollará y que no controlamos. Si quieres descubrir tu verdadera vocación piensa en lo que quieres hacer hoy y no en lo que sucederá mañana con eso que te gusta.
Para encontrar tu verdadera vocación, piensa en ti
Las decisiones trascendentales sobre uno mismo no se toman para complacer a alguien. Esa falta de autonomía, tarde o temprano, genera grandes vacíos. Uno de ellos es precisamente llegar al punto en que nada te gusta y no sabes qué hacer al respecto.
A veces, ni siquiera la presión proviene de una persona en concreto, sino de ciertas ideas que flotan en la cultura. Te dicen, por ejemplo, que solo eres alguien exitoso si obtienes un título universitario o te sitúas en una carrera en la que al final puedas ocupar un cargo de prestigio. O que solo es inteligente el que estudia medicina o ingeniería.
Así, muchos terminan siendo ingenieros mediocres o profesionales poco motivados en lugar de maravillosos cocineros o excelentes artesanos. Es frecuente que en el fondo sí sepamos cuál es nuestra verdadera vocación, pero le quitemos importancia en función de esos mandatos sociales. Así, ¿quién pierde al final?
Las decisiones trascendentales sobre uno mismo no se toman para complacer a alguien. Esa falta de autonomía, tarde o temprano, genera grandes vacíos. Uno de ellos es precisamente llegar al punto en que nada te gusta y no sabes qué hacer al respecto.
A veces, ni siquiera la presión proviene de una persona en concreto, sino de ciertas ideas que flotan en la cultura. Te dicen, por ejemplo, que solo eres alguien exitoso si obtienes un título universitario o te sitúas en una carrera en la que al final puedas ocupar un cargo de prestigio. O que solo es inteligente el que estudia medicina o ingeniería.
Así, muchos terminan siendo ingenieros mediocres o profesionales poco motivados en lugar de maravillosos cocineros o excelentes artesanos. Es frecuente que en el fondo sí sepamos cuál es nuestra verdadera vocación, pero le quitemos importancia en función de esos mandatos sociales. Así, ¿quién pierde al final?
El mito de la vocación única
Otro de los factores que te impide encontrar tu verdadera vocación es la idea de que una vez elijas un oficio tendrás que desarrollarlo para siempre. No es así. Son muy contados los casos en que alguien se apasiona por un oficio desde temprana edad y luego se consagra a él durante toda la vida con total convicción.
Existe lo que se llama “personas multiapasionadas”. Tienen varios intereses a la vez y todos tienen mucho peso. Sin embargo, piensan que, al dedicarse a una profesión automáticamente deben desechar el resto de vocaciones. Sin embargo, en muchos casos existe una manera mucho más enriquecedora de combinar estos intereses sin tener que firmar renuncias absolutas.
De la misma manera, a veces elegimos un oficio a partir de una idea errónea sobre este. Nos damos cuenta de que no nos satisface, pero seguimos ahí porque no queremos parecer inestables. Si hacemos eso, estamos pagando un precio demasiado alto por un error que sí podemos reparar.
La vocación no siempre se encuentra de manera temprana
Generalmente tenemos que decidir oficio o profesión a una edad temprana. Es una edad en la que en realidad solemos conocer poco del mundo profesional seleccionado y las opiniones de los demás ejercen una gran influencia en lo que hacemos. En muchos casos, solo después nos damos cuenta de que esa decisión fue un error.
La sociedad trata de inculcar la idea de que lo “normal” es decantarnos por un oficio determinado de manera temprana, luego dedicarnos a este y después evolucionar en el mismo de menos a más. Sin embargo, esto no tiene por qué ser así. A veces, encontramos nuestra verdadera vocación después de los 40 o de los 60.
Debes saber que, en este sentido, la palabra tarde no tienen sentido. El miedo no es una buena razón para no intentar un cambio que puede hacernos mucho más felices. En realidad, son los mitos culturales los que nos llevan a confundirnos y a no reconocer quiénes somos y qué queremos.
Edith Sánchez
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