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miércoles, febrero 28, 2018

La encrucijada de los duelos no autorizados

La muerte de un ser amado es una fuente importante de sufrimiento emocional. Nunca se está del todo preparado para perder a alguien que uno quiere, incluso en los casos en los que la muerte no llega de sorpresa. Sin embargo, hay casos en los que es más difícil tramitar el dolor. Se trata de los duelos no autorizados.

 
 
Por duelos no autorizados entendemos a aquellos que no se puede manifestar abiertamente, ya que están de algún modo prohibidos por el entorno particular o la sociedad en general. En esos casos, las personas deben sufrir a solas y, en muchos casos, hasta esconder sus manifestaciones de dolor.

Esta dificultad para expresar las emociones y legitimar el sufrimiento hace que los duelos no autorizados sean más complicados de sobrellevar y de resolver. La dificultad para recibir apoyo añade una dosis de complejidad a estos procesos. Enseguida hablaremos de los principales casos en los de alguna manera, socialmente, el duelo queda prohibido.
 
“Todo intento de eliminar el duelo solo lo irrita aún más. Debes esperar hasta que es digerido y luego la diversión disipará sus restos”.
-Samuel Johnson-
 
El no reconocimiento de la pérdida

Este es uno de los tipos de duelos no reconocidos que más daño le hace al doliente. Corresponde a los casos en los que no se le otorga valor social a la muerte de una persona. Cuando no resulta moralmente significativa para los demás.

Un ejemplo de ello es cuando quien muere es rechazado socialmente. Es el caso de un criminal peligroso, temido o muy mal connotado. Se supone que es alguien indeseable y que su muerte es benéfica para los demás. Otra cosa pueden pensar sus familiares o amigos, si los tiene. Sin embargo, esto no siempre lo entienden los demás y por eso es frecuente que los dolientes no manifiesten su sufrimiento.

Otro ejemplo de este tipo de duelos no autorizados es el que se da cuando muere una mascota. Para muchos resulta excesivo que alguien sufra profundamente por la muerte de un perro, o un gato, o un caballo. Pese a ello, hay un incontable número de personas que sufren (sufrimos) esa pérdida como la de un familiar cercano.
 
Las relaciones prohibidas y los duelos no autorizados

En este caso, los duelos no autorizados se deben a que este tipo de relaciones se consideran proscritas, inmorales o no tolerables. El ejemplo típico es el duelo por la muerte del amante. Se parte de la idea de que el dolor legítimo es el de la esposa o el esposo, no el de esa tercera persona que estaba entre los dos. Aún así, ese tercero sufre y tiene derecho a su dolor.

Aunque la sociedad tiene una mente más abierta actualmente, todavía se dan los casos de las relaciones homosexuales no reconocidas. Esos casos también originan duelos no autorizados, en tanto el vínculo se mantuvo en secreto. Lo mismo ocurre cuando hay amores imposibles. Cuando alguien ama profundamente a quien muere, pero nunca fue correspondido.
 
Las circunstancias del deceso

Si la muerte sobreviene por suicidio, por ejemplo, el duelo se da en unas condiciones especiales. Lo más probable es que, al menos en primera instancia, los seres queridos tengan dificultades para hablar de su dolor. Es una de esas situaciones en las que flota en el ambiente una búsqueda, la de un “¿Por qué todo terminó así? ¿Por qué no encontró otra salida?” muchas veces sin encontrar respuesta o encontrando alguna que compatibiliza a las personas que se plantean estos interrogantes.

Algo similar ocurre cuando la muerte se da en condiciones violentas, especialmente si involucran a la familia o son consecuencia de algún acto de irresponsabilidad. Si, por ejemplo, muere alguien que iba en un coche a extrema velocidad, muchos pensarán que “se lo merecía”. Por lo tanto, se configuran las condiciones para propiciar duelos no autorizados. Lo mismo aplica para muertes por sobredosis, enfermedades de transmisión sexual, etc.

No se reconoce al doliente

Este tipo de duelos no autorizados corresponde a los casos en los que no se reconoce la capacidad de sentir en el doliente. Ocurre con frecuencia en los niños. Se piensa que ellos no entienden qué es la muerte y, por lo tanto, que se consuelan con un simple “se fue a vivir al cielo”. Son muchos los que piensan que los pequeños no sufren un proceso de duelo, cuando a veces este es mucho más difícil que el de los adultos, precisamente por su inmadurez.

Algo similar sucede con las personas que tienen algún tipo de discapacidad cognitiva. Se asume que su dolor no tiene la misma profundidad que el de otros. Igual sucede con los adultos mayores que padecen alguna limitación neurológica.

Cuando hay duelos no autorizados, también hay mayor probabilidad de que terminen transformándose en duelos patológicos. Si la expresión de sufrimiento está limitada, o anulada, superar el dolor va a ser mucho más difícil.

Edith Sánchez

martes, febrero 27, 2018

La mejor venganza es la no venganza: sigue adelante y sé feliz

La mejor venganza es la que no se lleva a cabo. El mejor desquite es sonreírle al odio, sofocar la rabia y demostrar al otro que podemos ser felices. Porque no hay mejor estrategia que la de actuar con calma y sabiduría siguiendo adelante, con la mirada firme y el corazón descansado sabiendo que hay pesos que no conviene llevar con uno mismo demasiado tiempo.

 
 
Decía Confucio con gran acierto que antes de iniciar el viaje de la venganza debemos cavar dos tumbas. La nuestra y la de nuestro adversario. La filosofía siempre nos ha proporcionado marcos de referencia desde los que reflexionar sobre el acto de la venganza y las consecuencias morales vinculadas a esta práctica tan popular y a la vez “atractiva”. 

“Vengarse es humano, pero perdonar es divino”.
-Walter Scott-

Utilizamos este último término, el de la atracción, por un hecho muy concreto. Estamos ante un tipo de comportamiento humano que siempre nos ha llamado la atención, no podemos negarlo. De hecho, algo que saben bien los escritores y productores de cine es que la venganza nos fascina sobremanera. No falta quien dice aquello de que es casi como un medicamento: recetado en pequeñas dosis alivia, pero consumido en altas cantidades puede matarnos.

Ahí tenemos el gran ejemplo literario de Edmón Dantés o el Conde de Montecristo. Este inolvidable personaje de Alejandro Dumas nos enseñó que la mejor venganza se sirve fría, sin prisas y perfectamente calculada. Agatha Christie, por su parte, nos hizo partícipes de una trama compleja e igualmente violenta en “Los 10 negritos” para enseñarnos que el mal o los malos actos debían ser propiamente vengados.

La venganza nos atrae e incluso en ocasiones hasta llegamos a justificarla. Sin embargo ¿qué procesos psicológicos existen detrás de este acto?

La venganza, un deseo muy humano

La mayoría de nosotros, en algún momento de nuestra vida nos hemos sentido tan agraviados, lastimados y ofendidos que ha pasado por nuestra mente la sombra de esa figura amarga y cenicienta, pero casi siempre tentadora: la venganza. Nuestras brújulas morales se desvían unos grados de su norte e imaginamos formas, maneras y situaciones en que ese dolor que nos atenaza le sea devuelto a la persona que nos lo provocó.

Así, algo que conviene tener claro desde un principio y que nos recuerda el psicólogo Gordon E. Finley, gran experto en conductas criminales, es que la venganza tiene poco que ver con la moral. La venganza es un impulso, y es la catarsis de la rabia y el odio. Es más, y solo como ejemplo, tal y como reveló un trabajo llevado a cabo por el profesor Ernst Fehr, de la Universidad de Zurich, más del 40% de las decisiones que se llevan a cabo en el mundo empresarial tiene como objetivo único “vengarse” de un competidor.

Lo mismo ocurre con los actos delictivos, más de la mitad de ellos se cometen por el rencor acumulado hacia alguien y por el deseo expreso de llevar a cabo una venganza. Todo ello nos obliga a asumir que la mejor venganza no existe, porque más allá de los resultados que obtengamos con ella, sucede algo más inquietante, algo más revelador: nos convertimos en agresores y adquirimos la misma calidad moral de quien nos causó el daño original.

La mejor venganza es la no venganza

Podríamos justificar aquí que la mejor venganza es la no venganza, porque así lo dicta el sentido común y moral, porque así nos lo dicen los tejidos religiosos, espirituales y hasta filosóficos con los que tan a menudo solemos movernos. Sin embargo, vamos a ver esta recomendación desde un prisma puramente psicológico.

Por ejemplo, ¿alguna vez nos hemos preguntado qué hay detrás de las personas que hacen uso de la venganza de forma casi constante? Veámoslo a continuación.
 
Rasgos de las personas vengativas
  • Detrás de una persona -que reacciona ante cualquier ofensa grande o pequeña de forma vengativa- hay una mala gestión emocional y una escasa capacidad de autoconocimiento (cuando alguien me ofende dejo ir mi rabia y mi odio).
  • Son perfiles que creen disponer de la verdad absoluta y universal. Ellos son la ley y la justicia, ellos son el claro ejemplo de lo que toda persona debería ser.
  • Presentan además un pensamiento dicotómico, o estás conmigo o no lo estás, las cosas se hacen bien o se hacen mal.
  • Suelen tener una empatía muy baja.
  • Ni perdonan ni olvidan, viven supeditadas a su pasado y al rencor.

Como vemos, desde este encuadre psicológico y emocional, la venganza o el deseo de ella no ofrece beneficio alguno. Este impulso, esta necesidad o como queramos definirla, carcome la integridad y anula no solo todo buen juicio, sino que también limita por completo la oportunidad de avanzar como persona para construir una realidad más óptima y por supuesto, feliz.

Puede que nos atraigan toda esa suerte de justicieros de cómic o de novela al estilo de Edmón Dantés. Sin embargo, tras ellos no hay más que sufrimiento y soledad. Por tanto, la mejor venganza será siempre la no venganza o más aún, vivir bien y que los demás nos vean felices, es sin duda el mejor desquite de todos.

