Cuando la vida es dulce, da gracias y celebra. Cuando sea agria, da gracias y crece. Así subtitula Shauna Niequist su libro Agridulce (Vida Publishers, 2011). El agradecimiento por todas las cosas que nos suceden, buenas y malas, está en la base de la búsqueda de la plenitud, la verdadera felicidad. Incluso por las situaciones que nos causan dolor merecen cierto agradecimiento, puesto que en ellas se haya la base de nuestro crecimiento intelectual, emocional y espiritual.
De hecho, el dolor y las experiencias amargas son potentes abonos para construir tu crecimiento personal profundo. Un sufrimiento desde el que puedes iniciar cambios trascendentales para crear una mejor versión de ti mismo. Esto tiene un nombre. Se llama crecimiento postraumático.
“El significado de la vida es darle a la vida significado”
-Ken Hudgins-
Qué es el crecimiento postraumático
Fueron los psicólogos Richard G. Tedeschi y Lawrence G. Calhoun quienes, a mediados de la década de 1990, investigaron originalmente el crecimiento postraumático (PTGI, por sus siglas en inglés, Posttraumatic Growth Inventory). Los investigadores encontraron que el 90% de las personas que experimentan un evento traumático -y el dolor que lo acompañó- están expuestas al menos a un factor identificado como crecimiento postraumático.
Tedeschi y Calhoun definieron el crecimiento postraumático como el cambio psicológico positivo experimentado como consecuencia de la adversidad y otros desafíos, con el fin de alcanzar un nivel más alto de funcionamiento.
Este conjunto de circunstancias representan retos importantes para los recursos de adaptación de la persona y plantean importantes desafíos a la forma de entender el mundo y afrontar el dolor que ocasiona la pérdida y su posterior duelo. Estas circunstancias contribuyen a un proceso personal de cambio profundamente significativo.
Los cinco pilares del PTGI son:
Deseo de estar abierto a nuevas oportunidades que no estaban presentes o no parecían posibles antes.
Mayor sentido de conexión con los demás, reflejado por lo general en un aumento de la empatía por el sufrimiento de otros.
Mayor sentido de autosuficiencia: si se ha superado eso es que se puede superar cualquier cosa.
Aumento de gratitud por la vida en general y aprecio por las cosas que antes se daban por seguras.
Profundización en una conexión espiritual o propósito, lo que puede incluir el cambio de creencias o la redefinición de las mismas.
Causas del crecimiento postraumático a partir del dolor
El crecimiento postraumático ocurre con los intentos de adaptarse a conjuntos altamente negativos de circunstancias que pueden engendrar altos niveles de angustia psicológica. Realidades, como grandes crisis personales, que en primera instancia normalmente generan reacciones psicológicas desagradables.
El crecimiento no se produce como consecuencia directa del trauma, sino de la lucha que el individuo mantiene con la nueva realidad, marcada por las secuelas del trauma. Unas secuelas que son cruciales para determinar el grado en que se produce el crecimiento postraumático.
Hay algunos factores que pueden ser indicios de crecimiento postraumático y que están asociados con el crecimiento de adaptación tras la exposición a un trauma. En este sentido, se ha demostrado que la espiritualidad se correlaciona altamente con el crecimiento postraumático. De hecho, muchas de las creencias más profundamente espirituales son el resultado de la exposición al trauma.
El apoyo social ha sido bien documentado como un amortiguador para la enfermedad mental y la respuesta al estrés. En lo que respecta al crecimiento postraumático, no solo se da un alto nivel de apoyo social previo a la exposición asociada con el crecimiento, sino que hay evidencia neurobiológica que refuerza la idea de que el apoyo social va a modular una posible respuesta patológica a la tensión.
También se ha descubierto que, en el crecimiento postraumático, la capacidad de aceptar situaciones que no se pueden cambiar es crucial para la adaptación. Se ha llegado a la conclusión de que un acuerdo con la realidad es un predictor significativo de crecimiento postraumático.
Sacando al superhéroe que hay dentro de nosotros
Todos conocemos historias de personas que se han hecho más fuertes y han descubierto un sentido profundo a su existencia después de una gran tragedia. De hecho, esa también es la materia sobre la que se han construido algunos de los grandes héroes, tanto reales como de ficción.
Por ejemplo, si hiciéramos una lista de superhéroes de ficción, seguro que casi todos incluiríamos en ella a Superman, Batman o Spiderman. Batman y Spiderman, como tantos otros héroes ficticios, establecen un cruzada contra el crimen cuando su ser o seres más queridos son asesinados. Superman arrastra otro tipo de tragedia, pero este personaje nos da mucho más juego si hablamos de la historia del actor que lo interpretó inicialmente.
Christopher Reeve, el actor que interpretó originalmente a Superman para el cine, se quedó tetrapléjico por un accidente ecuestre, tragedia por la que llegó a considerar incluso el suicidio. Ironías de la vida. Sin embargo, fue aquí donde Reeve sacó su verdadero Superman ya que, con la misma determinación de su personaje, Reeve se convirtió en una de las personas que más ha defendido y luchado por las personas con lesiones de la médula espinal.
Este es solo un ejemplo de cómo una limitación seria, una enfermedad grave o una pérdida profunda puede dar lugar a una revolución interior. Este terremoto cargado de dolor solamente es la circunstancia trágica que tira todos los “muebles” de nuestra cabeza, para que con la nueva experiencia de vida los volvamos a colocar de manera mucho más acertada.
Eva Maria Rodríguez
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