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viernes, febrero 09, 2018

Decir “no” de forma positiva

Con las nuevas ideas sobre la educación y la disciplina positiva, el “no” tantas veces usado por nuestros padres y abuelos ha pasado a verse como algo casi demoniaco. A muchos padres esto les hace sentirse a la deriva, faltos de fórmulas para poner normas. Así, buscan una manera de imponer su criterio, pero sin que de la sensación de que son unos padres autoritarios y excesivamente restrictivos. Pues bien, vamos a aprender a decir “no” de forma positiva.

 
 
El “no” que se merecen nuestros hijos, cuando creamos que debemos oponernos a alguno de sus deseos, es mejor que sea un no razonado, basado en razones poderosas. Por otro lado, existen grados intermedios entre el no y el sí. Podemos proponerles, por ejemplo, que hagan eso que quieren hacer más tarde, cuando las circunstancias sean más propicias. También podremos ofrecerles otras alternativas que sí pensemos adecuadas y que a ellos les puedan gustar.

La cuestión de fondo es ayudar a nuestros hijos a que sean ellos los que poco a poco se autorregulen y aprendan a funcionar bajo determinadas normas. Aunque es un proceso largo y constante, no podemos olvidarnos de que son niños y nosotros los responsables de su educación. Paciencia, porque este puede ser un camino tan bonito como largo.
 
“Todo el mundo trata de realizar algo grande, sin darse cuenta de que la vida se compone de cosas pequeñas”.
-Frank A. Clark-

La curiosidad de nuestros hijos nos provoca ansiedad

Los niños son curiosos por naturaleza, lo malo es que parte de esta inquietud parece perderse cuando nos hacemos adultos. Quizás los “noes” frenaron esta curiosidad porque de alguna manera esta molestaba a los adultos, mientras que la forma de enseñar en la escuela, a base de repetición y repetición, tampoco ayudaba.

Por otro lado, es muy difícil encontrar el equilibrio entre dejar que nuestro hijo explore y dé rienda suelta a su curiosidad y mantener al mismo tiempo a raya a nuestro miedo de que le pase algo. Si somos muy nerviosos y nos dejamos dominar por nuestra ansiedad, es probable que decir “no” sea nuestro recurso y que le gritemos “no hagas esto…” “no te subas ahí…”, “no toques eso…”. Así, desde luego, no decimos “no” de forma positiva.

Por otro lado, podemos intentar hacer un esfuerzo, pero en ese esfuerzo también vamos acumulando ansiedad. Una ansiedad de la que muchas veces nos deshacemos también gritando: pegamos este ¡no! que asusta y desorienta a nuestros hijos. Ellos piensan: “¿por qué me gritas si antes te he pedido permiso y me lo has dado?”.

En este sentido, lo mejor es que acompañemos a nuestros hijos en sus “travesuras” y su exploración. Que hagamos un balance realista de qué supone un verdadero peligro: no pasa nada si se cae en la hierba, distinto es si lo hace bajando una escalera. Sigámosles, pero démosles una distancia. Aumentemos poco a poco la libertad que les permitimos y demos pasos adelante en nuestra confianza sobre su criterio a medida que crecen.
 
“Nadie conoce más sobre la forma en que piensas que tú mismo”.
-Seth Godin-
 
Decir “no” menos y explicar por qué no más

En muchísimas ocasiones decir “no” sobra. Si no queremos que toquen algo podemos decir: “Eso corta”, “Está sucio”, “Eso es mío, de tu padre o de tu hermano”. También podemos explicar la función de las cosas: “Las sillas son para sentarse”, o “A las cosas, los animales y las plantas hay que tratarlos con respeto y cuidarlos”, y explicar los motivos de nuestras acciones: “Estoy hablando o haciendo esto, cuando termine te haré caso”. De esta forma nuestros hijos entenderán mejor lo que sucede, al menos mucho mejor que con un “no” tajante y sin explicación.