Valeria Sabater

lunes, febrero 26, 2018

Por qué es importante no dejar las cosas sin terminar

Dejar las cosas sin terminar va más allá de un simple descuido o de una ligereza sin importancia. Desde el punto de vista psicológico, esto constituye un síntoma que no se debe pasar por alto. Particularmente en los casos en los que no se trata de algo ocasional, sino sistemático.

 
 
Al dejar las cosas sin terminar vamos acumulando angustia. Cada tarea o compromiso que se deja a medias es un ciclo que queda abierto. Y en tanto queda abierto, sigue gravitando sobre tu vida, aunque no te des cuenta de ello. Sientes el peso emocional del desorden, aunque no lo percibas concretamente. Experimentas también la angustia sorda que se presenta súbitamente, con frecuencia. Te llenas de malestar, en una palabra.

“Nada cansa más que el recordatorio constante de la tarea sin terminar”.
-William James-

Las razones para dejar las cosas sin terminar pueden ser muchas. A veces influyen algunas circunstancias externas, pero en la mayoría de las ocasiones tiene que ver con nosotros mismos. No concluimos porque hay algo que se interpone, alguna realidad que estamos eludiendo. Profundicemos.
 
Las razones para dejar las cosas sin terminar

En nuestras vidas hay grandes y pequeños objetivos, así como grandes y pequeñas tareas. Lo que ocurre en quienes optan por dejar las cosas sin terminar es una ruptura entre objetivos y tareas. Se tiene el propósito de hacer algo, pero este no llega a convertirse en una acción concreta para lograrlo.

Las razones para que esto suceda son muchas. Sin embargo, hay algunas que tienen gran relevancia. Estas son:
  • Baja autoestima. Cuando no hay suficiente amor propio, se piensa que lo que se hace tiene poco valor. Que da igual hacerlo o no. Existe la percepción que dejar de hacer una tarea no marcará ninguna diferencia.
  • Sentimiento de fracaso. Toma la forma de no lograr definir un “para qué”. Como si ya todo estuviera perdido y ningún esfuerzo valiera la pena. Es una de las facetas de la depresión.
  • Sentimiento de inutilidad. Hay quien piensa que es mejor dejar las cosas sin terminar porque al final se harán mal. Hay temor por el resultado. Por lo tanto, dejar todo inacabado evita confrontarse con las propias limitaciones, sean estas reales o imaginarias
  • Distracción. Esta aparece cuando hay otro u otros aspectos que absorben por completo la atención, el interés o la energía mental disponible. Por lo tanto, no hay disponibilidad para dedicarse a otra tarea. Y si se hace, se realiza a medias
  • Sobrecarga. Cuando hay más compromisos que tiempo para cumplirlos, es usual que se deje todo a medio hacer.
 
Las consecuencias de dejar las cosas sin terminar

Como vemos, dejar las cosas sin terminar da origen a múltiples consecuencias negativas. Básicamente, introduce una sensación de angustia que puede tornarse creciente e invasiva. También, por supuesto, termina incidiendo en la autoestima y la autovaloración.

Las principales consecuencias de dejar las cosas sin terminar son:
  • Favorece la aparición de estrés constante.
  • Genera una sensación de estancamiento. Es como si te mantuvieras en el mismo punto y no lograras avanzar. Nunca se puede poner el visto bueno a ninguna tarea para continuar con la siguiente.
  • Afecta la productividad. Será muy difícil alcanzar objetivos importantes si todo se deja a medias. Esto nos vuelve ineficientes, al tiempo que gastamos energías permanentemente.
  • Dispersa la atención. Al no lograr cerrar los ciclos de cada tarea, tu mente va a estar pensando en varias cosas al mismo tiempo. Las tareas sin terminar, el tiempo que te hace falta para lograrlo, etc.
Impide iniciar nuevos proyectos. No se siente esa libertad para comenzar algo nuevo.
 
¿Cómo solucionarlo?

Dejar las cosas sin terminar es un problema que se debe resolver en dos niveles. El primero de ellos tiene que ver con la ruptura del hábito. Esto comienza siendo un acto más o menos inconsciente y termina convirtiéndose en costumbre.

Lo que se debe hacer es llevar a cabo tres acciones básicas. Lo primero es hacer una planificación realista, fijándonos objetivos que sean verdaderamente alcanzables. Lo segundo es dividir las tareas en pasos y llevar a cabo uno. Lo tercero es aprender a introducir pausas activas. Esto es, momentos de descanso limitados para recuperar fuerzas y seguir adelante.

De otro lado, el problema debe solucionarse en un plano más profundo. Es posible que estés haciendo algo que detestas y te sientes atrapado. O que tengas un sentimiento de incompetencia que te invade. También es posible que detrás de todo esto haya una depresión en ciernes. Cualquiera que sea el caso, se debe explorar a fondo.

Edith Sánchez

domingo, febrero 25, 2018

Cuando los “debería” controlan nuestras vidas

Déjalos ir, deja que “los debería”, los “tengo que” y toda esa tiranía psicológica con la que a menudo ponemos tantas zancadillas a nuestra felicidad se vaya. Muchas veces son parte de un discurso automático con el que nos obligamos a ir más rápido que la vida, socavando además nuestra autoestima al priorizar casi siempre el “tengo que” por encima del “me gustaría que”. 


 
Es posible que te sorprenda este planteamiento. Está claro que en nuestro día a día estamos más que supeditados a un sinfín de obligaciones y deberes. Somos criaturas sociales y nuestro papel, al fin y al cabo, es formar parte de esa moviola casi perfecta donde nadie debe perder el ritmo. En caso de hacerlo, en caso de no cumplir nuestras obligaciones, llegan las inevitables consecuencias.
Los debería son un modo de centrar toda nuestra atención en aspectos no deseados.

Todo eso lo sabemos bien. Sin embargo, si ya tenemos suficiente presión externa con ese aspecto, no conviene añadir un ingrediente aún más debilitante para que se cocine el propio pensamiento. Porque a veces, nos obsesionamos tanto con el “debería esforzarme más para demostrar cuánto valgo” o “debería haber dicho esto y no lo otro” o “debería haber actuado de tal modo” que lo único que conseguimos es alimentar el desánimo, el bloqueo o la frustración.

“Los debería”, una tiranía psicológica muy común

Hay deberes de muchos tipos, pero los que más carcomen y sabotean nuestra personalidad son los que nosotros mismos nos imponemos de un modo casi obsesivo. Debería visitar más a mis padres, debería perder unos kilos, debería esforzarme más en mi trabajo para ascender, debería ser atractivo, debería tener más don de gentes, tendría que tener eso y lo otro para poder ser más feliz…

Lo que hacemos muchas veces con estas dinámicas mentales es transformar supuestos deseos o preferencias en obligaciones o en imposiciones de todo o nada. Así, cuando hacemos esto y caemos en la tiranía psicológica de los “debería” ocurren varios fenómenos que conviene destacar:
  • En primer lugar, lo que hacemos en realidad es crear una fantasía sobre cómo (a nuestro parecer) deberían ser las cosas. ⇔ Tengo que demostrar a los demás cuánto valgo porque es así como se validan las personas, obteniendo reconocimiento ajeno. Tengo que tener un buen móvil porque es así como funciona la sociedad actual…
  • En segundo lugar, lo que conseguimos también es centrar toda nuestra atención en eso que aún no tenemos o que aún no hemos conseguido. Con ello, dejamos de explorar otras opciones, otras realidades que podrían ser mucho más válidas y satisfactorias ⇔ ¿Por qué ponernos en la obligación de adelgazar o tener un cuerpo perfecto en lugar de aceptarnos tal y como somos?
  • Un tercer hecho que podemos observar con este tipo de comportamientos y enfoques mentales es una pérdida total de energía y recursos. A veces, incluso llegamos a culpabilizarnos por no cumplir nuestros propios “debería” y “tengo qué”. Es sin duda un modo muy triste de autosabotearnos.

Cómo soltar nuestros “deberes” obsesivos para sentirnos más libres

Los “tengo que” y “los debería” forman parte de nuestros enfoques mentales. De hecho, en un interesante artículo del “Psychology Today” nos señalan que forman parte de nuestros circuitos neuronales, que son una especie de programación integrada en esas áreas más profundas y primitivas de nuestro cerebro, como pueden ser la amígdala o el cuerpo estriado.

Algunas de estas reglas internas las vamos interiorizando desde la niñez, siempre estamos obligados a “hacer algo” a “cumplir algo”, a seguir un rol social o una regla inconsciente que nos priva de total libertad y felicidad. Albert Ellis, por su parte, habla de este tipo de tiranías mentales como pensamientos irracionales, es decir, como un modo de autodestruirnos al desperdiciar tiempo y esfuerzos en algo que simplemente no tiene sentido, no es útil o escapa muchas veces de nuestro control.

Veamos ahora qué estrategia podemos seguir para debilitar a nuestros “debería”.
 
Cómo trabajar “los debería”
 
  • Profundiza en esos “debería” integrados en tu mente, esos que se hallan en lo más profundo de tu pensamiento. En ocasiones los tenemos tan automatizados que ni siquiera somos conscientes de ellos. Tampoco nos damos cuenta de que a veces son frases impuestas por otros (familia, sociedad…).
  • Confronta: “debería agradar más a los demás, esforzarme en ser como el resto” ⇔ ¿de verdad necesito ser como el resto para ser feliz?
  • Toma conciencia de los pensamientos absolutistas de todo o nada: “debo conseguir ese ascenso o estaré perdido” ⇔ ¿de verdad se va a terminar el mundo si no consigo ese ascenso?
  • Registra tus pensamientos para establecer un filtro. Un buen modo de tomar conciencia de nuestro enfoque personal y de la dinámica de nuestros pensamientos es escribiéndolos. Inicia un diario, apunta lo que dice tu mente, lo que siente tu corazón, lo que te preocupa. Más tarde, y al cabo de dos semanas, vuelve a esos escritos y toma conciencia de tu estilo de pensamiento. Tal vez tengas que tomar el control sobre ciertos aspectos.

Para concluir, debemos aceptar que en cierto modo todos nosotros hemos navegado a bordo de “los debería” en más de una ocasión. No se trata tampoco de borrarlos por completo de nuestra mente, como quien aplica disolvente. Se trata en realidad de mantener un adecuado equilibrio, una armonía perfecta entre los “debería” y los me “gustaría”.

