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miércoles, septiembre 27, 2017

¿Te quieres a ti mismo? 5 señales que indican lo contrario

Quererse a uno mismo es fundamental: ya no solo para mantener una autoestima saludable, sino también para tener relaciones de calidad con los demás. Sin embargo, si no te quieres, no solo tendrás dificultades para relacionarte con otros, sino que aumentará el riesgo de padecer depresión.



Detectar las señales que indican que no te quieres a ti mismo tanto como deberías te pueden ayudar a mejorar la forma en la que te relacionas contigo (diálogo interior) y con los demás. Identificar estas señales también puede ayudarte a encontrar una salida a estados de tristeza, decepción o incluso a tomar las riendas si te sientes con un bajo estado de ánimo.

“La peor soledad es no estar cómodo contigo mismo”.
-Mark Twain-

Cuestionas lo que los demás dicen o hacen por ti

Una indicador de baja autoestima y que a menudo está detrás de esos pensamientos negativos sobre ti es la de cuestionar los sentimientos, las palabras y las acciones de otras personas hacia ti. Lo que los demás hacen, dicen o sienten respecto a ti te causa incertidumbre.

No cabe duda de que a todos nos gusta sentirnos amados y comprendidos. Sin embargo,las personas con baja autoestima tienden a sobrevalorar lo que dicen o hacen los demás y a cuestionarlo sistemáticamente. Piensan que nadie les quiere ni les valora, se regodean en la crítica y, lo que es peor, piensan que hay algo sospechoso detrás de las buenas palabras o de las muestras de aprecio.

Esto es lógico. Tras ello hay está un pensamiento inconsciente muy coherente: ¿Cómo va a quererme otro más de lo que me quiero yo? ¿Cómo va a respetarme alguien más de lo que me respeto yo? ¿Cómo va a ser alguien más amable conmigo de lo que lo soy yo conmigo?

Estás siempre a la defensiva

Estar siempre a la defensiva es otra clara señal de que no te quieres tanto como deberías. La inseguridad y la falta de auto-confianza en ti te mantienen en un estado de alerta injustificado. Eso no solo hace que aumenten tus niveles de estrés, sino que no te deja ser objetivo respecto a lo que ocurre en tu entorno.

Ese estar a la defensiva no te deja entender con claridad lo que la gente te dice o te pide, y te hace sentir incertidumbre por lo que los demás piensan. También genera un estado de miedo y tristeza que no te deja disfrutar de lo que te rodea. Al estar a la defensiva, es fácil que tu actitud hacia los demás se trasforme en grosera, desagradable o tensa, cuando no violenta.

Por otra parte, al estar siempre a la defensiva actúas prediciendo lo peor, con lo que tu reacción puede ser desmesurada e incluso estar fuera de lugar. Eso suele ocasionar conflictos que, en el peor de los casos, terminan haciendo realidad tus peores temores y reafirmando tu punto de vista.

Intentas evitar el conflicto fingiendo que todo está bien

Sin embargo, también puede ocurrir que quieras evitar un conflicto y, para ello, finjas que todo está bien. Es decir, en vez de defender algo justo o algo que te conviene o interesa, en ocasiones prefieres renunciar con tal de evitar problemas.

El problema es que esa falta de autoestima y de amor propio no te da fuerzas para defender lo que te pertenece o lo que te interesa. Sin embargo, fácilmente entablarás una discusión por algún sinsentido o por algo que carece de importancia real.

El miedo a que los otros se enfaden o a que te hagan de menos por defender tu opinión o reclamar lo que te corresponde te lleva a aceptar lo que te digan o a asentir para tenerlos contentos. Y en ese proceso aumenta la sensación de que tu opinión no importa o de que lo que tú deseas no le interesa a nadie.

Te comparas con todo el mundo, aunque no haya nada que comparar

El hábito de compararse con todo el mundo es otra señal clara de que no te quieres. En realidad, la comparación con los demás no es en sí negativo. El problema es que las personas que no se quieren se exceden en la comparación, especialmente en aquellos aspectos en los que salen mal parados.

Es más, una persona que no se quiere se compara incluso aunque no tenga nada que comparar y se regodea en el resultado. Como consecuencia, no solo decae la autoestima, sino que surgen sentimientos como la envidia, la sensación de sentirse abandonado o incluso de ser víctima de una injusticia. Todo esto solo sirve para socavar más y más el amor propio.

Consideras tus logros una cuestión de buena suerte

Es cierto que muchas de las cosas que conseguimos se pueden deber a un golpe de buena suerte, al menos en parte. Sin embargo, no todo es cuestión de suerte. Saber aprovechar las oportunidades es fundamental para materializar ese golpe de suerte en un logro.

Sin embargo, si no te quieres lo suficiente, no serás capaz de reconocer tu propio valor en lo que has conseguido. Por eso mismo, no valoras tus capacidades o tus esfuerzos. Es más, no consideras a los demás capaces de valorarlos ni entiendes los cumplidos que te hacen para felicitarte o alabarte. En cierto modo, esa actitud de otorgar a la suerte la responsabilidad de tus logros hace que te sientas incapaz y desmotivado, a la deriva.

Eva Maria Rodríguez

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