Las rutinas y las normas también ayudan a decir “no” menos, por ejemplo: “Es hora del baño y después a la cama, porque mañana hay cole”, “Es hora de ir a casa, porque se hace tarde y hay que preparar la cena”, “Después de comer puedes tomar un postre que te guste, porque tu cuerpo agradecerá haberse alimentado antes con alimentos que verdaderamente lo hacen fuerte”.

Y así podríamos poner muchos ejemplos que hacen que los niños vayan adquiriendo un criterio. También funciona explicar las consecuencias de lo que hacen, por ejemplo, “Si pegas a tu hermano o a tus amigos, es probable que después no quieran jugar contigo” o “Estudiar te ayudará a aprobar el examen” o “En una habitación ordenada y recogida será más fácil encontrar aquello que busques”.
 
“Una actitud positiva provoca una reacción en cadena de pensamientos, eventos y resultados. Es un catalizador y desata extraordinarios resultados”.
-Wade Boggs-

Alternativas, una manera de decir “no” de forma positiva

Mientras el “no” es una negación rotunda, las alternativas son opciones que también ayudan a nuestros hijos a que en el futuro puedan tomar su propias decisiones. A veces nos enfrentarán a una especie de lucha y aunque nosotros seamos los adultos y siempre tengamos la última palabra, obligar a nuestros hijos a someterse por sistema, sin dejarles al menos un pequeño espacio para defender sus ideas y hacernos cambiar de opinión es una actitud que no ayudará a su crecimiento. Que en ocasiones será cansado razonar con ellos, que pueden agotar nuestra paciencia con su energía, pues seguro, pero con una actitud distinta, aunque nos cueste más, también les ayudaremos más.

Ayuda dar alternativas como: “El cuchillo es muy afilado, pero puedes ayudarme a aliñar la ensalada” o “Esta lloviendo, hace frío para salir, pero podemos jugar, cocinar algo o hacer un puzzle dentro”, “Puedes jugar 5 minutos más y luego cuando lleguemos a casa te cuento un cuento”. Por ejemplo, ofrecer una opción puede ayudar a que se vayan más fácilmente a la cama: “Es hora de dormir, pero te puedes llevar lo que quieras a la cama, un peluche, muñeco, cuento, etc.”.
 
“Hay que vivir como se piensa, si no se acaba por pensar como se ha vivido”.
-Paul Charles Bourget-
 
Y cuando tengamos que decir “no”

Pongámonos a su altura, hablemos con un tono firme, pero sin gritar, y usemos su nombre para dirigirnos a ellos. No hay razón para que seamos rudos o groseros, insultemos o digamos cosas de las que podemos arrepentirnos. Cambiemos nuestro discurso. Por ejemplo, “Estoy enfadado porque has roto esto o has hecho esto, NO me ha gustado lo que has hecho”.

Hablemos de acciones y no le digamos al niño que lo que ha hecho en un momento dado lo define. Por ejemplo: “Has hecho algo tonto” y no “eres tonto”, o “A veces tardas mucho en hacer las cosas” y no “Eres un vago”. Prediquemos con el ejemplo y seamos consecuentes. Por ejemplo, si hemos prometido algo, como jugar un rato después de lavarnos los dientes: “No te has querido lavar los dientes, por lo tanto no hay cuento” o “No haremos el puzle porque no hemos vuelto del parque a tiempo”. 

“A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería mucho menos si le faltara una gota”.
-Madre Teresa de Calcuta-

Buscar formas alternativas para poner límites a nuestros hijos, sin caer en decir “no” constantemente o sin desterrarlo del todo, nos hace unos educadores inteligentes, porque somos inteligentes cuando decimos “no” de forma positiva. Significa renovar los modelos educativos con criterio, razones y sentido.

Probablemente este nuevo enfoque nos requiera un esfuerzo y al principio pueda ser más cansado, pero cuando hayamos cogido la dinámica el esfuerzo llegará a ser incluso menor porque habremos preparado a nuestros hijos para que entiendan nuestros puntos de vista por ellos mismos y habremos contribuido a que interioricen un criterio adecuado para decidir qué deseos satisfacer y cómo y cuáles no.

Anet Diner Gutverg

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