Valeria Sabater

sábado, febrero 24, 2018

Cómo despertar la luz que llevamos dentro según la sabiduría oriental

Todos somos capaces de despertar la luz que llevamos dentro, si exploramos nuestro interior a conciencia. Cada ser humano tiene grandes caudales de sabiduría. Sin embargo, muchos se niegan a permitir que emerja todo lo aprendido.

 
 
La situación se puede comparar con el simple hecho de encender una lámpara. Está la conexión y la disponibilidad de energía. También todos los mecanismos que la transmiten y el foco. Basta con presionar el botón. Despertar la luz que llevamos dentro es algo similar. Solo se trata de darle orden a esos mecanismos que ya existen y permitir que la energía fluya.

“Si quieres ser sabio, aprende a interrogar razonablemente, a escuchar con atención, a responder serenamente y a callar cuando no tengas nada que decir”.
-Johann Kaspar Lavater-

Los sabios orientales nos han dado valiosas pistas sobre la mejor manera de despertar la luz que llevamos dentro. Lo único que se necesita es voluntad para hacerlo. La luz que emerge de ello nos permite clarificar nuestro camino e incluso ser un faro para otros. Estas son las acciones que nos pueden llevar a ello.
 
Conéctate con tu sabio interior

Cada día encierra un aprendizaje. Algunos lo buscan y lo encuentran. Otros simplemente prefieren pasar página cuanto antes y concentrarse solo en el día que vendrá. En este último caso lo que se evidencia es una desconexión con lo que somos.

Basta con reflexionar por un breve lapso cada día. Examinar brevemente lo que logramos y lo que perdimos. También lo que avanzamos y retrocedimos. De ese simple acto podemos extraer valiosas lecciones y construir una sabiduría propia. Esto contribuye a despertar la luz que llevamos dentro.
 
Escuchemos, para despertar la luz que llevamos dentro

La escucha es una función superior, tanto de la mente como del espíritu. Implica despojarse de prejuicios y permitir que el otro se exprese con total libertad, como si estuviera escribiendo su historia en un papel en blanco.

Solo es posible cuando hay un profundo respeto hacia el otro y la capacidad de abrirse plenamente a él. La escucha respetuosa y amorosa es por sí misma una manera de despertar la luz que llevamos dentro. Más que cualquier otra cosa, ayuda a los demás a que se escuchen a sí mismos sin interferencias.
 
Enfócate en tus sueños

Donde hay sueños, hay vida. Y donde hay vida, también hay luz. Una forma de despertar la luz que llevamos dentro es focalizar nuestros deseos. Esto implica forjarnos metas y objetivos elevados y no cejar en el camino hacia ellos.

Luchar por los sueños propios nos ilumina interior y exteriormente. Es algo que nos inspira a mejorar, a perseverar y a ser más tenaces. También inspira a otros. Quien va en busca de lo que desea es un libro abierto para los demás, ya que enseña con el ejemplo. El mundo es mejor cuando cada quien lucha por lo que ama.

Aprende a expresarte desde el amor

El amor es mucho más que un sentimiento romántico. Quien lo siente es afortunado. Se enriquece mucho a sí mismo por el solo hecho de experimentar todo lo que implica amar. Se trata de un sentimiento que aporta una luz cálida y confortante a la vida porque hace que todo se vea diferente.

De lo que hablamos aquí no es del amor de pareja, aunque este se halla incluido. Se experimenta amor por cualquier ser viviente, por el paisaje, por la vida misma. Si hay algo que contribuye a despertar la luz que llevamos dentro es el amor.

Este sentimiento, por supuesto, debe expresarse. Los gestos, las palabras y las acciones son un medio para que se manifieste. Cuando una persona se expresa desde el amor, hace que todo se ilumine a su alrededor. Captura lo mejor de los demás y nutre positivamente a quienes están a su alrededor.
 
Busca todo lo que apaciente tu alma

No hay manera de despertar la luz que llevamos dentro si no cultivamos la paz interior. Son muchos los estímulos que recibimos y que nos llevan a enturbiar el espíritu. La prisa, la ira, el rechazo… No son pocas las realidades que conspiran contra nuestra tranquilidad.

Por eso es importante que aprendamos a encontrar espacios que apacienten el espíritu. Estos pueden ser físicos o abstractos. Sería aconsejable que cada quien diseñara sus propios rituales para volver a la calma. No es posible encontrar la luz, si la mente no es un espejo sereno que la refleje.

Todos somos luz. Dentro de cada uno de nosotros habita un sabio que es capaz de hacer del mundo un mejor lugar. La realidad nos obliga a mirar mucho hacia fuera y poco dentro de nosotros mismos. No permitamos que esto ocurra.

Edith Sánchez

viernes, febrero 23, 2018

Estrés y bienestar emocional, ¿relación imposible?

Una breve introducción

El fenómeno del estrés suele interpretarse en referencia a una amplia gama de experiencias, entre las que figuran el nerviosismo, la tensión, el cansancio, el agobio, el desequilibrio, la inquietud y otras sensaciones similares, como la desmesurada presión social, escolar, laboral o de otra índole. Igualmente, se lo atribuye a situaciones de miedo, temor, angustia, pánico, afán por responder, vacío existencial, celeridad por cumplir metas y propósitos, incapacidad de afrontamiento o incompetencia para hacer frente a las demandas de la vida cotidiana. 



Como plantea Naranjo (2009), el estrés implica cualquier factor externo o interno que induce a un aumento en el esfuerzo por parte de la persona para mantener un estado de equilibrio dentro de sí misma y en relación con su ambiente. De esta manera se puede pensar que el estrés implica una alteración que va más allá de lo usual. Pero para saber qué es lo usual no hay parámetros claros, lo que queda entonces al amaño de la definición individual de cada individuo, quien evalúa el potencialmente amenazante percibido en una situación y sus posibilidades de afrontamiento ante el hecho.

Desde esta perspectiva, el estrés no es algo que pertenece solo a la persona o al ambiente, ni es tampoco un estímulo o una respuesta, sino que es una relación dinámica entre la persona y su entorno. Esto significa que la persona no es víctima pasiva del estrés, y que su forma de interpretar los acontecimientos y la manera de valorar sus propios recursos y posibilidades para enfrentarlos, determina en gran medida la magnitud de la experiencia de éste.

Ahora bien, cuando se habla de bienestar, solemos hacer referencia a una amplia gama de elementos que son esenciales y fundamentales para vivir satisfechos y felices con lo que se tiene y lo que se ha propuesto, siendo estos los agentes activos que mueven a todas las personas diariamente en busca de su realización. Se puede afirmar que bienestar es sentirse bien consigo mismo, con los demás y con el entorno. Estableciéndose una relación armónica entre la persona y las demandas implícitas en su contexto. Siendo así, se podría inferir erróneamente que estrés y bienestar son expresiones opuestas que no pueden presentarse de manera simultánea en las personas, lo que sería un reduccionismo interpretativo, según el cual el estrés excluye al bienestar, cuando en realidad de manera simultánea podemos manifestar estados de estrés y de bienestar que podemos aprender a manejar de manera adaptativa.
 
Estrés y bienestar, ¿posible relación?

La relación entre ambas no necesariamente es excluyente. Niveles de estrés derivados de tener que hacer frente a situaciones amenazantes o altamente demandantes, no es lo que define en esencia a una persona. Se pueden tener respuestas de estrés puntuales ante hechos específicos, pero esto no elimina la posibilidad de estar satisfechos y sentir bienestar en otros asuntos de la vida.

Lo que sucede es que como las respuestas de estrés generan un desequilibrio o malestar intrusivos y disruptivos, entonces la atención de la persona va hacia estas respuestas, procurando una superación inmediata de esta reacción, lo cual conlleva a que se ignoren o se minimicen las variables positivas, protectoras y que brindan seguridad al sujeto.

Esto hace que la percepción de bienestar disminuya y las variables asociadas con sentirse bien, sean subestimadas y de poca atención, lo que hace pensar que todo nuestro estado gira en función de la respuesta de estrés.

Ante esto, se puede entender que no se trata de evitar situaciones o estímulos relacionados con nuestras manifestaciones de estrés, sino aprender a regularlas para que sean lo menos nocivas presentes. Tener confianza en que las situaciones generadoras de estrés se pueden controlar, y que su desarrollo depende en gran parte del manejo subjetivo que se dé a la situación.

Presentar manifestaciones de estrés no significa que toda la vida deba girar en torno al problema, pues definitivamente “somos más que el problema”. La dificultad no se remite solo a la situación en sí, sino que está más relacionada con la percepción que tenemos de ella, lo que indica que la respuesta de estrés está mediatizada por la forma en que nos relacionamos con los estímulos.

Entonces, si asumimos que experimentar algún nivel de estrés no es excluyente de otras manifestaciones positivas, asociadas al bienestar, encontraremos en nosotros mismos factores de protección que nos animan para afrontar las demandas percibidas. Por ejemplo, cuando afrontamos un problema que debemos resolver, tenemos dos opciones: Hacer anticipaciones negativas, que son generadoras de estrés disfuncional, o pensar de manera positiva, con confianza en nuestras potencialidades, haciendo un plan adecuado para afrontarlo. Por ejemplo cuando vamos a asumir una situación evaluativa, como un examen en la universidad, una entrevista de trabajo o intentar conquistar a una persona, podemos pensar negativamente, anticipándonos a un eventual fracaso, lo que nos lleva a tener actitudes derrotistas, o por el contrario, pensar positivamente, creer en nuestras potencialidades y poner todo nuestro empeño en obtener el resultado que deseamos. Así, el estrés y el bienestar pueden coexistir al mismo tiempo en las personas. Enfrentar situaciones dificultosas nos lleva a activaciones biológicas y emocionales que nos movilizan a la acción. Está en nuestras manos dejarnos abrumar por las demandas del hecho o, por el contrario, aprovechar esta activación como impulso a la acción que nos motive para superar cualquier adversidad.

