A todos nos han hecho daño alguna vez o, incluso, puede que nos hayamos hecho daño a nosotros mismos en algún momento. En este sentido, es probable que el daño haya sido inconsciente o, por desgracia, todo lo contrario.
Por otro lado, cada persona da a sus propias historias la importancia que cree que tienen, por lo que el daño además es muy relativo. Hay quien sufre muchísimo por lo que puede parecernos un contratiempo y viceversa. Lo verdaderamente humano es entender que toda circunstancia es digna de respetar.
En cualquier caso, es necesario dejar que el daño se vaya para que seamos capaces de vivir con armonía interior. Es cierto que resulta complicado afrontar el momento en el que el único remedio es aceptar lo que ha ocurrido, pero se puede lograr. Y, si lo hacemos, tendremos el presente ganado.
Es bueno permitirse el dolor
Se habla mucho de que el dolor es malo y es completamente lógico que deseemos que se aleje cuando amenaza con acercarse, que se vaya cuando empieza a habitar en nosotros. Para nada queremos que nos ocurran hechos negativos que rompan nuestro equilibrio emocional y nos hagan sentir en un abismo sin salida. En cierta medida, tenemos las herramientas suficientes para superar un daño, pero nunca estamos preparados para que llegue.
Ni siquiera, aunque nos hagamos a la idea de que es una posibilidad, nos adaptamos a los golpes fácilmente. Sin embargo, hemos hablado en varias ocasiones acerca de que los golpes tienen un lado positivo: la enseñanza, el aprendizaje.
“¿Sabes? Uno puede ver la vida sembrada de dificultades que evitar,
o como un vasto terreno de juego que ofrece en cada rincón una experiencia que llevarse”
-Laurent Gounelle-
La enseñanza que proviene de las experiencias que vivimos es como una pequeña siembra de la que ir recogiendo frutos valiosos para seguir caminando. Así que, desde este punto de vista, es bueno permitirse el daño para aprender de él y absorber los detalles de la vida al máximo.
Es bueno fallar para sentir cómo se disfruta el éxito. Es bueno llorar para aclarar la mirada y aliviar el corazón. En definitiva, es bueno comprender que durante un viaje hay subidas y descensos. Además, en esos descensos, no está mal caer si esto nos enseña cómo hay que levantarse.
El pasado no puede volver a hacerte daño si no le dejas
Cuando estamos ahí, en el fondo de un profundo pozo, tenemos la sensación de que las herramientas para salir de ese lugar están fuera de nuestro alcance. Justamente la sombra de esta sensación es la que nos queda dentro cuando no hemos conseguido superar el pasado.
En otras palabras, vivimos en un presente en el que ese daño ya no está pero, a veces, araña su recuerdo desde el pasado. Si ocurre esto que estamos describiendo es porque no hemos dejado lo vivido atrás y necesitamos hacerlo. Con este, debemos recordarnos que el pasado no puede volver a hacernos daños si no se lo permitimos.
“¿Pero quién puede recordar el dolor, una vez que éste ha desaparecido?
Todo lo que queda de él es una sombra, ni siquiera en la mente ni en la carne”
-Margaret Atwood-
Únicamente sabremos que hemos saltado ese punto en el instante en el que miremos atrás y descubramos que es recuerdo, pero no duele ni controla. No merecemos llegar a ese otro lado,perdonar o perdonarnos, según el caso.
Recupera el control
El daño se queda temporalmente con el control de nuestra vida no obstante, con paciencia y coraje, conseguiremos recuperarlo. El mando es tuyo: eres tú quién tiene el timón para dirigirte hacia donde quieres ir a partir de ahora.
Con nuestra maleta llena de sentimientos útiles, dejamos atrás lo que ya no va a servirnos. Nos habíamos descarrilado pero hemos vuelto a las vías y no vamos a permitir perdernos de nuevo. Y, si por causa del destino vuelve a ocurrir, sabremos recuperarnos de nuevo.
“(…) Decidir en qué momento habían perdido el control sobre sus vidas.
Porque siempre hay un momento en que la vida se descarrila”
-Gillian Flynn-
Cristina Medina Gomez
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