Somos seres dinámicos, en constante movimiento. La homeostasis o equilibrio no consiste en permanecer inertes frente a la vida, sino en una constante preparación para sortear las diversas situaciones que constituyen nuestra realidad. En esa dinámica vital, el estrés y el bienestar parecen coexistir como dos realidades que permiten dinamizar nuestra existencia. El bienestar aparece como una pretensión humana, que nos permite definir metas tendenciosas hacia la felicidad, mientras el estrés, bien manejado, se erige como el motor que nos motiva a superar las adversidades de la vida.

Por: Dr. Rodrigo Mazo Zea

jueves, febrero 22, 2018

¿El amor es realmente todo en una relación?

El amor es ese sentimiento sublime hacia otra persona que nos atrae, nos completa, nos produce alegría y de quien esperamos reciprocidad para mantener una relación armónica, que de sentido y nos haga felices. El amor nos invita a la convivencia con la persona amada, pero ¿Es realmente todo en una relación?

 
 
Sentir amor por nuestra pareja favorece la convivencia y nos predispone a complacerla. De esta manera se genera una especie de danza, en la que cada uno tiene un papel protagónico y fundamental en la armonía que se logre. Es algo así como acoplar tus pasos en función de los pasos que da el otro, un baile, con movimientos que fluyen, que avanzan.
 
¿Basta el amor para mantener esta armonía en la relación de pareja?

Depende de cómo lo asumamos y expresemos. No basta con declarar nuestro amor y con darlo por sentado con el pasar del tiempo. No es suficiente. La relación de pareja es un libro con múltiples capítulos, de modo que está en cada miembro, con su actitud y sus ojos de lector activo, asumir el compromiso que llaman vida en pareja.

Queremos mantener la relación y ser felices juntos. Entonces, no es válido cerrar los ojos, no podemos dejar que el otro lea solo ni podemos cerrar el libro.

Lo que sí podemos es escribir y leer juntos nuestros capítulos. Amar es un verbo, implica acciones de parte de ambos, pero si el otro no nos complace, nos sentimos defraudados en las expectativas que tenemos de la relación de pareja.

Pasado un tiempo pensamos que basta con que nos amemos y entonces nos entregamos a la rutina que nos demanda la convivencia y olvidamos las muchas acciones que abarca ese verbo amar.

A veces nos quedamos atrapados en el resentimiento y la frustración. Nos rendimos. Permanecemos a la espera de que el otro cambie. Renunciamos a nuestro 50% de influencia. Te has puesto a pensar, ¿cómo te sentirías si el otro cambiara? ¿Qué harías?

¿Por qué esperar? ¿Qué te impide empezar a comportarte como si tu pareja ya hubiera cambiado?

¡Asume tu parte! ¡Cambia tú! No basta con verbalizar que todavía se aman y que por eso continúan juntos, pero lo hacen con resignación e infelicidad, porque han perdido el sentido de compartir, han extraviado en la convivencia diaria la complicidad y la magia. Aún se aman, pero ese amor está cubierto por el polvo de la rutina traicionera.

Están atrapados en la monotonía, se aburren, están agobiados por las responsabilidades del hogar, cada uno se queja de la actitud del otro y lo que es peor, dejan de atender las necesidades de la relación de pareja. Empiezan a hacer planes por separado y terminan por alejarse, aunque todavía se amen.

Es fácil lamentarse, pero con ello solo lograrás cavar más profundo el hueco en el que enterraran ese amor que aún los une.
 
¿Qué puedes hacer?

Da el primer paso y si tu pareja no te sigue, regrésate a buscarle. ¡Vuelve a comenzar!

Rescata esas primeras veces en las que danzaban juntos, en esa armonía que tanto extrañas. Ten la iniciativa. Olvida el rosario de las quejas. Piensa en lo que sí les funciona. No te victimices, hazte responsable de la parte que te toca, ¡cambia tú!

Hay una parte de la relación de la que eres responsable, asume el compromiso de mejorarla, cambia tu actitud, elimina tantos lamentos que de nada te han servido Actúa como si tu pareja ya hubiera cambiado y empezarás a notar los cambios. Ve poco a poco, un detalle a la vez. Aprecia lo positivo e ignora lo negativo. Esfuérzate ¡vale la pena!

Hay un ejercicio de pareja que puedes implementar. Regálale y regálate un día de amor, no importa lo que tu pareja haga. No importa si olvidó la compra del supermercado o si se negó a pasear el perro. Prepara todos los detalles para pasar ese día especial, lo que sabes que le gusta. Esmérate, exprésale tu amor con hechos concretos, nadie se resiste a ser tratado con amor sin devolver amor.

Phrònesis

miércoles, febrero 21, 2018

5 Pasos para encontrar el equilibrio en tu vida y dejar la dependencia

¿Sientes que no puedes vivir sin tu pareja? Si se acaban las cosas, ¿sientes que podrías morir? ¿Tú le escribes más que esa persona a ti? Si estás asintiendo al leer estas frases, probablemente puedes estar poniendo en desequilibrio tu vida. Nosotros queremos ayudarte a dar el primer paso. Por eso, a continuación te contamos los pasos para regular ese apego emocional que te hace sufrir: 
 

 
 
1. Evalúa las acciones que te hacen ser dependiente

Es muy importante que empieces a identificar esas pequeñas actitudes que pueden definir si estás apegado a alguien. En cada comportamiento relacionado con la dependencia que hagas, solo te harán aferrarte más a tu pareja y estos debes empezar a apagarlos. A continuación, te compartimos una pequeña lista de pensamientos, señala los que más te identifiquen. Si hace falta alguno, amplíala en tu mente:
  • Pienso todo el tiempo en mi pareja y en cómo hacerla feliz.
  • No tomo iniciativa, porque me da miedo que lo que organizo no sea de agrado.
  • No contradigo lo que le gusta a mi pareja, aunque a mi no me parece.
  • Siento que pierdo el tiempo si estoy en otras actividades que no incluyen a mi pareja.
  • Me adapto a lo que diga y sienta la otra persona.
  • Disimulo cuando estoy enojado o triste por temor a disgustar a mi pareja.
  • Hago todo lo que mi pareja me indique, así no quiera hacerlo.
  • Si noto desinterés por parte mi pareja, hago lo que sea porque se acerque nuevamente a mí.
  • Si me dejó, hago lo que sea porque vuelva a mi, sin importar lo que haya hecho.
  • Cuido excesivamente la buena imagen de esa persona ante mi entorno social.
Consejo: ¡Valórate! Si amas a la persona con la que estás, hazlo de forma saludable y sin dejar a un lado lo que eres tú.
 
2. Piensa en ti

Necesitas ser un poco más egoísta, ponte en el primer lugar. Es mejor que empieces a ser una persona más dura y hasta un poco insensible. Sin embargo, si esto se te dificulta, intenta ser menos complaciente y satisface tus necesidades en primer lugar. Empieza con cosas sencillas de tu lista, por ejemplo: Si siempre te adaptas a las decisiones de tu pareja, pues entonces propón algo diferente y muestra lo que tú también sientes.

Consejo: Haz todo aquello que te de felicidad y tranquilidad. Toma tus propias decisiones y no temas de expresar tus sentimientos.
 
3. Dale prioridad a tus fortalezas

Si te va muy bien en el trabajo, enfócate en continuar así, esto hará que tu autoestima se incremente. Dedícate a conseguir logros de los que sabes que eres capaz. Fortalece también las relaciones con tu entorno. Si dejaste de hablarte con alguien especial ¿Qué esperas para retomar una linda amistad? Si eres una persona muy estudiosa ¿Qué esperas para luchar por la beca que puedes ganarte?

Consejo: Tómate un tiempo para ti. Practica un nuevo deporte, desarrolla nuevas habilidades. Aprende a valorar el tiempo.

4. Incrementa tu autoestima

Es normal que las personas que sufren de apego, pierdan el amor propio. Pero basta de esto. Es hora que empieces a buscar la felicidad en ti y no en alguien más. Demuéstrate que no necesitas de una pareja para obtener logros. Mímate y recompénsate por aquello que hagas bien ¡Lo mereces!

Consejo: Fomenta el amor propio y créelo. Porque tú eres la persona más valiosa.
 
5. Despliega tu inteligencia emocional

Comprender que tienes un problema y quieres salir de él es un buen comienzo. En este punto ya entenderás tu problemática y querrás buscar soluciones sólidas. Cuando aprendes a enfrentar tus miedos, sentirte sereno contigo mismo, te sientes más a gusto con lo que eres y tus problemas se empezarán a solucionar. Siéntete confiado y seguro, así lograrás lo que deseas.

Phrònesis

martes, febrero 20, 2018

La felicidad como construcción cerebral propia

No hay una definición clara de felicidad, confundir bienestar con el concepto anterior es muy frecuente. Una persona puede tener muchos motivos para estar bien, sin ser un enfermo deprimido o ansioso y no tiene la recursividad de alcanzar felicidad.

 
 
Los logros de objetivos personales, académicos, empresariales, familiares, económicos o de salud no llenan las expectativas de las personas. Ese “vacío” muchas veces es aprovechado por la sociedad de consumo señalando caminos equivocados. Incitando a la compra de una vivienda costosa para equilibrar el estatus, comprar para ser mas felices, una acción de un club para obtener prestigio, un título académico legal o ilegal para establecer diferencias.

Pero desde el punto filosófico, llenar los vacíos interiores conlleva a una serie de logros y de copar expectativas de vida y de futuro. Las personas con algunas discapacidades mentales o neurológicas, muestran una capacidad especial de conseguir felicidad, están contentos con su estado, ríen, gozan de las cosas sencillas y no tienen un concepto claro de pasado ni futuro que les dañe su proyecto actual de comportamiento. Los niños suelen ser mucho más felices que los adultos porque asumen la realidad continuamente.

Uno de los fines del Neuromanagement-aplicativo, es la realización consciente de eventos no solo de la vida diaria sino también de un proceso de futuro hacia la realización y la construcción del éxito y la felicidad.
 
¿Podemos construir felicidad o los demás nos hacen felices?

Pensamos que los demás son responsables de nosotros, a nivel social los logros y metas en la parte afectiva, el establecimiento de vínculos, construir y rodearnos de otras personas son parte del proceso de socialización del ser humano, pero de ahí a que ellos sean los constructores de felicidad nos puede confundir. Somos nosotros los felices o los infelices.

Entonces podríamos decir que la felicidad está ligada a nuestra memoria biográfica. Aquella que nos identifica a nosotros mismos, y con la memoria de futuro, de programar un plan de desarrollo personal para obtener bienestar y evitar el desasosiego de la incertidumbre.

Una buena compañía, una persona positiva o alegre, desde luego que conecta con nuestro cerebro y va permitir establecer un vínculo de felicidad.

¿Cómo se construye felicidad?

La felicidad la construye el cerebro mediante sustancias neurotransmisoras, actuando en nuestras neuronas que tienen una maquinaria establecida por la herencia. Pero también forjada por las transformaciones de las experiencias positivas o negativas del desarrollo—plasticidad cerebral, que va modificando la estructura del cerebro hasta obtener un desarrollo óptimo si la experiencia es positiva pero también uno desastroso si sucede todo lo contrario.

En el desempeño diario, vamos construyendo felicidad, desde que nos levantamos, un buen sueño es el inicio del cuento. Una actitud hacia lo que viene modifica nuestro estado interior, pensar y pensar cosas que no se pueden resolver—lenguaje interior deficiente, hace del día a día un obstáculo para una realización de felicidad. Los ambientes hostiles de la realidad saturados de aspectos negativos como un noticiero o una novela conflictiva, secuencia una serie de focos de infelicidad continua.
 
¿Existe una felicidad continua o es una serie de peldaños los que nos hacen felices?

Si comemos entretenidos, engordamos con mayor facilidad, pero ¿Quién te ha dicho que los gordos son infelices o los flacos son todo lo contrario? El disfrute de las cosas pequeñas en forma consciente, va aumentando neurotransmisores como Dopamina, Serotonina, Noradrenalina y disminuye la producción de sustancias de estrés como la Adrenalina.

Los pequeños planes, con una estrategia lúdica, hacen que los sitios de felicidad en el cerebro se mantengan continuamente en producción. Las empresas a largo plazo generan otro tipo de logro, pero por tener pocos elementos de progreso diario, van consumiendo energía y nos van debilitando los proyectos a corto plazo.

El ejercicio es un productor de sustancias que quita el dolor—endorfinas, pero tenemos que quitarnos las disculpas de incapacidad para realizarlo. Una persona en una silla de ruedas puede hacer ejercicio arrastrándola o utilizando las manos y la cabeza. La imaginación en los niños y ya perdida en los adultos, conecta ambos hemisferios cerebrales y reactivas zonas para conseguir placer.

En mi próxima columna te ayudaré a programar la felicidad y te contaré qué factores la producen… ¡No te la pierdas!

Por Dr. Rodrigo Isaza Bermúdez.

lunes, febrero 19, 2018

10 cosas fundamentales que hacen las personas exitosas

Existen múltiples maneras de gastar el tiempo. Sin embargo, son muy pocas las opciones que puedan considerar este como una inversión para obtener beneficios. En las siguientes líneas podrás conocer cómo las personas exitosas y emprendedoras invierten su tiempo. ¡No esperes más y comienza a recibir recompensas positivas por las cosas que haces! 


1. Crean relaciones de valor:

Los humanos quieras o no son animales sociales por naturaleza. El poder conocer personas y potenciar las relaciones ya establecidas son actividades que terminarán por ayudarnos a ser individuos más felices y a alcanzar la superación. Las personas exitosas tienen claro la importancia que denota el forjar lazos. Por ende, constantemente buscan ampliar su círculo social. Encontrar personas que nos abran las puertas a un crecimiento laboral y personal es el camino al éxito.
 
2. Las personas exitosas aprenden cosas nuevas:

Los nuevos aprendizajes son un gran beneficio. Incluso, cuando no se tiene la necesidad de adquirir un conocimiento específico. El mantener la mente ejercitada en aprender cosas interesantes contribuye a que nos convirtamos en personas más activas y ágiles. El avivar la curiosidad que todos llevamos por dentro nos despierta la creatividad.

Las personas exitosas buscan aprender cosas nuevas que puedan aplicar en sus vidas y que tarde o temprano les resulte en beneficios. Un claro ejemplo es el creador y fundador de la plataforma de redes sociales más usadas en internet: Facebook. Estamos hablando ni más ni menos que de Mark Zuckeberg. El cual, en su tiempo libre se dedica a aprender nuevos idiomas.
 
3. Hacen ejercicio físico constantemente:

El realizar ejercicios o actividades físicas, trae consigo una vida más sana. De igual manera, permiten desconectar la mente de todo tipo de preocupaciones y pensamientos negativos. Las personas exitosas saben que para poder disfrutar plenamente de sus logros deben contar con una excelente salud. Por lo tanto, su prioridad es mantener en todo momento una buena alimentación y una rutina de ejercitación diaria.
 
4. Pueden desconectarse del trabajo:

Es una realidad que el trabajo es importante en nuestras vidas. Este representa el ingreso económico que necesitamos para sobrevivir el día a día. Además, nos permite darnos esos pequeños lujos que nos hacen estar más tranquilos y felices. Sin embargo, para las personas exitosas el poder separar el trabajo de su tiempo libre es fundamental. Por ello, saben cuándo deben desconectarse y separarse del trabajo. De esta manera, evitan desgastarse y eliminan todo indicio de estrés y ansiedad.
 
5. Viven experiencias nuevas que los ayuda en su superación:

Mientras más experiencias vivamos mejor nos sentiremos con nosotros mismos. Es decir, cuanto más variados son nuestros días sin caer en la rutina de mejor ánimo estaremos. De hecho, tendremos una mejor impresión al envejecer. Puesto que al mirar atrás sobre nuestras acciones sabremos que hemos dejado huella a través de las vivencias.

Ese es el estilo de vida de las personas exitosas. Las mismas, buscan improvisar cada día. Además de vivir sin arrepentimientos, disfrutar el presente al máximo y buscar que cada amanecer sea distinto al resto. Finalmente, construyen un futuro sólido e idealizado.
 
6. Establecen un buen hábito de lectura:

Leer es una fuente inagotable de conocimiento. Además, ayuda a que nuestro cerebro esté prevenido de todo tipo de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. Las personas exitosas, mantienen este hábito casi todos los días. Otorgándoles un aporte cultural extra y una mayor comprensión sobre las cosas que los rodean.
 
7. Son emprendedoras:

Las personas exitosas son emprendedoras en todos aspectos de sus vidas. Desde negocios, pasando por la familia, pasatiempos hasta el planteamiento de futuros proyectos. El tener una actitud emprendedora amplía las posibilidades de éxito. Mantenerse activo y alimentándose de nuevas ideas es la clave. El emprendimiento es el detonante de superación a lo largo de la vida.
 
8. Viajan mucho:

Viajar es una actividad más que necesaria y que tiene que desarrollarse todo el tiempo en la medida que sea posible. Es una opción para poder conocer nuevas culturas, personas y experiencias. Las personas exitosas invierten mucho en sus viajes. Realizar actividades enriquecedoras fomenta la creatividad y les da chispa a sus planes de vida.
 
9. Ante todo disfrutan de la familia:

La familia está por encima de todo. Una familia unida nunca te va a fallar. Por lo que, muchas personas exitosas buscan apoyo en sus familiares y amigos. De esta manera, pueden sobrellevar todo tipo de dificultades. Desde la carga del trabajo hasta las responsabilidades a las que se ven expuestos. Sin olvidar esas actividades que solo pueden ser realizadas entre los seres amados. Vivencias que terminan siendo las más reconfortantes de nuestras vidas.
 
10. Descansan y duermen bien:

El descansar y cumplir con las horas de sueño necesarias para el descanso es fundamental. Puesto que permite que el cuerpo se pueda recuperar un 100%. El descanso es un aspecto que nunca debe descuidarse. Las personas exitosas procuran dormir al menos 8 horas al día.

Aunque, nuevos estudios descartan que esta cantidad de horas de sueño sean necesarias. Siendo para ellos un momento sagrado en el que pueden descansar plenamente. Unas merecidas vacaciones, después de cumplir un periodo complicado de trabajo es una recompensa más que merecida. Una vez repuestas todas esas energías perdidas, se podrá cumplir con cualquier actividad de una manera más eficiente.

Phrònesis

domingo, febrero 18, 2018

La importancia de recibir apoyo en nuestra vida

Muchos estudios señalan que el apoyo emocional es un factor de protección importante para enfrentar las mayores dificultades de la vida. La desolación se ha asociado con una amplia variedad de problemas de salud, incluida la hipertensión arterial, la disminución de la inmunidad, las enfermedades cardiovasculares y el deterioro cognitivo.
 
 
De hecho, los bajos niveles de apoyo social incluso se han relacionado con un mayor riesgo de muerte por enfermedades cardiovasculares, enfermedades infecciosas y cáncer. Somos seres gregarios. Los demás nos aportan una cantidad de elementos que nos permiten mantener el equilibrio físico y psicológico.

Los beneficios del apoyo social

El apoyo y la compañía de los demás es muy importante. Infortunadamente, muchas personas sienten que no tienen acceso a este valioso recurso, y otras muchas se consideran incapaces de acudir a los demás para pedir ayuda. De hecho, dicen los expertos, casi todos nos beneficiaríamos mucho del apoyo social y emocional. Y aunque pueda parecer contradictorio, tener un fuerte apoyo social en realidad puede hacer que seamos más capaces de lidiar con nuestros propios problemas, mejorando nuestra autoestima, autocuidado y sentido de autonomía y autoeficacia.

El consejo y atenta escucha que recibamos en un momento de crisis, puede influir mucho en la valoración que hagamos de aquellas situaciones a las que nos enfrentemos. Por otro lado, nuestra autoestima, autoeficacia y sensación de control interno se pueden ver acrecentados por la empatía y el apoyo psicológico que recibimos de las personas cercanas.

Por lo tanto, si nuestra red de apoyo social nos ayuda a regular nuestras respuestas emocionales y nos refuerza cuando intentamos actuar ante los conflictos, nos está impulsando a hacerles frente de una mejor manera.

Saber buscar una adecuada red de apoyo es muy importante. Hay quienes tienen muchas dificultades a la hora de brindar apoyo, así deseen hacerlo de manera sincera y desinteresada. Este tipo de personas puede ser, en sí misma, una fuente de confusión, ansiedad y estrés para quien requiere apoyo. Esto ocurre, por ejemplo, cuando las personas que intentan colaborarte se comportan de manera excesivamente protectora. Limitando el empleo de los diversos mecanismos de afrontamiento ante las situaciones complejas que se te presentan; o cuando quién te ofrece su ayuda, lo hace de mala gana o carece de empatía, actitud prudente o la paciencia necesaria para escucharte o ponerse en tu lugar. O en otras ocasiones, aquel individuo que es excesivamente crítico, te devalúa como interlocutor, exige beneficios a cambio de su apoyo, o intenta imponer su propia manera de pensar, sin respetar la condición por la que estás pasando.

Afortunadamente hay mucha gente a nuestro alrededor que puede brindarnos un apoyo oportuno y generarnos posibilidades para salir adelante en los momentos difíciles. En realidad, no necesitamos una gran red de amigos y familiares para beneficiarnos del apoyo social. Algunas personas encuentran gran camaradería entre un puñado de personas, ya sean compañeros de trabajo, vecinos o amigos de su iglesia o institución religiosa, por ejemplo. Infortunadamente, las habilidades sociales no siempre fluyen de manera natural y sencilla. Hay muchas personas que tienen problemas para establecer y mantener en el tiempo las conexiones sociales. Muchos otros pierden sus conexiones establecidas debido a cambios en la vida, como la jubilación, exilio, la reubicación o la muerte de un ser querido. En cualquier caso, es muy importante forjar nuevas conexiones para aprovechar los beneficios de una red de soporte saludable. Una red social contiene conceptos importantes como: la cuantía, las particularidades y las cualidades de las relaciones sociales, aunadas a cómo las percibimos.
Pero, ¿cómo establezco una adecuada red de apoyo social?
 
Amplía la búsqueda y tu campo de acción

Puede que no tengas a alguien en quien confiar, acerca de todos los temas que manejas, y eso está bien. Tal vez tengas un colega con quien puedes hablar de manera fluida acerca de los problemas en el trabajo. Un vecino que te escuche con atención cuando tengas dificultades con tu familia. Aprende a buscar diferentes relaciones para diferentes tipos de apoyo. Pero recuerda mirar a las personas en las que puedes confiar y con las que puedas contar, para evitar interacciones negativas y decepcionantes que luego te hagan sentir peor. Por otra parte, piensa en que esas relaciones que establezcas son de ida y retorno, es decir debes estar dispuesto también a escuchar, ser amable y compasivo con quien construyas dichas relaciones.
 
Mejora tus habilidades sociales

Si te sientes incómodo en situaciones sociales y simplemente no sabes qué decir, intenta hacer preguntas simples sobre la otra persona para poner en marcha la conversación. Si eres tímido, puede ser menos intimidante conocer a otras personas por actividades compartidas. Como un paseo en bicicleta o una clase de tejido de punto, en lugar de simplemente pasar el rato y hablar. Si te sientes particularmente ansioso en situaciones sociales, considera hablar con un terapeuta con experiencia en ansiedad social y recibe una buena capacitación en habilidades sociales y asertividad.
 
Sé proactivo

Con frecuencia la gente espera que otros se comuniquen con ellos, y luego se sienten rechazados cuando las personas no salen a su camino para hacerlo. Para aprovechar al máximo tus relaciones sociales, debes esforzarte. Dedica siempre tiempo para cultivar amigos y comunicarte con tus familiares. Acércate para echar una mano a quienes lo necesiten, ofrece tu apoyo cuando sientas que puedes ser útil o simplemente saluda. Si estás allí para los otros, es más probable que estén allí para ti. De hecho, cuando se trata de la longevidad, la investigación sugiere que proporcionar apoyo social a amigos y familiares puede ser incluso más importante que recibirlo.
 
Saca un buen partido de la tecnología

Es agradable sentarse con un amigo para conversar cara a cara, pero no siempre es posible. Afortunadamente, la tecnología hace que sea más fácil que nunca estar conectado con tus seres queridos que se encuentran muy lejos. Escribe un correo electrónico, envía un mensaje de texto o crea una fecha para reunirte con ellos por medio de un video chat. Sin embargo, no confíes demasiado, ni te entregues del todo en dichas conexiones digitales. Dar y recibir “me gusta” de perfectos desconocidos que vas encontrando por ahí, no es ninguna garantía de que establezcas verdaderos amigos. Intenta revisar muy bien sus perfiles, aficiones y puntos de contacto con tus familiares y amigos no virtuales, y sé cuidadoso a la hora de ofrecer información valiosa de tu vida. Algunas investigaciones sugieren que las interacciones cara a cara son las más beneficiosas. Con esto que digo no estoy devaluando las interacciones virtuales. Se pueden encontrar verdaderas joyas dentro de la red, pero debes ir con prudencia y poco a poco.
 
Acércate a quienes tienen tus mismos intereses

¿Te gusta caminar, cantar, hacer joyas, jugar al tenis, involucrarte en temas literarios, deportivos, cine o política? Es más probable que te conectes con personas a las que les gusten las cosas que a ti te gustan. Únete a un club, inscríbete en una clase o asume un puesto de voluntario que te permitirá conocer a otras personas que comparten tus intereses. No te desanimes si no haces muchos amigos durante dichas actividades. Tu participación activa y perseverancia harán la gran diferencia y poco a poco encontrarás personas valiosas para compartir. Intenta disfrutar las experiencias mientras conoces a otras personas a lo largo del tiempo.
 
Busca sustento entre pares y únete a un grupo de apoyo

Si se trata de una situación estresante específica, como cuidar a un familiar o enfrentar una enfermedad crónica, es posible que no encuentres el apoyo que necesitas de su red actual. Considera unirte a un grupo de apoyo para conocer a otras personas que enfrentan desafíos similares. De estas circunstancias obtendrás muchos aprendizajes y consejos que te serán de utilidad. Además te sentirás acompañado durante tus propios procesos y podrás ser un punto de apoyo para muchos más.
 
Pide ayuda si sientes que estás desbordado

Si no tienes una red de soporte sólida y no estás seguro de dónde y cómo comenzar. Hay recursos a los que puedes recurrir como: lugares de culto, teléfonos de apoyo en la depresión o ideas suicidas, centros para adultos mayores y comunitarios, bibliotecas locales, grupos de refugiados e inmigrantes, centros de salud de vecindarios, servicios sociales gubernamentales y sucursales locales de organizaciones nacionales que brindan diferentes opciones, dependiendo de lo que estés pasando.
 
Busca ayuda profesional

Si te sientes estresado, perseguido, aislado, tienes ideas de muerte y no soportas la soledad, pero no tienes a nadie en quien confiar, los especialistas en salud mental están preparados para ayudarte de diferentes maneras. Además, pueden hacerte participar de grupos terapéuticos o equipos de pacientes que tengan algo en común contigo. Como expertos en comportamiento humano, los psicólogos y psiquiatras te darán herramientas que a mediano plazo te permitirán desarrollar estrategias para manejar la ansiedad y la depresión, llevar adecuadamente un duelo, controlar el estrés y mejorar tus habilidades sociales entre otras cosas.

Pedir ayuda a tiempo, y a las personas indicadas, facilita la vida, nos enriquece y nos da herramientas importantes para dar soporte a otros.

Por: Dra. Iris Luna

sábado, febrero 17, 2018

5 mitos sobre la ansiedad que debes conocer

Todavía se dan por válidos ciertos mitos sobre la ansiedad que no benefician en nada a quienes conviven con este demonio, con esta entidad que devora nuestra calma y equilibrio vital. Nadie elige su propio trastorno, su enfermedad o ese agujero negro del que tanto cuesta emerger si nuestro entorno no es favorecedor y se siguen manteniendo ideas erróneas e incluso dañinas.

 
 
En esta actualidad donde no dejan de salir movimientos sociales reclamando derechos o visibilizando realidades que hasta no hace mucho quedaban relegadas al rincón del silencio y la represión, ha surgido otro que no debe pasarnos desapercibido. Bajo el título “Yo no he elegido mi enfermedad” se intenta poner sobre la mesa la situación que viven muchas de esas personas que a día de hoy lidian con una depresión, un trastorno bipolar, estrés postraumático, trastornos de ansiedad, etc. Personas que de alguna manera son culpabilizadas y responsabilizadas, cuando no han elegido el sufrimiento que arrastran.
 
“La ansiedad es parte de la naturaleza humana, pero ella nos hace cautivos cuando la posibilidad entra en conflicto con la realidad y cuando el presente se obsesiona con el futuro”.
-Kierkegaard-

Hacerlo, visibilizarlo y dar voz a todo este movimiento es importante. Lo es en primer lugar porque gran parte de la población navega aún en las aguas del desconocimiento absoluto sobre lo que son los trastornos o las enfermedades mentales. Asimismo, tampoco podemos olvidar que al propio desconocimiento se le añade el estigma y el peso del prejuicio.

Nada de esto ayuda a la persona que intenta saber lo que le ocurre; es más, en muchos casos supone un obstáculo para que busque ayuda por el “qué dirán”. De este modo, lo único que se logra es cronificar estados hasta que causan un grado de sufrimiento máximo, hasta que se vuelven totalmente invalidantes. Nada de esto es permisible ni aceptable. Por tanto, algo tan simple como conocer, aclarar términos y visibilizar este tipo de realidades da forma a entornos más favorables.

1. Mitos sobre la ansiedad: la ansiedad es únicamente un desequilibrio químico

A día de hoy, aún hay muchos profesionales de la salud que mantienen la idea de que la ansiedad responde en “exclusiva” a un simple desequilibrio químico de nuestro cerebro. Cabe decir que esta es una verdad a medias, o mejor dicho, un enfoque incompleto que no podemos dar por válido.

¿La razón? Sabemos que ofrecer a un paciente un tratamiento farmacológico donde regular la producción de serotonina confiere bienestar a la persona. Sin embargo, la medicación por sí misma no logra una recuperación completa ni duradera. En muchos casos la sintomatología solo remite mientras se mantiene la medicación.

La idea de que la ansiedad se resuelve solo con química no siempre es el acertado. Necesitamos de más estrategias que complementen el tratamiento.
 
2. Si mis padres han sufrido trastornos de ansiedad yo también los padeceré

Este es otro de los mitos sobre la ansiedad más comunes: atribuir la predisposición genética a todos nuestros problemas, enfermedades y trastornos. No es lo adecuado y es necesario matizar el titular: puede haber un aumento del riesgo, una pequeña probabilidad pero nunca una determinación absoluta. En cualquier caso, siempre se pueden adquirir a modo de precaución.

3. Si sufro ansiedad es porque estoy haciendo algo mal en mi vida

El trastorno de ansiedad generalizada es una de las enfermedades mentales más comunes. El impacto que tiene en la vida de la persona es inmenso, caótico y desgastante. Así, y en caso de que alguien del entorno de ese paciente le comente que esa realidad que sufre es responsabilidad suya por “hacer las cosas mal”, incrementará aún más el abatimiento, disminuirán las ganas de encontrar soluciones.

En primer lugar, recordemos que la ansiedad, por sí misma, es parte de la naturaleza humana. No obstante, en ocasiones ciertos eventos ambientales, el entorno, nuestro pasado, nuestra predisposición y la forma en la que afrontemos y procesemos nuestra realidad, determinará el mayor o menor riesgo de desarrollar este tipo de trastornos.
 
4. Soy una persona ansiosa, la ansiedad forma parte de mí y no lo puedo cambiar

Este es sin duda otro de los mitos sobre la ansiedad más recurrentes. Hay quien piensa que la ansiedad forma parte de su propia personalidad y por tanto no hay nada que hacer, no habrá terapia ni tratamiento que lo pueda remediar. Piensa que es así y punto. Identifica a la ansiedad como parte de su ser, como una emoción inmanente a su personalidad.

Cambiemos el enfoque y asumamos una visión más realista, lógica y optimista de la ansiedad y de cualquier otro tipo de trastorno. Todos podemos integrar nuevos estilos de pensamiento, gestionar mejor nuestras emociones, cambiar conductas, hábitos e incluso re-programar nuestro cerebro para conferirle calma, para mejorar su enfoque…

5. La relajación profunda, por si sola, puede resolver mi trastorno de ansiedad

Los trastornos de ansiedad no se resuelven como quien haya la solución a un enigma: se tratan. La palabra “tratamiento” tiene varios significados que es necesario tener en cuenta:
  • Es un trabajo activo por parte del psicólogo y sobre todo del paciente.
  • El tratamiento implica que la persona aprenda una serie de estrategias que aplicará siempre, no solo hasta que perciba mejoría. Debemos asentar ese estado de recuperación para que perdure.
  • A su vez, es vital entender que para tratar la ansiedad no se recurre a un solo enfoque. Porque tratamiento también significa búsqueda, significa combinación de diferentes estrategias: la relajación profunda, la psicoterapia, la modificación de conducta, la meditación, el deporte, la práctica de nuevas aficiones…

En resumen, la relajación profunda ayuda, pero deben utilizarse más recursos para lograr una recuperación total y permanente. Podríamos decir que pocas veces vamos a necesitar de más estrategias en ese viaje donde hallar lo que de verdad nos ayuda, lo que de verdad nos permitirá calmar la desesperación, apagar los miedos y manejar nuestras preocupaciones de un modo más válido.

Para concluir, los mitos sobre la ansiedad contribuyen a entorpecer la labor terapéutica y la normalización de una enfermedad que puede tratarse con éxito. No nos olvidemos que en la actualidad se considera ya a la ansiedad como una epidemia, y que presenta a su vez una mayor incidencia en la población más joven. Por tanto, es necesario implementar medidas de prevención, facilitar estrategias con las que entender que la mente no tiene por qué ir más rápido que la vida.

Valeria Sabater

viernes, febrero 16, 2018

Las 5 fases del duelo de Klüber-Ross

Dentro de los estudios del afrontamiento de la muerte, posiblemente uno de los más conocidos sean las 5 fases del duelo de Klüber-Ross. Esta teoría nos habla acerca de las 5 fases por las que las personas pasan a la hora de afrontar la muerte, ya sea propia o de un ser querido. Los estudios de Klüber-Ross se volvieron muy populares y muy malinterpretados, probablemente como resultado de una mala divulgación de los mismos.

 
 
En 1969, la psicóloga Klüber-Ross realizó una serie de estudios en pacientes terminales. Su intención era encontrar los factores que se encontraban detrás del afrontamiento de la muerte. Tras una ardua investigación, se dio cuenta de que estos pacientes pasaban por una serie de etapas muy similares. Aquí es donde empezó a desarrollar la teoría de las fases del duelo y sus implicaciones.

En este artículo vamos a tratar de dar luz sobre la teoría de las fases del duelo de Klüber-Ross. En primer lugar, por eso vamos a exponer las diferentes fases y a explicar cada una de ellas. Y como conclusión haremos una pequeña reflexión acerca de las evidencias e implicaciones de la teoría de las fases del duelo.

Fases del duelo de Klüber-Ross

Las distintas fases del duelo nos van a mostrar la sucesión de actitudes que toma una persona que afronta la muerte. La aparición de estas etapas surgen de las tentativas de la mente para solucionar el problema; y según se va demostrando la incapacidad de las mismas, las emociones van variando hasta alcanzar la aceptación. A continuación vamos a explicar una las distintas fases del duelo de Klüber-Ross:
  • Negación. Esta implica la actitud de negar o ignorar la existencia de la proximidad de la muerte. Esta puede tener un carácter total (“No puede ser que me esté muriendo”) o parcial (“Tengo metástasis, pero no es nada importante”). La negación refleja una actitud defensiva del yo. Nuestra mente busca la manera de mantener nuestro bienestar a pesar de encontrarse en una situación de máxima impotencia.
  • Ira. El enfado es una emoción que surge para enfrentarse a un obstáculo. Es normal que, tras una noticia muy negativa, el cuerpo busque solucionarlo a través de la ira. El enfado puede tener distintas víctimas u objetivos, desde a uno mismo, los médicos o incluso a “figuras divinas”.
  • Negociación. Tras observar la incapacidad de la ira para solucionar este problema, aparece la negociación. La persona desesperada pide al destino o a figuras divinas que desaparezca la muerte. Es frecuente que la persona se vuelva “dócil” ante la esperanza de prolongar su vida por buena conducta; por ejemplo acatando al pie de la letra todas las prescripciones médicas.
  • Depresión. Cuando la enfermedad se recrudece o la realidad fatídica se impone, aparece la depresión. La persona cae en una fuerte desesperación por la fuerte sensación de impotencia. La tristeza profunda cumple la función de minimizar el gasto de recursos ante una situación irresoluble.
  • Aceptación. Dejada atrás y asimilada la sensación de impotencia que puede haber producido la pérdida, pasamos a un estado de ánimo menos intenso, más neutro (aunque sigan existiendo momentos y momentos). La persona en la fase de aceptación será capaz de asimilar lo que ha sucedido y de levantar la cabeza hacia el futuro, además de reinterpretar de manera positiva el significado de lo perdido sin culpar a nadie.

Evidencia e implicaciones de la teoría

La teoría de Klüber-Ross ha sufrido múltiples críticas. Una frecuente, y entendible leyendo la formulación original de la teoría, tiene que ver con la rigidez de la misma. En la formulación original, una persona que pasara por las diferentes fases solo podría quedarse en la que está o avanzar a la siguiente. La investigación actual, y quizás tu experiencia personal, nos dicen que esto no es cierto. Hay puntos en los que es frecuente que ocurran retrocesos o incluso personas que se salten alguna etapa o que pasen por todas en un orden distinto.

Ahora bien, no es menos cierto que todas ellas cumplen un papel importante a la hora de afrontar la muerte y que su disposición se adapta aceptablemente bien al recorrido de la mayoría de duelos. Por otro lado, quizás lo más correcto sería interpretar los diferentes estados como actitudes ante la pérdida, y no como etapas ante la misma. Es decir, maneras que tenemos de lidiar con la impotencia que nos genera la situación.

A pesar de que la teoría de Klüber-Ross es parcialmente incompleta, sin duda su formulación supuso un gran avance para comprender los procesos de duelo. Sus investigaciones han servido para entender en profundidad las emociones presentes ante la pérdida. Lo que ha derivado en un mejor tratamiento y ajuste de las personas que se encuentran en esta situación, empezando por la normalización de lo que sienten. Por otro lado, también su modelo ha permitido que los psicólogos seamos mucho más hábiles a la hora de tratar pérdidas anticipadas, como diagnósticos terminales.

Alejandro Sanfeliciano

jueves, febrero 15, 2018

¿Por qué algunas personas no se dejan ayudar?

Todos nos hemos encontrado o tropezado alguna vez con esas personas a las que es complicado echar una mano, ya que no se dejan ayudar. Lo más usual es que correspondan a uno de dos casos. O son el tipo de ese tipo de personas dispuestas a ayudar a todo el mundo, pero les cuesta recibir ayuda; o se trata de personas que están en un grave problema y aun así no aceptan la ayuda de nadie.

 
 
En ambos casos, la situación es muy frustrante para los demás. Quien se topa con personas así no se explica por qué no se dejan ayudar, pese a que lo necesitan. El asunto se vuelve a veces irritante y podría llegar a interpretarse como negligencia o falta de voluntad para solucionar los problemas.

“El mayor espectáculo es un hombre esforzado luchando contra la adversidad; pero hay otro aún más grande: ver a otro hombre lanzarse en su ayuda”.
-Oliver Goldsmith-

La verdad es que casi nunca es así. Las razones por las cuales algunas personas no se dejan ayudar se engloban en un problema de fondo. Pese a que sufren y necesitan de los demás, les cuesta mucho apoyarse en alguien. Puede ser por algún bloqueo inconsciente o simplemente porque tienen dificultades para reconocer que necesitan cambiar.
 
Los que ayudan a todos, pero no se dejan ayudar

Es relativamente frecuente que quienes ayudan a todo el mundo, tengan problemas para pedir o aceptar la ayuda de los demás. Se trata de personas que han construido una identidad en la que es válido dar, pero no recibir. Creen que lo suyo es responder a las necesidades del otro, al tiempo que se apañan o ignoran las propias.

De una u otra manera no se dejan ayudar por los demás porque piensan que de este modo estarían traicionando su “misión” en la vida, siendo incoherentes con la imagen y la persona que quieren construir (una totalmente independiente). También pueden sentir que aceptar la ayuda de otros supone causarles una molestia. En otras palabras, generarles un problema. Esto les causa vergüenza.

También se da el caso de quienes no se dejan ayudar porque asumen que disfrutar de esta ayuda genera una deuda que el otro se podrá cobrar cuando y como quiera. No comprenden que para los demás puede ser una satisfacción prestarles ayuda y que esto no genera obligaciones de contraprestación. Por eso a veces es necesario hacérselo ver, con afecto.

Necesitar ayuda, pero no aceptarla

El otro caso se da con esas personas que no se dejan ayudar, pese a que atraviesan por situaciones muy difíciles. A la legua se nota que necesitan de los demás, pero si alguien intenta ayudarles a salir de su problema es rechazado. El ejemplo más típico es el de alguien que padece una adicción. Lo usual es que se nieguen, a veces airadamente, a aceptar que otro les eche una mano para salir de la situación en la que se encuentran.

En esos casos lo usual es que la persona ni siquiera admita que tiene un problema. Así, mucho menos va a dejar que la ayuden. Parte de su problema consiste precisamente en la negación del mismo. Ocurre con los adictos, pero también con personas que están sumidas en la depresión, la ansiedad o cualquier otro trastorno y no tienen conciencia del mismo o la tienen distorsionada.

Por extraño que parezca, en esos casos el síntoma mismo es una respuesta adaptativa que la persona ha construido para sobrellevar su vida. Es “adaptativo” en el sentido de que le permite interpretar la realidad de un modo que sea posible seguir adelante. Por ejemplo, alguien deprimido construye la fantasía de que está triste porque es más sensible que las demás personas y no como resultado de una enfermedad. Sin embargo, esa fantasía le permite explicar su vida y continuar con ella, aún a costa de mucho sufrimiento. 

¿Qué hacer con quienes no se dejan ayudar?

En el primer caso, el de aquellos que ayudan a todo el mundo, pero no se dejan ayudar, lo más aconsejable es contribuir a aclarar la situación. Hacerles ver, con afecto, que el interés en ayudarles nace de un aprecio genuino. Y que poder echarles una mano es fuente de satisfacción, no de sacrificio o un gran esfuerzo.

En el segundo caso, o sea el de quienes no se dejan ayudar aún necesitándolo, la situación es un poco más compleja. Lo que se requiere ahí es tener más paciencia y tacto. Estar ahí, interesarse por esa persona y tratar de aceptarla tal y como es resulta ser una excelente llave para que el otro nos abra las puertas y nos deje participar. Lo más importante es no ceder a la tentación de presionarles todo el tiempo para que cambien. A veces la preocupación por esa persona toma esa forma y entonces nuestra intervención, cargada de toda la buena intención del mundo, termina perjudicando al otro.

Hay que respetar los ritmos de cada persona. La mayoría de las veces necesitan tiempo para entender que necesitan ayuda. En los casos más graves, lo conveniente es que consultes con un profesional, para saber cómo ayudar y hacerlo de manera eficiente.

Edith Sánchez

miércoles, febrero 14, 2018

Cómo recuperarse de un abuso emocional

Recuperarse de un abuso emocional implica ante todo tener que procesar una experiencia traumática que ha socavado nuestra autoestima. Para ello, evitemos culpabilizarnos, porque el error nunca está en quien confía, en quien lo da todo por esa relación. El “delito” está en quien miente, en la persona narcisista e insana que funciona a través de la manipulación, el chantaje y el abuso psicológico.

 
 
Si incidimos en la importancia de no asumir toda la responsabilidad o la culpabilidad de lo que ha sucedido es por un hecho muy concreto. Cuando una persona logra por fin dejar una relación de este calibre, es muy común que tanto ella misma como algún miembro de su entorno piense aquello de “¿pero cómo es que no ha dejado antes a su pareja? ¿Cómo es posible que fuera tan ciega como para no ver todo lo que estaba sucediendo?”
 
“El camino es aquietar la mente e inducirla a que se mire a sí misma de manera realista. Una mente madura, equilibrada y que aprenda a perder. Una mente humilde, pero no atontada. Una mente abierta al mundo, vigorosa y con los pies en la tierra”.
-Walter Riso-

No es tan sencillo. El abuso emocional no es fácil de desenmascarar porque sus mecanismos suelen ser a veces muy sutiles, a la vez que sofisticados. A ello hay que añadirle otro ingrediente no menos importante: el amor. Porque no podemos olvidar que quien ama es cabezota, es confiado y está comprometido. De ahí que esos mecanismos no se vean a simple vista y si se perciben, si se notan, el cerebro aplica complejísimas estrategias para disuadir las dudas, para escampar una niebla densa que impide ver con claridad lo que está sucediendo.

Hasta que al final lo hacemos, al final uno es plenamente consciente de lo que está sucediendo porque tarde o temprano, cuando nos miramos al espejo, ya no nos reconocemos. La persona que se refleja en el cristal es poco más que una sombra de la que éramos antes…

Recuperarse de un abuso emocional, una tesitura que no todo el mundo consigue

El ciclo del abuso emocional funciona en muchas ocasiones como una adicción. Hay un flujo de castigo-recompensa en el que quedamos atrapados. A instantes nos regalan una atención desmesurada, el más increíble de los afectos, son detallistas y apasionados, pero al poco aparece la exigencia, la frialdad, la humillación y el reproche que causa herida.

El buen trato se engarza con el maltrato en una cadena sinfín donde nos instalamos como una pieza más de esa maquinaria que controla el abusador. Dejar esta dinámica, liberarnos de ella no es nada fácil. Aún más, tampoco creamos que al lograrlo, al dar por finalizada esa relación, hemos puesto punto final al sufrimiento.

Gran parte de las personas, hombres y mujeres, que dejan por fin una relación abusiva asumen inocentemente que con ese valiente paso todo ha terminado. Piensan que tras esa decisión, todo irá mejor, que tras tocar fondo ahora todo irá en rápido ascenso y que la recuperación será inmediata. Sin embargo, no es así.
 
Síntomas de que no has superado tu relación abusiva   
 
Sentimientos de culpabilidad. Focalizamos sobre nosotros cierta rabia por no haberlo visto antes, por haber perdido tanto tiempo en alguien que nos estaba haciendo daño.
  • La culpabilidad se entremezcla con la rabia. Acumulamos tanta frustración e ira que en ocasiones proyectamos este sentimiento sobre los demás en algún momento.
  • Nos volvemos desconfiados.
  • Podemos pasar épocas de gran hiperactividad, queremos hacer muchas cosas, involucrarnos en diversos proyectos, pero al poco nos sentimos agotados, faltos de energía.
  • Nuestra auto-imagen, el sentido del yo, así como nuestra autoestima siguen dañados, vulnerados.
  • Ya no experimentamos las emociones positivas con la misma intensidad que antes, ahora la alegría es menos alegre, la ilusión menos motivadora y lo sueños menos esperanzadores. Nos sentimos como anestesiados…

Claves para recuperarse de un abuso emocional

Tal y como señalábamos al inicio, para recuperar de un abuso emocional es bueno re-interpretar nuestra condición de víctimas, de manera que esta no ocupe todo nuestro autoconcepto. Dejemos a un lado esa sensación de culpabilidad, junto a esa indefensión que a la larga cronificará aún más el estado traumático. La identidad de víctima nos resta poder y socava aún más nuestro sentido del yo.

Veamos, por tanto, qué enfoques, qué estrategias debemos trabajar.
 
Céntrate, eres valiente y debes tomar posesión de tu propia vida

No eres una víctima, eres una persona valiente que debe recuperarse un pasado traumático. Para ello, debes centrarte en el momento presente y coger las riendas. Eres responsable de tu propia vida, y responsable significa “el que sabe responder ante las cosas”, por tanto, disuade de tu mente el sentimiento de culpabilidad y hazte cargo de la situación, de tu realidad.
 
Ante la angustia existencial, calma

Recuperarse de un abuso emocional implica como hemos dicho aprender a ser responsables de nosotros mismos en esa nueva etapa de nuestra vida. Ahora bien, al dar ese paso es común sentir angustia, miedo, desconcierto… Ante estos sentimientos, la respuesta es “calma”.

Ten calma, entiende que nadie te va a poner prisa para que te recuperes, comprende y asume que toda curación lleva su tiempo y por tanto, no hay más opción que seguir el propio ritmo, escucharnos y aceptar todas nuestras emociones. Poco a poco tomaremos pleno control de todo lo que nos envuelve.
 
Gestión positiva de tu realidad

Tras una relación abusiva es común acumular rabia, sentir desconfianza, tener una imagen de nosotros mismos algo negativa al sentirnos víctimas de algo que debimos detener lo antes posible. Para evitar quedar atrapados en estos estados, debemos aplicar un enfoque más positivo de lo que nos envuelve.
  • Si sientes rabia, canalízala, libérala.
  • Si te sientes solo, habla con otras personas, con grupos de apoyo que hayan pasado por lo mismo que tú.
  • Si percibes que no avanzas, que todo intento te devuelve a ese punto de inicio donde está la indefensión y la frustración, pide ayuda profesional.
Para recuperarse de un abuso emocional hay que hacer una gestión positiva de nuestra realidad, hay que aplicar un enfoque constructivo donde no falten los recursos, los apoyos, la apertura a nuestro entorno, el facilitarnos adecuadas terapias y miradas que nos permitan volver a un sentido del yo más luminoso.

Todos podemos salir del ciclo del abuso y… no siempre lo haremos indemnes, queda claro, pero podemos emerger fortalecidos al construir una imagen de nosotros mismos mucho más digna, resistente, valiosa.

Valeria Sabater